Digitized by the Internet Archive in 2011 with funding from University of Toronto http://www.archive.org/details/historiadesanma01mitr HISTORIA DE SAN MARTIN De esta obra se ha impreso una edición de lujo de qui- nientos ejemplares, sobre papeles especiales numerados, d la prensa. Los números de \ á 110 llevan impreso el nom- bre del suscrilor. DESIGNACIÓN . Cinco ejemplares, números 1 ¡ LO, impresos sobre papel de la China. Cien ejemplares, números 11 á 110, impresos sobre papel imperial del Japón. Ciento cincuenta, números 1 1 1 a '200, impresos sobre papel de hilo de Holanda. Doscientos cuarenta, números 2i¡ 1 ó 500, impresos sobre fino papel satinado. ■ -***~ srf? HISTORIA DE SAN MARTÍN Y DE LA EMANCIPACIÓN SUD-AMERICANA POR BARTOLOMÉ MITRE Serás lo que debes sor, y si no no seras nada. Máxima 'le San Martin.) SECUNDA EDICIÓN CORREGIDA T O M O PR I M K lin BUENOS- VIRES FÉLIX LAJOUANE. EDITOR 1890 ESTA SEGUNDA EDICIÓN CORREGIDA Es propiedad del editor FÉLIX LAJOUA N E {Reservando el autor sus derechos á la propiedad de la obra. F i %« I PREFACIO DEL EDITOH La Historia de San Martin y de la Independencia Sud- Americana, cuya segunda edición nos cabe el honor de presentar al público, es una de esas obras que hacen época en los anales literarios de un país. Prueba este aserto el hecho de que, apenas publicada la primera edi- ción, para la circulación nacional déla República Argen- tina, se hizo inmediatamente necesaria una segunda edi- ción, de diez mil quinientos ejemplares, destinada á satis- facer la demanda americana, además de otra edición en francés que preparamos, y de una en inglés que se im- primirá en Londres, las que le darán una circulación uni- versal, haciendo revivir la gran figura de San .Martín, libertador del Sud de la América Meridional, cuya his- toria do había sido aún escrita por completo. La Historia de San Martin es un complemento nece- sario de la Historia de Belgrano del mismo autor, cuya cuarta edición ya publicamos. Ambas forman la narración más metódica y documentada de los hechos del pueblo argentino por su independencia, \ de su enlace cronoló- gico y lógico con el movimiento general de la revolución de la América del Sud. Bajo este aspecto, puede asegu- 11 HISTORIA DE SAN MARTIN rarse que es la obra más gen tunamente americana que se ha publicado hasta hoy, y que, por primera vez, dará uua idea del movimiento revolucionario de todo un continente, desde sus orígenes hasta asumir definitivamente su forma republicana. El conocimiento de esta historia no solamente interesa á los americanos. Ella, además de descorrer los velos hasta hoy impenetrables del pasado, á la luz de documentos nuevos, tiene por objeto explicar el génesis de la nueva sociabilidad en que se desarrolla el drama histórico, así como los fenómenos de uno de los acontecimientos más memorables del siglo XIX, relacionando los efectos á las causas y deduciendo de los hechos la ley á que obe- decen. La Historia de San Martin y de la Lulo/tendencia Sud- Ámericana abraza el lapso de tiempo en que se desen- vuelve la vida épica del héroe y la revolución y la evo- lución de los pueblos insurreccionados, en uu vastísimo campo de acción desde la extremidad austral del nuevo continente hasta el trópico del cáncer, en el espacio de dos décadas de lucha. Su punto de partida es la revolución argentina americanizada; su hüo conductor, la acción política y militar del protagonista. Además de su mérito indiscutible como concepción histórica y literaria, tiene un valor positivo : reposa sobre una masa de más de doce mil documentos inéditos y auténticos, cuidadosamente com- pulsados y estudiados, cuyo índice general forma parte de los comprobantes, entre los que figura el archivo del mis- mo general San Martín, además de los testimonios de los archivos y escritores clásicos de la República Argentina, Chile, Perú y Colombia, comparados entre sí. Esta obra tiene también un interés científico, conside- PREFACIO DEL EDITOR ni rada bajo su aspecto militar. La guerra de la independen- cia en la América delSud, tiene una originalidad que los escritores profesionales de Francia, Alemania y España lian señalado; pero no ha sido aún bien estudiada en sus grandes concepciones estratégicas con relación á la natu- raleza del suelo y á los instintos guerreros do sus habi- tantes. Y, tratándose del primer capitán de la América meridional, como lo es San Martín, que tiene en su vida militar el paso de los Andes, que rivaliza con los de los Alpes por Aníbal y Napoleón; su expedición al Perú, las grandes batallas americanas de Chacabuco ) ftfaipu, y sus campañas en las cordilleras meridionales y ecuatoriales, su interés, á la par de su utilidad, es innegable. Como la narración comprende toda la historia revolu- cionaria de la América meridional, las figuras de los dos -laudes libertadores que dominan esa época tienen (pie presentarse de bullo. Como lo dice el autor en su Intro- ducción : « San .Martín y Bolívar constituyen el binomio » de la emancipación sud-americana y completan el tri- » logio de los libertadores del Nuevo Mundo, en (pie - Washington es la más alta potencia de su democracia » genial ». París, 1890. Félix LAJOUANE. PROLOGO Este libro tiene por objeto relatar la historia correcta y completo del General José de San Martín, según nuevos documentos ¡combinándola con la de la emancipación de la América del Sud, de que fué uno de los grandes liberta- dores. Complemento necesario déla Historia de Belgrano, escrita hace treinta años, estas dos historias encierran á grandes rasgos, el cuadro general de la revolución argén Una en sus dos faces características: la una, con relación al orden nacional; la otra, en sus /-elaciones externas con la emancipación sud-americana. Concebidas estas obras, con amplitud y precisión dentro cielos limites de la medida humana y de la verdad com- probada, ambas, aunque escritas en medio de luchas ar- dientes, en que se buscaba por la discusión ó por las armas la solución de los ardaos problemas institucionales de la tradición revolucionaria, se han inspirado en el espíritu equitativo de todos los tiempos, (jar por lo mismo que no es exclusivo ni extraño á canuto al hombre pertenece, todo lo trac () condiciones y proporciones reales, sin alte- rarse por pasiones o intereses pasajeros que mida legan á la conciencia de la posteridad. El argumento de ambos /¡tiros, es la Independencia Americana en sus movimientos concéntricos y excéntrú ya s cuáles farman parte de mis colecciones, que reunidos metódica' mente en setenta y tres gruesos volúmenes serán aparta- viii HISTORIA DE SAN MARTIN. ñámente depositados en la Biblioteca Nacional para servir de comprobación subsidiario. Por vía de ilustración de este punto y de mi método de comprobación, daré en general una idea de los materiales de que me he servido y de las fuentes en que los he re- cogido. Una de las más ricas fuentes de información auténtica, P<>r la abundancia y novedad de noticias, aunque desgra- ciadamente no la más completa en sus series, ha sido el archivo del mismo General San Martin, que merece men- ción especial como punto que interesa a la historia y se liga con el asunto de este libro. Creyóse por mucho tiempo, que el General San Martin, al condenarse deliberadamente al ostracismoé imponerse un estoico silencio, habla renunciado, no sedo á hablar á sus contemporáneos, sino también á su posteridad, destru- yendo los documentos que debían constituir su archivo po- lítico y militar, y con él los principales elementos de su memorable historia. Pero si bien )¡o nos ha legado Memo- rias, y apenas si dejado breves apuntes sobre algunos de sus oh temporáneos y apreciaciones ligeras sobre ano que otro hecho aislado, felizmente sus más importantes pa- peles fueron conservados, y todos ellos eccisten hoy en nuestro archivo. La 'primera noticia de la existencia de estos papeles, fué la aparición de la famosa carta á Bolívar, comunicada por el mismo San Martin y publicada en francés por el capitán Lafondy que proyectó la primeraluz sobre la mis- teriosa conferencia de Guayaquil en que los dos grandes til/criadores de la América Meridional se abrazaron y se repelieron por la primera y ultima vez. Posteriormente, los Sres. Alberdi, Barros Arana y Vicuña Mackenna, hi- PRÓLOGO. i\ cieron conocer algunos documentos del archivo del Gene- ral, conservados y comunicados por su hijo político el Sr. Mariano Balcarce, Gran parte de esos papeles pasa- ron á nuestras nimios por donación del Sr. Balcarce, reservándose otros de que creía no deber desprenderse en vida, según la voluntad del testador ; pero dispuso, que después de sus dios me fuesen entregados como un legado histórico, en la confianza, según nos dijo entonces, de que haría de ellos un uso discreto. A la espera de estos docu- mentos creí en conciencia deber interrumpir mi obra, y esta es una de tos cansas, entre otras variai que son de notoriedad, del retardo de su continuación, que hoy en po- sesión de iodos los datos necesarios he proseguido. La rola, iiad postuma del Sr. Balcarce fué cumplida por su hija la señora D.' Josefa Balcarce y San Martin de Gutiérrez Estrada, nieta de los doshombres ilustres de la historia argentina cuyos apellidos llera, la que me remitió desde París en 1885 y 1886 numerosos legajos de docu- mentos manuscritos y de impresos curiosos de la época s que fuesen de verdadera utilidady los que debieran destruirse. » Feliz- mente^ entre ellos no hay paíteles que deban ser destrui- dos, habiendo sin dada Ir,, ¡do sa primitivo paseador la generosidad dehacerlo él mismo con lasque pudieran com- prometer á otros, como l" acostumbró haré,- magnánima- mente en medio de su poderío aun respecto de sus enemi- gos, conservando únicamente los que pudiesen ser útiles para la historia, y si hag alguno qtu pueda perjudicar aisladamente l" no moría de un individuo, debe < petarse su voluntad al conservarlo, así como los que no le favorecen. Sólo una parir de este archivo estaba arreglado por <•/ x HISTORIA DE SAN MARTIN. Sr. Balcarce, existiendo en él varios legajos clasificados por el mismo San Martín con breves indicaciones de se puño y letra: todo lo demás era una masa informe, en que se hallaban confundidos documentos de poco inferes I/is- tórico del servicio ordinario, periódicos y folletos, con otros papeles públicos y de verdadera importancia. Aunque muy interesante y valiosa, esta colección no corresponde ó la idea que podría formarse de la riqueza del archivo de un y runde hombre que tanta influencia tuvo en los desti- nos americanos, pues fallan en ellos principales elementos para escribir su historia militar y aun política, y en Do- rias series se notan rucios considerables, de manera q"<\ sin los documentos conserrados; en el Archivo General, no habría sido posible formarla. Entre los papeles que en vidadclSr. Balcarce pasaron á mismanos, encontrábanse los más interesantes, entre ellos un libro copiador de oficios reservados, que contienen ver- daderas revelaciones, y gran parte de su correspondencia privada sobre asuntos ¡jubileos con los principales hombres de su tiempo, especialmente con O'Higgins, Balcarce, Pueyrredón3 Belgrano, etc. Entre los remitidos por su hi- ja, se encuentran coleccionados los que se relacionen con el almirante Cochrane; su correspondencia complete con el General Guido con algunos borradores de sus contesta- ciones desde 1816 ó 1 8 id, y con otros personajes ; va- rios apuntes sueltos escritos ó dictados por el mismo General^ y algunos legajos de interés, pero truncos, sobre las campañas de Arenales ó la Sierra y sobre la de Quilo, con otros de menor importancia, pero utilizables en parte. Conestos elementos he podido completar mi documenta- ción, que no obstante su deficiencia en el orden militar y político siroen pzra aclarar algunos misterios, que en PltO LOGO. xi parte hemos puesto en claro guiados por ellos en nuestra « Historia de Belgrano « y en nuestras « Comprobaciones Históricas, » // so&re tos cuales derramamos hoy toda la luz que ellos proyectan. Las clasificaciones de algunos legajos hechos por el mismo San Martin y los breves apuntes por él escritos ó dictados, harian creer que alguna vez pensó, sino en escri- bir Memorias, por lo menos una vindicación de su vida pú- blica, y en efecto, asi consta de su correspondencia confi- dencial. En carta suya al General Guido, datada en Bruselas el 18 de diciembre de 18*26 (/), le decía'. — « Quándo dexe de ■ existir V. encontrará entre mis Papeles [pues en mi ül- « tima disposición ay una clausula expresa le sean entre- di gados) documentos originales y sumamente interesantes. » Kilos, los apuntes que hallará V. ordenados, manifiestan » mi conducta Pública y las razones de mi retirada del •< Perú. V. me dirá que la opinión Pública y la mia están interesadas en (pie estos documentos vean la luz en mis n dias. Barias razones me acompañan para no seguir este ■ parecer, pero solo citaré ana que para mi es concluyente, » á saber: — La que lo general de los hombres juzgan de « lo pasado según la berdader a justicia, y de lo presente » según sus intereses. Por lo respectivo á I" opinión pú- a blica, yo estoy seguro que los honrados me harán jus- -, Hcia á que yo me creo muy acreedor. Sin embargo de » estos principios y del desprecio que yo pueda tener por la Historia, porque conosco que las Pasiones, el espíritu i En una contestación al Sr. Domínguez in Tía en el V.c i '• de la n vista de Buenos Aires, escrita por el Sr. Carlos Guido Spano, kijo del Gen ralGuido, se cita un fragmento de esta carta, asignándole l" feclia de 27 de diciembre de 1826, (o que es un error, que '■■ "' insta del borrador autógrafo de San Martin, gtn pi j© mos. xii ¡lis TOIl I A DE SAN MARTÍN. » de partido, la adulación y sórdido interés son en general » los agentes que mueven los Escritores, ¡jo no puedo pres- » cindir que tengo ana Hija, g amigos (aunque bien pocos), » á quien debo satisfacer. Por estos objetos, y no por lo » que se llama Gloria, es que he trabajado dos años en » hacer extractos y arreglar documentos, para que acre- » diten mi justificación. Pero si los hechos y motivos sobre » que se lia fundado mi conducta en el tiempo en que he » tenido la desgracia de ser hombre Público, —si, mi » amigo, la desgracia, porque estoy convencido, de que — » Serás lo que hay que ser y siuó no eres nada. En fin, si » como V. dise no me perdonará jamás mi separación del » Pera, espere al paquete entrante para rectificar tan » terrible sentencia. En vista de mi exposición puede ser » barie de opinión, porque estoy seguro sabrá cosas que » ha ignorado y que lo admirarán apesar de lo mucho que ■' ha visto en la Rebolucion. V. conocerá que teniendo que o fiar esta interesante exposición á las contingencias del » Correo, tendré que usar de ciertas p re cauciones ; no » obstante, yo diré á V. lo suficiente para formar una » idea. » En carta posterior de 2/ de julio de Í827, de Bruselas también, repetía al mismo corresponsal: « Yo he ofrecido » á V. escribirle en la 1 .* oportunidad segura cosas que le " asombrarán, apesar de lo /nacho que la Rebolucion le ha » hecho conoser. » Y refiriéndose á Bolívar, cuyo retrato traza, agrega: « En fin, no me queda la menor duda de » las sanas intenciones de este General (Bolívar), pero » seria un mal Caballero si abusase de la situación en que se haya [y que estoy seguro empeorará por su ca- » ráele)') para publicar secretos que solo V. sabrá, y » solo verán la luz des/mes que (h\re (te c.cistir. » En cai'ta [inédita) del General Guido datada en Buenos Aires el 23 de febrero de 1829, le decía sobre el partteu- PROLOGO. xin la?': « Recuerdo lo oferta que en repetidas cartas me /tizo »> V. desde Bruselas, de sus papeles para la historia: ha » llegado el lie rapo de cumplir es/ a promesa. » Ni San Martin volvió á acordarse de su promesa ni Huido á insistir sobre ella, y entre las disposiciones postu- mas del primero no existe ninguna cláusula que á sus pa- peles se refiera, á no ser los instrucciones verbales que dejo' á se hijo poli/ico el Sr. Bálcarce, d quien instituyó heredero de ellos. Entre los documentos remitidos, asi por el Sr. Bálcarce como por su señora hija, ningún rustro se encuentra de la vindicación ni délas revelaciones anunciadas, y es de supo- nerse que las que se referían á sus relacione* con Bolívar, — principal causa de su separación del Per!', — se limi- taban á su correspondencia con el después de la conferen- cia de Guayaquil, publicada posteriormente por Lafond, que entonces era un secreto que no había traspirado, y que en 1844 cuando se vulgarizó fué una verdadera reve- lación. Algo más hay que decir sobre este punió por la confron- tación de los documentos publicados con ¿os inéditos, y concordando testimonios contradictorios deducir de los hechos fuera de cuestión las conclusiones lógicas y fatales, pero los principales son conocidos, y sólo resta ilustrarlos con otros complementarios para habilitar á la posteridad á pronunciar el juicio definitivo. El mismo San Martín, que en los motivos ostensibles que dio poro su retirada del Perú en su famosa proclama de despedida, había contri' buido á extraviar la opinión, dijo después de la publica- ción de su corla ó liolirar, que onda oculto había en este gran misterio, sino lo que todos sabían y podían deducir. Lo único misterioso en este acto, que la imaginación e xiv UIST0R1A DE SAN MARTIN. ha empeñado en rodear de accidentes dramáticos, so)i tos móviles secretos que impulsaron, ó mas bien dicho, impu- sieron su abdicación, los cuales no están consignados en ningún documento, como que tuvieron su origen en la propia conciencia en que él los guardo, y que el tiempo ha puesto de manifiesto. Entre los papeles del General San Martin hay algunos de mñs ó menos importancia que pudieran relacionarse con las revelaciones por él anunciadas, y en particular una serie completa y arreglada por él mismo, en que consta una denuncia de tentativa de conjuración de varios jefes del Ejército de los Andes contra su poder y contra su vida, misterio histórico deque hacen referencia vaga al- gunos escritores y que otros relatan incorrectamente. Estas y otras cansas análogas, obraron también en su áni- mo al abdicar el mando ; pero fueron meramente concu- rrentes, pues la actitud de Bolívar y el estado de la revo- lución del Perú en la situación en que entonces se encontró, fueron las principales causas determinantes, que se impo- nían por si y explican todo natural y racionalmente. La resolución de San Martin de guardar silencio du- rante su vida, — quebrantada indirectamente sólo una üez al comunicar la caria dirigida á Bolívar y autorizar su publicación, — fué la regla que voluntariamente observó, y todo demuestra, que después de su pasajera veleidad de Bruselas, en que él mismo dice que « se le habla exaltado la bilis, ■• no pensó después jaméis en escribir Memorias ni defensas, y sólo por eoccepción en legar á la posteridad da- tos ordenados sobre el particular. Citaremos en comprobación de esto, dos hechos, que se ligan con el asunto de su archivo. De todos sus papeles, los únicos regularmente organiza- dos son los que se refieren á sus relaciones con lord Co- chrane, con copias, confrontadas bajo su inspección y PRÓLOGO. u anotaciones de clasificación de su puño y letra, lo que indicaría ser éste ano de los asuntos que más le interesaba, como si previese las iracundas Memorias que escribirla so, antiguo y heroico compañero y su enemigo encarnizado aun más allá de la tumba. En cambio, cuando en Í832 se publicó en Buenos Aires la « Memoria-Historia •> del co- ronel Arenales, sobre la segunda campaña de su ¡mitre el General Arenales á la Sierra delPerü, en quese lehacian graves cargos, no bien justificados, el General Guido, en carta innata) de lo de julio del mismo año, llama su aten- ción sobre ella en los términos siguientes : — « Esta pieza » rne ha costado disgustos y explicaciones que he tenido ya » con el autor, porque no podia disimular la mezcla de » cargos á los elogios que le hacen d V. Clausulas hay » bastante irritantes, otras inoportunas y muchas de las » que se refieren á la campaña de la Sierra que podría yo » atacar victoriosamente, no sólo por los dalos que tengo, » de mayor peso que los que pudo alcanzar el joven Are- • zades en la campaña del Perú , donde su posición fué su- " baíleme r, sino por la contradicción que se encuentra en » la primera parte de su narración. » — Después de las explicaciones cambiadas entre Guido y el autor, éste quedó en enviar la obra á San Martin, y darle una satis- facción al /-especio. — San Martín no se dio por entendido de los cargos, y el legajo de su archivo, por él clasificado } quese refiere á las campanas de la Sierra del General Aro, cales, sólo contiene algu/ios documentos concernientes a la primera, y estos mismos incompletos, y ana. parte de los relacionados con la segunda, que era, si anta más inte- resante históricamente, laque más afectaba su reputación y su responsabilidad histórica como General y cono* (Héc- tor de la guerra. Tales el archivo del i Genera i San Martin que poseo y he utilizado en mi trabajo, y del cual he creído deberdar ana xvi HISTORIA DE SAN MARTI.X. idea por via de ilustración critica á la documentación de su historia. Á más del archivo del General San Martin, los archivos públicos y algunos particulares han sido la fuente más abundante de mis informaciones. . He dicho, que sin los documentos conservados en el Ar- chivo General, no me habría sido posible escribir la vida completa del General San Martin, pues sólo cdü existen se, -ics integras que se eslabonan cronológicamente por el espacio de ocho años continuos, con noticias políticas y mi- litares y detalles administrativos que en ninguna otra fuente pueden encontrarse. En las tres grandes reparti- ciones de este rico depósito, á saber: Gobierno, Hacienda y Guerra, he compulsado más de cuarenta legajos, que con- tienen algunos de ellos más de trescientas carpetas ó expe- dientes, y término medio, cien. No he dejado de leer uno solo de los papeles, y de los más importantes pura mi ob- jeto he tomado copias ó hecho extractos de mi mano, aco- tándolos y concordándolos todos cronológica y sistemática- mente con observaciones criticas, en cuadernos que con- servo como un doble justificativo, y que figuran en el catálogo de mi colección de manuscritos inéditos, que se registra más adelante. Estos estudios asi sistemados, van desde 1812 á 1834, calcados sobre las series de documentos que con relación á esa época y respecto al General San Martin se encuen- tran en el archivo mencionado, los cuales comprenden no sólo su correspondencia oficial en los tres ramos, sino también la diplomática, la política reservada y la pura- mente administrativa del ejército en sus cuerpos y repar- ticiones, á la par de la del Gobierno General en el exte- terior y sus agentes públicos dentro y fuera delpais. ¡ PRÓLOGO. tvu Del archivo de Mendoza Tntendenday Cabildo disper- sado jwr el terremoto, en que se conserva l" historia civil de la creación del Ejército de los Andes y de los recursos locales con que se llevó á cabo la empresa de I" reconquista de Chile y libertad delPerú}he podido formar series com- pletas desde ISI í á 18W, que adelantan bastante sobre lo conocido y publicado antes por otros historiadores que han explotado esta fuente de informaciones auténticas. Debo también al Sr. Eusebio Blanco, ex-senador por Mendoza, la comunicación de algunos valiosos papeles de esta proce- dencia, que han enriquecido mi archivo. Ademas, he tenido á mi disposición curios otros archi- vos particulares, que hoy forma a parte de mi colección, y que enumeraré rápidamente en reconocimiento á las per- sonas que generosamente me los lian ofrecido. Otro archivo muy importante, y que también he utili- zado, es el del Director Pueyrredón, de que su hijo me hizo donación espontanea. La administración de Puey- rredón estc'i identificada á la época más gloriosa de los trabajos de San Martin, el cual conservaba integra su correspondencia con él desde 1816 á 1819, que es ana rica mina de informaciones nuevas y separas. En el archivo del General Belgrano, de que he dado no- ticiaensu Historia, » encontré muchos documentos que con San Martin se relacionaban, entreellos, su correspon- dencia particular desde 1813 á 1819, llena de expansio y confidencias verdaderamente históricas. lie registrado elarchivo del de,, crol O^Higgins, de que eraposeedor mi malogrado amigo el historiado)- Vicuña Mackenna, en el cual encontré datos cariosos sobre pantos muy recónditos, y entre oíros, su correspondencia por medio de clave con San Martin, forma en que se comuni- caban sus asa, tíos /eirlicnta, Tuve también la fortuna de que viniese á mipoder una xvín HISTORIA DE SAN MARTIX. parte del archivo de don Tomás Godoy Cruz, amigo y agente político del General, cuya correspondencia integra desde 1816 á 1821, sin faltar una sola carta, constituye la serie más importante de su colección, la que me fué dada por el señor General Domingo F. Sarmiento, que la habla tenido presente al escribir la biografía suya de San Mar- tin que se publicó en la « Galería de hombres célebres de Chile. » Es ana riquísima mina de informaciones del ma- yor interés, como que todas las cartas, y algunas de ellas de tres y cuatro pliegos, son de puño y letra de San Mar- tin, que revela en ellas su genio, su carácter, sas planes políticos y militares y sus secretos más íntimos durante ese gran período. Pude también consultar el archivo del General Las Heras, antes y después de su muerte, y á él debo, además de algunos documentos que allí se encuentran, importantes noticias verbales y epistolares, lo mismo que al General Zapioía que me donó en vida todos .sus papeles, muy útiles para la historia de las campañas del sud de Chile. Por ultimo, citare englobo las Memorias históricas ma- nuscritas de los generales Alvarado, Luzuriaga, Hondean y Alvarez Tliomás, y las de Posadas; la correspondencia confidencial de Sun Martin con los Directores Posadas y Alvarez Thomás, y con el General don José Antonio Bal- carce, su segundo en el mando; de don Juan José Passo en 1814, además de la deO'Higginsya mencionada, asi como con don Tomás Guido, su confidente durante mas de treinta unos, y con varios otros conten poruñeas, todo lo cual forma parte de mi archivo de originales y lie utili- zado convenientemente. Finalmente, en la República ' Arge /tti 'na , en el Estado del Uruguay, en Chile, Perú y ¡¡olida he tenido ocasión de adquirir noticias re, -líales de varios contemporáneos, al- gunos (le ellos jefes de alta graduación en el Ejercito de PRÓLOGO. (|Z los Andes, que acompañaron á San Martin desde San Lo renzo e hicieron con él las campañas de Chile y el ¡'en''. Recordaré entre ellos, ademásde los ya nombrados, á los generales Guido (don Rufino), Aldunate, Pinto, Calde- rón,Freyre, Frias, Rondeau, Dehesa, Olazábal, Mansilla, Vega ¡j Escalada; al almirante Blanco Encalada; á los in- genieros de los Andes Alvarez Condarco y Arcos; á los coroneles Pedro Regalado de la Plaza, Guaty, Zado, Pe- dro José Diaz,Necochea( don Eugenio), y Espinosa; á su capellán en San Lorenzo y Chile el Dr. Julián Navarro; al comandante don Máximo Zamudio, á don Nicolás Ro- dríguez Peña y don Gregorio Gómez, su amigo de todos i>>s tiempos, y muchos otros á quienes igualmente debo in- formaciones orales que me fian servido para ilustrar mi documentación, vivificándola por la tradición auténticay por la discusión verbal contradictoria. Por lo que respecta á mapas geográficos, planos topo- gráficos y croquis militares, además de los impreso*, cita- dos en los lugares correspondientes, lie tenido ocasión de consultar lodos los inéditos concernientes a las campañas de San Martin. Entre ellos, señalaremos el croquis tra- zado á pluma que ll< dó Soler en su pasaje por los Palos; el itinerario de Las Heras por Uspallata; el de Cabot por la cordillera de Coquimbo; el de Freyre por el Planchón ; ¡os preciosos planos del ingeniero de Napoleón Mr. dAlbe sobre Maipu, Cancharrayada y Talcahuano; los intercep- tados á tos ingenieros españoles sobre estas mismas ac- ciones, y varios otros que se conservan manuscritos, cuyos originales ó copias formón parte de nuestra colección car- tográfica. Además, hemos recorrido sobre el le, -reno los itinerarios de las campañas del Ejército de /<< Andel y reconocido personalmente todos los campos de batalla, le- xx HISTORIA DE SAN MARTIN. vantando croquis de las localidades respecto délas cuales no existian documentos gráficos, como sucede con el campo de batalla de Chacabuco. En cuanto á los retratos que adornan esta obra, pue- den considerarse también como documentos gráficos autén- ticos, que representan las faces históricas de San Martin: el comienzo de su carrera americana al pasar los Andes ; el apogeo de su poderlo en el Perú; su ostracismo y su se- isena ancianidad, tomados todos ellos de los originales. Para, esta selección liemos tenido presentes más de vein- ticinco retratos de San Martin, estatuas, bustos, cuadros al oleo, láminas de batallas, grabados, litografías, foto- grafías, dibujos al lápiz y miniatura. De es/os retratos, en su mayor parte reproducción ó interpretación unos de otros, cuando no de fantasía, sólo cuatro o cinco pueden considerarse coma auténticos por ser tomados más ó me- nos directamente del natural en las cuatro épocas señala- das de su vida, desde 1817 á 1850. El primer retrato auténtico que de San Martin existe, corresponde á la época de la reconquista de Chile después de Chacabuco, en J8J7 , ejecutado por el pintor peruano José Gil. Es de lama;,!, reducido, pintado al óleo sobre co- bre, casi de cuerpo entero, á la edad de cuarenta años, y se halla vestida can el uniforme de granaderos á caballa que llevan .s/'.s estatuas. Es/e retrata fue regalado por el ,,'is/na San Martin en í ' 8¿0 al viajero norte americano llenry Hill, quien lo cedió en (882 al presidente de Chile, Sr. Santa María, su actual poseedor. Pe él se sacaron en Boston algunas copias heliotípicas que lo han generali- zado en América. La fisonomía y apostura es acentuada- mente marcial, ó más bien soldadesca, y constituye el tipo varonil de la primera época de la independencia que se popularizó en varias estampas de la época. El mismo pin- tor hizo de San Martin otro retrato al óleo de tamaño na- PRÓLOGO. xxi tural en I $18, después de Maipú, por enea, -yo de la Muni dpalidad de la Serena, en cuya sala capitular se conserva^ y ha figurado como un monumento histórico en varias ex- posiciones chilenas. Tiene el mismo carácter del anterior, con accidentes que lo distinguen, y pueden considerarse ambos como formando uno solo de la misma mano. Be estos dos retratos se tomó el de 1821 grabado en Londres, y que más bien que una copia es una interpretación en el mismo estilo de sus originales, aunque de dibujo más co- rrecto. El segundo retrato auténtico, — ó sea el tercero ó cuarto en el orden numérico ó cronológico, — es una miniatura he- cha en Lima en i 822 por la Sra. Narcisa Casa-Saavedra, esposa de don Juan B. Lavalle de aquella ciudad, siendo San Martin Protector del Pera, y que se distingue por la banda bicolor que Itera cruzada al pecho. Esta miniatura vino por acaso á Buenos Aires y de ella tona) el General Espejo una copia en punto mayorJ corregida según sus re- cuerdos, y ésta, es la que ha servido de modela al retrato de la Ilustración Argentina, dibujado por el x>\ Carbalho. Según el General Espejo, es el mas semejante y el que mejor idea da del carácter de la fisonomía del héroe en reposo. El tercero ó cuarto entre los auténticos, fué ejecutado al oleo en Bruselas en /8'J/. por ana artista belga, que era maestra de dibujo de su hija, cuando el GeneralSan Mar- tin cumplía los caá, -en la y ocho ahos. Tiene la expresión ideal y heroica, reveladora del temple de su alma, que ha sido trasportada al bronce "i modelar las cabezas de sus estafaos de Santiago de Chile y de ¡'menos Aires, caaos rostros constituyen l" parte más acabada y más notable de esta obra, asi por su ejecución como por su expresión. Esteretrato es el que San Martin prefería, y ha sido con- servado en sa familia. Distingüese por Iterar en l" ¡nano XXII HISTORIA DE SAN MARTÍN. una bandera celeste y blanca, cuyos pliegues forman el fondo del cuadro. El grabado que trae Miller en sus Me- morias, es uno interpretación de este retrato combinado con el de Lima, pero sin el atributo señalado y sin la ex- presión que anima la fisonomía, el cual es á su vez copia de una buena litografía hecha en Bruselas por Madou en 1897. Existen de él varias copias fotográficas y una buena copia al óleo que adorna los salones del Club del Progreso de Buenos Aires. El último retrato de este orden, es el grabado al agua fuerte hecho en Paris por Edmundo Castón, bajo la ins- pección de la familia; es tomado de ana fotogra fia directa, que lo representa á la edad de 72 años. Es el más carac- terístico como obra de realismo, popularizado por nume- rosas imitaciones y por los billetes de banco y estampillas postales que han elegido el tipo más verdadero de su ¡<¡Hma época, pero el menos histórico, despojándolo hasta de su uniforme de guerreo. La lámina de su estatua está tomada de la que existe en Buenos Aires, que se diferencia de la de Chile en no lle- var la bandera en la mano y tener la cola desprendida del plinto, reposando en su centro de gravedad sobre las patas traseras, lo que da al monumento su atrevido equili- brio, simbólico del carácter del héroe que representa. Dentro de las lincas del plan general trazado, con el espíritu de indagación expuesto y con los elementos que constituyen su sustancia, he formado esta historia dentro de la vida de un hombre con relación á la independencia de una nadó,* y la emancipación de un mundo, pudiendo de- cirse de ella que es una obra Inunda en la mate, -la prima no explotada, que al menos tendrá esta originalidad. No será este libro el monumento histórico que en defl- PRÓLOGO. xx nitiva consagre á l" inmortal memoria de San Martin la posteridad, á cuyo fallo justiciero apeló en vida; pero pienso que aquellos á quienes toque erigirlo en el futuro, han de encontrar en él, entre los abundantes materiales que contiene, algunas piedras labradas, ó desbastadas, con que establecer sólidamente sus fundamentos. BARTOLOMÉ MITRE. Buenos Aires, 1SS7. ESTATUA DEL GENERAL SAN MARTIN en la Plaza SAN MARTIN de Buenos Aires INAUGURADA F! índice general DE LOS DOCUMENTOS MANUSCRITOS É INÉDITOS CONSULTADOS PARA ESCRIBIR LA « HISTORIA DE SAN MARTÍN QUE COMO COMPROBANTES DE ELLA SE DEPOSITARÁN EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DE BUENOS AIRES (4) Vul. I. — ANTECEDENTES Y TÍTCLOS DE SERVICIOS. — 1744-1820. N.ü 1.° — Genealogía de San Martín, antecedentes y papeles originales de familia. — Años 1744 á 1798. 2.° — Servicios militares de San Martín en Europa, apuntes autógrafos del mismo, despachos, diplomas y certifi- cados auténticos desde 1793 á 1811. 3.° — Servicios militares de San Martín en América, despa- chos, diplomas, leyes y decretos y certificados de ho- nor, originales, desdi1 ISI2 á 1820. Vul. II. — Coimas y extractos del Archivo Nacional. — 1812-1823. N.° 1.° — Extractos y copias del legajo : « Estado Mayor y expe- dientes mililan-- », en que se registran las primeras noticia? oficiales con relación á San Martín en la He- pública Argentina y á La organización del Regimiento de Granaderos á caballo. — Año 1812. _'. - Legajo:« Secretaría de Guerra », en que se encuentran datos nuevos sobre la organización de Granaderos i caballo. — Ano 1813. 3.u — Legajo: - Frontera y Campaña —Guerra », <'ii que se contienen noticias desconocidas sobre <•! combate de San Lorenzo, que corrigen errores vulgarizados sobre el particular. Año 1 s 1 3 . (1) Las citas de estos 'l" ¡límenlos que aenes y Quineros 'I - ' i * - 1 1 . — Legajo : « Correspondencia con el Cabildo de Chile Santiago . — Ano isi 7. 27. — Legajo : « Comisaria de los Andes \ Ministro déla Caja de Chile ». — Año IS17. 28. — Legajo: « Estado .Mayor de los Andes ». — Año lsis. 29. — Legajo : « General del Ejército de los Andes ». — Ano 1818. 30. — Legajo : - Provincia de Cuyo— (Gobierno y Guerra) ». — Año 1818. 31. — Legajo : « Estado Mayor del Ejército de '<•> Andi — Año 1818. 32. — Legajo: « Correspondencia con el Supremo Director de Chile». — Afto 1818. '.V¿. — Legajo : El Diputado del Gobierno [Guido en Chile . — Año 1818. ,34. — Legajo : « Provincia de Cuyo — Guerra». — Años 1818. 35. — Legajo : « Reservados de Gobierno - (noticias secretas relativas ;i S;ui Martín y Chile . Ano 1815-1819. 36. — Legajo : • Reservados del Congreso - (del Archivo se- creto del Congreso de Tucumán . — Años 1816-1819. 37. — Legajo : « El Director Supremo de Chile ». — Años 1819. 38. — «El Diputado (¡nido de las Provincias Unidas en Chile ». Correspondencia diplomática j confidencial . — Año 1819. 39. — Legajo : « Reservados : Generales San Martin y Bel- grano; Diputado Cuido en Chile y Comisionado Aguirre en Norte-América •>. — Correspondencia ofi- cial secreta sobre interesantes puntos de guerra y po- lítica y armamentos navales. — Ano- 1816-1819. 40. — Lpk;>J" : " Capitán General San .Martin », — en que Be contienen noticias sobre el repaso del Ejército de los Andes y ultimas comunicaciones oficiales entre el Go bierno Argentino y San Martin antes de la expedición al Perú. — Años 1819 1820. 11. Legajo : «Correspondencia con el General Enrique Martínez sobre el estado político y militar del Perú > de la división del Ejército de los Andes ». archivo de Relaciones Exteriores. — Ano t é íJ. Legajo : Correspondencia diplomática del Ministro Plenipotenciario Argentino Félix Alz iga, cerca de los HISTORIA DE SAN MARTÍN gobiernos de Chile, Perú y Colombia », en que se en- cuentran noticias sobre el estado del Perú y la suble- vación de la división de los Andes en el Callao. (Ar- chivo de Relaciones Exteriores). — Año 1824. Vol. III. — Guerra y Política. — Varios. — 1813-1816. N.° i.° — Documentos relativos á la formación del Regimiento Granaderos á caballo y al combate de San Lorenzo. — Años 1813-1814. 2.° — Correspondencia oficial y confidencial con San Martín sobre el mando del Ejército del Norte. — Años 1813-1814, 3.° — Correspondencia confidencial del Director Posadas sobre operaciones del Ejército del Norte y traslación de San Martín al Gobierno de Cuyo. — Año 1814. 4.° — Correspondencia oficial y confidencial de San Martín con el Jefe de Vanguardia en Salta y otros asuntos de servicio del Ejército del Norte. — Año 1814. 5.° — Correspondencia confidencial del Director Álvarez Thomás con San Martín sobre guerra, política y pla- nes ulteriores acerca de la reconquista de Chile. — Año 1815. 6.° — Correspondencia oficial con el Gobernador Díaz, de Córdoba, sobre política y operaciones del Ejército del Alto Perú. - Año 1815. 7.° — Actas del Cabildo y de los jefes militares en Mendoza reconociendo la autoridad que sucedió al Director Alvear y confirmando á San Martín como Gobernador Intendente de Cuyo. — Año 1815. 8.° — Correspondencia oficial del Congreso de Tucumán con San Martín sobre asuntos generales. — Año 1818. Vol. IV. — Gobierno de Cuyo (tomo i.°) — 1814-1817. Io. — Correspondencia oficial de San Martín como Intendente de Cuvo con el Gobierno General, el de Chile y otros. — Años I S! ',-1817. 2.° — Correspondencia oficial de San Martín con los cabildos de Mendoza, San Juan y San Luis, Gobernador Inten- dente interino de Cuyo y Tenientes Gobernadores de San Luis y San Juan. — Años 1814-1817. 3.° — Bandos expedidos por San Martín como Gobernador In- tendente de Cuyo. — Años 1815-1817. ÍNDICE DE Los DOCUMENTOS x.xa A." — Libros copiadores de oficios, títulos y denuncias de bienes girados por San Martin como Gobernador In- tendente de Cuyo. — Años 1814-1816. Yol. V. — Gobierno de Cuyo (tomo 2.°) — IS! M817. N.' I. - Oficios de San Martín al Cabildo de Mendoza sobre asuntos políticos y militares desde el 19 de setiembre de 181 i hasta el 20 de marzo (después de Ghacabuco) de 1817. Yol. VI. — Intendencia de Cuyo (tomo l,°) — 1816. A. — Correspondencia oficial del Gobernador interino de Cuyo. Luzuriaga, con San Martín, en sus relaciones con el Ejército de los Andes. — Año 1816. Vol. VII. — Intendencia de Cuyo (tomo 2.°) 1817-1819. B. — Correspondencia oficial del Gobernador de Cuyo, Lu- zuriaga con San Martin, en sus relaciones con el Ejército de los Andes. — Años 1817-1819. Vol. VIII. — Agentes secretos en Chile. — 1815-1817. .Y 1.' — Correspondencia oficial del Gobierno ron San Martin sobre agentes secretos y noticias políticas y militares reservadas de Chile. — Años 1815-1816. 2." — - Correspondencia supuesta de San Martín (borradores auti - con Marcó del Poní <'n nombre de los emigrados españoles, comunicándole noticias falsas para engañarle. — ■ Año isiií. 3.° — Libranza- y recibos imputados a gastos secretos para los agentes en Chile. — Ano 1816. ;. Cu ia- infin inr< y • ■-lados de fuerza originales) de los ntea Becretoa de San Martín en Chile sobre el esta- do político y militar del país. — 1815-1817. ■ i. — Documentos varios correspondientes á la sección de agentes secretos en Chile. — 1816-1817. HISTORIA DE SAN MARTÍN Vol. IX. — Libros copiadores de oficios. — 1814-1818. 1." — Borradores de oficios á varios. 181-4. — 2.° Copiadores de oficios en 181 o. — 3.° Copiadores ríe oficios al Di- rector Supremo y Ministro de Guerra plan de recon- quista de Chile), 181G. — 4.° ídem, idem con el Gobierno general y diversas autoridades de Buenos Aires, 1816. — o.° ídem con la Comisaría y la Audi- toría de Guerra, 18IG. — 6.° ídem con las autoridades políticas de Cuyo, 1816. — 7.° ídem con la Coman- dancia General de Arma?, 1816. — 8.° Ídem con la Comisaría del Ejército de los Andes y proveedurías, 1816. — 9.° ídem con varios sobre asuntos militares, 1816. — 10. ídem con la artillería, 1816. — 11. ídem . con los cuerpos de infantería y caballería de Men- doza, 1816. — 12. ídem con el regimiento N.1 II, 1816. — 13. ídem con el de Granaderos a caballo, lslíi. — 14. ídem con los destacamentos de la Cor- dillera y fuerte San Carlos. — 15. ídem con el pi- quete del \.° 8. Vol. X. — Cuadros militares de Chile. — 1816-1817. N.° 1.° — Antecedentes sobre los oficiales chilenos emigrados en Mendoza. — Años 1815-1816. 2.° — Creación de una compañía veterana en nombre del jetado de Chile, compuesta de emigrados chilenos en 1816, con inclusión de su estado de fuerza firma- do por el Teniente José María de la Cruz, que consta de 3 oficiales y 38 de tropa. — Año 1816. 3.° — Plan de organización de San Martín y otros documen- tos anexos relativos alus cuadros militares, bosquejo del futuro Ejército de Chile, formados con los emi- grados de Chile en Mendoza para servir de plantel al efecto, en el cual se enuncia desde abril de 1816 la idea de la reconquista de Chile y de la expedición subsiguiente al Perú. 4.° — Comisión de emigrados para formar los cuadros de Chile. —Año 1816. 5.° — Listas y nombramientos provisorios de los oficiales que formaron los cuadros de Chile. — Año 1816. li." — Cuadro de la artillería <\r Chile. — Años 1816-1817. 7." — Cuadro de la infantería de Chile. — Años 1816-1817. 8.a — Cuadro de la caballería de Chile. — Año 1S lo. ÍNDICE I>K LOS DUCUM ENTOS wxi 9. - Legión patriótica del Sud único de los cuadros de Chile con plantel de tropa, y que marchó en la expe- dición de Preyre . — Ano, 1816-1817. Vol. XI. — El Paso de los Andes. — isi ,. N.° l." — Instrucciones de San Martin á los dos cuerpos de ejérci- to expedicionarios del centro para el paso de los And''- é itinerarios señalados por los caminos de Uspallata y los Patos. — Año 1M7. _'. — Instrucciones y correspondencia -obre la marcha de Ja división del Sud á cargo de Freyre. — Año 1817. 3.° — .1. Diario do la división de Las Heras en - a marcha por Uspallata, escrito por él mismo. — li. Diario de la vanguardia de la misma llevado por el Jefe de Estado Mayor, B. Martínez. — C. Correspondencia de Beltrán y otros documentos sobre el paso dría artille- ría y de parte del convoy por Uspallata. 4.° — Comunicaciones oficiales y particulares de O'lliggins á San Martín sohre el paso del grueso del ejército por el Paso de los Patos. — Año 1S17. •">. — Documentos originales relativos á la expedición de Ca- bot á Coquimbo. — Año 1817. 0.° — Documentos generales relativos al paso de los Andes en su trascurso y terminación. — Año 1817. Vol. XII. — Reconquista de Chile. — Chacabuco. — 1817. V l.° — Antecedentes sobre la idea de reconquistar á Chile y del paso de los Andes, planes preparatorios al efecto, cu que se encuentran documentos desconocidos sobre •i particular, desde fine- de 1814 hasta mayo de 1816. — Ano- 1814-1816. 2.' - Instrucciones reservadas del Gobierno á San Martín para la reconquista de Chile de-de octubre de 1815 hasta enero de IS17. — Años 1815-1817. .'{." — Correspondencia de San Martín con Marcó del puní y documentos anexos. - Añ is 1816-1817. '». — Documentos relativos á la campaña y batalla de Cha- cabuco, en que se encuentran relaciones de i.,- jefes patriotas v españoles que lomaron parte en ella, muertos y heridos, etc. ■ Ano ISI7. xxxn HISTORIA DE SAN .MARTÍN Yol. XIII. — San Martín y los Carrera. — 1814-1818. N.° 1.° — Correspondencia del Director Lastra, de Chile, con San Martin, sobre J. J. Carrera. — Año 1816. 2.° — Comunicaciones de José Miguel Carrera con San Mar- tín y correspondencia entre ambos sobre sus diferen- cias en Mendoza. — Año 1814. 3.° — Correspondencia de San Martín con el Gobierno sobre la conducta de los Carrera en Mendoza. — Años 1814-1815. 4.° — Representaciones de los emigrados chilenos que se re- lacionan con los Carrera y San Martín. — Año 1814. 5.° — Instancias y comunicaciones de Juan José Carrera á San Martín. — Años 1814-1816. 6.° — Varios documentos concernientes á los Carrera en rela- ción con San Martin, causa de los dos hermanos Juan José y Luis, y correspondencia con O'Higgins sobre el particular. — Año 1817. 7.° — Documentos concernientes á los Carrera en relación á las provincias argentinas y a Chile, su causa, y autó- grafo de José Miguel Carrera. — Año 1818. 8.° — Adición al proceso de los Carrera en Mendoza. — Año 1818. 9.° — Manifiesto con su correspondiente nota de remisión á San Martín del Gobernador Luzuriaga sobre la ejecu- ción de los Carrera en Mendoza. — Año 1818. l(i. — Proyecto, apuntes y borradores autógrafos de San Mar- tin para un inaniliesto en contestación a los cargos de José Miguel Carrera. — Año 1818. 11. — Correspondencia del Ministro Tagle con el Gobierno de Chile sobre José Miguel Carrera y sus planes. — Año 181!). 12. — Correspondencia del Ministro Zañartu con San Mar- tín y de éste con el Gobernador de Cuyo sobre los pla- nes de J. M. Carrera. — Año 1820. Vol. XIV. — Correspondencia con el Gobierno (tomo 1.°) — 1816. N.° 1.° — Correspondencia oficial del Ministerio de Guerra con San Martín ><>\>n:' servicio ordinario, siendo Ministros Guido, Berutti, Terrada é Irigoyen. — Año 1816. ÍNDICE DE L"- D0C1 MEN ros sxxai Yol. XV — Correspondencia con el Gobierno (tomo 2.°) — 1817-1819. - Correspondencia oficial de San Martin con el Ministerio de Guerra sobre servicio ordinario '. — Años 1817-1818. .'i - Correspondencia oficial del Secretario de Gobierno con San Martin. — Ano 1818. 4." — Comunicaciones oficiales del Ministro de Hacienda á San Martin . — Año 1818. Correspondencia oficial del Director Supremo (Puey- rredón) con San Martín. — Año 1819. 6. - Correspondencia oficial del Ministro de la Guerra tri- en con San Martín. — Año 181!>. Vol. XVI. — Correspondencia con Chile ^tomo l.°] — 1817-1819. N.° I. Correspondencia oficial del Director interino de Chile (Hilarión de la Quintana con el Gobernador de Men- doza sobre asuntos conexos con la reconquista de Chile y el Ejército de los Andes . -Ano 1817. i}. Correspondencia oficial del Director de Chile O'Higgins) con San Martin. — Ano ISIS. Libro copiador i\^ la correspondencia oficial di- San Martin y Balcarce con el Director de Chile. — Ano 1818. Correspondencia oficial del Ministerio 'le Gobierno de Chile Zañariu y Echeverría con San Martin y Bal- carce. — ■ Ano ISIS. Correspondencia oficial del Director de Chile (O'Higgins Con San Martin . — Año 1819. Vol. XVII. — Correspondencia con Chile (tomo 2.° — 1818. Y 6. Correspondencia oficial de Ministro de la Guerra de Chile Zenteno) con el General en Jefe del Ejército de loa And.-. — Año 1818. ". Correspondencia oficial del Ministro <\f Hacienda In- fante de Chile, con San Martín, general en íefe del Ejército Unido . — Año 1SI7 Vol. XVIII. —Correspondencia con Chile tomo N. 8.' — Correspondencia oficial del Ministro de Gobierno Eche- \, , : hile, con S in M irtín. ^ño 1819 iv II [STORIA DE SAN MARTIN 9.° - Gorrespendencia oficial del Ministro de Guerra (Zenleno) de Chile con Sao Martín. — Año 1819. K). — Correspondencia oñcial del Ministro de Hacienda (In- fante) de Chile cun San Martín. — Año 181!). Vol. XIX. — Correspondencia con los cuerpos ^tomo i.»)— 1815-1816. N. I .o — Correspondencia oficial de San Martín con el Regimiento de Granaderos á caballo y otros documentos sobre disciplina y servicio ordinario del misino cuerpo. — Años 1812-1819. 2.° Correspondencia oficial del Jefe de la Escolta (Mariano Necochea fon San Martín. — Años 1818-1819. Vol. XX. — Cl RRESPONDENCIA CON Los CUERPOS tomo 2.°) — 1815-1819. .'{" — Correspondencia oficial >\<¡ San Martín con el cuerpo de artillería de los Andes sobre asuntos del ramo y ser- vicio ordinario. — Años 1815-1819. í. - Correspondencia oficial de San Martín con el batallón N.° 1 de Cazadores de los Andes. — Años 18161819. Vol. XXI — Correspondencia con los cuerpos tomo 3.°) — 1815-1817. \. .">." — Documentos sueltos relativos al batallón X.° 7. — Año 1816-1817. 6.° — Correspondencia oficial con el batallón X.o s de los Andes, listas clasificadas de sus oficiales ron anota- ciones autógrafas rile San Martín. — Años 1815-1816. Vol. XXII. - Correspondencia con los cuerpos tomo l.« — 1816-1819. N." T.u — Continuación de la correspondencia oficial del bata- llón \.° s de los Andes con San Martín, sobre conta- bilidad y servicio ordinario. — Años 1816-1819. I \ DI CE DE LOS DOC1 MENTOS xxxv Vol. WIII. — Coi RESPONDEN* i A I <>\ LOS Cl ERPOS tomo •'>.' - 1815-1816. \. 8.° — Correspondencia oficial del batallón N.°H de los Andes con San Martín sobre servicio ordinario. — Años L815-1816. Vol. XXIV. — Correspondencia con los cuerpos tomo f.." — 1816. N " '•'. — Continuación d • la correspon lencia oficial del batallón N." II de los Andes con San Martín sobre servicio ordinario de pruerra. — Año 1816. Vol. XXV. — Correspondencia con los ci erpos de Cbile. — 1817-1818. \. I.° — Correspondencia gficial dé San Martín con la milicia voluntaria y guardia nacional de Chile. — 181 TISIS. J." - Correspondencia oficial con el piquete < Infantes de la Patria ». — Ano isis. 3.° — Correspondencia oficial c >n el batallón de Artillería de Chile. — Año 1817-1818. i. — Correspondencia con la Escolta '. delación de la batalla de klaipu por el mismo general Las Heras. tño isis. — Correspondencia oficial del General O'Higgins con San ;vi HISTORIA DE SAN .MARTIN Martín sobre la retirada del Ejército de Talcahuano y reconcentración con el de las Tablas antes de Can- charrayada. — Años 1817-1819. 3.° — Documentos sobre la dispersión de Cancharrayada y correspondencia oficial sobre el particular del Direc- tor delegado de Chile con San Martin. — Año 1818. i. — Documentos diversos, así patriotas como españoles. sobre la campaña y batalla de Maipu. — Año 1818. o. - Correspondencia del Gobierno de las P. U. con San Martín sobre la batalla de Maipu. — Año 1818. 6.' — Relaciones de los jefes y oficiales que se hallaron en la batalla de Maipu. — Año 1818. 7.u — Trofeos y prisioneros de la batalla de Maipu. — Año 1818. 8.° — Diversas felicitaciones notables de corporaciones y au- toridades civiles y militares dirigidas á San Martín con motivo de la victoria de Maipu. — Año 1818. Vol. XXVII. — Correspondencia reservada. — 1815-1819. N.° I. ■ - - Correspondencia oficial reservada y reservadísima del Gobierno con San Martin sobre asuntos políticos y militares. — Años 1815-1819. 2." Libro copiador \o Buenos Aires con San Martín sobre remisión de artículos de guerra para el Ejército de los Andes. — Año 1816. .'{.° — Correspondencia oficial del Estado Mayor General de Buenos Aires con San Martín sobre servicio ordinario. — Ano 1849. VoL XXXV. — Correspondencia interceptada. — 1814-18^2. X.° 1.° — Correspondencia interceptada 'l Bajo Perú interceptados á \<>- españoles. — Años 1818-18:20. 5.' — Correspondencia entre el Duque de San Garlos, emba- jador español en Londres y el Virrey del Perú, Pe- zuela. — Años 1818-1820. i.. - Correspondencia oficial, privada y secreta (con desci- fración óe clave) entre el conde de Casa-Flores, Em- bajador español en el Brasil, y el virrey Pezuela. en que este último hace importantes referencias á la invasión de San Martín al Perú, á las conferencias de Miraflorés, armisticio de Punchauca y estado «Id país. — Ano- IS I 7-18^1. Yol. XXXVI. — MEMORIALES. - 1814-1820. X." 1 ." — Memoriales de individuos militar»'- ó conexos con el Ejército de los Andes, girados por la Secretaría de S;m Martin, arreglados por orden alfabético. — Le- tras A-Z. — Años 1814-1816. 2." — Memoriales de interés histórico por el asunto ó pol- los decretos puestos en dio- por San Martín. — Años 1816-1817. .'{.' — Memoriales diversos de individuos particulares al Ge- neral de los Andes. — Ano- Isl 1-1817. ÍNDICE DE LOS DOCUMENTOS UVH Vol. XXXVII. — Repaso de los Udes. - 1819. N. I." — Correspondencia oficial del Gobierno argentino y el de Chile con San Martin sobre el repaso del Ejército de los Andes ú territorio argentino. — Año 1819. _'. — Correspondencia del General Antonio González Bal- caree con San Martín sobre el repaso de los Andes. — Año 1819. .'!. — Correspondencia oficial del General Las fieras j coro- nel Juan Paz del Castillo sobre el repaso del Ejército de los Andes y permanencia de 2,000 hombres del mismo en territorio chileno, acantonados en Curi- iiidii. — Año 1819. í. — Correspondencia oficial del General Rudecindo Alva- rado con San Martín relativa al repaso de la División de \n< Andes, acantonada en Cuyo. — Año 1819. .vi.° — Documentos diversos relativos al repaso de los Andes. — Ano 1819. Vol. XXXVIII. -Campañas del Süd de Chile. — 1817-1819. Y l. — Primera campaña del Sud de Chile después 'I'- Chaca- buco : — .1. Correspondencia oficial de Las Heras con San Martín. — B. Correspondencia oficial de O'Higgins con San Martín. Año 1818. i. — Campaña del Sud <1<- Chile después de Maipu : — .1. Partes oficiales de Zapiola. — />'. Correspondencia con- fidencial sobre asuntos de guerra. — C. Partes de es- pías \ avanzadas. — Año 1818. - Campaña del Sud de Chile, después de Maipu. Corres- pondencia oficial de San Martín y Freyre. Año 1818. i. Campaña final del Sud de Chile bajo la dirección del General Balcarce. — Vños 1818-1819. Vol. XXXIX. - Correspondencia \i. con vahíos. 1817-1819. \ i.1 -- Borradores de oficios de San Martin sobre asuntos mili- tares. Años ISI7-1SIS. _'. — Libro copiador de comunicaciones oficiales con el Go- bierno '!'• Chile, autoridades civiles j militares del mismo, dirigidas por San Martín \ Balcarce, en que se contienen datos sobre I"- asuntos militares j ad- ministrativos 3 noticias sobre la- campanas del Sud de aquel país , Año 1818 HISTORIA DE SAN MA RTIN 3.° — Correspondencia oficial del General interino de los Andes, Balearee. con el Gobierno y autoridades de las Provincias Unidas. — Año 1818. í. — Correspondencia de Balearee con San Martin sobre asuntos ordinarios del servicio militar. — Año 1818. o.° — Copiador de oficios de San Martín, en Curimón. diri- gidos á varios. — Año 18 19. 6.° — Correspondencia oficial de San Martín con el adminis- trador de correos de Bueno= Aires. — Año 1819. Vol. XL. — San Martín y Pueyrredón. — 1816-1819. Correspondencia confidencial entre San Martín y el Director Pueyrredóii sobre asuntos públicos, en que se contienen noticias desconocidas sobre el plan de expediciÓD á Chile y el Perú, repaso de los Andes y otro- punto- de interés histórico. — Años 1816-1819. Vol. XLI. — San Martín y O'Higgins. — 1817-1823. Correspondencia confidencial entre O'Higgins y San Martin sobre asuntos de política y guerra. durante la carrera pública de ambo-. — Años 1817-1823. Vol. XLII. — Correspondencia de San Martín. — Años 18IK-1821. Serie completa de carta- autógrafas de San Martín á Tomás Godoy Cruz, sobre ideas de independencia y forma de gobierno, reconquista de Chile, paso de los Andes, política interna y otms puntos de i.rran inte- rés histórico. — Años 1816-1821. Arol. XLIII. — Correspondencia con varios. — IHI7-1819. N 1.° — Correspondencia de los generales del Ejército auxiliar del Alto Perú con Sao Martin : — A. Correspon- dencia con Belgrano, 1817-1819. — B. Correspon- dencia con el General José María de la Cruz, 1819. 2.° — Correspondencia oficial y en forma confidencial entre San .Maiiin y el virrey Pezuela sobre canje de prisio- nero- y regularización de la guerra, con documentos anexos. — Ano- 1817-1819. 3.° — Correspondencia reservada del Mayor Domingo Torres encargado de proponer al virrey Pezuela el canje de prisionero- yjjá la vez de una comisión secreta en 1 N DIGE DE LOS DOCU \l EN rOS mi l.ima con la cuenta de loa gastos de su comisión. — Año isis. — Documentos sobre la Legión de mérito de Chile con re- lación .1 las Provincias Unidas é individuos desús ejércitos que fueron condecorados con ella. — Año ISIS. — Documentos sobre la sublevación délos prisioneros pa trióla- en la isla de Juan Fernández. — Vilo 1818. — Correspondencia oficial y confidencial del Ministro de Hacienda sobre -'I empréstito de 500,000 pesos para la expedición del IVrfi. y del Ministro Chileno en Buenos Aires, Zafiartu, sobre lo mismo, <' otros • liinimentos de su referencia. — Años 1818-1819. Vol. XI. IV. — Guerra y política diversos . — 1817-1819. Y i. — Documentos sobre las relaciones entre San Martín y el General Brayer. Años 1817-1819. -2. — Correspondencia oficial del Representante Argentino en Chile, Guido, con San Martín, sobre asuntos di- versos. .'{. - Reglamento provisional del Ejército de los Andes. — A nú 1819. 4.° — Correspondencia el.- s¡m Martin, con Artigas, Ramírez, Estanislao López j comisión mediadora de Chile con otros documentos conexos á fin de p r término á I i guerra intestina. — Año 1X1!». - Documentos sobre las matanza de los prisioneros espa- ñoles en San Luis con el proceso sobre este aconteci- miento y >tros de su referencia. Año lsi!t. 6. — Correspondencia oficial de San Martín con \><- Cabildos de Cuy... — Año 1819. 7. — Correspondencia oficial de San Martín con el Teniente Gobernador de San Luis. Año 1819. s. — Correspondencia oficial de San Martín con el adminis- trador de aduana de Mendoza. Vños 1818-1819. Correspondencia oficial de San Martín con el adminis- trador de correos de Mendoza. Año 1819. lo Correspondencia oficial de San Martín con varias auto- ridades argentinas, provinciales j departamentales Vño 1819. xlii HISTORIA DE SAN MARTÍN Vol. XLV. — Estados Mayores. — 1814-1822. N.° l.° — Correspondencia oficial de la sub-inspección del Ejérci- to de los Andes. — Año 1816. 2.° — Documentos relativos al Estado Mayor del Ejército de los Andes á cargo del General Soler. — Años 1810-1817. :J>." — Estado Mayor del Ejército Unido argentino-chileno en Chile. — Año 1817-1819. 4.° — Correspondencia oficial del Estado Mayor General de Buenos Aire? con el Estado Mayor de los Andes en Chile. — Año 1818. o.% — Documentos relativos al cuerpo de ingenieros del Ejér- cito Unido. — Años 1816-1820. 6.° — Documentos relativos á capellanes castrenses del Ejér- cito de los Andes y de los Ejércitos Cuidos de las Provincias Unidas, Chile y el Perú. — Años 1816-1822. 7.e — Documentos relativos al cuerpo médico y administra- non de hospitales del Ejército de los Andes y del Ejército Unido. - Años 1814-1819. Vol. XLYE — San Martín, Belgrado y Monteagudo. — 1817-1823. N.° 1.° — Correspondencia confidencial entre Belgrano y San Martín sobre asuntos de guerra. — Años 1813-1819. 2.° — Correspondencia oficial del General Antonio González Balcarce con San Martín sobre asuntos de guerra en Chile. — Años 1818-1819. :;. — Correspondencia confidencial de Monteagudo con O'Higgins y García del Río, con inclusión de cartas de Pueyrredón v de Irrisarri que se relacionan con San Martin. - Años 1819-1823. Yol. XEYII. — Comisaría df. guerra. — 1813-1816. N." 1.° — Comisaría del Ejército de lo? Ande? en Mendoza. — Vestuario, equipo y provisiones. — Años 1815-1816. 2.° — Comisoria v proveedurías del Ejército de los Andes en Chile. — Años IKIT-ISI'.i. 3.° — Comisaría dd Ejército de Chile. — Año- 1817-1818. 4.° — Comisaría y proveeduría del Ejercito Cuido en el Pe- ni. — Años 1821-1822. ÍNDICE DE LOS DOCUMENTOS m.ii, Vol. XLVIII. — Contabilidad militar. — 1846-1822. \." I.° — Documentos sobre la contabilidad militar del Ejército de 1<»< Andes. — Sueldos, revistas, gastos y buenas cuenta;;. — Año ISIC». 2. ídem, ídem, sobre presupuestos, asignaciones y abono de sueldos y buenas cuentas por la comisaria de Mendoza . — Año isi". ;}.° — Revistas del Ejército de los Andes y sueldos adeudados ;i oí por Chile é inversión de caudales de la caja mi- litar del mismo. — Año 1818. \ — Inversión de caudales de la caja militar del Ejército de lo? Andes, y revistas y presupuestos del mismo. — Año 1819. ' — Caudales girados por la Comisaría de los Andes desde ISlii á IN2<» al tiempo de emprender la expedición del Perú. —Años 1816-1820. G.° — Caudales entrados á la Comisaría de los Ejércitos Uni- dos de las Provincias Unidas, Chile v el Perú desde 1816 á 1821. 7." — Libranzas y caudales entrados á la tesorería de los Ejércitos Unidos. — Año IS22. Yol. XLIX. — Parque de t.os Andes. — 1816-1819. X. |.° — Parque con inclusión de armería organizado en Mendo- za para la reconquista de Chile. — Años 1816-1817. j - Parque del Ejército de lo- Andes v del Ejército Unido en Chile. —Año- 1817-1819. Vol. L. — .Maestranza ariíenti.no-ciiii.ena. — 1816-1819. Correspondencia, estados y relacionesde la maestranza organizada por el Padre Beltrán j del Ejército Unido <'n Chile — Ano-; 1816-1819. Vol. Id. — Estados di fi ehza. — 1817-1822. I." Estados generales y particulares de fuerza, armamento, municiones, cabalgaduras, etc., del Ejército de los Andes y de lo- Ejércitos Unidos de la- Provinciac Unidas, Chile y <•! Perú : A. Estados correspon ites al año de 1817. //. ídem al a le 1818, HISTORIA DE SAN MARTIN — C. ídem al año de 18111. — D. ídem al año de 1822. 2.° — Noticias y estados de fuerza de lo~ ejército* españoles en el Perú. — Años 1820-1822. Vol. LII. — Justicia militar (tomo i.°) — 1815-1819. N.° 1.° — Cansas militares reservadas del Ejército de los Andes, en que se encuentra el primer intento de conjuración de jefes de él. — Años 1815-1819. 2.° — Documentos conexos con la justicia militar del Ejército de los Andes. — Años 1810-1819. Vol. Lili. — Justicia militar (tomo 2.°) — 1815-1819. Causas políticas del fuero de la justicia militar del Ejército de los Ando. — Años 1815-1819. Vol. LIV. — Justicia militar (tomo 3.°) — 1815-1811». Causas militares del Ejército de los Andes. — Años 1815-1819. Yol. LV. — Justicia militar (tomo 4.°) — 1818. Causas militares del Ejército de los Andes. — Año 1818. Vol. LVI. — Justicia militar (tomo 5.- — 1818-1819. Procesos y sumarios mililare> del Ejército de los Andes. Años 1818-1819. Vol LVI I. — Guerra y Política. — Diversos. — 1H19-1823. N.° 1.° — Documentos sobre la desobediencia de San Martín. — Años 1819-1823. -2. Documentos diversos relacionados con San Martín sobre los sucesos de la época en Cuyo y provincias argen- tinas. — Año 1820. 3. — Documentos sobre la sublevación del N.° 1.° de caza- dores de loe Andes en San Juan. — Año 1820. 4.° — Correspondencia uncial sobre asuntos administrativos y militares en Cuyo. — Años 1819-1820. 5.° — Correspondencia oficial y confidencial é instrucción sobre la comisión dada por San Martín al coronel I NDICE DE LOS DOCÜM ENTOS kl\ (Jrdininea para que las provincias argentinas roope- rasen á la guerra contra los españoles eu el Perú. — Años 1822-1823. Documentos diversos sobre la campaña de Torata \ Moquegua. — Años 1 8:2:2-1 NJ.;. Tentativa de regreso de San Martin al Perú después de Moquegua, trabajos en tal sentido y actitud de Chile en esta proyectada emergencia. — Año is.'.'i. Vol. LVIIi. — San Martín v Guido. — 1816-1840. Correspondencia confidencial completa entre San Martin y el Gene- ral Tomás (¡nido por espacio de treinta años sobre asuntos públicos y referentes ó la revolución de la independencia sud-americana, durante la carrera pública del primero y su ostracismo. — Años 1816- 1819. Vol. LIX. Agentes secretos del Perú. - 1817-1820. Correspondencia de San Martin ron sus agentes secretos del Perú para preparar su revolución y la expedición que llevó .i ¡abo, en que se contienen noticias sobre el estado político y militar del país, planes de campaña y otros datos históricos. — Años 1017-1820. Yol. LX. — Expedición al Perú. — 1820-1822. V i. Convenios, planes \ antecedentes sobre la expedición de San Martín al Perú. — Año 1820. ■2.» Documentos sobre la primera campaña de Arenales a la Sierra del Perú. — Ano lH^n. .'{.' Documentos sobre la segunda campaña de Arenales á la Sierra del Perú. — Año 1821. í . Bloqi le Lima por San Martin y noticias de sus ag< 'li- tes secretos en Lima con las claves de bus correspon- dencias. — Año IN-I • 5. rrespondencia oficial y confidencial sobre la retirada de Canterac de Lima y el Callao j persecución subsi- guiente. — Año 1821 . I . - Correspondencia oficial j confidencia] sobre la rendi- ción de los castillos del Callao, con I"- artículos se- cretos de la capitulación. — Año 1821. INSTO i; I A DE SAN MARTIN 7.° — Correspondencia oficial y confidencial sobre las opera- ciones combinadas entre San Martín y las fuerzas de Bolívar por medio de Sucre antes de Pichincha, con la correspondencia reservada de Arenales y Santa Cruz respecto de la división auxiliar peruano-argen- tina. — Años 1821 -1 8-22. Yol. LXI. — Protectorado del Perú. — 1821-1822. N*.° I." — Documentos sobre el armisticio de Punchauca. — Año 1821. 2. Documentos concerniente- á Guayaquil, y corresponden- cia de sus autoridades independientes con San Martín (cartas autógrafas del poeta Olmedo . — Año 1822. .'}.' — Circulares, cartas y correspondencia oficial sobre la administración de San Martín, Protector del Perú. — Año 1821. 4.° — Documentos relativos á la administración de San Martín como Protector del Perú, y protesta del virrey Laserna contra este titulo. — Años 1821-1822. o." — Correspondencia oficial y confidencial del General Hi- vadeneyra con San Martín sobre la administración de la provincia de Huayla. — 1821. • i." — Documentos auténticos sobre un plan de conjuración atribuido á jefes del Ejercito de [os Andes contra el Gobierno y la persona de San Martín, en que se en- cuentran todos los detalles sobre este misterio histó- rico, de que se ha hecho vaga o errónea mención. — Año 1821 . 7." — Papeles relativo- á la deposición del Ministro Montea- gudo, conservados por el mismo San Martin con la anotación de curiosos, puesta de su mano. — Ano IN22. 8." — Tratado de unión, liga y confederación de paz y gue- rra, á fin decombinar sus fuerzas de mar y tierra para asegurar la independencia americana, celebrado entre Colombia y el Perú, autenticado por Monteagudo. — Lima, julio G de 1822. 9.° — Documentos diversos concernientes á la administración del protectorado del Perú. Vol. LXII. — Expedición de intermedios. — 1821. Correspondencia oficial y confidencial de Gochrane y Miller sobre la expedición á [merlos intermedios del Sud del Perú, IN DICE DE !.<»> DOCl \l ENTOS á cargo del segundo las operaciones de Lierra, en com- binación '-"ii el primero y bajo bu dirección, y sobre los caudales tomados en dichos puertos. Vol. i. Mil. — Marina de gubrra. — Años 1817-1819. Y l." — Gomunicaci s oficiales sobre '■! armamento de la es- cuadra del Pacífico para responder al plan de cam- paña continental de San .Martin v sus operaciones. — Aüos ISIT-|S_>J. 2." — Cartas de Alvarez Condarco, Alvarez Jonte, y Twaites sobre Lord Cochrane sobre armamentos navales en el Pacifico. — Años 1817-1819. Vol. LXIV. — San Martín i Cocrrane tomo i 1819-1823. I. Cartas de Cochrane, O'Higgins, <■! comodoro inglés Bowles sobre diversos incidentes relacionados con San Martín y Cochrane. — Años 1819-1822. - Correspondencia oficial y confidencial Vn inglés y español 'I'- Cochrane con San .Martin sobre la- ope- raciones de la escuadra de su mando, bloqueo del Callan y captura de la Fragata « Esmeralda - j des- trucción del bergantín español Proserpina ■>. — Ano 1820. - Correspondencia oficial > confidencial de Cochrane con San Martin sobre asuntos del servicio marítimo y expedición a puertos intermedios. — Año 1821. Vol. LXV. Sw Martín \ Gochrani tomo 2.° — 1821. Y í. Continuación de la correspondencia oficial y confiden- cial de Cochrane con San Martín sobre asuntos del servicio marítimo. — Año 1821. - Documentos relativos á la sustracción de la plata del ir-uro de Lima i o '■! puerto de Ancón efectuada por hrane, con su recibo original y otros documentos correlativos. — Año 1821. Vol. LXVI Sw M mitin v Coi ni; \m; tOffiO •'!■ 1821-1823. (>.° — Continuación de la correspondencia oficial y confiden- cial Mr Cochrane sobre asuntos del servicio marítimo. Ai, o 1821 i HISTORIA DE SAN MARTIN 7.o — Correspondencia del Ministro de la Guerra del Perú (Monteguado) sobre asunto? del servicio naval. — Año 1821. 8.° — Documentos oficiales relativos al apresamiento de las fragatas españoles de guerra «Venganza» y «Alejan- dro » en Guayaquil, y otros incidentes de Cochrane en dicho puerto. — Afio 1N_>:>. 9." — Documentos diversos concernientes á Cochrane en sus relaciones con San Martín. — Años 1822-1823. Vol. LXVII. — Cuentas del Gran Capitán. — 1816-1824. N.° 1.° — Donaciones de terrenos y de una casa en favor de San Martín por el Gobierno de Mendoza. — Años 1816-1817. 2.° — Sueldos y asignaciones de San Martín en la República Argentina, donados y pagados. — Años 181(1-1817. ,'J.o — Inventarios de los muebles, útiles y plata labiada del alojamiento de San Martín en Santiago de Chile, des- pués de Chacabuco. — Año 1817. \." -- Cuentas de gastos de San Martín en Santiago de Chile des¡ nés de Chacabuco. llevada por su capellán. — Año 1817. o.° -- Correspondencia del capellán deSan Martín fray Juan Antonio Bauza sobre administración de sua lúenesen Chile. — Años 1817-1819. 0." Renuncia é inversión generosa de sus sueldos en Chile. — Años 1817-1819. 7.° — Cuenta- corrientes entre la comisaría del Ejército de los Ande- y el General San Martín. — Años 1817-1819. 8.° — Donación de una chacra por el Gobierno de Chile á San Martín, inventario, cuentas de gastes y pleito respecto de ella. — Años 1817-18^^. 9.o — Pensión acordada á la hija del General San Martín y su cuenta según los libros de ti una de razón del Ar- chive Nacional. — Ano- 1818-1819. 10. — Donación de una casa a San Martin en Buenos-Aires por el Gobierno de las Provincias Unidas y cantidades entregadas por el mismo para su reparación. — \,„,- 1819-1821. 11. — Documentos oficiales desmintiendo la calumnia de ha- ber San Martín recibido personalmente del Gobierno de Chile la cantidad de 500,000 pesos á cuenta de los ÍNDICE DE LOS DOCUMENTOS. tui gastos erogados |>or la provincia de Cuyo en la re- conquista de Chile. — Año 1820. \2. — Cuenta de los gastos de San Martín en el palacio del Protector del Perú, con sus comprobantes. — Año ÍS22. 13. — Donaciones hechas por San Martín de mi- terrenos en Mendoza. — Ano 1823. Vol. LWIII. — Correspondencia epistolar (tomo 1.°) 1814-184.:. N.° !.° — Correspondencia epistolar de San Martín con varios sobre asuntos públicos y particulares, por orden alfabé- tico : — Tomo i.° Letra .1 — M. —Anónimos — Alvarado (Budecindo) — Alvear (Carlos de) — Ario/ (Bernabé) — Arenales Juan Antonio Alvarez de) — Arenales José) — Barra (M. de la) — Barrón (Eusta- quio) — Benavides (José Miguel) — Berdeja José M. ) — Bolívar Simón) — Bowlcs (Guillermo) — Campos (Santiago) — Castro Manuel Antonio) — Cochrane fLord) — Corvalán (Manuel) — Correa (Margarita Arias de) — Cruz (Luis de la) — Cruz Pranciso de la) — Davalo? Antonio José) — Dupuy Vicente) — Echevarría (Francisco — Escalada Antonio José) — Fife (conde de, antes Lord Maduff — Freyre Ra- món) — García del Bío (Juan) — García José Mana) — Guerrero (Domingo) — Godoy Cruz Tomás) — Gómez (Gregorio) — Güiralde6 José Lorenzo) — He- ras (Juan Gregorio de las) — Iglesias Salvador) — Itúrbide (Augustín de) — Jonte [Antonio ÁJvarez de) Lafond (capitán, Gabriel) —Larrea Juan)— Lezica (Ambrosio) López (Vicente) — Lima Pizarro [Xavier — Luzuriaga (Toribio de) -Mar José de la -Miller (Guillermo) — Morales de los Ríos (P. M. Josefo). — Anos 181 í-lSí.i Vol. LXIX. — CORRESPONDEN! l\ BP1ST0LAR (tomo 2.°) 1818-1846. 0 — Continuación déla correspondencia epistolar con vanos sobre asuntos públicos y particulares, poi orden al- tabético : Tomo 2.° — Letra V-2 N (Fray Manuel - Noriega M la -Olmedo I de) — Ordófi iz i «é 1 1 ■ colas) — HISTORIA DE SAN MARTIN. Orr (Roberto) — Paredes (Juan Gregorioj — Peña (Nicolás Rodríguez) — Pinto (Francisco Antonio) — Pinto (Manuel G.) — Prieto (Joaquín) — Primo de Rivera (Joaquín) — Quiroga (Juan Facundoj — Riba- deneyra (José) — Riglos (Miguel de) — Rodríguez (Antonio José) — Rosales (J. X.) — Rojas (Juan Ra- món) — Rojas (Manuel) — Roza (Ignacio de la) — Rozas (José María) — Sania Cruz (Andrés) — San- tander (Francisco de Paula) — Sarratea (Juan José de) — Sarratea (Manuel) — Solar (J. S. del) — Soler Miguel)— Sosa (Juan Agustín) — Soyer (Salvador) — Stoughlon (Francisco) — Tagle (José Ricardo — Tocornal (Joaquín) — Tocornal (Manuel Antonio_ Tramarría (Pedro José de) — Unanue Hipólito) — Vidal (Pedro) — Vargas (Juan de la Cruz) — Zenteno (Ignacio) — Años 1818-1846. Vol. LXX. — Ostracismo. — 1824-1849. N.° 1.° — Colección completa de pasaportes de San Martín durante su ostracismo, conservados por él mismo, incluso el que le fué expedido en Rueños Aires en 1829 con la solicitud original y el decreto del Gobierno expe- diéndolo. — Años 1824-1848. 2.° — Correspondencia entre San Martín y O'Higgins durante su ostracismo, con los borradores autógrafos del pri- mero. — Años 1 827-1837. 3.° — Documentos correspondientes al regreso de San Martín del ostracismo en 1829 y vuelta á él con inclusión de su correspondencia confidencial sobre el particular y sus relaciones con Lavalle en tal ocasión sobre asun- tos políticos. — Año 1829. 4.° — Correspondencia confidencial de varios entre San Mar- tín y Moreno (Manuel) sobre incidentes diversos entre ambos, y cartas sobre lo mismo de Barra (M. de la), Olañeta (Casimiro) y Pazos (Vicente), con los borra- dores autógrafos del primero. — Año 1834. 5.° — Renuncia del puesto de Ministro Plenipotenciario en el Perú para que fué nombrado por Rosas. — Ano 1839. G.° — Correspondencia oficial y confidencial de San Martin con Rosas, con los borradores autógrafos del primero. — Ano. 183D-184G. 7.° — 1843. — Carta de San Martin á Dikson sobre la inter- vención francesa en el Río de la PJata, y correspon- IN DICE DE LOS DOCL 'I EN rOS li dencia confidencial de ambos sobre I"- incidentes de su publicación. — Años 1843-1849. Vol. LXXI. — Diversos. — 1816-1823. I." — Catálogos de la biblioteca particular de San Martin y donaciones de libros hechas por él á las bibliotecas de Santiago de Chile 3 Lima. — Años 1817-1823. - Composiciones poéticas manuscritas en honor de San Martin desde el combate de San Lorenzo basta su permanencia en Unía. — Años 1813-1822. ■'!. — Documentos diversos sobre materias varia- delarchivo . de San Martin que se relacionan con él. — Años 1816-1823. Vol. LXXII. — Memorias históricas. V l.° — Memoria presentada al Gobierno de las Provincia Uni- das en 1816 por el General Tomás Guido sobré la re- conquista de Chile M. S. original . .!. — Memorias históricas sobre las batallas de Chacabuco, Cancharrayada y Maipu por el General Juan Gregorio de las Heras. — M . S. — Memoria con documentos históricos j explicaciones sobre los sucesos de Cuyo en l y campañas del Perú y de Guayaquil en is^o y ls^l por el G( aera! Toribio de Luzuriaga. — M. S. I — Memoria histórico-biográfica del General Rudecindo Alvarado sobre sus campañas en el alto Perú, Chile y Bajo Perú. — M. S. — Compendio de las campaña • del Ejército de los Andes (publicado anónimo en 182S por el Coronel Jos< .Mar¡a Aguirre, <'<>n notas del General Jerónimo Es- pejo. — M. S. PARÍS. — IMI'lil.YI A P. HOUILLOT, 13, QUAI VOLTAIRE. — 3653ÍK HISTORIA DE SAN MARTIN 1 DE I \ EMANCIPACIÓN SUD-AMERICANA CAPITULO PRIMERO INTRODUCCIÓN HISTORIO \ I. \ EMANCIPACIÓN SUD-AMERICANA I. — Argumento del libro y unidad del asunto.— II. Sinopsis de la revolución sm J americana. — III. Acción de la América sobre la Europa. — IV. La colonización bispano-americana. — V. La colonización norte-americana. — VI. l'oliti.a colonial en ambas Américas. VII. La emancipación norte- americana. — VIH. Filiación de la revolución sud-americana. — IX. B lución mural de Sud-América. — X. El precursor sud-americano. — XI. Las razas sud-americanas. Los criollos. — XII. Pródromos de la revolución sud- americana. — XIII. Desarrollo revolucionario. — XIV. Tentativas m quicas en Sud-América. — XV. Retrospecto y prospecto sud-americano. ARGUMENTO DKL LIBRO. — I. \ i NIDAO DEL ASI NTO El argumento «!»• este libro es, la historia y de derecho, sin violentar los particularismos. Por otra parte, y en este mismo orden de cosas, es la tentativa de la revolu- ción colombiana dilatada, de unificar artificialmente las colo- nias emancipadas, según otro plan absorbente y monocrático en oposición á sus leyes naturales, y en pugna con el mi derecho de gentes inaugurado por la revolución argentina americanízala. Estas dos tendencias, concurrentes en un punto, — la emancipación general, —representadas por dos hegemonías políticas y militares, — la argentina y la colom- biana, -constituyen el último mulo de la revolución sud- americana, líe aquí proviene la condensación de las dos fuer- tas emancipadoras y la conjunción de los dos ¡rrandes liber- tadores que las dirigen, - San Martín y Bolívar,— que operan por instinto de consuno, \ se encuentran siguiendo opuestos Caminos, después de cruzai uno v otro des I atlántico 4 UNIDAD DE ACCIÓN. — CAPÍTULO PRIMERO. al Pacífico, redimiendo pueblos esclavizados, fundando na- ciones nuevas y circunscribiendo el campo de la lucha para concluir con el sistema colonial en su último baluarte. D¿ aquí también el choque de las dos políticas continentales de esas hegemonías encontradas, hasta que al fin prevalece por sí mismo el principio superior á que obedecen los aconteci- mientos por su gravitación natural. Considerada bajo este punto de vista la historia de la eman- cipación sud-americana, presenta un carácter homogéneo, con unidad de acción y con una idea dominante que da su nota tónica en el concierto general en medio de aparentes disonancias. Y si se considera simplemente del punto de vista de la condensación de las fuerzas y de su dirección constante y de sus conjunciones, en medio de sus desviaciones acciden- tales, esa unidad se maniíiesla más de bulto y revela la exis- tencia de una ley que gobierna los hechos consumados, dán- doles un significado concordante. En efecto, si se estudia el teatro de la guerra de la independencia sud-americana, desde el Río de la Plata hasta el Mar Caribe, — haciendo abstrac- ción de Méjico, que no se liga al sistema militar continental, — vése que su movimiento general se condensa en dos grandes focos revolucionarios en los extremos del continente : uno al Sud, que comprende á las Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile y el Alto Perú; otro que comprende á Vene- zuela, Nueva Granada y Quito al Norte. Ambos tienen sus campos de movimiento trazados por la espada libertadora, y dentro de ellos se desenvuelve su acción política y militar. Simultáneamente luchan y triunfan en los dos extremos, y resueltos los dos problemas parciales del Sud y del Norte, las dos revoluciones, como dos masas que obedecen á una atrac- ción recíproca, convergen militarmente hacia el centro si- guiendo en sentido opuesto un doble plan de campaña con- tinental. Este plan concebido y ejecutado por los dos grandes libertadores ya señalados, da por ie¿ullado preciso el triunfo UNIDAD DE ACCIÓN. - CAPÍTULO PRIMERO. 5 final de la emancipación americana por la acción militar combinada de todas las colonias insurreccionadas. Esta acción compacta y uniforme, que se dilata en la extensión de la cuarta parle del globo, obedeciendo á las influencias morales do las almas y á la afinidad de las fuerzas, time la anidad ideal de un poema y la precisión de una solución mecánica. La unidad de esta acción compacta, persistente, intensa, sin desperdicio de fuerzas, se dibuja notamente en las líneas generales de la vida de San Martín, el libertador del Sud, dando á su figura histórica proporciones continf ntales, no obstante que sus acciones sean más trascendentales que su ■j'Miio y sus resultados más latos que sus previsiones. Es una fuerza histórica, que como las fuerzas de la naturaleza, obra por sí, obedeciendo á un impulso fatal. Nace en un pueblo oscuro de la América, que desaparece, cuando él empieza á figurar en su grande escenario al bosquejar su mapa político, or eso no tiene más patria que la América toda. Fórmase como soldado en el viejo mundo, combatiendo por mar y por tierra, con los primeros soldados del siglo, lo que le prepara al desempeño de su futura misión batalladora, aunque sin tener la intuición de su destino, y su carácter se templa en un medio que debía inocularle la pasión absorbente que él convertiría á su tiempo en fuerza eficiente. En los comienzos d<' su carrera en el Nuevo Mundo, establece metódicamente por la táctica y la disciplina su base de operaciones; forja su arma de combate: monta su máquina de guerra, producto di* la combinación de dos fuerzas concurrentes; consolida la in- dependencia de las Provincias Unidas del Río do la Plata, su punto militar de partida, y conquista después la do la Ame- rica austral en una zona de .'¡n grados geográficos, fin su ni indo del ején ito argentino del norte, bu nombre y sus tra- bajos se vinculan con la revolución del Alto Pero, cuya mar- cha excéntrica prevé por sus desviaciones, \ 6 cuyo triunfo 6 msi SAN MARTÍN. - CAPÍTULO PRIMERO. debía concurrir por otro camino estratégico descubierto por , observador, teniendo allí la primera visión de esa nueva ruta salvadora. Al trasponer los Andes, en prosecución del plan de campaña continental por él concebido, se identi- fica i "ii la revolución de Chile, y después de fundar y conso- lidar por siempre su independencia, inicia la primera liga : rera y la primera alianza internacional en América. Domi- na el mar Pacífico según sus claras previsiones, sin lo cual la independencia americana era absolutamente imposible por juta por este nuevo camino la tercera grande etapa de su itinerario, libertando el Bajo Perú, cuya inde- pendencia funda y cuya constitución bosqueja. Concurre á la independencia de Colombia, lleva hasta el pie del Pichin- cha la bandera de la revolución argentino-chileno-peruana, adada por los libertadores colombianos, que realizan un plan de campaña análogo, no menos gigantesco que el suyo. Bajo la línea equinoccial, que divide los dos grandes teatros de la guerra continental, se da la mano con Bolívar, el liber- tador que viene del norte, por opuesto camino, obedeciendo al mismo impulso, dando grandes batallas americanas como él, redimiendo pueblos y fundando naciones. Así termina su gran campaña emancipadora del Sud. Por último, abdica en medio de su poderío, cuando comprende que su misión ha linado, que sus fuerzas eficientes están agotadas, y se condena deliberadamente al ostracismo por necesidad y por virtud, fiel 6 la máxima proverbial que regló su vida: — SER, Y SINO NO SERÁS NADA. » Como complemento de esta vida y de esta misión histó- rica, puede contemplar su obra desde el ostracismo, al ver que en del aitiva la América meridional se organiza autonó- tnicamente Begún la constitución geográfica de que derivaba su plan ae división política, formando una nueva constela- ''"'" 'I* Estados independientes, tal como él la concibió por instinto en observancia de sus leyes naturales. Á la vez, mira SINOPSIS SI D- AMERICANA. — CAPITULO IM1I.MKR0. 1 sin envidia, que Bolívar, con quien comparte la gloria de la redención de medio mundo, alcanza y merece la corona del triunfo final de la independencia, reconociéndose modesta- mente inferior á é\ on esfuerzos y en hazañas, aun cuando sea moral y militarmente más grande, y por eso el triunfo en el orden definitivo de las cosas es suyo. Mientras se disipa el sueño delirante de la ambición de Bolívar, al pretender fundar un imperio de repúblicas dependientes, con una constitución monocrática bajo los auspicios militares de la hegemonía colombiana, y su fundador cae repudiado políti- camente por ellas, aunque glorificado más tarde como liber- tador, prevalece el plan de la hegemonía argentina, de que San Martín fué el heraldo, como fundador de repúblicas inde- pendientes, según sus tendencias espontáneas. Y de este modo, la unidad de argumento y de acción de esta historia, que liga sus partes componentes subordinándolas á un prin- cipio dominante, se continúa hasta el retiro de los dos liber- ares, representantes de las dos hegemonías redentoras de la América del Sud, y se prolonga hasta en su posteridad • on la melancólica fatalidad del drama antiguo y la exactitud de la ecuación matemática. II SINOPSIS DE LA REVOLUCIÓN BÜD-AMKR1CA N A Se ha dicho, que cuando la posteridad vuelva sus ojos hacia nosotros, juzgará que la emancipación de la América meridional es el fenómeno político más considerable del Biglo Xl\, así por -ii magnitud y originalidad como por la exten- sión probable de sus consecuencias futuras ({). En efecto: — la aparición de un grupo de naciones independientes, surgi- (\) •' Encyclopédie nouvelle » de Lerou v Reyi) ind, t. II, p. 762. 6 SINCRONISMO REVOLUCIONARIO. - CAP. I. das de un embrión colonial que yacía en la inercia, y que con Bntos nuevos suministran nuevas individualidades ala ¡a, interviniendo desde luego en la dinámica del mun- - la unificación política de todo un continente, que ocupa la mitad del orbe, proclamando por instinto genial los principios lógicos de la democracia como ley natural y regla universal del porvenir; —la consagración de un nuevo dere- cho de gentes y un nuevo derecho constitucional, en oposi- ción abierta al derecho de conquista y servidumbre y al tradicional dogma monárquico del absolutismo triunfante en el antiguo continente ; — la división del mundo en dos por- ciones ponderadas, que establece en las balanzas del destino el equilibrio humano ; — la inauguración de sociedades; orgánicas, con igualdad nativa, emancipadas de todo privile- gio, con una fórmula comprensiva y con tendencias cos- mopolitas; — la apertura de un nuevo campo de experi- mentación libre de todo obstáculo al desenvolvimiento de las facultades físicas y morales del hombre; — por último, la amplitud de ^u^ movimientos y sus largas proyecciones e:i el espacio y el tiempo, — constituyen sin duda, uno de los más fundamentales cambios que en la condición del género humano se baya operado jamás. Los primeros estremecimientos de esta revolución empeza- ron ;'i sentirse sincrónicamente en las dos extremidades y en el centro de la América meridional en el año de 1809, con idén- formas, iguales propósitos inmediatos y análogos obje- acusando desde muy temprano una predisposición 11 ii ita y una solidaridad orgánica de la masa viva. Simultá- neamente, sin acuerdo entre las partes, y como obedeciendo á un impulso ingénito, todas las colonias hispano-americanas, se insurreccionan en 1810, y proclaman el principio del pro- bierno, germen de su independencia y de su libertad. Ros mñs tarde, toda- las insurrecciones' de la América i n sofocadas isi i— i K 16) y sólo quedaban de pie las LA DOCTRINA MONROE. - CAPÍTULO PRIMERO. 9 Provincias Unidas del Río de la Plata, las que, después de ex- u* de su sudo á todos sus antiguos dominadores, declara- ban su independencia á la faz del mundo y daban de nuevo á las colonias vencidas la señal del grande y último combate, haciendo causa común con ellas. En 1817, la revolución ar- gentina americanizada, se traza un plan de campaña, de polí- tica y de emancipación continental ; toma la ofensiva y cam- bia los destinos de la lucha empeñada ; atraviesa los Andes y redime á Chile, y unida con Chile, domina el mar Pacífico, liberta el Perú, y lleva sus armas redentoras hasta la línea del Ecuador, concurriendo al triunfo de la revolución colom- biana. Este vigoroso movimiento de impulsión se hace sen- tir en la extremidad norte del continente meridional, que á su vez vence y expulsa á los defensores de la metrópoli en su territorio, ejecuta la misma evolución que la revolución argentina, toma la ofensiva, atraviesa los Andes, se ameri- caniza y converge hacia el centro donde las dos fuerzas emancipadoras efectúan su conjunción, según queda dicho. La lucha quedó circunscripta á las montañas del Perú, último refugio de la dominación española, herida ya de muerte en las batallas de Chacabuco y Maipú, Carabobo y Boyacá Desde entonces la independencia sud-americana dejó de ser un problema militar y político, y fué simplemente cuestión de tiempo y de un esfuerzo más. Las colonias hispano- americanas eran libres de hecho y de derecho por su propio esfuerzo, sin auxilio extraño, luchando solas contra los pode- pes absolutos de la tierra coaligados en su contra, y del ca >s colonial surge un nuevo mundo ordenado, coronado de las dobles luces polares y ecuatoriales de su cielo. Pocas vr es el mundo presenció un génesis político semejante, ni una eya histórica más heroica. Mientras estos grandes acontecimientos se producían en la Aiie rici meridional en vísperas del combate fina lo E ta- i nidos del Norte, que abrieron la nueva era republicana 10 LA DOCTRINA MONROE. - CAPITULO PRIMERO. dan. lo la señal de la emancipación á las colonias del sud del c mtinente, y que durante la lucha se mantuvieron neutra- nnque do indiferentes, reconocen la independencia de las uuevas repúblicas (1822), como « un hecho expresión de la simple verdad » y declaran, que « es un derecho de los n pueblos sud-americanos romper los vínculos que los ataban a á su metrópoli, asumir el carácter de naciones entre las na- ,, cionea solí, ranas de la tierra, y darse sus instituciones con arreglo á las leyes de la naturaleza dictadas por Dios mismo ♦> (2u Como una consecuencia del reconocimiento solemne de este hecho y este derecho, los Estados Unidos promulgan la memorable doctrina de Monroe (1823), que en oposición á la famosa bula de Alejandro VI que repartió el mundo ontre dos coronas, divide el mundo entre dos siste- ma- de gobierno, consagrando un nuevo principio de derecho internacional para ambos mundos, encerrado en la fórmula: 1. 1 América es de los americanos ». ( « America for the [mericans. ») Jeííerson, trazando los primeros lineamientos de esta política (en 1808), había dicho : « La América tiene principios distintos de los de la Europa, y debe tener un BÍstema suyo que la separe del antiguo continente, gua- • rida del despotismo, para ser lo que debe ser, la morada a de la libertad. » Y Monroe siguiendo estos valientes con- n 1823 frente á frente de la santa alianza de los ".iligados contra la libertad del mundo, y declaró: • que toda tentativa de las potencias europeas para extender ii Bistema á cualquier punto del hemisferio americano, " con el lin do oprimir á sus pueblos emancipados según » principios do justicia ó contrariar sus destinos, sería con- "ti Marti ns : Nouveau recueil dr traites, » t. VI, p. 452; 1 Irangéres d ■ la chambre des représenlaná ice de l'indépendance des cidevans provinces i n km 19 mars 1822. — « Abridgement of the debata U • t. MI, ]>. 287 v si-uientes. LOS ESTADOS UNIDOS Y SUD-AMÉRICA. - CAP. I. u » traria á la felicidad y á la secundad del nuevo conlinente, » bajo cualquier forma que se produjera. » (3) Las nuevas repúblicas americanas dieron su sanción ;í esta declaratoria, erigiéndola en regla internacional, y la santa alianza de los reyes absolulos de la Europa retrocedió" ante esta acti- tud, que debía reaccionar sobre la misma Kuropa sojuz- gada. La libre Inglaterra, que en un principio fué favorable á la revolución sud-americana, empezó á ponerse del lado de la España en 1818 y de la santa alianza en la cuestión colonial, en el sentido de buscar un arreglo que diera por resultado una simple « emancipación comercial » de las co- lonias, precisamente en el momento en que los Estados Unidos empezaron á diseñar su política en el sentido de la emancipación sud-americana. La diplomacia del gabinete de Washington, manifestó entonces á la Inglaterra, que « las miras del gobierno norteamericano eran que las colonias » d»i la América meridional se emancipasen completamente de >> la madre patria, y que la lucha no podía terminarse de otro » modo. » En 1819, reiteró formalmente esta declaración con motivo de la reunión del congreso de Aix-la-Chapelle en que se trató de una mediación de las potencias entre la metrópoli y sus colonias insurreccionadas (4). Y Lafayette, afirmando esta declaración ante el gobierno francés, decía al mismo tiempo : « Toda oposición que se haga á la indepen- dencia del nuevo mundo, podrá afligir á la humanidad. -> pero no ponerla en peligro -> (5). \sí, mucho antes que la batalla linal asegurase por siem- (3) « Abridgement of tti" debates of Congress, » t. VII, p. 470 ! I iident's M ss ige de 2 de diciembre de I Residence at the Gourt of l.ondon by Richard Ruíh, Miniafc i of th- 1 nil I States from 1817 to 1825, n caps. MU y XVII. (5) Carta de Lafayette al Ministro Desolles, de 19 de enero de I Comunicada á Rivadavia. (M. S. Papeles de don Valentín Gomes.) I, BUD-AMÉRICA Y EL PARLAMENTO INGLÉS. - CAP. I. pre la emancipación del nuevo continente (1819-1822), ya un hecho que estaba en la conciencia universal, y la udde los Estados Unidos, sostenida por la Inglaterra, hizo inclinar la balanza diplomática en su favor en 1823. — La opinión del pueblo inglés le era propicia y las simpatías de todos los liberales de Europa le acompañaban. En el par- lamento británico se levantaron voces elocuentes en su favor v el marqués de Lansdowne se hizo el órgano de estos sen- timientos presentando una moción á fin de que la Inglaterra nociese la independencia de las colonias hispano-ameri- canas. — « La grandeza é importancia del asunto de que voy ocuparme, dijo el orador, es tal, que rara vez se habrá a presentado mayor ni igual á la consideración de un cuerpo » político. Los resultados se extienden á un territorio cuya magnitud y capacidad de progreso, casi abisma la imagi- nación que trata de abarcarlos : extiéndense á regiones que n llegan desde los 37 grados de latitud norte á los 41 grados » de latitud meridional, es decir, una línea no menor que » la de toda África, en la misma dirección, y mayor an- ilina que todos los dominios rusos de Europa y Asia, listas regiones están cruzadas por ríos magestuosos, » con tal variedad de climas y con tan templados efectos » de los calores ecuatoriales, gracias á las cadenas de mon- ■■ lañas que la^ atraviesan, que la naturaleza se ve allí dis- > puesta á producir, como en compendio, cuanto hay de más ipetecible en el mundo. Hállanse habitadas estas regiones por veinticinco millones de almas de diversas razas, que aben vivir en paz y armonía, y que, bajo circunstancias más favorables que las que las han rodeado hasta ahora nmi ii II. Miarían los grandes vacíos de terreno inculto, cuya eracidad las haría prosperar hasta que aquel vasto conti- nente se viese poblado de naciones poderosas y felices. Sus ■ habitantes han llevado la copa de la libertad á los labios, y puede atajar el rumbo de la civilización ni de cuan- SUD-AMÉRICA Y CANNING. CAPÍTULO PRIMERO. U » tos sentimientos nobles y grandiosos nacen en su carrera. » La regeneración de esos países irá adelante » (6). La reunión del congreso de soberanos en Verona (1823), v su decisión de intervenir en la Península para sofocar el liberalismo español apoyando al rey absoluto, unida al pro- yecto de monarquizar la América del Sud según las insipien- tes ideas reaccionarias de Chateaubriand (7), determinaron la actitud de la Inglaterra bajo el ministerio de Canning, que uniformó su política con la de los Estados Unidos. Partiendo de la base de que « la independencia de las color, ias espa- la ñolas pobladas por la raza latina, era un hecho Consumado, » v un nuevo elemento político de la época que en adelante i debía dominar las relaciones entre ambos mundos »(8), el gran ministro se decidió á reconocer ese hecho, y pronunció en tal ocasión las memorables palabras que resonaron en los dos hemisferios : « La batalla ha sido recia, pero está ga- » nada. El clavo queda remachado. La América española es a libre : — « Novus sxclorum nascitur ordo! »(9) La batalla de Ayacucho ganada ocho días antes de pro- nunciadas estas palabras en el opuesto hemisferio, respondí") á ellas, coronando el doble triunfo de la independencia sud- americana. Canning pudo entonces exclamar: « He llámalo » á la vida á un nuevo mundo para restablecer el equilibrio » del antiguo »(10). (6) Discurso del marqués de Lansdowne en la Cámara de los Lores el 18 do marzo de 1823, inserto en el Mensajero de Londres,» t. I, p. 183 y sig. (7) Véase Chateaubriand : « Congreso de Verona, » t. II, y especial' cap. IX. (8) Nota de Canning de 31 de marzo de 1823 á Ch. Stuart y comuni- cación del mismo h Ilusli. irl i de C muiíiL' :'i Ünmvillc de 17 d.: di.-i-'iiiluv •! Stapleton : « G. Canning and his times, » p. Vil. hiscurso de Canning de 12 de diciembre de I - 14 Kl. VIEJO MUNDO. - CAPÍTULO PRIMERO. El mando nuevo reaccionaba por la tercera vez sobre el v¡ej0 con 5U su espíritu, y por la tercera restable- cí equilibrio perdido. III l | INICIAL DE LA AMÉRICA SCURR LA EUROPA La tierra descubierta por Cristóbal Colón que comple- mentó* el mundo físico, estaba destinada á restablecer su equilibrio general en el momento mismo en que vacilaba sobre sus cimientos. Antes de finalizar el siglo XV, la Europa había perdido bu equilibrio moral, político y mecánico. Después de la in- vasión de los bárbaros del Norte, que le inocularon un nuevo principio de vida, sin extirpar el germen de decadencia here- dado del antiguo imperio romano destruido, su civilización estaba á punto de desmoronarse otra vez. No existía en ella una sola nación coherente, y sus agrupaciones inorgánicas «ran pom] -dos hetereogéneos de razas y particularismos únicos, basados en la conquista y la servidumbre, que la Fuerza ataba y desataba. Sus fuentes productivas estaban casi agotadas y su porvenir era un problema sombrío. La libertad de los hombres esclavizados era apenas una espe- ranza latente que ardía como luz moribunda en el fondo de al. unas conciencias. l'A privilegio de unos pocos, era la regla dominantey la ley niveladora que pesaba sobre lascabezas de I 01 comunidad avasallada. La moral política de los pueblos y de mis pensadores era la del príncipe de Maquia- vel... que anteponía la razón de E>tado á todos los derechos humanos, justificando todos los medios por los resultadas, y esto era un adelanto relativo. Toda evolución sana en el sentido del progreso era imposible dentro de sus elementos cadui la Europa marchaba fatalmente á la disolución d por falta de un principio vital y regenerador. EL VIEJO MUNDO. - CAPITULO PUIMEIIO. 15 La caída del antiguo imperio greco-romano había derri- bado el último antemural de la Europa contra la nueva irrupción de los bárbaros de Oriente, que avanzaba compacta y fanatizada desde el fondo del Asia bajo el pendón de la media luna, oponiendo el Koran al Evangelio. Dueños los musulmanes de Gonstantinopla, de la Grecia antigua y parle de la Italia en Europa, y de las llaves de la navegación del Mediterráneo, el despotismo oriental, precedido por sus ar- ,ii ls triunfantes, había invadido todo el occidente, convir- tiéndose en institución permanente, divinizada, y este poder absoluto y absorbente de la sociedad y del individuo era la ultima esperanza de los pueblos contra los males de la época y la tiranía de los privilegiados. Para colmo de infortunios, Los antiguos caminos del comercio de Oriente, en que se dilataba la actividad universal, estaban clausurados por efecto de las conquistas de los árabes, dominadores de las t re- cuartas partes del mundo conocido. La Europa encerrada en • 1 estrecho recinto de la línea del Danubio y la puerta de las columnas de Hércules, aislada, empobrecida, esclavizada, debilitada y amenazada de ser expulsada hasta del Medite- rráneo, — cuyas costas dominaban los turcos y los moros en África, Asia y parte de Europa, — parecía perdida, y sólo el descubrimiento de un mundo nuevo podía salvarla. « El des- cubrimiento de un nuevo continente más allá de los mares » tenebrosos, tuvo por efecto, no solamente abrir al comercio otros caminos, sino hacerle experimentar una transfor- " (nación que ha influido más que ningún otro aconte, i- i miento político sobre la civilización del género humano, * por cuanto afectó, como continúa afectando más fuer- » temente cada día, todas las partes del globo y la huma- >» nidad entera ►>. II Este descubrimiento, — verdadi 'II scherer : t Histoire du commerce de toutes les nations », t. I, EL NUEVO MUNDO. — CAPITULO PRIMERO. to de partida de la era moderna, — al restablecer el equilibrio dinámico remontando alas causas del movimiento de las fuerzas, hizo que las cosas girasen armóni- camente en su esfera de atracciones recíprocas, y sus hombres •mi el círculo vital de sus aspiraciones innatas. Así se operó •■1 gran fenómeno social que renovó la civilización cristiana y salvó la libertad humana. El gran movimiento de la Reforma. que vino inmediatamente después, al emancipar la razón y dar vuelo á las almas, depositó en las conciencias el germen de los principios democráticos que entraña la Biblia, — que era su código, — y que, transportados á un mundo nuevo debían regenerar la civilización europea degenerada y atro- tiada. y difundirla vivificada en el orden político por toda la tierra, como la semilla fecunda de Triptolemo. No en vano la imaginación popular, anticipándose á los tiempos, supuso que la fuente de Juvencio soñada por los an- tiguos, que comunicaba en sus ondas la inmortalidad y la eterna juventud, se encontraba en el nuevo continente descu- bierto por Colón. Trasplantada al suelo virgen de la América la civilización decrépita de la Europa, con sus gérmenes viva- de progresp, se rejuveneció y se aclimató en él, en condi- ciones de igualdad, sin poderes monárquicos ni teocráticos, sin j)i¡\ ilegios ni aristocracia, y desarrollóse libremente en su atmósfera propicia. Abierto este nuevo é inmenso campo á la actividad humana operóse una evolución super-orgánica, « en «que los hechos revelan la educación del vastago y la coopera- • ¡«mi «le los antecesores muestra el germen de un nuevo or- » den de fenómenos » (12). Fué una verdadera renovación del orden social en la materia viva con arreglo á la ley de la natura- l/a. El resultado fué la organización de una democraciade he- dió, y una sociedad nueva, hija del trabajo. Para el efecto bastó O2) * i'iuicipes de sociologie, » t. I, p. 6. COLONIZACIÓN SUD-AMEUICANA. - CAP. I. 17 que el hombre, dejara en Europa su carga de servidumbres seculares, se transportase a otro continente vacante, y entre- gado á su espontaneidad rehiciese su propio destino, preva- leciendo sus instintos sanos y conservadores en la lucha por la vida. IV LA COLONIZACIÓN II 1 S PA NO-A M ER ICAN A En la repartición del nuevo continente, tocóle a la Amé- rica del Sud el peor lote. La España y el Portugal, transpor- taron á sus nuevas colonias su absolutismo feudal y sus servi- dumbres; pero no pudieron implantar en ellas sus privilegios, su aristocracia ni sus desigualdades sociales. El poder efi- ciente de bien, fué más poderoso. La buena y la mala semilla cultivada en el nuevo suelo, se modilicó, se vivificó y regeneró, dando por producto una democracia genial, cuyo germen es- taba en la naturaleza del hombre trasplantado á un nuevo medio ambiente. Contribuyó á este resultado el modo cómo se colonizó la América meridional. El más sesudo cronista de Indias, reconoce que la conquista se hizo á costa de los i ■"iujuistadores, sin gastos de la real Hacienda (13). Y un juicioso historiador sud-americano, comentando este hecho deduce de él la lección de política práctica que encierra. « Los » aventureros españoles del siylo XVI pudieron ejecutar la » hazaña portentosa de conquistar la América, porque nadie » puso trabas á su espontaneidad, ni sometida reglas su inspi- n ración personal. Esta fué la ley general de la conquista de América, y lo que produjo un resultado tan maravilloso y >> rápido fué el haberse dejado su libre desenvolvimiento á la (13) Véase Herrera : « notoria general, etc. de las Indias, » dec. IV, U VI, cap. XI. TOH. I. í 18 [ÓN COLONIAL. - CAPITULO PRIMERO. . inspiración personal. Cada conquistador fué una fuerza que ..dio de sí, sin limitación, todo lo que podía dar» (14). De aquí el espíritu de individualismo que legaron á sus descendientes en su sangre con sus instintos de independencia, y con ellos las tendencias orgánicas que desde su origen manifestaron las is colonias. Era un mundo rebelde que nacía bajo los auspicios del absolutismo, que al dar vuelo al individualismo se encontró en pugna con el mismo feudalismo de que derivaba. Conspiraba fatalmente á este resultado más ó menos leja- qo, la constitución, colonial calculada para el despotismo per- Bonal, que excluía la idea de una patria común, y que por lo mismo de ser absoluto en teoría era orgánicamente débil. La colonia y la metrópoli no constituían una sustancia homo- génea. La América española, en que algunos han creído ver una especie de imperio independiente, era considerada co- mo un feudo personal del monarca español, más que por razón del descubrimiento, por la población y la posesión, por razÓD de la bula de Alejandro IV que la constituyó en tal • en virtud de la jurisdicción que como cabeza del linaje • humano tenía el Papa sobre el mundo, » según la doctrina del más profundo comentador de la constitución colonial (la). I . la América española, no formaba cuerpo de nación con la Península, ni estaba ligaba á ella sino por el vínculo .na. y así el juramento de fidelidad que le presta- ban sus vasallos de ultramar era el juramento feudal que ata un hombre á otro hombre, más que por razón de la tierra por razóo de la persona, como lo explica el mismo comenta- dor 1 1. . ^ de aquí que el rey pudiese legislar y dictar impues- ¡ui : Descubrimiento y conquista de Chile, » ps. 7 | nano : « Política Indiana, » lib. I, cap. X y XI. núm. 8, Política Indiana, » lib. III, cap. XXV, núm. 13. DEMOCRACIA EMBRIONARIA. -CAPITULO PRIMERO. L9 tos, sin intervención de las cortes españolas, que sólo funcio- naban para la Península. De este orden de cosas debía surgir una teoría revolucionaria, cuando desapareciendo el monarca y desalados de hecho los vínculos personales, la soberanía absoluta de los reyes retrovertiese por acefalía á sus vasallos, y convertida en soberanía popular, el divorcio entre las colo- nias y la madre patria se produjese lógica y Igualmente. Este feudo colonial tenía su gobierno superior eu el Con- sejo de Indias, que se distribuía en lo político representado por un virey, y en lo judicial por una Audiencia, autoridades que se fiscalizaban y contrapesaban en representación de la autoridad absoluta de la corona, gastando en este roce estéril mas fuerza que la que utilizaban. En el orden municipal los cabildos, sombra de las antiguas comunidades libres de la ma- dre patria, representaban nominalmente al común del pueblo. Tal es el bosquejo de la constitución colonial. Ella contenía empero un principio democrático, aunque en esfera limitada, desde que se atribuía teóricamente á los cabildos la represi li- tación popular, se les reconocía el derecho de convocar al \. , indario yix'unirlo en cabildo abierto ó congreso municipal, para deliberar sobre los propios intereses y decidir de ellos por id voto directo como en las democracias de la antigüedad. Esta ficción se convertiría en realidad, el día en que las [un- zas populares le comunicasen vida. De los cabildos así cons- tituidos debía brotar á su tiempo la chispa revolucionaria, y en su foro municipal haría el pueblo sus primeros eusa\u- parlamentarios. Justa sociabilidad rudimental con instintos de independen- cia y gérmenes nativos de democracia entrañaba, — como lo hemos dicho en otro libro histórico, — todos los vicios esemia- v de conformación de la materia originaria y del grosero unible colonial en que se había vaciado, á la par de los que provenían de su estado embrionario, de su propia natural i y d<- su medio. Los desiertos, el aislamiento, la despoblación, 20 COLONIZACIÓN NORTE-AMERICANA. — CAP. I. Ja carencia de cohesión moral, la bastardía de las razas, la corrupción de las costumbres en la masa general, la ausencia de todo ideal, la falta de actividad política é industrial, la profunda ignorancia del pueblo, eran causas y efectos que, produciendo una semi-barbarie al lado de una civilización débil y enfermiza, concurrían á viciar el organismo en la tem- prana edad en que el desarrollo se iniciaba y cuando el cuerpo asumía las formas externas que debía conservar. Sin em- bargo, de este embrión debía brotar un nuevo mundo repu- blicano con su constitución genial, producto de los gérmenes nativos que encerraba en su seno. LA COLONIZACIÓN NORTE- AM K RIC ANA Más feliz, la América del Norte fué colonizada por una nación que tenía nociones prácticas de libertad y por una raza viril mejor preparada para el gobierno de lo propio, impregna- da de un fuerte espíritu moral, que le dio su temple y su icter. Emprendida un siglo más tarde que la española, se aclimató en una región análoga á la de la madre patria, como la española y la portuguesa al mediodía de la América, y fun- daron allí una verdadera patria nueva, á que se vincularon por instituciones libres. Bien que en su origen las colonias inglesas fuesen consideradas como provincias de la corona, administradas por compañías privilegiadas y por un consejo de gobierno á la manera del de Indias, y que el monarca se reservó, como el de España, la suprema autoridad legislativa y la facultad de proveer todos los empleos, sin concederles la menor franquicia electoral, los colonos de la Virginia por su propia energía no tardaron en conquistar algunos derechos políticos, luego asegurados por cartas reales, que fueron el origen de bus futuras constituciones republicanas. En 1619 COLONIZACIÓN NOllTE-AMERICANA. - CAP. I. 21 se reunió en Jamestown la primera asamblea nacional elegida popularmente por los hombres libres de la comunidad, que con razón se ha llamado « la feliz aurora de la libertad legisla- >) tiva en América, » siendo « la Virginia el primer Estado del mundo, compuesto de burgos separados y dispersos en un » inmenso territorio, donde el gobierno se organizó según los principios del sufragio universal. » A la Virginia siguió Ma- rvland, cuya carta fundamental otorgada en 1632 dióle una participación independiente en su legislación y la sanción de los estatutos por el consentimiento de la mayoría de sus habi- tantes y diputados, ligando así el gobierno representativo in- disolublemente á su existencia. Estas primeras asambleas coloniales acabaron con las compañías y privilegios y funda- ron el gobierno de lo propio ( self-government ) (17). A los plantadores de la Virginia y de Maryland siguieron los Peregrinos de la Nueva Inglaterra (los puritanos), que huyendo de las persecuciones en la Europa, buscaron la liber- tad de conciencia en el Nuevo Mundo para fundar en él una pueva patria según la ley de su Evangelio. Fuertemente im- pregnados del espíritu republicano de la madre patria, de cuya gran revolución fueron autores, y de los principios democrá- ticos de las repúblicas de Suiza y Neerlandia que les dieron asilo, llevaron de esta última el tipo ideal del gobernante de un pueblo libre en la figura austera de Guillermo d<> Orange, qne presagiaba á Washington. Fuertes en la conciencia de sus derechos innatos, se transportaron sin garantía alguna á su nuevo teatro de acción, declarando que « si más tarde sepre- » tendiese oprimirles, aun cuando se ordenase con un sello » real tan grande como una casa, ellos encontrarían medios • > ticaces para nulificarlo. » Y así fué. Apenas pisaron el alíelo (17) Véase Bancroft : « Hist. de El its-Unis, ■■ f. I, caps. IV, VII v VIII, ;>ec¡almente páginas 132, lis, [57 v sig., 2t2 v sig., 256 \ 257, 22 GÉNESIS DEMOCRÁTICO. - CAPÍTULO PRIMERO. de -ii nueva patria electiva, declararon en presencia de Dios que ' fundaban su primera colonia en la región septentrional de la América, y se asociaban en cuerpo civil y político para su mejor organización y conservación, y que en virtud de tal compromiso decretarían, establecerían y formarían las » leves y ordenanzas y constituciones justas y equitativas que juzgasen más convenientes al bien general». Cien bombres firmaron este documento, que según un historiador norte- americano, fué « el origen de la verdadera democracia y la li- » bertad constitucional del pueblo, por el cual la humanidad » recobró sus derechos y estableció un gobierno basado en i/es equitativas y en vista del bien general, reaccionando » contra las constituciones de la edad media derivadas de los privilegios municipales » (18). Vinieron por ultimólos cuá- keros, que proclamaron en absoluto la libertad intelectual del pueblo como un derecho innato é inalienable, y emanci- pando la conciencia humana según el método filosófico de Descartes, formularon su constitución, anticipándose á las constituciones modernas, en que se consignó por la primera vez de una manera absoluta y universal el principio de la igualdad democrática. Y con Guillermo Penn á su cabeza fundaron la colonia representativa de Pensilvania, núcleo y tipo de la gran república de los Estados Unidos. Esta fué la eficiente acción del nuevo mundo sobre la Eu- ropa en la primera época de su descubrimiento y población. Sus inmigrantes al pisar el suelo en que recuperaban su equi- librio, libres de las pesadumbres que los agobiaban en el viejo mundo, formaron un nuevo Estado político, y se dieron según i endencias individuales una constitución democrática apro- pióla á sus necesidades físicas y morales, que encerraba en sí (18) < ncroft : «Hist. » cit., t. I, págs. 296, 321 y sig., 334, — fdotley: «Hist. de la fondalion des l'ro- vince? POLÍTICA COLONIAL. - CAPÍTULO PRIMERO. 23 los gérmenes do su organización futura y el tipo fundamenta] de otras sociabilidades análogas. Tal fué el génesis de la libertad democrática, destinada á unlversalizarse. VI POLÍTICA COLONIAL EN AMBAS AMKRICAS Se ha freído por algunos encontrar la explicación de apti- tudes políticas entre la América del Sud y la del Norte cu los antecedentes económicos de sus leyes coloniales. Empero fué tan restrictiva y tan bárbara como egoísta la política comer- cial de la Inglaterra con respecto á sus colonias como lo fué la de España y Portugal, y es de notar que más atrasada que la de Francia como metrópoli en muchos puntos. Como lo ob- serva Adam Smilh, cuyo testimonio como inglés es decisivo: I oda la diferencia entre la política colonial seguida por las i diferentes naciones no ha sido sino de más ó de menos y han n tenido el mismo objeto. La de los ingleses, siendo la mejor, • ha sido menos opresiva y tenido un poco más de generosi- dad » (19). El monopolio comercial que la España adoptó como siste- ma de explotación respecto de la América inmediatamente después de su descubrimiento, fué tan funesto á la metrópoli como á sus colonias. Calculado erradamente para que las riquezas del nuevo mundo pasaran á España y que ésta fu la única que lo proveyese de artefactos europeos, acapara; sus productos naturales, toda su legislación tendió exclusiva- mente á este objeto en los primer.»- tiempos, y por esto so (19) « An inquiry into the natura of causes of the nrealth of na- tions, » cap. sobre las Coloni . 24 LIO COI - 1PITULÍ PRIMERO. prohibieron en América toda? la* industrias y cultivos simi- lares que pudieran mpetencia á la Península. Para centralizar el monopolio, declaróse que el puerto de Sevilla, - ría la única puerta por donde pudie- -xpedirse buques con mercaderías y entrar los productos coloniales de retorno. Para asegurar la exclusiva hasta del tráfico intermediario, prohibióse toda comunicación comercial las colonias entre sí, de manera que todas ellas conver- en á un punto únic E ma restrictivo se comple- mentó con la organización de las fio*. "raes, reuniendo en un solo < ual ó bienal todas las naves de comercio custodiadas por buques de guerra, y fijó:e en Port obelo y Pa- namá la única puerta de entrada y salida de la América. Las mercaderías lucidas, atravesaban el istmo y se derra- maban por la vía del Pacífico, penetrando por tierra hasta Po- . donde debían acudir á proveerse y hacer los cambios las editerráneas del Su o idas sobre las cos- lel Atlántico con un rec?. por ciento sobre el costo primiti absurdo itinerario, violatorio de las la naturaleza y de las del buen . rno, v el ma del monopolio colonial por medio de las de flotas y ncebido por la demencia de un po- der absoluto y soportado ¡ or la inercia de un pueblo escla- vizado. Las víctimas de tal si-tema fueron la metrópoli v sus color; ¡ AntPs de trascurrir un siglo, la población de España esta- ba reducida á la mitad, sus fáb: .han arruinadas, su marina mercante no existía sino en el nombre, su capital ha- bía disminuido, su comercio lo hacían los extranjeros por me- dio del contrabando, y todo el oroy la plata del nuevo mundo •Da : trtea menos á Espaf . de la marina y de las fábricas y la r: sus i, acabaron por destruir totalmente el comercio ofi- cial. Cuando la España aleccionada por la experiencia quiso POLÍTICA COLONIAL INGLESA. — CAP. I. 23 reaccionar contra su desastroso sistema de explotación, y aun lo hizo con bastante inteligencia y generosidad, ya era tarde; estaba irremisiblemente perdida como metrópoli, y la América meridional para ella como colonia. Ni el vínculo de la fuerza, ni el del amor, ni el del interés siquiera, ligaba la tierra ni los hijos desheredados á la madre patria : la sepa- ración era un hecho y la independencia de las colonias sud- americanas una cuestión de tiempo y de oportunidad. Como lo hemos hecho notar en otro libro, exponiendo es- tos mismos hechos en términos más amplios, el error funda- mental del sistema colonial de España no era una invención, aun cuando lo exagerase, sino una tradición antigua y la teo- ría económica de la época reducida á práctica. La Inglaterra en la explotación de sus colonias del norte de América, pro- pendió igualmente, por medio de leyes coercitivas á que la metrópoli fuese la única que las proveyese de mercaderías europeas, la única de donde partiesen y á donde retornasen los buques destinados al tráfico, cometiendo mayores errores teóricos aun en un principio en la institución de compañías pri- vilegiadas como la de la India oriental, á las cuales entrega- ba el territorio como propiedad feudal, á título de conquisia, reservándose el monarca la absoluta potestad de reglamentar su comercio. Adam Smith, al juzgar con benevolencia la polí- tica comercial de su patria, la condena empero severamente. " La libertad de la Inglaterra, dice, con respecto al comer- cio de sus colonias, se ha reducido al expendio de sus pro- ducciones en estado bruto, y á lo más. después de recibir su primera modificación, reservando el provecho para los fa- bricantes de la Gran Bretaña. La legislación impedía el Lablecimiento de manufacturas en las colonias, recargaba bus artefactos con altos derechos y hasta les cerraba el ac- » ceso de la metrópoli, impedir de este modo el uso más ven- toso de los productos, es una violación de las leyes más Lgradas de la humanidad. La Inglaterra sacriticó en el in- M LAS COLONIAS INGLESAS. - CAPÍTULO PRIMERO. , teres de sus mercaderes el de sus colonias. El gobierno in- •) eléa lia contribuido muy poco á fundar las más importantes -as colonias, y cuando han crecido considerablemente, bus primeros reglamentos con relación á ellas no han teni- ,, nido más objeto que asegurarse el monopolio de su comer- cio, limitando á un solo país el expendio de los artículos de .•ulonias, v por consecuencia á detener su actividad y hacer retroceder el progreso, en vez de acelerar su prospe- i) ridad » (20). Bancroft, norte-americano y descendiente de inglés, después de enumerar todas las restricciones impuestas al comercio del tabaco, que era una fuente de riqueza colo- nial, establece : « Fué prohibido á todo buque, cargado de » productos de la colonia, dirigirse por agua á las costas de Virginia desde otros puertos que no fuesen los de Inglale- » rra. Todo comercio con buques extranjeros fué prohibido » en caso de necesidad. Los extranjeros fueron rigurosa- • mente excluidos » [21 . En la práctica, todos estos errores tuvieron su correctivo. Los reglamentos tiránicos cayeron de suyo en desuso por la resistencia de los colonos armados de sus franquicias munici- pales, y merced á esto, los resultados que buscaba la In- glaterra se realizaron sin gran violencia, con ventajas para la madre patria y sus colonias. Las leyes de navegación (1650- 1666 . dieron ala marina inglesa la supremacía y á sus puertos la exclusiva, al (lesionar de sus mercados la competencia extranjera, quedando en mejor condición sus fabricantes y negociantes, y asi quedó monopolizado de hecho y de derecho el comercio colonial, ampliando la mutua tolerancia lo que tal Bistema tenia de limitado. Este monopolio, juiciosamente ex- I gment sur les ■olonies en general et celles des Anglais en ; :¡!, i. |. (21) " ' ais, i t. I, p;'ig. 245-24(5. LAS COLONIAS INGLESAS. - CAPÍTULO PRIMERO. 27 plotado por un pueblo apto para el tráfico mercantil, ron población superabundante, marina mercante libre en su esfe- ra, con fábricas suficientes para abastecer sus colonias, con instintos de conservación para acrecentar sus capitales sin cegar la fuente de la riqueza misma, con tradiciones de propio gobierno que trasplantaba á sus colonias, sin que un absolu- tismo como el de Carlos V ó el de Felipe II las sofocase, y con una energía individual no coartada por la tiranía fiscal, este monopolio, decíamos, en manos hábiles, fundó la colonización norte-americana y corrigió sus errores, sin incurrir en abu- sos. En 1652, cuando se estableció la república de Ingla- terra bajo Cromwell, pactóse entre la colonia y la metrópoli la libertad de comercio, con la prerrogativa para los colonos de votar sus impuestos por medio de sus representantes y esta- blecer sus derechos aduaneros. Era casi la independencia, como lo observa un historiador norte-americano Los colonos incorporaron á su derecho público estos antecedentes históri- cos, que llegaron á formar un cuerpo de doctrina legal, decre- tando en 1692 y 1704 : « Ningún impuesto puede ser estable- u cido en las colonias sin el consentimiento del Gobernador, » del Consejo y de sus representantes reunidos en asam- blea » (22). Mutiladas ó abrogadas sus cartas fundamentales bajo la restauración despótica de los Estuardos, y sistemado el monopolio comercial de la metrópoli aun después de conso- lidado en Inglaterra el gobierno representativo, la doctrina fué mantenida y respetada por acuerdo tácito. El día que la Inglaterra pretendió desconocer esta doctrina, la revolución uorte-americana estalló en nombre del derecho. Story : « Comment. of tho Const. of the U. S. » Lib. I, 23 REVOLUCIÓN NORTE-AMERICANA, — CAP. I. VII LA EMANCIPACIÓN NORTE-AMEBICANA Una cuestión particular de legalidad constitucional, moti- vada por un impuesto y una tarifa de aduana, fué la causa determinante de la revolución norte-americana, á la inversa de lo que sucedió en Sud- América, que tuvo por origen una cues- tión general de principios fundamentales, que era á la vez cuestión de vida ó muerte para las colonias hispano-america- nas. En este punto es moralmente superior la revolución de Sud-Amérioa á la del Norte. La Inglaterra decretó el impuesto del papel sellado en sus colonias, \ éstas respondieron declarando : « Hay ciertos dere- » chos primitivos, esenciales, que pertenecen al pueblo, y de » que ningún parlamento puede despojarlo ; y entre ellos figu- ra estar representado en la corporación que tiene el dere- » cho de imponerles cargas. Es de toda necesidad que la América ejerza e^tc poder en su casa, porque no está repre- » sentada en el parlamento, y en realidad pensamos que esto es » impracticable » (1765). La ley de papel sellado fué derogada como impuesto interior, pero el parlamento mantuvo en teoría la prerrogativa absoluta de dictar la ley suprema del imperio británico, y sancionó en consecuencia, como derecho exterior, que no había sido expresamente contestado, una tarifa adua- nera para la importación de sus colonias, poniendo su pro- ducto á disposición del rey, lo que importaba sustraerlo al control de las autoridades coloniales (1767). Los colonos protestaron negándose patrióticamente á consumir las merca- derías larifadas, iv>istieron legalmente después, y dando lógi- camenle un paso más, declararon que la ley inglesa sobre motines [Mutiny Act) era nula para ellos, por cuanto había INDEPENDENCIA NORTE- AMERICAN A. - CAP. I. 2'» sido sancionada por un parlamento en que ellos no estaban representados. Para sostener sus derechos, convocaron su milicia municipal, y atacados con las armas en su terreno, contestaron con ellas en Lexington : se sublevaron en masa. A.si comenzó en 1774 la gran lucha por la emancipación ame- ricana. Durante diez años de resistencia, mantuviéronse las colo- nias inglesas en el terreno del derecho positivo, invocando sus franquicias especiales, como propiedad particular suya; piro desde este momento, lo abandonaron resueltamente, y se colo- caron en el sólido y ancho terreno teórico del derecho natural y del ideal, independiente de la ley positiva y de la tradición. Aun antes que el programa revolucionario revistiese esta for- ma universal y humana, ya uno de sus precursores lo había formulado en 176o : — « El pueblo, el populacho como se le lla- ma, tiene derechos anteriores á todo gobierno terrestre, dere- » chos que las leyes humanas no pueden ni revocar ni restrin- » gir, porque derivan del gran Legislador del universo. No son » derechos otorgados por príncipes ó parlamentos, sino dere- chos primitivos, iguales á la prerrogativa real y contempo- » ráneos del gobierno, que son inherentes y esenciales al » hombre, que tienen su base en la constitución del mundo » intelectual, en la verdad, la justicia y la benevolencia» (23). Al declarar su independencia á la faz del mundo el 4 de julio de 1776, las colonias norte-americanas emancipadas, pro- clamaron un derecho innato, universal y humano, una teoría nueva del gobierno con abstracción de todo precedente- de hecho, como principio general de legislación, inspirándose en la ley natural, en la filosofía y en la ciencia política derivada de los dictados de la conciencia cosmopolita. Díjose entonces (23) Palabras de John Adams, apud Bancroft, « Hist. de los tetados Unidos, » t. VIII, p. 7 y 9. 30 TEORÍAS XOHTE AMERICANAS. — CAP. I. por la primera vez en ua documento político : « Tenemos por » verdades evidentes, que todos los hombres fueron creados . (jue al nacer recibieron de su creador ciertos dere- bos inalienables que nadie puede arrebatarles, entre éstos el >» de vivir, ser libres y buscar la felicidad : — que los gobier- nos no han sido instituidos sino para garantir el ejercicio de » estos derechos, y que su poder sólo emana de la voluntad de bernados : — que, desde el momento que ungobierno es .. destructivo del objeto para el cual fué establecido, es dere- » eho del pueblo modificarlo ó destruirlo y darse uno propio >. para labrar su felicidad y darse seguridad » (24). Esta decla- ración de los derechos del hombre, incorporada á las constitu- ción^ del nuevo Estado, fué desde entonces, como se ha dicho, • la profesión de fe política de todos los liberales del mundo, » y despertó la conciencia universal aletargada. La repercusión de estas teorías racionales que respondían á una tendencia de la naturaleza moral del hombre en el mundo y á una necesidad de los pueblos en Europa, se sintió inmediatamente en Francia, que se hizo el vehículo para 11 it irlas á las naciones latinas del nuevo y del viejo mundo. Lafayette llevó á la Francia esa declaración de derechos, y kombresy los pueblos las acogieron con entusiasmo como un nuevo decálogo político. Hasta entonces dos escuelas po- li! iras se dividían el imperio de las conciencias libres. Mon- tesquieu, que fué el primero que señaló al mundo en las co- lonias inglesas la presencia « de grandes pueblos libres y » felices en las selvas ameri* 25), » buscó en la heren- cia del pasado la reforma y mejora del régimen político y llegó lógicamente, según su teoría, á considerar la constitu" < mu inglesa como el último resultado de la experiencia y la ' l' independencia de los Estados Unidos de América. Bsprit des luis, lib. XIX, cap. XXVII. CONSTITUCIÓN NORTE-AMERICANA.. - CAP. I. il lógica humana, presentándola como modelo acabado. Esta es la escuela histórica. Rousseau, negando el valor de la expe- riencia, rompiendo con los antecedentes históricos, atacando las constituciones existentes, toma por punto de partida y por objetivo la libertad natural y la soberanía del pueblo, bus- cundo « la mejor forma de asociación que defienda y proteja 0 contra la fuerza comúu á cada asociado, de manera que, al » unirse cada uno á todos, no obedezca sin embargo sino á » sí mismo, y quede tan libre como antes » (26). Esta es la escuela filosófica, cuya doctrina formulada en la constitución de los Estados Unidos de América, y cuya teoría conse usual, desacreditada por mucho tiempo, ha sido jurídicamente re- habilitada por el más profundo publicista moderno (27), con- virtiéndose en hecho consumado y en principio racional y científico de un nuevo derecho público. En esta forma popu- lar y al alcance de todos, debía generalizarse la nueva doc- trina en las colonias sud-americanas, mientras remontaban á su fuente originaria hasta encontrarla en la población libre del nuevo mundo. Lo más grande y más trascendental de la revolución norte- americana, no es su independencia nacional, sino su eman- cipación política, intelectual y moral en nombre de los dere- chos humanos, y la fórmula constitucional, ó más bien cons- titutiva, que los sintetiza. Como lo observa un historiador alemán: « el encanto de esta constitución está en su gran » liberalidad, en su carácter simple, racional y natural, en 1 -u consecuencia lógica, en su fidelidad á los principios, en > fin, porque podía ser aplicable á todos los pueblus en de>a- >- cuerdo con el régimen imperante; en que establecía lia >; derecho igual para todos, no cuino derecho positivo y ad- (2«¡ « Contrat Social, » cap. VI. (2" Véase Bluntschli : « Tin de de l'État. » 32 PÍSTITUCIÓN NORTE-AMERICANA. - CAP. I. » quirido, sino como innato, natural é independiente de la ley, de la tradición; no como un hecho histórico, sino como » una idea; en que señalaba un cierto espíritu de libertad y » de humanidad, que hada abstracción de toda condición es- » pecial, y debía servir de principio general á toda legislación » particular, determinando de antemano su carácter y su » espíritu, que debía ser « una ley para los legisladores, » » como Talleyrand lo hacía decir en 4790 ala Asamblea de » Francia. Son estas dos cualidades del idealismo y del uni- >/ versalismo, esta conciencia del pensamiento político, lo o que ha operado la trasnformación completa en el estado » político y en la cultura intelectual y moral del mundo, » emancipando políticamente á los pueblos » (28). Desde en- tonces, el constitucionalismo inglés dejó de ser un modelo, y la constitución inglesa dejó de ser un ideal, aun para los mis- mos ingleses, que han tenido que reconocer á sus descen- dientes y discípulos políticos como á sus maestros en el pre- sente y el futuro. El espíritu de la libre Inglaterra se anticipó en su tiempo al juicio de la posteridad, dando la razón á la América insu- rreccionada en sus controversias constitucionales. Sus grandes hombres de Estado y sus más señalados pensadores, empe- zando por Chattam en su primera época y Burke á la cabeza de ellos, simpatizaron con la resistencia de sus colonias y aun hirieron votos por su triunfo, al declarar que « los principios » no podían monopolizarse. » Y uno de los más profundos historiadores de la civilización de Inglaterra, que antepone italidad de las leyes físicas en el destino de las naciones á las inüuencias morales, sobreponiéndose á todo espíritu de e t echo nacionalismo ha declarado : « La guerra con la Amé- » rica fué una gran crisis en la historia de Inglaterra, y la (28) Gerrinm : « Int. á l'hist. du XIX' siécle, » ps. 193-194. REBELIONES 8UD AMERICANAS. CA P. I. » derrota de los colonos hubiera comprometido considera- » blemente nuestras libertades. Los americanos fueron >• nuestros salvadores, los americanos que, llenos de he- » roismo, hicieron frente álos ejércitos del rey, los batieron » en todas partes, y desligándose por último de la madre patria, comenzaron á seguir esa carrera maravillosa, que » enseña lo que puede realizar un pueblo libre entregado á » sus propios recursos » (29). Su acción sobre la revolución francesa fué más marcada, combinándose con la teoría filo- sófica de sus publicistas. Fué así como la América reaccionó saludablemente por inda vez sobre la Europa, salvándola en sus dos grandes conflictos. En la tercera vez, el gran papel histórico corres- ponde á la América del Sud, como se ha visto y como se de- mostrará más adelante. VIII FILIACIÓN DE LA REVOLUCIÓN SID-AHER1CANA La historia se modela sobre la vida, y como las acciones humanas son fuerzas vivas incorporadas á las cosas, sus ele- mentos se desarrollan bajo la influencia de su medio, y como el bronce en fusión ó la arcilla, toman las formas que su molde les imprime. Así vemos, que la colonización hispano- americana desde sus orígenes entrañaba el principio del in- dividualismo y el instinto de la independencia, que debían necesariamente dar por resultado la emancipación y la de- mocracia. Vése así, que apenas conquistado y poblado el Perú por la raza española, fué teatro de continuas guerras civiles y revoluciones, y que sus conquistadores, encabezados Bui kle : « Hist. de la civilisation en Angleterre, » t. II, p. 161. TOII. i. 3 34 REBELIONES SUD-AMERICANAS. - CAP. I. por Gonzalo Pizarro, enarbolaron el pendón de la rebelión (■mi ira su rey, en nombre de sus derechos de tales, obede- ciendo á un instinto nuevo de independencia, y que cortaron la cabeza al representante del monarca, que lo era á la vez de la monarquía, de la aristocracia feudal y de la dominación española (1540). Un cronista contemporáneo, impregnado de las fisiones de la época, cuyo libro fué mandado quemar por los reyes de España porque las reflejaba, haciendo hablar á un jurisconsulto español, que era consejero del primer re- belde americano, pone en su boca estas palabras: « Argüía Zepeda, que de su principio y origen todos los reyes descien- den . XXXIV, p. 3'¡.— Compárese con la pálida versión que de la teoría de Zepeda hace Hobertson en su « Hist. of America, » lib. VI. — además : (.arcilaso de la Vega: «Hist. eral, del Perú », 2.a parte libro IV. p. M. Xim< nez de la Espada en el Prólogo á la « Guerra de Quito» ii, t. 1, p. 33. INSURRECCIONES SÜD-AM ERICANAS. - CAP. I. 35 rica, vése á un hijo de Hernán Cortés, que llevaba on bus venas la sangre americana de la célebre india D.a Marina, fra- guar una conspiración para independizar á Méjico de su metró- poli, en nombre del derecho territorial invocado por Pizarro. La pobre y oscura colonia del Paraguay fué desde sus pri- meros tiempos una turbulenta república municipal, emanci- pada de hecho, que se gobernó á sí misma y se dictó sus pro- pias leyes. Los colonos depusieron gobernadores con provi- sión peal al grito de ¡mueran ¡o* tiranos!^ eligieron manda- tarios por el sufragio de la mayoría y mantuvieron si,s fueros por el espacio de más de veinte y cinco años (1535-1560), bas- tándose á sí mismos. Guando hubo nacido allí una nueva raza criolla, producto del consorcio de indígenas y europeos, un nuevo elemento se introdujo en la colonia. Un contempo- ráneo español, testigo presencial de esta gestación, decía en 1579 hablando de « estos hijos de la tierra, » que « de las cinco parles de la gente española, las cuatro son de ellos, eada día va en aumento, teniendo muy poco respeto á la justicia, á sus padres y mayores, muy curiosos en las ar- » mas, diestros á pie y á caballo, fuertes en los trabajos, ami- » gos de la guerra y muy amigos de novedades » (32). Bastan estos ejemplos remotos para comprobar que la colo- nización liispano-americana entrañaba el germen del indivi- dualismo y de la independencia, aun haciendo caso omiso del levantamiento de los hermanos Contreras en Nicara- gua 1542 . que presentaron batalla campal á las tropas del rey en Panamá; de la revolución de (ion/alo Oyón (1560), en Popayán ; de la sublevación de A.guirre cu el Amazonas (1580), que llevó la sedición hasta <'l centro de .Nueva (ira- 1, y de otros muchos alborotos del mismo género has! 1 (32) Informe del tesorero Hernando de Montalvo, escrito en l."»TÍ>, que il Río do l.i Plata con la expedición de Zarate y fué cabildante 'le Un nos A 11 ■ 5 1 11 1589. (M. rf. inédito del Archivo d 36 INSURRECCIONES SUD-AMERICANAS. — CAP. I. fines del siglo XVII, por cuanlo estas insurrecciones inicia- les fueron resabios del revuelto espíritu castellano más bien que productos de la tierra, aunque presagiasen ya la índole de la insurrección futura. Así, la España, fundó con su colo- nización americana un mundo rebelde y una democracia genial, mientras la Inglaterra fundaba en la suya un mundo libre y una democracia orgánica. La insurrección verdaderamente criolla se inicia á princi- pios del siglo XVIII, en que se oye por primera vez en Potosí el grito de Libertad, y los criollos dejan de considerarse españoles para apellidarse con orgullo americanos. Es el asomo de un nuevo espíritu nacional. Los sabios viajeros españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, comisionados para medir un grado terrestre sobre el Ecuador (1735), trazaron la línea divisoria entre ambas razas : « No deja de parecer cosa » impropia, que entre gentes de una misma nación y aún de ) una misma sangre, haya tanta enemistad, encono y odio, » y que las ciudades y poblaciones grandes sean un teatro » de discordias y de continua oposición entre españoles y riollos. Basta ser europeo, ó chapetón, como le llaman, [>ara declararse contrario á los criollos ; y es suficiente el ■ haber nacido en Indias para aborrecer á los españoles. » Desde que los hijos de europeos nacen, y sienten las luces » aunque endebles de la razón, 6 desde que la racionalidad » empieza á correr los velos de la inocencia, principia en » ellos la oposición á los europeos. Es cosa muy común el » oír repetir á algunos, que si pudieran sacarse la sangre de » españoles que tienen de sus padres, lo harían, porque no » estuviese mezclada con la que adquirieron de sus ma- ■ dres » (33). Los meztizos daban pábulo á este incendio latente de odios étnicos. J. Juan y A. L'lluu : « Noticias secretas de América, » ps. 415 y 420. tMbliRltELL. IONES SUD-AM E I! IC A N A S . — CAP. 1. SI En 1711, los meztizos proclamaron rey de Venezuela á un mulato, y en 1733 los criollos se levantaron en armas contra los privilegios de la « Compañía Guipuzcoana de Caracas, » organizada para monopolizar el comercio de los productos de la tierra, y dieron batallas campales en favor de la libertad de los cambios, obligando á la metrópoli á prometer su extin- ción (34). Por el mismo tiempo (1730), dieron los mestizos el grito de insurrección « en número de 2,000 hombres en Co- chabamba (Alto Perú), y se juntaron en el nombre de ejér- » cito con armas y bandera desplegada, en odio de los i españoles europeos para protestar contra el impuesto per- » sonal, » conquistando la franquicia de elegir alcalde y n>rregidores criollos, con exclusión délos españoles (3o). En 1765, en el mismo año en que los americanos del norte pro- testaban contra los impuestos con que los gravaba el parla- mento de la madre patria (1765), los criollos de Quito se insu- rreccionaron contra el impuesto de las alcabalas, — como en tiempo de Carlos V lo habían hecho ya, — muriendo más de 100 hombres y venciendo al fin á los españoles, hasta obte- ner una amnistía (36). Pero estos estallidos precursores de la lución que estaba en las cosas y se operaba en los espíri- tu^, no tenían sino por accidente un carácter político, y care- naron de formas definidas y de propósitos deliberados de libertad é independencia. Estaba reservado á la embrionaria república municipal del Paraguay dar el primer ejemplo de un movimiento revolu- < i"iiario con una doctrina política, que envolvía el principio Montenegro : «Geografía genoral para el uso de la juventud de vuela, o (obra fundamental), t. IV, p. 60.— Véasi; « Real Compañía, Guipuzcoana de Caracas, » p. 30 y sig. Relación del Marqués Castel-Fuerte en 173G, en a Memoi I i reyes del Perú », t. CXIII, p. Historia de la Rev. de la Hep. de Colombia, ■ (ed. dfl t. I, ps. 7 y 8. COMUNEROS DEL PARAGUAY. — CAP. I. soberanía popular superior á la de los reyes. Con motivo de un conflicto entre el gobernador nombrado por el rey y el Cabildo de la Asunción que invocaba los antiguos fueros municipales de los colonos, el Paraguay levantó el pendón de Padilla caído en Yillalar. Entonces apareció en la escena el famoso José Antequera, americano de nacimiento y educado en España, que aclamado Gobernador por el voto del Común, l.uó ante el pueblo : que los pueblos no abdican ; que « el .. derecho natural enseña la conservación de la vida, sin dis- tinguir estado alguno que sea más privilegiado que otro, » como á todos enseña é instruye aun sin maestros, á huir » lo que es contra él, como servidumbre tiránica y sevicia » de un injusto gobernador » (37). Con esta bandera y este programa, se hizo él caudillo del pueblo contra la supremacía teocrática de los jesuítas del Paraguay, que lo barbarizaban . ¡dotaban ; levantó ejércitos, dio batallas contra las tropas del rey ; derribó cabezas y fué bendecido como un salvador (1724-1725). Como Padilla, expió su crimen en un cadalso, como reo de lesa majestad (1731), juntamente con su algua- cil mayor, Juan de Mena. En presencia de la muerte, renovó -ii profesión de fe, y en la prisión formó un discípulo que continuase su obra. Fué éste un tal Fernando Mompox. ame- ricano como él, que huyó de la cárcel de Lima, se trasladó al Paraguay, y avivó ■ el fuego tapado con cenizas, » según la expresión del virey del Perú. A la noticia de la ejecución de Antequera, la hija de Juan de Mena, que á la sazón llevaba luto por >u espuso, se despojó de él y reveló por la primera vez la pasión femenil por la libertad en América, vistiendo mi- más ricas galas: « No debe llorarse, dijo, una muerte gal y política del doctor Joseph de Antequera, | tivos á los jesuítas del Paraguay, t. 111, 13 y 293. COMUNEROS DE NUEVA GRANADA. - CAP, I. 39 »> tan gloriosamente sufrida en servicio de la patria » (38). Mumpox organizó bajo la denominación de Comuneros, el partido de Antequera y del Cabildo, y se hizo su tribuno, de- poniendo otro gobernador é instituyó una Junta de Gobierno, elegida popularmente con esta fórmula política : « La auto- ■ riilad del Común es superior ú la del mismo rey. Opongá- monos á la recepción del nuevo gobernador en nombre del a pueblo, asumiendo una responsabilidad colectiva que es- » cude á los individuos » (39). Después de estas palabras, que lo han hecho revivir en la posteridad (1732), Mompox desaparece envuelto en la derrota de su causa (40)i La semilla comunal sembrada por Antequera y Mompox, retoñó en otra forma en la Nueva Granada, medio siglo des- pués (1781). Con motivo de establecerse nuevos impuestos, que gravaban la producción del país, una mujer del pueblo arrancó en la ciudad del Socorro el edicto en que se promul- gaban. El país se levantó en masa bajo la dirección de sus municipalidades, y con la denominación de Comuneros le- vantó un ejército de veinte mil hombres, á órdenes de su capitán general Juan Francisco Berbeo, popularmente ele- gido, que batió á las tropas reales é impuso las capitulacio- nes llamadas de Zipaquirá, en que se pactó la abolición perpetua de los estancos y se moderaron los derechos de alcoholes, papel sellado y otros impuestos ; que se supi imie- Ben los jueces de residencia, y los empleos se diesen á los americanos y sólo por su falta á los españoles europeos ; con- firmándose los nombramientos populares de los capitanes (3N) Testimonio de Charlevoix, que como jesuíta era enemigo «le An- tequera y de Mena. « Hist. du Paraguay,» t. V, p. 1 TV» (ed. en 8 de '■ Charlevoix, «Hist. du Paraguay, <> I. V, p>. 146 y i *7. i" Vea e : - Relación del Marqués de i Fuerte en Mena, da tos \ ¡reyes del Perú t. III, p. 30i 40 COMUNEROS DE NUEVA GRANADA. - CAP. I. elegidos por el Común, con la facultad de instruir á sus com- pañías en los días de fiesta en ejercicios militares, todo, bajo la garantía de una amnistía que se juro por los Santos E van- os. La capitulación fué violada por los españoles, bajo el pretexto de que « lo que se exije con violencia de las auto- » ridades trae consigo nulidad perpetua y es una traición n declarada. » Un caudillo más animoso, llamado José Anto- dío Galán, volvió á levantar la bandera de los comuneros, pero vencido olra vez, fué condenado á ser suspendido en la horca como reo de alta traición, á ser quemado su tronco delanlo del patíbulo y sus miembros colgados en escarpias en el teatro de la insurrección, confiscando sus bienes, demo- liendo sus casas, sembrándolas de sal, y su descendencia se declaró infame. Berbeo vivió en la oscuridad, y es acaso, observa un historiador, el Tínico ejemplar en las colonias es- pañolas, de un jefe que después de haber hecho la guerra al soberano, hubiese existido en sus dominios sin morir en un patíbulo 4! . Pero estos movimientos concéntricos y otros muchos del misino género, dentro de los elementos del sistema colonial, son agitaciones sin trascendencia, que sólo tienen valor como antecedentes históricos, por cuanto no señalan una verda- dera revolución. Empero, esto prueba, que durante dos si- glos, la América del Sud tuvo una vida trágica y tormentosa, ne así en los primeros tiempos de la conquista como durante la colonización, los españoles americanos y los nati- protestaron siempre contra la dominación absoluta de la madre patria, y que ella era odiada por los americanos, sín- tomas que presagiaban una crisis fatal. po : llist. do la Rep. de Colombia, » t. I, p. 11 y sig. TENDENCIAS SUD-A.M ERICAN AS . — CAP. I. 41 IX REVOLUCIÓN MORAL DE LA AMÉRICA DE I. SUD Las revoluciones no se consuman sino cuando las ideas, los sentimientos, las predisposiciones morales é intelectuales del hombre se convierten en conciencia individual de la gran masa y sus pasiones en fuerzas absorbentes, porque, como se ha dicho con verdad, « es el hombre y no los acontecimientos externos el que hace el mundo, y de su estado interior depen- de el estado visible de la sociedad. » Esta revolución habíase operado en el hombre sud-americano antes de finalizar el siglo XVIII, marcando su crecimiento y su nivel moral la escala invisible que llevaba en su alma. Desde entonces, todas sus acciones tienen un objetivo, una lógica, un signifi- cado ; sus trabajos revolucionarios acusan un deliberado pro- pósito con planes más ó menos definidos de organización, y una aspiración hacia un orden mejor de cosas. La emancipa- ción era un hecho que estaba en el orden natural de las cosas, una ley que tenía que cumplirse, y en ese rumbo iban los espíritus. Cuándo y cómo, eran cuestiones de mera oportunidad y de forma, y de afocamiento de voluntades predispuestas. La revolución estaba en la atmósfera, esta ha en las almas, y era ya no un solo instinto y una gravitación mecánica, sino una pasión y una idea. En tal sentido, el acontecimiento extraordinario que más contribuyó á formar esta conciencia y abrir los ojos á los mismos gobernantes, fué la emancipación de la América del Norte, que dio el golpe de muerte al antiguo sistema colo- nial. Su organización republicana, armónica ron el modo de ser de la América del Sud por la influencia del medio, le dio" su fórmula. En un principio, esta acción no se hizo sentir 42 pi.AN DE ARANDA. - CAPITULO PRIMERO. ¿amenté por el estado de marasmo social y político en que varían las colonias hispano-americanas, pero no por eso deió* do ser eficiente. Una combinación de circunstancias concurrentes que alteró el equilibrio instable existente, puso en conmoción el organismo sud-americano hasta entonces inerte, y dio á la misma metrópoli la evidencia de que sus colonias estaban por siempre perdidas en un plazo más ó me- nos larffo. Fué la misma España la que, bajo el reinado de ts III, dio la primera señal de la emancipación de sus co- lonias, en el hecho de unir ciegamente sus armas á las de la Francia para sostener la insurrección de los norte-america- nos en odio á la Inglaterra, y reconocer después la indepen- da de la nueva república, lo que importaba una verdadera abdicación y un reconocimiento de principios destructores de su poder moral y material. El conde de Aranda, uno de los primeros hombres de Estado de España en su tiempo, previo estas consecuencias, y aconsejó á su soberano en 1783 que se antieipase á sancionar un hecho que no estaba en su mano evitar, « deshaciéndose espontáneamente del dominio de todas sus posesiones en el continente de Ambas Américas. y iblecer en ellas tres infantes, uno como rey de Méjico, otro como rey del Perú, y otro como rey de Costa-Firme, tomando el monarca el título de Emperador. » Este plan, que con razón califica su autor de « gran pensamiento, » se fun- daba en que : «jamás han podido conservarse posesiones tan vastas, colocadas á tan grandes distancias de la metrópoli, ni acción elicaz sobre ellas, lo que la imposibilitaba de hacer el bien en favor de sus desgraciados habitantes, suje- to i vejaciones, sin poder obtener desagravio de sus ofen- sas y expuestos á vejámenes de sus autoridades locales, o circunstancias que reunidas todas, no podían menos de descontentar á los americanos, moviéndolos á hacer esfuer- i ti n de conseguir la independencia tan luego como la •> ocasión l*-s fuese propi ia. » Y descorriendo el velo del por- INFLUENCIA NORTE-AMERICANA - CAP. F. 43 venir, profetizaba lo que necesariamente iba á suceder ■ o acabamos de reconocer una nueva potencia en un país en » que no existe ninguna otra en estado de cortar su vuelo. Esta república federal nació pigmea. Llegará un día en que » crezca y se torne gigante y aun coloso en aquellas regio- » nes. Dentro de pocos años veremos con verdadero dolor la existencia de este coloso. Su primer paso, cuando haya lo- >> grado engrandecimiento, será apoderarse de la Florida y " dominar el golfo de Méjico. Estos temores son muy funda- » dos, y deben realizarse dentro de breves años si no presen- tí ciamos otras conmociones más funestas en nuestras Amé- » ricas » (42). Kl monarca español cerró por el momento sus ojos á la luz de estos consejos, pero antes que hubiesen transcurrido seis anos, el rayo de la revolución francesa en 1789, que iluminó con súbitos resplandores la conciencia humana, le hizo en- trever el abismo que había cavado al pie de su trono. La revolución norte-americana mostró entonces su carácter uni- versal, así que se propagó en Europa y conquistó á sus prin- cipios hasta las mismas naciones latinas, como se explicó antes. Los reyes absolutos del viejo mundo, y aun la misma libre Inglaterra por razón de su régimen monárquico, corn- piv ndieron su alcance político y sintieron conmoverse los ci- mientos de su poderío. Alarmados, formaron ligas libertici- da- contra los nuevos principios en Europa y A mélica, y la reacción se hizo sentir en ambos mundos. La España, asustada de las consecuencias de su propia obra, persiguió desde entonce- ha-la la introducción de los símbolos de la libertad norte-americana en sus colonias. Con (42) Memoria del conde de Aranda al Rey Carlos III en 1783, publi- cada por l.i primera vez en la trad. española de La E¡ p ifl i b yo el rei- nado de la casa d( Borbón, » de Coxe., t. IV, p. 433 y üg. (ed. de Ha trid, i 14 DERECHOS DEL HOMBRE.- CAPÍTULO PRIMERO. motivo de tenerse noticia de que los criollos sud-america- nos guardaban secretamente medallas conmemorativas de la independencia de los Estados-Unidos, con el lema de Libertas Americana, dispúsose por real orden que « se celase con la « mayor vigilancia no se introdujese en Indias ninguna espe- cie de medallas que tengan alusión á la libertad de las « colonias anglo-americanas ; haciendo recoger con pruden- « cía. sin «lar á entender el motivo, las que se hallasen espar- cí cidas » (43). Con las medallas circulaban las ideas que no podían ser recogidas. La revolución francesa de 1789 fué consecuencia inme- diata de la revolución norte-americana, cuyos principios uni- -alizó y los hizo penetrar en la América del Sud por el vehículo de los grandes publicistas franceses del siglo XVIII, que eran conocidos y estudiados por los criollos ilustrados de las colonias ó que viajaban por Europa, y cuyas máximas i evolucionarías circulaban secretamente en las cabezas como las medallas conmemorativas de la libertad de mano en mino. Al ver realizadas sus teorías por la revolución del 89, y al leerlas consignadas bajo la forma de preceptos constitu- cionales en la « Declaración de los Derechos del Hombre, » importados d< América á Europa y que la Francia propagó pur el mundo, la revolución se consumó en las conciencias v la idea de la independencia se hizo carne. .Muy luego, re- montando á la fuente beberían en ella los principios origina- rios y encontrarían el tipo de la república verdadera. Mien- Lras tanto, su actividad moral se alimentaba recibiendo la (43) Real orden de 18 de mayo de 1791, publicada por la primera vez por don Andrés Lamas en el vol. II, p. 309 de la « Revista del Río de la Plata, u La real orden dice Libertad Americana en vez de Libertas, y esto indujo al Sr. Lamas en la interesante noticia que da sobre el par- ticular, á suponerla alusiva a la independencia sud-americana, rectiti- lo -ii juicio posteriormente en presencia de la misma medalla que ii rico monetario americano. DERECHOS DEL HOMBRE. — CAPÍTULO PRIMERO. 45 comunión de las ideas por esa vía. Antonio ¡Varillo, dolí- nado á representar un papel espectable en la futura revolu- ción colombiana, tradujo é hizo imprimir secretamente los Derechos del Hombre en Nueva Granada, al mismo tiempo que se fijaban pasquines contra el gobierno español, indi- cantes de una fermentación sorda (1794). Perseguido por esta causa, no pudo comprobarse el cuerpo del delito, pues no se encontró un solo ejemplar de la edición ni hubo quién depusiese en contra, aun bajo la angustia de los tormentos que impusieron los jueces inquisitoriales, tal fué la fidelidad con que los conspiradores guardaron el secreto. Nariño hizo valientemente su defensa ante la Audiencia, sosteniendo que la publicación no era un crimen, pues los mismos principios corrían impresos en libros españoles, y que considerado el escrito á la luz de la razón y dándole su verdadero sentido, él no era pernicioso ni podía ser perjudicial. El propagador de los nuevos principios fué condenado á presidio en África, confiscación de todos sus bienes, extrañamiento perpetuo de América, y á presenciar la quema del libro original que le sirvió de d'xto para su traducción por mano del verdugo (44). Por aisladas que parezcan estas manifestaciones, ellas eran síntomas de los tiempos. No hay hechos fortuitos en la his- toria : todos ellos tienen su coordinación lógica, y se explican por las leyes regulares que presiden al crecimiento y la deca- dencia de las naciones en lo que se ha llamado la dinámica tocia! en contraposición de la teología histórica. Las ideas no son aerolitos caídos de otros mundos; tienen su origen en la naturaleza moral del hombre del planeta. Así como la apari- ción de una planta en un terreno inculto, señala interven- ción de acciones físico-químicas, climatológicas y orgánicas, ü Restrepo : « Hist. de la R'-v. de la Rep. de Colombia . i. I, p. 31 >ESIS DE LAS IDEAS. - CAPITULO PRIMERO. que se combinan, la aparición de una idea en una cabeza iu.lica una elaboración intelectual que se opera simultánea- mente en las cabezas. Gomo lo ha dicho Emerson, filósofo americano, que ha experimentado el fenómeno en sí, las ideas reformadoras tienen una puerta secreta por donde penetran en el corazón de todos los legisladores y de cada habitante de todas las ciudades : el hecho de que un nuevo pensamiento y una nueva esperanza han entrado en un cora- zón, es anuncio de que una nueva luz acaba de encenderse en el corazón de millares de personas. La prueba de ello es que, después de la emancipación de las colonias norte americanas, v de la revolución francesa, lo mismo pensaba respecto de la independencia lud-americana, JeITcrson en Estados Unidos, Burke y Pitt en Inglaterra, el rey de España en Madrid, su ministro Aranda en París, Tallien y Lafayette en Francia, y los criollos sud-americanos de las colonias en América y en Europa. El criterio político se formaba por el ejemplo de lo que pasaba en ambos continentes; las nuevas ideas penetra- ban primero en las cabezas ilustradas y se infiltraban en la masa por el vehículo del instinto y de la pasión, que trans- formaba las almas por la creación de un ideal que cada cual interpretaba según sus alcances ó según sus intereses ó ten- dencias, teniendo evidencia de este fenómeno hasta los mis- mos poderes absolutos que experimentaban su influencia. Asi es como se iba preparando la revolución moral en la América del Sud, una vez que la idea nueva prendió en los tus. X i:L PRRCUBSOR DF. LA EMANCIPACIÓN SL'D-AMF.r,ir.\NA P i ste mismo tiempo hacía algunos años recorría el mundo un ardiente apóstol de la libertad humana, precursor MIRANDA. — CAPÍTULO PRIMERO. 47 de la emancipación sud-americana. Era un soñador ron ideas confusas y conocimientos variados é inconexos, un guerrero animado de una pasión generosa, y sobre todo un gran carác- ter. Soldado de Washington en la guerra norte-americana, c.uiiaiada de Lafayette, general con Dumouriez en las prime- ras campañas de la revolución francesa, compañero de prisión de Madame Rolland, confidente de Pitt en su plan de insu- rrección de las colonias hispano-americanas, distinguido por Catalina 11 de Rusia á cuyos favores antepuso la austera mi- sión que se impuso, considerado por Napoleón como un loco animado de una chispa del fuego sagrado, el caraqueño Fran- o Miranda tuvo la primera visión de los grandesdesliuos de la América republicana, y fué el primero que enarboló la ban- dera redentora por él inventada en las mismas playas descubier- tas por el genio de Color . Fué él quien centralizó y dio objetivo álos trabajos revolucionarios de los sud-americanos dispersos eo Europa, entablando relaciones sistemadas con los criollos de Las colonias, y el que fundó en Londres á fines del siglo XYIll la primera asociación política á que se afiliaron lodos ellos, con el objeto de preparar la empresa de la emancipación sobre la base del dogma republicano con la denominación de « Gran Reunión Americana». En ella fueron iniciados en los misterios de la libertad futura, O'Higgins, de Cbile; Narífio, de Nueva Granada; Montufary Rocafuerte, de (Juito; Caro, de Cuba y representante de los patriotas del Perú; Alvear, argen- tino, y otros que debían ilustrarse más tarde confesando su Credo ó muriendo por él. Ante ella prestaron juramento de hacer triunfar la causa de la emancipación de La América meridional, los dos grandes libertadores, Bolívar y Sah M Ifl UN. Esta asociación iniciadora de la revolución de Sud-Amó- lu.* el tipo de las sociedades secretas del misino género, que trasplantadas al terreno de la acción, imprimieron >u sello á 1".- 1 aracteres de los que después fueron Llamados á dirigirla MIRANDA. - CAPÍTULO PRIMERO. y decidir de sus destinos. Ellas le inocularon el sentimiento genialmi ate americano, que sin determinar fronteras ni darse cuenta de los obstáculos, confundía colectivamente á todas las colonias esclavizadas en una entidad, en una aspiración idén- tica, en un amor único, y hasta en un odio solidario contra sus amos. Este resorte moral dio á la revolución americana su cohesión continental por la solidaridad de causa, su unidad por la propaganda recíproca y simultánea, y aseguró el triunfo por la comunidad de esfuerzos. Este era el gran punto de con- tacto entre los criollos que habitaban las colonias hispano- americanas, y de los que lejos de ellas, en otro medio y bajo otras impresiones, trabajaban por su independencia y por su libertad. Esto explica también el sincronismo de sus primeros estremecimientos á pesar del aislamiento de las colonias, en que las mismas causas morales producían idénticos efectos ]" »r misteriosas afinidades electivas. Miranda, como Procida, buscó el apoyo del mundo entero para interesarlo en la causa de la independencia hispano-ame- ri' ana, y principalmente el de la Inglaterra con la cual llegó á formalizar pactos en tal sentido, obteniendo por tres veces consecutivas (1790-1801) del ministro Pitt la promesa de ser apoyado en su empresa moral y materialmente con la coope- ración de los lisiados Unidos. Complicaciones de la política europea y trepidaciones del Gobierno de Washington obstaron á esta combinación (45). Fué entonces cuando, por vía de manifiesto y declaración de derechos de la América del Sud, hizo redactaren 1791 una carta á los americanos, en que se hacía el proceso del sistema colonial de la España, estable- ciendo que, « la naturaleza había separado por los mares á la América de la España, emancipando de hecho á sus hijos de » la madre patria, y que ellos eran libres por derecho natural, (4o) Véase nuestra « Historia de Belgrano, » t. I, p. 112 y sig. (4.a ed.) MIRANDA. CAPITULO l'KI.M ERO. 49 » recibido del Creador, inalienable por su naturaleza, y no » podía ser arrebatado sin cometer delito: que sería una blas- femia suponer, que el Supremo Benefactor hubiese permitido » el descubrimiento del Nuevo Mundo solamente para que un b pequeño número de imbéciles explotadores tuviesen la Liber- ta tad de asolarlo y disponer á su antojo de la suerte de millones de hombres: concluyendo, que el coraje de las colonias » inglesas e i América, que debía avergonzar á los sud-ame- » ricanos, había coronado de palmas la frente del Nuevo Mundo, al proclamar y hacer triunfar su libertad, su indepen- dencia y su soberanía ; que no podía prolongarse! la cobarde » resignación, y había llevado el momento de abrir una nueva >•. era de prosperidad exterminando la tiranía, animados por » los eternos principios de orden y justicia, y con el auxilio d< » la Providencia formar de la América unida por comunes in- - una grande familia de hermanos » (46). Pero de- sahuciado Miranda por la Inglaterra y los Estados Unidos, tenté por sí solo la empresa, y en 1806 se lanzó en dos ocasio- nes, — con 200 hombres, la primera y con 500 la segunda, — Bobre Costa Firme, v en ambas fué rechazado en Ocumare y Vela de Coro, sin que nadie res] diese á su grito de insu- rrección. Pero el gran grito estaba dado, y encontraría ecos i ii ambos mundos. La Inglaterra, mientras tanto, abandonando con la muerte de l'ilt sus proyectos de emancipación de las colonias espa- ñolas, emprendió por su cuenta la conquista de la A mérica del Sud, y fué derrotada por dos veces en Buenos Aires en 1806 y 1807, como lo había sido en 17 10 en Cartagena de Indias. (4íV Esta carta fué escrita en Londres en 1791 por el jesuíta expul- sado de América Vizcardo \ (íuzmán, y de ella hizo hacer Miranda dos mes, una en Londres y otra en listados Unidos. No liemos podida ¡llar til texto en español, > nos liemos valido de una traducción sa, publicada ni ¡inJ- s en 1808 \ rej lucida en 1810 en I i obra >.'• W dtou l'i -■ ni slale oí the colonii MIRANDA. - CAPÍTULO PRIMERO. Miranda se complació de esta derrota y escribió al Cabildo de Buenos Aires 1808 .felicitándolo : « He tenido la doble satis- facción de ver que mis amonestaciones al gobierno inglés, en i uaiito ;í la imposibilidad de conquistar ó subyugará nuestra América, fueron bien fundadas, al ver repelida con heroico Bfuerzo tan odiosa tentativa. » Al mismo tiempo se dirigía al Cabildo de Caracas, noticiándole la acefalía de la España por efecto de la invasión napoleónica y le aconsejaba que reuniéndose en un cuerpo municipal representativo tomara » á su cargo el gobierno, y enviara diputados á Londres con I objeto de ver lo que conviniera para la suerte futura del Nuevo Mundo» (47). .V la vez hizo imprimir en Londres i¡n libro inspir ido por él, escrito por un inglés y en inglés, en que señalaba la derrota de los ingleses como una lección que debía aprovecharse. Uno de los generales ingleses, vencidos .oí esta empresa,- - norte-americano de origen, — había escrito a su gobierno : « La opresión de la madre patria ha hecho más » ansioso en los nativos el anhelo desacudir el yugo de Espa- ña,) quisieran seguirlos pasos délos norte-americanos exi- giendo un estado independiente. Si les prometiésemos la • independencia, se levantarían inmediatamente contra su gobierno, y la gran masa de sus habitantes se nos uniría. » Ninguna otra cosa que no sea la independencia puede salis- >• facerlos» (48). Partiendo de estábase, el panfletista abogaba por la inmediata emancipación de la América española bajo los auspicios de la (irán Bretaña. Miranda, al extractar en lengua castellana el texto de e>te libro, lo acompañaba de un [uejo de constitución, obra suya y mezcla de reminiscen- vetustas, tradiciones coloniales, invenciones peregrinas y (47) Cutis de Munida de 20 y 24 de julio de 1808. Doc. M. S. en H " de 1 1 audiencia de Buenos Aires (inéditos). Carta del General Samuel Auchmuty, de 6 de marzo de 1801. la en el apéndice del u Tria] of Vthitelocke, » p. o2. LAS RAZA 9 SUD AMER IC INAS. i Al'. I. adaptaciones de la constitución de Estados Unidos, cuya idea dominante era la república federal sobre la base representa- tiva de los cabildos (49 . Como la gran victoria do Buenos Aires tuvo gran resonancia en elmundo, y sobre todo en el corazón de los americanos, a quienes dio la conciencia de mi,! fuerza que ellos mismos ignoraban, e-la propaganda respon- día á un nuevo sentimiento de nacionalidad que empezaba á formarse, como lo prueban las ario-antes palabras pronuncia- das con tal motivo por un criollo del Río de la Plata en medio de los aplausos de la América : « Los nacidos en Indias, cuyos » espíritus no tienen hermandad con el abatimiento, no son » inferiores á los españoles europeos, y á nadie ceden en va- » lor » (50). Desde ese momento, la independencia convir- tióse en ideal, la pasión en fuerza y las aspiraciones vaga> y las tendencias en objetivo real. La revolución estaba consu- mada en los ánimos y estaba en las cosas mismas; para que estallase sólo faltaba la ocasión propicia profetizada por el conde de Aramia. Era además cuestión de raza y cuestión de vida. XI LA S !¡ \ 7. \ - 5UD-AM BUICANAS. — i."> CRIOL] N se comprenderían bien los prodromosy el desarrollo de la revolución sud-americana sin el conocimiento de mis ra- í'.i i Additional i or ouf immediately emancipating Spanish Ahí i ica, !•'. w . Burlo l ¿te libro fué secuestrado en Buenos Aires en hizo por urden del Virey una traducción, que figui la llamada « Causa de Independencia, ■ c ual - • rist< o en el Archivo General, M. v. inédito. Palabras de don Cornclio Saavedra en una proclama dirigida i loa Patricios de Bueno* lires en 1807 con motivo de la ] 1 t» la victoria contra I"- ingli LOS CRIOLLOS. - CAPITULO PRIMERO. zas y especialmente de la raza criolla, factor principal en ella, en l,i que se acumulaba la fuerza; residía la pasión y germi- naba la idea revolucionaria como una semilla nativa del suelo. Cinco razas, que para los efectos de la síntesis histórica pueden reducirse á tres, poblaban la América meridional al tiempo de estalla' la revolución de la independencia : los es- panoles europeos, los criollos hispano-americanos y los mesti- zos, J los indios indígenas y los negros procedentes de África. Los españoles, constituían la raza conquistadora, privilegiada, que por la simple razón de su origen tenían la preeminencia política v social. Los indios y los negros formaban la raza servil bajo el régimen de la esclavitud, y era elemento inerte. Los mestizos eran razas intermediarias éntrelos españoles, ios indios v los africanos, que en algunas partes componían la gran mayoría. Los criollos, los descendientes directos de es- pañoles, de sangre pura, pero modificados por el medio y por bus enlaces con los mestizos que se asimilaban, eran los ver- daderos hijos de la tierra colonizada y constituían el nervio social. Representaban el mayor número, y cuando no, la po- tencia civilizadora de la colonia : eran los más enérgicos, los más inteligentes ó imaginativos, y con todos sus vicios here- dado- y mi falta de preparación para la vida libre, los únicos animados de un sentimiento de patriotismo innato, que des- envuelto >e convertiría en elemento de revolución y de oiga nización espontánea, y después en principio de cohesión nacional. Las nativos de Sud-América, sometidos al bastardo régi- men colonial ile la explotación en favor de la metrópoli y de la exclusión en favor de los españoles privilegiados, formaban así una raza aparte \ una raza oprimida, que no podían ver en sus antecesores \ semejantes, padres ni hermanos, sino amos. I tas eran las consecuencias látales del modo como se orga- nizó la conquista de la América por la España, y de la teoría que hacía derivar de ese hecho el título y el derecho para yo- SUBLEVACIÓN INDÍGENA. - CAPITULO PRIMERO. 53 bernarla en beneficio de la nación v de la raza conquistadora. Esta era la base del sistema colonial que convertía á les nal li- ndes del suelo en cosas y los asimilaba en cierto Diodo á los indígenas conquistados, determinando de antemano el divor- cio etnológico y social de los colonos hispano-americanoa cod la madre patria. La España, que en verdad concedió á la América lodo lo que ella tenía, y dio á sus colonos por efecto de la lejanía tal vez más libertad y más franquicias munici- pales que las que ¿rozaban sus propios hijos en su territorio, jamás adoptó ni pensó adoptar una política que refundiese á las colonias en la comunidad nacional, y precisamente porque tenía un gobierno absoluto, no podía hacerlo aun cuando lo hubiese querido ó hubiese sido capaz de pensarlo. De aquí [advenían los monopolios, las exclusiones y los privilegios, que haciendo más pesado y menos justificado su dominio, hacía más profunda la división de intereses, de aspiraciones y de sentimientos. Los españoles por su parte exaltaban este estado de exacerbación de los ánimos predispuestos. Persua- didos de que el territorio y los naturales de América eran el feudo y los feudatarios de la metrópoli y de todos y de cada uno de los que habían nacido en la península ibérica, se con- sideraban como señores naturales, á título de seres privilegia- de una raza superior, y pensaban que mientras existí en la Mancha un zapatero de Castilla con un mulo, ese zapa- ten, con su mulo, tenía el derecho de gobernar toda la Amé- rica •"»! . La aspiración natural de los esclavos es la Libertad, y la de '■I Esl i teoría es atribuida al oidor Vguirre de Méjico. Restrepo, Hist. de Colombia, t. I, pag. !ii, dice : Los españoles curo- - decían :« que la America española debía perma :er siempre » unida á la Kspafia, cualquiera que fuese la suerte que corriera la Península; y que el ultimo español que sobreviviera, tenia derecho ra mandar á los americanos. » - Para mayor ilustración, Ira: < Hist. de Rel»rano » (4.a ed., t. 1, p. 317), el discurso del CUESTIÓN DE RAZAS. - CAPÍTULO PRIMERO. las razas oprimidas que se sienten con fuerzas propias, reasu- mir su personalidad anle la familia humana. Esta doble aspi- ración llevaba el germen de la revolución americana, que una mala política fomentó y que circunstancias propicias ó aciagas aceleraron. La raza indígena, de cuyas sublevaciones parcia- les hemos hecho caso omiso como elemento revolucionario, hizo su grande explosión en 1780, levantándose enmasa en el Perú contra los conquistadores, con Tupac-Amaru, descen- diente de los Incas, á su cabeza. Reunieron grandes ejércitos, pelearon; pero fueron lógicamente vencidos, ahogados para siempre en su propia sangre, porque no eran dueños de las fuerzas vivas de la sociedad, y porque no representaban la i • a 1 1 s i de la América civilizada. Debía llegar su turno á los nali is de los conquistadores, de quienes las leyes y las costumbres habían hecho una raza aparte. Ellos, dueños de la tierra, con aspiraciones ingénitas de independencia, con propósitos patrióticos, la llegarían á amar con la pasión que se convierte en acción y se transformaran libertad, obedecien- do á la ley de la sucesión de las fuerzas morales. Los miembros de esta raza desheredada, tan inteligente conm enérgica, debían experimentar un nuevo sacudimiento «■n presencia del espectáculo de la España, que sólo tenía el prestigio de lo lejano y lo desconocido. Viéndola tan despoti- zada como ellos, no encontrando allí nada que admirar, amar ó respetar en común, se sentían extranjeros en la metrópoli los que la veían de cerca, y sin vínculos morales, políticos ó sociales los que vegetaban lejos de ella. Un rey absoluto, y por lo común imbécil, era el único punto de contacto más bien 1 l bildo abierto de Buenos Aires en 1810, en que sos- mientras existiese en España un pedazo de tierra, debía España mandar en las Américas; y que, mientras existiese un solo español en las Américas, ese español debía mandar á los americanos, pudiendo sólo venir el mando á los hijos del país, cuando ya no Im- i biese un solo español en él u. CUESTIÓN DE RAZAS. - CAPÍTULO PRIMERO. que de unión, entre el mundo explotado y la nación explota- dora. El divorcio era un hecho que estaba en las leyes v en 1 is prácticas, y penetraba espontáneamente en las conciencias. La madre patria no era ni podía ser para los americanos ni una patria ni una madre : era una madrastra. Entonces sus instintos de independencia lomaban forma, se convertían en pasión y se transformaban en idea, síntomas de los tiempos que atravesaban y presagio de los tiempos que venían. De este lo la rebelión moral se operó en las conciencias antes de ser un poder tangible, como se ha visto. Su fermento concen- trarlo debía producir ese estallido de nobles iras ; esas aspira- ciones intensas, esa exaltación de sentimientos de confrater nidad, de que los sud-americanos residentes en la metrópoli participaban con más vehemencia que los mismos criollos que nunca habían perdido de vista el humo de sus hogares. Re- volucionarios de raza, odiaban tanto como amaban. Es así como se explica que todos los caudillos de la revolución ame- ricana que vinieron de España, aun aquellos que recibieron más distinciones en ella, fueron los que con más pasión y más genio la combatieron, convirtiendo sus odios en fuer/a eficiente de la revolución que inocularon en las masas. Empeñada la lucha por la independencia, las razas inter- vinieron en ella obedeciendo á sus afinidades. Los criollos tomaron la dirección política y la vanguardia en el combale entre las colonias insurreccionadas y su metrópoli. Los in- dígenas, emancipados por la revolución de las servidumbres que sobre 'líos pesaban, se decidieron por ella, como auxilia- aun cuando nunca fueron contados como fuerza militar, á excepción de Méjico, donde este elemento figuró en primera línea. En el resto de la América, los mestizos constituyeron li carne de cañón v el nervio de sus ejércitos. El -ancho ar- gentino, especie de árabe y cosaco modificado por el clima. \ poseído del mismo fatalismo del uno \ de la Fortaleza del oír... dh'» su tipo á la caballería revolucionaria que debía llevar 56 LICHA DE RAZAS. - CAPITULO PRIMERO. su gran carga á fondo desde el Plata hasta el Chimborazo. En el extremo opuesto, los llaneros de Venezuela, raza mestiza de indígenas, españoles y negros, en que empezaba á predo- minar el carácter criollo, formaron los famosos escuadrones colombianos, acaudillados por héroes de su estirpe que en bus campañas desde el Orinoco hasta Potosí por sus proezas eclipsarían á los de Homero. Los rotos de Chile, en que pre- valdría la sangre indígena, formarían con los argentinos los Bólidos batallones para medirse con los regimientos españo- la, vencedores de los soldados de Napoleón en la guerra de la Península. Los negros, emancipados de la esclavitud, die- ron su contingente á la infantería americana, revelando cua- lidad^ guerreras propias de su raza. Los indígenas del Alto Perú mantuvieron viva por más de diez años la insurrección •mi bu territorio, á pesar de la derrota de las armas de la revo- lución, contribuyendo con sus reveses al éxito final, tanto como las victorias. Los cholos de la parte montañosa del Perú, se decidieroD por la causa del rey, y según el testimo- nio de los generales españoles que los mandaron, como in- fantes podían equipararse á los primeros del mundo, exce- diéndolos en el sufrimiento de las fatigas y en la celeridad de las marchas extraordinarias al través del continente. Los criollos formaban el núcleo de estos elementos de fuerza en el combate de las razas y de los principios. La raza criolla en la América del Sud, elástica, asimilable \ asimiladora, era un vastago robusto del tronco de la raza civilizadora índico-europea á que está reservado el gobierno del inundo. Nuevo eslabón agregado á la cadena etnológica, con su originalidad, sus tendencias nativas y su resorte moral propio, es una raza superior y progresiva ala que lia locado desempeñar una misión en el gobierno humano en el hecho de completar la democratización del continente ameri- cano y fundar un orden de cosas nuevo destinado á vivir y progresar. Ellos inventaron la independencia sud-americana SINCRONISMO REVOLUCIONARIO. - CAP I. r,i y fundaron la república por sí solos, y solos, la hicieron triunfar, imprimiendo á las nuevas nacionalidades que de ella surgieron su carácter típico. Por eso la revolución de su independencia fué genuinamente criolla. Cuando estalló en 1810 con sorpresa y admiración del mundo, se dijo que la América del Sud sería inglesa ó francesa, y después de su triunfo presagióse que sería indígena y bárbara. Por la voluntad y la obra de los criollos, fué americana, republicana y civilizada. XII PRÓDROMOS DE I. A R F. VO I. V C I Ó N S IT D- A M F.R1 C A N A Según queda dicho (§11), en el año de 1800 empezaron á sentirse sincrónicamente en ambos extremos v en el centro •leí continente los primeros estremecimientos de la revolu- ción sud-americana, con idénticas formas, iguales propósitos y análogos objetivos, acusando desde entonces, á pesar de las largas distancias y del aislamiento de las poblaciones en medio de los desiertos, una predisposición innata y una soli- daridad orgánica, como resultado de las mismas causas que sin previo concierto producían los mismos efectos. Es de ob- lervarse, que este movimiento inicial tuvo en algunas partes un carácter más radical que el que le siguió ini Ñatamente un año después, en que la insurrección tomó formas defi- nidas v se enaiboló resueltamente la bandera de la rebelión americana con su primera fórmula política, que sólo impli- caba una independencia relativa y provisional y un compro- miso entre la democracia \ la monarquía sobre la Ka-e de la autonomía. Los primeros movimientos que se hicieron sentir en Mó- jico, tuvieron un carácter confuso, pero en ellos Be diseñó 58 CONMOCIONES INICIALES. _ CAPITULO PRIMERO. ,le entonces la fórmula legal que debía aceptar la revolu- ción al dar sus primeros pasos. La doctrina de que la sobera- nía del monarca retrovertía á los pueblos por el hecho de la desaparición de aquél, apareció por la primera vez netamente declarada, y de aquí dedujeron el derecho de instituir juntas de gobierno propias para su seguridad, negando obediencia á las que sin su representación, con el mismo derecho se habían formado en la Península al tiempo de la invasión de los franceses (52). Siguióse áesto un choque entre los criollos y los españoles, que rompió los vínculos que los unían arti- ficialmente, v un antagonismo entre la Audiencia y el Virey que quebró el resorte del gobierno, de manera que al ter- minar el año de 1809, en Méjico se conspiraba en favor de la independencia 53 . En Quito, la conmoción asumió formas más definidas. Fueron derribadas las autoridades coloniales, y establecióse una junta de gobierno que se atribuyó el dictado de s< ', levantando tropas para sostener sus de- rechos (agosto de 1809). En una proclama dirigida á los pueblos de América, los exhortaba á imitar su ejemplo con el anuncio de que « las leyes habían reasumido su imperio bajo el Ecuador, afianzando las razas su dignidad ; y que » los augustos derechos del hombre no quedaban ya expues- >» tos al poder arbitrario con la desaparición del despotismo, » bajando de los cielos la justicia á ocupar su lugar » (54). Los autores de esta revolución incruenta, vencidos, fueron asesinados en su prisión. rión de 5 de agosto de iSflO do] Ayuntamiento de Mé- jico al Virey, en que se dice : • En las actuales circunstancias, por el impedimento de hecho del monarca la soberanía se halla represen^ ■ tada por la nación paro realizar en su nombre lo que más i onvenga. i Bist. de la Revol. de N. España, « poi José Guerra, i. I, p. ii. Uaman : Historia de Méjico, » t. I, p. 314 y - a Resumen de I '■. Historia del Ecun lor, » t. III, p. 37 1 REVOLUCIÓN DE LA PAZ. - CAPITULO PRIMERO. Otra revolución q sstalló casi simultáneamente en el extremo opuesto, en una población mediterránea eomo Quito, revistió un carácter más radical y tuvo un desenlace más trá- gico. En el Alto Perú estallaron sucesivamente dos movi- mientos subversivos, que presagiaban la descomposición del poder colonia] y la aparición de una nueva entidad popular. La docta ciudad de Ghuquisacafué la primera en dar la señal, aunque sin proclamar la rebelión, al deponer tumultuosa- mente los criollos á su primera autoridad instigados por la Audiencia, constituyendo un gobierno independiente bajo la presidencia de ésta 'mayo de 1809). Dos meses después (julio de 1809' la populosa ciudad de La Paz alzaba resueltamente el pendón de la emancipación délos criollos, á los gritos de / Mueran los chapetones ! (los españoles). Bajo la denomi- rión de Junta Te i lira organizaron un gobierno indepen- diante, compuesto exclusivamente de americanos, Levantaron un ejército para sostenerlo y colgaron de la horca á los que se atrevieron á desconocerlo. A la vez proclamaban á los americanos á los gritos de / viva la América ! ¡viva la libertad! diciéndoles : « Hemos tolerado una especie do destierro en el seno de nuestra propia patria, sometida la » libertad al despotismo y la tiranía, que degradándonos » de la especie humana nos ha reputado por salvaje- v u mirado como esclavos. Ya es tiempo de organizar un auevo sistema de gobierno, fundado en los intereses de ;> nuestra patria. Ya es tiempo, en fin, de levantar el estan- » darte de la libertad en estas desgraciadas colonias, con- » servadas con la mayor injusticia » (55). Oprimidas ambas revoluciones por las armas combinadas de los vireinatoa limítrofes del Perú y Río de la Plata, fueron sofocada-. La do (So ■-• Memorias históricas de la n votación política del 16 de julio de por la independencia de América, » p. 16. CO REVOLUCIÓN DE LA PAZ. - CAPITULO PRIMERO. La Paz cayó combatiendo con las armas en la mano, y sus principales caudillos fueron degollados en el campo de batalla ó perecieron en el patíbulo : uno de ellos al ser suspendido en la horca, exclamó: — « el fuego que he encendido no se apagará jamás ! » Sus cabezas y sus miembros fueron clava- dos de firme en las columnas miliarias que en aquel país sirven de guía al caminante. Un año después, antes de que se hubieran podrido los despojos sangrientos de los revolucio- narios de La Paz, estas proféticas palabras eran repetidas por uno de los más grandes repúblicos de la revolución argentina, educado en la docta universidad de Chuquisaca, y sublevaban otra vez ol Alto Perú. Sofocadas las «-.n^piraeiones de Méjico, el alzamiento de Quito v de los revolucionarios de Chuquisaca y de La Paz, creyóse iluminado el incendio que amenazaba extenderse por toda la América del Sud. Como lo había dicho el virey del Perú medio siglo antes, con motivo de la primera sublevación de los comuneros del Paraguay, estos escarmientos no eran sino « cenizas que cubrían el fuego. » XIII DESARROLLO REVOLUCIONARIO En el aun de 1KI0, el drama de la revolución se desarrolla en un vasto escenario continental, con una unidad de acción (jiif llama la atención del mundo desde el primer momento. Todas las colonias hispano-americanas, — con excepción del Bajo Perú comprimido, — se insurreccionan simultánea- mente como movidas por un mismo resorte, y proclaman uniformemente la misma doctrina política. Un viajero inglés que í la sazón recorría la América, y publicó sus observaciones • o •'! mismo ano, al señalar su carácter homogéneo, desen- DOCTRINA REVOLUCIONARIA. - CAP. 1. tíl traña con rara penelración el principio que le daba su unidad: « Este extraordinario acontecimiento revela una firme y • madura determinación de formar un gobierno propio sobre o la base de los principios de la soberanía feudal que consi- deraba las colonias como posesionas in partibus exteris^ o pertenecientes á la corona y no como partes integrantes del reino, y así sus habitantes se consideraban subditos del iv\ ■> fuera de sus dominios y no del Estado »(56). Empero, anos historiadores han pensado que este hecho obedeció únicamente á una impulsión mecánica externa, agena al organismo revolucionario, y que la separación consiguiente fué como la caída de un fruto inmaduro. Otros, con mejor conocimiento de sus causas complejas, — y entre ellos un español, — reconocen ser la separación una necesidad, por cuanto « la unidad de España con los reinos de América. » posible, bajo el absolutismo, era incompatible con el ré- -imen representativo y la igualdad completa de los ciuda- inos en la vida política » (57). La verdad es, que la revo- lución sud-americana fué inspirada por un nativo sentimiento ile patriotismo que obró) como un agente moral, obedeciendo i ni instinto de conservación, y tuvo propósitos deliberados de independencia que estaban en la esencia de las cosas y eo la corriente de las voluntades. Por eso liemos dicho, que era una cuestión de vida, que envolvía una renovación sal- vadora y una evolución lógica. El divorcio entre las colonias y la madre patria se efectuó un el momento crítico en que el abrazo que las unía, las sofocaba recíprocamente, v separán- dose se salvaron. Si por efecto de ese misino sistema la Walton : ,< Present state of the Spanisb Colonies, London, 1810. íta de] texto ■ - un extracto de] contenido de las p - del t. |. Labra : Política \ sistemas coloniales. Conferencias di I Al J'-' Mi.in . 187C , t. II. p. i OPORTUNIDAD 1»L LA REVOLUCIÓN. - CAP. I. América no estaba preparada para gobernarse, y sus ensayos del gobierno de lo suyo fueron tan dolorosos, que casi ani- quilaron las fuer/as vitales después de las gastadas en la ludia, peur habría sido su condición y su porvenir, gober- nada como lo estaba por leyes contrarias á la naturaleza, que la condenaban á una muerte lenta basta descomponerse en la podredumbre de los vicios propios y ágenos que incubaba. No puede desconocerse, que sin la invasión napoleónica á España en 18u8 y la desaparición accidental de la dinastía pan ola, la revolución se hubiera retardado, pero esto no im- plica que la América no estuviese madura para la emancipa- i, corno lo probó en el hecho de intentarla sistemática- mente ni su momento y conquistarla por sí sola con su ac- ción solidaria y sus esfuerzos comunes: Como ha podido verse por el cuadro que de sus antecedentes hemos trazado, ella re- conocía causas lejanas, tenía hondas raíces en los hombres y • II las cosas, obedecía á una impulsión propia irresistible, que desde tres siglos airas se hacía sentir no obstante los obstá- culos amontonados contra su dilatación. El momento psicoló- ■ lo señaló el conde de Aranda, ministro español, dándole « un plazo breve, » cuando anunció á su propio soberano, « que los habitantes de la América harían esfuerzos para con- » seguir su independencia, tan luego como la ocasión les fue- Be propicia o (58). La ocasión no fué sino la chispa que de- terminó el incendio : una circunstancia concurrente. Bien que las combinaciones á que un hecho modificado puede dar origen sean más difíciles de determinar que las de un ángulo de incidencia en la difusión de la luz, hay que reconocer con la filosofía de la historia, que « los hechos sociales implican » siempre la intervención de las determinaciones mentales (58) Informo del comí- de Aranda eti L783. Va citado. CAÍ S \> DE LA REV0L1 CIÓN CAP. 1 voluntarias de que ellos derivan, ao obstante las circuns- tancias que concurren á que una de ellas sea predominan- te. Tal es el fenómeno histórico-moral que se produjo en la América española en 1810. Son los mismos escritores españoles contemporáneo lores en los sucesos, los que confirman la exactitud ile este punto de vista histórico. Uno de ellos, que reconoce romo un hecho fatal la independencia sud-americana, contesta á la teoría de la ocasión : « Se dice : el continente americano del Sud habría subsistido unido á la metrópoli si no hubiese si- do por la revolución de España en 1808, lo que no está muy informe con el estado en que por los mismos sucesos ex- perimenlados y por los mismos avisos de los vireyes se ha- llaba ese continente desde la guerra para la independencia norte-americana; pero aun concediéndolo así, y prescin- diendo de lo problemático que fuese el plazo de la ulterior duración de la unión, es preciso indagar quién trajo la revo- lución, porque los autores y causantes de los males de las revoluciones no son los materiales instrumentos sino los que dan ocasión á ellas » (59\/Oti'o español remontando á las cau- - lejanas del acontecimiento, al señalar la decadencia del gobierno colonial por efecto de su debilidad orgánica y su co- rrupción, establece: « Desde el momento en que la corte de » Madrid reconoció en 1778 la emancipación de las colonias de Inglaterra en Norte-América, adquirió dos enemigos po- derosos, que movidos por distintas causas no han dejado de emplear todos los medios á su alcance para Ilegal' á los fines que ambos se proponían » (00). Porúltimo, otro espa- ñol que escribía un año después de producida la catástrofe ■ Vadillo : « Apuntes sobre 1"- principales - ¡ ■ • »s que han influido '•M el esl ido actual de la América di I Sud, ■> p. 2 (6»i Presas: < Juicio imparcial sobre las principa] rotación de la Amérii a española, ■■ p. i. I LUSAS DE LA REVOLUCIÓN. - CAP. I. IMI . decía á los mismos < apañóles : « El germen de los ma- » Les producidos por la impolítica é injusticia de nuestro antc- » cesor gobierno, y por la iniquidad de los empleados en ge- neral, por desgracia fomentada en lodos los rincones de la América, no habiéndose tomado medidas después de la re- ilución de la Península para cortar esas causas, cuyas con- uencias debían ser funestísimas, hizo explosión en un .. momento y casi simultáneamente ^ Apenas se vio aparecer » el primer fuego de la división, cuando corrió rápidamente de provincia en provincia, de pueblo en pueblo. Si en un o principio esas alteraciones no presentaban más que la apa- riencia de reformas, por las que clamaba la justicia y el in- rés bien entendido del Estado, inmediatamente tomaron el rumbo de una revolución de independencia. Si la Améri- ca unida á la España debiese en lo sucesivo ser tan infeliz ino lo fué desde su descubrimiento, sería de apetecer que » jamás lo hubiese estado; y si la España no hubiese de sa- » car más ventajas de la posesión de América, que las que sacó hasta aquí, sería un bien para ésta perder su posesión» (61). El mismo Gobierno provisional de la metrópoli establecido á consecuencia de la acefalía, se anticipaba alas quejas de Los colonos, y reconocía por el hecho la justicia de su cau- omentando su resistencia así perlas concesiones á me- dias que hacía como por lasque negaba. Adueñados los frau- s de casi toda España, disuclla la Junta Central que hasta entonces había mantenido artilicialmente la unidad del impe- rio español, la Regencia de C idiz que le sucedió, llamó á los americanos á concurrir á un congreso nacional de cortes, ele- vándolos á la categoría de hombres libres » (62). Pero á la (61) Flores Estrada : ■ Examen imparcial de las disensiones de la América con la I 65 y 117. 62 I lama de La Regencia de España o Á los Españoles America- nos di I i de febrero de !s|n. Publicóse con el decreto de su referencia La Extra linaria de Uuenos Aires» de 9 de junio de 1810. CATÁSTROFE V EXCISIÓN. — CAPÍTULO PRIMERO. vez de hacer esta declaración, daba á la América unarepre. sentación inferior y nominal, asignándole un diputado por cada millón de sus habitantes, encargándose ella misma de nombrarlos, mientras á los peninsulares sometidos en su gran mayoría al enemigo extranjero, se les adjudicaba un diputado por cada cien mil almas. Este fué un nuevo agravio agregado á los anteriores. Pero la disidencia esencial estaba en la doctrina política que unos y otros profesaban. La metrópoli por el orga- smo de la Regencia sostenía : « Los dominios de América » son parto integrante de la patria española » y de aquí dedu- cía el derecho de que la España mandase á la América en representación del Soberano en su ausencia, y siguiese en to- do evento la suerte de la Península (63). Los americanos, co- mo se ha visto (§ III y XII) sostenían la doctrina jurídica, apoyada por los comentadores de la constitución colonial, se- gún la cual, si la América formaba cuerpo de nación con la lVnínsula sólo estaba ligada áella por el vínculo de la corona, y que en ausencia del monarca la soberanía retro vertía á los pueblos. De este fundamento de lucían tener derecho á reco- brar su autonomía, á darse su propio gobierno, y negar obe- diencia á los que ilegítimamente se atribuían la representa- ción soberana del monarca á título de dependencia territorial ó de comunidad política. Elimínese este elemento de disiden- cia fundamental , y la razón revolucionaria desaparece, la in- surrección pierde su bandera legal y la cuestión se reduce á un incidente en la representación nacional, cuya solución no envolvía ni la independencia, ni la autonomía siquiera, ^r manera que, aceptada la comunidad proclamada por la Re -•■liria, la América seguía la suerte de la península como ac- >rio de ella. Ln el fondo de esta leona estaba la indepen- da, no confesada aún, pues al considerar perdida á la I. I'i oclama de la Regencia antes citada. T"M. 1. HÁSTROFE V EXCISIÓN. - CAPITULO PRIMERO. paña, se preparaban á recoger la herencia del rey destrona- ,1... v proveer á su seguridad, estableciendo sus gobiernos propios como lo habían hecho los españoles, al invocar la misma fórmula de la reasunción de la soberanía por los pueblos v constituir las juntas provinciales y aun soberanas de la Península. Con arreglo á este plan político y con esta bandera ternu- doriana se desenvolvió pacílicamente la revolución sud-ame- ricana, como una ley normal que se cumplía. Las autoridad s coloniales fueron depuestas sin resistencia por la acción déla ¡ii.ui, consultada por el órgano de las municipalidades co- mo representantes del pueblo, é instituidos los nuevos pode- en nombre de la autonomía reasumida, sin romper desde luego los vínculos con la madre patria, aun cuando todos al- i auzasen que esa sería la consecuencia definitiva. Respon- diendo ;'i esta a -lilud prudente y moderada, que revestía for- mas legales, la Regencia negó á las colonias hasta la libertad de comercio que en un principio pensó acordarles; esquivó una mediación por parte de la Inglaterra, solicitada por ella, \ -in tentar ninguna vía pacífica, calificó de subditos rebeldes ¡i lo-v americanos v los declaró la guerra, incurriendo en la contradicción de castigar como crimen de lesa majestad lo ipn' los mismos españoles habían ejecutado en España al aprovecharse de las circunstancias para reconquistar su li- bertad arrebatada por los reyes absolutos. Fué entonces cuando Venezuela, formuló categóricamente la teoría revolu- cionaria antes expuesta y sai ando de ella sus consecuencias :laró su independencia (1811), y se dio una cóns- ul uñón bajo la forma federal republicana en uso de su sobe- ranía originaria, bajo la advocación de los derechos del hom- ln ■«■ que incorporó en su ley fundamental (64). La gran calás- liitereslm£ ofíicial doeuments relating to the L'niteí l'rovinces of Venezuela. London, 1811.' CARACTEH DE 1. V REV. SI D-AMERICAN \ CAP. 1. 61 trofe vino y la excisión entre la Europa y la América se pro- dujo con caracteres radicales. El manifiesto de esta guerra fué escrito por parte Je España con palabras irreparables, que la convirtió en guerra de razas, al calificar á los insur- gentes, en contraposición al derecho natural que ellos invo- caban, de « hombres destinados por la naturaleza a vegetar h sólo en la oscuridad y abatimiento » (65 . \o son los sud-amnácanos los que lo han dicho, sino los ingleses, que han reconocido, que la guerra de la independen- • ia de las colonias españolas, por esta causa declarada, fué más gloriosa que la de los americanos del Norte; y los mis- mos americanos del Norte, que han confesado que ella fué más sólida y más legal que la suya en sus puntos de partida y en sus formas. Los historiadores más acreditados del viejo mundo, han afirmado que jamás lucha alguna con objeto tan grande se empeñó con recursos tan pobres y tan pocas proba- bilidades de éxito. .La America del Sud estaba inerme y aisla- da, y no tenía hombres probados ni en la guerra ni en la polí- tica; todo tenía que crearlo, improvisándolo. La España. aliada á la poderosa Inglaterra, con el apoyo de las prime- ras naciones del mundo, era dueña de los mares; sus armas en Europa estaban triunfantes, y muy pronto contaría con mayores tuerzas que antes de la invasión francesa en 1808 para sojuzgar alas colonias insurreccionadas. Sin embargo, la América del Sud se lanzó sola á la lucha contra el mundo coali- n su contra, y triunfó sola, y merecí*') la admiración del inundo- por virtudes de que la historia presenta raros ejem- ■ i>l< > - : por su perseverancia en la adversidad, laabnegación v » la fortaleza para soportar trabajos indecibles, sacrificando su eposo, >n- propiedades, su salud \ su vida, con una unión » y una fuerza llena de elasticidad v perseverancia no inte- Bando del virey Abaseal del Perú de t:i de julio de 1810, im] en boj i suelta y reproducido en la « Ga Vs. d (FU ENCÍA de la rev. SÜD-AMERICANA. - CAP. 1. „ rrumpida durante el gran trabajo de su emancipación » (66). La reunión de las cortes españolas con una sombra de re- presentación americana, y la proclamación de la constitución liberal de 1812, en vez de reconciliar á la madre patria con las colonias, dieron mayor vuelo á la insurrección, pues en razón de las mismas concesiones el espíritu de independencia se avivaba, y los americanos volvían contra la metrópoli las mismas armas que ella había forjado contra el poder del absolutismo, destituido en 181 í el rey á su trono, la América i,,, había aun declarado su independencia y se gobernaba oombre del monarca ausente y habiendo sido sofocado el movi- miento de Venezuela, la revolución quedó colocada en una posición falsa. La América buscóla paz sobre la base de su independencia; pero cuando restaurado el poder absoluto del rey, se ofrecía ú la América en vez de la constitución de ISI2 un desarme sin condiciones, y ante su resistencia se proclamó la reconquista á sangre y fuego como en los tiem- pos de Fizarro y de Cortés, la guerra de exterminio quedó declarada y todo avenimiento se hizo imposible (67). La batalla fué recia, según la expresión de Ganning, pero al fin de (minee años de batallar, el clavo de la independencia sud-americana se remachó y la libertad del mundo quedó sancionada. Iji is^ula llama revolucionaria de la libertad estaba ex- tinguida en el mun lo, con excepción de la América del Sud donde ardía bacía diez años. En esa época el despotismo triunfaba en Europa bajo las banderas de los reyes absoli: coal i 1 1 1, i la libertad de los pueblos, mientras en la América del Sud triunfaba la causa de la independencia, que G mnus, cit., t. VI, ps. 137, 148 y 309. g aera] Morillo enviado por Fernando Vil en lslo para pactf , i scribía al Ministro de Guerra do España en 7 de no- viembre de 1816 : Para subj u. n estas provincias, tas mismas medida! •u tomarse que al principio do la conquista. » NUEVA CORRIENTE HISTÓRICA. - CAP. I. 69 era la última esperanza de la libertad humana, alentada por el ejemplo y la influencia poderosa de los Estados Unidos. Desde esta época la acción revolucionaria y liberal de la América sobre la Europa empieza á hacerse sentir en el par- lamento inglés, Tínico órgano de manifestaciones libres en el viejo mundo, y el reconocimiento de la independencia sud- americana como hecho y como derecho se pone á la orden del día. La revolución sud-americana reacciona sobre la Es- paña misma, que á su ejemplo vuelve contra el rey absoluto las armas destinadas a domarla, y restablece su régimen constitucional. Es el momento solemne de la espectativa histórica. Del triunfo ó de la derrota de la revolución sud- americana dependen los destinos revolucionarios de ambos mundos. Cinco años después la victoria corona sus armas redentoras, la América es republicana, independiente y libre, v se impone como hecho y como derecho. La Inglaterra, en- rolada bajo las banderas de la Santa Alianza de los rey.-. reacciona contra su política continental y colonial de con- cierto con los Estados Unidos con motivo de la cuestión sud- americana, y declara que un nuevo mundo político, que res- tablece el equilibrio del antiguo, ha nacido, y que en adelante un elemento nuevo entra á intervenir en los destinos huma- Dos. Desde esc momento la corriente histórica que de Ires siglos atrás traía el despotismo de oriente á occidente, cambia «le rumbo, y la acción de los principios de la regeneración americana va de occidente á oriente y se propaga en la Eu- ropa, hasta encontrarse con su antiguo punto de conjunción en los límites del cristianismo v del islamismo. La Grecia lanza cu el opuesto hemisferio su heroico grito de emancipa- ción y la Europa, en vez de coaligarse para sofocarla como el de la América del Sud, acude en su auxilio. El Portugal Be liberta por el ejemplo y la inlluencia de sus colonias ameri- canas que le devuelve hasta sus reyes absolutos convertidos obernantes constitucionales con una caria de manumi- 70 NUEVA CORRIENTE HISTÓRICA. - CAP. I. sión en sus manos. En Francia revivirá la revolución de 89 con formas de compromiso entre la monarquía y la república, ii bus protagonistas un compañero de Washington y un príncipe emigrado que había contemplado de cerca la demo- cracia norte-americana. Suprímase la revolución sud-ameri- cana el año X, supóngase vencida en 1820, ó elimínese su triunfo final en 182o, y sólo queda la república de Estados Unidos para representar la libertad, pero la república de Esta- dos Unidos aislada, y el mundo esclavizado por el absolu- tismo, basta con el apoyo de la libre Inglaterra. Tal es el cua- dro histórico v sincrónico de la revolución sud-americana en -ii- relaciones con el movimiento liberal del mundo moderno .!-• isin á 1825. XIV TENTATIVAS MONÁRQUICA? EN S U D - A U É R I C A La revolución sud-americana fué esencialmente republi- cana, j las tentativas monárquicas frustradas en el largo curso de su desarrollo demuestran históricamente que era refractaria á la monarquía. \ haberse realizado en 1783 la idea previsora del conde de \ inda, es probable que una monarquía bastarda se hubiese iblecido en América, imprimiéndole el nuevo medio, su »ello de legitimidad democrática con el tiempo. Si como lo pensó Godoj más tarde, aconsejado por miras puramente egoístas, el monarca español traslada á América la sede de -" trono, en 1808, como lo hizo el de Portugal, es posible que la revolución sud-americana desviada de su curso se hubiera resuelto pacíficamente bajo los auspicios dinásticos como sucedió en id Brasil, retardando la república y antici- pando quizás la estabilidad constitucional. Malogradas estas DEMOCRACIA ESPONTANEA. - CAPITULO PRIMERO. 71 dos oportunidades os dejéis alucinar por teorías. » El mismo hacía la crítica de su plan al agregar: — « cuando uno se forja una utopia, » no consulta ni lo pasado, ni la historia, ni los hechos, ni las i oslumbres »(68). El príncipe de Polignac se hizo el órgano de estas ideas ante la diplomacia europea. « Es interés de la ■ humanidad, dijo, y de las mismas colonias españolas, que Ion gobi rnos europeos concierten en común los medios de pacificar las distintas y escasamente civilizadas naciones Bud-americanas, y traer á los principios de unión de un " gobierno monárquico ó aristocrático á esos pueblos, en » quienes absurdas y peligrosas teorías mantienen la abla- ción y la discordia. <> La aristocrática Inglaterra contestó por boca de Canning, que « no entraba en la discusión de principios abstractos, y que por deseable que fuera el esta- blecimiento de la forma monárquica en algunas de las provincias de Sud-América, el gobierno de la Gran Bretaña » no oslaba dispuesto á ponerla como condición de su inde- pendencia » (69). Así quedó enterrado para siempre el úllimo plan monarquista imaginado por un poeta para apli- carlo á la A.mérica meridional. El único hecho que parecería indicar que la monarquía era una plañía que pudo haberse aclimatado en América, es la fundación del imperio del Brasil, y es precisamente el que por antítesis prueba lo contrario. El Brasil como colonia, (68) Chateaubriand : i de Vero na, » t. II, p. 223. ' Memorándum of a conference bofween tlie PrincJ ind Mi. Canning, held october Oili, 1823. » ll I MPERIO DEL BRASIL. CAP. 1. n participó d • las influencias del nuevo medio, aunque no en el grado de las demás secciones sud-americanas. La conju- ración de Minas á fines del siglo XYlll (1789), conocida en la historia con el nombre de su mártir Tiradentes, reveló que existía allí un fermento republicano y un espíritu de inde- pendencia, que respondía al ejemplo de la emancipación norte-americana y á la impulsión inmediata de la revolución francesa, bajo la advocación de la libertad. Penetrada la co- lunia de un enérgico patriotismo propio y de un espíritu democrático, absorbió á sus mismos reyes absolutos, cuando éstos trasladaron el trono á su territorio. Un príncipe de la sangre real de la casa reinante se puso al frente de la revo- lución de su independencia, la cual se operó pacificamente como una lian-acción entre el antiguo y el nuevo régimen. (.liando el nuevo soberano así proclamado por los cx-colonos, no respondió al espíritu nacional que Lo había elevado, se divorció de sus nuevos subditos, que lo despidieron para ir á llevar á la madre patria los principios constitucionales que le inocularon. Fundóse entonces sobre la base de la soberanía del pueblo, un imperio democrático, sin privilegios y sin nobleza hereditaria, que no tenía de monárquico sino el nombre y que subsistió como un hecho consentido y un com- promiso, pero no como un principio fundamental. Así, el imperio del Brasil no es en realidad sino una democracia con corona. Hemos admitido como posible que otro tanto hubiese sucedido en la América española, á haberse Carlos IV trasladado á sus colonias en 4808 al mismo tiempo que D. Juan VI de Portugal; pero lomando los hechos tal como se han produci lo, resulta históricamente demostrada la pro- posición, de que ¡a América era nativamente republicana, v <;u»- hasta su única excepción aparente lo prueba. «ISIÓN DE SUD-AMÉR1CA CAPÍTULO PRIMERO. XV RETROSPECTO Y PROSPECTO SUD-A M ERICAKO Terminada la gpan guerra hispano-americana y pacificado (.| continente, el libertador Bolívar exclamaba: — «Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que i) hemos adquirid*» á costa de los demás » (70). Aun á esto precie la independencia era ganancia. La independencia era el bien de los bienes, porque era la vida, pues la continuación del sistema colonial era la muerte lenta por la descompo- sición y valía más alcanzarla con gloria en la lucha por la existencia antes que merecerla oprobiosa y estérilmente. La independencia era además el establecimiento de la república democrática, y esta sola conquista valía lodos los sacrificios hechos en su honor. Con la independencia y la república reconquistaría la América del Sud todos los bienes perdidos, v alcanzaría otros que la engrandecerían en los tiempos. Aun cuando, por una injusticia del destino, la posteridad de sus fundadores hubiese de ser defraudada de su legítima heren- cia, aun asi. ese movimiento regenerador quedará en la historia como uno de los más grandes pasos que haya dado la humanidad jamás. La América del Sud no tiene por qué quejarse de la tarea que le ha cabido en la común fatiga de la elaboración de los deslinos humanos, y cuan grandes sean rus trabajos, sus sacrificios y desgracias por cumplirla, tiene derecho á alimentar la esperanza de alcanzar el éxito y el premio, Ln lodo caso, puede considerarse feliz, « si des- (70) Mensaje de Bolívar al Congreso constituyente de Colombia de 20 ro de 1830 « Doc. para la hist. do) Libertador,') t. XIV, p. 122. .MISIon ni; si h AMÉRICA. CAPITULO PRIMERO. » pues de sobrellevar generosamente su carga, entrega su » rota espada al destino vencedor con varonil serenidad. » La republicanización de todo un mundo, impuesta como uu derecho al absolutismo triunfante, la constancia para alimentar la llama revolucionaria de la libertad cuando estaba apagada en toda la tierra, su acción directa para restablecer el equilibrio del mundo, son hechos en que la América del Sud ha representado el primer papel, y que sin su concurso efi- ciente oo se habrían verificado. (.uando en la primera década del siglo XIX la América del Sud empezó á intervenir en la dinámica política leí nuevo inundo por la gravitación de su masa, la república de los Esta- dos l nidos era un sol sin satélites, que únicamente alumbraba bu propia esfera. La aparición de un grupo de naciones nue- vas, que á la manera de astros surgieron de las nebulosas coloniales del sud, formó por la primera vez en el mundo un sistema planetario en el orden político, con leyes naturales, atracciones universales y armonía democrática. Un continen- te entero, con veinticinco millones de almas, fué conquistado para la república; y este continente, casi igual en extensión á la mitad del orbe, articulado por gigantescas montañas 3 ríos inmensos que lo penetraban, extendíase de polo á polo, estaba bañado al oriente y al occidente por los más grandes mares del planeta, poseía todas las riquezas naturales y en sus va- riadas zonas podían aclimatarse todas Lis razas de la tierra como si hubiese sido formado en el plan de la creación para un nuevo y grandioso experimento de la sociabilidad humana, con unidad ¡jeográlica y potencia física. La república aclima- • en él, I" predestinó di -.de temprano á esta renovación del gobierno, y su unificación republicana por el hecho de la revo- lución de Sud-América, dio su grande y verdadera importan- § su constitución geográfica j á >u constitución política. En aquella época, no existían sino dos repúblicas eo el mundo : la Suiza en Europa y los Estados Unidos en América : LAS REPÚBLICAS EN EL MUNDO. - CAP-. I. launa consentida, la otra aceptada. Los Estados Unidos tenían en 1810, poco másdesiete millones de habitantes y su inÜuen- cia no se había hecho sentir aún : la fundación de las nuevas repúblicas sud-americanas, constituyéndolos en centros de atracción y alma de un nuevo mundo republicano, los elevó de 1810 á 1820 á la categoría de primera potencia cuando aún no contaban con nueve y medio millones de habitantes, cuan- do las instituciones democráticas estaban desacreditadas y el ili-olutismo monárquico triunfaba en toda la línea. La in- fluencia preponderante de la América en esta gran evolución fué reconocida por la Inglaterra cuando declaró, como se ha establecido antes, que « las colonias hispano-americanas po- bladas por la raza latinaé independizadas bajolaforma repu- blicana, eran un nuevo elemento que restablecíael equilibrio del inundo, y que en lo sucesivo debía dominar las relaciones de ambos mundos » (71). Las repúblicas sud-americanas se lanzaron á la lucha con su- ficientes fuerzas para conquistar su independencia, como lo de- mostraron triunfando solas; pero sin elementos de gobierno. Pasaron sin transición de la esclavitud á la libertad, después de removerlos obstáculos amontonados á su paso en el espa- cio de tres siglos, y al proclamar su triunfo, encontrábanse en su punto de partida con las formas elementales de una demo- cracia genial, con la lepra de los antiguos vicios que no podían extirparse en una generación, y los males que la guerra había producido. La guerra las había empobrecido física y moral- mente, gastando en ella no sólo su sangre, sus tesoros y su energía vital, sino también sus más ricas fuerzas intelectuales. lodo tenían que improvisarlo para el presente y crearlo para id futuro : hombres de estado, espíritu civil, gobiernos, cons- lituciones, costumbres, política, población y riqueza. La (71 Nota ilo Canning en 1823, antes citada. EL TRIUNFO DE SUD-AMÉRICA. - CAP. I. St riqueza vino con la independencia; pero su insuficiencia bern amen tal, su carencia de órganos apropiados para la vida libre, las entregaron fatalmente á la anarquía v al despotismo, oscilando por largos años entre dos extremos sin poder encon- trar su equilibrio. Fué osla la época de transición del primí r tyo democrático, y fué entonces cuando uno de sus más grandes libertadores exclamó con desaliento, que lodo se ha- bía perdido, menos la independencia ganada vía forma republi- cana i ni | icranle. Con este capital y sus réditos compuestos, ludo p 'lía rehacerse, y se rehizo cuanto era humanamente posible. Kl instinto déla conservación prevaleció y su equilibrio relati- vo se estableció en las nuevas repúblicas dentro de sus ele- mentos orgánicos. Lo único que no pudo normalizarse fué el funcionamiento de su máquina política, bien combinada en su mecanismo en lo escrito, pero falseada prácticamente en sus resortes por falta de buenos directores que le imprimiesen mo- vimiento regular y por falta también de pueblo apto para el ejercicio de sus derechos. Esto ha dado motivo para que se establezca como un axioma de política experimental, que la America del Sud es incapaz de gobernarse, y que su revolu- ción ha sido un naufragio de las instituciones republicanas. Hay en el fondo de esto alguna verdad; pero la conclusión que se formula en consecuencia es injusta, y nada está perdi- do mientras la institución republicana, que es La grande obra de la revolución, no desaparezca. Ningún pueblo se hubiese gobernado mejor á sí mismo en las condiciones en que se encontraron las colonias hispano- americanas al emanciparse y fundar la república, que estaba en su genialidad, pero no en mis anlecedenles y costumbres. Los miamos Estados Unidos, con elementos poderosos de ' no, pasaron por un peí iodo crítico de transición, que hubo de poner en peligro hasta su existencia como nación bien tnizada. Así mismo, con todas sus deficiencias y extra\ [os todas ^iis vergüenzas y sus brutales abusos de fuerza en pue- TOM. I. 6 j UCHRONÍA SÜD-AMERICANA. - CAP. I. blos y gobiernos, las nuevas repúblicas del Sud mostraron tener la conciencia de su ser político, un sentido moral colec- tivo, el anhelo de la libertad y el instinto sano de la conserva- ción. Lo prueba el hecho de haber constituido sus nacionali- dades según su espontaneidad, bastándose á sí mismas. No puede decirse de ellas que merecieron los perversos gobiernos II.- las hanatligido, por cuanto, sus pueblos siempre protesta- ron contra ellos hasta derribarlos. La razón pública siempre estuvo más arriba de los malos gobiernos. Cuando los gobier- nos, inspirándose en el bien público, se han puesto á su nivel, tan bajo como era, han tenido autoridad moral, mientras eran condenados al desprecio ó al olvido los mandones que sólo buscaron en el poder la satisfacción de sus apetitos sensuales. Esto revela la existencia de una idea dominante, superior á los malos gobiernos que han deshonrado á las repúblicas sud- americanas, haciéndolas el ludibrio del mundo por muchos años. Se ha tratado muchas veces de rehacer sincrónicamente la historia de las colonias hispano-americanas, en el supuesto de que se hubieran mantenido bajo la dominación de la madre patria, 6 1<» que es más probable, sido conquistadas por alguna -can potencia europea. En el primer caso, hubieran muerto de inanición, ó continuarían vegetando miserablemente bajo el imperio de leyes contrarias á la naturaleza, peor que Cuba y l'uerto Rico. Si la Inglaterra hubiese conseguido apoderarse de Cartagena de Indias en 1740 ó del Río de la Plata en 1806 y 1807, la América meridional sería inglesa. Algunos han pcn- -ado que este habría sido un acontecimiento feliz, quealanti- eipar su progreso, preparase más seguramente su emancipa- ción y libertad. Es posible que las colonias hispano-americanas serían en tal hipótesis, lo que son hoy Australia y el Canadá. Las colonias recolonizadas á la inglesa, poseerían más fábricas j mi- industrias; más puertos, diques y canales, y quién sabe -i más riqueza, bajo la protección de una nueva madre patria LA LABOR SUD-AMER1CANA. — CAP. I. 33 más poderosa que La antigua; pero no serian naciones inde- pendientes y democráticas, que en la medida desús fuerzas han concurrido y concurren al progreso humano, llenando una misión al anticipar el progreso político en otro sentido, y creando nuevos elementos para la vida futura. Inmovilizados sus (lo>tiin>s bajo el régimen colonial de la Gran Bretaña do- minadora en el Atlántico y el Pacífico, yacerían aún en la época de su crecimiento vegetativo, con más instrumentos de trabajo, pero con menos elementos orgánicos de reconstruc- ción vital. Serían á lo sumo el pálido reflejo de una luz lejana; un tipo repetido vaciado en viejo molde; pero no serían entida- des que han intervenido por otros medios en los destinos hu- manos, que han provocado acciones y reacciones que concu- rren al progreso universal, ni agentes activos del intercambio de los productos morales y materiales que son atributo de las razas destinadas á vivir en los tiempos complementándose. Apenas si en el mundo existirían dos repúblicas; y la repú- blica matriz de los Estados Unidos, aislada, circundada por el siid, el norte y el occidente por la restauración del antiguo sistema colonial, se habría inmovilizado también dentro de sus primitivas fronteras, si es que la renovación de la guerra con la madre patria á principios del siglo no hubiese tenido otro desenlace. La América del Sud sería un apéndice de la Eu- ropa monárquica, y la Europa habría sido dominada por la Santa Alianza de los reyes absolutos, hasta con el concurso de la Inglaterra, única monarquía constitucional en el mundo. Tal es el prospecto de la uchronía que pretendería rehacer la historia sud-americana. Si la América del Sud no ha realizado todas las esperanzas que en un principio despertó su revolución, no puede decirse que haya quedado airas en el camino de sus evoluciones necesarias en su lucha contra la naturaleza y con los hom- bres, en medio de un vasto territorio despoblado y de razas diversas mal preparadas para la vida civil. Está en la repú- ■i PORVENIR AMERICANO. - CAPÍTULO PRIMERO, blica posible, en marcha hacia la república verdadera, con una constitución política que se adapta á su sociabilidad, mientras que las más antiguas naciones no han encontrado su equilibrio constitucional. lia L-ncarado de hito en hito los más pavorosos problemas de la vida y resuéltolos por sí mis- ma, educándose en la dura escuela de la experiencia y puri- Ih-ándose de sus vicios por el dolor. Obedeciendo á su espon- taneidad, ha constituido sus respectivas nacionalidades, ani- madas de un patriotismo coherente que les garante vida dura- dera. Desmintiendo los siniestros presagios que la condena- ban á la absorción por las razas inferiores que formaban parte de su masa social, la raza criolla, enérgica, elástica, asimilable y asimiladora, las ha refundido en sí, emancipán- dolas y dignificándolas, y cuando ha sido necesario, supri- miéndolas, y así ha hecho prevalecer el dominio del tipo superior con el auxilio de todas las razas superiores del mun- do aclimatadas en su suelo hospitalario, y de este modo el gobierno de la sociedad le pertenece exclusivamente. Sobre esta base y con este concurso civilizador, su población rege- nerada se duplica cada veinte ó treinta años, y antes de ter- minar el próximo siglo la América del Sud contará con 400 millones de hombres libres y la del Norte con 500 millones, y Inda la América será republicana. En su molde se habrá vaciado la estatua de la república democrática, última forma racional y última palabra de la lógica humana, que responde á la realidad y al ideal en materia de gobierno libre. A estos grandes resultados habrá concurrido en la medida de su genio concreto, siguiendo el alto ejemplo de Washing- ton y á la par del libertador Bolívar, el fundador de tres repúblicas y emancipador de la mitad de la América del Sud, cuya historia va á leerse y cuya síntesis queda hecha.. CAPITULO II SAN MARTÍN EN EUROPA V AMÉRICA AÑO 1778-1812 La « George Canning. » - Aparición de San Martin en la escena sud-ameri- cana. — Continente que trae á su revolución. — Su influencia en su tiempo y en su posteridad. — Su genio concreto. - - La unidad de su vida. — Ante- cedentes biográficos. — Noticias sobre la familia de San Martin. Las Misiones Jesuíticas secularizadas. -- Yapeyú. -Educación de San Martín.— Moros) cristianos. — La campana del Rosellón. Guerra marítima La campaña de las naranjas. - El Alcalde de Móstoles. - Muerte del general - ino. El general .Miranda. —Las sociedades secretas. El levanta- miento de España contra Napoleón. — Arjonilla y Bailen. — San Martin y Beresford. — Lord Macdutf. — La logia americana de Londres. ■ Viajo á Buenos Aires. -Estado de la revolución americana á la llegada de San Martin. — Sinopsis de la revolución argentina. I El 9 de marzo de 1812 llegaba al puerlo de Buenos Aires procedente de Londres, la fragata inglesa George Canning, nombre bajo cuyos auspicios debía imponerse más tarde al viejo mundo el reconocimii'tiin il»1 la independencia sud-ame- ricana, que uno tle los oscuros pasajeros que- conducía aquella nave estaba llamado í\ hacer triunfar por la fuerza de su Era éste, el entonces teniente coronel José de San i Gazi i i do Buenos Aires » de 13 de marzo de 1812, núm. 28. — Al- s dt: Ims lii.'i^r.itus ■!.; ^.m Martin lian repetido que lli _•■ i Buenos marzo, ruiiiundiemlu la t ■ -. 1 1 . i en que se dio la noticia pi>r ■ II el di i ríe 1 i II _ ida del buque. 80 MISIÓN DE SAN MARTIN. - CAPITULO II. Martín, k el más grande de los criollos del Nuevo .Mundo. » como con verdad y con justicia postuma ha sido apelli- dado (2). Hacía veinte y seis años que, niño aún, se había separado de la tierra natal, y regresaba á la sazón á ella en toda la fuerza de la virilidad, poseído de una idea y animado de una pasión, con el propósito de ofrecer su espada á la revolución -mi-americana, que contaba ya dos años de existencia, y que en aquellos momentos pasaba por una dura prueba. Tem- plado en las luchas de la vida, amaestrado en el arte militar, iniciado en los misterios de las sociedades secretas propaga- doras de las nuevas ideas de libertad, formado su carácter y madurada su razón en la austera escuela de la experiencia y el trabajo, el nuevo campeón traía por contingente á la causa americana, la táctica y la disciplina aplicadas á la política y á la guerra; v en germen, un vasto plan de campaña conti- nental, que abrazando en sus lineamentos la mitad de un mundo, debía dar por resultado preciso el triunfo de su inde- pendencia. Se ha dicho que San Martín no fué un hombre, sino una misión. Sin exagerar su severa figura histórica, ni dar á su genio concreto un carácter místico, puede decirse con la ver- dad de los hechos comprobados, que pocas veces la interven- ción de un hombre en los destinos humanos fué más deci- siva que la suya, así en la dirección de los acontecimientos, como en el desarrollo lógico de sus consecuencias. Dar expansión á la revolución de su patria que entrañaba loa destinos de la América, salvándola y americanizándola^ i la vez el brazo y la cabeza de la hegemonía argentina en el período de su emancipación : — combinar estratégica y tácticamente en el más vasto teatro de operaciones del orbe, (■: Vicuña Mackenna : a El General José de San Martin, b p. 9. SÍNTESIS DE SAN MARTÍN. - CAPÍTULO II. 87 el movimiento alternativo ó simultáneo y las evoluciones combinadas de ejércitos ó naciones, marcando rada evolu- ción con un triunfo matemático ó la creación de una nueva república : — obtener resultados fecundos con la menor suma de elementos posibles y sin ningún desperdicio de fuer- zas : — y por último, legar á su posteridad el ejemplo de redimir pueblos sin fatigarlos con su ambición ó su orgullo, tal fué la múltiple tarea que llevó á cabo en el espacio de un decenio y la lección que dio este genio positivo, cuya magni- tud circunscripta puede medirse con el compás del geómetra dentro de los límites de la moral humana. De aquí, la unidad de su vida y lo compacto de su acción en el tiempo y en el espacio en que se desarrolla la una \ se ejercita la otra. Toda su juventud es un duro aprendizaje de combate. Su primera creación es una escuela de táctica \ disciplina. Su carrera pública es la ejecución lenta, gradual y metódica de un gran plan de campaña, que larda diez años en desenvolverse desde las márgenes del Plata basta el pie del Chimborazo. Su ostracismo y su apoteosis es la consagra- ción de esta grandeza austera, sin recompensas en la vida, que desciende con serenidad, se eclipsa silenciosamente en el • •Ivido, y renace á la inmortalidad, no como un mito, sino como la encarnación de una idea que obra y vive dilatándose Bu los tiempos. II Esta figura de contornos tan correctos es empero lodavía un enigma histórico por descifrar. ¿Qu<^ fué San Martín? ¿Qué principios le guiaron? ¿Cuáles fueron sus designios? Estas preguntas que los contemporáneos se hicieron en presencia del héroe en su grandeza, del hombre en el ostracismo y de su cadáver mudo como su destino, son las mismas que so 88 LA ACCIÓN DE SAN MARTIN. - CAPITULO II. harón aún los que contemplan las estatuas que su posteridad le ba erigido, cual si fueran otras tantas esfinges de bronce que guardasen el secreto de su vida. San Martín no fué ni un mesías ni un profeta. Fué simple- mente un hombre de acción deliberada, que obró como una fuerza activa en el orden de los hechos fatales, teniendo la visión clara de un objetivo real. Su objetivo fué la indepen- dencia sud-americana, y á él subordinó pueblos, individuos, cosas, formas, ideas, principios y moral política, subordinán- dose él mismo á su regla disciplinaria. Tal es la síntesis de -:i trenio concreto. De aquí el contraste entre su acción con- temporánea y su carácter postumo; y de aquí también esa especie de mis!. tío que envuelve sus acciones y designios, aun en presencia de su obra y de sus resultados. La liistoria en posesión de esta síntesis delineará su ver- dadera grandeza, reduciéndola á sus proporciones naturales, v explicará la aparente contradicción y fluctuación de sus ideas y principios en medio de la lucha, por la lógica inflexible del hombre de acción, colocando su figura histórica en el pasado v el presente bajo la luz en que la contemplarán los venide- ros. La grandeza de los que alcanzan la inmortalidad no se mide tanto por la magnitud de su figura ni la potencia de sus facultades, cuanto por la acción que su memoria ejerce sobre la conciencia humana, haciéndola vibrar simpáticamente de generación en generación en nombre de una pasión, de una idea 6 de un resultado trascendental. La de San Martín per- tenece á este número. Es una acción y un resultado, que se dilata en la vida y en la conciencia colectiva, más por virtud intrínseca que por cualidades inherentes al hombre que la simboliza ; más por la fuerza de las cosas, que por la potencia del genio individual. No es el precursor de los hechos fatales á que sirve; pero es el que mejor los discierne, y el que en definitiva los hace triunfar. Sus ■ reaciones no nacen súbitamente de su cerebro, LA ACCIÓN DE SAN MARTÍN. - CAPÍTULO II. R9 armadas do pies ¡1 cabeza romo la divinidad fabulosa : son el simple resultado ile sus acciones <|ue so suceden, produciendo resultados espontáneos. Más soldado que hombre especulati- vo, resuelve arduos y complicados problemas, concibiendo estratégicamente plao es militaros. Conjura peligros dando la fórmula práctica de una situación. Da formas tangibles á una revolución, organizando ejércitos regulares. Liberta pueblos, -anando tácticamente sus batallas. Emancipa esclavos, sin confesar un credo político. Crea nuevas asociaciones, sin per- seguir un ideal social. Bosqueja con su espada las grandes líneas de la geografía política de Sud-América, \ les lija para siempre, obedeciendo por instinto á la índole de los pueblos Funda empíricamente repúblicas democráticas, por el solo hecho de no contrariar las tendencias nativas de los pueblos que emancipa, abrigando empero en su monte otro plan teóri- co de organización política. Era un libertador en acción que obedecía á su propia impulsión. Por eso sus acciones son más trascendentales que su genio, y los resultados de ellas más latos que sus previsiones. Y sin embargo, no puede conce- birse ni aun hipotéticamente quién pudo haberle reemplazado en la tarea contemporánea, ni quién llenaría el vacío que re- sultaría en la conciencia de su posteridad si su espíritu no la impregnase. Inteligencia común de concepciones concretas ; general más metódico que inspirado ; político por necesidad y por instinto más que por vocación, su grandeza moral consiste en que, cualesquiera que hayan sido sus ambiciones secretas en la vida, no se le conocen otras que las de sus designios histó- ricos; en que tuvo la fortaleza del desinterés, de que es el más Doble y varonil modi lo : en que supo tener moderación p mantenerse en los límites de su genio y de su misión ; en que habló sólo dos veces en la vida. - una para exhalar una débil queja al despedirse por siempre de su patria, dándole onsejos, y otra para abdicar el poder sin enojo y despe- 90 RETRATO DE SAN MARTÍN. - CAPITULO II. dirse por siempre do la América, apelando al fallo de la pos- teridad : - y en que murió en silencio, después de treinta años do olvido, sin debilidad, sin orgullo y sin amargura, riendo triunfante su obra y deprimida su gloria. La posteridad agradecida lo ha aclamado grande, la Amé- rica del Sud lo reconoce como á uno de sus dos grandes li- bertadores, y tres repúblicas lo llaman padre de la patria y fundador de la independencia. III \ esta fisonomía histórica correspondía una figura varonil, un rostro reflejo de sus cualidades y un alma ardiente de pasión concentrada con manifestaciones frías y reservadas que á veces hacían explosión. En los heroicos días de su edad viril, San Martín, como la estatua viva de las fuerzas equilibradas, era alto, robusto y bien distribuido en sus miembros, ligados por una podei musculatura. Llevaba siempre erguida la cabeza, que ora me- diana y de una estructura sólida sin pesadez, poblada de una cabellera lacia, espesa y renegrida que usaba siempre corta, dando relieve ú mis líneas simétricas sin ocultarlas. El des- arrollo uniforme del contorno craniano. la elevación rígida del frontal, la ligera inclinación de los parietales apenas de- primidos sobre las sienes, la y sig. BIOGRAFÍA DE SAN MARTIN — CAPITULO II 93 Moderado por cálculo y humano [>or temperamento ; paciente en la elaboración de sus planes, austero en el deber sin dejar de ser tolerante con las debilidades humanas; severo hasta la dureza á veces, pero sólo cuando lo consideraba necesario; reservado hasta tocar el disimulo; prevalecía sobre sus cali- dades adquiridas su naturaleza apasionada de criollo ameri- cano, que reflejaba inconscientemente las ideas caducas del orden de cosas que odiaba y combatía. Hombre de acción por -us cualidades nativas, cuando fué llamado á dirigir los hom- bres-por móviles morales, mostró pertenecer á la raza de aquellos descendientes de Hércules de que habla Lisandro, que sabían coser la piel del zorro á la del león. IV Al emprender su viaje desde Inglaterra, San Martín iba á Cumplir bis tilinta y cuatro años de edad. Había nacido el -•"> de febrero de 1778 en Yapeyú, uno de los treinta pueblos de las antiguas Misiones guaraníticas, situadas sobre las márge- nes del Alto Uruguay y Alio Paraná, pertenecientes entonces al Gobierno de Buenos Aires (5). Después de la expulsión de los famosos fundadores de las Misiones Jesuíticas del Paraná y Uruguay 1768), fueron se- (5) ■ Reb i geogí Lfica é histórica de Misiones, » de don Diego de ir, Col. de Angelis, i IV, p. 97. — Coni.> se ba dicho por algunos de 1( - de San Martín, que su padre fué el primer gobernador de las Misiones del Uruguay y Paraná después de la expulsión d Jesuítas, y que Yapeyú fué la capital de la provincia, es conveniente ¡lustrar este punto, que por otra parte interesa ;i la historia. Los dos primeros gobernadores de Misiones, después de su secularización, — i I i- Ordenanzas, » de Bucarelli, de 1768 M. S.), — fueron lo pilmes don Juan Francisco de la Riva Herrera que Ingelis llamaba l( i \_- lero), y don Franrisro Bruno de Zabala, correspondiendo 20 pue- GENEALOGÍA. - CAPITULO II. cularizadas v sometidas á un régimen de explotación comu- nista «airado sobre el tipo primitivo, sin la disciplina monás- tica a que debieron su cohesión artificial y su ficticia pros- peridad. Divididas al principio en dos gobernaciones, se reconcentró más tarde su dirección en un solo gobernador en lo político v militar, y un administrador general en lo econó- mica, con tres tenientes gobernadores auxiliares de uno y otro, cada uno de los cuales tenía á su cargo un departa- menlo. El tercero de estos departamentos se componía de los pn "blos de La Cruz, Santo Tomé, San Borja y Yapeyú, del cual el último n Juan de s.in Martín falleció en Málaga en i:-.m,, comprobán- dose mi última clase militar con la primera foja de servicios de mi hijo. I 'i- hecha en España en isos, y en illa se lee: — - El Ayudante pri- » ro I). Jii-i de San Mallín y Matorras, su edad 27 años, su país « Buenos Aires, en América, su calidad noble, hijo de Capitán. ■■ De una • le ..nía- suyas que poseemos autógrafas, hemos tomado la noti- cia de la época i n que entró á servil' el gobierno de Yapeyú. I n una de ellas de fecha 10 de enero de 1778, escrita con poca oí , dice ii Juan Ángel Lascano, administrador general de las Misiones: ion escribo a mi apoderado D. Cristóbal Aguirre incluyendo s lertitii i une - de i sto; i Pueblos de nú Departamento que " düan m» tener contraído en ello tlguno, para que en su birtud •licite la recaudación de la gratiíicación que me esl i asi. 1 I en Pleo que ejerzo, d cuj i consecución espero quadyubc Vm. en „fi YAPEYÚ. - CAPÍTULO ]|. Yapeyú, situado á los 2!J° 31' 47" Je latitud austral (10), marca la transición entre dos climas. Su naturaleza participa de las gracias de la región templada á que se liga por sus producciones, y del esplendor de la no lejana zona inter- tropical de cuyas galas está revestida. Fundado sobre una Ligera eminencia ondulada, á orillas de uno de los más cau- dalosos v pintorescos ríos del orbe que baña sus pies, desde la meseta que domina aquel agreste escenario, la vista puede dilatarse en vastos horizontes y en anchas planicies siempre verdes, ó concentrarse en risueños paisajes que limitan bos- » cuanto ceda en beneficio mió á fin de que Se recaude lo vencido de i) dos años que cumplieron el 13 de Diciembre próximo pasado. » Once meses después insistiendo sobre lo mismo, decía en carta de 12 de di- ciembre de 1777 : « Sobre lo de mi gratificación tengo ú V. escrito tiempo » hace, y como V. nada me dice, ignoro en que estado se halla, y así u le he de estimar se propenda á su recaudación. » Dieciocho meses después aun no había sido atendido en su solicitud, y escribía en 15 de junio de 1 779 : <■ La portadora de esta será mi esposa que pasa á esa en » solicitud del cobro de la gratificación que me está asignada por el » servicio de este departamento. » M. SS. — En 1781 había rosado en su comisión, según consta de una carta del gobernador interino Piera, da- tada en La Candelaria el 15 de enero de ese año, que dice así : «En carta » de -1 de setiembre del año próximo pasado me avisó Theniente Go- I" mador que fué del departamento de Yapeyú D. Juan de San Mar » tin, etc. i) M. S.) — Diez años después, su viuda presentaba el balance de su fortuna en un memorial d rigido al rey, en estos términos: ' indo falleció D. Juan de San Martín, mi marido, que fué bajo el • poder de testar que reciprocamente nos dimos hallándonos en esta " Corte, en 8 de marzo < y á cuyo nombre celebré el citado tes- tamento en la ciudad de Málaga en i.° de abril de 1797, no se hizo in- ventario por consistir la mayor paite del caudal en créditos origina- -> ríos de los diferentes préstamos que hizo el mencionado mi marido » hallándose en América, y después residiendo en España.» (M. S. Ar- chivo de San Martin, vol. i.) (10) \zara a Voyage, etc., t. II, p. 389. — La longitud de Yapeyú (0 de París), según el mismo es, 58° 58' 28". PRIMEROS AÑOS. - CAPITULO II. í>7 ques lloridos y variados accidentes del terreno de líneas ar- moniosas. En la época de los jesuítas era Yapeyú una de las pobla- ciones más florecientes de su imperio teocrático. Al tiempo del nacimiento de San Martín, bien que decaída, era todavía una de las más ricas en hombres y ganados. Levantábase to- davía erguido en uno de los frentes de la plaza el campanario de la iglesia de la poderosa Compañía, coronado por el doble símbolo de la redención y de la orden. El antiguo colegio y la huerta adyacente, era la mansión del teniente-gobernador y su familia. A su lado estaban los vastos almaoev.es en que se continuaba por cuenta del rey la explotación mercantil planteada por la famosa Sociedad de Jesús, que había reali- zado en aquellas regiones la centralización de gobierno en lo temporal, lo espiritual y lo económico, especulando con los cuerpos, las conciencias y el trabajo de la comunidad. Tres frentes de la plaza estaban rodeados por una doble galería sustentada por altos pilares de urundey reposando en cubos de asperón rojo, y en su centro se levantaban magníficos ár- boles, entre los que sobresalían gallardamente gigantescos palmeros, que cuentan hoy más de un siglo de existencia. El niño criollo nacido á la sombra de palmas indígenas, borró tal vez de su memoria estos espectáculos de la primera edad ; pero no olvidó jamás que había nacido en tierra ameri- cana y que á ella se debía. Contribuyeron sin duda á lijar indeleblemente este recuerdo, las impresiones que recibió al abrir su> ojos á la luz de la razón. Oía con frecuencia contar i bus padres las historias de las pasadas guerras de la fron- tera con los portugueses, que debían ser los que más tarde redujesen á cenizas el pueblo de su nacimiento (11). Su sueño [l\¡ VA pueblo de Yapeyú fué incendiado y saqueado por I"- portu- gueses el 13 de febrero de lstT. el mismo dia y ca ii i la misma hora en - ni Martin, después de haber ganado la batalla de Chacabuco, en- TOM. I. ~¡ 98 I i. SEMINARIO DE NOBLES. — CAPÍTULO II. infantil era con frecuencia turbado por las alarmas de los in- dios salvajes que asolaban las cercanías (12). Sus compañe- ros de infancia fueron los pequeños indios y mestizos á cuy.» lado '■mpezó á descifrar el alfabeto en la escuela democrá- tica del pueblo de Yapeyú, fundada por el legislador laico de las misiones secularizadas (13). Pocos años después, Yapevú era un montón de ruinas-, San Martín no tenía cuna : liilii triunfante en Santiago de Chile. Véase en la «Memoria de Cam- panha «1<: 1816 » el oficio del brigadier Chagas de la misma fecha, pu-¡ blicado en la <■ Revista do Instituto Hist. Geog. Brazileiro, t. Vil, p. 290. I - Todos estos antecedentes sobre las reminiscencias infantiles do San Martín, son rigurosamente históricos, y no meros adornos de retó- rica como pudiera creerse. Hé aquí la prueba. En carta del padre de Sin Martín de 22 de abril de 1777, decía el administrador Lazcano desde Sin Borja : <■ Habiendo vuelto á repetir los Minuanes infieles sus acos- » tumbrados escesos, habiendo despoblado tres estancias de este pueblo, ha resuelto salir en su seguimiento, por lo que de aquí han salido '_ indios de armas, con 24 españoles, un soldado infante y dos Blan- dengues, con caballos y víveres para dos meses, al cargo del Sargento Bartolomé Pérez con su capellán y cirujano. » M. S. — En otra carta de 10 de junio del mismo año dice : « Hasta tanto que consigamos alguna » tranquilidad cbn la terrible turbulencia que nos han movido los Mi- nuanes, pues á la verdad es una guerra tan perjudicial como la que » nos hicieran por estas partes nuestro^ enemigos los fronterizos portu- _ . ses, pues no hay estancia ó población por estos pueblos que no la infesten y arrasen, y así estamos con el subsidio que se deja cono mayormente con lo acaecido últimamente con la partida que despa- chó este caballero Gobernador á castigar sus insultos, compuesta de más de 400 hombres bien amunicionados al comando del teniente d< i dragones don Tomás Escudero; pues habiendo esta dividido su partida v mandando al cargo de un capitán de Paraguayos, don Tomás Gil, un número como de 170 hombres, se encontró esta con los Minuanes en un arroyo nombrado Igüirapuitá, de cuyo encuentro sucedió que » pereció dicho capitán, 33 indios y 14 españoles, con que en vista de esto ya puede V. considerar cual nos hallaremos por estos países, temiendo que serán más lamentables las hostilidades que cometan » dichos Minuanes, y así ñus obligan á estar sobre la defensa. Mí. (13) En la « Instrucción » de Bucarelli de 23 de agosto de 1776 se dis- ponía : que en todos los pueblos de Misiones se establecieran escuelas elementales para la educación de los indios pequeños con arreglo a la I . , lib. 6.° de las « Recopiladas de Indias, » las que debían ngo de los Gura-, rogándoles (dice el documento original dedicasen con esmero á este importante encargo (M. S.) EL SEM INAR10 DE NOBLE - . - CAPÍTl LO I !. pero en el mismo día y hora en que esto sucedía, la Ajnérica era independiente y libro por los esfuerzos del más grande de sus hijos, y aun viven las palmas á cuya bra nació y i i eció (\ '■ ). VI A la edad de ocho años, después do una corta permanencia 'ii una escuela de primeras lelras en Buenos Aires, pasó" San Martín á España en compañía de sus padres, ingresando poco después como alumno en el Seminario de Nobles Madrid. Este colegio, como su nombre lo indica, era una institución esencialmente aristocrática. Tenía por objeto de- clarado « la educación de la nobleza del Reyno, » no siendo en realidad sino un liceo privilegiado á imitación de los de Luis XIV, (pie su nielo Felipe Y importó á España en 1727, y cuyas constituciones fueron reformadas por Carlos III en lT'.i'.t. Según su plan de estudios, se enseñaba en 61 : la len- francesa, latina y castellana, el baile (para lo cual había por excepción dos profesores en honor de Luis XIV), el vio- lin y el piano-forte, el dibujo natural, la poética y la retórica, 14 \l l>r. Martín de \l<>ussy so debe la preservación de estas palmo. En su a Memoria sobre las Misiones » dice, hablando de Yapeyú : l ii i docena de familias vive ali dedor de las ruinas, y mas de uno i su hacha brutal derriba las magníficas palmas las m.i> altas y porosas rpie hayamos visto en estas riberas . 6 cae sobre las sobei . arborescentes plantadas por los Jesuítas, que daban nnbra .i las plazas en que los indios ejecutaban sus danzas y sus " jue»os. Hemos sido bastante felices par.i salvar el resto de estos her- i mo ns árboles, obteniendo del Gobernador de Corrientes una orden que fué expedida inme li itamente al Juez de Paz del distrito para que luciera respetar. » Descrip. Goog. el Stat. de la Confédération Ar- ue, t. Mi. |i. 702. Al presente Yapeyú es i l asíi uto de una pe- lonía de inmigrantes, que lleva por nombre Sa • M . ¡iuv. 100 PRIMERAS CAMPANAS. - CAPITULO II. La esgrima, la equitación, algo de historia natural y geografía, nociones de física experimental y matemáticas puras, te- niendo adscripta una clase de primeras letras, hallándose casi siempre vacantes las asignaturas de filosofía moral y metafísica, que por adorno tal vez figuraban en el progra- ma (15). Como se vé, en el Seminario se enseñaban habili- dades solamente y algunas tinturas de ciencia. No fué cier- lamente en esta escuela donde se formó San Martín, en la que por otra parle sólo permaneció dos años, adquiriendo únicamente en ella algunos rudimentos de matemáticas y principios de dibujo (16). No había cumplido aún los doce años de edad (julio de Í789), cuando colgando de su hombro los cordones de cadete del regimiento « Murcia, » dio comienzo á su verdadera edu- cación, y desde ese día se bastó á sí mismo. El uniforme del Murcia » era celeste y blanco, y el joven aspirante vistió con él los colores que treinta años después debía pasear en triunfo por la mitad de un continente (17). Su primera campana fué en África, y recibió el bautismo del fuego y de la sangre combatiendo contra los moros al lado de los descendientes del Cid y de Pelayo. Primero estuvo en (15) Se ha creído por casi todos los biógrafos de San Martín, que el Seminario de Nobles de Madrid tenía por objeto preparar á sus alumnos para la carrera de las armas, por el estudio especial de las ciencias exactas, lo que, como se ve, no tiene fundamento. — Véase «Constitu- ciones del Real Seminario de Nobles de Madrid, » (ed. de 1799), y « Guía I trasteros di' Madrid, » de 1800, p. 112. — Véase, además, por vía de ilustración, Lo que sobre el estudio de las ciencias exactas en esa época dice Ferrer del Río en su « Historia del Heyuado de Carlos 111, » lib. VII, bap. V. (16) Todos sus biógrafos (excepto Vicuña Mackenna) lo hacen perma- necer en el Seminario do Nobles hasta la edad de 21 años, lo que es contrarío á la verdad cronológica y está desmentido por documentos rehacientes, según se verá después. 1 ' Glodart : " Histoi ia orgánica de las anuas españolas, » t. X, p. 406. La casaca era blanca y la divisa celeste. EL GENERAL RICARDOS. - CAPITULO II. 101 Melilla, y posteriomonio pasó con su batallón á reforzar In guarnición do Oran en 1791. Allí, en medio do un terremoto que destruyó la ciudad en aquel año, sufrió por el espacio d< treinta y tres días el fuego del enemigo, el hambre y el insom- nio, manteniéndose « la plaza hasta hallarse convertida en un » montón de ruinas »(18). Mandaba la artillería española en esta ocasión un joven teniente que se llamaba Luis Daoiz, cuya gloriosa muerte debía más adelanto vincularse á los des- tinos de San Martín (19). En la misma clase pasó al ejército de Aragón en 1793, y en seguida al del Rosellón, que bajo las órdenes del general Ricardos combatía gloriosamente contra la República Francesa en su propio territorio. Era Ricardos el más táctico y el más inspirado de los generales españoles de aquella época, y el que con más heroicidad sostuvo por algún tiempo el honor de las armas españolas contra los más hábiles v valerosos generales franceses. En esta escinda aprendió el joven cadete muchas de las lecciones que debía jmner en práctica después. Hicardos, tomando la iniciativa de la campaña cuando su patria estaba amenazada por la invasión, atravesó los Pirineos orientales, donde el arte ayudado por la naturaleza presentaba mayores obstáculos, y penetró en el Rosellón cuando menos esperado era allí, venciendo en las batallas de Masdeu y Tiui- lles por movimientos atrevidos y bien combinados, qué traen á la memoria algunas de las hazañas posteriores de su discí- pulo, el cual más feliz que su maestro debía llevarlas á buen término. No obstante estas primeras ventajas, Ricardos tuvo que repleglarse muy luego al campo atrincherado de Boulou sobre la línea del Tech al pie de los Pirineos orientales, aban- te Foja de servicios de San Motín, M. S. Clodnrl : Hist ■¿nica .Ir [as armas, etc., a t. \. p. i 10. 19 i nao. « lli>!. (¡ral. de España, ■ ■ cap. V p. 71, ed. de Roig. '< I» el niv. » de Mellado, i erba : Uaoiz. 102 CAMPAÑA DEL ROSELLÓN. - CAPÍTULO II donando la línea del Tet que sólo llegó á amenazar. En esta ocasión desplego nuevamente las dotes de un buen general, así en la resistencia como en la retirada que se siguió más tardo, estrechado por el espacio de veinte días en su nueva po- sii ion, rechazó triunfante tres ataques generales que le trajo el .jército enemigo, y once combates parciales á que lo pro- vocó el célebre general Dagobert. En la mayor parte de estos combates se halló y distinguió San Martín, especialmente en la defensa de « Torre Batera, » de « Creu del Ferro, » ataque á las alturas de « San Marsal, » y baterías de « Villalonga» (octubre de 1793), así como en la salida á la « Ilermita de San Lluc» y acometida al reducto artillado de los franceses en « Banyuls del Mar » (noviembre de 1793), siendo ascendido por su com- portación en estas acciones á la clase de subteniente (20). El general español reaccionando, tomó de nuevo la ofensiva, y en diciembre del mismo año se apoderó del castillo de « San Tolmo», de « Port Vendres» y « Collioure,» batiendo una di vi- sión del enemigo, — al que arrojó del otro lado del Tet, lle- gando hasta las puertas de Perpiñán, — jornadas en que se lialh'» presente San Martín (21). (20) Foja de servicios de San Martín en 1808, M. S. — Clodart, llis- loria orgánica, etc., » t. Y, cap. T.°. y t. X, p. 419. — Chao, *< Historia i! de España, » I. 111, p. 10. — Thiers, « Révolution francaise, lib. \l\. Michaud, o Biographie Universelle, » vol. XXXVII, p. ,"¡19. •Jl Foja de servicios de San Martín, 1808. Para utilizar este preciosa documento, — que Vicuña Mackenna publicó por la primera vez, — hc- mos tenido que hacer un estudio detenido de los historiadores france- i fióles que se lian ocupado de la guerra del Rosellón, así como de la geografía del teatro de las operaciones. El resultado lia sido dar- nos iii' uta de sus errores históricos y de sus adulteraciones de nombres, que 1 . mayor parte de los biógrafos de San Martín han seguido literal- mente sin someterlas á la comprobación de la crítica. Así, la foja de servicios llama toma de >< Torre Batera » y « Cruz del Yerro, » á lo que tu.'' la defensa de estas posiciones hecha por el « Murcia » en el campo atrincherado de Boulou, ionio puede verse en las diversas obras citadas • u lo nota anterior. Así también : llama « San Múrale »á« San Marsal» que Vicuña Mackenna llama « Mauboles » v Gutiérrez « Margal i I IMPANA DEL ROSELLÓN. - CAPÍTULO II- 103 Muerto el general Ricardos mientras concertaba en la corte nuevos planes, forzada por Dugommier la línea del Tech, y abandonado el campo de Boulou en medio de una derrota, las conquistas de los españoles sobre el golfo de Lyón quedaron compróme! idas y entregadas á los esfuerzos de sus guarniciones. El Murcia,') que formaba parte de ellas, re- chazó en Port-Vendres dos ataques sucesivos que le trajo el enemigo el 16 y 17 de mayo, concurriendo á una vigorosa sali- da que se hizo para proteger el castillo deSanTelmo, llave de la posición ; la guarnición se replegó sobre Coilion r< el _•"> de mayo, para ponerse en comunicación con la escuadra de Gra- \ina que debía protegerla, la que no pudo acudir en tiempo. Abandonada por el ejército y por la escuadra, la guarnición de Collioure tuvo al fin que capitular después de tres días de resistencia, obteniendo los honores de la guerra con la condi- ción de retirarse por tierra á España y no tomar las armas durante la guerra (22). San Martín estuvo presente á todas estas funciones de guerra, y fué ascendido á teniente 2.° en medio de los combates. Fué entonces, cuando vencida la Kspaíía y aterrorizada la t reinante de los Borbones, pensó seriamente en trasladar >u trono á las colonias americanas, como lo efectuó más tarde el Portugal. Si este plan se hubiese realizado, la revolución ili - i Banyuls del Mar, » y acaba por llamar Colimbre á Col lioure, mencionando que San Martín asistió a su defensa, sin hablai nada del ataque donde sin embargo consta estuvo presente el Mur- gún Clodart. Todo esto prueba, »| r n ■ las notas de la foja '!<• ser- vicios, siendo exactas en su fondo, fueron confusamente reda< Ladas por algún ayudante del regimiento, poco entendido en historia y geografía, y que no deben lomarse al pie de la letra. Posteriormente hemos e pletado ese documento con las fojas suplementarias de servicios de San Martín en España hasta 1811, que no han sido c idas por loi bistoriadoi i s. ! I oja de sei vicios Historia oí cit., t. \. p. eje. norias d< I Principe de la Paz, t. í, p lOf EL ÁTOMO DE UN HÉROE. - CAPÍTULO II. Sud-Americana se habría retardado quizá, y la historia con- taría un héroe menos, que átomo perdido á la sazón en medio de aquellos grandes acontecimientos que agitaban á la Europa entera, observaba, estudiaba y aprendía en la escuela de ami- gos y enemigos, preparándose para redimir aquellas lejanas comarcas esclavizadas, hacia las cuales los soberanos absolu- tos volvían sus ojos atribulados en los días de conflicto. VII La paz de Basilca (1795), restituyó al joven teniente su libertad de acción. El tratado de San Ildefonso (1796), lan- zándole en nuevos combates, casi al mismo tiempo que perdía á su padre, lo trasladó á otro elemento en que la España, hu- milde aliada de la República Francesa y en guerra con la Gran Bretaña, iba á medirse en los mares con la primera potencia marítima del mundo. Por este tiempo, San Martin había llegado á los diecisiete años, edad en que la conciencia empieza á formarse, y el hom- bre á ser responsable de sus acciones y pensamientos. Fallan documentos para estimar su estado moral en ese momento crítico, en que las nuevas ideas de la revolución francesa cun- dían en España, iluminando las almas con súbitos resplando- res. De estas influencias participó Belgrano, que se hallaba por el mismo tiempo en la Península, y debemos creer que San Maitín no fué insensible á ellas; pero prudente y reservado desde muy temprano, pasaran todavía algunos años antes de revelarnos su secreto. Mientras tanto, embarcado el « Murcia » á bordo de la escuadra española del Mediterráneo, se halló presente al ignominioso á la vez que parcialmente glorioso combate naval del cabo de San Vicente (1797), que los espa- ñoles por pudor han denominado simplemente «del 14 do * CAMPAÑA NAVAL. CAPÍTULO II. 105 Febrero. » En él so ensayo Nelson' presagiando á Trafalgar La Inglaterra, al destruir los últimos restos del poder ma- rítimo de la España, preparaba el advenimiento de la próxima revolución americana; y el que debía hacerla triunfar en lo futuro, combatía entonces entre marineros y soldados contra la nación que había de ser la que la reconociese más tarde 6 la faz del mundo á despecho de los reyes coaligados. El 15 de agosto de 1708, fué atacada en los mismos mares lafragata Santa Dorotea de la armada española que tripu- laba San Martín, por el navio inglés León, de 64 cañones. Siguióse un reñido y desigual combate en que la fragata tuvo al fin que rendirse, después de agotar los más heroicos es- fuerzos. El mismo vencedor, lleno de admiración, lo comu- nicó así por medio de un parlamentario al almirante español Mazarredo, diciéndole : « serle imposible explicar con pala- -i bras el valor atrevido y destreza desplegada por el coman- • dante de la Dorotea durante la acción en que tan vigorosa- mente se vio estrechado, » honor que el rey hizo extensivo i toda la tripulación, v de que participó el oscuro oficial que en su tercera campaña volvía á ser desarmado por el destino, después de trece meses de trabajos marítimos (23 . En este segundo eclipse de su carrera. San Martín se de- dicó al estudio de las matemáticas y del dibujo, conserván- dose de él dos marinas á la aguada, que atestiguan su inclinación, y llenan, como dos páginas pintorescas, este período silencioso de su vida (24). (23) Oficio del inspector de la armada, don Francisco de Borja, en 1 i. de -i tle agosto, j R( il orden de 24 de septiembí \| - San Martín repetía con frecuencia que la vocación de su juventud había sido la marina y I i pintura, lin IB 1 3 decía, que podía fida pintando pais ij - de abanico. 106 LA GUERRA DE LAS NARANJAS. - CAPÍTULO II yiii En la guerra joco-seria de 1810 entre el Portugal y la Es- puria, que se llamó « de las naranjas » por el trofeo al nalu- ral que la coronó en cabeza de una reina vieja, enamorada de un favorito que remedaba las operaciones militares, vemos reaparecer al teniente San Martín á la edad de 23 años. Al Érente de una compañía de su antiguo regimiento, pasa la frontera por los Algarves, y asiste al incruento sitio de Oli- venza, que fue la mejor conquista de la campaña, y que más tarde debía ser la manzana de la discordia entre españoles y portugueses cuya influencia se haría sentir en los destinos de l,i América meridional. La paz de Amiens (1802), que sobrevino, llevó su regi- miento al bloqueo de Gibraltar y á Ceuta, y últimamente en 1804 le encontramos de guarnición en la plaza de Cádiz con el título de capitán 2,° de infantería ligera de « Voluntarios de Campo Mayor, » luchando valientemente con la peste que asolaba aquella ciudad, campaña que por meritoria fué con- signada en su foja de servicios á la par de las acciones de guerra (2o). El tratado de Fontainebleau (1807), por el cual se repartís •■I Portugal y sus colonias entro España y Francia, asegu- rando al favorito Godoy una soberanía y á Carlos IV la co- rona De aquí 1" han i ado los demás. La circunstancia de haber sido García del Río ministro de San Martín, y suponérsele por lo tanto bien informado de los sucesos de su vida, darla algún valor moral ;'i esta aserción, si no incurriese á la vez su autor en graves errores qué la desautorizan. W se ve, que pasa por alto los servicios de San Martín desde 1789 á 1808, suprimiendo 19 años de tu vida militar que no permaneciendo en él trece años sin interrupción, y seis años continuos < d el <\i- Voluntarios de Campo Mayor, » anotándose en ella mis comi- siones y destacamentos, y como se ha visto, hasta su presencia en la peste de Cádiz, sin que se haga mención del I ho en cuestión. I prueba que en estos nueve años, únicamente sirvió en esos dos cui I' ii i mayor evid i i esto ¡ i.° Que en su clase de capitán con mando efectivo de tropa, San Martín no podía desempeñ ir las fun- ciones de edecán con arreglo á ordenanza : 2.° Que do existe un documento de que puedri deducirse siquiera tal circunstancia : 3. Qne n original* s io, los los certificados de ei /icios de S in Martín, for- mando serie competa, entre los cuales se registran algunos nombra* IOS ESPAÑOLES Y PORTUGUESES. - CAPÍTULO II, Las irur-rras entre españoles y portugueses — lan valientes romo son — siempre tuvieron algo de cómico, desde la í.miosa batalla de la guerra de sucesión en que, en los baga- jes de un ejército de nueve mil hombres se tomaron quince mil guitarras, hasta la ridicula campaña de las naranjas de que hemos hecho mención. En esta última decía el general portugués al español: « ¿A qué batirnos? Brinquemos y to- quemos en buena hora las campanillas ; pero cuidemos de no mientos de ayudante de campo, y no se encuentra en ellos nada sobre el particular : 4.° Que está evidenciado por documentos que comprenden toda su carrera b ista 1K08, que permaneció constantemente en los dos i urrp'X citad >s « Murcia » y « Voluntarios » y siempre con mando efec- tivo de tropa : 5.° Que en el día de la muerte del General Solano figuró como oficia] il<' guardia, y no como ayudante ni edecán, según se verá después : 6.° Que después de la muerte de Solano continuó pasando re- vista sin interrupción en « Voluntarios de Campo Mayor » hasta ag de 1808, tu que pasó á otro cuerpo con ascenso. — De todo esto se de- duce, que por el hecho de haber servido á las órdenes inmediatas de Solano en la guarnición de Cádiz y en la última expedición á Portugal, le I'- ha supuesto ayudante de este general, pero como estas pruebas d iductivas podrían no considerarse concluyentes, he aquí un documento que dirime el conflicto, y explica todo. Por acaso cayó prisionero en Chile un tripulante de un buque español que había conocido en aquella época á San Martín en Cádiz, quien con fecha 13 de febrero de 1819, le escribió desde Curimón una carta en que le dice : « Como las ocasi' ■ en que uno puede encontrar su felicidad, se presentan en los cono- u cimientos que tenía en el tiempo anterior, se me presenta ésta en E., á quien tuve el honor de conocer en Cádiz, estando yo di - postero del Sr. Solano, y V. E. de Comandante de la partida de Campo Wayor y Edecán de dicho señor. » (M. S. del arch. de San Martín.) — teta la especie de que ambos se parecían al extremo de con- fundir-', que Miller fué el primero en acreditar, y que tiene su origen cu !i ufundido á Solano con uno de los que componían la di- putación que fué á hablarle en nombre del pueblo, y que en efect> I'' parecía á la distancia, como puede verse én Toreno y en cualquier otro historiador español. - San Martín guardó durante toda su vida un venerable reí uerdo por la memoria de Solano; constantemente llevó >'ii -u cartera, hasta la hora de su muerte, e] retrato de este general gra- bado en .erro tn forma de medallón : en su orla balda sombreado él mismo una faja de luto, y en el papel que lo envolvía escribió en gruesos caracteres esta inscripción : SOLANO. — Esta pieza forma hoy parle de nuestra colecciuu. F!. DOS Di: MAYO. - CAPÍTULO II. 109 hacernos daño » (27). Solano complementó" este grotesco cuadro, al tomar á lo serio su papel do conquistador, v adju- dicarse el de gran reformador, pretendiendo hacer do Setu- bal, donde estableció su cuartel general, una nueva Salento, dmide ostentó más bien su buen deseo que sus conocimien- tos administrativos, según la expresión de Toreno. IX Dominada la España por la espada de .Napoleón, cautivos sus ni. marcas, y fermentando en secreto el odio al extran- jero, el estallido no se hizo esperar. El alzamiento del 2 d<- mayo en Madrid fué la señal, y la heroica muerte de Daoiz y \ elardc y las bárbaras ejecuciones del Prado que se siguie- ron, dieron á la revolución española su enseña y su carácter popular. Los fugitivos de aquella sangrienta jornada llegaron en la misma noche á la pequeña villa de Mósloles, que situada á 16 kilómetros de la capital sobre el camino de Extremadura, vegetaba en la oscuridad, sin historia hasta entonces. El Al- calde, pobre rústico, inspirado por el patriotismo, sin nocio- aes siquiera de ortografía, trazó en pocos renglones inmor- tales la circular del alzamiento general de España, que resonó como un trueno en toda la Europa, y fué la señal de La caída de] coloso del siglo. Decía así: - « La Patria está eu peligro, Madrid perece víctima de la perfidia francesa: Españoles, acudida salvarla. Mayo 2 de 1 808. — Ll Axcalde de Mósto- \ ipolóon .-II Españ i » ' ¡i.» : Uistoi ia _' ie i il de III. p. 27. lili EL ALCALDE DE MÓSTOLES. -CAPÍTULO II. Dos días después, este elocuente y lacónico parte anónimo que lia pasado á la historia de la humanidad, transmitido de ale lid'' á alcalde como un toque de alarma, llegaba con ra- pidez prodigiosa á las últimas provincias del mediodía sobre la frontera de Portugal. Hallábase allí el general Solano, nombrado nuevamente capitán general de Andalucía de regreso de su expedición con las tropas de su mando. Su pri- iii» t impulso fué marchar sobre Madrid, pero sofocado el pro- nunciamiento del 2 de mayo y confirmado en su mando por los franceses, volvió sobre sus pasos, y se situó en Cádiz, sede de su gobierno. Instalada La Junta de Sevilla en nombre de la nación y del . instó á Solano para que se pronunciara apoyando la in- surrección general. Hombre de luces y de cualidades mora- les, amado del pueblo, empero se le tachase con razón de afrancesado, impresionable é irresoluto en la acción, aunque valicD e, Solano trepidó, asumió una actitud equívoca, \ acabó por promulgar á la luz de hachas encendidas, en la noche del 28 de mayo, un bando por el cual condenaba l.i insurrección, no obstante adherirse aun alistamiento na- cional. El pueblo pidió á grandes gritos el ataque inmediato de la escuadra francesa, surta hacía años en Cádiz, juntamente < I.i escuadra española después de la derrota de Trafalg.tr. Retardada esta exigencia popular, no obstante haber obtem- perado al principio á ella el capitán general, lamuchcdumbre excitada se dirigió al día sig ui uto á su palacio, apersonándo- sele una diputación á increparle su traición ó su flaqueza. I no de los diputados salió al balcón á hablar al pueblo para tranquilizarle con las promesas del ataque inmediato á la escuadra francesa; pero confundido á la distancia con Solano \ tomándose sus ademanes por negativa, disparáronse sobre él algunos tiros, á lo que -i^nió un tumulto con el intento asaltar la casa. I \ H 1 i:i; I K DE SOLANO. CA PfTULO II. 111 En este momento crítico se presentó sereno} resuelto el ayudante á la vez que el oficial de guardia, que lo era el capitán don José de San Martín: hizo replegar la tropa de su mando, cerró la puerta, se atrincheró y dispúsose á la de- fensa. Los amotinados derribaron la puerta á cañonazos v penetraron al interior ; pero ya Solano había tenido tiempo de fugar y refugiarse por la azotea en una casa vecina, donde fué descubierto y bárbaramente inmolado(28). Esta tragedia sangrienta, en que el mismo San Martín fué actor y hubo de ser víctima, no se borró jamás de su memo- ria. Ella determinó sin duda muchas de sus resoluciones polí- ticas en lo sucesivo. Desde entonces, no obstante su sincero amor por la libertad humana, miró con horror profundo los movimientos desordenados de las multitudes y los gobiernos que se apoyaban en ellos. Pensando que el gobierno de este mundo pertenece á la inteligencia apoyada en la fuerza mori- • l,i. formó [Kirie de su credo político la máxima de que lodo debe hacerse para el pueblo; pero subordinándolo á la disciplina. Empero, su razón y su corazón debieron decirle en aquel uento, que si bien departe del populacho estaba el exceso, de parle de la España estaba la justicia; y que, ejecuciones por ejecuciones, las del Prado de Madrid el 2 de mayo orde- (28) Toreno : «Historia del levantamiento genera] de España», lib. 3.a — Chao : « Historia general de España , cap. XIII. — Toreno dici minantemente : « La guardia mandada por el oficia] San Martin, des ■ pues • audillo célebre del Perú, se metió dentro y atram ó la p iei 3 oí Martín hubiese sido real mente edecán de Solano, como se ha dicho, un historiador tan bien informado como Toren > lo habría rado, ni dejado de consignarlo, conociendo, como se vé, la celebri- dad del personaje. Ni se comprende que sea de otro modo, pues sólo & ificiales de . i irdia compete mandarla en persona i n • sto la tropa iju" la daba pertenecía ;il cuerpo de «Voluntarios de Campo ¡. mi cuyo regimiento continuó sirviendo mu interrupción h de 1808, como lo liemos demostrado en oota anti rior. 112 LA MUERTE DE SOLANO. - CAPÍTULO 11 nadas por un exceso de autoridad, eran más bárbaras y menos justificadas que la del general Solano. La heroica muerte de Daoiz, su antiguo compañero en el sitio de Oran, debió haber hecho vibrar en él esta cuerda simpática, y la decisión con que tomó inmediatamente sn partido y su con- ducta posterior, así lo muestra. Fué por este tiempo que el general Francisco Miranda, «uva figura hemos bosquejado antes (Int. § X), reunía en un p ensamiento á todos los americanos dispersos en Europa, y Les daba por objetivo la independencia de la América y la fundación de la república, infundiéndoles su pasión. Este precursor de la Ajnérica del Sud, que tuvo la primera visión de sus destinos, estaba destinado á ser entregado por uno de bus adeptos á sus verdugos, y morir solo, desnudo y cargado de cadenas en un miserable calabozo. En 1813 llegó cautivo ú Cádiz en el mismo año en que San Martín inauguraba su gloriosa carrera en el opuesto hemisferio, y murió en la maz- morra de las Cuatro Torres de la Carraca, siete días después de declarada la independencia argentina bajo el auspicio de sus inspiraciones (29). Se ha dicho [creemos que sin fundamento), que Miranda Cochrane: «Journal in Colombia», t. I, cap. VI, p. 256. — Ra- ra 1 1 y Diaz: « llesumen de la historia de Venezuela », t. I, pág. lo y sig. — « Repertorio American o », t. IV, pág. 264. — Vicuña Mackenna: « Revo- lución d<.' la independencia del Perú, » p. 27:!, y « Ostracismo de O'lliggins . p. 42. — Y. además : < Triáis of Smith and Ogden » (New- York, 1807). — [{estrepo : « Historia de la revolución de Colombia». — resp mdencia de Bolívar» — «Hislory of F. Miranda, etc. *» (New- \uik I EL GENERAL MIRANDA. — CAPÍTULO II. 113 ge introdujo por entonces 1808-1809 de incógnito en Cádiz con el objeto de concertar con los sud-americanos que allí se hallaban, un plan de insurrección de las colunias españolas. Lo que es indudable que estuvo allí presente \ sin disfraz, filé su noble espíritu. Creador del tipo de las sociedades se- cretas en une se afiliaron los sud-americanos dispersos en Europa, para preparar la empresa de la redención de América, él fué quien dio organización, objetivo y credo á las socie- dades de este género, y que con esta tendencia se fundaron después en España. Cádiz, la puerta precisa de los ameri- canos para entrar á la Península ó salir de ella, era el punió forzoso de reunión de todos y el centro en aquella época tic una activa elaboración revolucionaria., que una sociedad mis- teriosa se había encargado de propagar, ("orno lo hemos dicho en otro libro histórico, las sociedades secretas com- puestas de sud-americanos, con tendenciasá la emancipación de la América del Sud sobre la base del dogma republicano, semejaban mucho por su organización y por sus propó- sitos políticos á las ventas carbonarias calcadas sobre los ritos de la masonería, de la> que no tenían sino sus formas y sus ¡timbólos. I Se los primeros años del siglo XIX habíase generalizado cu España una vasta asociación secreta, con la denominad a de Sociedad de Lautaro ó Caballeros Racionales . vinculada con la sociedad matriz de Londres denominada « Gran Reunión Americana » fundada por el ueneral Miranda, de la que se dio noticia antes Int. § X . En sólo Cádiz, donde residía el núcleo, llegó á contar en 1808 con más de cua- renta aliliados, entre ellos algunos grandes de España, como el conde de l'uño-en-rostro, amigo \ corresponsal de Miranda. Su primer grado de iniciación era trabajar por la independencia americana, s el segundo la profesión de fe democrática, jurando no reconocer por gobierno legítimo e las Américas ánu ai piel que fuese elegido por la libre > ron. i. ü 114 i. \ SOCIEDAD DE LAUTARO. — CAPITULO II. espontánea voluntad de los pueblos, y de trabajar por la » fundación del sistema republicano » (30). En esta asociación estaba afiliado San Martín. Desde su fondo tenebroso se proyecta por la primera vez sobre su figu- ra, basta entonces enigmática, un rayo de luz que nos inicia en los misterios de su alma, revelándonos las creencias que lo trabajaban y los propósitos que abrigaba. San Martín era un americano de raza, un revolucionario por instinto, un re- publicano por convicción, era. tal vez sin él saberlo, un adepto de Miranda, que debía realizar el ensueño del Maestro cuando éste descansase para siempre en el fango de uno de los islotes de la barraca, que en aquellos momentos él con- templaba desde la playa gaditana cuando la marea los abandonaba ó los cubría ! Á la vez que San Martín, se habían aliliado á la Logia : — Alvear, que sería su confidente primero, y su émulo después: — José Migue] Carrera, que moriría maldiciéndole, — ■ y el más modesto de todos, el teniente de marina Matías Zapiola, que sería uno de sus brazos fuertes en los futuros combates. San Martín, el menos brillante y el más pobre de todos, re- servado, reflexivo como de costumbre, era el vaso opaco que encerraba el fuego oculto en el interior del alma. Sus com- pañeros, que conocían su temple moral y la superioridad , pero que San Martín guardó indele- ble como el bronce (33 . \l Los americanos, revolucionarios de raza en presencia de la madrastra España, eran ante todo españoles de corazón en presencia de los enemigos extraños de la madre patria, como lo demostraron en Cartagena de ludias en 1740, en Buenos Aires en 180(3 y 1807, y por último en la gloriosa guerra de la Península en IndS. Kl alzamiento general de España, precedido por la heroica muelle de Daoiz, su antiguo compañero, y de que fué última Beñal la trágica muerte de Solano, su general querido, encon- tró á San Mailíu en su puesto de honor, formando siempre en las filas de Voluntarios de Campo .Mayor mandado por el ::i Según Barros Arana, refiriéndose al testimonio 'I'- uno de sus ii ni i^ . Hisl, .1.- I i ludip. rli Chile », t. III, |>. (»2. (.'12 Véase |n,i vía de referencia |n que dice el Si. V. I'. López ¡ « Hist. d€ I i Revol. \i •-■•iiliii. i . I. II. |'-. I oja de servicios, «it ., IKON. I1C ARJOXILLA. — CAPÍTULO II. valiente coronel .Menacho que pronto debía encontrar también una gloriosa muerte. Ascendido á ayudante 1.° del mismo regimiento por Ja J nula de Sevilla, fué destinado al ejército de Andalucía que ala sazón se organizaba bajo la dirección del general Castaños, incorporándose ;í la 2.a división que mandaba el general marqués de Coupigní. Abiertas las operaciones contra el ejército francés mau- llado por Dupont, que tomó la iniciativa franqueando la Sie- rra Morena por Despeñaperros, se le conlió el mando de guerrillas -obre la linea del Guadalquivir. En estas márgenes resonó por primera vez el nombre de San Martín lanzado á publicidad con el dictado de «valeroso, » á consecuencia du una señalada proeza que ejecutó en tal ocasión (3i). El 28 de junio movióse sobre las primeras avanzadas del enemigo una columna de vanguardia española. Mandábala el teniente coronel Cruz Murgeon, que más larde debía distin- guirse como g( neral peleando contra los independientes de América. Llevaba la cabeza de la columna su compañero y amigo el capitán San Martín, que más tarde también y en filas opuestas, debía inmortalizarse haciendo triunfar la indepen- dencia americana. .V la altura de Arjonilla avistóse un grueso destacamento de caballería francesa, que recibió orden de cargar, pero que al primer amago esquivó el combate. Enton- por inspiración propia se pone al frente de 21 jinetes, haciéndose apoyar por una guerrilla de infantería, y se lanza :I escape por una estrecha vereda lateral, consiguiendo por esta maniobra alcanzar á los enemigos, que superiores en número) no creyendo que con tan coilas fuerzas ¡os aco- metiera, le e qieraron en formación. Sobre la marcha desplí liazela iniiiisUii.il de Sevilla, » de 20 de jimio de 1808. I'ark (l,'l ocii.-i.il e.niipiL'iii. Kn esle dnrnimcul.t) es donde se Ir laliliea por I"'1""''1 v<-/ dr va|cro>o . Véase: ■• Kslalua del (¡enera] San Mar- Buenos Aires, [868 . p. 1 16. \ i; roNiLL \ . i \ i'i ii lo ii. in en batalla, carga sable en man », mata diez y siete bombres, toma cuatro prisioneros heridos, se apodera de todos sus ca- ballos, comprométese personalmente, y en circunstancia de ir .■i ser muerto por un dragón enemigo, es salvado por uno de tus soldados •'!-"» , oyéndose en ese momento el toque de reti- rada que le obliga á replegarse en triunfo, pero con todos bus trofeos. Tal fué la primera hazaña y el primer ensayo de mando en jefe del más grande General del Nuevo Mundo. La acción fué declarada distinguida con aplauso de todo el ejército, y concedióse un escudo de honor á todos l< s que le habían acompañado, siendo él ascendido á capitán del regi- miento de Borbón, « en razón decía el oficio de la Junta de Sevilla ■ I lledlO, 'pll/.i- |lo| il 1 1 il -e i!, sil 1 1< l «una, Segílll ei i-I II II 1 1 He. I slalua de| le ie i il San M.ii lin. iil. Doc, I». I 10. Vicuña M mía : l.l (e ie ' : San Mai lín . |». II. ■ ipigni de ¿y de Seinniliie do 1808. La medalla de - circular : tiene en e| ,rn lr<> dns espadas en cruz alada las espada- una inrmia de laurel, y en 'su cnnliiino, sohre unn cinta 118 BAYLÉN Y ALBUERA. - CAPITULO II. EljoveD comandante siguió las vicisitudes del ejército de Andalucía, debiendo encontrarse en la desgraciada batalla de 'lúdela v sucesivo repliegue de las tropas españolas sobre Cádiz, y fué nombrado un 1810 ayudante de campo del mar- qués de Coupigní (38). En 1814 encontróse en la sangrienta batalla de Albuera celebrada por la musa de lord Byron, en que españoles, ingleses v portugueses batieron á los franceses (39). Man- daba el ejército aliado en esta jornada el general Beresford, que cinco años antes había rendido su espada y las banderas británicas en Buenos Aires. En el mismo año pasó á formar parte de las reliquias del regimiento di' Sagunto, » escapadas del sitio de Badajoz, en <¡ue >u antiguo jefe el coronel Mcnacho acababa de rendir la vida. El emblema de este cuerpo era un sol, cuyos rayos disipaban nubes, con esta leyenda : Hce nubila tolunt obstan- ii \ solver 10). — ¡Disipa nubes y remueve obstáculos! Este fué el último estandarte español á cuya sombra combatid San Martín. Por una rara coincidencia llevaba por emblema el mism<» símbolo de las banderas que debía pasear en triunfo por la América, y cuyos colores había vestido en su prime ondeada, esta inscripción: Baylén 18 de julio de 1808. — En i"- días i ostracismo, una de las nietas de] Genera] San Martín llegó llorosa a -a gabinete, y para consolarla le dio la medalla de Baylén pendiente '!'■ una cinta amarilla con bordes encarnados, que su hija recogió y ■I". > i < ■ ln>y en poder del Gobierno Argentino, ofrecida por la misma nieta que la recibió en aquella oca- sión. Segunda foja de servicios, 1809-1811 ¡VI. S. Arch. San Martín, wl. I, níim. 2. Gerard en la Necrología de San Martín », pág. 6, dice equivo- cadamente Albufera y lo repite Vicuña Mackenna. Albufera conmemora otros buc< gos para las arma- españolas, que tuvieren lugar en el año siguiente de 1812 en Valencia, cuando ya San Martín no se hallaba en España. Clodarl : a Histeria orgánica i etc., cit., i. XV, p. leí. LA PROFECI A DE l'ITT. - CA l'ITl LO II. 119 uniforme del >■ Murcia. ■> — ¡La leyenda parece profélica ! La profecía de Pitl al tiempo de morir se realizaba. Napo- león había Levantado contra sí una guerra nacional v estaba irremediablemente perdido. La España, provocándola heroi- camente, según la previsión del gran estadista, iba á sal- varse, salvando á la Europa de su brutal dominación en alianza con la (irán Bretaña. El criollo americano había pagado con usura su deuda á la madre patria, acampanándola en sus días de conflicto, y podía á la sazón desligarse decorosamente de ella -u desertar la causa de la desgracia, al dejarla cubierta con la poderosa égida de la Gran Bretaña, que le aseguraba el triunfo defini- tivo, bajo la dirección del futuro vencedor de AValerloo. Veintidós años hacía que San Martín acompañaba á la ma- dre patria en sus triunfos y reveses, sin desampararla un solo día. En este lapso de tiempo había combatido bajo sus ban- deras contra moros, franceses, ingleses y portugueses, por mar y por tierra, á pie y á caballo, en campo abierto y dentro de murellas. Conocía prácticamente la estrategia de los gran- des generales, el modo de combatir de todas las naciones de Europa, la táctica de todas las armas, la fuerza irresistible de las guerras nacionales y los elementos de «pie podía de- poner la España en una insurrección de sus colonias: el dis- cípulo era un maestro en estado de dar lecciones. Entonces volvió los ojos hacia la América del Sud, cuya independencia había presagiado \ cusa revolución seguía con interés; y comprendiendo que aun tendría muchos esfuerzos que hacer para triunfar definitivamente, se decidió á regresará la lejana patria, á la que siempre aun'» como á la verdadera madre, para ofrecerle su espada \ consagrarle su vida íl ■ i l Dice el mismo : - Yo servía i n el ejército español en isl i . Veinte años i Ir honrados servicios mi1 Ii.iIh.oi atraído aluuna consideración, sin 120 l"!i I» MACDUFF. — CAPITULO II. XII El confidente de sus proyectos y sentimientos en esta oca- sión, fue un personaje singular, con quien conservó amistad por el resto di' sus días, quizá en memoria de este momento solemne v de "sta resolución, que al decidir de su destino, de- bía influir en los de un mundo. Lord Macduff, después conde de Fife, era un noble escocés descendiente de aquel héroe de Shakespeare que mató con sus propias manos al asesino Maeboth. El gran poeta pone en boca de su antecesor esla^ palabras : empuñemos más bien » con mano firme la espada matadora, y como hombres bue- » nos defendamos resueltamente nuestros nativos derechos des- » conocidos (42). » Estas palabras que resonaban en sus oídos al través de los sidos, parecían dirigir su conducta inspirada por lan varoniles consejos. Hallábase en Yiena cuando recibió en 1808 la noticia de la insurrección española. Inmediatamente se dirigió á la Península y se alistó como simple voluntario. En esta clase se halló presente á la mayor parte de las bata- llas que tuvieron lugar allí, siendo gravemente herido en una di' rilas, por cuyos servicios llegó á ser nombrado general español. Entonces se conocieron San Martín y lord Macduff. Estas dos naturalezas generosas simpatizaron profundamen- embargo de ser americano. Supe la revolución de mi país, y al abando- nar mi fortuna y mis esperanzas súlo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir á su libertad. » (Proclama de ¿1 de julio de 1820. Shakespeare: Macbeth», acto IV, escena 8. Véase :« Bio- graphie Universelle de Michaud», lomo XXVI, p. 31. — Algunos años después, hallándose San Martín en Inglaterra y próximo á trasladarse il continente, Lord Fife se despedía de él por escrito, y ponía al línal '''' v" Parta esta dirección: r. Al Ex Señor Don José de San Mal- lín, conquistador de las libertades de la América y digno modelo de] reprim hombre militar y philosopho. --- fieorge Washington ». I. \ INICIACIÓN EN l.o\ D R ES. I \ Mil LO ! 1 . 121 te, estrechándose su amistad en medio de los peligros comu- nes. Por su intermedio \ por la interposición de Sir Charles Stuart, agente diplomático en España i'¡ . pudo obtener un pasaporte para pasar subrepticiamente á Londres, recibiendo de su amigo carias de recomendación y letras de cambio á su favor, de 1¡is que no hizo uso. En Londres se reunió con sus compañeros Alvear v /apio- la, poniéndose en contacto con otros sud-americanos que á la sazón se hallaltan allí. Contábanse entre ellos el venezola- no don Andrés Bello, el mejicano Servando Teres i Mier — célebres ambos por sus escritos, — el argentino don Manuel Moreno, que acababa de dejar sepultado á su ilustre berma- no en la profundidad del mar. don Tomás Guido, que iniciaba su carrera diplomática y militante, y algunos menos conoci- dos. Todos pertenecían á la asociación secreta fundada en Londres por .Miranda, que era matriz de la de Cádiz, ionio queda dicho, y en la cual Bolívar acababa de prestar su jura- mento «mi manos del mismo Miranda antes de regresar á Ve- oezuela en compañía del ilustre maestro.. San Martín y sus dos compañeros fueron iniciados en el •"». " y último grado. Así le 1 ¡liaron por un mismo juramento en el viejo mundo, el gran precursor y los dos más grandes fundadores de la in- dependencia del nuevo mundo (44). Siendo el objeto do la - >n diversas \ contradictorias las versi ■- que se lian hecho sobre este personaje incidental. Barros Arana I" hace genera] de i iba Hería, conf lieniiolo con Sir Charles Stuarl que militaba por entonces • M España, y es autor de un libro sobre la guerra peninsular. Miller, b61o le da su título de nobleza. Vicuña Maekenna lo supone almirante. — La verdad •■-, que fué el primer aponte diplomático de la gran Bi tañí .i del gobierno español después de Baylén, como i le en Napier : lliston, of Ihe w.n- iu lhe Península, lib. III, cap. I. Su correspondencia eslá publicada en i Parlamentar^ Papers . hajo el ru- bro de Stuart' s /-■" rs. — Véase además Milleí : Memorias, t. I. ií Barros Vrana dice, reliriéndose a informes de don Andrés Bello, míe San Martín fué i-I i lador de la asociación, en I" que padece un 1 21 LA REVOLUCIÓN ARGENTINA. - CAPÍTULO II. asociación cooperar por todos los medios á la insurrección sud-americana, los miembros de ella trabajaban activamente en conquistarle prosélitos y en predisponer á la Europa en su favor por medio de publicaciones por la prensa, mientras llegaba el momento de prestarle servicios más eficaces. Pocos meses después (enero de 1812) San Martín, Alvear v /apiola se embarcaban en la George Canning con deslino al Río de la Plata, y llegaban á Buenos Aires en compañía de varios oficiales, que como ellos venían á sentar plaza en las filas de los libertadores del viejo y nuevo mundo (45). XIII Sernos dicho antes, que á la época de la llegada de San .Mallín á Buenos Aires,. la revolución americana pasaba por una dura prueba. Si no había sido de los primeros en acudir á su llamada, no esperó por cierto para hacerlo el momento más propicio. El período de la primera efervescencia había pasado : el trabajo serio de todos los días iba á comenzar. La verdadera ludia entre independientes y realistas no estaba trabada aún, y el combale éntrelos elementos sociales se ini- ciaba. error. Nosotros nos guiamos por l<>s informes del General Zapiola, cjue fué iniciado como queda dicho, junto con San Martín y Alvear, « en la casa de l"> diputados de Venezuela,» según nula que de su puño y letra existe en nuestro archivo. i.' Hé aquí, según la » Gaceta ministerial » de t:t de marzo, cit., tus nombres de los pasajeros de la George Canning; Teniente Coronel de caballería, José de San Martín alférez de carabineros, Carlos María de Alvear Balbastro capitán de caballería, Francisco d»' Vera —Alfé- rez de navio, Martín Zapiola capitán de milicia, Francisco Cbilaberl subteniente de infantería, Antonio Arellano — teniente coronel de guardias Wallonas, Barón de Holmbere. I. \ REVOLUCIÓN SUD-AMER1CANA. - CAP. II. 123 La revolución argentina Iniciada el 25 de mayo de 1810, fué el verdadero punto de partida de la insurrección sud- americana. Antes de ella produjéronse movimientos parciales que fueron sufocados en su cuna; y los que con posteriori- dad ó simultáneamente estallaron desde Chile hasta Méjico, carecieron de consistencia para luchar y vencer, aun dentro de sus límites territoriales. Expansiva y propagandista desde el primer día, la revo- lución argentina promovió la insurrección de Chile por la di- plomacia y el ejemplo, formando estrecha alianza con ella. Con su primer ejército improvisado de voluntarlos, avanzó hasta el Perú á fin de herir al enemigo en el centro de su poder, obteniendo en su camino la primera victoria en Sui- pacha (1811). Por el oriente marchó resueltamente con el ob- jeto de dominar ambas orillas del Plata, batiendo al enemigo en las Piedras (181 I . y armó de prisa algunos buques para disputar á los marinos españoles el dominio del río. Pero destrozada su primer flotilla en el Paraná, dueño absoluto el enemigo de las aguas é inexpugnable dentro de las murallas de Montevideo, antes de concluir el año XI, la revolución ba- hía retrocedido ;í sus primeras posiciones por la parte del oriente; al mismo tiempo que un ejército portugués de 1,000 hombres salvaba las fronteras del Brasil y se establecía sobre la linea del Urugua) en actitud hostil. Eli Paraguay por su parte iniciaba su sistema de aislamiento y casi de hostilidad, después (!«• rechazar la expedición enviada allí para incorpo- rarlo al movimiento. Por ••! norte, y casi simultáneamente con estos sucesos, su ejército era completamente derrotado en lliiaqui 'INI I sobre el Desaguadero, abandonando en con- secuencia el Alio Peni en su movimiento retrógrado por esa liarle. Las reliquias de este ejército, replegado en aquel mo- mento sobre Tucumán, marzo de INI l . esperaban que el ge oeral Belgrano fuese á tomar mi mando \ que el enemigo avanzara sobre ellas con dobles fuerzas, bíd más esperanza 12'» LA REVOLUCIÓN SUD-AMERICANA. — CAP. 11. que continuar su retirada hasta Córdoba, según las órdenes terminantes del Gobierno. Chile, que en sus primeros pasos parecía haber consolida- do su movimiento oligárquico-legal, estaba amenazado esc mismo año 1812) poruña expedición española dirigida desde el Perú, estando encomendada su salvación al que fatalmente debía perderlo. Era éste aquel mismo José Miguel Carrera, que en la Logia de Cádiz sus compañeros señalaban como un fiér n perspectiva. Ambicioso y osado tenía algunas de esas cualidades que remedan el genio revolucionario, y que contribuyeron en parte á precipitar y democratizar la revolu- ción chilena en el hecho, aunque sin inocularle ninguna nue- va fuerza. Pero sin verdaderos talentos políticos ni militares, sin virtudes cívicas y sin el juicio siquiera, que supliendo las cualidades prevé y evita los errores, (-hile debía perderse en mis manos, corno se perdió después. Por.un encadenamiento de circunstancias nefastas, en ese mismo mes de marzo de 1812, un terremoto derribaba la ciu- dad de Caracas, al mismo tiempo que la reacción española avanzaba osada reconquistando el terreno perdido, teniendo por principal auxiliar la desmoralización del espíritu público. En lal situación no era difícil prever que antes de terminar el año XII, el mismo general Miranda, que á la sazón acaudi- Uaba la revolución de Venezuela, tendría que capitular, como lo hizo, desesperando por el momento de la fortaleza de su pueblo. Empero, nadie pudo imaginar siquiera, que ese mismo Miranda, man precursor de la independencia americana, ba- hía de ser entregado por los suyos á la saña de sus enemigos como víctima propiciatoria, y que Simón Bolívar sería uno de los que concurriesen á ello! Sólo la Nueva Granada con- ll111"'' por algún tiempo manteniendo el fuego de la insurrec- ción en la extensión de loque después se llamó Colombia (Ve- nezuela, Nueva Granada y Quito); pero debía extinguirse pronto, como se extinguieron todas las insurrecciones sud- SITUACIÓN EN 1812. - CAPÍTULO II. I2S americanas desde un extremo á otro del continente, entre INli 5 1815, con excepción de la revolución argentina, la ünica que no fué dominada jamás. .Mientras tanto, el virreinato del Perú, interpuesto entre los revolucionarios del sur y del norte, inexpugnable por su po- sición, por el dominio absoluto do los mares y por el Fuerte ejército que lo defendía, era el centro que irradiaba la reac- ción, desprendiendo á la vez expediciones sobre Quito y Chile, y amenazando á las provincias argentinas después de batir su ejército en el Desaguadero. Estos peligros inminentes que anublaban el horizonte, j que burlaban tantas esperanzas de los primeros momentos en que todo se presentaba fácil, haciendo comprender á Indos lo arduo de la empresa y la medida de los nuevos y grandes >a- crificios que habría que hacer, había producido en el espíritu público un -ran decaimiento, cuando todavía las poblaciones no estaban comprometidas en masa en la lucha ni la decisión popular manifestada con energía. Tal era en marzo de 1812 el estado de la revolución ame- ricana, considerado por la faz exlerna de su poder militar y de sus relaciones recíprocas. XIV La revolución argentina, estudiada en su organismo pro- pio, era un hecho múltiple \ complejo, que entrañando gran- des peligros \ grandes fuerzas Lítente-, marchaba basta en toncos sin plan lijo, aunque visiblemente una le) superior presidí* se á su desarrollo. Esta revolución, ademas de los peligros externos que la amenazaban militarmente, entrañaba en su organismo propio peligros masón'-,, que provenían del ¡quilibrio du una sociedad rudimental, entre la^ fuerzas I. A I! EV0L1 CIÚN A RGENT1 NA . C \IMTI "I. n II que ostensiblemente lo imprimían su movimiento y las fuerzas Latentes en que residía la potencia, bien que un principio vital dominase la acción recíproca de unas y otras. No repetiremos aquí la sinopsis que con relación al año XII bemos hecho de este acontecimiento en otros libros históri- cos al condensar los sucesos para deducir de ellos el progresó de las ideas y el desarrollo de los instintos populares (46). No se comprendería empero la acción, ni la trascendencia de los planes políticos ni militares de San Martín en el nuevo medio en que va á obrar, si no estudiáramos esa revolución bajo un nuevo punto de vista, bosquejando á grandes rasgos su natu- raleza múltiple y compleja, á fin de darnos cuenta exacta déla mi unción en el momento en que aquél va á hacer su aparición en la escena revolucionaria. La revolución argentina, cuyas causas lejanas hemos seña- ladlo ya, aplicándolas á las colonias americanas en general. tuvo causas inmediatas que le imprimieron un carácter pecu- liar. Fué la principal de ellas la preponderancia de los nativos en las armas, que los triunfos en 180(3 y 1807 sobre las inva- siones inglesas al Río de la Plata habían puesto en sus manos dándoles la conciencia de su poder y despertando en ellos un espíritu de personalidad viril y arrogante. La superioridad de mi fuerza moral, que tenía por manifestación la inteligencia criolla, y se verificaba en las grandes corrientes de la opinión pública, fué otra de esas causas eficientes. De aquí provino que la revolución fue simplemente una transición pacíliea • le un estado en cierto modo artificial á un estado normal, operándose el cambio de situación sin convulsiones, como una lev aatural que se cumplía, y esto sin violar ni aun las leyes españolas (pie regían los municipios, teatro de acción de la Wi Véase nuestra ■ Historia de Belgrano,» i. I, cap. XVI, y ■■ Estuj 'li'^ Bobre la Revolución Argentina,» ps. 16 y ~-\. LAS DOS KAf.ES REVOLUCIONARIAS. I VP. II. 121 política de los nativos, he esas mismas leyes deducían ellos lógicamente nuevas teorías revolucionarías, que legalizando el hecho con textos viejos del derecho positivo, daban vuelo á los espíritus en el sentido de reformas trascendentales. Kl plan tlr ejecución de la revolución de Mayo fui'1, pues, rigurosamente legal, con propósitos deliberados de indepen- dencia, pero con vagas ideas políticas en las esferas superio- res y con instintos confusos en la masa social. Todos perse- guían, sin embargo, un ideal, que cada uno percibía según su grado de inteligencia ó de instrucción, y que procuraba hacer prevalecer por medios análogos á sus fines. De aqujl provenía el desequilibrio que hemos señalado antes, y que constituye el nudo histórico de la revolución argentina. La revolución argentina presentaba desde en i onces en bos- quejo las dos faces características que la distinguen : la una clásica, culta, cosmopolita, que miraba al exterior; la otra genial y plebeya y por lo tanto más radicalmente democráti- ca, '[iie presentaba una fisonomía original y móvil en la polí- tica interna. ('» más bien dicho, en el movimiento social. La última, apenas diseñaba algunos de sus rasaos en las tenden- cias embrionarias de descentralizan), n y en las fuerzas indis- ciplinadas de carácter selvático, que acusando el desequilibrio presagiaban la excisión anárquica. La primera reasumía en sí hacía dos años todo el movimiento de la vida política y civil. con sus ensayos de gobierno, sus tanteos en el sentido del parlamentarismo, su legislación, sus ejércitos, su diplomacia, su prensa, en que figuraban l"s hombrea más prominentes del país, Ya desde entonces también se dibujaban en los partidos que agitaban la superficie social, las dos tendencias que el roce de las pasiones y de los intereses, más bien que la diver- gencia de principios, debía poner en pugna, trabajando y ator- mentando la revolución, impulsada por cada uno de ellos en mi sentido ú contrariada cu otro; arrastrándola a veces al DESARROLLO ORGÁNICO. — CAPÍTULO 11. borde del abismo, haciéndola triunfar cu el exterior por es- fuerzos supremos, a Ja parque se aniquilaban casi las fuer- zas sociales cu el interior, hasta que del choque de las fuerzas conservadoras y de las fuerzas explosivas que entrañaba, na- ciese *'l equilibrio y brotara de su seno dolorido la sociedad nueva, producto de estos grandes sacudimientos en la batalla de la vida. Contener estas Fuerzas dentro de sus límites, hacerlas ser- vil' contra el enemigo común y mantener el gobierno en manos de la inteligencia para hacerlo más elicaz en la acción, tal era el ,111 1 1 10 problema que se proponían resolver los hombres superiores que habían iniciado la revolución y que hasta en- tonces la dirigían. Pero antes de que este resultado se alcan- zara, el choque debía producirse. Para los unos, la centrali- zación \ i_Miosa con su punto de apoyo eu la capital de Buenos Airo, era la condición del triunfo de la revolución. Para los otros, la descentralización era una tendencia innata y una condición de vida futura, así como la indisciplina era una consecuencia necesaria de su modo de ser. Estas tendencias ya se habían diseñado en los partidos políticos militantes, aun antes que interviniese en los acontecimientos la masa social; pero sin acentuarse ni ejercer una grande intluencia en ellos. XV La revolución, mientras tanto, legal y pacífica en su inicia- tiva, trascendental en sus propósitos y vigorosamente centra- lizada en su- medios deacción, se desenvolvía orgánicamente, sin un plan preconcebido en lo político como en lo militar. x "la en la- ciudades, y propagada en nombre de la ley de municipio en municipio hasta la última frontera de las pro- \ incias, esie primer movimiento vibratorio había revelado una cohesión nacional, indicando allí donde se detuvo, el punto LOS POLÍTICOS ARGENTINOS. - CAPÍTULO II. en las Provincias Unidas del Río de i \ Pi \iv al pisar Sw Martín las playas argentinas \ hacer su aparición en la grande escena de la revolución sud-ameri- cana. CAPITULO III I. A LOGIA DE LAUTARO ano 1812-1813 El primer Triunvirato j su Qliación histórica. — Estado de 1"> partidos políti- cos en 1812. - San Martín y Alvear.— Los Granaderos á caballo.— Es< de láctica, disciplina 5 moral militar. — Vistas políticas y militares. — La Logia de Lautaro v su influencia. — La batalla de Tucumán y >ii^ conse- ntías políticas. — Revolución de 8 de octubre, su objeto y trascendencia. — Parte que loma en ella San Martín. — Influencia de la Logia en esto acontecimiento. — El segundo Triunvirato. — La situación militar.— Planes militares sobre Montevideo y el Perú. — Nia-vu prospecto. I El Triunvirato que en 1812 regía los destinos de las Pro- vincias Unidas, representaba la tercera constitución del poder público ''ii el transcurso de dos años de revolución. El primer gobierno nacional, inaugurado el 25 de mayo de I si 11. bajo la denominación de « Junta Provisional guber- nativa », aunque nombrado por el voto público, fué un simple derivado del derecho histórico y municipal. Legitimada por la adhesión de las Provincias como poder general, se legalizó como poder político por la elección de Diputados, efectuada por los Cabildos para constituir un congreso sobre la base municipal. La refundición de los diputados de la Junta Gu- LOS PRIMEROS PARTIDOS. - CAPÍTULO III. l :;:: bernativa, y La subsiguiente creación de Juntas Provinciales en representación de las Localidades, fué una evolución retró- grada del gobierno, que luvo su origen en la tendencia des- ccntralizadora que llevaba en germen La federación del por- venir. Abdicando los diputados La potestad deliberativa, desvirtuaron ron su incorporación la constitución del ejecu- tivo, v retardaron indefinidamente la organización política sobre sus verdaderas bases. El Triunvirato, expresión del centralismo gubernamental que tenía sn razón de ser, era el producto de las necesidades de la época, y respondía por el momento á las exigencias de organización, de ¡ ropaganda \ de lucha do la revolución. Las tres evoluciones que liemos bosquejado, — una de las cuales marcaba el punto de partida, y las otras dos las ten- dencias opuestas de los partidos de la revolución, — ■• fueron, más bien que el resultado de divergencias teóricas, productos espontáneos del organismo social poruña parte, v exigencias de la situación por otra, que so traducían en anarquía guber- namental, entrando por algo la inexperiencia y las rivalidades domésticas. Los dos primeros partidos embrionarios con raíces en la sociedad, que so encontraron fronte á frente en el terreno de la Junta Gubernativa, representaban las tendencias que ca- racterizan los comienzos de toda revolución: el elemento conservador, aunque patriota por una parle. \ el elemento esencialmente revolucionario por la otra, personalizados por • •I presidente Saavedra y el secretario Moreno. En el choque de estas dos tendencias el elemento conservador prevaleció, 5 dueño absoluto del poder, le sucedió Lo que á todos loa poderes negativos, que no teniendo nada que conservar Pino lo malo, y no teniendo iniciativa para crear, abdicó al Gn por impotencia \ por esterilidad. El elemento revolucionario con su primitivo credo democrático 5 con mas sentido político, una vez dueño del camj n la tercera evolución que hemos 131 PRIMERA CONSTITUCIÓN. — CAPÍTULO III. señalado, se organizó" vigorosamente en partido guberna- mental v centralista, y rodeó" al Triunvirato, que siendo su obra, era hasta cierto punto la expresión de sus ideas. El Triunvirato que se había impuesto con la autoridad de una necesidad imperiosa por todos sentida, se mantenía entre los partidos, sin perseguir á los vencidos y sin ceder á todas las exigencias de los vencedores. De aquí provenía que, después de apartar los peligros de la difícil situación que le tocara, y satisfacer algunas de las exigencias de la opinión en el sentido de las reformas democráticas, el Triun- virato sólo representaba la autoridad material, sin el poder moral que dan bis organismos políticos bien definidos. El Poder Ejecutivo, único en el estado, era una dictadura anó- nima contrapesada por los partidos. La revolución carecía de una constitución-, que deliniendo la situación, diese base só- lida a la arción y al desarrollo orgánico de la sociedad demo- crática. Al constituir el nuevo (iobierno, los diputados de las Pro- vincias reasumieron la potestad legislativa que antes habían abdicado, \ bosquejaron así, aunque vagamente, la división de los poderes. Yendo más allá, pretendieron reaccionar al atribuirse la supremacía, y dictaron en consecuencia una constitución que desvirtuaba la del poder ejecutivo, perpe- tuando así el de los representantes de los Cabildos sin mejo- rar las condiciones del poder público. La disolución de la asamblea resolvió el conflicto con aplauso de la opinión; pero hirió un principio fundamental de gobierno. Para regularizar hasta cierto punto su situación, el Triun- virato se dictó entonces á sí mismo su ley orgánica, siendo esta la primera carta constitucional que se puso en práctica en las Provincias Unidas. Por ella se establecía la amovilidad periódica de bis gobernantes y su elección por una asamblea eventual de corporaciones, compuesta de un número de nota- ble-, d.. la capital que constituían la gran mayoría, y de los PRIMERA CONSTITUCIÓN. - CAPÍTULO III. i:;.; apoderados nominales de los pueblos, la que debía ser presi- dida por el Cabildo de Buenos Aires. Esta asamblea debía tener voto deliberativo en los casos en que fuese consultada, hasta que se reuniera un congreso nacional que se prome- tía convocar, garantiéndose mientras lanío por reglas expre- sas, los derechos individuales y la libertad de escribir I Estas medidas y reformas truncas, dictadas como expe- dientes según las exigeucias del momento, que no ajustán- dose á un principio ni á un plan general, mantenían la revo- lución entre lo eventual y lo arbitrario, no satisfacían las exi- gencias del partido demócrata, aunque !«■> prestare su apoyo. Su programa era no sólo constituir el Poder Ejecutivo provi- sorio, sino constituir definitivamente la revolución, y darle por base la soberanía popular por medio del sufragio directo, convocando inmediatamente un Congreso Nacional que diese forma, vida y fuerza expansiva á la república que estaba en las conciencias, aun cuando todavía no so comprendiese bien el sistema y se gobernase en nombre del re) de España. Los hombres superiores que componían el Triunvirato _ . participando de estas aspiraciones del patriotismo, eran ante todo gubernamentales. Opuestos á la reunión inmediata de una asamblea constituyente, por considerarla prematura y peligrosa, estaban en este [mulo en pugna con el partido que representaban •'! . he aquí debía nacer una oposición radical que determinaría una cuarta evolución publica, la más peli- grosa y la más trascendental de cuantas se habían realizado hasta entonces. ^1) <( Es La tuto Provisional del Superior Gobierno de las Provincias Uni- 'I i- de 22 de uoi iemhre de 1*1 1 . 2 Chiclana, Passo > Sarralea como vocales, siendo I"-- secretarios Rivadavia, don José I. Pérez \ don Vicente López, entrando poco des pues en esta clase don Nicolás Hei i era. \. la correspondencia de Rivadavia con Belgrano en el Apéndice • '■ I i ■ Historia de Beleí ano. ■ SAN MARTÍN Y ALYEAR. — CAPÍTULO III. Estos antecedentes eran indispensables para comprender y juzgar la actitud política que San Martín y Alvear tomaron en medio de los partidos en que se hallaba dividida la revolu- ción cuarnl<> pisaron las playas argentinas. II San Martín, al regresar á su patria, era un hombre oscuro v desvalido, que no tenía más fortuna que su espada, ni más reputación que la de un valiente soldado y un buen táctico. Su compañero Alvear por el contrario, rico y precedido de la rama de generoso, llevaba un apellido que se había ilustrado en el Kío de la Plata, encontraba una familia hecha y en vali- miento, y con las brillantes exterioridades que le adornaban, las simpatías debían brotar á su paso. Poseído de una ambi- ción sensual de gloria y de poder, improvisador en acciones y palabras que se dejaba gobernar por su imaginación fogo- v.-i. talento de reflejo que no emitía la luz propia, sin el re- sorte de la voluntad perseverante, Alvear formaba contraste con San Martín, en quien la reflexión y la preparación de loa medios precedían á la acción, y cuyo conjunto de pasión con- centrada, cálculo, paciencia, sagacidad y fortaleza de alma constituían un carácter original que sólo se parecía á -í mismo cuino todo lo que es nativo. Bajos estos auspicios, Alvear asumid respecto de San Martín la actitud de un pro- lector, exagerándose su propia importancia, y lo recomendó al gobierno de las Provincias Unidas como un buen mili- tar, pero cuidó" colocarse él en primer término \ . i Alvear, en su >■ Manifiesto < publicado poi la imprentado Carrera 'ii Montevideo en 1819, dice lo siguiente : « Á mi arribo á Buenos Aires, instruido e] Gobier leí mérito extraordinario de mis servicios, \ ha- biendo obtenido su estimación, fué dirigida mi primera súplica ú re- LOS GRANADEROS Á CABALLO. CAPÍTULO III. A los ocho días de su Llegada fué reconocido en su grado de teniente coronel, y se Ir encomendó la organización de un escuadrón de caballería de linca (o), de que entraron á formar partí1 sus compañeros de viaje, siendo nombrado Alvear sar- gento mayor del nuevo cuerpo, y Zapiola capitán ti . Tai fué el origen del famoso regimiento de Granaderos á Caballo que concurrió á todas las grandes batallas de la independencia, dio á la América diecinueve generales, más de doscientos jefes v oficiales en el transcurso de la revolución, y que des- pués de derramar su sangre y sembrar sus huesos desde el Plata hasta el Pichincha, regresó en esqueleto á sus hogares, trayendo su viejo estandarte bajo el mando de uno de sus últimos soldados ascendido á coronel en el espacio de trece años de campañas. San Martín no sólo traía por contingente á la revolución -n competencia militar : le traía además la experiencia de una -rande insurrección en la que había sido actor. El espectá- culo del alzamiento de la España le había revelado el poder de las tuerzas populares en una guerra nacional, como los continuos reveses de las armas españolas en medio de algu- no- triunfos más gloriosos que fecundos, le enseñaron que mondar con encarecimiento la persona de don J"-'- de San Martín ■■ que había venido en mi compañía, ruy.i recomendaí ion le abrid la ¡i puerta al mando en la carrera militar, sin embargo de ser un sujeto i sin relaciones ni conocimientos en el país : y el Gobierno, im- ii puesto del modo honrado \ valii i le con que había militado en la P( •■ nínsula, me instó para que prestase mis servicios en la carrera délas mas, a lo rpie eoiideseendi, renunciando sueldos > gratiliraciow tcii'm a la rulimniid, ele., p. i y •>. No debe contundirse este con Otro Manilieslo de| uiímiio, publicado en aquel año y por la misma imprenta que Ib-va por título : u Otras calumnias refutadas. • Despacho de fi de marzo de 1812. M. S. ^rob. San Ma , vol. I. 6 Uvear renunció lodo su sueldo en favor del Estado. San Martín > cincuenta | ..- ■ .^ mensuales para bis gastos públicos, es decir, la i.i parle. \ . (bizeta Ministerial (le :t de abril de IMI2, IlÚlll. I ..) 138 SITUACIÓN .MILITAR. — CAPÍTULO III. en una larga guerra no se triunfa en definitiva sin una sólida organización militar. Había visto á esos mismos ejércitos españoles, siempre derrotados á pesar de su heroísmo, retem- plarse en la disciplina inglesa y triunfar con esta nueva fuerza de los primeros soldados de la Europa. Comprendía que la España, una vez desembarazada de la guerra peninsu- lar, enviaría á América sus mejores tropas y sus mejores generales para sojuzgar sus colonias insurrectas. Con esta experiencia y estas previsiones, estudió fríamente la situación militar, y se penetró de que la guerra que para algunos debía concluir en la primera batalla ganada, apenas empezaba; y que habría que combatir mucho y por muchos años al través de toda la América. Examinando con cuidado el temple de las armas de combate, pudo cerciorarse que la revolución estaba militarmente mal organizada, que los ejér- citos carecían de consistencia, que las operaciones no obede- cían á ningún plan, y que no se preparaban los elementos para las grandes empresas que necesariamente habría que acometer, en una palabra, que no existía una organización ni una política militar (7). Al asumir modestamente el cargo de (T Repetimos que no se supone lo que San Martín pudo raciona* nte pensar, y que es fácil determinar " posteriori, sino lo que real- mente pensó y dijo, según históricamente se deduce de documentos di' su puño \ letra, aunque de fecha posterior, pero que revelan un pensa- miento lijo, y se relacionan con los hechos de que se trata. En una carta de 24 de ahril de 1810 escrita en Mendoza, que original tenemos á la \i>ta, decía San Martín : « Vdes. se molerán en proporcionarnos recur- sos para salvar el país, como se fatigarán para averiguar las causas primitivas de nuestras desgracias; pues sepa vd. que estas penden » (hablando en lo militar; en que no tenemos un solo hombre capaz de » ponerse al frente de un ejército. » (M. S. autntjraf»). De esta conde- nación no se excluía él iuímiio, pues á renglón seguido indicaba como remedio, mandar traer de Europa inedia docena de buenos generales para dirigir nuestros ejércitos, terminando por decir en la misma carta : " Hagamos justicia a nuestra propia ignorancia y que el orgullo no nos » precipite en el abismo. .1 (M. S. uutnijruf'u). En olía carta de 13 de mayo de 1810 decía : « Yo no he visto en lodo el curso ár nuestra re- LOS GRANADEROS \ CABALLO. - CAPÍTULO III. 139 reformador militar en su esfera, no se constituyó empero en censor, ni se presentó como un pro) ectisla. Sistemáticamente cuidó de no ingerirse en la dirección de la guerra ni apuntar planes de campaña, contrayéndose seriamente á la tarea que se había impuesto, que era fundar una nueva escuela de tác- tica, de disciplina y de moral militar. IÍI jEl primer escuadrón de Granaderos á caballo fué la escue- la rudimental en que se educó una generación de héroes. En este molde se vació un nuevo tipo de soldado animado de un nuevo espíritu, como hizo Crómwell en la revolución de Inglaterra, empezando por un repimiento para crear el tipo de un ejército y el nervio de una situación. Bajo una disciplina austcia que no anonadaba la energía individual, y más bien la retemplaba, formó San Martín soldado por soldado, olicial por oficial, apasionándolos por el deber v les inoculó ese fanatismo frío del coraje que se considera invencible, y es el secreto de vencer. Los medios sencillos y originales de que se valió para alcanzar este resultado, muestran que sabía gobernar con igual pulso y maestría espadas y voluntades. Su primer conato se dirigió á la formación de oficiales, que debían ser los monitores de la escuela bajo la dirección • velación más que esfuerzos [tamales, excepto los emprendidos contra nle\ ¡ile. i. cuyos resultados demostraron lo que puede la revolución : puse simultáneos \ somos libres. - M. S. uutóyrafo). Ku la misma Sepa Vil. ipie hasta ahora lie conocido en los fastos de la oí el que reclutas se formen soldados en un ejército de operai io ie s, ■ s decir, . uando el número de los primeros es excesivo al de los inindos. Kl soldado se forma en cuarteles ú campos de instruir M S. uulnyrafu.) Podríamos multiplicar las pruebas inductivas j de ducti . 140 LOS GRANADEROS A CABALLO. - CAPITULO III. del maestro. Al núcleo de sus compañeros de viaje fué agre- gando hombres probados en las guerras de la revolución, pre- firiendo los que se habían elevado por su valor desde la clase de tropa; pero cuidó que no pasaran de tenientes. Al lado de ellos cred un plantel de cadetes, que tomó del seno de las familias espectables de Buenos Aires arrancándolos casi niños de brazos de sus madres. Era el amalgama del cobre y del estaño que daba por resultado el bronce de los héroes (8). Con estos elementos organizó una academia de instrucción práctica que- él personalmente dirigía, iniciando á sus oficiales y cadetes en los secretos de la táctica, á la vez que les en- señaba el manejo de las armas en que era diestrísimo, obli- gándolos á es udiar y á tener siempre erguida la cabeza ante sus severas lecciones una línea más arriba del horizonte. mientras llegaba el momento de presentarla impávida á las balas enemigas. Para experimentar el temple de nervios de sus oficiales, les tendía con frecuencia acechanzas y sorpiv nocturnas, y los que no resistían á la prueba eran inmediata- mente separados del cuerpo, porque « sólo quería tener leones » en su regimiento » (9). Pero no bastaba fundir en bronce á sus oficiales, mode- larlos correctamente con arreglo á la ordenanza, haciéndoles pasar por la prueba del miedo. Para completar su obra, necesitaba inocularles un nuevo espíritu, templarlos moral- mente, exaltando en ellos el sentimiento de la responsabilidad (8) Hemos estudiado estos pormenores en la- 1 1 1 ¡ - 1 n . t - propuestas para nucíales de Granaderos á ealiallo míe de puño y letra de San Martín existen tu el Animo General de Buenos Aires, en el « Legajo de Si i mi '!•' Guerra, 1*1:2 Estado Mayor— Individuos militares. M. sv ('..ida propuesta es acompañada de una reseña de servicios. En una. de II ile noviembre de 1*1:2 proponiendo para alférez al sargento An- *•'! Vi i -.h.i y .i |, . cadetes .luán Lavalle y Julián Perdriel, acons so prefiera al primero por sus servicios. ' Palabras de Barros Arana : •■ Independeiuia de Chile, I. III. p. 76. BSCl ELA DE LOS GRANADEROS. CAP. 111. i M \ de la dignidad humana, que como un centinela de vista debía velar día y noche sobre sus acciones. Esto es I" que consiguió por medio de una institución secreta, que bien que peligrosa en condiciones normales ó en manos infieles, pro- dujo sus efectos en la ocasión. Evitando los inconvenientes del espionaje que degrada y los clubs militares que acaban por relajar la disciplina, plan- teó algo más eficaz 3 más sencillo. Instituyó una especie de tribunal de vigilancia compuesto de los mismos oficiales, en que ellos mismos debían ser los celadores, los fiscales y los jueces, pronunciar las sentencias y hacerlas efectivas por la espada, autorizando por excepción el duelo [tara hacerse jus- ticia en los casos de honor. En el primer domingo de cada mes se reunía en sesión secreta el consejo de oficiales bajo su presidencia, dirigiéndo- les un discurso sobre la importancia de la institución y la obligación en que todos estaban de no permitir en su seno á ningún miembro indigno de la corporación. En una pieza inmediata y sola estaban preparadas sobre una mesa tarjetas en Manco, en que cada olieial escribía lo que hubiese notado respecto de la mala comportación de algún compañero. En .id.i. el sargento mayor recibía las cédulas dobladas en su sombrero, que eran escrutadas por el jefe. Si entre ellas encontraba alguna acusación, se bacía salir al acusado y se exhibía la papeleta, sobre la cual se abría discusión. Nombrá- base a<|o continuo una comisión investigadora, que daba Cuenta del resultado en una próxima sesión extraordinaria. Abierta nuevamente la discusión, cada olieial daba su dicta- men por escrito, y la votación secreta decidía si el acusado 6 no digno de pertí neccr al cuerpo. En el primer caso, el Cuerpo de oficiales, porel órgano de su presidente le daba en presencia de todos una satisfacción cumplida. En el segundo, lombraba una comisión de oficiales para intimarle pidiese su separación absoluta; prohibiéndole usar en público el uni- 142 CÓDIGO DE LOS GRANADEROS. - CAPITULO III. forme del regimiento, bajo la amenaza que si contrariase esta orden le sería arrancado á estocada* por el primer oficial que le encontrara Este tribunal tenía un código conciso y severo, que de- terminaba los delitos punibles, desde el hecho de agachar la cabeza en acción de guerra y no aceptar un duelo justo ó injusto, hasta el de poner las manos á una mujer aun siendo insultado por ella, y comprendía todos los casos de mala con- ducta personal(lO). En cuanto á los soldados, los elegía vigorosos, excluyendo todo hombre de baja talla (11). Los sujetaba con energía paternal á una disciplina minuciosa, que los convertía en má- quinas de obediencia. Los armaba con el sable largo de los coraceros franceses de Napoleón, cuyo íilo había probado en sí, y que él mismo les enseñaba á manejar, haciéndoles enten- der qué con esa arma en la mano partirían como una sandía la cabeza del primer godo que se les pusiera por delante, lección que practicaron al pie de la letra en el primer combate en que la ensayaron. Por último, daba á cada soldado un nom- bre de guerra, por el cual únicamente debían responder y asi les daba el ser, les inoculaba su espíritu y los bautizaba. lo) V. el Apéndice núm. I en que se publica por primera vez este do* cumento. M. S. original en el Archivo San Martín, vol. II, núm. I, con las firmas autógrafas de los oficiales del Regimiento, que se ha conser- vado entre \<« papeles de San Martín.] — Kl General Paz en sus M monas es e] primero que lia Labiado con alguna exactitud de este re- glamento, aunque liándose únicamente ¡i sus recuerdos, que casi siem- pre eran fieles. I)'' aquí ha tomado Barros Aráñalas noticias que dá sobre el particular en su « Independencia de ('.luir. » t. III, p. 76.- La crítica que de esta institución hace Paz es justa en general y exacta de v" punto de vista, c > que se inspiraba en las reglas de la escuela disciplinaria del General Belgr; en contrapi sición con la de San Mar- tin. Es interesante r 'er el juicio que el mismo Belgrano formó > cartas suyas en que se I" comunica al mismo San Martín. M] Doc. del Archivo General, de 20 de noviembre de 1812. M. S. - \ \ .M \ KTI \ POLÍTICO. CAPITULO III i i :t Sucesivamente fueron creándose otros escuadrones según este modelo, \ «'1 era San Martín un político en el sentido técnico de la 12) Doc del Archivo (¡cneral, de 7 de diciembre de 1812. M. x. 13 La licencia militar otorgada á San Martin para • de 21 L'osto de I SI 2, v usl i -i i ii I en e) \rchivn General i "ii todos SUS .,!.,-. | , . - ; ni. i de (liieir.i, \ < Ksl nln Mavoi \ Milil ll M. SS. 144 SITUACIÓN TRANSITORIA - CAPITULO III. palabra, ni pretendió nunca serlo. Como hombre de acción con propósitos fijos, con vistas claras y con voluntad delibe- rada, sus medios se adaptaban siempre á un fin tangible, y sus principios políticos, sus ideas propias y hasta su criterio mo- ral se subordinaban al éxito inmediato, que era la independen- cia, sin dejar por esto de tener presente un ideal más lejano. que era por entonces la libertad en la república (14 . Con su natural perspicacia y su natural buen sentido, había visto claramente que la revolución estaba tan mal organiza I a en lo militar como en lo político, que carecía de plan, de medios eficaces de acción y hasta de propósitos netamente formulados. Así es que, guardando una prudente reserva sobre los asuntos de gobierno, no excusaba expresarse con franqueza sobre aquel punto en las tertulias políticas de la • •pura, diciendo : Hasta hoy las Provincias Unidas han » combatido por una causa que nadie conoce, sin bandera y sin principios declarados que expliquen el origen y ten- dencias de la insurrección : preciso es que nos llamemos independientes para que nos conozcan y respeten (15 . Con estas ideas y propósitos no había trepidado en deci- dirse desde luego, por los que reclamaban las medidas más adelantadas en el sentido de la independencia y de la libertad, aceptando de lleno la convocatoria de un Congreso Consti- tuyente. Consideraba sin embargo imprudente, liar al acaso de las fluctuaciones populares deliberaciones que debían de- lij En una caria de San Martín escrita algñn tiempo después y qvi original poseemos, se clasificaba él misino, haciendo su profesión de fe de este modo : « De muy poco entiendo, [tero de política menos que de nada, y como escribo ;i un amigo do Inda mi coiitianza me aventu- raré ó esparcir un poco de Erudición Cabinelina. Al efecto liaría mi introducción de este i lo, propia de mis verdaderos sentimientos : I n Americano, Republicano por principios é inclinación, pero que ritica esto mismo al bien de su suelo, hace presente, etc. » M. S. autógrafo. i • Barros Arana : « Independencia de Chile, » t. 111. p. 77. LA LOGIA DE LAUTARO. CAPÍT1 LO III. L4S cidir de los destinos, no sólo del país, sino también de la América en general. Aun síd sospechar las Fuerzas explosivas que la revolución encerraba en su seno, pensaba que era ne- cesario organizar los partidos militantes y disciplinar Las Fuerzas políticas para dar unidad y dirección al movimiento revolucionario. Un núcleo poderoso do voluntades, una orga- nización melódica de todas las fuerzas políticas, que obede- ciese á un mecanismo y una dirección inteligente y superior, que dominase colectivamente las evoluciones populares y las grandes medidas de los gobiernos, preparando sucesivamente entre pocos lo que debía aparecer en público como el resul- tado de la voluntad de todos, tal fué el plan que San Martín concibió y llevó á calió por medio de la organización de una institución secreta, ayudado eficazmente por su compañero Alvear, que tomó en esta obra la parte má^ activa. De esta concepción sencilla deducida de la láctica y de la disciplina, y calcada sobre el plan de las sociedades secretas de Cádiz y de Londres de que ya liemos hablado, nació la or- ganización de la célebre asociación, conocida en la historia bajo la denominación de Logia de Lautaro, que tan misteriosa influencia lia ejercido en los deslinos de la revolución (1G). La Logia de Lautaro se estableció en Buenos Aires á me- diados de 181:2, sobre la base ostensible de las logias masó- nicas reorganizadas, reclutándose en todos los partidos polí- ticos, y principalmente en el que dominaba la situación. La asociación tenía varios grados de iniciación y dos mecanis- mos excéntricos que se correspondían. En el primero, los neófitos eran iniciados bajo el ritual de las logias masónicas •pie desde antes de la revolución se habían introducido en Buenos \¡re> \ que existían desorganizadas á la llegada de i'* V. Ilistoiiíi de l¡< l-T.iii", i. I. |». -'* -'. donde por primera ?ei M ■ nipezó .1 dosi orrer i.' I \'éI" de éste misterio histórico. iom. i. i" 146 I- A LOGIA DE LAUTARO. - CAPITULO III. San Martín v Alvear. Los grados siguientes eran de iniciación política en los propósitos generales. Detrás de esta decora- ción que velaba el gran motor oculto, estaba la Logia Muirtz, desconocida aún para los iniciados en los primeros grados y en la cual residía la potestad suprema. El objeto declarado de la Logia era « trabajar con sistema v plan en la independencia de la América y su felicidad, o ubrando con honor y procediendo con justicia. » Sus miem- bros debían necesariamente ser americanos « distinguidos por la Liberalidad de las ideas y por el fervor de su celo » patriótico (17). » Según su constitución, cuando alguno de los hermanos fuese elegido para el Supremo Gobierno del Estado, no podría tomar por sí resoluciones graves sin con- sulta de la Logia, salvo las deliberaciones del despacho or- dinario. Con sujeción á esta regla, el Gobierno desempeñado por mi hermano, no podía nombrar por sí enviados diplo- máticos, generales en jefe, gobernadores de provincia, jueces superiores, altos funcionarios eclesiásticos, ni jefes de cuer- pos militares, ni castigar por su sola autoridad á ningún her- mano. Como comentario de esta disposición, se establecía la siguiente regla de moral pública: — « Partiendo del princi- pio que la Logia, para consultar los primeros empleos, ha de pesar y estimar la opinión pública, los hermanos como que están próximos á ocuparlos, deberán trabajar en ad- quirirla. Era ley de la asociación auxiliarse mutuamente en todos los conflictos de la vida civil, sostener á riesgo de la vida las determinaciones de la Logia, y darle cuenta de todo I" qué pudiera influir en la opinión ó seguridad pública. La l" La Logia se designaba en las comunicaciones escritas por estfi signo: <> 'i que con frecuencia aparece en la correspondencia confi- dencial de sus miembros que se designaban por una II (bermano : en I-'1* l( licaciones de carácter oliciaj y solemne, empleaba este otro : ■ ': -'i [i yenda mística estaba simbolizada en estas Lies letras I . F. } V : Uni n, /• . \n.nl ú Vicloria. I 0NS1 III C1ÓN DE l. \ LOG1 \ CAPÍTl LO III. i,; revelación del secreto <• de la exigencia de la l.u-ia por pala- » bras ('» por señales » tenía • pena de muerte por los medios o que se hallase por conveniente. » Esta conminación, remi- niscencia de los misterios del templo de [sis y copiada de las constituciones de la Logia .Matriz de Miranda, sólo tenía un alcance moral. Por una adición á la Constitución se disponía, que cuando alguno de los hermanos de la Logia .Matriz fuese nombrado General de ejército ó Gobernador de Provincia, tuviese facilitad para crear una sociedad dependiente de ella compuesta de menor numero de miembros (18). (18) Estas Doticias sobre el establecimiento de la Logia de Lautaro en Buenos Aires son tomadas de testimonios orales y de documentos escri- tos. Éntrelos primeros tienen el valor de documentos fehacientes lo? informes que nos lian suministrado : I." El Dr. don Julián Alvarez, Ve aerable de la Logia masónica que se eslabonaba con la Logia Matriz : j. El Genera] don José Matías Zapiola, miembro de la Logia de Lau- taro en Cádiz, Londres, Buenos Aires, Mendoza y Chile, quien nos co municó sobre el particular algunos apuntes manuscritos que de su puño j letra conservamos : 3.° El general Las Heras, miembro de ella en Mendoza, Chile y el Perú. — Entre los documentos escritos que hemos consultado, son capitales y de un gran valor los publicados por primera vez por Vicuña Mackenna en el i Ostracismo de O'Higgins, > p. 269 \ sig., encontrados entro los papeles de este General, copiados de su letra, v son.: I." Las constituciones de la Logia y su Apéndice : -." El regla Diento de debates de la sociedad. Vicuña Mackenna deduce del tenor del primero, <\ ■> la constitución matriz de 1812, teniendo á la visl ■ la prueba de lo contrario en '•! mismo documento. En él se lee : Las - Provincias l nidas dieron la señal de libertad, se revolucionaron, han atenido por diez años la empresa con heroicidad, ■ I" <\ ¡videncia que fué escrito de 1418 á 18 111 \ eorresp le |">r I" tanto á la Logia de Chile que presidía O'Higgins. \ i obstante, coi I texto de la constitu- ción fué idéntico en Buenos \ires y en Chile, puesto que se copió <•! de ésta del de la Logia sucursal que San Martín estableció en Mendoza como un eslabón entre ambas asociueii lies, y en la < | mi • se afilió O Mi:.'- Bns antes de fundarse la segunda, nos hemos servido de 61 ú falta de 1 1 constitución primitiva, idéntica, según el Genera] Zapiola, que con- iba en l.i memoria sus principales disposici ;s, j nos ha ayudado a aclarar este punto oscuro. Entre los papeles del Dr. don Vicente , .nii.i, actor en la revolución y enemigo de los logistas, los que ;í su muerte |>^. ¡i nuestro poder, hemos encontrado una lista clasificada de la Logia. De ella resulta que de ib miembro* que INFLUENCIA DE LA LOGIA. — CAPITULO 111. Los logislas no consiguieron desde luego refundir en su seno el personal del Gobierno, que era una de las condiciones indispensables para extender su influencia y establecer su predominio. El Triunvirato no podía hacerlo sin abdicar, \ el genio sistemático de don Bernardino Rivadavia que le daba nervio, fué el obstáculo con que tropezó en este sentido. No obstante esto, su influencia se ramifico en toda la sociedad, y los hombres más conspicuos de la revolución por su talento, por sus servicios ó su carácter se aliliaron á ella. Los clubs \ las tertulias políticas donde hasta entonces se había elabo- rado la opinión por la discusión pública ó las influencias de circulo, se refundieron en su seno por una atracción pode- rosa. Uno de li s más ardientes promotores de las asocia- ciones públicas, el Dr. Bernardo Monteagudo, tribuno inteli- genlr. de pinina y de palabra, se constituyó en activo agente de la Logia, llevándole el concurso de la juventud que acau- dillaba. San Martín, en vista de este resultado, creyó haber en- contrado el punto de apoyo que necesitaba la política. Alvear Formaban parte de ella en aquella época, í fueron fundadores, .1 saber: San Martín, Alvear, Anchoris \ Zapiola; que de ellos -Ji eran del par- tido personal de Alvear y 13 de San Martín : que :¡ formaban parte del poder ejecutiva y 26 de la Asamblea Constituyente del año XII!; y por último que 7 de l< - lnv.i>i i> <|(. Buenos Aires Uabían formado parte de las Logias de Cádiz y dr Londres, a saber : San Martín, Alvear. Guido, Murguiondo, Zufrialegui, Malther 3 Ancboris M. S.) — Por vía de ilus- tración 1 de consultarse ••[ panfleto publicado en I s-jn |,« »[• la Imprenta I eral de Carrera titulado : « Nuevo descubrimiento ó máximas secre- tas del actual Gobierno de Buenos Aires. En él se dan algunas noti- cias sobre los 1 rígenes de la Logia, a la vez que una li>ia de algunos de mi^ miembros (que Pueyrredón declara incorrecta en -u correspon- dencia M. S. con San Martín), envuelto todo en acusaciones genéricas sj" exhibir pruebas ni determinar becbos precisos. Sobre la r ganiza- ción de la Logia en Buenos Aires en 1816 puede verse Bevolución Ar- gentina ■■ por V. F. López, p. 336 \ sig. A mi tiempo exhibiremos algunos documentos inéditos emanados de la Logia, que explicarán va- misterios de la revolución que basta lioy estaban envueltos en í-oiiibi .1-. INFLUENCIA DE LA LOGIA. — CAPÍTULO III. |(9 con su talento de intriga \ su ambición impaciente, se lison- jeó con la esperanza de tener bajo su mano el instrumento poderoso que necesitaba para elevarse con rapidez. Desde en- tonces la influencia misteriosa de la Logia empezó" á exten- derse por todo i'l país, haciendo presentir un cambio inme- diato en su situación política. Se ha exagerado mucbo en bien y en mal la influencia la- tente de la Loyia Lautarina en los deslinos de la revolución. Se lia supuesto una acción continua y eficiente sobre los acon- tecimientos contemporáneos, (pie carecí- de fundamento liis- lórico, y que las intermitencias de la revolución contradicen. lin un sentido ó en otro, se le ha atribuido la maternidad de hechos que estallan en el orden natural de las cosas, \ que con ella ó sin ella se habrían producido igualmente. Se la ha hecho responsable de ejecuciones sangrientas ó de crímenes aislados, que tienen su explicación v aun su justificación en oíros móviles y otras necesidades, convirtiéndola así en un conciliábulo tenebroso de asesinos políticos. Acusada de abrí- planes liberticidas v reaccionarios, se la ha cargado como al cabro emisario con todos los errores \ extravíos de su época, ipn- no tuvieron ni pudieron tener su origen en la institución misma. Juzgada, por último, de un punto de vista distinto de aquel en que sus autores se colocaron \ sus con- temporáneos la vieron, ha sido condenada sin equidad, 3 aun Bin compulsar la- piezas del proceso. La historia ha empeza do ,1 descorrer id velo oscuro de los tiempos que por lautos ni"-, |;| luí ocultado á los ojos de, la posteridad, \ su lado de« Bnitivu v justiciero aún no ha -ido pronunciado con peí-. celo conocimiento de causa. 15o .ir ir: i o >orre LA logia. - capítulo i i i. La Logia de Lautaro no fué (como su mismo nombre lo indica) una máquina de gobierno ni de propaganda especula- tiva : — f.jé una máquina de revolución y de guerra indígena contra el enemigo común, á la vez que de defensa contra los peligros interiores. En este sentido contribuyó eficazmente á dar tono y rumbo fijo á la revolución; á centralizar y diri- gir las fuerzas gubernamentales, dando unidad y regulari- dad á las evoluciones políticas que promovió y presidió, y vigoroso impulso á las operaciones militares con sujeción á un plan preconcebido, para imprimir mayor energía en los conflictos, para suplir en muebos casos la deficiencia de los hombres y corregir hasta cierto punto los extravíos de una opinión fluctuante, inspirando en momentos supremos me- didas salvadoras, que la revolución ha revindicado como glorias suyas. Mala en sí misma como mecanismo gubernativo, corrup- tora como influencia administrativa, contraria al individua- lismo humano que anonadaba por una disciplina ciega, inadecuada y aun contraria al desarrollo libre y espontáneo de una revolución social, no puede desconocerse empero, que fué concebida bajo la inspiración del interés general, que no contrarió las tendencias de la revolución, que aceleró mu- chas de sus grandes reformas democráticas y que bajo sus aiis|,¡,¡os se inauguró la primera Asamblea que proclamó la soberanía popular dándole forma visible. En la política exte- rior, á (día se debe el espíritu de propaganda americana de que se penetró la revolución, y en especial el mantenimiento '!'■ la gran alianza argentino-chilena que dio la independencia á medio continente, unificando la política y mancomunando los esfuerzos) sacrificios de ambos pueblosen la magnánima empresa. Institución peligrosa en el orden político por el sigilo de sus deliberaciones, por lo irresponsable de su poder colectivo, por la solidaridad que establecía entre sus miembros así para JUICIO SOBRE I. \ I.'h.i \ . - c M'lTl'l.ii III. 151 lo luí. mu» como para lo malo en los actos de la vida pública, los vicios v deficiencias de su organización se pusieron di' manifiesto cuando la ambición personal quiso hacerla servir de instrumento á sus unes rompiéndose en sus manos, 6 cuando los que con más fidelidad observaron su regla fueron víctimas de ella, para disolverse en uno v otro caso, ya con la raída del ambicioso ya con el sacrificio del adepto. Juzgando imparcialmente la Logia de Lautaro, puede de- cirse : — que condenable en tesis general aun como institu- ción revolucionaria en un pueblo democrático, — produjo en su or¡-en bastantes bienes y algunos males, que inclinan la balanza en su favor, (lomo motor político uo desvió la revo- lución de su curso natural ; y como poder colectivo sólo sirvió por accidente á ambiciones bastardas, que tuvieron su correctivo en la opinión. Como núcleo de voluntades unidas por un propósito, fué el invisible punto de apoyo de las Fuerzas salvadoras de la sociedad en momentos di- desquicio. .Ni histórica ni racionalmente puede hacérsela responsable di- hechos que reconocen otras causas visibles, y que se desenvolvieron I. -locamente bajo o iros auspicios. V en cuanto al uso que hizo de su poder, debe agregarse, que .i pesar de Ber irresponsable, sin id control siquiera de la publicidad, uo >•• deshonró con los excesos á que con frecuencia se entregan loa partidos militantes cuando imperan en el gobierno. Puede decirse, en liu, que tal como fin', con lodo el poder que tuvo y toda la iniluenciaque ejercía en momentos dados, |,i acción limitada de la Lo^ia de Lautaro es una prueba irrefutable de que la revolución argentina fué impulsada por otras fuerzas más eficientes, v que obedeció á la- leyes generales que no estaba en manos de sus directores ni servir en lodo, ni con- trariar en parle La ambición egoísta de Alvear pretendiendo hacer servir la institución á su engrandecimiento personal, j San Martín 152 SITUACIÓN PELIGROSA. - CAPÍTULO III. estoicamente fiel á su propia regla disciplinaria (como se verá después), quedará como una doble lección, á que la his- toria pondrá su severo comentario. VI Mientras San Martín preparaba la victoria disciplinando sus Granaderos á caballo, y la Logia disciplinaba á los políticos para preparar un cambio de situación, las nubes amenaza- doras que oscurecían el horizonte de la revolución, se habían disipado por una parte, y se condensaban precisamente allí donde el peligro era más inminente. Él ejército portugués acordonado sobre la margen izquier- da del Uruguay, había convenido en retirarse á sus fronteras á consecuencia de un armisticio celebrado (el 26 de mayo de 1SI2). por la interposición de la diplomacia inglesa entre las Provincias Unidas y la Corte de Río de Janeiro. La bandera española aun flameaba sobre los muros de Montevideo ; pero el camino para atacarlo estaba franqueado, y un fuerte ejército patrióla reconcentrado sobre la margen derecha del Uruguay esperaba la ocasión. La situación interior se bahía consolidado, retemplándose el espíritu público, por el descubrimiento de una vasta con- juración de españoles europeos conocida con el nombre histórico de Alzaga, que hubo de estallar el 5 de julio de acuerdo ron la plaza de Montevideo y la escuadra española surta en su puerto, debiendo ser apoyada por el ejército por- tugués que aun no se había retirado á la espera de este suceso). Su objeto era restaurar el poder español sofocando la revolución en el centro mismo de su poder. El Triunvirato fué implacable en el castigo ejemplar de los conjurados : y BATALLA l>E TUCUMÁN. - CAPÍTULO III. la base de operaciones de la revolución quedó sólidamente asegurada 19). Por el norte la situación era otra. Sojuzgado completa- mente el Alto Perú, el ejército realista en combinación con el ejército portugués del Uruguay, avanzaba fuerte y triun- fante al corazón de las Provincias luidas, habiendo pene- trado ya hasta el Tucumán. Las miserables reliquias del ejército argentino escapadas al desasiré del Desaguadero, retrocedían bajo las órdenes del General Belgrano, sin la es- peranza siquiera de combatir. En tal situación se esperaba de un momento á otro, ó bien la completa den .ia de los patriotas 6 bien su retirada basta Córdoba, si es que ésta era posible. En ambos casos la revolución argentina, ó que- daba herida de muerte en una batalla, ó se circunscribía á los estrechos límites de una provincia para sucumbir más tarde por inanición. En este momento supremo, el (inicial Belgrano, aconse- jándose únicamente de su grande corazón, resolvióse á hacer pie firme en las inmediaciones de la ciudad de Tucumán, des- pués de una gloriosa retirada de ochenta legua-. Desobede- ciendo las repetidas y terminantes órdenes del Gobierno que le prevenían retirarse á todo trance hasta Córdoba, esperó al enemigo con la mitad menos de fuerza, \ lo batió completamente el 24 de septiembre de 1812, quitándole ban- deras y cañones, y salvó así la situación más angustiosa porque baya pasado jamás la revolución argentina. Este grande é inesperado acontecimiento tuvo su repercusión inmediata en la política interna, según se verá después. ■ V. i Histori.i .1- R.-lgrano, » i. III. cap. V. II. Men \-i' ■!• (Col. Lamas . |>. iva \ El. TRIUNVIRATO V I. A OPINIÓN. — CAP. III. YII Simultáneamente con el desarrollo de estos sucesor. &) círculo de acción del Triunvirato se estrechaba gradualmente Poder nacido de una delegación de delegados que habían desconocido su mandato, y cuyo primer acto fué la disolución de la Asamblea que le dio vida, el Triunvirato, en virtud de la regla que se había dado á sí mismo, convocó en la época debida la asamblea eventual y supletoria de que se ha hecho mención, determinando á la vez un método de elección, cir- cunscripto en realidad al recinto de la capital (20). Esta Asamblea enfermiza, sin raíces ni autoridad moral, después de llenar el cometido de designar el sucesor de uno de los triunviros que debía cesar, renovó el escándalo de atribuirse ;í sí misma la alta representación de las Provincias Unidas, \ como la anterior, se declaró suprema. El Gobierno la disolvió del mismo modo, destruyendo así la propia base que se diera y despojóse en el hecho de su razón de ser legal (21). Pero no eran estas consideraciones principalmente teóri- cas, las que minaban el poder del Triunvirato. La razón pú- blica se había adelantado al gobierno, y no podía satisfacerse con vanos simulacros del sistema representativo, que en de- -II El - Estatuto Provisional di 23 do noviembre ya citado, j 'I Reglamento que da forma á la Asamblea Provisional » di' 19 de fe- brero de 1812. (21" Véase lo que el Triunvirato decía justificando la disolución de la segunda asamblea y que sería aplicable á ti das las asambleas legislati- vas que podían reunirse : — « Nuevos gobernantes ;il frente de los ne- » gocios, vaiiida / mitos de su poder, á los magistrados la regla de su autori- » dad, á los funcionarios públicos las barreras de sus facultades, y al pueblo americano la extensión de sus derechos y la na- turaleza de sus obligaciones (24) ». ^So se podía formular con más claridad las necesidades ele la época, á la vez que se retardaba indefinidamente su satisfacción, prolongando un provisoriato indefinido. La nueva asamblea se presentó con un carácter reaccio- nario. Reunida en los primeros días de octubre, sancionó y decidió la exclusión de tres diputados de las provincias, con el objeto de crear una mayoría que diese preponderancia * - 1 » ella á la facción caída, y preparóse así á nombrar un triunviro 1 onsta así de una « Memoria ■ M. S. de 3 de noviembre de I si-. escrita por don Feliciano A. Cliiclana, que era miembro del Triunvirato, asi como de la causa formada por la « Comisión de Residencia >> en 1843, que origina] existe en el Archivo Genera], M. SS.) V Circulares » de 7 de abril y «le :¡ de junio de 1*12. AGITACIÓN PO LITIC \ CAPITULO II I. que unido á Pueyrredón le aseguraba la mayoría en las dos grandes ramas del gobierno. Desde este momento la evolu- ción política que venía preparándose pacíficamente en el or- den natural de las cosas, se convirtió en una necesidad impe- riosa del partido dominante, que tenía de su parte la fuerza y la opinión. VIII La noticia de Ja batalla de Tucumán llegó á Buenos Aires el .". de octubre. Esta fué la ocasión que determinó el esta- llido. El día i¡ reunióse la Asamblea v procedió á nombrar el triunviro que debía reemplazar á uno de los miembros salien- tes del gobierno, que con arreglo al Estatuto se renovaban parcialmente cada seis meses. La elección recayó en una per- conocidamente adherida al partido caído, atribuyéndose á la recomendación del misino gobier ste resultado (23 . El descontento público se manifestó públicamente contra la Asamblea) <■! Triunvirato, envolviendo á ambos en una co- mún condenación. Se acusaba á la primera de ser viciosa >'ii bu origen \ organización, y de obedecerá las gestiones de un complot reaccionario. C msiderábasc el segundo como re un ira de una situación que era impotente para regularizar \ aun para mantener con firmeza. Al mismo tiempo se explota- ba el abandono del ejército del General Belgrano, que a pe- sar de lodo había triunfado contrariando las órdenes del Go- bierno. .No contando la Asamblea con fuer/a moral ni mate lial para -"-tener su imprudente reto a la opinión, \ divor ciado el Poder Ejecutivo del poderoso partido político que le 1 onsl.i de l.-i Memoria • •!' Cliirlunn v de tu causa de residen- lsi:i. v;i . iluda. VI. S. l.,> REVOLUCIÓN DE H l)K OCTUBRE. — CAP. III. daba tono, el cambio de situación era un hecho, aun antes de que se consumara. La Logia de Lautaro, que era en aquellos momentos el verdadero gobierno y el arbitro de la situación, no hizo sino dar forma v dirección al movimiento. Contando con el apoyo de La opinión v con el concurso de la fuerza armada, en su seno se tomaron todas las resoluciones que debían preceder á la acción. El alma de estos trabajos preparatorios era Mon- teagudo : San .Martín con sus Granaderos á caballo el punto de apoyo : Alvear era el intermediario entre los hombres de pensamiento y los hombres de acción. Hasta entonces el tipo clásico de toda revolución, era el de la del 2.'i de Mayo de 181 U : el pueblo peticionando ante el Cabildo en la plaza pública, foro del municipio de Buenos Aires, y las tropas en los cuarteles apoyando el movimiento. La revolución — que tal puede llamarse — de la incorpora- ción de los Diputados de las Provincias al Poder Ejecutivo, se consumó como una intriga oscura en el secreto mismo del Gobierno, sin ningún aparato escénico. La revolución anóni- ma conocida en la historia por las fechas nefastas de ■» y 6 de abril (1811) hizo intervenir el elemento popular de los su- burbios, — el agro del municipio — como vanguardia de las tropas que se presentaron armadas en la plaza pública á im- poner sus voluntades. Estos movimientos facciosos sin plan político y sin alcance, tuvieron de singular que fueron re- negados y condenados por sus mismos autores. Tal fué su es- terilidad. El movimiento que so preparaba tenía un carácter más de- liiiido y propósitos más fundamentales : era una verdadera evolución deliberada, en el sentido de dar impulso y desarro- llo á la revolución de. Mayo, inoculándole las fuerzas vivas de la sociedad, para cerrar el período de lo provisorio y lo arbi- trario. Convencidos los hombres que lo dirigían que nada de bía dejarse al acaso y que todo debía subordinarse á una vi- CONVOI \< '. li»N DE LA VSAM BLEA . GAP. III. gorosa disciplina, trazaron un plan de operaciones; se distri buyeron los papeles que debían representar el pueblo, las cor- poraciones \ las tropas; se designaron las personas que com- pondrían el nuevo Gobierno, y bastase bosquejó con preci- cisión el programa de la futura política, así como las peticio- nes v manifiestos que se redactaron de antemano por la ace- rada pluma de Monteagudo. El 7, alas once y media de la noche, empezaron á entrar las tropas de la guarnición á la plaza de la Victoria y á tomar posiciones frente á la casa del Cabildo, con el objeto de apo- yar la actitud del pueblo que había sido convocado para de- liberar sobre sus destinos. A la cabeza del regimiento de Gra- naderos á caballo con sus sables envainados, estaban San .Martín y Alvear, siguiéndoles el coronel (Miz Ocampo con el regimiento núm. 2 y id comandante Pinto con la artillería. Sn actitud fué pasiva. Al rayar el día 8 de octubre empezó á congregarse el pueblo al llamado de la campana municipal. Pocos momentos después, más de trescientas personas, en- tre las cuales se notaban á los principales miembros de las órdenes religiosas, ocuparon las galerías «le la casa consisto- rial, y elevaron al Cabildo una petición revestida con más de 300 firmas de notables, solicitando ■■ bajóla protección «lelas legiones armadas, la suspensión de la Asamblea, j la cesa- ción de los miembros del Triunvirato, para que, reasu- miendo el Cabildo la autoridad que el pueblo le había dele- ido el 22 de mayo de 1810, se crease inmediatamente un nuevo Poder Ejecutivo, con la precisa condición de convo* car una Asamblea verdaderamente nacional, que lijase la suerte de las Provincias Unidas, jurando no abandonar sn puesto hasta ver cumplidos sus votos 26 . ■ El Cabildo ac i | oí i. - ¡. . 1 1 se { • 1 1 1 • 1 1 • - < '> ni l.*i (Extraordinaria Ministerial,» d d bn-üV INI 2, anexa ,i| Manifiesto dH l¡ohierno,»ds postreros deberes ; que era indispensable iniciar una reforma general para mejorar el antiguo régimen; que no debía temerse inte- rrogar por primera vez la voluntad de todos los pueblos; \ condenando á todas las anteriores asambleas como la - ema- ii nación de elecciones viciosas, exclusiones violentas j su- plencias ilegales, - convocó solemnemente la anhelada (28) v. cu |.i (..nri.i KxLi'uordiiiuriu de 22 d tubre de 1813, el Maniliosl o del (¡nl>¡t'i'iin al [tut*l»lo, ■ de 10 de octubre del mismo año i;i (¿oliíiTim ,i Ins Piit-hlfis, linj» suelta de J¡ de octubre de 1812. ii CAMBIO DÉ SITUACIÓN. - CAPITULO III. Asamblea Nacional, reconociendo de antemano en ella al re- presentante de la soberanía popular, y le asignó el carácter de constituyente (30). El resorte militar se retempló. El ejér- cito vencedor en Tucumán fué reforzado en su personal y provisto de los elementos necesarios para emprender opera- ciones ofensivas. El ejército destinado á la Banda Oriental marchó decididamente á poner sitio á Montevideo. Así, en el espacio de los siete meses trascurridos después de La llegada de San Martín á Buenos Aires, todo había cam- biado. El gobierno consolidado, la política definida, el espí- ritu público levantado, y la revolución desplegando la bande- ra de la independencia que tomaba atrevidamente la ofensiva con dos ejércitos poderosos, tal era el cuadro general de la situación antes de terminar el año XII. No obstante estas ventajas, la situación militar era preca- ria y peligrosa. Todo dependía del éxito de una batalla ó de mía expedición mal combinada. Las Provincias Unidas tenían metidas dentro de sus propias carnes dos cuñas de acero : Montevideo sobre la margen oriental del Río de la Plata, á un día de camino de Buenos Aires, y Salla en su frontera del Norte. Montevideo, plaza fuerte de segundo orden, coronada por 173 cañones en balería — contando con un total de 33o pie- zas. — guarnecida por más de 3,000 hombres de tropas vete- ranas y como 2,000 de milicias, contaba con elementos pode- rosos de resistencia. Punto sólido de apoyo para una reacción 30 Manifiesto citado de 24 de octubre< SITUACIÓN MILITAR. CAPÍTULO III. 163 y base natural de toda expedición que pudiese venir de la Península, Montevideo era además un peligro para Las rela- ciones con la Corte del Brasil, que de un momeo to á otro podía intervenir en la contienda del Río de la Plata, ruino ya lo había hecho anteriormente. Agregúese á esto, que la plaza de Montea ideo, inexpugnable militarmente para el ejército que lo sitiaba, tenía el apoyo de una escuadra poderosa de II bu- ques de guerra con 2111 piezas de artillería \ una escuadrilla sutil, mandada por marinos valientes y experimentados, que le aseguraban el dominio de las aguas del Plata y de los ríos superiores, mientras las Provincias Unidas no tenían ni un solo lanclión armado. El ejército realista vencido en Tucumán, se había atrin- cherado en Salta. Contando con el apoyo de otro ejército en. el Alto Perú y con los recursos del Bajo Perú, era reforzado en la misma proporción del ejército de Belgrano, de manera que ambos se halagaban á la vez con la ¡dea de tomar la ofen- siva, debiendo ser los resultados de una derrota más desas- trosa para los patriotas que para los realistas. En tal situación, los objetivos inmediatos eran Montevideo v Salla. Era necesario tomar á Montevideo á todo trance : desalojar al enemigo de Salta venciéndolo. Los planes mili- tares v las disposiciones gubernativas tenían en vista estos dos grandes resultados, y los ejércitos de que hemos hecho mención antes, respondían á ellos. En consecuencia, todos los esfuerzos v lodos los recursos se concentraron sobre estos dos puntos. La posesión de Montevideo era la consolidación de la base política v militar de la revolución, y la expulsión de loa enemigos de Salla era la expansión de ella hasta el Desagua- dero, buscando el camino para herir el poder español en BU propio centro, que era Lima. Sea c ¡1 o líjelo de trasmitir esta conciencia al pueblo á fin de comprometerlo en los grandes esfuerzos, Bea que tal i I" de proceder fuese un rasgo característico de la época, el Lío 10» SITUACIÓN MILITAR. CAPITULO III. bierno convocó una junta de militares — entre ellos San Mar- tín — v de vecinos notables. [>ara que asociada al Cabildo le aconsejasen el plan de campaña que debía seguir. La Junta fué de opinión, que el General Belgrano, con la fuerza que reuniese después de ser reforzado, atacara al enemigo en Salta y lo venciese, marchando en seguida hasta el Desaguade- ro, v que el sitio de Montevideo se estrc-cbase hasta rendirlo á todo trance (31). Esta resolución, aunque aconsejada por quien no' tenía competencia, era digna de un pueblo viril, y los encargados de ejecutarla mostraron que estaban á la altu- ra do la situación. ■ (:»l) Oficios del Gobierno á Belgrano de fecha 13 de octubre y :; de in>- viembre de 1812. Archivo de Guerra M. SS.) CAPITULO IV s \ \ LORENZO \.\n 1813-181 i Batalla del Cerrito. — Reunión de la Asamblea Constituyente. — Sus grandes reformas. — Nueva situación militar. — Los marinos de Montevideo. — La guerra fluvial. — Preludios desconocidos del combate de San Lorenzo. San Lorenzo según nuevos documentos. l.i paraguayo Bogado. — Batalla de Salla. — La Logia y l<>s progresos de la revolución. — Situación respectiva de San Martin y Alvear. — Derrotas de Vilcapug Ayohuma. — Reseña de los Generales argentinos en 1813. — Marcha de San Martin en auxilio de Belgrano. — El abrazo de Yatasto. — Correspondencia entre San Martin j Belgrano. — San Martin toma el mando del Ejército del Norte. — Estimación reciproca de 'I"- grandes liombres. — Concentración del Poder Ejecutivo Nacional. — Una cruz \ un ejército caldo. I El ultimo «lía del año XII y l<>s primeros días del año Mil fueron señalados por dos victorias memorables, la una militar y la otra política. El :M de diciembre de ISI2. la vanguardia del ejército si- tiador de Montevideo á las órdenes del coronel don José Ron- deau, batid completamente al frente de mis rallas una co iniiina española que había salido de la plaza « :on <■! objeto de bacer levantar «•! sitio, quedando éste sólidamente establecido 166 ASAMBLEA DE 1813. — CAPITULO IV. bajo los auspicios de la victoria. El 31 de enero de 1813 se reunió en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente, convocada por el nuevo gobierno, reasumiendo en sí « la » representación y el ejercicio de la soberanía popular. » Esta asamblea, aunque libremente elegida, componíase en su mayor parte de miembros de la Logia de Lautaro, que obe- decían á un sistema y á una consigna. Con este núcleo de voluntades disciplinadas, no era de temerse la anarquía de opiniones que había esterilizado las anteriores asambleas, aunque podía preverse que degeneraría más tarde en una camarilla. Por el momento la idea revolucionaria era la que prevalecía en ella, sin ninguna mezcla de ambición bas- tarda. La Asamblea, como un cuerpo homogéneo, maniobrando con regularidad bajo una dirección invisible y penetrada del espíritu público que daba vida á sus leyes, formuló las volun- tades y las aspiraciones de la universalidad del pueblo, cuya soberanía representaba y ejercía. Ante ella se eclipsó la sobe- ranía del rey de España, cuyo nombre desapareció por siem- pre de los documentos públicos. Los escudos de armas espa- ñoles fueron derribados, abolidos los títulos de nobleza, la inquisición y el tormento. La efigie de los antiguos monarcas fué borrada en la moneda circulante y sustituida por el sello de las Provincias Unidas, con el sol ílamígero por símbolo y el gorro frigio de los libertos, orlado por el laurel de los ven- cedores. Los colores de la bandera española fueron reempla- zados por los de la escarapela patriota inventada por los revolucionarios de Mayo, y se rompió el último vínculo con La metrópoli declarando soberana la justicia nacional. Todo fué reformado, hasta las preces del sacerdote al pie de los altares, basta los cantos populares que en estrofas inspira- da- saludaba la aparición de « una nueva y gloriosa nación, ■ con un leóo rendido á sus plantas. » Así se inauguró la soberanía del pueblo argentino, estableciendo de hecho y de LOS MARINOS DE MONTEVIDEO. I M'. IV. 161 derecho la independencia y la república, ;'i la que sólo faltó por entonces la solemne declaratoria ante el mundo. Los ejércitos en campaña juraron obediencia á la nueva Asamblea y desplegaron por inspiración propia una nueva bandera, marchando resueltamente en busca de los ejércitos españoles fortificados en Montevideo y atrincherados en Salta. La revolución tomaba de nuevo la ofensiva : un soplo pode- roso de popularidad agitaba sus flamantes banderas. Todo presagiaba que la situación militar del año XII iba á cambiar, como había cambiado su situación política. II Sólo en las aguas no se dilataba el espíritu de la revolución. El poder marítimo de la España en América parecía invenci- ble. Sus naves de guerra desmanteladas en Europa, domina- ban ambos mares desde las Californias en el Pacífico hasta el golfo de México en el Atlántico. El Hío de la Plata y sus atinentes reconocían por únicos señores á los marinos de Montevideo, que mantenían en jaque perpetuo todo el litoral argentino. L n día bombardeaban la capital de Únenos Aires. otro día derramaban el espanto en todo el río Uruguay, o" asolaban ¡as poblaciones indefensas del Paraná, practicando frecuentes desembarcos en las cosías de que se enseñorea- ban, aunque momentáneamente. El gobierno de la revolución, para contrarrestar estas hostilidades, había levantado baterías frente al Rosario y en Punta Gorda : pero mientras los mari- nos españoles se preparaban á derribar estos obstáculos, el río Paraná en el espacio de 100 kilómetros continuaba siendo el teatro de sus continuas depredaciones. En octubre de i s 1 2 fueron cañoneados, asaltados 5 sa- 168 LOS MARINOS DE MONTEVIDEO. — CAP. IV «jileados por los marinos de Montevideo los pueblos de San Nicolás v San Pedro, sobre la margen occidental del Paraná. Alentados por el éxito de estas empresas, resolvieron darles extensión, sistemándolas como medio de hostilidad perma- nente, con lo cual se proponían llamar la atención de los pa- triotas para que no reforzasen el sitio de Montevideo, á la vez que proveer de víveres frescos á la plaza que ya empezaba á carecer de ellos. Al efecto organizóse sigilosamente una es- cuadrilla sutil compuesta en su mayor parte de corsarios, tri- pulada por gente de desembarco, con el plan de remontar aquel río, destruir las mal guardadas baterías del Rosario y Punta Gorda (hoy Punta del Diamante), y subir en seguida hasta el Paraguay, apresando en su trayecto los buques de cabotaje que se ocupaban en el tráfico comercial con aquella provincia. Confióse la dirección del convoy al corsista don Rafael Ruiz, y el mando de la tropa de desembarco al capi- tán don Juan Antonio Zabala, vizcaíno testarudo de rubia cabellera, que á una estatura colosal reunía un valor pro- bado. En enero llegaron éstas noticias al conocimiento del go- bierno de Buenos Aires. En consecuencia de ellas mandó desarmar la baterías del Rosario por consejo de su Junta de Guerra, con aprobación del mismo ingeniero que las había levantado, por no considerar conveniente su defensa 1). Al mismo tiempo dispuso se reforzasen las baterías de Punta Gorda, artilladas con lo bocas de fuego y guarnecidas por más de ¡;80 hombres (2). Como complemento de estas medi- das ordenó al coronel de Granaderos á caballo (previo acuer- do cun él . que con una parte de su regimiento protegiese las i Expediente del Archivo General, 1812. \l. S.) -' Expediente citado. Documentos inéditos del Archivo General, ■ ¡lados |>"i el Di. Ángel J. Carranza en sus « Campañas marítimas, cap. 111, inserto en el t. IV de la Revista do Buenos Aires, » p. .'¡.'¡4. ül'Kii r, \ ri.rví \ i.. - c.\ PITULO IV. 169 rostas occidentales del Paraná desde Zarate basta Santa Pé (3). La alarma cundía mientras tanto á lo Largo del litoral de los ríos superiores, y sus despavoridos habitantes esperaban de un momento á otro ver reducidos á cenizas - trucciones se deduce <[ I Gobierno se inclinaba .i creer que <•! objetivu inmediato fuese Punta Gorda. i II Dr. Ángel .1. Carranza da trece buques, pero los que pasaron por San Nicolás y el Rosario v llegaron hasta San Lorenzo, sólo fueron in los documentos que liemos tenido ú la vista. (•>) San Maiiin sal ui de Buenos Aires el 28 de enero, según consta del documento del Archivo General, <| :ita el I).-, tngel J. Carranza en la i Rev. de B. \.: tot . rit. M. S. autóg.) no EXPEDICIÓN MONTEVIDEANA. — CAPITULO IV. San Martín, mientras tanto, con el grueso de su fuerza oculta, y disfrazado con un poncho y un sombrero de campe- sino, seguía personalmente desde la orilla la marcha de la expedición, en acecho del momento de escarmentarla, cami- nando sólo de noche para precaverse de los espías (6). L;i flotilla enemiga seguía tranquilamente su derrotero, sin sos- pechar que paralela á ella y envuelta en las sombras de la noche marchaba á trote y galope su perdición. El 28 de enero pasaron los buques por San Nicolás navegando en conserva. El 30 subieron más arriba del Rosario, izando al tope de la capitana, que era una sumaca, la bandera española de guerra, sin hacer ninguna hostilidad; y fondearon á la vista en la punta superior de la isla fronteriza. El comandante militar del Rosario, que lo era un paisano llamado don Celedonio Escalada, natural de la Banda Orien- tal, reunió la milicia del punto para oponerse al desembarco que se temía. Consistía toda su fuerza en 22 hombres arma- dos de fusiles, 30 de caballería con chuzas, sables y pistolas, y un cañoncito de montaña manejado por media docena de artilleros que protegía el resto de su gente armada de cu- cliillos. En la noche levaron anclas los buques españoles, y el día 30 amanecieron frente á San Lorenzo, veinte y seis kilómetros al norte del Rosario. Allí dieron fondo como á 200 metros de la orilla (7). Este es el punto en que el río Paraná mide su mayor anchura. Sus altas barrancas por la parte del oeste, escarpadas como una muralla cuya apariencia presentan, sólo son accesibles por los puntos en que la mano del hombre • Mazaba] : o Episodios de la Guerra de la Indep. » — P. Robertson : " Letters on Paraguay. » (7) Hasta hoy se había repetido que la expedición llegó á San Lo- renzo >■! 2 de febrero, víspera del combate. Las. fechas que doy son to- madas de las notas originales del comandante militar del Rosario. (M. S. del \:.|,. Gral.) CONVENTO DE SAN LORENZO. CAPÍTULO IV. 171 lia abierto sendas practicando cortaduras. Frente al lugar ocupado por la escuadrilla se divisaba uno de esto^ estrechos caminos inclinados en forma de escalera. Más arriba, sobre la alta planicie que coronaba la barranca, festonada de arbus- tos, levantábase solitario y majestuoso el Monasterio de San Carlos con sus grandes claustros de sencilla arquitectura y el humilde campanario que entóneos lo coronaba. Un destacamento cómodo 100 hombres de infantería fué echado á tierra, y sólo encontraron á los pacíficos frailes de San Francisco de Propaganda fidee habitadores del convento i que les permitieron tomar algunas gallinas v melones, únicos víveres que pudieron proporcionarse, pues lodos los ganados habían sido retirados de la costa con anticipación. Formados los expedicionarios frente á la portería del convento, percibie- ron á la distancia una ligera nube de polvo que se levantaba en el camino del Rosario. Era Escalada, que noticioso del desembarco, acudía al encuentro con su cañón de montaña y sus 50 hombres medio armados. La campana del claustro daba en aquel momento las siete y media de la mañana. Cuan- do Escalada llegó al borde de la barranca, los españoles Be replegaban sobre la ribera á son de caja en disposición de reembarcarse. Rompió sobre ellos el fuego con su cañón : pero los buques con sus piezas de mayor alcáncele obligaron á desistir de su hostilidad. Tal fué el preludio del combate de San Lorenzo que bien merecía ser salvado del olvido, siquiera sea para adjudicar á cada cual el mérito que le corresponde en la preparación del suceso que ha ilustrado aquel sitio ^H . (8) Si' h.i repetido poi algunos biógrafos que San Martín previo el punto del desembarque, 3 basta que atrajo mañosamente-á él al enemigo. La verdad es que t> il" podía preverse, menos el que loa espi l< a de- Bemban aran en San Lorenzo, costa peligrosa y de difícil aei • -". adonde no eran llamados por ningún objeto político ni militar, ) en p! '|" lu.in ya que ni víveres enconl rarian. 172 PRELIMINARES DE SAN LORENZO. - CAP. IV. IV Ed la noche del 31 fago de la escuadrilla un paraguayo que tenían preso en ella. Apoyándose en unos palos flotantes. llegó á la playa, donde los patriotas lo recibieron. Por él se supo que toda la fuerza de la expedición no pasaba de 350 hombres ; que á la sazón se ocupaban de montar dos pequen' cañones para desembarcar al día siguiente con mayor fuerza, con el objeto de registrar el monasterio donde suponían ocul- tos los caudales de la localidad, y que su intento era remontar en seguida el río á fin de pasar de noche las baterías de Punta Gorda, si es que no podían destruirlas, interrumpiendo así el comercio del Paraguay. Inmediatamente circuló Escalada esta noticia, y uno de sus avisos encontró al coronel San Martín al frente de 120 granaderos divididos en dos escuadrones, cuya marcha se había retrasado de dos jornadas respecto de la expedición na- val. El viento que en los días anteriores había sido favorable para los buques expedicionarios, empezó á soplar de nuevo del norte en la mañana del 2, impidiéndoles continuar su viaje. El día pasó" sin que se verificase el desembarque anunciado. Sin estas circunstancias casuales, que dieron tiempo para que lodo se preparase convenientemente, el combate de San Lo- renzo no habría tenido lugar '» . (9) Todos estos datos, hasta hoy desconocidos, son lomados de las co- municaciones de don Celedonio Escalada, la una de fecha 30 de enero y la otra de l.° de febrero de 1812, que originales existen en el Archivo General de Guerra, en un legajo que no se sospecharía, cuyo título es : Frontera \ toda su campaña, 1813. M. S. — En sus parles inéditos San Mailin recomienda especialmente a Escalada y a los voluntarios de milicias que le acompañaban, en los siguientes lérminos : - Recomiendo EL VIAJERO ROBERTSON. - CAPÍTULO IV. 173 Mientras tanto. San .Martín con su pequeña columna se- guía á marchas forzadas, rescatando á frote y galope las jor- nadas perdidas. EJ aviso de Escalada era la espuela que lo aguijoneaba. En la noche del mismo día, que fué muy oscura, llegó a la posta de San Lorenzo, distante como cinco kilóme- tros del monasterio. Allí encontró los caballos que Escalada había hecho prevenir para reemplazar los cansados. Al trente de la posta estaba estacionado un carruaje de viaje, desenganchado. Dos granaderos se acercaron á él v preguntaron en tono amenazador: — «¿Quién está ahí?»- I n viajero, contestó lavo/, de un hombre que parecía despertar de profundo sueño. — En aquel instante se aproximó otro jinete, y se oyó otra voz ronca con acento de mando tranqui- lo : « No falten ustedes, que no es un enemigo, sino un caba- » llero inglés que va al Paraguay ». — El viajero asomando la cabeza por una de las ventanillas del coche, y combinando los contornos esculturales del bulto con la voz que creía recono- cer, exclamó : — Seguramente, V. es el coronel San Martín? — Y si fuese así», contestó el interpelado, -aquí tiene V.ásu amigo, Mr. Robertson.» — Era en efecto el conocido viajero británico, Guillermo Parish Robertson, que por una circuns- tancia no menos casual que las anteriores, estaba destinado á presenciar los memorables sucesos del día siguiente, y ti dar testimonio de ellos ante la historia. Los dos amibos se reconocieron, riendo de su caprichoso encuentro en medio de la> tinieblas. San Martín habló de su provecto : — « El enemigo tiene doble número de gente que la nuestra ; pero dudo mucho le loque la mejoi parte. i V. K. la actividad > celo del comandante militai del Rosario don Celedonio Rscalada y del teniente de milicias don Feüzandro Pinero para prestar cuantos .tuxil i< >s han sido necesarios; j a l- patriotas voluntarios don Manuel Isazn j don Pedro Salces, quienes han i ditado ^ii valor v sus deseos |">i la felicidad del país. Oflc. de 6 de febrero de 1812. M. S. do] Arch. firnl. 174 EL CAMPO DE SAN LORENZO. — CAPÍTULO IV. « Estoy en la misma persuasión, contestó flemáticamente el » inglés, brindando ásus huéspedes con una copa de vino en » honor del futuro triunfo, y solicitó el de acompañarles. — -> Convenido,» prorrumpió San Martín; «pero cuide V. que su » deber no es pelear. Yo le daré un buen caballo, y si ve que » la jornada nos es adversa, póngase en salvo. Sabe Y., agregó » epigramáticamente, que los marinos son maturrangos »(10). — Acto continuo dio la voz de \á caballol y acompañado del viajero tomó la cabeza de su taciturna tropa, que poco después de media noche llegaba al monasterio, penetrando á él caute- losamente por el portón del campo, abierto á espaldas del edificio. Todas las celdas estaban desiertas y ningún rumor se percibía en los claustros. Cerrado el portón, los escuadrones echaron pie á tierra en el gran patio del convento, prohibiendo el coronel que se encendiesen fuegos, ni se hablara en voz alta. « Hacían recordar,» dice el viajero inglés ya citado, « á » la hueste griega que entrañara el caballo de madera tan » fatal á Troya. » San Martín, provisto de un anteojo de noche, subió á la torre de la iglesia, y se cercioró de que el ene- migo estaba allí, por las señales que hacía por medio de (10) Dice Robertson, después de anotar las particularidades anterio- res : « En verdad que fué lo que se llama una ropa al estribo, porque cada hombre de aquella pequeña fuerza se mantenía de pie al lado » de su ensillado bridón pronto á obedecer la voz demando, para acer- " carse al campo del rúmbate. » T. II, Let. XXIX, p. 10. — La relación de Robertson aunque curiosa y exacta en su fondo, no lo es en cuanto á varios detalles importantes, y deja mucho que desear como narración histórica. Da por ejemplo ¿i San Martín 150 hombres, cuando sólo tenía 120; dice que su pérdida no pasó de 8 hombres, cuando fué casi el do- ble en sólo muertos, sin contar los heridos ; exagera la del enemigo, aseverando que no escaparon 59 hombres; y por ultimo, hace decir a] mismo San Maitín que se halda puesto en lies días á trote y galope desde Buenos Ain>, en virtud de dalos positivos que tenía el gobierno de que los españoles desembarcarían en San Lorenzo al día siguiente, lo que. como queda demostrado, es inexacto. HISTORIA ni - v.> MARTIN POR UAIt rnl.n.til jiiiki I Krlix fajlIlM» •*<<> EL CAMPO DE SAN LORENZO. — CAPÍTULO IV. n» fanales. En seguida reconoció personalmente el terreno cir- cunvecino, y tomando en cuenta las noticias suministradas por Escalada, formó inmediatamente su plan. Al frente del monasterio, por la parte que mira al río, se extiende nna alta planicie horizontal, adecuada para las ma- niobras de la caballería. Entre el atrio y el borde de la ba- rranca acantilada, á cuyo pie se extiende la playa, media una distancia de poco más de 300 metros, lo suficiente para dar una carga á fondo. Dos sendas sinuosas, una sola de las cua- les era practicable para infantería formada, establecían la comunicación, como dos escaleras, entre la playa baja y la planicie superior. Con estos conocimientos recogidos 4 la luz incierta que precede al alba, San Martín dispuso que los gra- naderos saliesen del patio y se emboscaran formados con el caballo de la brida tras de los macizos claustros y tapias pos- teriores del convento que enmascaraban estos movimientos; haciendo ocupar á Escalada y sus voluntarios posiciones con- venientes en el interior del edilicio, á lin de proteger el atre- vido avance que meditaba. Al rayar la aurora, subir» por se- cunda vez al campanario, provisto de su anteojo militar. A las cinco d<- la mañana 3 de febrero . empezó á iluminarse el horizonte destacándose de entre las Bombras de la noche aquel grandioso paisaje de agua y de resplandeciente verdura ve- lado de nieblas trasparentes, en medio al cual el monasterio, los buques y los hombrea aparecían como puntos perdidos en el horizonte. Pucos momentos después, las primeras lanchas de la expedición, cargadas de hombres armados, lomaban Lie na. A las cinco \ media t.» solo en el sentido de que ii" espera- ban encontrarse con tropas regulares. Hé aquí lo que dice el mismo jefe enemigo en su parle oticial : Aunque ignorábamos que en aquellas cercanías se hallasen tropas del Gobierno revolucionario de Buenos Aires, el comandante Zabala ordenó su gente en el mejor orden, pre- lución (|u<' le sirvió para ie> sei sorprendido, y marchó en formación hacia «'1 convento de San Carlos. Este documento se halla publicado en la i Gaceta de Montevideo (realista . uúm. 19, ¡>. 124. (12 Detalles comunicados al Di. Ángel J. Carranza por don Pablo Rodríguez, antiguo vecino de San Lorenzo, y tomados de la Memoria inédita del coronel Manuel Pueyrredón, combinados con informaciones - dadas al autor poi el Dr. Julián Navarro, que acompañó como capellán 6 San Martín en aquel día. 13) El armamento di- l^s Granad - mallo era sable-espada dé hoja de 36 pulgadas y carabina, ocupando la primera fila los lan con pistolas al ai ion. COMBATE DK SAN LORENZO I M'lli LO l\. i" Los enemigos habían avanzado, mientras tanto, unos 200 metros, en número como (]•■ 2.">u hombres I í . Venían forma- dos ''ii dos columnas paralelas de compañía por mitades, con la bandera desplegada, \ traían dos piezas de artillería de i i al centro y un poco á vanguardia de las columnas, marchan- do á paso redoblado á son de pífanos \ tambores (15 . En aquel instante resonó por la primera vez el clarín de guerra de los Granaderos á caballo, que debía hacerse oir más tarde por todos los ámbitos de la América, instantáneamente salie- ron por derecha é izquierda de las alas del monasterio los dos escuadrones sable en mano, y en aire de carga, tocando á degüello. San Martín llevaba el ataque por la izquierda y Bermúdez por la derecha. San Martín, que ora el que tenía que recorrer la menor distancia, fin'- el primero que chocó con el enemigo. VA combalo de San Lorenzo tú de singular <]u<' ha sido narrado con encomio por el mismo enemigo vencido. El jefe de la expedición española dice en su parte oficial : « Por de* recha é izquierda del monasterio salieron dos gruesos tro- zos de caballería formados en columna y bien uniformados, <]ur á todo galope, sable en mano, cargaban despreciando los fuegos de los cañoncitos, que principiaron á hacer 14 Roberts lice que contó con precisión desde la torre del con- vento ■ 320 marineros \ soldados de infantería. » Nosotros seguimos la versión oficial di San Martín no desmentida por los realistas, y com probada por el historiador español Torrente, como se verá después. 15) Líi formación «Ir los realistas en este din es otro puní respecto del cual no dan luz los partes oficiales, de unos y otros. I I I»' I. Carranza, que lia escrito sobre documentos originales la Dfl rión más completa antes de la nuestra, supone i otro de sus soldados no hubiese venido en su auxi- lio echando resueltamente [tic á tierra y arrojádose sable en mano en medio de la refriega. Con fuerza hercúlea y con se- renidad, desembaraza á su jefe del cabaülo muerto que lo oprimía, en circunstancia que los enemigos reanimados por Zabala á los gritos de ¡Viva el rey! se disponían á -eaccionar, y recibe en aquel acto dos heridas mortales gritando con en- tereza : ¡ Muero contento ! ¡ Hemos batido al enemigo ! » 18 , Llamábase Juan Bautista Gabral este héroe de última lila : era natural de Corrientes, y murió dos horas después repi- tiendo las mismas palabras (19 . Casi al mismo tiempo el se buscabun en medio de la pelea como dos paladines, batiéndose ora ;i pie, ora .i caballo. Nosotros nos guiamos, además de I"- datos que in- directamente resultan de les documentos, por los informes verbales del general don José Matías Zapiola aun cuando no se bailó presente y por lo que ii"- comunicó en <'.liil>' el Dr. Julián Navarro, cura párroco del Rosario en aquella época, y que en calidad en el de Axjonilla, San Martín exaltando ••! mérito del soldado Cabral, no hace mención de la circuns- tancia de haberle salvado la vida, y consecuente con su sistema de do ocuparse de su persona en I"- documentos públicos, ni aun hace mención de la herida que recibió en aquel día. Pueyrredón (Mem. cit. supone fueron dos heridas. 19 Por decreto de p»bieino de i; de marzo de 1813 se ordenó 1 guíente : Fíjese en el cuartel de Granaderos un monumento que rpelúe recomendablemente la existencia del bravo Granadero Juan Bautista Gabral ei la memoria de sus cantaradas En cumplí- miento de este decreto, colocóse en la parte exterior de la puerta del cuartel un gran tablero ovalado con esta inscripción en el centro ! 1/ toldillo Juan Bautista Cabral, muerta en la acción ih v 180 GOMBATE DE SAN LORENZO. - CAPÍTULO IV. alférez Hipólito Bouchard arrancaba con la vida la bandera española de manos del que la llevaba, habiendo el capitán Bermúdez á la cabeza del escuadrón de la derecha hecho re- troceder la columna que encontró á su frente, aun cuando su carga no fué precisamente simultánea con la que llevó en persona San Martín. La victoria que apenas había tardado tres minutos on decidirse, se consumó en menos de un cuarto de hora 2n . Los españoles desconcertados y deshechos por el doble y brusco ataque abandonaron en el campo su artillería, sus muertos v heridos, y se replegaron haciendo resistencia sobre el borde de la barranca, donde intentaron formar cuadro. La escuadrilla rompió entonces el fuego para proteger la reti- rada, v una de sus balas hirió mortalmente al capitán Ber- múdez en el momento en que llevaba la segunda carga y había asumido el mando en jefe por imposibilidad de San Martín, á consecuencia de su caída. El teniente Manuel Día/ Vélez que le acompañaba, arrebatado por su entusiasmo y el febrí po di 1813. — y en la orla : — Sus compañeros le tributan es¡ta me- moria. — Todos los días al pasar li<) fusiles. í-0 muertos y 14 prisio- neros, llevando varios heridos, entre estos sn propio coman- dante Zabala, cuya bizarra comportación no había podido impedir la derrota ('22 . Los Granaderos tuvieron 27 heridos v 15 muertos, siendo Jl Su pánico era tal, que se sobrepuso a la razón, j eii vez de en- tregarse prisioneros de guerra, dieron el terrible salto que I"- lanzara ú la eternidad sirviendo de pasto a I"- buitres. > Letters on Paraguay, I II, |i. la. -¿ Estos son l< >^ trofeos que San Martin declara en su parte oticial, publicado en la « Gacela u v que está conforme con el origina] manus- crito que se conserva en el Archivo General. El jefe de la expedición es pañola publicó el suyo en la » Gaceta de Montevideo a ya citada, decla- rando únicamente por mi parte una fuerza de 120 hombres que aun asi sería igual á la de San Martín . j una pérdida de 1! muertos) 39 beri- . itribuyendo ú ln> patriotas mi muertos y 90 heridos, es decir, 3Ü hombres más de los que tenía San Martín. I»'' la pérdida de sus can a \ bandera, no hace mención. Aun admitiendo hipotéticamente estos da i>'s desmentidos por documentos fehacientes, resultaría que la acción fué más gloriosa todavía. En efecto, dando ú San Martín la<» I ibresdeca ballena en vez de I20que tuvo, resultaría que lodos ellos ~m excepciónd uno solo fueron muertos ó heridos, \ que sin embargo, I"- 90 heridos quedaron dueños del campo de batalla, de la artillería y demás ir '•ii presencia de 7o hombres si s \ bien armados admitiendo que loa realistas eran sólo 1 20 \ no 2.'¡U ci fueron), lo que sería una hazaña homérica de que la hisloiii présenla ejemplo. Esta argumenta *d absurdum demuestra la falsedad del parle de Zabala, mal calculado cubrir la ver»iienza de la derroia. En cuanlo ú la rigurosaver dad 182 J. FÉLIX BOGADO^ — CAPÍTULO IV. de estos últimos : 1 córrenlino, 2 porteños, 3 puníanos. 2 rio- janos, 2 cordobeses, 1 oriental y 1 santiagueño estando todas las demás Provincias Unidas representadas por algún heri- do, como si en aquel estrecho campo de batalla se hubiesen dado tita su- más valientes hijos para hacer acto de presencia en la vida y en la muerte (23). El teniente Díaz Véiez que había caído en manos del enemigo, fué canjeado juntamente con otros tres presos que se hallaban á bordo por los prisione- ros españoles del día, bajando á tierra cubierto con la bandera de parlamento para morir poco después en brazos de sus compañeros de armas. San Martín suministró generosamente víveres frescos para los heridos enemigos, á petición del jefe español, bajo pala- bra de honor de que no se aplicarían á otro objeto; y el via- jero inglés Robertson se asoció á este acto en nombre de la humanidad (2 i). A la sombra de un pino añoso, que todavía del parte de San Martín, ella está comprobada : l.° En que, como se ha visto, el enemigo hace justicia al den lo do los (¡ranaderos, sin in-i- miar siquiera que fuesen superiores en fuerza, circunstancia que no lía- luía dejado de hacer resaltar; _." En que el mismo enemigo confiesa que no pudieron maniobrar y se vieron obligados a replegarse á la barranca donde ni tiempo tuvieron para entrar en formación; 3.° En que el parte de San Martín publicado inmediatamente nunca fué desmentido por la eta de Montevideo, »como I" hacía en esos mismos días respecto de otros parles de los patriotas referentes á hechos militares de menor im- portancia; i." Que la expedición vencida, en la impotencia do continuar -u- depreciaciones, regresó á Montevideo, no volviendo ya a tentar nin- gún desembarco; .i." Esto es lo más concluyeme : que el mismo histo- riador español Torrente, tan parcial como es sabido, y que escribió sobre documentos auténticos, en su tomo II. p. 34o, declara que los españoles que desembarcaron ese día fueron 230 hombres, confesando francamente la derrota. 23 V. Gaceta Ministerial » de 10 de marzo do 1813. núin. 48, p. I lo. Relación Granada por Zapiola. •J '» Supliqué á San Martín aceptase mis vinos y provisiones, con » destino á los heridos de ambas partes, y dándole un caluroso adiós, me alejé del espectáculo, lamentando la mortandad; pero admirado de la intrepidez y sangre fría dol que concibiera el polpe. Letters "" Paraguay, i. II, p. 15. BATALLA l>K S \I.T \. i: \ PÍTÜLO IV. 183 se conserva en el huerto de San Lorenza, firmó en seguida el parto de la victoria, cubierto aún con su propia sangre v con el polvo y el sudor del combate 25). Los moribundos reci- bieron sobre el misino campo de batalla la bendición del pá- rroco del Rosario don Julián .Navarro, que durante el combate los había exhortado ron la voz \ el ejemplo. V para que nin- gún accidente dramático faltase á este pequeño aunque memorable combate, uno de los presos canjeados con el ene- migo,fué un lanchero paraguayo, llamado José Félix Bogado, que en ese día se alistó voluntariamente en el regimiento. Este fué el mismo que trece años después, elevado al rango de coronel, regresó á la patria con los siete últimos Granade- ros fundadores del cuerpo que sobrevivieron alas guerras de la revolución desde San Lorenzo hasta Avacucho. VI VA combate de San Lorenzo aunque de poca importancia militar, fué de gran trascendencia para la revolución. Pacificó el litoral de los ríos Paraná y Uruguay, dando seguridad á sus poblaciones; mantuvo expedita la comunicación con el Entre Ríos, que era la base del ejército sitiador de Montevi- deo; privó á esta plaza de auxilio de víveres frescos con que contaba para prolongar su resistencia : conservó franco el comercio con el Paraguay, que era una fuente de recursos, y sobre todo dio un nuevo general á sus ejércitos j á bus armas un nuevo temple. Tres días después del suceso, la escuadri- - del pino histórico de San Loreiu naron »u féretro, entrelazados rm\ mi.i enrona de oro \ plata que le vold el pueblo de soi Lorenzo en el día de sus funerales al ser repatriados sus restos A Buenos Ahvn en 1880. Ifii BATALLA OK SALTA. — CAPITULO IV. lia española escarmentada para siempre, descendía el Paraná ramada de heridos en vez de riquezas y trofeos, llevando á Montevideo la triste nueva. Al mismo tiempo San Martín regresaba á Buenos Aires. El entusiasmo con que fué feste- jado su triunfo en la capital, lo vengó de las calumnias que va empezaban á amargar su vida, presentándole como un espía de los españoles que tuviese el propósito secreto de volver contra los patriotas las armas que se le habían con- fiado. El primer experimento estaba hecho. Los sables de los Granaderos estaban bien afilados : no sólo podían dividir la cabeza de un enemigo, sino también decidir del éxito de una batalla. El instructor había probado que tenía brazo, cabeza y corazón, y que era capaz de hacer prácticas sus lecciones en el campo de batalla. Su nombre se inscribía por la primera vez en el catálogo de los guerreros argentinos, y su primer laurel simbolizaba no sólo una liazaña militar, sino también un gran servicio prestado á la tranquilidad pública, á la par que una muestra del poder de la táctica y de la disciplina dirigida por el valor y la inteligencia. Casi simultáneamente (el 20 de febrero), el ejército español atrincherado en Salta era completamente derrotado por el General Belgrano, entregándose por capitulación desde el primer general hasta el último tambor con armas y banderas. En menos de tres meses la revolución había obtenido un triple triunfo militar y un gran triunfo político, debido al es- fuerzo de sus armas y á las fuerzas morales de la opinión. La revolución de 8 de octubre y la influencia de la Logia de Lautaro estaban justificadas por estos resultados. Pero estos resultados no podían salvar á la Logia de la descomposición • i que fatalmente están condenadas las sociedades secretas en una sociedad libre ó en vía de serlo. El vencedor de San Lorenzo, al trasladarse del campo de batalla al ¡de la política, sintió que el terreno se movía bajo II) K.\s POLÍTICAS DE SAN MARTIN. - CAP. IV. sus plantas, y que su base de operaciones se había alterado notablemente. Los partidos políticos en el estrecho recinto I 196 LA LOGIA DE LAUTARO. — CAPÍTULO IV. cimiento de una monarquía constitucional apoyada por La Europa monárquica podría ser la solución del problema po- lítico, idea de que á la sazón participaban la mayor parte de sus contemporáneos con intluencia en los negocios públicos. Poseído de una pasión y encerrado en un círculo sin más horizonte que los de sus designios militares, no alcanzaba que el pueblo era orgánicamente republicano, que no podía ser otra cosa, y juzgaba la situación con el criterio de lo que había visto en Europa bajo las formas tradicionales consa- gradas, y como lo veían casi todos los hombres ilustrados de su tiempo. La Logia, aislando á los pensadores de las corrientes de la opinión viva, y á los hombres de acción del contacto con la masa popular, daba su primer resultado negativo. Las in- teligencias se obliteraban, las conciencias se hacían sordas y las fuerzas no se vivificaban. En tan estrecho teatro no cabían ya sino los comediantes políticos, que creían más en la efica- cia de las tramoyas del escenario en que brillaban, que en los resultados del trabajo perseverante subordinado á un plan serio. El hombre de acción no podía ya aceptar tal instru- mento, sino como un auxiliar en lo presente y lo futuro. El verdadero genio y el verdadero patriotismo necesitaba campo, aire y luz en que dilatarse, y, obedeciendo á su tendencia expansiva, debía convertirse en fuerza y acción en medio más propicio. Vil Las sociedades secretas con tendencias políticas, se com- prenden y tienen su razón de ser en un pueblo esclavizado! -un .-1 único medio con que cuentan los oprimidos ¡tara re- unirse, organizarse y propagar sus ideas y trabajar con segu- COMPOSICIÓN DE LA LOGIA. CAPÍTULO IV. 181 rulad. Como elemento de acción, algunas veces han precedido á las revoluciones; pero jamás han podido acompañarlas en sn desarrollo. Por lo general, ellas no han dado origen sino á conjuraciones abortadas. En los pueblos con vida pública, en que se producen en la masa movimientos orgánicos que obedecen á las leyes del desarrollo social. Las asociaciones serretas son impotentes para acelerarlos ó contenerlos. En momentos determinados pueden ejercer una influencia eficaz, ya sea para condensar y dar forma á una idea dolante en una revolución, ya para dar un punto de apoyo á lasfuerzas con- Bervadoras en los períodos transitorios de anarquía ó des- composición por que pasan las sociedades agitadas; pero es a condición de dilatarse en las vibraciones del aire y de la luz que penetra todos los cuerpos, vivificando las fuerzas y las ideas. Fuera de estos momentos ó de estas condiciones, las sociedades secretas con tendencias políticas, degeneran al fin en camarillas oscuras, y se extinguen por sí mismas en el vacío. Si su acción se prolonga artificialmente como rueda principal de la máquina gubernativa, ó bien desaparece por algún tiempo el verdadero gobierno activo y responsable, 6 bien produce un gobierno que las reduce á la condición de meros instrumentos negativos. San Martín y Alvear, al salir de la Logia de Cádiz \ pasar por la de Londres, venían bajo La impresión de los oprimidos que sólo pueden conspirar en las -ominas del misterio. Al llegar á Buenos Aires, se encontraron con una revolución sin [ blo profundamente revolucionado, cuya vida estaba centralizada en la capital; y con partidos embrionarios que sólo agitaban la superficie social. Por espíritu de disciplina el uno, como medio de elevación y de influencia el otro, con- cibieron la sencillísima idea de trasladar al terreno de la acción las asociaciones secretas en que políticamente se ha- bían educado. Con esta palanca imprimieron desde luego un Impulso gradual \ metódico al movimiento revolucionario; EL SUEÑO DE ALVEAR. - CAPÍTULO IV. pero satisfechas sus más premiosas exigencias, ya no obraron sino sobre sí mismas, y empezaron á descomponerse dentro #de su propio organismo. Convocada bajo sus auspicios la Asamblea General Cons- tituyente, formuladas en leyes memorables las grandes aspi- raciones de la época, y robustecido el gobierno por este nuevo contingente de fuerzas morales derivadas de una opinión ac- tiva, la prolongación de la influencia irresponsable y secreta de la Logia no podía menos que debilitar las fuerzas de las instituciones, conspirando contra su propia obra. Agregúese á esto, que su composición no era homogénea, que en ella entraban dos elementos repulsivos, y se comprenderá que su descomposición debía necesariamente producirse asi que se debilitara la primera impulsión colectiva que la había puesto en movimiento. Desde muy temprano empezaron á diseñarse en la Logia las dos tendencias que debían trabajarla. En la primera época prevaleció en toda su pureza la idea revolucionaria, con ten- dencias declaradas hacia la independencia y la democracia. En la segunda, se destacó de relieve en ella un partido per- sonal que germinó en su seno como un parásito, y que al fin la absorbió por rutero Era el partido que se llamó más tarde alvearista, el mismo que secretamente preparó la elevación de su jefe, lo exaltó al poder y cayó con él, disolviéndose al mismo tiempo como partido y como sociedad secreta. Este partido no volvió á levantarse jamás, porque no entrañaba en su seno ningún principio político ni social. La Logia volvió á renacer más tarde bajo forma más compacta y con otras ten- dencias menos egoístas, según se verá después. El sueño de Alvear era la gloria militar y la dictadura. La revolución era para él una aventura brillante que halagaba su juvenil ambición. Al cambiar sus adioses en Europa, Al- vear y Carrera se habían prometido ser los arbitros de sua respectivos países. Carrera en aquel momento (mayo de lHl.'i EL SUENO DE ALVEAR. - CAPITULO IV. era ''1 dictador de un pueblo, el -curial que mandaba ejér- citos y daba batallas. Este era por el momento su ideal v su modelo (27). Tenía, sin embargo, bastante sentido práctico para comprender que el teatro de operaciones de uno y otro era distinto. En Chile, un motín militar encabezado por un hombre audaz, podía improvisar un dictador, apoyado en un ejército revolucionario. Era que allí faltaba el contrapeso de un poderoso partido político con fuerzas morales y materiales, ó de un pueblo verdaderamente revolucionado, que fuesen condiciones indispensables de gobierno, aun para una dicta- dura de hecho. En las Provincias Unidas, donde ¡as fuerzas morales y materiales del país concurrían á la revolución, — activas las unas y latentes las otras, — la dictadura colectiva de un gobierno, el dominio absoluto de una asamblea política, v aun el predominio de una camarilla, era posible ; pero no la improvisación de una dictadura personal. La Logia gober- naba al gobierno, y con mayoría inconmovible en la Asam- blea, aspiraba á centralizar en sus manos lodo el poder mili- lar de la revolución. Belgrano, coronado de los laureles de Tucumán y Salta, se había afiliado en ella. San Martín y Alvear eran sus generales en perspectiva. Todo liare creer que San Martín no abrigaba entonces nin- guna ambición política, aun cuando contara con un verda- dero partido en la Logia, y tuviese en el Triunvirato mayor influencia que Alvear. Sus actos posteriores y su vida entera prueban que ^ób> tuvo la ambición de sus grandes designios militares, que por ..ira parte fueron siempre impersonales Quería camj n qm- combatir, y quería á todo trance desli garse de Lis intrigas de los partidos domésticos, de |,»s que nada esperaba va para la causa general, \ eran antipáticos á Conversaciones c Ion Santiago Vázquez, amigo, partidario y onfldenle de Alvear. El peneral don Tomás < >r entonces con nin- gún general que descollase por su genio militar. Don Antonio González Balcarce, noble carácter y buen soldado práctico, que había dado á la revolución su primor victoria en Suipa- clia. estaba oscurecido por la derrota del Desaguadero, cuya responsabilidad pesaba militarmente sobre él. Su hermano don Marcos Balcarce, jefe entendido, militaba ala sazonen Chile al frente de los Auxiliares Argentinos, y sólo por acci- dente figuró más tarde en primera línea en medio de la guerra civil. Don José Rondeau, ilustrado por mi reciente victoria del Cerrito (primera y última de su carrera), aunque oficial de buena escuela, no tenía las cualidades del mando en jefe. Belgrano, el vencedor de Tucumán y Salta, bien que dotado de altas cualidades, carecía de los conocimientos técni- cos y de la inspiración de la guerra, como lo había mostrado en su última campaña, pero era el mejor de los generales probados (29). Entre los jefes de división, que figuraban en segunda línea, aun cuando bis hubiese de gran mérito, no se diseñaba ninguno todavía á quien [Midiera confiarse el mando de un ejército. La revolución que hasta entonces había luchado con me- diocres generales enemigos y con tropas mal organizadas, empezaba á encontrar líente á sí jefes entendidos y ejércitos disciplinados, que no p idían contrarrestarse en una campaña (29) El General Paz, juez competente, dice en sus Memorias ■■ «pie Bel grano era i I mejor general que tenía entonces la He pública Argenti- iii. San Martín, juez más competente aún, decia I" mismo tres años des nin - 1-onin se verá más adelante. 192 LOS GENERALES DE LA LOGIA. - CAPITULO IV. regular sino con mejores generales y mejores soldados. El éxito de las batallas ya no estaba librado al acaso, ni podía depender del entusiasmo. La disciplina, la táctica, la estra- tegia, la calidad de las armas y la inteligencia superior del general, serían en adelante condiciones indispensables de todo triunfo militar de la revolución en toda campaña ofen- siva fu que sus ejércitos tuviesen que alejarse de su base de operaciones. Estas condiciones faltaban, y el general predes- tinado de la revolución aun no había aparecido. En tal situa- ción el gobierno volvió sus ojos á los dos generales de la Logia. Alvear que no tenía por entonces ninguna idea fija en el orden militar, se presentó desde luego como candidato para mandar el ejército del norte, al cual había sido destinado anteriormente en rango inferior (30). San Martín, que consi- deraba de mayor importancia la empresa sobre Montevideo, v que comprendía que nada decisivo podría intentarse mien- tras ella no se llevara á buen término, le cedió de buen grado la precedencia y el honor, y en tal sentido escribió á Belgrano recomendándolo (31). Pero Alvear íluctuante siempre, y teme- roso de abandonar el teatro do la política en que brillaba como protagonista, volvió sobre sus pasos indicando á San Martín para ocupar su puesto. 10 En el Archivo General de Guerra, existe el borrador de una nota dirigida al Gobernador Intendente de Salta, que lo era don Feliciano Chi- china, en que se dice ron fecha 6 de noviembre de 1813:— «Muy prñxi- mamente debe salir de esta capital con deslino al Alto Perú una expedi- ción de tropas selectas al mando del Coronel don Carlos, Alvear. » (M. S. (31] En carta de 3 de diciembre de 1813 datada en Humahuaca, qui origina] leñemos á la vista, decía Belgrano á San Martín : — « He cele- ■ brado que venga el Cor I Alvear, y más aluna que me confirma la noticia que lengo de sus buenas cualidades : mucha falla me han he- o cho loa buenos jefes de división, porque el General no puede estar ''ii todas partes... He ahí el origen de la pérdida de la última acción, que vuelvo a decir lia sido terrible, y nos ha puesto en condiciones muy críticas. Somos militares nuevo-; eon los resabios de la faluidad » española. > M. S. SAN M A ÜTI N ,i BELG RANO. - CAPÍ! ULO I V. San .Martín estaba decidido a abandonar para Biempre el terreno di' la política, en que sólo por accidente había en- trado. Mejor encaminada ya la revolución en el sentido <\<- las operaciones militares que meditaba, aceptó después de alguna trepidación el mando con que se le brindaba, \ cedió por entero á su competidor el campo de la Logia, Kn consecuen- cia, fue nombrado jefe de una expedición que debía marchar en auxilio del Ejército del Norte, con instrucciones para asu- mir el mando en jefe cuando lo creyese conveniente. La expe- dición se compuso del modo siguiente : el batallón núm. 7 de infantería, fuerte de 700 plazas, al mando del teniente coro- nel don Toribio Luzuriaga, dos escuadrones de Granaderos á caballo con 250 plazas y 11)1) artilleros (32). Esta pequeña columna llegó á Tucumán antes de terminar id año XIII, y poco después San Martín y Belgrano se encontraban y se abrazaban en Yatasto (camino de Salla á Tucumán jurán- dose una amistad que no se desmintió jamás. 1\ Memos hecho en otra ocasión el paralelo entre Sao Martín y Belgrano, al estudiarsus relaciones recíprocas en presencia de documentos desconocidos y establecer los contrastes j ana- logías de estos -laudes hombres de la revolución argentina, fundadores de las dosgrandi s escuelas militares cuya influen- cia se lia prolongado en sus discípulos por mas ib- ,1,.- -ene raciones :m . \<> volveremos sobre este punto. Nos limitare 32 Decreto del Gobierno de - de diciembre de 1813 Ulicio del mismo ;il Jete de I- id M i)or de 13 de diciembre de 181 ■ M. SS. hivo General de Guerra 181 I. (33 ' Historia de Urlpuiio, I. II. [>. ¿81 ü - i. i. 194 SAN MARTÍN Y BELGRANO. — CAPITULO IV. mos por ahora, á complementar este cuadro con nuevos detalles, que consideramos dignos de la historia, para lomar después el hilo de la narración. San Martín y Belgrano no se conocían personalmente antes de encontrarse en Yatasto. Desde algún tiempo atrás se había establecido entre ellos una correspondencia epistolar, por in- termedio del español liberal don José Mila de la Roca, amigo de uno y de otro y secretario de Belgrano en la expedición al Paraguay. Ambos se habían abierto su alma en esta corres- pondencia, y simpatizaron antes de verse por la primera vez. Al abrir Belgrano su campaña sobre el Alto Perú, San Mar- tín redactó para él unos cuadernos sobre materia militar, extractando las opiniones de los maestros de la guerra, y dióle sus consejos sobre las mejoras que convenía introducir en la organización de las diversas armas, especialmente en la caballería, condenando el uso de los fuegos en ella, según los preceptos de la escuela moderna. Belgrano, en marcha para el campo de Vilcapugio, y cuando se lisonjeaba con una victoria inmediata, le contestaba modestamente: — « Ay ! amigo mío, y qué concepto se ha formado V. de mí? Por » casualidad, ó mejor diré, porque Dios ha querido, me hallo de General sin saber en qué esfera estoy : no lia sido esta ■ mi carrera, y ahora tengo que estudiar para medio desem- peñarme, y cada día veo más y más las dificultades de > cumplir con esta terrible obligación. » — Refiriéndose á sus consejos agregaba : — « Creo á Guibert el maestro " único de la táctica, y sin embargo, convengo con V. en cuanto á la caballería, respecto de la espada y lanza. » — Y con relación al trabajo de San Martín, terminaba diciendo : - - « Me privo del 2.° cuaderno, de que V. me habla : la abeja que pica en buenas flores proporciona una rica miel ; ojalá que nuestros paisanos se dedicasen á •> otro tanto y nos diesen un producto tan excelente como el que me prometo del trabajo de Y., pues el principie SAN MARTÍN Y BELGRANO. CAPÍTULO W o que vi en el oorreo anterior, relativo á la caballería, me n llen<5 34 . Después de Ayohuma. San Martín Le escribía confortan dolo en bu infortunio y anunciándole el próximo refuerzo que, según lo acordado, debía conducir Alvear, y él contes- taba : — " He sido completamente batido en las pampas de i Ayohuma, cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes, y nada me arredrará para servir, aunque sea en clase de soldado por la Libertad é independencia de la patria. — Somos. todos militares nuevos con los resabia de la Fatui- dad española, y todo se encuentra menos la aplicación y constancia para saberse desempeñar. Puede que estos gol- pes qos bagan abrir los ojos, y viendo los peligros más de cerca tratemos de bacer otros esfuerzos que son dados § » hombres que pueden y deben llamarse tales - 33 . Al saber que era el mismo San Martín el que marchaba en mi auxilio, le escribió lleno de efusión : — « No sé decir á V. ••llanto me alegró de la disposición del Gobierno para que venga de jefe del auxilio con que se trata de rehacer este ejército; [ ojalá que haga otra cosa más que le pido, para que mi gusto sea mayor, si puede serlo! — ■ Vuele, si es posible; la patria necesita de que so hagan esfuerzos singu- lares, y no dudo que Y. los ejecute Begún mis deseos, \ yo i pueda respirar con alguna confianza, y salir de los graves cuidados que me agitan incesantemente. — No tendré satisfacción mayor que el día que Logre estrecharle entre mis brazos, j hacerle ver lo que aprecio el mérito j la hon- 14 Extracto do carta de Belgn i San Martin en Lagunillas Uto Perú el ¿:> A<- setiembre de 1813, es decir seis días antea de Vilcap V. S. autógrafo . ■ Carla del mismo al mismo en Hutnahuaca ií 18 de diciembre de i 'i ; »/. S. aid> ijrafu . [96 SAN MARTÍN Y BELGRANO. - CAPÍTULO IV. » radez de los buenos patriotas como V. » (36). Cuando Sao Martín se acercaba, le escribe su última carta desde Jujuy, diciéndole : — « Mi corazón toma aliento cada instante que » pienso que V. se me acerca, porque estoy firmemente per- »i suadido de que con V. se salvará la patria, y podrá el ejército turnar un diferente aspecto. — Empéñese V. en volar, si le es » posible, con el auxilio, y en venir no sólo como amigo, sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere, per- » suadido que le hablo con mi corazón, como lo comprobará la experiencia » (37). Animados de estos generosos sentimientos, se dieron por la primera vez en Yatasto el abrazo histórico de hermanos de armas, el vencedor deTucumán y Salta recientemente derro- tado en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, y el futuro vencedor de Chacabuco y Maipú, libertador de Chile y el Perú, que por entonces sólo podía ostentar el modesto laurel de San Lorenzo. San Martín se presentó á Belgrano pidiéndole órdenes como su subordinado. Belgrano le recibió como al salvador. ;il maestro, y debió ver en él un sucesor. Empero, á aquel le repugnaba asumir el mando en jefe, humillando á un general ilustre en la desgracia y ni aún quiso ocupar el puesto de Mayor General para que había sido nombrado ostensible- mente, lastimando á los jefes fundadores de aquel glorioso y desgraciado ejército, y así lo manifestó al gobierno. El go- bierno, empero, que consideraba una necesidad militar la remoción de Belgrano, y el mando en jefe de San Martín una conveniencia pública, significó á éste por el órgano de uno de --u^ miembros: — • No estoy por la opinión que manifiesta Carta, Humahuaca, 11 de diciembre de 1813 [M. S. autógrafo). (37; Carta de 26 de diciembre .I- 1813. Ai. >'. autógrafo.) Véase la co- rrespondencia 'I- Belgrano con San Martín durante <•! año de 1813 <í 18Í4, que s< inserta íntegra en ,•! Apéndice. M. S.) SAN MARTIN li EN EH V I. EN i EFE. CAP. IV. IW en su carta del 22 de diciembre . en orden al disgusto que ocasionaría en el esqueleto del ejército del Perú" su nom bramiento de Mayor General. Tenemos el mayor disgusto ]ior el empeño de V. en no lomar el mando en jefe, \ crea que nos compromete mucho la conservación de Bel- -i.uiM 38). San Martín asumió. al fin el mando en jefe del ejército por orden expresa del gobierno (39). Belgrano se puso á sus órdenes en calidad de simple jefe de regimiento, y dio el pri- mero el ejemplo de ir á recibir humildemente as lecciones de táctica v disciplina que dictaba el nuevo general. Desde este día, estos dos grandes hombres que habían simpatizado sin conocerse, que se habían prometido amistad al verse por la primera ve/., se profesaron una eterna y mutua admira- ción, lielgrano murió creyendo que San Martín era el genio tutelar de la América del Sud. San Martín en todos los tiempos, v hasta sus últimos días, honró la memoria de su ilustre amigo como una de las glorias más puras del nuevo inundo (40 . 1 rta de don Nicolás Rodríguez Peña (miembro del Triunvirato lí San Martín, de -¿' de diciembre de 1813, en Buenos Aires. \l . 8 auto- grafo del Archivo de San Martín. • i'.» Según el Libro de Órdenes Generales del Ejército del Perü, que le- ñemos d 1 1 vista, San Martín fué dado á reconocer en tal carácter por Belgrano •■! 'J1.' de enen de 1814, siéndola primer orden del día que apa- rece firmada por San Martín la de 30 * i « ■ I mismo. M. S.) i'i Consta de la corres] ! ¡ncia confidencial de uno y otro. San Martín en cari i que escribía á un amigo desde Mendoza el 12 de marzo de 1816 decía : Es el caso de nombrar quién debe reemplazar d Bou ■ deau : yo me decido pi i l¡' lgr¡ Este es el más melódico de los que zc Améric i : lleno de integridad y talento natural. No tendrá I"- conocimientos de un Moreau ó de un Bonaparte en punto á mili i licia ; pero créame que es lo mejor que tenemos en la América del Sud. M. S. aut "//"/". Belgrano con fecha 26 de setiembre de 1818 desde rucuman escribía ¡il mismo San Martin : « Yo opino que en V. debe ve r¡ tirarse lo del Cid, que aun después de muerto, su cadnveí valla por una victoria. » M. S. autógrafo). Las cartas autógrafas de que extractamos estos párrafos existen en nuestro archivi . 198 El. DIRECTOR POSADAS. - CAPITULO IV. \ Casi al mismo tiempo (el 22 de enero de 1814), tenía lugar en la capital una innovación de gran trascendencia. El Poder Ejecutivo había sido reconcentrado en una sola persona con el título de Director Supremo, y recayó el nombramiento en don Gervasio Antonio Posadas. Esta reforma, que acababa con los gobiernos colectivos y provisorios, y modificaba esen- cialmente la constitución de la autoridad ejecutiva dándole un carácter verdaderamente nacional, fué acordada en los consejos secretos de la Logia y sancionada en forma de ley por la Asamblea General. Por lo tanto, la innovación no im- portaba una alteración en la inlluencia política, y por el con- trario, venía á radicar y dar más unidad de acción á la omni- potencia de la Logia. El nuevo Director no era, sin embargo, una entidad polí- tica, bien que no careciese de antecedentes y servicios, y de cierta inteligencia epigramática y maleable, así es que su ele- vación á nadie sorprendió más que á él mismo, que ni si- quiera la ambicionaba (41). Tío de Alvear y empeñado en levantarlo, su elección era un triunfo del partido alvearista, 41) Así 1" declara «'1 mismo I1' sadas en su- « Memorias inéditas J<- gadas :i ~u nieto del mismo nombre. En ellas se lee lo siguiente : « Se- ■ ría un delirio en mí querer persuadir que la concentración del Poder Ejecutivo cu mi persona, fué bajada de lo alto. Yo lo que puedo pro- testar j protesto es que no luve en ella >■! menor influjo, ni me causó ninguna complacencia. Lolloré y liasta li<>\ loesloj llorando Mi elec- ■■ ''¡«''ii se haría comí se haa n las elecciones más solemnes, ilr^més de entonar el veni cteator : por el voto de algunos diputados mi- amig ■ ■ > partidarios de la facción; por otros á quienes aquellos hablaran, y ■ por los demás que preguntarían ¿cómo viene la votación? »> M. S. au- tógrafo. :: EL EJÉRCITO DEL NORTE I \ Mil LO I V. |gg que en la imposibilidad de llevar á su héroe al poder Bupremo, le preparaba por este medio el camino; v ;il llenar el inte- rregno con una entidad negativa, lo hacía en el hecho arbi- tro del Gobierno. Alvear fué nombrado en seguida general en jete del ejército de la capital y se arregid Lodo de manera que en su oportunidad pasara á tomar el mando del ejército sitiador de Montevideo, para conquistar allí la gloria militar que tanto ambicionaba, y que le daría los títulos que le Fal- taban para elevarse sobre todos los demás. En este sentido, la innovación era una derrota de la influencia pi lítica de San Martín, bien que ella no modifícase sus alinidades con el nuevo Gobierno, que además de ser una creación de la aso- ciación á que pertenecía, era una emergencia de la revolución del 8 de octubre á que él había contribuido. El Director Posadas, que conocía la repugnancia de San Martín para recibirse del mando del ejército, se dirigid á él luciéndole : — « Me he resuelto á escribirle para rogarle en- carecidamente tenga á bien recibirse del mando de ese ejército, que indispensablemente le ha de confiar este go- n bienio. Excelente será el desgraciado Belgrano — acree- « dor á la gratitud eterna de sus compatriotas; — pero sobre todo entra en nuestros intereso \ lo exige el bien del país, que por ahora cargue V. con esa cruz 12 . La contesta- ción oficial de San Martín fué noble y digna : — « Me encar- ►i go de un ejército que ha apurado sus sacrificios en el espa- cio de cuatro años, que ha perdido bu Fuerza Física \ sólo » conserva la moral; de una masa disponible á quien la memoria de sus desgracias irrita y electriza, j que debe moverse por los estímulos poderosos del honor, del ejem- » pío, de la ambición v del noble interés. Que la bondad de Carta del Dire< loi Posadas de 10 de enero d« 18M II. S ifo.) 200 EL EJÉRCITO DEL NOKTE. CAPITULO IV. V. E. hacia este ejército desgraciado se haga sentir para » levantarlo de su caída » (43). Era en verdad un ejército caído como él lo decía, y una cruz como decía el Director Supremo, lo que San Martín re- cibía. Su proclama al recibirse del mando, escrita con la pluma tosca del soldado, tiene la severa sencillez del que así lo comprendía. « Hijos valientes de la patria (decía en ella), » el Gobierno acaba de confiarme el mando en jefe del » Ejército : él se digna imponer sobre mis hombros el peso > augusto de su defensa. Soldados, confianza ! Yo admiro vuestros esfuerzos, quiero acompañaros en vuestros tra- bajos, para tomar parte en vuestras glorias. Voy á hacer > cuanto esté á mis alcances para que os sean menos sen- sibles los males. Vencedores en Tupiza, Piedras, Tucurnáu v Sulla: renovemos tan heroicos días. ¿La Patria no está en peligro inminente de sucumbir? Vamos, pues, soldados » á salvarla i ! . Para dar un poco de aceite á la máquina enmohecida, y establecer una severa disciplina sobre la base equitativa del premio y del castigo, su primer acto administrativo, fué esta- blecer la regularidad del pago de los socorros pecuniarios al ejército, incurriendo para el efecto en una desobediencia. Existían en la comisaría del ejército, treinta y seis mil pesos en plata y oro sellado, provenientes de los caudales del Alto Perú, ([iie el Gobierno había mandado ingresar en la te- sorería general. San Martín ordenó que volviesen á la caja militar. lista medida fué desaprobada por la superioridad. Cmii lal motivo representó al Gobierno: « Acostumbrado á prestar la más ciega obediencia alas órdenes superiores, y empeñado en el difícil encargo de reorganizar este ejército. Oficio de San Martín desde Tueumán, >■! :¡<> de enero otro. Yo 11 « > había encontrado niás que anos tristes frag- mentos «le un ejército derrotado. Un hospital sin medicinas, sin instrumentos, sin ropas, que presenta el espectáculo " de hombres tirados en el sudo, que no pueden ser aten- » didos del modo que reclama la humanidad v mis propios •i méritos. Unas tropas desnudas con traje de pordioseros. I na oficialidad que no tiene cómo presentarse en público. Mil clamores por sueldos devengados. Gastos urgentes en i la maestranza, sin los que no es posible habilib r nuestro armamento para contener los progresos del enemigo. Estos si»n los motivos que me han obligado á obedecer y no cumplirla superior orden, y representar la absoluta nece- sidad de aquel dinero para la conservación del ejército. Si contra toda esperanza, no mereciese esta resolución la superior aprobación, despacharé el resto del dinero, que- • dando con el desconsuelo de no poder llenar el primen» de mis encargos. » El gobierno aprobó la desobediencia como justificada por la imperiosa lej de la necesidad, que evitaba la disoliir¡r.ii del ejército y [consiguiente ruina del Estado i"» . El Director Supremo, escribiéndole con tal motivo. Le decía confidencialmente: « Si se dio orden para la devolución de Los caudales, fué porque se contaba aquí con ellos para pagar cuatro meses que se debían ;'i la tropa. Pase por ahora el obedecer \ no cumplir, porque si con el obedeci- miento se exponía V. á quedar en apuros, con el no cum- plimiento he quedado yo aquí como un cochino i(¡ i .i Olí. di s mi Martin en Tucumán, febrero 23, 3 ronleslaciún del Ministro de Hacienda de '.i de marzo de 181 i-. I,eg. del Vreh. de Guerra: P m. General y Comisario del Reto. Hacienda. 1814. M. S ñera I Ksprjn |ns pnlilie.-i ínleyros en e| Paso de I"- Sudes . |». ! Carta del Director Posadas íi San Martin de fecha 10 de marzo 'I- 1814. M. S. Pap. de Pms.-mI 202 PRIMERA DESOBEDIENCIA CAP I TI" LO IV. Esta desobediencia, que perfila el carácter del hombre, fué precursora de otra gran desobediencia igualmente justifi- cada por el bien público, que en la mitad de su carrera decidirá de su destino y del de la América en un momento supremo. CAPITULO V EL ALTO PERÚ wn 1811 ti problema de la revolución argentina. - Las tres tendencias iniciales de la revolución. — La segregación del Paraguay. — Causas de la anarquía de la Banda Oriental.— Etnología j geografía del Alto-Perú.- Primera campaña de la independencia en el Alto Perú. — Cotagaita y Suipacha. — La derrota del Desaguadero. — Carácter de la insurrección alto-peruana. La ley de las derrotas j victorias de la revolución. — Las fronteras de la revolución argentina. - Composición del ejército realista. -- Debilidad moral del ejér- cito argentino. — Planes de Pezuela. — Los realistas ocupan á Jujuv y Salta. El Ejército del Norte se reconcentra en Tucumán. — La guerra de Partidarios en el Alto Perú. — Aparición de Arenales. — Atrocidades de feneche y Landivar. - Represalias. Descripción del Alto Perú. — Cam- paba de Arenales en Cochabamba ; Santa Cruz de la Sierra. — Batalla de la Florida. -- Importancia de eslas operaciones. I Al recibirse San Martín de I"- restos del Ejército del Norte, se encontró frente á frente del más arduo j compli- cado problema déla revolucióD argentina, aunque su soki «•¡i'ni envolvía la unidad política de las Provincias Unidas del Río de la Plata \ los destinos de la revolución americana, qo había sido hasta entonces señalado siquiera á la ofa 204 TENDENCIAS DE LA REVOLUCIÓN. —CAP. V. vacion. Este problema era el desenvolvimiento de su acción militar. La revolución argentina vaciada en los moldes de las anti- guas divisiones administrativas de la colonia, había surgido con una constitución territorial que le daba una personalidad nacional bien definida; pero dentro de sus lincamientos tenía va las proyecciones de una revolución mas lata y compleja. Tres tendencias marcadas caracterizaron, en consecuencia. su política militante desde sus primeros pasos. Constituir una nueva nacionalidad dentro de los límites geográficos del vireynato del Río de la Plata, fué la primera. Dilatar su acción, promoviendo la erección de nuevas nacionalidades sud-americanas, y buscar en ellas aliados naturales, era la segunda. La tercera era llevar sus armas más allá de sus fronteras, extendiendo la insurrección y remover los obstá- culos que se opusiesen á su expansión. A la tendencia nacio- nal de integrar parala revolución todo el antiguo vireynato. respondían las expediciones militares sobre el Paraguay \ Montevideo. Al propósito de constituir una nación aliada, respondían los trabajos diplomáticos y los auxilios bélicos que habían dado por resultado la insurrección de Chile y mi alianza ofensiva y defensiva con las Provincias Unidas. A la idea de la propaganda revolucionaria por las armas, respondía la guerra declarada al vireynato del Perú, el cual en sostén de los fueros soberanos de la metrópoli, negaba alas colo- nias bispano-americanas el derecho de darse gobiernos propios, y bahía sustraído las provincias del Alto Perú al dominio legal del Gobierno del Río de la Plata (-1). El Ejército (I, Bando del \'iiv\ Abascal de i:t de julio de 1810. Este documento es famoso por contener las palabras irreparables que determinaron una excisión profunda entre la América y la España. En él, hablando Abascal de los revolucionarios americanos que invocaban sus derechos municipales y el ejemplo reciente de la misma España, ks llama : « Hombres di stina- dos por la naturaleza ;i sólo vepetar en la oscuridad y abatimiento. TENDENCIAS DE LA REVOLUCIÓN. CAP. Y. 205 del Norte, bajo la denominación significativa de Auxiliador del Perú », respondía á La vez á esta triple exigencia. Su misión había sido vera incorporarlas provincias del Alto Perú al sistema político y militar de las del Plata, como parte integrante del vireynato ¡ llevar por este camino las armas triunfantes de la revolución hasta Lima, centro del poder español en Sud-América ; y por último, convertir al Bajo Perú, como ya lo era Chile, en aliado de la revolución argentina. Este vasto programa, que se diseña claramente desde los primeros días y que el tiempo ha puesto de relii ye, en tra- gaba el ar.luo problema social, político y militar que sólo el tiempo debía resolver, pero que San Martín tenía que en- carar por la primera vez al lomar en cuenta los antecedentes v los medios. La expedición militar sobre el Paraguay bajo la bandera redentora, fué recibida por su población con las armas en la mano, v aunque aceptó más tarde la insurrección por su pro- pia cuenta, rechazó la unión nacional. VA Paraguay obraba lógicamente, y obedecía por instinto á su naturaleza. .Miem- bro atrofiado del vireynato, aunque libado iieoizcálicamenle .1 él por el man estuario del Piala : producto de una civili- zación embrionaria injertado en el tronco de una raza indígena, apenas modificada por el espíritu jesuítico, el Para- guay ii" tenía puntos de contacto con la sociabilidad argen- tina bosquejada en la cuenca del Río de la Plata. No formaba, por lo tanto, parle de su organismo rudimentario. Su resis- tencia, que revelaba una solución de continuidad política, determinó en el hecho una nueva nacionalidad por generación seccional. Obedeciendo siempre á la le) de la inercia, aisló dentro de sus bosques ) pantanos, se sustrajo al moví miento general ) ;'i los sacrificios comunes, j segregóse de hecho, sin encontrar dentro de sí mismo I"- gérmenes fecundos de la \ ida orgánica. 206 DESARROLLO REVOLUCIONARIO. - CAP. V. La Banda Oriental del Río de la Plata, es decir, la ciudad de Montevideo y su campaña, formaba social, política y geo- gráficamente un nudo con la comunidad argentina. Las ex- pediciones militares dirigidas por esta parte, fueron siempre precedidas por el alzamiento espontáneo de las poblaciones, que al enrolarse en la revolución, proclamaban la unión nacio- nal. Pero prevaleciendo en la ciudad de Montevideo el ele- mento español, afirmó sobre sus muros erizados de cañones, la bandera del rey, y se hizo el centro y el baluarte de la reacción. Esta resistencia, al decapitar el movimiento Orien- tal, lo despojó de su carácter civil, privándole de toda cohe- sión y de todo elemento de gobierno regular, hasta entregarlo desorganizado á los instintos selváticos de las multitudes desagregadas de la campaña, emancipadas de toda ley y re- fractarias á toda regla. Tal fué el origen de la anarquía oriental, que exagerando el espíritu de independencia local, hizo política y militarmente ingobernable su revolución. De- terminada así esta nueva solución de continuidad, la acción combinada de estas causas y las complicaciones de la política exterior, debían dar con el tiempo el mismo resultado de des- agregación que en el Paraguay. Mientras tanto, el asedio de Montevideo se continuaba vigorosamente, con la ciudad de- fendida por un ejército y una escuadra realistas, y con la campaña oriental sublevada por su caudillo José Artigas á la espalda de los sitiadores, contra la revolución argen- tina y contra el rey al mismo tiempo, iniciándose asilado- ble guerra por la independencia y contra la anarquía interna que entrañaba la revolución en sus elementos políticos y sociales. La propaganda revolucionaria, rechazada en el Paraguay y hostilizada en la Banda Oriental bajo la bandera unificadora del vireynato, triunfaba en Chile bajo los auspicios del dere- cho internacional, promoviendo allí una revolución que daba origen á una nueva nacionalidad bien diseñada. Empero, este DESARROLLO REVOLUCIONARIO. - CAP. V. triunfo sólo podía ser fecundo á condición de que Chile con- curriese con sus elementos contra el enemigo común, <>. por lo monos, que encontrase en sí mismo suficientes fuerzas para consolidar su movimiento. Todo presagiaba, sin embargo, que Chile sería vencido en bu propio territorio. En cuanto á las expediciones dirigidas sobre el Alio perú. habían sido desastrosas, como ya se ha dicho. Por el espacio de cuatro años, el territorio délas cuatro provincias disputadas fué el palenque en que simultáneamente batallaron y alterna- tivamente dominaron insurgentes y realistas. Los unos busca- banal través de ellas el camino de Lima y Los otros el de Bue- nos Aires, para herirse mortalmente en el corazón de su po- der. Al lin.los españoles habían quedado dueños del campo, y hacían pesar sobre el país conquistado la dura ley del vencedor. Las Provincias conocidas bajo la denominación genérica de Alto Perú, constituían un mundo, una raza y un organis aparte (2). Enclavado dentro del doble nudo que forma la cor- dillera de los Andes en la parte más culminante y céntrica de la América meridional, y sin comunicaciones fluviales con nin- guno de los dos océanos, es un país perfectamente medite- rráneo. Sus alti-planicies y sus valles comprendidos dentro de la zona intertropical, ofrecen, en razón de su elevación --obre el nivel del mar, los contrastes simultáneos del invierno per- petuo y de la primavera eterna, y en consecuencia todas las producciones del orbe para alimentar su vida interna en el orden material. La colonización del Alto Pernera una mera continuación del sistema de la época de ¡os Incas, complicado con el anta- Estas provincias que unidas á los territorios de Mojos | Chiq forman hoy la República de Bolivia, eran la de la Plata ó Chuquisa i),Po tosí, la Paz incluso Oruro) y Santa Cruz de la Sierra en que estaba cora prendida Cochabamba, la cual Formaba en 1814 una provincia sepai Vi Ordenanza de Intendentes en el vireynalo de Buonos \¡res, de I •ni. Io \ n Declaraciones ■ sobre la misma, de 171 20S EL ALTO PER! . — CAPITULO V. gonismo de las razas. La raza europea se había alineado en seis ciudades (3) fundadas en sitios privilegiados, dando por mansión á los vencidos las punas heladas ó los valles ardien- tes, en que reducidos á la condición de siervos de la gleba trabajaban para sus señores en la agricultura ó en las minas. La plebe de las seis ciudades (que representaba la mayoría de su población;, se componía de la raza mezclada, raza enérgica, que era el eslabón intermediario de la cadena étnica entre con- quistadores y conquistados. Todo el resto del país estaba exclusivamente poblado por la raza indígena, sometida más bien que asimilada á la ley común ; sujeta a pagar tributo de capitación, y despojada de todo derecho civil y hasta de toda personalidad social. Dos lenguas indígenas tradicionalmente enemigas se dividían el país, sin confundirse. El idioma de ios conquistadores era ininteligible para la masa del pueblo : sólo se hablaba por la aristocracia de las ciudades. Era, por consecuencia, un organismo aparte, que si bien podía dentro de sí mismo operar su evolución por la fusión de las razas y el equilibrio de sus elementos constitutivos, apenas tenía pun- tos de contacto con el mundo exterior. Geográficamente, el Alto Perú era por su estructura la continuación de la región montañosa del Bajo Perú, y etno- gráficamente una parle integrante de ella por la preponderan- cia del elemento indígena. Empero, ningún vínculo moral existía entre uno y otro. Por el contrario, físicamente desli- gado del sistema territorial del llío de la Plata, el Alto Perú estaba moralmente identificado con las Provincias Argentinas, á cuya impulsión y atracción obedecía, aun contrariando á veces las tendencias de su organismo propio. Esto explicará algunas aberraciones aparentes en la recíproca acción histó- rica de ambos países. I Ckuquisaca, La Paz, Potosí,* >ruro,Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra. PRIMERA EXPEDICIÓN Al. ALTO PER1 . CAP. V. .••• •• II Así como en la gran sublevación indígena de I upac- Amaru, el primer grito fué dado en el Alto Perú, la primera señal del alzamiento de los criollos americanos fué dada por él en 1809 en Chuquisaca y La Paz, un año antes que en Buenos Aires, según autos se apuntó. En ambas ocasiones concurrie- ron Fuerzas del vireynato del Río de la Piala \ del Bajo Perú i -"focar estos movimientos. En el de La Paz, hecho con tendencias declaradas de independencia, uno de sus auto- res, hombre del pueblo, bahía exclamado al subir al cadalso, que el fuego que había encendido no se apagaría jamás i , \ eslas palabras repercutían un año después en el Alto Perú como un grito de redención (5). Apenas apagadas aquellas chispas precursoras del grau lineo. lio. estalló en Buenos Aires la revolución del :2'> de Mayo de 1810. Su primer objetivo militar fué el Alio Perú. término septentrional del vireynato del Río de la Plata, á fin de establecer allí la nueva autoridad, á la vez de rescatarlo del dominio del virey de Lima, que lo había declarado au do á su gobernación para contener el contagio revolucionario. Al efecto organizó una expedición ju de 1N10 . que fuese á llevar su mandato en la punta desús bayonetas. Habiendo el ex-virej Liniers levantado en Córdoba el estandarte de la reacción, fué atacado y vencido allí por ella, quedando asi pacificado todo el territorio que se extiende desde el l ruguay, el Paraná \ el Piala hasta la cordillera de los Andes \ sua i Corles Ensayo sobre la uisloi í.i «Ir R lo ¡a, ■ p. 31 . • Muí. Moreno. Véase « Gacela de Buenos Un de 83 la di noviembre do 1810, [>. MY.\ -- t"-'i. rmi. i . I • 210 PRIMERA EXPEDICIÓN AL ALTO PER1 . — CAP. V. últimos contrafuertes por el norte. Conforme á la teoría que declaraba rebeldes á los que hicieran resistencia á la nueva autoridad nacional dentro de los límites jurisdiccionales tra- zados por el rey de España, en cuyo nombre gobernaba, Li- niers y los cabezas de esta reacción fueron ejecutados como tales. Precedidas por el terror que esparcieron por todo el continente estas ejecuciones, las armas de la revolución avan- zaron en son de guerra á reconquistar las provincias del Alto Perú, política y militarmente ocupadas por el virey del I iajo Peni. Al tiempo de estallar la revolución de Mayo, gobernaba las provincias del Alto Perú el mariscal Aieto, anciano pusi- lánime que tenía por inspirador al intendente de Potosí don Francisco de Paula Sauz, de carácter enérgico, y por brazo armado al capitán de fragata, don José de Córdoba, contando con dos mil hombres de regulares tropas para sostener su actitud de resistencia contra la Junta de Buenos Aires. En su apoyo formóse por orden del virey del Perú un ejército de cuatro mil hombres á órdenes del general (ioyeneche sobre la línea del Desaguadero, linde de los dos vireynatos. Tales eran las fuerzas que se concentraban en la alli-planicie andina para ahogar á la revolución argentina en su cuna. Dominada la reacción de Córdoba encabezada por Liniers, una división de oÜU hombres, á órdenes del Geueral Antonio González Balcarce, se desprendió déla expedición, con orden de cubrir la frontera .]»• Salta y penetrar al Alto Perú í de setiembre de 1810;. Este fué el primer núcleo de lo que des- pués se denominó o Ejército Auxiliador del Perú. » El jefe destinado á mandarlo, era un veterano de la escuela rutinaria. que desde los primeros años había militado contra los indios. figurando posteriormente en las guerras contra las invasiones i N -lesas en 1806 y 1807 y en la de la Península contra las ar- mas napoleónicas. Aunque carecía déla inspiración guerrera, tenía la experiencia que la suplía, y sobre todo un carácter COTAGAITA , C \ PITÓLO V. 21 1 austero y viril que so imponía. Al Érente de >u pequeña divi- siún con sólo dos piezas de artillería, que apenas alcanzaba á la cuarta parte de la fuerza de la vanguardia enemiga, inva dio resueltamente al Alto Perú por La quebrada de lluma- lniaca y se internó en sus ásperos desfiladeros. \^i que las armas de la revolución se hicieron sentir en la frontera, todo el país de la alti-planicie anilina so puso en conmoción. La provincia de Cochabamba fué la primera en levantarse proclamando su obediencia a la Junta popular de Únenos Aires (i4 de setiembre de 1810). Su ejemplo fué seguido por la provincia de Oruro. Annadns de hondas, ma- canas y toscos arcabuces de estaño improvisados, los revolu cionarios de Cochabamba se pusieron valientemente en cam pana, interceptando las comunicaciones entre la línea del De- saguadero y lade la frontera argentina. Esta insurrección, des concertó los planes del virey del Pern. v obligó á Goyeneche á mantenerse á la espectativa, sin poder llevar sus auxilios á Nieto y Córdoba que ocupaban la primera linea amenazada por Balear ce. La vanguardia de Goyeneche, que ocupaba la ciudad de La Paz, destacó una división de W><) fusileros j 150 dragones, á órdenes del coronel Piérola, que fué completa- mente derrotado por mil cochabambinos en el campo de Aro- ma el 14 de octubre de lsiiij, armados en bu mayor parte de garrotes, lo que dio origen á la lamosa proclama : Va •> lerosos cochabambinos! Ante vuestras macanas el ene " migo tiembla. Bajo estos auspicios abrió Balcarce su campaña. Córdoba que con la vanguardia se había situado 'ni Pupiza, fué sol prendido por su aproximación, \ se replegó a las lineas forti ! i cadas de Cotagaita, veinte \ seis kilómetros á su retaguardia, «le antemano preparadas para hacer frente á la invasión. Esta posición, que obstruye el camino que conduce á las cuatro provincias alto-peruanas, tiene á su frente por el sud ••! río de Santiago de Cotagaita, ú mi espalda una áspera Berranía j SU1PACHA. — CA PITULO V. eslá dominada en su centro por cuatro cerros que forman sistema defensivo, la que los realistas coronaron con diez piezas de artillería de pequeño calibre,, dificultando sus apro- con trincheras. Es sin embargo accesible por su espalda, por donde se abre una ancha senda, y una marcha de flanco habría bastado para desalojar á sus defensores ó estrecharlos sobre el río : pero el general argentino no iba preparado para esta operación complicada, y además carecía de la fuerza su- ficiente para llevarla á cabo contra fuerzas muy superiores en número y en calidad. El avance había sido una imprudencia ; pero una vez empeñado en el lance, decidióse a atacarla por el frente con poco más de 400 hombres, un cañón de á 8 y un obi'i» de á 24. Minado á tiro de cañón de las fortificacio- nes, río de por medio, rompió el fuego de artillería, destacan- do algunas guerrillas laterales, pero sin la resolución de llevar un asalto. Lo> realistas se sostuvieron con ñrmeza en sus lineas, y después de cuatro huras de fuego, los argentino, heion rechazados, y viéron>e obligados á replegarse, sin más municionen que las que los soldados llevaban en las cartu- cheras 2~ de octubre de 1810). Si en aquel momento hubiesen sido perseguidos, su destrucción era segura. Pero los enemi- _"- intimidados, creyeron que la retirada era un ardid de guerra, j permanecieron en la inacción á la espera de un se- cundo ataque. Pasaron algunos días antes que el irresoluto marisca] Nielo permitiese á su segundo el coronel Córdoba salir con una división de 800 á 1.000 hombres de las mejores tropas con i piezas de artillería en persecución de los argen- tinos, y esto mismo cuando tuvo la certidumbre que iban absolutamente desprovistos de municiones. Balcarce retrocedió en orden hasta Tupiza. Noticiado allí de que le venían refuerzos, continuó su retirada costeando la margen izquierda del río Suipacha, y al llegar á la población de este nombre, lo atravesó, situándose en el pueblo fronteri- zo-Ir la margen sud denominado Nazareno. Allí se le incor- SüIPACHA i \ l'ITI Id V. »l •; poraron 140 hombres con dos piezas de artillería, con sufi- ciente provisión de municiones, y decidióse á hacer frente al enemigo á la cabeza de poco más de 600 hombres. Al día si- guiente (7 de noviembre de 1810 apareció la división de Cór- doba sobre las alturas del norte, que coronó con sus colum- nas, limitándose á desprender por su frente algunas guerrillas protegidas por las acequias del río. VA general argentino, que había ocultado el grueso de su fuerza, lo provocó sobre el vado con dos piezas de artillería sostenidas por 200 cazadores. Em- peñado el combate de vanguardia, con calculada debilidad por parle de los patriotas, para mantener la misión de que carecían de municiones, Balcarce simuló una retirada. Los contrarios, envalentonados se empeñaron en su persecución, comprometiendo la reserva, y cayeron en una verdadera em- boscada, que con una sola carga decidió la acción en menos de media hora. Una bandera, 150 prisioneros, LO muertos j toda la artillería realista fueron los trofeos de esta victoria, la primera y la última de la revolución argentina en el AJtn Perú . III MI triunfo de Suipacha fué la señal de la insurrección neral del Alto Perú. La Paz siguió el movimiento de Oruro Y Cochabamba, y las fuerzas de e tas provincias avanzaron Bobre Chuquisaca y Potosí, cuyo pronunciamiento determi naron. Ki ejército de la revolución remontado por el entusia? mo de las poblaciones, obligó á los realistas ;'i evacuar las cua tro provincias \ á retirarse al norte del Desaguadero. Lo indígenas, bendiciendo á los redentores que abolían el tribu lo. la mita \ el servicio personal, se alistaron bajo sus bandi ras, v desde entonces fueron los más decididos sostened" de la revolución. Al frente de este movimiento púsose <-l hi\ 2)4 PRIMERA CAMPAÑA DEL ALTO PERÚ. — CAP. V. Juan José Castelli, como representante político y militar de la Junta de Buenos Aires, á ejemplo de los delegados de la re- volución francesa, de cuyas máximas terroristas estaba im- buido, y que acababa de presidir en ese carácter la trágica ejecución de Liniers y sus compañeros de infortunio. Aplican- do fu cumplimiento de sus terribles instrucciones (G) la doc- trina revolucionaria que declaraba reos de alta traición á los (jue levantaran Mimas dentro de su territorio contra la nue- va autoridad, hizo ejecutar en la plaza de Potosí á Nioto, San/. y Córdoba. La guerra á muerte quedó así declarada entre la revolución argentina y la reacción española. Antes de cumplirse un año de la Revolución de Mayo, el ejército triunfante en Suipacha, fuerte de seis mil hombres, acampaba á la margen sud del Desaguadero, sobre las ruinas del antiguo templo del sol en Tiahuanaco, se extendía por los contornos de gran lago del Chucuito y amagaba el puente del Inca, que defendía el ejército del Bajo Perú mandado por íio- yeneclie. A la espalda de los realistas, los pueblos impacien- tes por seguir el ejemplo de Buenos Aires, esperaban el mo- mento más propicio para insurreccionarse como el Alto Perú: y más allá, en todos los dominios de las colonias hispano-ame- ricanas, desde el Ecuador hasta Méjico, la revolución, señora de Las costas del Atlántico y del Pacílico, levantaba ejércitos, reunía congresos y daba batallas, proclamando los mismos principios de independencia que la revolución argentina había inscripto en sus banderas. .Neutralizada la acción del Para- guay, sólo quedaba el vireynato del Perú v la plaza fuerte de 6) En las instrucciones dadas por la Junta Gubernativa ;i Castelli con fecha 12 de setiembre l>is|m de La Paz y Goyene- i) che, deben sei arcabuceados en cualquier lugar donde sean habidos, ítodo hombre que baya sido principa] director de la expedición. » M. s. ,1-1 Atvh. Gral. ARMISTICIO DEL DES AGUADERO. CAP. V. 215 Montevideo, como uniros foros de la reacción. Una segunda victoria en tales circunstancias, habría decidido irrevocable- mente de la suerte de la revolución sud-americana, como Lo han confesado sus mismos enemigos; pero contenida en su avance y perdido su primer ímpetu, tendría necesariamente que retrogradar á su punto de partida, para no volverá en contrar sino desastres por el camino militar, que por enton- ces recorría en triunfo. Castelli, en observancia de sus instrucciones, despachó emisarios secretos al interior del Cajo Perú, á fin de preparar su insurrección, encontrando todo el país bien dispuesto. \ la vez, abrió negociaciones confidenciales con Goyeneche, quien á la espera de los refuerzos que le venían de Lima, procuró ganar tiempo, haciendo proposiciones inaceptables de transacción (7). Convencido el representante de la Junta, según sus propias palabras, « que no quedaba más esperanza de conciliación que la que depende de las armas, » en vez de dar impulso á las operaciones, siquiera para ocupar posi- ciones más ventajosas, prestó oídas á unas vagas proposicio- nes de arreglo hechas por intermedio del Cabildo de Lima, \ reabrió una negociación pública con Goyeneche que dio por resultado el ajuste de un armisticio por el término de cuarenta días, que ha pasado á la historia con el nombre del Desagua- dero. El documento de compromiso fué insidiosamente re- dactado por el genera] realista 'I í de nofayo), 5 ratificado por Castelli v Balcarce con aclaraciones de mera forma Mi «le mayo de 1811) , que acusan tanta imprevisión en el represen lanle ruino olvido de los preceptos iná- eleiiienl ale s de la se- guridad en la guerra por parle del general. El armisticio beneficiaba considerablemente á los realistas, 7 Instrucción^ telli, cil., y declaración del General \ G Bal i n el Proceso del Desaguadero. M. S. del Arcb. Gral.] 216 ARMISTICIO DEL DESAGUADERO. — CAP. V. pues importaba entregarles el dominio de la línea del Desa- guadero en amlias márgenes, y debía ser, como fué, el pre- sagio de la derrota de los patriólas. IV El río Desaguadero, como su nombre lo indica, es un derrame del gran lago Clmcuito ó Titi-Caca, que corre de Este á Sud-Oeste, y esta era la barrera interpuesta entre los dos ejércitos beligerantes. Los realistas, sólidamente estable- cidos sobre su margen del norte, se habían apoderado del puente flotante del Inca, formado de balsas de paja, que se ha- lla situado á poca distancia del desagüe, y era por entonces el único medio de comunicación entre las dos orillas. Para ase- gurar este dominio, habían establecido su vanguardia y bate- rías en las alturas del sur que lo dominan inmediatamente, que se llaman de Yila-Yila, y se prolongan de norte á sud como un eje, cortando el llano que se extiende por esa parte en dos valles, limitado el uno por la laguna al este, y el otro por el Desaguadero al oeste. El que llamaremos valle del este, lleva en su comienzo el nombre de « Azafranal, » y en su boca de salida y á los treinta y siete kilómetros, se encuen- tra al sud el pueblo de Huaqui, donde el ejército patriota >■• concentró después del armisticio. El del oeste, lleva el nom- bre de o Jesús de Machara. » que es el mismo de la pobla- ción que en él se encuentra, y en su origen lleva el de « Pampa de Chibiraya, » por la parte del norte sobre el río. Las altu- ras de Vila-Vila. bastante empinadas y ásperas, sólo permi- ten la fácil comunicación entre los dos valles por una abra de 2,500 metros de extensión, situada á diez kilómetros á vanguardia de Huaqui, que se denomina « Quebrada de Yauricora-iia ». EL CAMPO D.E II I \ ' .» I I . - i: IPÍTÜLO Y. -2\; Con esta descripción se comprenderá fácilmente que, si- tuado el ejército patriota en Huaqui en el punto más abierto ilol llano, entregaba el dominio de ambas márgenes del Des- aguadero al enemigo, el cual, dueño de las alturas de Yila- Vila, tenía en ellos una especie de cabeza de puente, v por sus crestas podía correrse resguardado, ya para dominar am- bos valles, ya para interceptar su comunicación por la que- brada de Yauricoragua, ó bien para atacar á los patriotas por su flanco caso de estar reunidos, y aisladamente, divididos en dos campos. Por uno de los artículos del a misticio, se había convenido que los realistas conservarían sus posicio- nes en Vila-Yila, dando por única razón el ser penosa su traslación. Castelli yBalcarce convinieron en ello, con la salve- dad de mera forma, que tal ocupación no se entendiese por nueva demarcación de límites entre los dos vireynatos. Como se vé, generales y políticos no conocían el terreno que [usa- ban ni lo que tenían enlre manos. Muy luego empezaron á comprender lo falso de su posición, y al procurar la enmienda del error, comprometióse más su situación por el modo como se verificó. Mal observado poruña y olía parte el armisticio, como que la buena le no había presidido j su ajuste ni por una ni por otra parte, á los pocos días de firmado, estaba desvirtuado de hecho como preliminar de paz \ hasta como compromiso de guerra. Debe decir-e en honor de la verdad histórica, que los primeros que lo violaron fueron los patriotas, extendiendo sus correrías hasta San A.ndrés de Machaca al norte del I» Baguadero 17 de mayo . \ atacando en Pisac a un deslaca mentó realisla que observaba pacíficamente los caminos de la costa. Goyeneche por su parle, adelantó entonces >n> re conocimientos hasta el terreno intermedio, y Iraló de a >i prender en do-- ocasiones los puestos avanzados de los pa- triotas. Para cubrir su flanco izquierdo, Caslelli, de acuerde con Balcarce, había situado una división de cochabambino 218 VIOLACIÓN DEL ARMISTICIO. - CAPÍTULO V. de caballería ron artillería, en la pampa ó valle de Jesús de Machaca, y hecho construir un puente como diez kilómetros más abajo de el del Inca, á la altura de San Andrés de Ma- chaca, lo que le daba el dominio de la margen norte sobro el ílanco derecho y la retaguardia del enemigo. Todos estos preparativos revelaban un plan de ataque, que en efecto bahía sido acordado en junta de guerra de los argentinos, diez días antes de expirar el armisticio, y debía verificarse á su tér- mino ó antes para ganar de mano al enemigo, que por su parte se preparaba á hacer lo mismo. Pero por una aberra- ción, que qo tiene mejor explicación que las cláusulas impre- visoras del armisticio, el plan se limitaba á ocupar las alturas de Yila-Yila sobre el puente del Inca, tan llanamente cedidas. euyo desalojo costaría tanto como una batalla, haciendo mientras tanto una mera diversión por el puente nuevo con la columna cochabambina. Con esta resolución y este objetivo se dietaron en consecuencia la medidas preventivas, tan des- acertadamente como el armisticio y el plan de ataque. V El Ejército argentino, fuerte como de ■'•.non hombre componía de cinco divisiones. Mandaba la llamada de la de- recha el General Juan .losé Viamonte, y la de la izquierda el Corone] Eustaquio Díaz Vélez, compuestas de las mejores tropas de Buenos Aires, y que unidas formaban un total como de 2.."¡ 219 abiertas que ocupaba, su seguridad dependía de mi concen- tración. Fué todo lo contrario lo que hizo, y esto acarreó su pérdida. Ocho días antes de fenecer el armisticio (en la noche del 1 8 y mañana del 19 de junio de INI I , las divisiones dere cha é izquierda, con una balería de artillería á las órdenes de Viamonte y Díaz Vélez, bajo el mando superior del primero, acamparon en la quebrada de Yauricoragua, con prevención de esperar en ese punto la incorporación del centro 3 reser- va, que según el plan acordado debían marchar reunidas al ataque de la posición de Yila-Yila. El enemigo, qi ■ mientras tanto se había reforzado y contaba ••un 6,500 combatientes, apercibido de li»s movimientos de los patriotas, se disponía por su lado á traerles un ataque más vigoroso 5 mejor com- binado, aprovechándose de sus fallas. Al amanecer del día 20 d<- junio, asomaron simultánea- mente por las pampas del Azafranal y de Chibiraya dos fuer- ir- columnas de ataque realistas, mientras que por las alturas intermedias de Yila-Yila avanzaba una columna ligera que ligaba -11- movimientos, teniendo por objetivo las tres la quebrada de Yauricoragua. La ocupación de este ultimo punto era la victoria : interceptados los dos cuerpos de ejér- cito de lo-, patriotas, quedaban corlados y dominados, reduci- dos á batirse aisladamente y en la llanura. Mandaba la columna de la derecha üoyeneche en persona, y la de la izquierda su mulo el general Ramírez. Su punto de partida había sido el puente del Inca, y al atravesar el río se apartaron y em- prendieron una marcha paralela, con el macizo <\f Vila-Vila por medio, siguiendo la una por entre la costa de la laguna j la serranía azafranal . en dirección á lluaqui, \ la otra por entre la misma v el Desaguadero Chibiraya . en dirección ó Jesús de Machaca, convergiendo ambas ha ia el punto estra léxico de Yauri iijii.i l.i operación era bien concebida \ fué hábilmente ejecutada. La columna lis-era del centro realista, á órdenes del Co- 220 DERROTA DE HUA0UI. - CAPITULO \ ronel Pío Tristón, que marchaba por encima de la sierra, dos- alojó fácilmente de ella y de su falda occidental á las débiles avanzadas que los patriotas tenían á su frente, hasta domi- nar con sus fuegos la quebrada de Yauricoragua, mientras que la derecha caía sobre Jesús de Machaca, y la déla izquier- da se posesionaba de la boca occidental de la ya mencionada quebrada, por donde únicamente podían comunicarse los dos cuerpos de ejército divididos, y atacaba la posición de Hua- qui. Las divisiones de Viamonte y Díaz Yélez que se ha- llaban acampadas en el fondo de la quebrada, sin haber tenido la precaución de guarnecer convenientemente las alturas que la dominan, intentaron sostenerse en ella, pero viéronse obligadas á salir á la inmediata pampa de Jesús de Machaca donde formaron su línea de batalla. Por segunda vez intentó Viamonte franquear la quebrada para abrirse comunicación con el cuartel general, pero fué rechazado con pérdida de un batallón y dos piezas de artillería. Mientras tanto, la división de Díaz Vélez con dos piezas, sostenida en segunda línea por la de Viamonte, hacía frente á la división de Ramírez, quien no se mostró en esta jornada á la altura de su merecida tama de buen militar, pues no supo aprovechar el efecto de la sorpresa. Perdió tiempo en inútiles guerrillas, que fueron rechazadas; desplegó su línea bajo el fuego de las dos piezas d<- artillería déla primera línea patriota, que le causaron bas- tante daño y lo hicieron vacilar, á punto que. según decla- ración de los mismos historiadores realistas, su ataque ha- bría tal vez fracasado sin la oportuna aparición de las guerrillas de la columna de Goyeneche que amagaron el flanco derecho de sus contrarios. Estos, cargados enlon con 1 1 1 á ^ Grmeza, se vieron obligados á replegarse en desor- den con pérdida de parte de su artillería. 2,500 metros á re- taguardia, donde formaron sesrunda línea de batalla. Mían las I I de la mañana y hacía cuatro horas que duraba el fu- - Los patriotas, aunque quebrantados y reducidos á 1,600 honi- ,», .!■... ni. .1,1 Inca /FACSÍMILE del CROQUIS "> de i. BATA I 1 .AdeYAURICORAGUA presentado por el General Viomonle in l.i causa que se siguió con motivo II I os Adicionado por \l"s\ .' C. ■ i .. V,l„ V,l„ {•Batalla » ['Batalla l i !<• y, ^b T -*C* » h*. ^ ^ i_- ■ i:... ■ '•. ^•'r' l.,„l. ,,.,!., , I. ., 6 ^t% V, '^aV ^. rT*> I í > ¿Cuartal Ge ...... I <•■•".,...,,„ del (. ntro y Reaerva TiaJiuanaco >-*. \ Yoco-Yo i vi> A^J^/k •i.j.«„ *|*- -/l*^ Ventilln i *»t» i.» i 0. líKli lio I A DE II U A.QU I . - i A l'ITI I." \ 221 bres, mantuviéronse en su nueva posición, muy débilmente hostilizados. Contribuyó á esto la aparición de la Fuerte co- lumna cochabambina, que descatada sobre el puente nuevo. para hacer su diversión á espaldas del enemigo, no había acudido al cañoneo, cuando su presencia pudo ser decisiva. Así permanecieron hasta el anochecer, en que Las tres divi- siones emprendieron una retirada desordenada en dirección a Oruro, dispersándose cu gran parte. La división de Cocha- bamba salvó al menos algunos de los cañones. La sueríe que cupo al cuerpo de ejército bajo las órdenes drl representante y del general en jefe, fué más desastrosa y menos gloriosa aún que el de Jesús de Machaca. Situado en Huaqui, con su reserva escalonada a retaguardia á distancia di' mas de diez kilómetros de la boca oriental de la quebrada de Yauricoragua, acudió desordenadamente á defender el punió estratégico amenazado para buscar su incorporación con las divisiones destacadas, que en aquel momento se batían en la pampa opuesta; pero encontró ya ocupada la quebrada de comunicación por la columna de Goyeneche, bien estable- cida en las alturas dominantes. Desde ese momento, y antes también, la batalla estaba del lodo perdida. Balcarce, sin embargo, después de una fatigosa marcha de más de una ho- ra, procuró organizar la resistencia en una estrechura del terreno, apoyando su derecha en la laguna y su izquierda cu un morro que ocupó con guerrillas, situando su reserva á retaguardia de su Qanco izquierdo. Apenas lino tiempo "le formar en batalla y cambiar algunos cañonazos. La primera línea, al amago de una carga i\r Qanco, se desorganizó, arro- jando su> armas ó pasándose ;il enemigo, > los di>p.T>o> en- volvieron en -ii fuga a la reserva, armada en bu mayor parte de « buzas (8j. Hemos dado algún desarrollo .1 esta parle, que incidental se lígii 'mu nuestra historia, |"'i tener intima c xi ¡on el asunto de OPINIÓN DEL ALTO PÉhl CAPITULO \ VI La derrota del Desaguadero, que decidió la suerte d<> la primera campaña de la revolución, y oblig(5 al Ejército Ar- gentino á evacuar el Alto Perú, no quebrantó la energía de la provincia de Cochabamba. Los restos de sus tropas, re- montadas con nuevos voluntarios, se hicieron fuertes en su territorio y dieron todavía una nueva batalla en el campo de Sipe-Sipe (agosto L3 de 1811) en que fueron derrotadas. El país quedó" dominado por las armas del rey; pero no domado. Dos nuevas derrotas en una segunda invasión, en los cam- pos de Vilcapugio y Avohuma (1813), no pudieron extinguir el fuego que alimentaba en las clases ilustradas el senti- miento de confraternidad americana, y en las clases popu- lares, especialmente entre los indígenas, el odio contra sus antiguos opresores. Así es que, tanto en 1811 como en I8IM. al evacuar el país las tropas derrotadas de la revolución á las órdenes de Belgra.no, mientras una parte de la población los acompañaba en su retirada, la otra se mantenía en armas á este capítulo, á Qn de relatar correctamente la confusa batalla del l>> » i guadero, aprovechando nuestros conocimientos personales \ los docii mentos inéditos que poseemos. En isi, \ 1848 visitamos los dos campos de batalla \ las posiciones del río Desaguadero, lomando apuntes sobre • ■I terreno. En el Archivo Genera] de Buenos Aires hemos encontrado original, el proceso que se formó ;¡ Gastelli, Balcarce \ Viamonte, con motivo de la derrota, \ de él tomado ln> nuevos datos con que la he - relatado, además de los papeles del General Viamonte que obran en nuestro archivo. (M. SS.) Adjunto al proceso de] Desaguadero 3 en- tre Los papeles de Viamonte, hemos encontrado un croquis de la batalla, que comparado con nuestros apuntes sobre el terreno y nuestros recuer- dos topográficos, uos ha sido de mucha utilidad, \ cuya facsímile damos en la lámina núm. III. M. SS. OPINIÓN l> EL \ LTO PER i . - CA i'lii LO \ espaldas del enemigo Lriunfante, esterilizando sus victorias y paralizando su avance. La opinión pública siempre estuvo de parte de la revolu- ción, así en la victoria como en La den-ola. Pero el movi- miento de opinión del Alio Perú era orgánicamente débil como idea \ romo acción. Sin los elementos necesarios para darle forma y cohesión política, la insurrección d<- las masas carecía de unidad, de plan y por consecuencia de eficacia mi- litar. Con fortaleza para resistir y morir estoicamente rulos campos de batalla y en los suplicios, y aun [tara triunfar algunas veces casi inermes, las muchedumbres insurreccio nales del Alto Perú ofrecen uno de los espectáculos más he coicos de la revolución sud-americana. A pesar de tantos \ tan severos contrastes, no se pasó un solo día sin que se pelease y se muriese en aquella alia región mediterránea. Los desastres sucesivos de las armas argentinas en el Alto l'erú, si bien no destruyeron la solidaridad de causa, afloja- ron los vínculos morales que unían sus Provincias a las del Uto de la Plata, contribuyendo, además de las causas que hemos señalado, los acontecimientos que sobrevinieron más larde. En ISlí aun perseveraban las Provincias del Alto Perú en -ii unión política con Buenos Aires, y mantenían en alto los pendones de la insurrección en su propio territorio, ala espera del regreso de sus libertadores. Del éxito de esta nueva campaña iba á depender la unidad política del antiguo vireynato. Una nueva derrota debía producir una nueva so lu don du continuidad como en el Paraguay y La Banda orien- tal, v determinar La creación de una nueva uacioualid id. San Martín la presentía por ese camino, ó por lo menos conside raba la victoria difícil 3 mu) costosa para los objetos inme díalos de establecerse sólidamente en ese terreno, sacando de él recursos para ir adelante; \ estéril para el objetivn final, por cuanto según él, la separación de las Provin Utas \ de las Provincias Bajas, era un hacho de 224 LEY HISTÓRICA. — CAPITULO V. o ble, y sus intereses no tenían Ja menor relación » (9). Esta fué su primera intuición del plan de campaña continental que descubrió por otro camino díame tralmen te opuesto en su punto de partida, aunque paralelo en su trayecto (10). En los cuatro años que iban corridos de la revolución, se había repetido (y debía repetirse constantemente) un hecho que no podía escapar al ojo observador de San Martín. El movimiento revolucionario iniciado en Buenos Aires el 21) de Mayo, se había propagado sin violencia por las vastas llanuras de la cuenca del Plata que se desenvuelve entre "'1 Atlántico y los Andes. En el punto en que empiezan á levan- tarse por el norte las montañas que la limitan del Alto Perú. el movimiento se había detenido como la onda que tropieza con un obstáculo, conservando su impulsión inicial. Hasta allí la revolución argentina era una ley normal que se cum- plía por su propia virtud. Más adelante tenía que atravesar desliladeros, trepar alturas y penetrar á otra zona ; tenía que avanzar en son de guerra, imponerse por las armas y mante- nerse combatiendo, á condición de triunfar siempre, porque hasta allí únicamente alcanzaba la acción eficiente de las fuer- zas vivas de su organismo político y social. Así, desde los primeros días de la revolución, las íronteras de la nacionali- dad argentina empiezan á diseñarse geográfica, política y 9 En efecto, desde 1815, después de la derrota de Sipe-Sipe, se for- mó por \<^ patriotas del Alto Perú el designio de constituir mi Estado independiente dentro de mis limites. Véase «Apuntes para la liis loria de la revolución del Alto Perú, o por el Dr. Manuel María de I rcullu), pág. 85. San Martín vio claro esto aún antes que la tendencia sepa- ratista se manifestara. Con fecha 24 de julio de 1816 escribía sobre el particular á <\>>¡\ Tomás Godoy Cruz lo siguiente : kNo liay verdad más demostrable que la separación del Perú (Alto)de Lis provincias bajas: jto I" sabía muj de positivo s intereses de estas provin- ias i -i: las de arribi tienen la menor relación. » M. S. autog. . (le Véase la nota níim. ' del cap. II. I- I. ITINERARIO li K LA REVOLUCIÓN CAP. V. socialmente, por la naturaleza del suelo, por la homogenei dad de la raza, y la atracción ó repulsión latente de loa ele- mentos constitutivos do la colectividad, que se agrupaa según sus afinidades. El mapa administrativo del antiguo \ in>\ nato no coincidía ya con el de la revolución social de las Provin- cias Unidas ; y ni aun siquiera con o] de la dominación de sus armas. Por dos veces los ejércitos argentinos habían penetrado triunfantes al Perú, y por dos veces retrocedieron despeda- zados hasta el límite en que la oleada revolucionaria de Mayo se detuvo, recobrando nuevas fuerzas al retroceder. A su turno, tuda vez que los españoles vencedores traspasaron ese límite, fueron completamente vencidos, viéndose obliga- das ú retroceder á sus antiguas posiciones para rehacerse. liste hecho sincrónico, que se había repetido tres veces, (y que se repetiría normalmente por nueve veces consecutivas) parecía en efecto obedecer á una ley fatal, v debía necesaria- mente reconocer una causa y tener su razón de ser. Estudiando militarmente estos antecedentes históricos, para deducir de ellos una regla y trazar un plan de campaña á la revolución armada, el nuevo General del Ejército del Norte tenía que resolver ante lodo: si era posible, y dado que fiie>.' pusible, si era militarmente acertado llevar por tercera vez la ofensiva al territorio del Alto Perú, para com ertirlo de nuevo en teatro de la guerra sud-americana : y si, el camino del Alto Pernera el itinerario estratégico indicado para llevar ventajosamente las armas de la revolución hasta Lima, obje- tivo de las operaciones, listas cuestiones, al parecer pura mente técnicas, envolvían el arduo y complicado problema social, político y militar que hemos señalado antes. De su solución pendían los destinos de la América del Sinl. y sólo un genio observador, paciente y metódico podía preverla, prepararla y realizarla, lisie genio fué el de San Martín. San .Martín comprendió que la revolución estaba militar i < i m i . 2jr, Luí EJÉRCITOS BELIGERANTES. CAP. V. mente mal organizada, que sus ejércitos carecían de solidez, que las operaciones no eran el resultado de un plan precon- cebido, y que la guerra, que para algunos debía terminar en la primera batalla ganada, recién empezaba (11). Las últimas derrotas de Yilcapugio y Ayohuma, atribuidas por la genera- lidad á circunstancias casuales, así lo demostraban. El había aprendido en un largo aprendizaje en la escuela de la expe- riencia que no es la fortuna ciega la que decide del éxito de las batallas. Al comparar las fuerzas respectivas de los ejér- citos beligerantes con esta base de criterio, las victorias y Jas derrotas de la revolución tenían una explicación natural. Toda vez que las fuerzas materiales se habían chocado, i 1 triunfo fué de la inteligencia y de la sólida organización. Toda vqz que intervinieron dos fuerzas morales sometidas á la dis- ciplina, la revolución había triunfado. El ejército que por dos ocasiones había derrotado á los ejércitos argentinos, primeramente á las órdenes de Goye- neche, últimamente á las de Pezuela, y subyugado en ambas las Provincias del Alto Perú, estaba organizado con elemen- tos puramente americanos, que tenían espíritu y cohesión. Componíanlos en su mayor parte naturales de la sierra del Bajo Perú. Sus soldados eran frugales, infatigables en las marchas, heles á su bandera, subordinados á sus jefes y siem- pre compactos en el fuego. Hablaban la misma lengua, eran de la misma raza mezclada del país en que comba lían, cuyo clima es una continuación del suyo, y las asperezas y priva- ciones de las montañas les eran familiares. Todas estas cir- cunstancias daban á las tropas españolas una gran superiori- dad sobre las argentinas en aquel terreno. La organización militar, la inteligencia de los generales \ la implacable energía del conquistador siempre estuvo de II Véase la nota nuni. 10 de este capitulo. LA INSORRBCi ION POPUL \h. C IPÍTÜLO V. » parle de los realistas eo las campañas del Alte Perú. Por el contrario, la inteligencia, el vigor de la iniciativa v [a victo- ria siempre estovo de parle de los argentinos «liando comba- tieron en sn propio territorio, dentro del perímetro de las fronteras que la revolución había trazado. Huaqui, Vilcapu- gio y Ayohuma había sido simplemente el choque de las fuerzas morales y materiales de la revolución combinadas. De aquí provenía que cada uno de los ejércitos se conside rase de antemano vencido allí donde había sido varias veces derrotado, 6 que se aventurase con zozobras e ■ el territorio dominado por su enemigo. El recuerdo de sus recientes con- trastes los perseguía como un fantasma aterrador. La revolución vencida por la> armas, triunfaba por la opi- nión en uno y otro teatro. Los ejércitos del rey habían derro- tado á los ejércitos patriotas en el Alto Perú, pero no habían conseguido domar el espíritu público. Dueños del campo de batalla, los realistas se sentían paralizados en medio de un país enemigo, en que, hasta la sumisión pasiva y el silencio mismo de los vencidos, era para ellos una amenaza muda que los alarmaba (12). En vano ensayaron el rigor más desa- piadado para vencer esta resistencia que estaba en la atmós- fera. Los suplicios se Levantaron en todo el territorio domi- nado por las armas del Rey, clavándose cabezas de insurgentes á lo largo de los caminos ; los bienes de los emigrados fueron confiscados y vendidos en pública subasta ; las poblaciones 12 No es una ligura de retórica; ea un hecho rigurosamente histó- rico. En un nii<'in blos eu no convoi axse y "i"' nerse .i las hostilidades de una gavilla de insurgentes, los h chosos y delincuentes. Para castigarlos hará V. una requisición d ■ ballos en I"- que hayan tenido más parU i indij orden junto con otras en que se manda rnatai s los insurgentes fin figura de juicio), sic), consta original j firmada poi Goyenecbe en el proceso que se siguió il c nel Luudivar, del i ual so hublard « i « - — ¿ R proceso existe original en archivo Gral. de Guerra, 1814 Ms 228 LA INSURRECCIÓN POPULAR. — CAPITULO V. fueron saqueadas ; se crearon comisiones militares que bajo el título de tribunales de purificación eran agentes de vengan- zas, v hasta se vendieron como esclavos á los dueños de vi- ñas y cañaverales de la costa del Perú, los prisioneros de guerra de las últimas jornadas (13). No por esto desmayó el espíritu varonil de los pueblos del Alto Perú. La resistencia pasiva era indomable, la insurrección cundía á la menor señal, y hasta los toscos indios armados de macanas, de hon- das v de flechas se lanzaban estoicamente á una muerte casi segura con la esperanza de que pronto serían vengados (14-). En tal situación, el general español sin poder retroceder ni atreverse á avanzar, se limitó á mantenerse con un pie en la frontera del Alto Perú y otro en la de Salta. Distribuyó con- venientemente una parte de ejército para asegurar las comu- nicaciones por su retaguardia, situó su cuartel general en Tupiza, y avanzó su vanguardia hasta Salta, á la espera de refuerzos del Bajo Perú para emprender operaciones decisi- vas. Esto no hizo sino empeorar la situación. Mientras el país que quedaba á su espalda se insurreccionaba de nuevo y atacaba su retaguardia, otro país animado de decisión no menos indomable se levantaba en masa á su frente, resuelto á disputarle el terreno, y atacaba su vanguardia en Salta. Bajo la protección de estos dos levantamientos populares, el ejercito patrióla reconcentrado en Tucumán, se reorgani- zaba y se reforzaba, sirviendo de reserva á las guerrillas de Salta, é impedía que el enemigo acudiese con todo su poder á (13) L'reullu : o Apantes para la historia de la revolución del Alt* • Perú < . pág. 69. — Proceso d \ II IOS. C M'ITI LO \ 231 silos y de una actividad infatigable, reunía á las virtudes oivi lea «1**1 ciudadano, los tálenlos del administrad >r, v á una vo- luniail inflexible en el mando, una cabeza fértil en expedientes .■i) medio de las circunstancias más difíciles de la guerra, En su rostro adusto jamás so reflejó la sonrisa, ni las impresiones del dolor físico. Sus ademanes severos y bruscos, ^u mirada siempre seria, su cabeza casi cuadrada rumo la de un león do- mesticado y sus facciones incorrectas que Be destacab in enér- gicamente en un óvalo prolongado, daban autoridad á su per- sona y á sus mandatos imperativos, no obstante cierto aire cómico y vulgar que contrastaba con su habitual gravedad. Bajo esta rústica corteza se escondía una alma ardiente, llena de bondad nativa, más apasionada por el deber que por la glo- ria, y que parecía buscar sus acres goces y encontrar su equi- librio en medio de los peligros y trabajos. Tal era el goberna- dor de Cochabamba, destinado á insurreccionar el Alto Perú á retaguardia del enemigo victorioso, cuyas calidades, aun- que notables, no prometían ciertamente al precursor y al maes- tro de una escuela de partidarios en Sud-Amórica 17). San Martín, informado por Belgrano de estos antecedentes v del carácter de Arenales, se puso en comunicación con él, v despachó sucesivamente dos expediciones en bu auxilio, re- mitiéndolo armas y municiones al cargo de oficiales destina- dos á ayudarle en bus operaciones. Al mismo tiempo escribía ,il gobierno: • Mi objeto es promover la insurrección de los naturales del Perú y hacer al enemigo la guerra de partida (17) En cuanto ú Warnes, su papel, como se verá, es secundan - pecto de Arenales dentro de nuestro cuadro histórico. Hyo de Buenos Urea que se habia distinguido en 1801 en la defeni i de su ciudad nal il combatiendo contra los ingleses uoob i descendiente de in( como su apellido lo indica . Warnes debía ilustrarse mal tai la con hazañas extraordinarias, muriendo como un héroe al frente de partida- rios oscuros, en el mismo teatro ilustrado p ti lio»* • " ,IIV" ,,v' '• '1 i <5p formó. V. « Hint. dfl Belgrano, • II, plg. '" LA GUERRA A MUERTE. - CAPITULO V. ■ ríos, á divo efecto le he dado á Arenales) instrucciones so- .) bre el modo como debe hostilizar al enemigo » (18). Casi al mismo tiempo que San Martín promovía la guerra de partidarios por el frente y la retaguardia del enemigo, y expedía á Arenales las instrucciones deque se ha hecho men- ción, firmaba con mano iirme una sentencia de muerte que se liga naturalmente con los sucesos del Alto Perú deque ve- nimos ocupándonos. Durante la permanencia de Belgrano en Alto Perú, tomó- se prisionero en Santa Cruz de la Sierra al coronel español Antonio Landivar. Había sido éste uno de los agentes más des- piadados de las venganzas de Goyeneche, y en consecuencia el general le mandó formar causa « no por haber militado »> .con el enemigo en contra de nuestro sistema (dice en su ■ auto) sino por las muertes, robos, incendios, saqueos, vio- o lencias, extorsiones y demás excesos que hubiese cometido » contra el derecho de la guerra » (19). Reconocidos los si- tios en que se cometieron los excesos y levantaron los cadal- sos por orden de Landivar, se comprobó la ejecución de 54 prisioneros de guerra, cuyas cabezas y brazos habían sido cortados y clavados en las columnas miliarias de los caminos. El acusado declaró que sólo había ajusticiado 33 individuos contra todo derecho, alegando en sus descargos haber proce- dido así por órdenes terminantes de Goyeneche, las que exhi- bió originales. (18) Oficios de San Martín al Gobierno de ó y 2o de marzo d<> 1814 (M. SS. del Archivo general de Guerra.) — En la primera expedición envió San Martín 11 oficiales con algunos recursos é instrucciones. En la se- gunda expedición envió al coronel Martín Centeno con 50 fusiles con for- nituras, 150 lanzas, WO cartuchos ú bala j otros artículos de guerra, se- gún consta de los citados oficios. (19) Auto de Belgrano de 29 (!•■ abril de 1S12 que sirve de cabeza al proceso de Landivar, citado en la nota 16 de este capítulo i.M.S. del Ar- chivo General.) la (¡ir. i! i! \ \ m i i: i; ii: C \ l'ITl LO \ He aquí en extracto algunas de Las órdenes «1»' Goyeneche : Potosí, diciembre II de 1812 — Marche V. sobre Chilón » rápidamente y obre con energía en la persecución \ castigo de todos los que hayan tomado parte en la conspiración de Valle Grande, sin más figura 'fe juicio que sabida la ver- » dad militarmente. - Otra : « Potosí, diciembre ~1\\ de 1812. •> Tomará las nociones al intento de saber los generales cau- » dillos y los (|iie les lian seguido de pura voluntad, aplican h do la pena de muerte á verdad sabida si// otra figura de juicio. Defiero á V. todos los medios de purgar ese partido de 1<>> restos de la insurrección que si es posible un quede « ninguno. » — En 5 de diciembre de 181. 'i se reitera la mi- ma orden, y á II del mismo mes y año, contestando á Landi- var, le dice Goyeneche: - Apruebo á Y. la energía y fortaleza con que ha aplicado la pena ordinaria á unos v la de azotes á otros, y le prevengo que á cuantos aprehenda con la- ar- mas en la mano, que hayan hecho oposición de cualquier modo á los que mandan, convocado y acaudillado gente j.a ra la revolución, sin más figura de juicio que sabida la ver- dad de sus hechos y convicios de ellos los pase jior las ar- ma-. — Apruebo la contribución que acordaba imponer fi todos los habitantes que han tomado parte en la conspira ción, (3 la han mirado con apatía ó indiferencia. Pi r ñl- timo, en varios otros oficios tanto Goyeneche como su - gundo el General Ramírez, escriben á Landivar : Sólo creo prevenirle que no deje un delincuente >¡n castigo .'i fin de •i lijar el escarmiento en los ánimos de «-sos habitantes 20 . En vista de esos descargos, la defensa fué hecha con toda libertad \ energía por un oficial de Granaderos á caballo, quien refutó con argumentos vigorosos las conclusiones del (¿o Toda» ostaH orderips i-onsti riginalen en pI pr »o \.i citado M. S. 234 REPRESALIAS. — CAPITULO V. fiscal de la causa, invocando el principio de fidelidad que de- bía ;í sus banderas aun ruando fuesen enemigas, y la invio- lable obediencia que debía A sus jefes, tra'ando de po- nerlo bajo la salvaguardia de los prisioneros de guerra (21 . Tal os la causa que ron sentencia de muerte fué elevad» á San Martín el lo de enero del 1813, y que él ron la mis- ma fecha mandó ejecutar, escribiendo de su puño y letra a cúmplase », sin previa consulta al Gobierno como era de reírla. Al justificar la necesidad y urgencia de este proceder, San Martín escribía al Gobierno : « Aseguro á Y. E. que á pesar > del horror que tengo á derramar la sangre de mis semejan- tes, estoy altamente convencido de que ya es de absoluta necesidad el hacer un ejemplar de esta clase. Los enemigos ii se creen autorizados para exterminar hasta la raza de los ■ revolucionarios, sin otro crimen que reclamar éstos los de- ¡i rechos que ellos les tienen usurpados. Nos hacen la guerra sin respetar en nosotros el sagrado derecho de las gentes y no se embarazan en derramar á torrentes la sangre de los infelices americanos. Al ver que nosotros tratábamos con > indulgencia á un hombre tan criminal como Landivar, que • despuésdelos asesinatos cometidos aungozaba de impunidad bajo las armas de la patria ; y, en fin, que sorprendido en un >i trañsfugato y habiendo hecho resistencia, volvíaá ser con- > finado á otro punto en que pudiese fomentar como lo hacen bus paisanos el espíritu de oposición al sistema de nuestra « libertad, creerían, como creen, que esto más que modera - » ción era debilidad, y que aun tememos el azote de nuestros antiguos amos '22). Este grito vibrante del criollo americano, debía resonar por 21) Consta escrita en el misino proceso, M. S, (22) Olirio de i * ". de abrí] do 1814. Archivo General deGuerra. M. s. ll VLTO PERL. CAPITULO V. largos años en loa campos de Salta, \ repercutir en las mon lañas del Alio Perú, obligando á los antiguos amos á recono cera los partidarios como á soldados regulares y á tratar fi los revolucionarios como S individuos amparados por el de recho de gentes. Kl proceso Landivar da una idea del modo cómo se huía en acuella época la guerra en el Alio Perú. Verdad es que las guerrillas sueltas, que por la indepeudencia con que obraban unas de otras se denominaban « republiquetas », respondían ¡i su vi'/, con tremendas represalias, y marcaban su trayecto con cabezas cortadas que colocaban clavadas <•;. altas picas á la orilla del camino que debían recorrer los realistas. Según la expresión de un historiador contemporáneo del mismo pala, la guerra tomaba cada día un aspecto más horrible; pero ■ las escenas de sangre á nadie atemorizaban. Cinco años de -> combates \ suplicios acostumbraron á los habitantes del » paísá ver con serenidad las calamidades de una lucha encar - nizada : nadie temía verter su sangre, y to los deseaban de- » rramar la de mis contrarios » (23). Tal era la guerra en que ¡Ita á lomar parle Arenales, acaudillando la quinta insurrec (■¡ñu di- la heroica Cochabamba. No se comprenderían bien las operaciones militares que \au á seguirse, respecto de las cuales nada se lia escrito liar- la hoy, sin echar antes una ojeada sobre el terreno en que van á desenvolverse. El Alto Perú se divide en tic-, regiones, comprendidas en- tre do- cadenas de montañas, que forman el doble nudo de la cordillera de los Andes, de que hemos hablado antes. Entre ambas cordilleras se desenvuelven borizontalmente á 1,000 j 1,400 metros sobre el nivel del mar. Las grandes mesetas nocidas en la geografía con la denominación de Llano bolivia - : Bnsayo sobre la historia de Bolivia, p.SQ. 236 EL ALTO PER I'. — CAPITULO V. no. La cordillera occidental corre paralela al mar Pacífico do- minando terrenos áridos y despoblados, desde el desierto de Atacama que es una alli-planicie) hasta los primeros valles de la costa del Bajo Perú. El llano central, región poblada aunque inclemente, es el camino natural entre la República Argentina y el Bajo Perú, y había sido el teatro de las ope- raciones de los ejércitos en las dos anteriores campañas. La cordillera oriental, dominada por los más altos picos de los Andes cubiertos de nieves perpetuas, es, por el contrario, un verdadero paraíso intertropical. A su pie, por la parte del po- niente, se extiende el risueño valle de Clisa, donde se asien- ta la ciudad de Cochabamba, que comunica con el llano cen- tral por cuestas de fácil acceso, y con Cbuquisaca por los va- lles que se suceden en la misma dirección hasta el sudeste. Al naciente de esta cordillera y á espaldas de Cochabamba, se encuentra el Valle Grande, situado entre los últimos con- trafuertes de los Andes por esta parle, que determinan el sistema hidrográfico que va á derramar sus caudales en el Amazonas. Más al nordeste está situada Santa Cruz de la Sie- rra, en medio de una vasta llanura cubierta de selvas vírge- nes. Los conlines de esta región son los territorios de Mojos y Chiquitos que se inclinan gradualmente hasta el nivel de las aguas del Océano Atlántico, lindando con el Brasil, el Para- guay y el Gran Chaco Argentino. Con esta explicación se comprenderá bien que dominando el ejército realista el llano central y los valles circunvecinos al poniente de la cordillera oriental, la posición de Arenales en Cochabamba era insostenible con los escasos elementos de que podía disponer, yque sólo le quedaba franco el camino del Valle Grande á su espalda. Por este camino podía poner- se en contacto con Santa Cruz de la Sierra, á cuyo frente se hallaba Warnes y abrir comunicaciones con las Provincias argentinas por la parle del Chaco. A la vez podía tomar por la espalda á Cbuquisaca ó á Cinti, con sólo faldear los contra- EL ALT o PER I - CATiTl LO \ Fuertes de los Andes al naciente, dejando fi Sania Cruz á su espalda, y marchar siempre por llanuras al abrigo de bosques y desfiladeros (24 . VIH En la imposibilidad de sostenerse en Cochabamba, Arena- les emprendió su retirada á los 15 días de la batalla de Ayo- huma (29 de noviembre) al frente de (¡0 fusileros, cuatro ca- ñones de pequeño calibro, algunos pocos jinetes v una in- mc-nsa muchedumbre armada de hondas y macanas que cu- bría la retaguardia y los flancos. Al principio trató de soste- nerse eu el inmediato valle de Mizque; pero, vivamente per- seguido, tuvo (¡ue trasponerla cumbre de la cordillera orien- tal y situarse en las vertientes del naciente. Alcanzado en el pueblo de Chilón, consiguió rechazar á sus perseguidores, j continuó su marcha al Valle Grande con el objeto de hacerse fuerte allí, abriendo sus comunicaciones con Santa Cruz de la Sierra. En Valle Grande, Arenales aumentó sus fuerzas. Formando un batallón de infantería con 165 fusiles y dos escuadrones de caballería, y se le incorporaron algunos caudillos con sus par- tidas sueltas. La insurrección se propagó por todos loa valles inmediatos de la cordillera oriental. Alarmado Pezuela con este movimiento que se producía á retaguardia, desprendió una columna de 600 veteranos con tres piezas de montaña 24 Véase el Map.i de liolívia, ■■ levantado por Ondarza j Mujla en 18 ¡9 - i Carie genérale de la Bolivie» pord'Orbigny, levantada en 1 dans l'Aniérique Méridionale, l. VIH. U l - [uisse liypso mélrique des nceuds de montagnes el ramifications de 1 1 Cordillera dea Andes, etc. par Humboldt. \il is de la Reí. Híst. et I OMBATE DE SATí PEDRILLO. - CAPÍTULO V. al mando del activo coronel Blanco, comandante militar de Churo; dándole orden de pacificar el país, batir á Arenales, subyugar á Santa Cruz y ocupar por el Rey los territorios de Mojos v Chiquitos. En su marcha, encontró Blanco seis cabe- zas clavadas en señal de desafío por las guerrillas francas que dominaban los valles inmediatos. El día i de febrero se encontraron en San Pedrillo, Blanco v Arenales. Después de tres horas de reñido combate, en que la victoria hubo de declararse por los patriotas, una parte de la tropa bisoñe de Arenales huyó poseída de un pánico súbito, quedando los realistas dueños del campo y de la arti- llería cochabambina, sin que la mortandad por una ni otra parle fuese considerable (25). Blanco mandó pasar por las armas á los prisioneros, y en señal de triunfo cortó la cabeza de tres jefes insurrectostomados con las armas en la mano (26). La guerra á muerte continuaba. Blanco que sólo labia avanzado con una parte de sus fuer- zas 300 hombres) se replegó á Chilón (70 kilómetros) para reforzar y volverá tomar de nuevo la ofensiva. El infatigable Arenales (como le llaman los historiadores españoles) se re- plegó á su vez hacia la frontera de Santa Cruz de la Siena con los reslos de sus fuerzas, llevando en cargueros su arma- mento y municiones de reserva. Allí se puso en comunica- ción con \\ arnés, v auxiliado por él, se rehizo prontamente '•n el pueblo de Abapó, sobre el Río Grande ó Guapoy, sin abandonar del todo los desfiladeros de la cordillera. En todo el mes de marzo tuvo reunidos bajo su bandera 204 infantes -'■' Blanco en mi |>.i i i •■ exugeru el número de muertos, haciéndolos H'I'T ú 100 j 21 prisioneros, lo que repite Torrente j García Camba, aunque con bu reserva habitual el último. Arenales en su parte de l i de febrero dice que sólo tuvo seis heridos y dos muertos M. S. del Arehi?o (señera!.] (26) Torrente ¡ i Historia, etc., • i. II. \>. tí, ¿RENALES \ WARNES. CAPÍ! ULO V. armados de fusil y carabina Logrando montar con eran trabajo cuatro piezas «le artillería del calibre de 1 y -. con 10 cual so dispuso á disputar al enemigo la entra la á Santa Cruz. Warnes, aunque había auxiliado á A.reuales, desconoció bu autoridad militar, y. separando de él sus fuerzas, formó una división como de mil hombres de las tres armas. Situóse con el grueso deellaen Horras á 90 kilómetros de la capital adelantando su vanguardia á los pasos de la Herradura y Pe- tacas «mi la cordillera, que se consideraban inexpugnables, en razón de ser dos escaleras talladas en la montaña, por donde no sin peligro puede descender un hombre á pie, especialmen- te por el de Petacas. Al mismo tiempo que estas operaciones preparatorias tenían lugar, se sublevaban en favor de los patriotas los indios del Chaco á lo largo del Pilcomayo; "los caudillos Cárdenas^ Padilla y l 'maña insurreccionaban al partido déla Lagunaen la Provincia de la Plata, y se conmovían de nuevo las pobla- cienes á espaldas de Illanco. Este, aunque vencedor en San Pedrillo, ne se atrevía á atacar á Arenales con sus 600 vete- ranos, limitándose á guardar el Valle Grande y á mantener enjaque á Santa Cruz. Para contrarestar esta mi '\ a insurrec ción, Pezuela se vio obligado á desprender otra columna de más de 500 hombres al mando del coronel Bena vente, & efecto de obrar en combinación con la de Illanco, para operar cu el distrito contiguo de Tomina, á fin de tomar entre dos fuegos a loa insurrectos de la Laguna. No obstante las ventajas par- ciales que obtuvieron ambas columnas en Pomabamba 19 de marzo , cuya población fué reducida á cenizas; en Tai abita ••! 11 de abril), en Molle-Molle el 13 ídem . \ en Campo Grande (21 idem), Bcna\ rute quedó tan debilitado, que se \ ló forzado á mantenerse á la espectativa ; mientras que Blanco, diezmado por las liebres intermitentes, tuvo que evacuare! Valla Grande y, ó principios de abril, replegarse á Mizque, cuyas poblaeio 2+n OPERACIONES DE ARENALES. - CAPÍTULO V. nes se habían insurreccionado de nuevo, cortando sus comu- nicaciones (27). Como se ve, no habían transcurrido aún tres meses des- pués de la derrota de Ayohunia, y ya la oscura insurrección de Cochabamba y Santa Cruz se convertía en una verdadera guerra, que ocupaba la cuarta parte del ejército enemigo, amenazaba su retaguardia y paralizaba, en consecuencia, sus movimientos. Luego se verá la influencia decisiva que ella tuvo en el éxito final de la campaña. Al sentirse en Tomina la aproximación de la columna de Bena vente que obraba en combinación con la de Blanco. Arenales acudió en auxilio de Umaña, sobre cuyo campa- mento se reconcentraban las fuerzas enemigas. Hallándose en los Sauces (Tomina) tuvo parte, que Blanco tomaba de nuevo la ofensiva y corriéndose por uno de susílancos, había forzado los ásperos pasos de Herradura y Petacas, y desalo- jado la vanguardia de Warnes de estos puntos (11 de abril). A consecuencia de este contraste, la división de Warnes se dispersó en gran parte, y sus restos se pusieron en retirada buscando la incorporación de Arenales. Sabedor éste de lo ocurrido, marchó personalmente á proteger el movimiento retrógrado de Warnes, á quien encontró á los io kilómetros acompañado de dos compañías de pardos y morenos, una compañía de naturales montados y un piquete de fusiieros mestizos, en todo como 300 hombres. Reunidas Ja fuerzas de Arenales y Warnes componían un número casi igual al del enemigo. En consecuencia, resol- vieron tomar la ofensiva y atacar á Blanco, que se había pose- sionado de la ciudad de Santa Cruz, después de sostener un _'" Torrente : c Historia, etc., >; i. II, ps. 12 \ l<). — ■ García Camba : M< ias etc., i. I. ps. 112 y UU. — Citamos únicamente los hislo- riadores españoles cuya autoridad no puede ser sospechosa tratando-»' de ventajas de las anuas americanas. JORNADA DE I. A FLORIDA. — CAPÍTULO V. 241 combate en la Angostura. Blanco. por su parle, alucinado por su triunfo, destaco" 200 hombres en persecución de los dis- persos, destinó 80 hombres á la custodia de la ciudad, y cod el resto que alcanzarían á cerca de 600 hombres, de l»>s cua- les 300 eran de infantería de línea, marchó en busca de Warnes y Arenales. Aleccionado Warnes con sus recientes reveses, se había subordinado por el momento á la autoridad de Arenales, reconociendo la superioridad de sus talentos mi- litares. En consecuencia. Arenales dispuso, de acuerdo con él, atraer á Blanco, á un silio reconocido deanti mano, donde debía ser necesariamente batido. La posición que ocupaban los patriotas les permitía ma- niobrar con ventaja y libertad-. Bailábanse en el punto pre- ciso en que se dividen los dos grandes sistemas hidrográficos del Amazonas y del Plata, entre el Río Grande ó Guapoy y el Pilcomayo; tenían sobre uno de sus flancos los últimos con- trafuertes de la cordillera ; marchaban por el llano y al abrigo de selvas espesísimas que eran sólo transitables por angostos desfiladeros, de manera que podían cubrir sus movimientos, prever de antemano el camino preciso que traería el enemigo, j esperarlo ó detenerlo donde mejor les conviniese. Sobre estas bases Arenales arregló su plan. Ed 24 de mayo se descubrieron por la primera vez las fuer- zas realistas, en Pozuelos. Los patriotas ocupaban la boca de un desfiladero de bosque, por el cual continuaron surelirada Con toda seguridad ocultando su tuerza, y dejaron á su en- tra da una partida de observación para cubrir la retaguardia y atraer al enemigo á la emboscada. El 25 al aman. -reí- Ueg iron al lugar denominado L\ Florida eD el Río Piraj . El río Piray que no debe confundirse con el del mismo nombre perteneciente al sistema del Amazonas . tiene su ori- gen en la cordillera de Tomina : corre del oeste al este j es de poco caudal. En el punto elegido por arenales se levan- taba Bobrc su margen derecha una barranca como de dos i c\\t i 242 JORNADA DE LA FLORIDA. - CAPÍTULO V. metros de elevación ; á su pie corría el río dilatándose en una playa; á su frente se extendía una ancha planicie ; á derecha é izquierda dos cejas de un bosque coronaban la barranca : al centro un descampado, y á retaguardia, hacia el sur, el pue- blo de la Florida que debía dar su nombre al memorable com- bate de esc día. Arenales situó su artillería en el descampado. Á uno v otro costado emboscó su caballería, tomando Warnes el mando de la derecha con la división de Santa Cruz y el comandante Diego de la Riva el de la izquierda, con la de Cochabamba. Al pie de la barranca y bajo los fuegos de la artillería, abrió una trinchera, que disimuló con ramas y arena; allí emboscó su infantería formada en ala y rodilla en tierra. Su fuerza total alcanzaría á 800 hombres. En esta disposición esperó el ataque. A las 1 1 y media del mismo dia 2o de mayo, se sintió un tiroteo en el desfiladero del bosque fronterizo por donde debía desembocar el enemigo : era la avanzada patriota que se reple- gaba disputando el terreno. Un cuarto de hora después, aso- mó la cabeza de la columna realista en actitud de combate y precedida de guerrillas. Esta columna la componían M00 hom- bres de infantería de línea y como otros tantos de caballería, bien armados de carabina, lanza y sable y dos piezas de artillería. Al desembocar al llano, Blanco desplegó en batalla y ade- lantó sus guerrillas por los costados, apoyándolas con fuertes reservas de caballería, con el objeto de tomar á los patriotas por la espalda, y rompió el fuego con sus piezas de á4. En seguida hizo avanzar su infantería con fuegos sobre toda la linea. En este momento, abrió su fuego la artillería patriota por encima de* su infantería atrincherada, que permanecía oculta según las órdenes de Arenales. — Blanco siguió impá- vido su carga. — Al entrar el enemigo á la playa del norte y vadear sus primeras guerrillas el río, la infantería emboscada hizo una descarga general, y puesta súbitamente de pie avanzó JORNADA DE LA FLORIDA . CAPÍTULO Y. sobre el humo á paso de alaque, suspendiéndose los fuegos de l;i artillería para no ofenderla. El avance fué tan gallardo y la evolución se ejecutó con tal rapidez, v fué tan oportu- namente apoyado por un destacamento de Üanqueadores que Arenales desprendió por la izquierda, que el enemigo, com- pletamente envuelto, se puso en derrota, quedando en poder de los patriotas su artillería y muerto en el campo el coronel Blanco. Lanzado Arenales en persecución de los fugitivos, se ade- lantó imprudentemente del grueso de sus fuerzas, Un grupo que huía volvió caras, cargó" sobre él y le postró en tierra, dejándole allí por muerto, traspasado de catorce heridas, de las que tres le cruzaban el rostro. Conducido en hombros de sus soldados al campo de la victoria, sin proferir una queja, pudo consolarse de sus heridas al contar los trofeos. Dos banderas, dos cañones, doscientos fusiles, 100 muertos, 99 prisioneros estaban en poder de los patriotas, con sólo la pér- dida de un muerto v 21 heridos incluso el mismo Arenales. Esta fué la jornada de la Florida que salvó" ;i Santa Cruz de la Sima, y determinó la retirada del ejército realista en Salla, según se verá á su tiempo. Sus parles no han si. lo pu- blicados jamás y el nombre dado á una délas principales calles de Buenos Aires en conmemoración de ella, eq todavía un enigma para muchos ! 28 Por esta hazaña, Arenalesfuó ele- 28 Todos los pormenores de esta fa sa campaña desc ¡ida ade- mas de las noticias citadas de loa historiadores Torrente \ García Camba '•"ii i|u>' coinciden están i adoa de las comunicaciones de Arenal l- de enero, l i- de febrero y 25 de junio de im i que en i opia autorizada ó ''ii extracto se conservan M. SS. en '•! ■• Archivo General de Gue I)*- ellas se publicó un fragmento en la « Gaceta Ministerial de 9 di viembre de isi í, núm. 120, p. 685, que bacía relación il combate de la Florida, siendo esto cuanto se ba impreso .i su respecto. Vi ise adi más el o Bosquejo Histórico, etc. • del Deán Funes, l. III. ps. 51 i r 51.'*;, j en la « Memoria Histórica » de la 2.» campaña de la Sierra del P escrita por sn liij". un capítulo de carta del General Aren des, ps. I< 171. Véase los apéndices núnis. -'. 3 j i de este i , 244 ACCIÓN 1)1". SUMA PAITA. — CAPÍTULO V. vado al rango de General y se decretó un escudo de honor con esta inscripción : La Patria á ros vencedores de la Florida ^29). IX No caben en nuestro cuadro histórico las operaciones y combates posteriores. Empero, consignaremos brevemente sus principales sucesos para volver á tomar el hilo de nuestra narración. Apenas restablecido Arenales de sus heridas marchó con su división á posesionarse nuevamente del Valle Grande. Encontrándose con una división enemiga de 200 hombres, la derrotó en Postrer Valle (el 4 de julio), causándole grandes pérdidas y tomó 30 prisioneros. Hostilizado por dos divi- siones y habiéndole negado Warnes los auxilios que le pidió liara atacarlas, tuvo que comprometer el combale con una de • lias fuerte de 400 hombres, para impedir la reunión de ambas. La acción tuvo lugar en Sumapaita (el o de agosto), donde fué batido Arenales con pérdida de la artillería; pero quedó fuera de cómbale la mitad de la columna enemiga que se vio en la imposibilidad de penetrar al territorio de Santa Cruz. Con los restos de su división se concentró en los Sauces, reuniéndosele en la Laguna el comandante Manuel Asen cío Padilla (que tan famoso debía hacerse en esta guerra) á la cabeza de una columna de indios honderos, y obligó á la fuerza realista al mando de Benavente que operaba en Tomi- (29) Decreto de 9 de noviembre de 181 i inserto en la ■ Gaceta » de 16 del mismo núm. 130. Apéndice en que se publican por la primera vez (con excepción del anterior) los documentos relativos á esta memorable batalla \l. SS. i \ MP.\ \ A DE \ i: EN \ LES. — I \ Mil LO V. na. ,'i replegarse á Yamparáez, amagando la comunicación entre Chuquisaca y Cochabamba. Rehecho un tanto, volvió á posesionarse del Valle Grande, amenazando á Totora en la provincia de Mizque, y mantuvo viva la insurrec :ión en todos los valles desde allí hasta Chuquisaca. Dieciocho meses sostuvo esta guerra extraordinaria y dio cuatro combates que costaron al enemigo 1 ,300 hombres entre muertos, heridos y dispersos. Al cabo de este tiempo entró triunfante en Cochabamba, rindió su guarnición, v se pose- sionó de Chuquisaca, incorporándose con 1.200 hombres al ejército argentino, que en 1815 efectuó más tarde la última gran campaña del Alto Perú, que debía terminar desastros 1 saínenle en Sipe-Sipe 30 . Volvamos ahora á Tucumán v Salta. 10 Ofi. de Arenales de 7 de julio, ' de agosto, i de setiembre y .TI ■ I :tubre de I8t i. (M. SS. del Arch. Gral.) Carta de Arenales \.i cita- da.— Véase además Torrente, García Gamba] Apéndices aúms. 2 5 3. CAPITULO VI LA GUERRA DEL NORTE AÑO 1814 Año de transición y soluciones. — Los ejércitos beligerantes del Norte. — Pla- (]<■ San Martin. — Nueva escuela militar. — La guerra y la opinión. — Insurrección popular de Salta. — Teatro de la guerra de partidarios. — Guerra de ¡'.cursos.— Vanguardia del ejército patriota del Norte.— Dorrégo y Güemes. — Hazañas de los sáltenos. — Castro y Marquiégui. — Opera- ciones del ejército realista del Norte en Salta. — Toma de .Montevideo. — Retirada de la invasión espinóla. — Revolución del Cuzco. — Enfermedad de San Martín. — Deja el mando del ejército del Norte. — El criollo ameri- cano. — San Martín Intendente de Cuyo. — Rasgos fundamentales de su carácter. I El año XIV fué de transición, y de soluciones del compli- cado problema de la revolución argentina dentro de sus líneas generatrices con proyecciones sud-aniericanas. Las fronteras naturales de la nacionalidad que encerraban esas líneas, diseñáronse por la agrupación de sus elementos orgánicos ; la guerra intestina recrudeció con el carácter de descomposi- ción del orden colonial, inoculándole el germen de una demo- cracia genial; el último baluarte y el último ejército que man- tenían cnarbolados los pendones del rey de España dentro de EL PROBLEMA DE I. \ REVOLUCIÓN. - CAP. VI. j , , su territorio, fueron rendidos ¡ adquirió" definitivamente la preponderancia naval en las aguas fluviales y marítimas de sus dominios, venciendo y aprisionando la última escuadra realista del Río de la Plata : desenvolvió una nueva fuerza que varía latente, por la intervención espontánea del pueblo en la lucha armada; expulsó la segunda invasión que intentó atacarla en su terreno, que desde entonces fué inmune; inició un nuevo sistema do guerra, que debía ser decisivo para la defensa; y por último, comenzó á incubarse el plan de campaña continental déla ofensiva revolucionaria contra la metrópoli en sus colonias, que aseguraría )■:■ emancipación de la América del Súd, perfilándose el genio que después de concebirlo había de ejecutarlo matemáticamente. Los pródro- mos del año no prometían, empero, estos resultados. Como se ha visto en el capítulo anterior, la situación mi- litar de que se recibió San Martín, comportaha el dohle y arduo problema de dar nuevo nervio á la revolución armada, reaccionando contra la derrota y contra las corrientes milita- res establecidas, á fin de propagarla por todo el continente sud-americano, y esto, sobre la base de un ejército en es- queleto sin fuerza moral. El Ejército del Norte, á principios del año, apenas alcanzaba al número de 000 hombres, y ano después do reforzado, no pasaba de 2,000 soldados bisónos trabajados por la deserción (l). Desorganizado, decapitado de sus mejores jefes y oficiales 2), desnudo 3 . era una masa (I) i La deserción aumenta \ la fuerza disminuye, decía San Un al Gobierno en oficio de i de marzo de 1814. If. 8. del A .• un. i relación de 23 de marzo de 181 '• consta, q n Vilcapugi i j \yohuma se perdieron 98 oficiales, de I"- cuales 58 muertos f el retío pi isii ñeros. M. S. •'• / IrcAii o ■' Si* rra.) (3 En oficio le San Martín de i" de febrero de 1814, dice al Gobi< pidiendo vestuario : i Es tal la desnudez de I"- sol lados 'i'"1 por di .i.i do | I( n salir de sus i liárteles. If.fi l A jo EL EJÉRCITO DEL NORTE. — CAPITULO VI. informe é inerte, incapaz de hacer frente al enemigo (4). Las armas españolas, vencedoras en dos sucesivas batallas cam- pales, ocupaban la jurisdicción de J tijuy y Salta, y amenaza- ban ocupar toda la frontera del norte del país argentino, con el ánimo de abrirse los caminos de la pampa que conducen al litoral del Plata y de operar en combinación con Montevideo. El nuevo general en jefe, al examinar la tensión de los resortes que estaba encargado de remontar, decía con refe- rencia á los oficiales : « La experiencia me ha convencido » que el mal que ha tenido y tiene este ejército es la mala » clase de sus oficiales, aunque los hay sobresalientes ». Con relación á la carencia de jefes, se expresaba así : « A pesar » de los desvelos y fatigas que empleo constantemente para » adelantar la organización de este ejército y la disciplina de » las tropas, si en el día tuviese que batirme con el enemigo, » temería mucho que fuese aventurada cualquiera acción, » no tanto por la falta de aquéllas, cuanto por la de jefes que a me ayuden á desempeñarla. En vano combinará un general » los mejores planes, si le faltan jefes que sepan ejecutarlos. » Insistiendo sobre el primer tópico, elevábase á severas consi- deraciones, en otra ocasión : — « La subordinación y la ciega obediencia es el alma del sistema militar. — Yo tengo » la desgracia de haber tomado el mando de un ejército de- » rrotado, cuyos oficiales parece no han escapado de las manos » del enemigo sino para prepararle la conquista del resto de » las provincias. Nuestras circunstancias exigen imperiosa- mente medidas imponentes. Las armas de la patria cuyo a mando se me ha confiado en este ejército, no podrán pros- perar de aquí en adelante hasta que el ejemplo del escar- i En oficio de San Martín, que se extractará más adelante, decía <-"ii fecha II d'' febrero de t x I *- : « Si en el u> , EL K.l EHCITO DEL NOH I 'I!. i \ PÍTULO VI. •> miento contenga á n m »^ y despierte en otros la noble pasión » de la gloria, que ea la que hace obrar prodigios de valor j » fortaleza » (5). En lal situación y con tales elementos, el General Sao Martín tenía que hacer frente á la invasión realista, que en- greída por sus recientes triunfos, amenazaba avanzar sobre Tucumán con el objeto inmediato de ocupar toda la frontera del norte argentino y el propósito ulterior de combinar opera- ciones con el ejército español que sostenía la plaza fuerte de Montevideo apoyado en una fuerte escuadra dominadora del Río de la Plata (6). Con arreglo á este plan, el General Pe- gúela, vencedor en Vilcapugio y Ayohuma, bahía establecido su cuartel general en Tupiza a inmediaciones de la línea divi- soria del Alto Perú, haciendo adelantar su vanguardia basta Jujuy, al mando del general Ramírez, el más hábil y resuel- to de sus tenientes. Al mismo tiempo ordenó una recluta de dos ó tres mil hombres en la sierra del Bajo Perú, formando dos nuevos batallones con los contingentes de los valles in- mediatos de Chichas y Cinti, por conceptuar insuficientes sus fuerzas para emprender un movimiento ofensivo (7). A su re- taguardia, escalón.'» convenientemente una parle de su ejér- cito [»ara mantener libres sus comunicaciones. \ sujetar las poblaciones del Alto Perú, dispuestas á sublevarsi nueva mente sóbrela base de las bandas armada- que aun Be man- ■">) Tres oficios de Sun Martín al Gobierno de fechas 11 de febn de marzo j 8 de abril de 1815 U. S. del Archivo l Guerra.) 6 Torrente : • Historia de tu revolución bispano-americana, > tom. I. I'. 13. García Camba ; Memorias de las armas españolas en el Perú, L I, p. II. ., en que dice expresa nte, de conformidad la Reía i ion del Vire} Abascal que ordenó la expedición : Las plazas d< Ifon levideo, cuyo auxilio, divirliendo al enemigo, eran el objeto preferente i de aquel movimiento. • Correspondencia interceptada d Pezuela, publicada en la G Ministerial - de 2(3 de octubre de 181 i, núm. 1^", p. 672. Véase además I García I lamba, citados i n la oota anterior. 250 EL EJÉRCITO REALISTA. - CAPÍTULO VI. tenían en las provincias de Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra alimentando el fuego de la insurrección. El ejército de Pezuela se componía como de 4,o00 ;í o, 000 hombres de tropas regulares, que á consecuencia de la deser- ción, quedaron reducidos á 4,000. La vanguardia compuesta de tres batallones y cuatro escuadrones con ocho piezas de artillería (de 1,500 á 2,000 hombres) se posesionó sin resis- tencia de Jujuy, avanzando su caballería hasta la ciudad de Salta, v extendió sus avanzadas hasta el arruinado fuerte de Cobos. El Ejército del Norte, cediendo al enemigo el terreno que no podía disputarle, se replegó sobre Tucumán, y estableció su línea de puestos avanzados sobre Guachipas, en protección de los valles del sud de Salta, y la extendió por la margen del Pasaje, límite entre las dos jurisdicciones. Al mismo tiempo la población de Salta se insurreccionaba en masa y se ponía en campaña por movimiento propio, cubriendo así al ejército regular con una improvisada vanguardia popular. El General patriota, en la imposibilidad de rechazar mili- tarmente la invasión, se convirtió en maestro de escuela y en jefe de partidarios, apelando á las estratagemas y á la diplomacia militar en que era maestro eximio. Por estos medios, supliendo la fuerza con la perseverancia y la sagaci- dad, hizo evacuar al enemigo el territorio invadido, antes de cumplirse los siete meses, sin necesidad de empeñar una ba- talla, como va á verse. II Al encargarse San Martín del Ejé-rcito Auxiliar del Perú, no traía ningún plan preconcebido. Sin conocimiento de los hombres ó del terreno en que debía operar, ni del género de PLANES DE SAN MARTIN. CAPÍTULO VI. guerra que debía emprender; ignorábalos recursos de que podía disponer el enemigo, cuyos planes sólo llega á penetrar más tarde. Así es que, guiado únicamente por informes in- completos, y aconsejado por su experiencia exótica y por ideas teóricas de la guerra, sus primeros pasos se resienten de cierta vacilación, hasta que. dominando la situación, Be Le ve obrar resueltamente como si una inspiración súbita lo hu- biese iluminado (8] . De una idea fija se le ve, sin embargo, preocupado desde el primer momento, y es reconcentrar el ejército en Tucu- mán para reorganizarlo bajo un nuevo plan, instruirlo y dis- ciplinarlo en una nueva escuela militar, teniendo bajo su mano una masa disponible para obrar según las circunstan- cias. Con esta idea consultó al coronel Dorrego, jefe de' la vanguardia sobre la línea del río Guachipas, si era necesaria y conveniente su permanencia en esa posición y si podría en- comendarse este servicio á la milicia del país. Dorrego era un oficial valiente, de talento natural, con instrucción y buenas ideas militares, que á la sazón hostilizaba ala vanguardia ene- miga, aunque con escasos elementos; así es que su informe escrito, previo un reconocimiento prolijo, habilitó al general en jefe para adoptar una resolución acertada sobre este puní o(9). (8) Hé ;i(ju¡ las pruebas. En oficio de 11 de febrero de 1814, dice San Martín ;il Gobierno, que <■! enemigo se lia replegado ■> Salla. En -í del mismo anuncia, que las fuerzas enemigas de Jujuy y Salta man han por < caminos sobre Tucumán. El l.° de marzo manifiesta que I"- enemi- tunque reforzados << no bajarán basta Tucumán, porque no tienen :/.i- para ello ». En oficio de 10 <>r lo cual he consultado ••! jefe de ella. > En "ii" oficio del 2.'í de febrero dice l<> siguiente : M hallo en un país cuyas pentes, coslumbn - y relaciones me son absoluta mente deso nocidas, y cuya situación topográfica ignoro, conocimiento s ie absoluta necesidad para la guerra. •> [M. S. del A '■' Guerra. 9 En la « Historia de Belgrano, l. II, p. 289 xx ed. hemos hecho mención de I"- documentos relativos nsulta, de que pos RECONCENTRACIÓN EN TUCUMAN. - CAP. VI. Reconcentrado todo el ejército regular en Tucumán, San Martín, que había pedido contingentes de reclutas á las juris- dicciones de su dependencia (10), llegó á tener bajo sus ban- deras una fuerza como de 3,000 hombres, medianamente or- ganizada, aunque poco consistente todavía para medirse con un enemigo disciplinado y victorioso. Con estos elementos bajo su inmediata dirección, con el país insurreccionado al frente y á retaguardia del enemigo, y habiendo aj fin penetrado los planes y estimado los recursos del ejér- cito realista, el general del norte se mantuvo en actitud de- fensiva, confiado en ella y resuelto á mantenerla. En este senti- do escribía al gobierno diciéndole : « El enemigo ha sido re- -> forzado. ITasta la fecha se ha limitado á correrías en busca >> de subsistencias. A pesar de que lo anuncian, no bajarán » hasta Tucumán, porque no tienen fuerza para ello, y aun- » que las aumenten, no tengo temor, porque hay tiempo para » prepararse » (1-1). El enemigo no llegó á penetrar los planes de San Martín. teriormente se han dado versiones equivocadas, como se demostrará cuando los especifiquemos más adelante. Los originales existen en el Ar- chivo de Guerra de 1814. (M. S.) (10) Eslas jurisdicciones eran : Tucumán, Santiago del Estero y Cata- marca, además de las de Salla, Tucumán y Jujuy. De súln la jurisdición de Santiago del Estero le fueron remitidos de una vez 300 reclutas que se le pidieron ejecutivamente, según consta de oficio delTeniente Gober- nador de I -i de enero, nota del Gobierno de 16 del mismo y contes- tación de San Martín de 10 d<- febrero de 1814. (.1/. "i primera vez se publican : « Guerra — Nüm. 1»-. — Excmo, ñor: Convencido de la uecesidad de sostener este punto, he dispuesto la construcción de un campo atrincherado en las inmediaciones de ■ esta ciudad, que no sólo sirva de apoyo ) punto de reunión ó este ejér- cito en caso de contraste, sino que me facilite I"- medios de su oí is inta organización, como igualmente evitar la deserción de un ejéi cito compuesto en su mayor parte de reclutas. El plan c las razo ues más por extenso < ( u<- me han movido á su construcción, remitiré ú \. r.. a la mayor brevedad. Tur an, 13 de febrero de 18H San Martin. — Excmo. Sr. Director Supre I I Gobierno le pres té - 1 aprobad :on fecha I . " de marzo del mismo año. Con posterio- ridad, el gobierno le dirigió sobre el mismo asunto el siguiente oficio El Directo! Supremo me ordena prevenga á V. S. pase i esto lariu el plan que ofreció remitirle de las razones que tuvo para formar el mpo atrincherado en las inmediaci * de esa ciudad en datad I febrero, é igualmente, uu -"I" el plano sujeto á escala que demues LA CIUDADELA DE TUCUMÁN. — CAPÍTULO VI. de aquel recinto inviolable, y con frecuencia entraban á él o-ruesos destacamentos que acudían de diversos puntos, y que se computaban como otros tantos refuerzos. Eran los mismos soldados que salían durante la noche, se engrosaban con al- gunos reclutas, y al cabo de varios días regresaban al cam- po atrincherado figurando un nuevo contingente. Con esta fantasmagoría nadie dudaba que el ejército del norte contaba dentro de aquellos muros con más de 4,000 hombres. En esta actitud contenía por la acción moral la anunciada invasión del ejército sobre Tucumán, á la vez que lo comba- tía por la guerra de partidarios al frente y á la espalda, mientras él maduraba sus planes y aumentaba sus fuerzas para desalojar á los realistas del territorio que ocupaban, ó los obligaba á evacuar á Salla y Jujuy, sin combatir, — como sucedió, — por la acción combinada de todos estos medios, cuva eficacia se apreciará mejor más adelante. Bien se alcanza que, mientras Montevideo estuviese domi- nado por la España, y la revolución de Chile no diese sólidas garantías de cubrir á las Provincias Unidas por uno de sus flancos vulnerables, era imposible pensar en ningún movi- miento ofensivo sobre el Alto Perú. Por esto, los planes del d tre la línea de] punto fortificado, la posición de la ciudad y la posi- ción topográfica de su< inmediaciones, con todo lo demás que crea o V. S. conveniente á satisfacer esta orden, sino también el pian ó pla- . ii. s de ataque que tenga meditados para la ofensiva. — Buenos Aires, >< abril 4 de ixii. — Francisco Xavier Viana. » — Hé aquí la última contestación al respecto : — ■ Excmo. señor : Por correo de 16 del pre- sente tuve >'| honor «V dirigir á las superiores manos de V. K. mi pla- ■ no sujeto a escala del campo atrincherado que he mandado construir ■ en las inmediaciones de esta ciudad. Luego que logre recobrarme del ligroso accidente que me lia atacado, instruiré a V. 1". por extenso .Ir l.i- razones que me movieron á formarlo, cumpliendo con esto y lo ■ demás que de orden suprema se ni'' previene «mi oficio del V del co- rriente por la secretaría de guerra. — Tucumán, abril de 181*. - ■i lando enfermo San Martín, q s .1 que ha lila, firma : Francisco I nándezde la Cruz. — Excmo. señor Supremo Director del Estado. * v S. del Arch. Gral. I SCI ELA MILITAR. - CAPÍTULO VI. General del Norte no iban más allá de Jujuy, y Be limitaba entretanto á una rigurosa defensiva militar, haciendo servir su ejército de punto de apoyo de la resistencia popular, que en Salta, Cochabamba y Sania Cruz de la Sierra hostigaba al enemigo, lo debilitaba, y paralizaba sus movimientos ganando y perdiendo batallas. III Al mismo tiempo que reorganizaba su ejército y remontaba su fuerza, en previsión del ataque y la defensa, San Martín se constituía en maestro de una nueva escuela militar, te- niendo que educar discípulos indóciles v desaplicados, como él mismo decía: — « En vez de aplicarse con más empeño » que nunca á la propia instrucción y disciplina de la tropa, » lie tenido el desconsuelo de verlos abandonados, distraídos " y negligentes, dando (los oficiales) más trabajo que los o mismos soldados » (13). En su severa escuela se iniciaron en los rudimentos del arte de la guerra que ignoraban, se retemplaron los resortes relajados de la disciplina, y Be edu- caron oliciales y soldados aprendiendo á mandar y obedecer. Sobre la base del regimiento de Granaderos á caballo que presentaba como modelo digno de copiarse, introdujo en la caballería los adelantos de la táctica moderna, reformó la del arma de infantería v estableció al electo una academia que el presidía en persona (14). Otra de las reformas que intro- 13) Of. deSan Martín de 8 de abril de 181 i. ».'. 8. Arel le G i i Of. de 1 1 de marzo de 181 1. .»/. S. del Arch. d Qu rra. I I • •••• neral Paz en sus Memorias », 1. I. p. 171, dice respecto de la nuei i cuela introducid;! por San Martin : « El i tro general organizaba el » ejército en los rudi utos de 1 1 táctica mo lern i, 'i ie li isla entoi H" conocíamos : estábil - en el nwty< r atraso, enla mds oscura •- 256 PLANTEL DE INGENIEROS. — CAPÍTULO VI. dujo fué abolir las exhibiciones de mero aparato en la mili- cia, de que tanto se había abusado en los primeros años de la revolución, contrayéndose á hacer del soldado una verdadera máquina de guerra, sin descuidar por esto los móviles que podían estimular el patriotismo, pero con seriedad, de modo de infundirle una conciencia más austera del deber militar. El General Belgrano, reducido á la condición de simple jefe de regimiento, recibía modestamente las lecciones del nuevo General. En una ocasión, al repetir la voz de mando que daba el General en jefe, el coronel Dorrego. pretendió hacer mofa de Belgrano. Era Dorrego el jefe más altivo y prestigioso del ejército, con defectos de carácter que deslu- cían sus bellas cualidades. San Martín (que lo distinguía es- pecialmente y aun lo había propuesto para mayor general dé su ejército) le llamó al orden, y al reincidir en la misma falla. empuñó un candelero de bronce, con que dio un vigoroso golpe sobre la mesa que tenía por delante, y le dijo mirán- dole con sequedad : — « He dicho, señor coronel, que liemos venido á uniformar las voces de mando. » Dorrego, domi- nado por aquella voz y aquel gesto, no volvió á reírse : y nadie volvió á reírse va en presencia de San .Martín. Pocas horas después, Dorrego era confinado á Santiago del Estero en castigo de su innoble ligereza (15). , rancia, o — No sólo al arma de caballería, — queera su especialidad, se extendieron sus reformas : también la táctica de infantería fué me- jorada por él, según consta del testimonio del General Luzuriaga, á la sazón corone] del batallón núm. 7 que formaba parle del Ejército del Norte : hé aquí sus palabras : << Nombrado habla de >¡ en tercera per- sona] jefe de un uuevo cuerpo de infantería que formó con una ■■ons- ( cripción de esclavos y libertos, recibió la instrucción viva voce y prác- ■ Lica, personalmente del Genera] San Martín, el primero que introdujo l¡ ¡va láctica y la enseñó en América, aun antes que los españoles • ■ii los ejércitos que leníanen ella. » Memorias del General Luzuriaga. B. - lo General Lamadrid : ■• Observaeionos sobro las Memorias del Ge- ■ neral Paz, ■• p. í.i. PLANTEL DE INGENIEROS. - CAPÍTULO VI. En otra ocasión, habiendo ordenado que cada cuerpo pre- sentase á una hora determinada un piquete de 2."> hombres a fin de entresacar los más aptos para remontar el regimiento de Granaderos á caballo, el comandante Lamadrid, uno de los jefes más valerosos y mimados del ejército, Be le pre- sentó con el objeto de hacerle algunas observaciones Apenas se le presentí'», San Martín sacó el reloj y le dijo : — « lian » pasado ya dos minutos de la hora en que deben estar en » la formación los piquetes que se han pedido. » — Desde ese día nadie le hizo observaciones (16). Para completar su plan de educación militar, fundó una academia de matemáticas, organizando con sus alumnos un plantel de ingenieros, y trazó con ellos el pentágono y los bastiones del campo atrincherado, inculcándoles al lijar los jalones y al tender las cuerdas sobre el terreno, que « ejército » sin matemáticos, no puede existir » (17). Intentó generali- zar en los cuerpos del ejército la institución secreta de los Granaderos á caballo. Como encontrara resistencias para 30 adopción, se limitó á permitir el duelo, lo que modificó el (16) General Lamadrid : ■ Observaciones etc., p. [17] II.' aquí el oficio en que da cuenta al Gobierno '" no lo be «-i'l<> ni I" Boy; | » mi deseo de la felicidad de la patria y de la gloria particular de V. • me obliga ú ello. Aumente V. su ejército, doctr 1" bien, Batisfáf i del honor de sus oficiales, y prevénjj ise de cuanto necesita para apro- « vecharse venciendo, ó [>ara retirarse perdiendo,) entonces pi •i marcha. II ig is sordo como Kabio íi ni. mío se diga de di] u ion, que o las armas de la patria serán relices en sus manos. ir> b. un, \..|. III, Qúm. 3). Más tarde, [n, imitando el ejemplo de Belgrano, nombró á Nuestra Señora del Carmen generala del i '■ii" de los Andes y depositó á los pies de ella su bastón de m. nulo, que aun so conserva, aunque m en manos do la Virgen, como se expl en mi iu- ii 260 CONSEJOS DE BELGRAX'O. — CAPÍTULO VI. de la opinión de los pueblos viriles, creía más en la disciplina y la estrategia que en la eficacia de los escapularios y en la intervención de las divinidades antiguas y modernas. Los dos grandes maestros no volvieron á verse en el mundo ; pero fueron eternamente fieles el uno al otro IV « La guerra no sólo ha de hacerse con las armas, sino tam- » bien con la opinión, » decía Belgrano á San Martín, en momentos en que esta gran verdad se comprobaba por hechos memorables, que eran la consecuencia de la fiel observancia de esa máxima. La revolución, vencida por las armas, triun- faba por la fuerza de la opinión en el Alto Perú y en la línea de las operaciones militares. Los ejércitos realistas, al derro- tar á los ejércitos patriotas, no habían podido quebrar el espíritu público, y dueños del campo de batalla ó del terreno que ocupaban con sus armas, se sentían paralizados en sus operaciones y dominados por las poblaciones insurrecciona- das á su frente y á su retaguardia. La provincia de Salta fué una de las que se señaló en este nuevo género de hostilida- des, iniciando un nuevo sistema de guerra defensivo-ofensivo, que contribuyó eficazmente al triunfo de la independencia argentina. Situada la provincia de Salla en la extremidad septentrio- nal del territorio argentino y en contacto con el Alto Perú, fué una de las primeras que respondió al movimiento inicial do Buenos Aires en mayo de 1810, cerrando el circuito revo- lucionario, que revelaba en su órbita el movimiento circula- torio de los elementos coherentes que debían constituir una nueva nacionalidad, cuya ley geográfica en el orden político y militar hemos estudiado en el capítulo anterior. Desde en- ANTECEDENTES DE SALTA. - CAPfTüLO VI. 26! toncos, Salta fué el palen [iie cerrado de las invasiones realis- tas al territorio argentino, como el Alto Perú lo fué de Las invasiones argentinas al territorio del Perú. En uno y otro teatro, fué donde se desenvolvió esa fuerza Latente de la re- volución á que nos hemos referido; pero en Salla, más siste- máticamente y con más eficacia. La primera manifestación popular de la población de Salta, «pie acusó desde un principio una predisposición nativa, fué La organización de su milicia cívica, con caracteres espontá- neos y originales, obrando con independencia y por inspira- ción propia en sus medios de ataque y defensa. Organizada en 18 LO la guardia urbana de infantería por alistamientos voluntarios de jóvenes, llamados entonces nobles ó decentes, surgió de improviso del pueblo una partida de caballería de campesinos, con instintos de cosacos y cualidades de mamelu- cos, pero con tendencias y formas nuevas, acaudillada por un oficial destinado á ilustrarse por hechos memorables [20 . Era éste el teniente Martín Güemes, natural de Salla, que había hecho sus primeras armas contra los ingleses cu las jornadas de la reconquista y de la defensa de Buenos Aires en 1801) y 181)7, y que á la sazón se constituía en van- guardia del primer ejército patrio que marchaba á invadir el Alto Perú. Al frente de su improvisada partida, ensanchó la (20) Hé aquí la noticia que sobre 1 1 >• mposiáón collas en la eslrecbura .1 más proporcionada. Ksle número se ha completado ''"ii '• cab 1 asamblea, los expalriados del Alto Perú que ba armado don go Pueyrredón, «-en los Blandengues^ Patricios, don Pedro Noailles, ■ don Vi sio ( ' i" \ el sub-tenienle de la com| Vndalucea 1 don Domingo »s expatriadoa poi • M. S. del Arcb. Gral. LEVANTAMIENTO DE SALTA. — CAPÍTULO VI. zona avanzada de vigilancia de la revolución hasta Tupiza, interceptó los caminos, hostilizó al enemigo, hizo penetrar sus espías hasta Potosí á retaguardia de sus posiciones y los aisló así en un círculo que les impedía tener noticias de los movimientos de los patriotas. Destacado luego en Tarija, con- currió oportunamente con un refuerzo de hombres y muni- ciones á la batalla de Suipacha en el mismo año de 1810, primera y última victoria de la revolución argentina en el Alto Perú. En 1811 pasó á Buenos Aires, conduciendo los prisioneros del Alto Perú, y fué agregado en clase de capitán, como comandante de milicias, al estado mayor general. Asis- tió hasta 1813 al segundo sitio de Montevideo, y estuvo au- sente de su provincia natal durante las campañas de Tucu- mán y Salta: pero en 1814 encontrábase de regreso en San- tiago del Estero, casi al mismo tiempo que el General San Martín se recibía del mando del Ejército del Norte y la insu rrección de Salta contra el invasor tomaba formas populares, con una organización militar apropiada á sus medios y fines, que él perfeccionaría más adelante, dándole mayor consis- tencia (21). Muy pronto le veremos hacer su aparición histó- rica. La insurrección salleña en presencia del invasor triun- fante, fué tan deliberada como valerosa. La población emi gró en masa por movimiento propio, refugiándose en los bos ques y las montañas los hombres de armas llevar resueltos á combatir por su cuenta. Los ranchos délos campos quedaron abandonadosy las ciudades casi gormas. En la capital de la provincia se sacaron hasta los badajos de las campanas para que el enemigo no pudiese ni aun celebrar sus triunfos con -l Doc. del Ai. h. Gral. de 1810, marcados en el índice deTrellescon I"- mi ros IA.WV1II \ -jj:;. p. lis. M. S. - Legajo del mismo : stado mayor, 1813. » Guerra. — Biografía de Güemes impresa en Lima. LEV WT \M [ENTO DE SALTA. - CAPÍTULO M ellas, permaneciendo en sna conventos tan sólo dos Frailee valetudinarios para administrar toa sacramentos á los enfer- mos y á los ancianos que do podían moverse. LTn testigo pre- sencial de alia autoridad, que da fe de este movimiento uná- nime 5 espontáneo, dice refiriéndose á él :— « Estas disposi* -> ciones del paisanaje prepararon esa resistencia heroica que .. la provincia de Salta sola, opuso á los ejércitos españoles. .. De entonces principia ese desenvolvimiento de fuerza que u hizo otros tantos soldados valientes de cuantos habitantes » tenía aquel suelo fecundo. Las partidas enemigas que sa- h lían de la ciudad se veían siempre aisladas, marchando » siempre por un desierto y entre bosques, en que cada árbol ocultaba un enemigo. Oficial español hubo que atravesaba » uno de ellos ala cabeza de su numerosa partida, con la pier- o na puesta sobre el pescuezo del caballo, silbando una contra- ■• danza, cuando una mano invisible, de lo más espeso del ■ bosque le disparó un tiro que lo dejó cadáver <'n el acto j » sobre el mismo sitio » (22). Hechos más determinados y característicos darán idea de la espontaneidad y vigor de este movimiento insurreccional. - Posesionada de Salla la vanguardia realista, destacó al frente de una partida de 30 hombres armados de tercerolas y sables, á un teniente llamado Ezenarro, natural del Cuzco, con el fin de ocupar el distrito de Chicoana, á 52 kilómetros al sur <\r la ciudad de Salta en el valle de Lerma, el cual como ameri- cano renegado, exageraba la crueldad contra los de su raza, exacciones exasperaron al paisanaje, predispuesto a la rebelión. En el primer domingo <\r su llegada, después de oír misa los del pueblo, dijo uno de «dios : — ¡ No hay más que alzarnos contra esa canalla! — ¿ V con qué armas? preguntó uno. Con las que les quitemos, repuso otro. I o pro- 22 Paz x¡ morías postumas, t. II. p. 171. 264 LEVANTAMIENTO DE SALTA. — CAPÍTULO VI. pietarío de la localidad llamado Luis Burela, se puso al frente de sus paisanos, sorprendió la guardia, desarmó á Ezenarro y su partida, y los remitió prisioneros á Tucumán. Armado con las armas del Rey, salió á campaña y se aproximó á los Ce- rrillos á 18 kilómetros de Salta. Los españoles desprendieron contra él una compañía de línea, la que atacada inmediata- mente por los insurrectos fué tomada en su mayor parte pri- sionera junto con su jefe y remitido como trofeo popular á Tucumán. — Otro propietario, llamado don Pedro Zabala, hombre de edad madura, imitando el ejemplo de Burela, for- mó en los mismos días otra partida con sus peones y algunos voluntarios, y se puso también en campaña entre San Agus- tín y los Cerrillos. Estas dos partidas iniciaron la resistencia v mantuvieron el terreno en que se alzaron inermes al frente del enemigo (23). Generalizado y sistemado el movimiento insurreccional, todas las voluntades de hombres, niños y mujeres concurrie- ron á la resistencia : el enemigo se sintió vencido por ella. El general español Yaldés, en una invasión posterior, al llegar con su tropa á la inmediación de un pobre rancho, y ver á un muchacho de cuatro años que montaba á caballo á la voz de su madre, y partía á todo escape para llevar á su padre la voz de alarma contra el invasor, exclamó : «¡A este pueblo no lo conquistaremos jamás ! » Y así fué, pues desde entonces Salla fué el invencible antemural delante del cual retrocedie- ron anonadados los más numerosos y aguerridos ejércitos realistas, rechazados por la sola fuerza de la opinión píiblica en acción. (•j:t Informe de los servicios del coronel don Luis Burela por don Mi- guel Otero (contemporáneo j testigo en un expediente sobre deuda con- solidada «Ir la Independencia (if. S. >lr la Contaduría General.) DESCRIPCIÓN DE SALÍ \. - C UM'ITLo VI. No se comprendería bien el carácter original de La insu- rrección popular de Salla ni el papel militar que desempeñó en la guerra ofensivo-defensiva que inició, sin el conoci- miento del teatro de sus operaciones, por lo cual se han; ne- cesario echar una ojeada sobre él. La provincia de Salta, de que entonces formaba paite in- tegrante la jurisdicción de Jujuy, está enclavada entre los pri- meros contrafuertes de los Andes que se desprenden del último nudo meridional que forman sus dos cadenas, dentro de las cuales está encerrado el Alto Perú, y ligan la región de la pampa del Plata á la región montañosa con que linda, par- ticipando su naturaleza y su fisonomía del triple carácter de las llanuras y las montañas y de la intermediaria zona tropi- cal á cuya inmediación se encuentra en el extremo norte (li- la República Argentina. Era por lo tanto la puerta y la barrera de las invasiones que descendían del Alto Perú, y su conservación ó su pérdida debía dar por resultado, «'» bien el rechazo de ellas ó bien entregarles la llave del i rrito- rio. Jujuy era la primera etapa de Las invasiones descen- diendo por la quebrada de Bumahuaca, j dominada ésta, los caminos que conducen á los valles y Llanuras subsiguientes les quedaban abiertos; pero esto no les dalia su dominio, y la ocupación misma de la ciudad de Salta tampoco resolvía este problema á menos de no ocupar militarmente lodo el pi contar con Las simpatías de ^u población. Lo que propiamente se llama provincia de Salla, es un macizo de serranías en que se suceden valles abiertos, plani- cies \ desfiladeros, con bosques 3 corrientes de agua que la hacen muy apropiada par;: uní guerra irregular defensivo- 2CG TEAT DE LA GUERRA. - CAPÍTULO VI. ofensiva, v fueron estas ventajas las que supieron aprovechar los partidarios adaptando su táctica elemental, al terreno en que operaban. Agregúese á esto, que los valles de Lerma y de Galchaquí, San Carlos y Guachipas, que se extienden al sud de Salta, constituyen su granero y el centro de sus recur- sos en hombres y ganados, de manera que, sin su posesión la conquista de su capital no da la de su territorio, ni habi- lita al invasor para proseguir sus marchas al interior del país. Por lo tan!o, sustraer esta parte del territorio del domi- nio de las armas realistas, importaba contener desde luego la invasión y privarla de los medios de adelantar sus operacio- nes. Esta era la misión encomendada álos partidarios, ó más bien, la que ellos mismos se habían impuesto por instinto patriótico. Los realistas, dueños de la ciudad de Jujuy á la salida de los desfiladeros del Alto Perú, y de la de Salta á la entrada su- superior del valle de Lerma por el norte, dominaban los dos caminos que desde ellos conducen á Tucumán por el este y adelantaban sus avanzadas hasta la salida de las quebradas que dan acceso á la llanura, que es la parte más árida y menos poblada. Por el contrario, la simple posesión de la ciu- dad de Salta á la cabeza del camino de los valles del sud, no les daba el de esta comarca, por cuanto allí el país se presta mejor á la defensa, con comunicaciones seguras con Tucu- in;iii por la quebrada de Guachipas, que contorneando por el sinl y por el este el macizo inaccesible de la sierra oriental, pone en contacto por retaguardia á la región montañosa con la llanura donde comienza la jurisdicción de Tucumán, ala sazón ocupada por el ejército patriota del norte. Por la que- brada de Guachipas corre el río del mismo nombre, que al descender al primer plano inclinado del llano, toma el de Pasaje (hoy Juramento), formando en este punto el límite natural entre las provincias de Salta y Tucumán. Así, para comunicarse una con otra por el camino carretero que faldea la LOS 8A I. rENOS. - CAPITULO VI. si<-!t;i. se hace necesario atravesar el Pasaje é internarse ed los desfiladeros que ocupaban los españoles, dueños de Salta j de Jujuy," mientras que, para efectuarlo por el de herradura de los valles llamado de las cuestas, por ir entre montañas) basta remontar ó descender la corriente del Guachipas que conduce ¡i los valles y á las inmediaciones de las planicies australes de Salta. La comarca que hemos descrito estaba poblada por « hom » bres extraordinarios, diestros, altivos é incansables, • se- gún los honrosos calificativos ciados por los mismos enemi- gos á quienes vencieron con su táctica original (24 . Laborio- sos, fuertes, ágiles y avezados á las fatigas de la intemperie con un instinto bélico que les sugería combinaciones auevas en el arte de la guerra elemental; individualmente valientes, que obraban aisladamente con inteligencia por inspiración propia, y con una coherencia que los hacia buscar el concur- so de la colectividad ; aptos para el manejo de las armas blan- cas y de fuego, alas cuales agregaban las indígenas del ga- rrote, el lazo y las bolas, que por su novedad producían el te- rror en las lilas enemigas 25); jinetes, que así atravesaban;! gran galope un bosque espinoso protegidos por guardamontes de cuero, como trepaban y descendían á toda carrera una cues- 24) Kl general español García Camba, que los vio pelear) Bupo mar Las raras cualidades de los gauchos de Salta para la guerra irregu- lar, dice hablando de elh s, qu ran homl > caballo, i diestros en todas las armas, individualmente valientes, hábiles para n dispersarse \ volver de nuevo al ataque, con una confianza, Bollu fría que admiraba á I"- militares europeos; tanto m netes que los l - mamelucos; capaces de mantener d pi bailo mi fuegí semejante al de unabuena infantería, con excelentes i disposiciones para la guerra de guerrillas j sorpresas, '/ Arma* Españ. en el Perú, i. I, p. 231 j 240.) — Torrente en su II. !•' Revol. Hisp, Aiic i. • los llama : ■ diestn ■ in< insables ei hostilidades, I. II, p>. 13, I i j :n i. (25) V. Torrente : obra i ¡t., t. II, p. 304, unba, cit. en la intei ¡or. ARTIDARIOS. -- CAPÍTULO VI. 268 GUERRA DE F f a empinada ; buenos tiradores trepados en los árboles ó mon- tados en sus caballos, que convertían en trincheras al echar pie á tierra y sostener un fuego nutrido como la mejor infan- tería, y sobre todo, con el conocimiento perfecto del terreno y de todos sus escondrijos, y un espíritu patriótico de resis- tencia, los gauchos de Salta reunían todas las cualidades ne- cesarias para sostener una guerra irregular de incursiones, escaramuzas y sorpresas y aun combates formales, como lo demostraron en el curso de esta campaña de ensayo nueva en su género, y de las que sucesivamente sostuvieron con honor y con éxito. En vista de esta descripción y con estos antecedentes se comprenderá, cómo, cubierta por las avanzadas del ejército de Tucumún la línea del Pasaje y situada su vanguardia des- tacada en la boca superior de la quebrada de Guachipas, las primeras proveían á la seguridad y vigilancia inmediata, mien- tras la otra, dueña del terreno, cubría el valle de Calchaquf que quedaba á su espalda, y con sus comunicaciones francas por el flanco y por la retaguardia, á la vez que libre su re- tirada, amagaba por su frente todo el valle de Lerma domina- do por la insurrección, podía extender sus correrías hasta la misma ciudad de Salla, y estrechar allí á los invasores pri- vándolos de recursos. Este plan de vigilancia y de hostilida- des irregulares, fué el que adoptó el General Belgrano, acon- sejado por la configuración del terreno y el instinto popular, cuando después de la derrota de Avohuma y consecuente in- vasión del ejército realista á Salla, se vio obligado á evacuar esta provincia. Al emprender la retirada al frente del enemi- go, confió el mando de su retaguardia al coronel Dorrego, quien la sustuvo con inteligencia militar y bizarría, haciendo pie firme en la línea de Guachipas y del Pasaje, y dominó los valles del sud á favor de la insurrección popular que los defendía con sus partidas volantes, desde las cuestas occiden- tales de la sierra hasta los suburbios de la misma ciudad de GUERRA DE PARTIDARIOS. - I APlTULO VI. Salta, ocupada por la vanguardia realista, que se apoyaba en sus reservas escalonadas enJujuy y la frontera del Alto Perú. El mando general de la línea avanzada, fué encomendado á Borrego, y el particular de Guachipas, al coronel Pedro José Saravia, uno de los promotores de la insurrección salteña, que servía de vínculo entre el ejército regular y la vanguar- dia irregular, cubriendo á ésta y apoyando á aquélla. El general San .Martín, al recibirse del mando del ejército del Norte, aprobó el plan de vigilancia y de hostilidades des- tacadas establecido por su antecesor (26), pero ruando pensó" en reconcentrar todas sus fuerzas regulares en [ucumán, su genio observador y penetrante le sugirióla idea de utilizar el • demento popular, dándole una organización adecuada, y des- envolver un género de guerra irregular más eficaz. Fué en- tonces cuando hizo al coronel Dorrego, jefe de la vanguardia, la consulta de que se lia hecho mención auto 27), sobre >i era de utilidad ó no para los efectos de las hostilidades esta- blecidas, la permanencia de la división de vanguardia regular sobre la línea de Guachipas y valles adyacentes, y si no po- dría dejarse á cargo de las milicias del país evitar que el ene- migo se proveyese en ellos de víveres y cabalgaduras, estre- chando al mismo tiempo la vigilancia y adelantar sus escur- siones. Dorrego, con la experiencia adquirida en esl clase de -nena y pulsando más de cerca las palpitaciones del mo- vimiento salteño, demostró, no sólo lo inútil, sino lo peligro -d de la posición de la vanguardia, por i uanto, bus hostilida- des eran ineficaces á causa de su poca tuerza y de sus movi- mientos metódicos, y que para serlo en su medida, debería (26) Correspondencia oGcial entre el General San MarÜu \ el jefe de la vanguardia de Guachipaa cor I Pedro José Saravia, en que I" dice i" i repetidas v s, que continúe en el desempeño de la comis qu » antecesor le dio y de los encargos que le hizo. lí. SS, • el parágrafo II di ''I"- 270 GUERRA DE PARTIDARIOS. - CAPÍTULO VI. situarse cnChicoana, casi sobre los suburbios de Salta, loque la exponía á ser cortada por una marcha forzada del enemi- go, que á la sazón se había provisto de cabalgaduras recogi- das en el Río del Valle sobre la frontera. En consecuencia aconsejó, de conformidad con el interrogatorio, un plan de hostilidades y de vigilancia sobre la línea del Pasaje y Gua- chipas, utilizando al efecto la decisión de los voluntarios, prácticos del terreno, que con la denominación de gauchos y partidarios asediaban constantemente á los realistas en sus posiciones. Así se hizo, y desde entonces, la zona de vigilan- cia entre los ejércitos beligerantes, fué encomendada ala in- surrección salteña, sistemada militarmente, dándole una or- ganización apropiada (28). Todo esto era una novedad, no sólo en la manera de diri- gir las campañas en América, sino en el Arte hasta entonces no escrito de la guerra irregular, que tiene el sentimiento na- cional por nervio, y sólo puede parangonarse por su esponta- neidad con la de la Vendée, y con la de partidarios de Espa- ña en la misma época, por su consistencia y persistencia. Lo que constituye su originalidad y le da un carácter sistemático y regular, en medio de un ingénito desorden popular es que, con un campo circunscripto á mantener y un objetivo lijo que atacar, tuvo una base, una zona y una línea de operaciones dentro del perímetro de los mencionados valles, con proyec- ciones metódicas y atrevidas fuera de su radio; con comuni- 28) La consulta de San Martín es de I." de enero, y el informe de Dorrego de 2 de febrero de 1814 : el oficio en que el primero da cuenta ;il gobierno de haber retirado en consecuencia la vanguardia regular, es de 10 de febrero del mismo año. Con fecha l.° de marzo aprueba <•! go- bierno la medida de reconcentrar el ejército y retirar la vanguardia, de- jando una a Linea de puestos bajo la dirección de oficíales prácticos en - e] país, que con Ims milicias y paisanajes voluntarios prive ¡il enemigo » de recursos, le dé avisos é intercepte sus comunicaciones. •■ (Doc. del A n li. < documentos M. SS. delArcbivo General (Guerra 1814)consta que basta él 18 de marzo, Dorrego conservaba el mando en jefe de la vanguardia en sus dos lineas. El 9 del mismo aparece por la primera vez Guemes como comandante de las avanzadas de la línea del Pasaje. Kl mando particular de Saravia en Guachipas consta de la correspondencia entre él y San .Martín, que va desde el 1.° de febrero basta el 2'S de abril de 1814. (M. SS.) COMBATE DEL s.vici; REDONDO. - CAP. VI. 278 y esparcidas por enlre Jos bosques, ahuyentaron y persi- guieron á los destacamentos volantes desprendidos de ella, has! a obligarlos á retrogradar. San Martin, al dar cuenta de este hecho, decía: « Los gauchos de Salla solos, están ha- » ciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible, que » lo han obligado á desprender una división con el solo ob- » jeto de extraer muías y ganado. » Eli gobierno, al reconocer « la prudente perspicacia de San .Martín, » que promovía estas hostilidades, le encargaba felicitar en su nombre é los « bizarros patriotas campesinos, » evitando por un cir- cunloquio, darles el glorioso nombre de Gauchos con que han pasado á la historia (32). — Pocos días después (24 de marzo), las descubiertas do Guachipas observaban que una compañía enemiga en número de 5G hombres al mando del eapiláu José Lucas Fajardo, se dirigía al paso de río del mis- mo nombre, que ellas ocupaban. El capitán José A.polinario Saravia, que asistía á su padre el coronel Saravia, y manda- ba las avanzadas, las concentró en número de oO hombres ar- mados de fusiles recortados, y un grupo de paisanos con chu- zas y garrotes, sobre el punto del Sauce Redondo, y rompió el fuego sobre ella. Arrolló su primera guerrilla j cargó so- bre su reserva, « á sable, garrote y chuza en mano, » según sus propias palabras, derrotándola completamente con muerte de 11 hombres, entre ellos el mismo capitán Fajardo y le tomó 27 prisioneros con sólo la pérdida de tres muertos \ un herido. El capitán Saravia justamente orgulloso con esta proeza decía en su parte : « Los tiranos quedarán asombra- » dos al ver que sido 30 hombres de fusil, ayudados de (32) Ofis. de San Martín de 23 de marzo j del Gobierno de 10 de abril, publicados en la Gacela Vini > rial de 10 de abril de 181 ¡. en la que le puso 'Mi el del pri ro patriotas campesino* en vez de gauchos, palabra malsonante enl :es 5 que después se convirtió en título de gloria en guerra. Los originales de los oüs. existen en el \i tuvo General. M s 274 GUERRA DE PARTIDARIOS. - CAPITULO VI. » inerme paisanaje, atropellando por sobre un fuego vivo, » hubiesen completamente derrotado una doble fuerza ; pero » si advierten que los hombres que los han atacado desean » ser libres de corazón, nada tendrán que extrañar (33). » Güemes por su lado, bandeó casi simultáneamente la línea del Pasaje y penetró á la sierra del Este de Salta. El 9 y el 18 de marzo, dos de sus partidas de gauchos sorprendieron dos destacamentos enemigos en las cercanías de la misma ciudad de Salta, matándoles 10 hombres y tomándoles 1G pri- sioneros con algún armamento (34). Este triunfo fué precur- sor de otro tan importante como el del Sauce Redondo. El 29 de marzo se adelantó Güemes con alguna gente de armas y un grupo de paisanos, hasta la cuesta de la Pedrera, y á su nie chocó con la primera guardia de observación, cuyos dis- persos llevaron la alarma á Salta. Castro en persona, al frente de un escuadrón de 80 hombres, salió á su encuentro á cinco kilómetros de la ciudad. Güemes procuró atraerlo á una em- boscada que le había preparado; pero viendo que no atacaba, le dio una carga á la brusca y lo derrotó y persiguió hasta el norte del río Arias, causándole una pérdida de 40 hombres entre muertos y prisioneros y tomóle parte de su armamento y caballadas (3o). Fué entonces nombrado Güemes coman- dante general de vanguardia y recibió el grado de teniente coronel de ejército por recomendación de San Martín. El Go- bierno, al expedirle sus despachos lo calificó de « benemé- (33) Of. de San Martín de 31 de marzo y parte del capitán Arias de 25 del mismo, publicados en La o Gaceta Ministerial » de ll de abril de 1*1 i. que persiste en sustituir el nombre (I'' campesinos j paisanos a I"- que San Martín llama gauchos, según '"¡isla del original. M. S. (34) of. de San Martín de -J:t de marzo de 1814 en la « Gac. Min. » de 11 de abril dé t*i í. »»|j. (i,. San Martín de I." de abril y parte de G&emes de 29 del mismo, en la « (lar. Min. » de abril de 1814. Güemes en mi parle dice, que el tnt-nii í_ro perdió treinta y lautos niuerlos j cuatro prisión, quedando en su poder 22 fusiles, 8 sables, cananas, muías y caballos. GUERRA DE PARTIDARIOS. I A I' II I LO \ I rito » y le dio « las gracias en nombre de La patria por sus » eficaces servicios en favor de la libertad ■ 36 . Estos golpes sucesivos y bien combinados y la aparición de un caudillo que daba á la resistencia popular la cohesión de un ejército, desmoralizaron á los realistas, que se reconcen- traron á la defensiva en la ciudad de Salta, á la que Güemea puso un verdadero sitio, sosteniendo en sus suburbios gue- rrillas diarias que les causaban pérdidas de consideración. Reforzados con nuevos contingentes de tropas de la reserva deJujuy, se resolvieron á organizar dos expediciones de 500 hombres cada una, con el objeto de proporcionarse los víve- res de que carecían y hacer un reconocimiento del país á su frente. La primera columna, compuesta de un batallón de in- fantería y un escuadrón ele cazadores á caballo, dirigida por el coronel Antonio .María Alvaro/, asistido del ingeniero del ejército invasor, Mendizábal, movióse en los primeros días de junio, y costeando la margen derecha d'd río de Salla, se in- ternó en el valle de Lerma. Al llegar al pueblo de Suinalao, encontróse con la vanguardia de Guachipas que la esperaba en actitud de combale. Desalojadas las avanzadas patriotas por La infantería española, se corrieron por sus flancos, j fi favor de los bosques y délas quiebras del terreno rompieron un vivo fuego sobre la columna, que no se interrumpió desde Suinalao hasta salir al Bañado, donde se vio obligada á retro- lar, por el camino abierto de Chicoana, en dirección á la quebrada de Escoipe, perseguida tenazmente por los partida- García Camba, que escribid sobre datos del Estado Mayor español, dice, que la pérdida fin'- mayor. Hé aqui sus palabras : Por este tiempo fué » atacada en I"- Campos de Salta una gruesa partida d< l escu idrón de i jtro, quedando en poder de I"- enemigos i-> nombres prisionei Mem. '/<■ lat armas Españ. en el Perú, t. I. p. M3. 36 iin. del General del Perú de 25 de abril j nota del Gobierno de marzo de 1814. M. 88. del Aroh. d 276 GUERRA HE PARTIDARIOS. — CAPÍTULO VI. rios de los valles, hasta la misma ciudad, con pérdida de muertos y heridos y hasta de los pocos víveres que pudo re- coger en su tránsito (37). La otra columna, igualmente com- puesta de infantería y caballería, se encaminó al Este en di- rección al Pasaje, y avanzó hasta Cobos á la salida de la sierra, donde se encontró con Güemes en persona al frente de las avanzadas del Pasaje reunidas. Mandaba esta expedición el coronel Guillermo Marquiégui, salteño como Castro y que como él gozaba de alto concepto en el ejército español así por sus aptitudes militares como por su perfecto conocimiento del terreno y opinión que tenía en el país (38). Su propósito era llegar hasta el Pasaje y echar á los partidarios al sud del río, pero encontró tan enérgica resistencia y fueron tan acti- vas las hostilidades que experimentó, á punto de no permi- tirle dar descanso á su tropa, que desde Cobos hubo de desis- tir de su empresa y ponerse en retirada (39). Güemes volvió muy luego á restablecer el sitio volante de Salla y empeñar nuevos combales ensanchando el círculo de sus correrías hacia el norte. En esta ocasión tuvo lugar una acción señalada digna de consignarse. Tres bomberos desprendidos en esa dirección, llamados : Vicente Maravilla, Ignacio Cardoso y Cosme Ro- mano, enconlráronse con una partida enemiga de lij hombres bien armados que recorrían el campo, á la que la cargaron sin trepidar, poniéndola en fuga, con muerte de dos de ellos y toma de tres prisioneros (40). Empeñado el general Pezuela en llevar adelante su con- (37) García Camba : « Memoria » cit., i. I. p. 115. — Doc. del Arch. de Guerra, M. S. 1814. V< ise Gac< la de l i de junio de 181 i en que se extractan los parles de Gñemes. Este decía : ■ No han logí ido llevar nada, porque una carga de trigo que conducían se la quitaron. » i Marquiégui era natural de la ciudad de Jujuy, enl ;es parte in- tegrante de La provincia de Salta . \ éase Gaceta de B. A. de 1 1 de junio de 181 í. 1 VéaseGa i ta de B. A. de 13 de julio de 181 '. . TRIUNFO l>K LOS P \ RT1 DARÍOS. CA !'. VI, fus»» plan de invasión á Tucumán, habíase trasladado á Jujuj . haciendo avanzar sus reservas escalonadas en la frontera del Alto Perú. í'on el objeto de obtener noticias de la situación de los insurgentes, do que estaba completamente á oscuras, dispuso que el coronel Marquiégui, ron una división de ion infantes y 1'iO de á caballo, contornease por el Norte y el Este las fronteras de Tucumán y de Santiago «.'I Estero, saliendo á retaguardia de las posiciones avanzadas de los patriólas en la línea dcd Pasaje. Esta expedición sugerida por el mismo Marquiégui, quien la desempeñó hábilmente, di mejores re- sultados que las anteriores. Marchando por el territorio de- sierto del Chaco, cruzó pos entre las serranías de Aula v del Alumbre, sorprendió los fortines de Santa Bárbara, Rio del Valle y Pitos (1G al 21 de junio), y por los prisioneros que tomó en ellos adquirió la certeza de que el ejército de s;m .Martín sólo se componía de 3,000 hombres bisónos; que la vanguardia que les había impuesto, tomándola por un ejér- cito de operaciones combinadas, eran unas partidas sueltas de gauchos que vagaban de su cuenta por los campos. Pero y,i era tarde para aprovecharse de estos conocimientos, pues al mismo tiempo caía rendida la plaza de Montevideo, que era el motivo y el objeto de la campaña í-l . Al tenerse noti- cia de este movimiento en el cuartel general de Tucumán, Güemes fué reforzado con 100 infantes y LOO granaderos á caballo; pero el diligente Marquiégui se puso oportunamente en retirada después de recorrer un trayecto de •">-<> kilóme- tros describiendo un semi-círculo, pero consiguióse impe- (44) Foja de servicios de Marquiégui de l.° de enero de i^-':- M. S Torrente : • Hist. de la Rev. Hisp. Amer. t. II. ps. li j 15. G Camba : ■■ Mera orí is, ■ etc., t. I. ps. 113 3 1 1 i. I stoa dos hisl iñoles son confu q ita parte, por falta de conocimientos preci- : rorrente es el que con mds detalles 1 i la rerdad, que la foja de servil ios de M irquiégui, pone eu claro. 278 PLAN DE PEZL'ELA. - CAPÍTULO VI. dirle que recogiera caballada y ganado vacuno, que era otro de los objetos de la expedición (42). Esta fué la última tentativa en el sentido de la invasión. La campaña estaba decidida por la actitud valerosa de la in- surrección salteña, que babía dado cuenta de la caballería realista ; por la habilidad de San Martín que había paralizado con sus maniobras y estratagemas los movimientos del ene- migo, y principalmente por los sucesos que frustraban los planes del General Pezuela. La armada española del Río de la Plata había sido batida por la escuadrilla patriota á órdenes del comodoro Brown, el 16 de mayo ; la plaza de Montevideo habíase rendido al ejército sitiador mandado por el General Alvear, con 5,340 hombres y 391 cañones ; cuatro mil solda- dos se disponían en Buenos Aires para reforzar el Ejército auxiliar del Perú, que con igual número lo esperaba en posi- ciones elegidas. Los 3,000 hombres del ejército invasor, como lo había previsto San Martín, no tenían fuerza para llegar hasta Tucumán, y mucho menos para conquistar el país. La retirada al Alto Peni se imponía, y así lo comprendió el mismo Pezuela, ordenándola. Para darse cuenta de cómo sucedió esto, se hace necesario explicar las operaciones del ejército de Pezuela, ligándolas con las maniobras y aconteci- mientos concurrentes que en definitiva la determinaron. YII Queda explicado cómo el General Pezuela, vencedor en Vilcapugio y Ayolmma, había invadido el territorio argentino en persecución de los patriotas derrotados, después de esta- (42 Ofs. del Genera] del Perú de 25 de junio y 6 de julio de 1814 {M. SS. del Arch. de Guerra.) OPERACIONES DE LOS RE V LIST 18. CAP. VI. blcci-r su cuartel general en Tupiza, sobre la línea de fronte- ra, haciendo adelantar su retaguardia al mando del general Ramírez, y escalonando sus reservas á fin de dar apoyo á la invasión, á la vez que sujetar á las poblaciones del Alto Perú dispuestas á sublevarse, como en efecto se sublevaron distra- yendo sus fuer/as. El ejercito español constaba, como se lia dicho, de 1,500 á 3,000 hombres, que á consecuencia de la deserción quedó reducido á 4,000,, de los rúalos 3 batallones y 't escuadrones con 8 piezas de artillería (como 2,000 hom- bres] en Jujuy, haciendo adelantar su caballería hasta Salta, al mando del comandante Castro. El plan dd general iva- lista, según consta del testimonio de los historiadores espa- ñoles, era vago, y consistía ep avanzar hasta Tucumán, ocu- par así toda la frontera norte del país argentino, haciendo una fuerte diversión en favor de la plaza de Montevideo sitiada, y combinar operaciones con su ejército si era posible á fin de dominar el litoral del Plata y sus afluentes (43). En estas cir- cunstancias ocurrió el levantamiento del coronel Arenales á su espalda, de que se ha dado cuenta antes (44 , á la vez que -ii segundo el general Ramírez, le comunicaba, que los in- surgentes, en número de 4,000 hombres montados, con 6 piezas de artillería, avanzaban sobre él en dos divisiones por los caminos del Pasaje y Guachipas, y que carecía de sufi- ciente fuerza y municiones para hacerles frente. Era una estratagema de San .Martín, que como el General de Maquia- velo, tenía la fuerza del león y la astucia del zorro, quien por medio de sus agentes secretos en Salta, esparcía esta noticia, haciéndose interceptar un chasque, en cuyas maletas, intencionalmente abandonadas, encontraba el enemigo las comunicaciones supuestas que I" engañaban mientras él per- mba \ Torrente antes citados. Véase cap, V : U Alto Perú. » 280 OPERACIONES DE LOS REALISTAS. — CAP. VI. mánecía organizando su ejército en Tucumán. Coincidió esto con el triunfo de Güemes sobre Castro y el sitio que subsi- guientemente puso aquél á Salta, lo que persuadió á los rea- listas de que tenían encima un ejército en movimiento por su frente. En consecuencia. Pezuela alarmado, se apresuró á reforzar á Ramírez, elevando su fuerza basta el número de 3.200 hombres, con 12 piezas de artillería ; el cual á su vez se limitó á reforzar su vanguardia situada en la ciudad de Salta. De este modo se contuvo la reunión de las fuerzas de Ramírez y Castro, y los realistas perdieron á la vez que la ocasión más propicia, toda la estación del otoño, que era la más favo- rable para su invasión. Esto decidía la campaña. Fué enton- ces cuando se organizaron las dos expediciones sobre el valle de Lerma con el objeto de hacer un reconocimiento general del terreno y adquirir noticias ciertas de la situación y ope- raciones délos insurgentes. Empeñado siempre en su propósito de invasión hasta Tu- cumán y de hacer por lo menos una diversión poderosa en favor de Montevideo, Pezuela trasladó su cuartel general á Jujuy á mediados de mayo, y ordenó la reconcentración de todo su ejército en Salta, disponiendo á la vez que Marquié- gui emprendiese la expedición, rodeando la frontera del Chaco, que ha sido relatada ya, como preliminarde su movimiento de ;i \;incc hacia el sud. Por esta vía llegó á su noticia la raída de Montevideo, y aunque escarmentado por las voces falsas con que el general patriota los alarmaba, al principio lo juzgó un ardid de guerra á fin de detenerlo en su marcha, hubo de cerciorarse de la triste verdad, y se dirigió al Virey del Perú pidiendo órdenes para retirarse. Antes de recibir la au- torización, vióse forzado á emprenderla por el estado alar- mante del Alto Peni á su retaguardia. Los progresos de Are- aales y Warnes en Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra. la decisiva victoria del primero en la Florida, su avance sobre el Valle Grande amagando Chuquisaca, que había puesto en i: I. I I fí A 1 > A DE LOS i; EALISTAS. - CAP. vi . conmoción hasta lo valles andinos sodre la frontera argentina, y como lo dice un historiador español « el aumento y mayor o aliento de las partidas de gauchos . lo decidieron á em- prender su movimiento retrógrado, y á fines de julio, antes de cumplirse los sietemeses de iniciada la invasión, el territo- rio argentino estaba completamente evacuado de tropa ene- migas, y todo estaba dominado por las armas vencedoras de la revolución (45). El general español recibió la autorización para retirarse hallándose ya en el territorio del Alto Perú. El virey, en contestación á su consulta decíale que •< podía disponer el » replegué desde Jujuy á Cotagaita, y aun más adelante si • era menester, escogiendo los [tarajes más defensibles del » camino, disputando palmo á palmo el terreno hasta el Desa- guadero, término del vireinato del Peni y del Río de la Pla- » la 16 .Esto mostraba que los realistas se consideraban in- seguros hasta en su propio terreno, y se ponían á La defensiva. Los sucesos probaron que estos temores no eran vanos. Al mismo tiempo que el ejército invasor á Salla retrocedía que- brantado, estallaba una formidable insurrección en el Cuzco, que interceptaba la línea del Desaguadero y convulsionaba el norte del Alto Perú, y en sus mismas filas empezó á cundir el espíritu de revuelta. Tal era la vitalidad de la revolución sud-americana. El General Ramírez, el mismo que había ini- ciado la invasión á Salta y cubierto su retirada, pintaba la situación con estos sombríos colores : — « Adelantaban » mientras tanto los de Buenos Aires Buvanguardia contra nuestro frente, y los nuevos insurgentes por la espalda, 'Ui la espada en una mano J la tea encendida en la otra. i . Véase García Camba, ofi. cit., t. I, ps. US j U6, j Torrente, ofl. cit., i. II, |>. 15. Relación del Gobierno del marqués de la Concordia, apud García Camba, t. I, p. 1 17. 282 SUBLEVACIÓN DEL CUZCO. - CAPÍTULO VI. » abrasaban y destruían cuanto se les ponía por delante. Se » hacía cada día más urgente decidirse á tomar un partido : » 6 evacuar las provincias recobradas á costa de mucha san- » gre y sacrificios, retirándose enmasa con sus guarniciones » á las márgenes del Desaguadero, que era lo más pru- » dente, para conservar la comunicación con la capital » (Lima), y contener la insurrección, esperando algo del » tiempo : 6, lo más arriesgado, que era tomar una posición » ventajosa, que siendo capaz de sostenerse con menos fuer- » zas. qos dejase en estado de disponer de algunas otras » fuerzas para atender á las provincias interiores » (47). Este es el plan que prevaleció en los consejos militares del estado mayor realista, y el general Ramírez fué encargado de po- nerlo en ejecución marchando á sofocar la revolución del Cuzco con una parte del ejército que acababa de evacuar el territorio argentino. Los argentinos, por su parte, se prepa- raban á invadir de nuevo el Alto Perú, al mismo tiempo que el activo virey del Perú hacía invadir á Chile para sofocar su revolución. Los sucesos que siguieron no corresponden á esta parte de nuestra historia y á su tiempo serán tomados en cuenta. mu Antes que los sucesos cronológicamente reseñados en este . . . capítulo tuviesen su completo desenvolvimiento, el general del norte había desaparecido del teatro de la guerra, envuelto en un misterio, que proyecta su sombra sobre esta fase de una vida tan llena de secretos recónditos. Al abandonar por (47) « Diario de La Expedición del marisca] don Juna Ramírez sobre las provincias interiores. » Imp. en Lima en 1815, p. s. EL SECRETO DE SAN MARTÍN. - CAPÍTULO VI. siempre este escenario, llevaba la visión clara del gran plan de campaña continental que germinaba en su cabeza desde que retornó á la tierra natal para ponerse al Bervicio de la revolución de su patria y déla América. Con su genio con- creto y su espíritu de cálculo, dióse cuenta de las causas de las victorias y de las denotas de los ejércitos patriotas \ pea- listas en el campo en que hasta entonces se había circuns- cripto la guerra del norte y descubrió por la observación una \r\ experimental del choque de las fuerzas vivas de la mili- cia desenvueltas por la revolución. Como lo dice un tus entra- » ban en el territorio de las provincias argentinas. > 18) Al medir las distancias, estimar los obstáculos, determinar \>^ objetivos Cíñales y probar el temple de los instrumentos de combate, había comprendido que no era ese el camino estra- tégico de la revolución sud-americana. y que la luchase pro- longaría estéril é indefinidamente, si es que no terminaba por un desastre irremediable, mientras sus condiciones y ba- ses no se variasen. Su idea era llevar la guerra por el oeste, trasmontando los Andes y ocupará Chile: dominar el mar Pacífico, y atacar el Bajo Perú por el flanco, admitiendo sim- plemente como complementarias y concurrentes en segundo orden las operaciones militares por Las fronteras del mulé. Este plan tan racional v eorrecto, que se Impuso á !<>s con- temporáneos por el éxito en medio de los resplandores de la victoria, v se impone ala posteridad como una fórmula mate- mática, era, no sólo el más simple, no obstante bu complíca- la \i ni i : Hist. - oeral de la Independa de Chile, ■ t. III, ps. 86 v 87. 284 PRIMER PLAN CONTINENTAL. — CAP. VI. ción, sino también el único posible, y sin embargo, habría pa- recido entonces una locura, cuando la locura estaba en la ca- beza de los que se empeñaban en ir á Lima, por un camino imposible, con medios insuficientes, en busca de aventuras militares ó revolucionarias, sin prever las contingencias de la victoria ó la derrota. Por eso, él guardó su idea como -y?' se- creto, según él mismo le llamaba en sus confidencias íntimas de esa época, esperando para proclamarla tener en sus ma- nos los rayos que debían fulminar al poder español en Amé- rica . El primitivo plan de propaganda militar de la revolución argentina, inspirado más por el instinto que por la reflexión, de extender la insurrección por todo el continente americano atravesando por tierra su centro de sur á norte, en el espacio de cuarenta grados geográficos desde la zona templada al trópico, pudo darle en un principio los resultados inmediatos que se buscaban, ó por lo menos el dominio de las provincias del Alto Perú. Rechazados sus ejércitos en su primera ten- tativa en 1810 sobre la línea del Desaguadero, y por segun- da vez en 1813 y 1814, — como debían serlo por la última vez en el próximo año de 181o, — estos hechos, constantemente repetidos, revelaban una ley que presidía al choque de las fuer- zas en acción en sus dos puntos de contacto. Pero si por acaso tal plan pudo dar un resultado contingente, cuando esas fuerzas se chocaron por la primera, segunda, tercera y cuarta vez, si las armas de la revolución hubiesen conservado su potencia inicial, era militar y humanamente imposible cuan- do, quebrado el nervio de sus ejércitos, tenían que medirse con ejércitos superiores que se habían adueñado del país que se trataba de conquistar, en el que habían echado raíces y te- nían á sus espaldas todos los recursos de la América meridio- nal de que Lima era el centro irradiante y el mar Pacífico el vehículo. Aun dadas las condiciones más favorables, y sin las derrotas que habían obstado fatalmente al logro de ese gran- PRIMER PLAN CONTINENTAL. CAP. VI. dioso propósito, pretender renovar la famosa marcha de Ale- jandro al través del Asia, con un ejército inconsistente y rela- tivamente débil, lanzado en el espacio sin una liase de ope- raciones, sin objetivo claro, sin línea de comunicaciones te- rrestres segura, y sin posibles comunicaciones marítimas en lo futuro, y esto al través de diversas /.onas en un trayecto de cuatro mil setecientos kilómetros, por un país montañoso que no tiene sino caminos de herradura, era una empresa supe- rior á los medios materiales y á la fuerza humana de que en- tonces podía disponer la revolución argentina. Aun realizada felizmente tan aventurada campaña, recorro udo en triunfo su largo trayecto desde Buenos Aires hasta Lima, se encon- traría al fin en situación más difícil que en su punto de par- tida; con el mar Pacífico dominado por las escuadras espa- ñolas, con su base lejana de operaciones desguarnecida: con Chile armado en su contra sobre su flanco y á su retaguardia, y á su frente todo el poder del rey en la América meridional desde Chiloe hasta Méjico; pues á la sazón ( I S 1 V) todas las insurrecciones contra el rey habían sido sojuzgadas ó ¡han á serlo, — incluso la de Colombia y Chile, — de manera que sólo mantenían la lucha por la independencia las Provincias del Río de la Piala, que no contaban ni debían contar con más fuerza que la suya propia. No obstante que La opinión de una gran parte de las poblaciones de raza mezclada en su lar- go itinerario, fuese simpática á la cau-a auna ¡cana, los hecho-, habían demostrado, — y lo demostrarían hasta la terminación de la guerra de la Independencia, — que las insurrecciones populares del Alto y Bajo Perú, que tenían principalmente ppr núcl d elemento indígena, tan heroicas como fueron, «Tan inorgánicas y política y militarmente inconsistentes, 5 do podían por lo tanto, ni dar base sólida ni ali atar una gue- rra de conquista, d >upación j de redención, ni alianzas efi- cientes. Por ultimo, establecidos l"-> ejércitos españoles en el Alto 3 Bajo Perú, bien organizados 3 bien mandados poi 286 EL SECRETO DE SAN MARTÍN. - CAPÍTULO VI. nerales entendidos, y con el apoyo de un fuerte partido ame- ricano-realista que sostenía con entusiasmo la causa del rey en su tierra natal, eran de esperarse resistencias militares y aun de parte de las poblaciones en el trascurso de una prolon- gada campaña, en que al fin una batalla podía y debía proba- blemente perderse, y entonces todo se perdía hasta la « espe- ranza » que según Alejandro era lo úuico que llevaba al ini- ciar su campaña asiática, pero que cuidó llevar embarcada en la flota que acompañó todas sus operaciones, flota de que la revolución carecía. Todo esto, que San Martín tenía en germen en su cabeza desde que empezó á darse cuenta racional del modo cómo se conducíala guerra, lo vio claramente en Tucumán al estudiar el teatro de ella en el norte, y buscar la solución del arduo y complicado problema de una campaña de emancipación ame- ricana por los diversos caminos que podían abrírsele, campa- ña que él consideraba condición necesaria para salvar la re- volución argentina y asegurar el triunfo de la independencia continental. Tres meses después de posesionado del mando del Ejér- cito auxiliar del Perú (22 de abril), escribía sigilosamente á un amigo íntimo : « INo se felicite con anticipación de lo - -que yo pueda hacer en ésta: no haré nada, y nada me » gusta aquí. La patria no hará camino por este lado del norte » que no sea una guerra defensiva, y nada más; para esto bastan los valientes gauchos de Salta con dos escuadrones o de buenos veteranos. Pensar ote* cosa es empeñarse en » echar al pozo de Ayrón hombres y dinero. Ya le he dicho á V. mi secreto. Un ejército pequeño y bien disciplinado en . Mendoza para pasar ;í Chile y acabar allí con los godos, apo- ando un gobierno de amigos sólidos para concluir también » con la auarquía que reina. Aliando las fuerzas pasaremos >, por el mar á tomar á Lima : ése es el camino y no éste. Con- » vénzase, hasta que no estemos sobre Lima la guerra no SAN MARTÍN Y ALVEAR . - CAPÍTULO VI » acabará» (49). Esta concepción concreta, que «mi I si \ era un secreto, y habría acreditado á su autor de loco á haberse di- fundido, es lo que lia asignado á San Martín su puesto en la historia del mundo, 7 que en definitiva cambiólos lestinos de la revolución de la América del Sud. IX Con los planes que llenaban su cabeza, tan opuestos á >us deberes oficiales, era natural fuese ingrato á San Martín, el mando del Ejército del Norte, que consideraba organizado sobre mala base, y en el cual no tenía plena confianza. Ade- más, su émulo el General Alvear, preponderante por su in- fluencia en el gobierno, con ideas diametralmente o] stas .1 las suyas, aspiraba á conquistar los laureles de la campa ña del Perú, después de ceñirse los de la rendición de Montea i- deo, lo que le hacía considerar su posición como precaria \ prever que sería reemplazado por él, como en electo se pen- saba. Alvear, con las ideas teóricas que tenía sobre el mo- derno arle militar, aunque muy superficiales; ron su carácter emprendedor y sus chispazos di' inteligencia, que á veces imitaban los relámpagos del genio intermitente, habría roto sin do. la con la vieja rutina que realistas y patriotas habían practicado en aquel teatro de la guerra antes de San Martín, v lanzado las operaciones por otros caminos, a mu ros, por lo menos más brillantes \ glorios >s. I as perspecti- vas halagaban su juvenil ambición de gloria y de poder, j id i'i <; ,:i , ,! San Martín á don Nicolás Rodríf ' -' de abril .Ir isii. publicada por la primera vea poi el Dr. Vicente I. Lope ■ I... Revolución Argentina, » t. 1 288 ENFERMEDAD DE SAN MARTÍN. - CAP. VI. general del norte, con más largos alcances y más grandes objetivos, estaba dispuesto á cederle su puesto militar, como le había cedido el político y eclipsarse por el momento para reaparecer en el escenario que buscaba, y que él mismo seña- laba en términos velados, con aspiraciones al parecer modes- tas (50). Como se ha dicho presintiendo la verdad, aun sin conocer estas revelaciones postumas, al solicitar como un descanso el gobierno de la oscura Mendoza, engañaba á los enemigos de la América y á los propios amigos, imitando con la misma previsión la láctica de Guillermo el Taciturno, con el cual tenía alguna analogía (SI). Todo estos motivos, que bastarían por sí solos para expli- car su separación de una escena en que no quería ni se con- sideraba ser actor, coincidieron con una causa real que le obligó á resignar su mando. Al finalizar el mes de abril, pre- cisamente tres días después de escribir la histórica carta en que revelaba su gran secreto 23 de abril), fué atacado de una afección interna al pecho y tuvo un vómito de sangre. Los contemporáneos, que desde entonces explicaban todos sus actos por su carácter enigmático y taciturno con tendencias á lo incógnito, atribuyéndole una doblez complicada, que real- mente acompañaba todos su secretos designios, han acredi- tado la tradición, de que esta dolencia fué un mero pretexto para cubrir su retirada, y graves historiadores han sido in- (50) En la carta de 22 de abril de 1814. citada en la nota 49 de este cap., decía anticipándose ;i Los sucesos y señalando el objetivo : « Estoy d bastante enfermo y quebrantado, más bien me retiraré á un rincón y » me dedicaré a enseñar reclutas para que los aproveche el Gobierno en d cualquiera otra parte. Lo que yo quisiera que Vds. me dieran cuando » me restablezca, es el Gobierno de Cuyo. Allí podría organizarse una pequeña fuerza de caballería para reforzar a Balcarce en Chile, cosa » que juzgo de gran necesidad si hemos de hacer algo de provecho, y le d confieso que me gustaría ir allá mandando un cuerpo. » i v. Vicuña Mackenna, en ■ Relaciones históricas» el cap. «El Ge- neral San Martín antes de Maipo, • 2.ri parte. EL GENERAL CRUZ. CAPÍTULO VI. (lucillos eo error por ella (52). Su enfermedad, perfectamente caracterizada por la ciencia médica una bematemesis . era verdadera, aunque no orgánica, y le acompañó siempre, complicada con otras afecciones dolorosas que pusieron \ arias veces en peligro su vida 53 . Su constitución vigorosa traba- jada por antiguas dolencias empezaba á debilitarse por el exceso con que se contraía al trabajo y la pasión intensa que 52) Entre ellos Barros Arana : « IIi~i de la Indep. de Chile, •< i. III. p. 8É'' : - Por entonces se dudaba de la certeza a de la enfermedad; pero luego fué de evidencia que ella era un mero i pretexto para separarse de un mando en que creía do deber continuar. >• La razón era el convencimiento que adquirió de que la facción que se n entronizaba en Buenos Aires qo le era favorable y que le escasearía l<>s recursos con que había de sostener el ejército, mientras venía á su- plantarlo, cuando fuese tiempo de obrar ofensivamenti , >'l joven Gene- » ral don Carlos M. Alvear, » t. I, p. 182. (53) Según el citado oficio del General Cruz de 27 de abril de 1814, todos los facultativos que lo asistieron en esa ocasión, declararon que « se hallaba atacado de una afección interna al pecho » : ano de ellos fué el médico inglés Guillermo Colisverry, que lo asistió de un tercer acceso de gastrorragia, que padeció en Mendoza en 1818, habiendo teni- do otro en Santiago de Chile en el año anterior de 1817, en que ''1 ciru- jano mayor del ejército, que I" era el Dr. Isidro Zapata, declaró lo mismo que Colisverry, que el General apenas podría vivir seis meses, 3i no daba tregua á sus tareas, cuyo certificado existe original en el Archivo gene- ral, comunicado por don Tomás Guido, como se explicará á su tiempo. Esta enfermedad, complicada con un reumatismo crónico, >con la dispepsia y la dipsnea y alteró profundamente su sistema uervioso, índole grandes dolores, lo que le hizo adoptar como alivio el trata- miento del opio, cuyo abuso aumentó '•! mal. — El decreto del Gobierno de 7 de mayo de 181 i, nombrándole sucesor dice ¡ El General del Ejér- » cito Auxiliar del Perú ha caído por desgracia mortalmente enfenr M. SS. del Archivo general en la sección Querrá 1814, doi .- 1817-1818. En carta confidencial del Director Posadas de julio de 181 i. le decía, más de dos meses después de aceptada su renun- cia : i Aunque V. me dice que sigue aliviado, todos los amigos me » guran que •■-' I V. malísimamenle en ese desierto sierra de i .. que bu enfermedad es larga j la cura larga y prolija. I Martín, Vol. III, iiiin. 3. T'Hii. i. 290 EL GENERAL CRUZ. — CAPÍTULO VI. ponía en él. Esto le obligo á delegar sus funciones activas en su segundo el general don Francisco Fernández de la Cruz, yá elevar su renuncia oi , retirándose á la hacienda de Las Ramadas, á treinta y seis kilómetros de Tucumán, donde experimentó un segundo acceso, pasando luego á la sierra de Córdoba en busca de una temperatura seca más propicia, según el consejo de los facultativos. El General Cruz era hombre de un carácter recto y de un juicio sólido, militar de buena escuela con conocimientos científicos y talentos de organizador, pero sin iniciativa en el mando en jefe, que pre- fería formar en segunda lila, así es que recibió el cargo como una herencia sin beneficio de inventario. Su primer conato fué ocultar la desaparición de este gran actor de la escena de la guerra del norte, porque valiéndonos de sus mismas pala- bras : « el relevante concepto que tenía en el ejército, en » todos los pueblos y aun entre los enemigos, infundido hasta » las últimas clases, y la consternación y desconsuelo gene- » ral que produciría la noticia de su separación, lo impul- » saban á reservarla, sin hacer innovación para mantener » la esperanza que todos tenían en su reasunción del man- » do » (55). Pocos días después (29 de mayo) San Martín le escribía que se hallaba á la entrada de la travesía de Cór- doba, y Cruz era dado á reconocer como general en jefe inte- rino. Aquí termina el mando del general San Martín en la guerra del norte, al mismo tiempo que la segunda invasión española al territorio argentino era triunfalmente rechazada (.¡i) Bé aquí el tenor de la renuncia. — « Excmo. Señor — Todos los » facultativos del ejército se han reunido ayer para tratar sobre el estado » de mi salud, y todos unánimemente han sido de parecer de mi pronta » salida para la Sierra de Córdoba, por lo que le ruego á V. E. se digne » concederme licencia para recuperar mi atrasada salud. — Tucumán, <> abrí] 27 de 1814. — Josó de San Martín. » <»l¡. del Genera] Cruz de 8 de junio de 1814. (lí. S. del Arch. de Guerra.) EL CRIOLLO AMERICANO. - CAPÍTULO VI. sin combatir, por efecto de sus trabajos y hábiles manio- bras. En Córdoba se retiró á una estanzuela á veinte kilómetros de la ciudad, y allí, condenado á la inacción, alimentaba su pasión reconcentrada discurriendo sobre la debilidad ral de la revolución y los medios de darle nuevo temple. Un día, insistiendo sobreesté tema, en circunstancias que se hallaba rodeado de visitas, exclamó con vehemencia : - ; Esta » revolución no parece de hombres sino de carneros! Para demostrar su proposición refirió, que en ese mismo día había venido uno de los peones de la hacienda á quejársele, de que el mayordomo, que era un español. Ir había dado de golpes por fallas cometidas en el servicio, y prorrumpió : — « ¿Que les parece á ustedes? después de tres años de revolu- ción, un maturrango se atreve á levantar la mano contra un americano! »> — y repitió con acento vibrante : — « ¡ Esta es revolución de carneros! » — La contestación dada ;í la queja del peón, había sido en el mismo sentido, así es que, los demás, autorizados por ella, cuando el mayordomo pretendió repetir lo mismo con otro peón, éste le dio una cuchillada, que el general aplaudió como acto de energía criolla 56 Este rasgo es característico del temperamento revolucionario del criollo americano rebelado contra el predominio político y social de la España y de los españoles sobre la Amóri sobre los americanos, que quería convertir á los carneros en leones, y les daba por resorte esas explosiones de ira de los esclavos emancipados que se convierten en fuerza, y que él incubaba en su alma, asi cuando contrarrestaba loa excesos realistas en la guerra diciendo que « la moderación se tradu- » ciría por miedo al azote de los ant i- nos amos, \ mandaba .., El Genera] Paz, uno de loa testigos presenciales de esta escena Leristica, la relata en sus Memorias, t. I, p. : 292 SAN .MARTÍN EN CUYO. — CAPÍTULO VI. ejecutar al coronel Landivar para hacer respetar el derecho de gentes en los insurgentes, como cuando, exaltando el sen- timiento individual de la dignidad criolla, daba al peón el consejo de rebelarse contra uno de ellos. Este era el síntoma precursor de ese movimiento nuevo que él iba á imprimir á la revolución armada, al pasar de la defensiva á la ofensiva. El gran teatro provisto y buscado por él, en que desarrollaría colectivamente esta nueva fuerza, iba á abrírsele. El 10 de agosto de 1814, el ex-general del norte era nom- brado Gobernador Intendente de Cuyo « á solicitud suya, » decía el despacho, con el doble objeto de continuar los dis- » tinguidos servicios que tiene hechos al país, y el de lograr » la reparación de su quebrantada salud en aquella deliciosa » temperatura » (57). El Director supremo le escribía á la vez confidencialmente : « Lo hago á V. descansando en su ínsula » en que habrá alcanzado á comer uvas frescas » (58). El descanso, érala primera etapa de una gran campaña conti- nental desde la zona templada hasta el ecuador, al través de llanos, montañas, valles y mares, sin un solo día de tregua en siete años consecutivos ; y las uvas frescas se convertirían en los siempre frescos laureles de Chacabuco y Maipú que brotarían de entre las viñas de Cuyo. — Desde entonces sólo vivió para su idea. — En Mendoza estaba en el punto mate- mático previsto para la realización de su planes : en el suelo donde haría brotar los recursos y las legiones que libertarían á la América ; al pie de los Andes, su primer escalón para levantar la piedra á lo alto de la cumbre; en contacto con Chile, primera jornada y primer punto de apoyo de sus ope- raciones ulteriores ; en marcha hacia el mar Pacífico, para (57) Tom. III, Lib. ~'ó de lomas de razón de despachos v títulos en 1814, ps. 123 y 1-24. M. S. del Arch. general.) (58) Cartas del director Posadas A San Martín de 18 de setiembre de 1814. Arch. San Mallín, vol. III, núm. 3. EL (¡EN [O DE SAN MARTÍN. - CAPITULO VI. llegar á Lima, que era por el momento su objetivo final. Su gran sueño, el sueño délos ojos abiertos, iba á realizarse, como se despeja ia incógnita de un problema. Cuando estos vastos horizontes se le abrían, y era relativamente un general oscuro, con un secreto más oscuro aún en su cabeza, va Be habían formado completamente, como se ha observado, los rasgos fundamentales de su carácter. Estaba revelado su genio concreto de acción deliberada, seguro en el cálenlo y preciso en la ejecución. El metódico organizador y el consumado táctico en las pequeñas y grandes maniobras se había pro- bado, presagiando al estratégico. Habíase mostrado saga/. diplomático militar, ingenioso y fecundo en estratagemas, con rara penetración para utilizar las cualidades de los ami- gos y engañar á los enemigos explotando sus tendencias. El temperamento revolucionario del criollo de pasión innata, que convierte en fuerza las pasiones colectivas dominando las Buyas propias, se revelaba en sus manifestaciones espontá- neas. Su moral pública, era la del hombre de acción que persigue un fin determinado, con eficientes medios adecuados, sin escrúpulos de conciencia ante la razón de estado de su causa, folílico por instinto, sin doctrina preconcebida, aún- eme republicano por inclinación natural, todo lo pospone á la idea de la independencia, hasta ser indiferente en punto á formas de gobierno. Reservado, taciturno, enigmático, el misterio que empieza á envolverlo en vida se prolongará mas allá de su tumba. Sin patriotismo exclusivo, con un senti- miento americano de amor á la libertad y odio á los opre- sores, formado lejos de la tierra natal; con un temperamento frío y un alma intensamente apasionada, una modestia siste- mática y un desinterés real, ai más ambiciones conocidas que -ii- designios emancipadores, tenía la >i>\<'i.i ecuanimidad y llenaba las condiciones de un libertador de pueblos diversos cuya espontaneidad no violentaría. Como Beba dicho deél, no era un hombre : era un Bistema. Tal era el hombre que al 294 EL GENIO DE SAN MARTÍN CAPITULO VI pie de los Andes en 1814, iba á cambiar los destinos de la revolución sud-americana tomando resueltamente por la pri- mera vez la ofensiva militar, para herir en el corazón al poder español en sus colonias. CAPITULO VII REVOLUCIÓN ( : II 1 L E N 0 -ARGENTIN A año 1810-1811 Enlaces de la revolución chileno-argentina. — Nuevo punto de vista histórico. — Antecedentes de la sociabilidad chileno-argentino. — Primera des po- sición del Gobierno colonial en Chile. — Aparición de Martines Unzas. — Los Cabildos de Santiago y Buenos Aires. — Síntomas sincrónicos de la in- dependencia rhil. no-argentina. — El particularisi leí sud de Chile. — Nieva teoría política argentino-chilena. — Aparición de O'Higgins. — i lución del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires. — Su repercusinoTeso municipal chileno. — Se instala el primer Gobierno na- cional de Chile. — Relaciones diplomáticas argentino-chilenas.— Semblanzas de las dos revoluciones. —Alianza argentino-chilena. — Primera iniciativa de un congreso americano. — Las armas y las ¡deas argentino-chilenas ira ternizan. — Escisión de) partido patriota. — Reacción realista en Chil< Dictadura de Rozas. — Radicales y conservadores chilenos. — Derrota electoral de Rozas. — Instalación del primer congreso general de Chile. — Exposición de la doctrina constitucional de la revolución de Chile por Rozas. — Examen de la influencia del pnrlamentarisi n la revolución chilena. — El congreso de 18U y bu composición. — Derrota parlamen de los radicales. — Proyecto de constitución. Cuando Sao Martín Be hizo cargo del gobierno de la ínten- cia de Cuyo (setiembre de 1814 . la revolución chilena con- taba cuatro años »• ¡ ;i 1 » i 1 i— dad elemenlal bija del trabajo reproductor, que lia dado base sólida á su prosperidad. Los colonos argentinos, al asimilarse en parte la raza indígena, tuvieron que combatir como los cbilenos para conquistar el suelo, contra una raza autóctona enérgica y guerrera, lo que dio temple á su carácter y desen- volvió las aptitudes militares de la raza criolla. La culi mi/a- ción europeo-peruana que partía del Pacífico, y cuyo centro era Lima, como en la época á que hemos llegado lo era de la reacción, se bifurcó en las alti-planicies de Los Andes, siguiendo los antiguos caminos de los Incas, y desjiue> de implantarse en el Perú según el mismo tipo, bajó por sus desfiladeros orientales y se dilató por las pampas argentinas, mientras el litoral del Plata se poblaba por la corriente directa de la ma- dre patria, que depositaba en su seno otros elementos de progreso. A la vez, y sincrónicamente, se extendió por las orillas del Pacífico de norte á sud, faldeando la cordillera marítima de los Andes, y pobló el reino de Chile, llevando la guerra de conquista basta la frontera de Arauco dentro de las miomas latitudes del país argentino. Trasladada asi colonización al territorio chileno con el mismo objetivo ini- cial, se modificó notablemente, por causas hasl i cierto puato análogas á las del Kío de la Plata, ao obstante c servar raí rasgos característicos y iu germen originario. \l chocar eo son de guerra con la indómita raza ¡icIi_.mii de I"- arauoa- 300 COLONIZACIÓN CHILENA. - CAPITULO VII. nos que defendía el suelo, como sucedió á la colonización argentina con la belicosa raza pampeana, tuvo que proveer por el trabajo á las primeras necesidades de la vida, y de este modo se hizo agrícola y minera, templando su carácter en la lucha por la existencia, para constituir así una sociabilidad más espontánea y enérgica en su medida. Combinados esos dos tactores del trabajo, la gran masa de la raza criolla y mestiza, que vino después del reparto de la tierra por los conquistadores, encerrada dentro de los cuadros de una cons- titución feudal, se hizo feudataria de los grandes propieta- rios en la explotación de la agricultura, y de aquí el origen de la aristocracia territorial y de la plebe nativa en Chile. Pero esta colonización mixta, semi-feudal y semi-libre, mili- tar y agrícola á la vez, era dirigida por conquistadores y colo- nizadores de los mismos instintos geniales á uno 'y otro lado de los Andes, animados del mismo espíritu y de la tendencia hacia las aventuras militares y lejanas exploraciones. Así se ve que, mientras los colonos del Río de la Plata cruzaban el continente al través de inmensos desiertos inexplorados y lle- gaban al Pacífico por el Alto Perú, los colonos de Arauco cruzaban la gran cordillera, y fundaban una población agrí- cola á imagen y semejanza suya, abriendo un nuevo camino entre el Pacífico y el Atlántico. Esta nueva población era Mendoza, núcleo de la provincia de Cuyo, que fué el primer nudo de unión entre ambos países, y donde en el momento á que hemos llegado se hallaba San Martín con el propósito de cruzar esa misma cordillera para consolidar una república en cambio de la población de una provincia. Durante la época colonial, Chile había vegetado oscura- mente en medio de la abundancia y de la paz, apenas inte- rrumpida por las escursiones de los araucanos, las hostilida- des marítimas de los ingleses en guerra con España y las irrupciones piráticas de los filibusteros. Por lo contrario, las provincias argentinas, principalmente en su litoral fluvial y SUCIA KILIDA1» CU [LENA i \ IMTI LO VI I 301 marítimo, habían vivido en casi continua guerra con loa por- tugueses colindantes y con los ingleses invasores, á la vez que con los indígenas, llamando La atención del mundo por sus hazañas. Esto les dio la conciencia de su fuerza 5 les ino- culó" nuevos elementos de vida activa y cuevas nociones | •• > 1- la dilatación de su vida externa. Por esta puerta abierla á la luz, penetraban las nuevas ideas hacia Chile, y como el cami- no que seguían era el mismo abierto por los colonizadores dos siglos antes, por allí también se establecía una especie de corriente moral entre ambos países. V lo que sucedía con es- tos agentes invisibles de la actividad humana, sucedía con las cosas y las personas que son sus vehículos y receptáculos. Por el camino de la cordillera pasaron de contrabando los primeros libros conducidos por un chileno (2), que debían depositar el germen de las nuevas ideas en las mentes de los chilenos y argentinos que iniciaron la revolución chilena. Simultánea- mente y sin conocerse, dos filántropo-; ilustrados, el argen- tino don .Manuel Belgrano y el chileno don Manuel Salas, que (2) Fué éste don José Antonio Rojas, á quien se verá Qgurar después, quien durante su permanencia en Europa había comunicado datos bertson para la confección de su famosa ■ Historia de Kméñ obra fué prohibida por el Gobier spañol en susdominii ins- ta de la Rea] orden di Madrid de 2 I de diciembre de 1778, que se comu- nico* .1 Buenos Aires j existe en su cedulario. M. S Rojas emprendió la traducción de esté libro, j habiendo llegado á noticia del Gobiern rigió otra Real orden al Vire} de Buenos Aires, diciéndole : «DeberáV.l . 1 remitir en primera ocasión é la Secretaría de mi cargo los dos Lomos 0 "ii cuarto mayor de la Histori 1 del descubrimiento de América, qi s- » cribíó el Dr. Guiller Robertson, 3 los noventa y cinco pliegos de su » traducción en español que dice V. E. en su carta de22 de enero d » i" año existen en la Se< relai la de Cámara di 1 cuentran en la biblioteca de don Ji sé Vntonio H udenleen Men- « doza, por las órdenes que V . E. dio en virtud de la general de S. M de i'i ti de diciembre del 78, para la prohibición - recogimiento de di- I cha obra, 3 se lo participo é V. E. de su R< .1 orden para el debido II c plimiento,3 en lo sucesivo pal > !■« remisióndi npla- ■ res que se encuentren.— Aranjueí l." de junio de 1 80 I Si-. \ iivv de Buen» - Ür 302 EMBRIÓN REVOLUCIONARIO. — CAPÍTULO Vil. serían los precursores y los proceres de esta revolución, se ocupaban en sus respectivos países en promover las mismas mejoras morales y materiales, alentándose en sus trabajos, « con la esperanza, decía uno de ellos, de que corriendo los » días, llegaran las circunstancias oportunas, obrando mien- » tras tanto como debían (3). » Estas circunstancias habían llegado, y las chispas errantes del ideal que cruzaban la cordi- llera en medio de la noche del oscurantismo colonial, se ha- bían convertido en 1810 en la llama viva, aunque intermi- tente, que en 1814 ardía de uno y otro lado de los Andes, revelando la existencia de esa corriente moral preexis- tente. En 1810, al iniciarse la revolución chilena, la situación del país era, tal como la ha pintado un historiador chileno, con colores criollos acentuadamente naturalistas, la del sueño pe- rezoso de la ignorancia : « En una cama de pellones, con un » burdo, rebozo de bayeta echado á la cabeza que le tapa- » ba la vista, el alma remojada en agua bendita y los labios » húmedos de vaporoso chacolí, dormía Chile, joven gigante, » manso y gordo, huaso, semi-bárbaro y beato, su siesta de » colono, tendido entre viñas y sandiales, el vientre repleto » de trigo, para no sentir el hambre, la almohada repleta de » novenas para no tener miedo al diablo en su oscura no- » che de reposo. No había por toda la tierra una sola voz ni » señal de vida, y sí sólo hartura y pereza. En ninguna parte » se sentía el presagio de aquella maternidad sublime de que » la América venía sintiéndose inquieta con el germen de » catorce naciones, y de que Chile, como una de sus exlre- » midades, no percibía sino síntomas lejanos » (4). Tal era Chile en 1810, según sus propios hijos, cuando empezó á sen- (3) Carta de Belgrano á Salas de 16 de setiembre de 1815. (4) Vicuña Ifackenna : « Ostracismo de O'Higgins », p. 83 y 89, y o Vida de O'Higgins, » t. I, p. 112. EMBRIÓN REVOLUCIONARIO. - CAPÍTULO VII. 303 tirios primeros estremecimientos de la gestación revoluciona- ria, y vaá verse cómo había Llegado hasta 1814 después de cuatro años de una tormentosa vida independiente. III El 10 de febrero de 1808 moría el gobernador de Chile, Muñoz Guzmán, y en ese mismo día empezó la descomposi- ción de su gobierno colonial. Según su cronista nacional, « la » España perdió en él un servidor que hubiera podido conju- » rar durante algunos años, la borrascosa tempestad que el » viento de Buenos Aires y los progresos de la civilización » amontonaban » (o). El reino de Chile, como se le llamaba, colonizado bajo los auspicios del Perú, había sido desprendido de estr vireynato y erigido en capitanía general independiente en 1778, con un gobernador á la cabeza, que era á la ve/, presidente de su Keal Audiencia, delegaciones ambas del poder real que se ponderaban y controlaban mutuamente. Estas dos autorida- di'- v los cabildos concedidos á algunas ciudades en represen- tación del pueblo, constituían todo el sistema político, judi- cial y municipal de la colonia. De este embrión de gobierno absoluto, sin pueblo ni opinión pública por contrapeso, de- bía brotar una revolución parlamentaria con formas aristocra- tico-democrálicas, que empezando por la descomposición de la autoridad colonial dentro de sus mismos elementos y con- tinuando por una tímida resistencia, terminaría poruña in- surrección y el advenimiento de una nueva nacionalidad que ii iría fís. y pol. de Chile, publicad ■ bajo I"- auspicio! del supremo Gobierno ». t. V., p. W, Barros Arana : Uist. de la in- 'l<-|>. de Chile», L I. p. 5. 304 -I -TEMA COLONIAL. - CAPITULO VII. señalaría un particularismo original en la historia americana. Desde luego, la creación de la nueva entidad administrativa empezó á despertar el espíritu público de los colonos, les su- girió ideas instintivas de independencia autonómica, y mejo- rando su condición, dio expansión á sus sentimientos y más amplitud y libertad á sus ideas confusas de buen gobierno local. La muerte del gobernador Muñoz Guzmán determinó « las circunstancias oportunas que corriendo los días debían » llegar » según las esperanzas de Belgrano, y desde enton- ces la pacífica colonia entró en agitación. La España, en la provisión de las autoridades superiores de sus lejanas colonias de América, había adoptado diversos temperamentos que no obedecían á ningún sistema. Nombra- das directamente por la corona, ora se designaban nominati- vamente á los que debían ocuparlas en caso de vacancia, ora se daba al pueblo la facultad de elegir provisionalmente al sucesor, hasta que al fin se adoptó por regla general encomen- dar á la Audiencia ó á su regente el gobierno en tal eventua- lidad. En 1808 este orden de sucesión había cambiado. Con motivo de hallarse en guerra con los ingleses y á fin de pro- veer á la seguridad militar de sus posesiones ultramarinas, dispúsose por real cédula de 1806, que en los casos de aceta- ba del gobierno recayese el mando en el oficial del ejército de mayor graduación. Como sucede en épocas en que las cir- cunstancias conspiran contraías previsiones, esta precaución de la metrópoli en vista de un peligro exterior, se convirtió en daño suyo en el orden interno de la colonia, provocando complicaciones imprevistas. La Audiencia, dando una inter- pretación torcida á la real cédula, se apresuró á investir del mando á su regente. Los oficiales de la frontera araucana pro- testaron contra la ilegalidad de esta provisión, y reunidos en junta de guerra proclamaron como gobernador y capitán ge- neral interino al coronel Francisco García Carrasco. Este, apoyado en su derecho y sostenido por la fuerza militar, que ¿PARICIÓN DE M. ROZAS. CAPITULO VII. daba á su elevación un carácter pretoriano, entró en posesión del gobierno, que mal de su grado hubo de cederle la audien- cia, produciéndose así una escisión Latente entre ambáa au- toridades. De este modo comenzó la descomposición del po- der colonial en Chile, poniéndose en pugna el alto tribunal que tenía la supremacía judicial, con la autoridad política \ militar cuyos actos controlaba y de la que debía ser consejera en representación del monarca. Al trasladarse de la frontera á la capital del reino, el nuevo capitán general llevó consigo, en calidad de secretario \ con- sejero, á un hombre que hacía años residía en Concepción y gozaba en Chile de un alto concepto, á la par que de una grande influencia en todo el sud del país, cuyos habitantes rían los más guerreros y libres por razón de su inmediación á la frontera militar con los araucanos. Era éste el doctor Juan Martínez de Hozas (6), argentino, nacido en Mendoza, que con- taba á la sazón cuarenta y nuevo años de edad. Había hecho sus estudios en la universidad de Córdoba del Tucumán, don- de tuvo por condiscípulo al doctor Castelli, que debía ser uno de los promotores de la revolución en el Plata, y por cuyo intermedio entabló más tarde relaciones políticas con BelgranOj que fué el precursor de la independencia argenti- na. Tenía lama de ser un sabio, habiendo dictado cursos ori- ginales de filosofía, derecho y física experimenta] en el cole- gio Carolino de Santiago, y todos los hombres ilustrados de su tiempo lo veneraban como al maestro. Asesor Letrado de varios presidentes qui se habían sucedido en Chile, poseía la experiencia de los negocios públicos. Enlazado con una familia espectable de la localidad, desempeñaba Las funciones (G) Los historiadores chilenos escriben indistintam* □ mbre:- Rozas 6 Rosas. Nosotros lo escribí - con la orí ' ""■'- ba, según puede comprobarse con los documen crilos que existen en el an h, l ío de 1810. M. 306 MARTÍNEZ ROZAS. — CAPITULO VII. de inspector de fronteras y encargado de su policía de segu- ridad, y era el jefe de una gran clientela que tenía un poder real. Carácter complicado, en que la pasión concentrada se uníaá la reflexión y la prudencia, con ideas adelantadas que había bebido en los escritos modernos que trataban de los derechos humanos, con una ambición latente de gloria y ho- nores que buscaba su camino, era el inspirador de un grupo selecto, — varios de ellos argentinos, — que desde entonces se ocupaban de los destinos futuros de la América en medio de la confusa crisis que atravesaban. Con vistas más largas que sus contemporáneos, dotado de cierta elocuencia persua- siva hablando ó escribiendo, era un iniciador y un jefe de partido en germen. Tal era el personaje que García Ca- rrasco asoció á su Gobierno, y que debía ser el precursor y el alma de la revolución chilena que se iniciaba bajo tan ex- traños auspicios (7). (7) Todos los historiadores chilenos de todos los partidos están contes- tes en asignar á Martínez Rozas este papel. F. Melchor Martínez, realis- ta, en su « Mem. hist. » lo apellida « maestro y fundador de la revolu- ción chilena ». Barros Arana en su «Hist. de la Independencia de Chile», dice : « Rozas dio impulso y carácter á la revolución ».Gay en su «Hist. pol. » lo llama « grande hombre, á quien la patria debe el primer desa- rrollo de su fuerza y puede considerarse como el padre de la indepen- da chilena». Amunálegui en su « Cron. de 1810», lo califica de « emi- » nente personaje, uno de los principales promotores de la Revolución » chilena y uno de los más ilustres fundadores de la república». Vicuña Mackenna en el « Ostracismo de CTHiggins» lo señala como «el patriar- » ca de la revolución chilena, representante de la idea por sus vastos » talentos, y de la fuerza por su delegación de Penco». El P. Guznián en su libro « El chileno instruido en la historia de su país » dice de él : « Caudillo y primer promotor de la revolución chilena ». Torrente, «Hist. de la Revol. Hisp. Amer. » dice: «Rozas manejaba oculta y diestramen- » te el timón de un partido que había de estallar un día sus maquina- » ciones contra el Gobierno del Rey, siguiendo los mismos principios » que habían dirigido á las revoluciones de Buenos Aires». Gaspar Toro, en su « Comp. de la hist. de Chile », después de decir que era «el único capaz de dirigir la revolución chilena », le llama « audaz revolucionario y primer promotor de la independencia de Chile». Tocornal en su «Me- moria sobre el primer Gobierno nacional » de Chile, lo considera perso- EL PRESIDENTE CARRASCO. — CAPÍTULO Vil. 3ol IV El nuevo capitán general era un hombre vulgarísimo, de inteligencia limitada, de inclinaciones bajas, violento en BU modo de proceder y débil en el fondo, desprovisto hasta de cualidades negativas aun para servir positivamente al bien ú al mal, así es que, al exhibirse en el escenario del gobierno, reveló su nulidad, se hizo odioso por sus actos arbitrarios y se acarreó el menosprecio de todos. Su única pasión seria era la riña de gallos; su mayor placer, oir chismes; y la única afección que se le conocía era la de una favorita doméstica de raza africana (él mismo había nacido en África, aunque de raza española), por cuya mano se dispensaban las gracias de su gobierno, « última pincelada, dice un escritor chileno, que » puede darse al retrato del presidente Carrasco, que era la n vulgaridad más desnuda de mérito. » Rozas, que había propiciado su candidatura, se empeñaba, empero, en hacerlo servir como instrumento á la reforma política y social, y « mientras su jefe se divertía, su secretario aspiraba á fundar » una nación digna de este nombre y reflexionaba sobre los » medios de lograrlo » (8). Al efecto, se fijó en ei Cabildo como punto de apoyo, y á ejemplo de Buenos Aires, á «uva resolución había dado c< mucho realce la adhesión de loa •> miembros del ayuntamiento, Rozas intenté atraerse á los » cabildantes de Santiago para obrar directa é inmediala- nificación de su revolución». Lastarria en su Bosquejo histórico de la constitución del Gobierno de Chile», I" presenta como i el revelador di I a pensamiento de los fautores más adelantados de la revolución chilena, in tendencias republicanas ». Gervinusen su « Historia del siglo XIX, siguiendo á los historiadores chilenos, I" ■ recon • rerdadei » lor de la revolución de Chile (8) M. L. Amunátegni : i Crónica de 1810»», l. I. p, IM. 308 CABILDO DE SANTIAGO. — CAPITULO VII. » mente en los habitantes, haciéndolos favorables á la causa » general » (9). Una idea maquiavélica iba envuelta en este plan, y era oponer el Cabildo como contrapeso político á la preponderancia de la Audiencia, « haciéndole representar un » papel análogo al que á la sazón desempeñaba el Cabildo de » Buenos Aires » (10) después de las invasiones inglesas, constituyéndolo en órgano de la opinión del común y en ar- bitro de la existencia de las mismas autoridades que destruía y creaba, como una especie de representación popular, que llevaba en su seno el germen de la revolución. Con este pro- pósito influyó, de acuerdo con sus amigaos, para que la cor- poración municipal, con motivo de los auxilios pedidos por Buenos Aires para mantener su actitud militar contra los in- gleses, solicitase la adjunción de doce regidores con voz y voto, elegidos entre los vecinos más notables de la capital. El gobernador, aconsejado por Rozas, así lo decretó, y la elección recayó en su gran mayoría entre los partidarios de la « reforma, de suerte que, aquel Cabildo fué como un reflejo » del de Buenos Aires, con el cual mantenía una corre spon- » dencia frecuente y secreta » (11). El resultado inmediato de esta innovación, que fué dar la preponderancia á los nativos, vivificando la institución mu- nicipal, produjo otro de mayor trascendencia, y fué depositar en su seno los gérmenes revolucionarios de una asamblea deliberante que los sucesos se encargarían de desenvolver hasta convertirla en una entidad política. En este terreno se trabó el primer debate parlamentario entre las dos opiniones antagónicas que ya se diseñaban en la embrionaria vida pú- blica de la colonia. Con esta reforma coincidieron las noti- cias que á la sazón se recibieron de Europa, seg-ún las cuales (9) Gay : « Ilist. fís. y pol. de Chile », t. V, p. 09. (10) Amunátegui : « Crónica de 1810 », t. I, p. 175. i l Gay : Ilist. fís. y pol. de Chile », t. V, p. 70. CABILDO DE SANTIAGO. — CAPÍTULO Vil. la España estaba próxima á ser sojuzgada por las armas de Napoleón (setiembre de 1808), y que una nueva dinastía ex- traña iba á serle impuesta, bailándose cautivo «'1 monarca legítimo, que era el único vinculo que ligaba ;í las colonias americanas con la metrópoli. Ante esta perspectiva Burgió la primera cuestión política que apasionó á la opinión, por cuanto afectaba los destinos de la colonia, la (pie tu\ ;os en aquella corporación, que ya empezaba á percibir mis pri- meras palpitaciones como un órgano constitutivo. Los espa- ñoles-americanos pensaban, que en tal evento no debían se- guir la suerte de la madre patria, y que les correspondía re- formar el sistema colonial erigiendo un gobierno propio, idea que envolvía la de la independencia de hecho y de derecho. Los españ» des-peninsulares, conservadores por interés y por ins- tinto, que no admitían restricciones al principio de autoridad y menos aún que los criollos lo discutiesen, sólo tenían en vista su predominio sobre la América y los americanos, y por lo tanto, protestaban contra tal teoría, sosteniendo que nada debía innovarse á fin de continuar á la sombra de la autori- dad de la metrópoli la explotación colonial por cuenta propia. De estas opiniones encontradas sobre punto tan fundamental, surgieron los dos partidos antagónicos de la revolución, que muy luego se chocaron; una oposición del Cabildo contra el Gobernador, que motivó la revocación del decreto que le había adscripto doce regidores auxiliares; \ por último, una división más profunda entre la autoridad política y la Au- diencia, que, provocando resistencias, represiones y conflic- tos, acabó por producir un estado cuasi revolucionario, que se agravó por la ruptura entre el doctor Rozas 5 Carrasco, lo que determinó la línea divisoria entre la política reformista délos patriotas v la política de resistencia del ultimo gob nante colonial de Chile (año de 1809. 310 REALISTAS DE CHILE. - CAPÍTULO Vil Alarmados los españoles, en presencia de esta agitación sorda con síntomas de descomposición, aconsejaron al gober- nador como temperamento de prudencia su reconciliación con la Audiencia, y como medida de seguridad, fortificar con ar- tillería el cerro de Santa Lucía, que domina la ciudad de San- tiago, á la manera de una Bastilla, á fin de imponer á los que ya consideraban rebeldes, á la vez de militarizar todo el reino, poniendo las armas en manos de los lealistas á lodo trance y en todas las eventualidades, con lo cual creían asegurar su predominio (12). No encontrando en el gobernador el hombre de la resistencia, como tampoco Rozas lo había encontrado en el sentido de la renovación, se dirigieron sigilosamente al virey de Buenos Aires, denunciando su incapacidad para contener los avances del partido patriota (13). El gobernador, aislado y abandonado por todos, buscó un punto de apoyo fuera de su centro, y pensó encontrarlo en los dos vireinatos inmediatos, como solidarios del mantenimiento del sistema colonial en toda su integridad, los cuales debían serlos dos centros de acción y de reacción del movimiento revoluciona- rio que se iniciaba. « La gente ilustrada y removedora de Chile, recibía enton- » ees dos inspiraciones diferentes, de las cuales la una partía » de Lima y la otra de Buenos Aires. La primera de estas in- i) lluencias era conservadora, y la segunda reformista » (14). (12) Fr. M. Martínez (realista): « Memoria histórica de la revolución de Chile », p. 27, y Barros Arana : a Hist. de la independencia de Chile» que lo repite (13) Gay : « Hist. fís. y pol. de Chile», t.V, p. 71. (14) M. L. Amunálegui : « Crónica de 1810 », l. I, p. 172. AGITACIONES EN CHILE. - CAPÍTULO VII. SU A estos dos centros se dirigieron simultáneamente los conser- vadores y los reformistas, buscando en ellos, unos su fuerza y otros sus inspiraciones. Carrasco, se dirigid al virey de Lima (mayo de 1810) : <• Al principio discurrí dar tono á esta » máquina por medio del Cabildo, incorporando á su solici- » tud doce vecinos principales; y resultaron desavenencias .. de las ideas populares de algunos, al tiempo que el Cabildo •> (le Buenos Aires extendía sus correspondencias y a-piraba » á la democracia » (15). Apenas despachada esta nota, le llegaba otra del virey de Buenos Aires (mayo de IKK) . en que le decía : « Noticias fidedignas con que n. hallo, me ase- » guran de los partidos en que se halla dividido ese vecinda- » rio, opinando unos por la independencia, otros por suje- » tarse al dominio extranjero, y todos dirigidos á sustraerse » de la dominación de nuestro soberano » (10). A mi vez, va- rios jóvenes argentinos que residían en Santiago, servían de intermediarios paralas comunicaciones délos revolucionarios; y algunos hombres notables de Chile cultivaban por este me- dio relaciones de confraternidad política con los ma- caracte- rizados entre los progresistas de Buenos Aires (17). Activos emisarios cruzaban la cordillera, y trasmitían la palabra de orden comunicando los planes ó las recíprocas esperanzas en vísperas de la acción (18). Atribulado Carrasco, en medio de esta situación confusa y corrientes encontradas, dio un golpe autoritario para producir intimidación, que acabó por des- prestigiarlo y precipitar su caída, perdiendo el apoyo de todo- Ios partidos. 15) Of. de Carrasco al viiv\ Abascal, de 19 de mayo de 1810. \ , Uno- oAtegui : •< Crónica de 1810 , t. II. p. 181. (16) Of. de Cisneros de 16 de abril de 1810. Arch. Gen. año I (17) Barros Arana : Hist. de la Independencia de Cbil< », 1. 1, p. •! 18) Vicuña Mackenna : • Ost. de O'Higgins . p, 138 j 139. G Hist. fís. v ,„ i. de Chile . 1. V, p. ■ , 312 PRIMERA CONMOCIÓN CHILENA. - CAP. VII. Por una singular coincidencia histórica, el día 2o de mayo de 1810. en que el virey de Buenos Aires era depuesto por el pueblo y se instalaba la junta gubernativa nacional del Río de la Plata é inauguraba la revolución de la emancipación snd-americana, el gobernador mandó aprisionar, como « reos » propaladores de ideas de independencia y de libertad, » al procurador de ciudad don Juan Antonio Ovalle, miembro es- pectable de la aristocracia chilena, que había sido partidario de Carrasco y vuéltole la espalda, afiliándose en la oposi- ción ; al doctor Bernardo Vera, joven abogado argentino, na- cido en Santa Fe de Vera Cruz, que era uno de los conspira- dores, v debía ser el poeta de la revolución chilena (19); y á don José Antonio Rojas, que treinta años antes había estado complicado en una conjuración, más novelesca quesería, para poner en independencia á Chile, y que era uno de los hombres más adelantados de su tiempo, en cuya casa se reunían los patriotas. Secuestrados sus papeles, y encontrándose en ellos indicios de aspiraciones á la independencia (20), fueron depor- tados al Perú. El ayuntamiento protestó contra el atentado, como contrario á las garantías de los vecinos y funcionarios del municipio, y convocó un cabildo ó congreso popular, pre- cisamente en los días en que se celebraba otro análogo en las márgenes del Plata, al cual concurrieron más de trescientos notables del pueblo chileno, que emplazó ante su barra al ca- pitán general para manifestarle sus quejas, oir sus descargos y formular sus exigencias. Al principio intentó resistir, pero en presencia de la actitud decidida del pueblo, que en número de tres mil almas llenaba la plaza en sostén de las delibera- 19 El Dr Vera es el autor de la letra del Himno Nacional de Chile, y como poeta de migar inspiración era conocido con la denominación de « el payo Vera ». i) Vicuña Mackenna 7 Barros Arana en « Historia General deChile», 1. I, ]>. 148 v [49. LOS CHILENOS CONSPIRAN. CAPÍTULO VII. 313 ciernes de sus representantes natos, viéndose mal apoyado por las tropas, y á instigaciones de la Audiencia, Be presentíante la asamblea, soportando en su tránsito las burlas de las con- currencia popular, que á aritos empezaba á pedir su destitu- ción. Sentado el primer mandatario de la colonia en "I banco de los acusados, se alzó la voz del Dr. .Ins.'- Gregorio \rr<>- medo, que como procurador de ciudad había reemplazado al desterrado Ovalle, por elección libre del Cabildo, y m elo- cuentes palabras hizo el proceso de su política, declarando que la voluntad popular era que los presos fuesen puestos inmediatamente en libertad, y que el Cabildo abierto conti- nuara en permanencia hasta tanto no fuesen satisfechos sus votos. Esta fué la vez primera que se oyó hablar en Chile de la « voluntad del pueblo, » y un inmenso aplauso saludó la peroración del nuevo tribuno. El gobernante autoritario tuvo que inclinarse ante esa voluntad, decretando, no sólo la liber- tad de los presos, sino también la destitución de los funcio- narios que habían intervenido en el auto arbitrario de prisión, y aceptar el control de un asesor que en lo sucesivo autori- zase sus providencias jurídicas, sin cuyo requisito carecerían de eficacia. La audiencia autorizó estos acuerdos, conspirando en odio á Carrasco contra la autoridad que estaba encargado de mantener incólume. Desde este día el ultimo gobernador, capitán general y presidente de Chile eu nombre del Rey, quedó virtualmente destituido. (Mayo de 1810.) VI La revolución latente, que Bolo estaba en algunas cabezas, seguía mientras tant<» el cmso de los acontecimientos, envuel- ta en su corriente. Loa patriotas conspiraban en efecto desde aquellaépoca, pero sus trabajos, puramente teóricos, ao p i 314 LOS CHILENOS CONSPIRAN- - CAPÍTULO VII. ban de anhelos vagos, de acuerdos secretos éntrelos iniciados y planes sin consistencia ni punto de apoyo. Su centro era Santiago, teatro de sus evoluciones parlamentarias ; su base la belicosa provincia de Concepción, depositaria de la fuerza ; su luz lejana le venía de Buenos Aires, considerada entonces « como la Atenas del nuevo mundo, » según un historiador chileno (21), y este era el foco del movimiento inicial de inde- pendencia. Ya desde 1808, los patriotas argentinos habían buscado un acuerdo con los de Chile, en circunstancias en que los primeros concibieron el plan de fundar una monarquía constitucional independiente en el Río de la Piata, y unifor- mado sus ideas al respecto (22). Un joven argentino, natural de Las Conchas (Buenos Aires) llamado Manuel Barañao, que después se señaló por su decisión en favor de la causa del rey, fué el emisario que en esa ocasión cruzó los Andes á fin de concertar una insurrección en tal sentido ; pero el país no estaba maduro para un sacudimiento, y le faltaba una cabeza y un brazo que lo impulsara y la promoviese con eficacia (23). El movimiento de opinión operado en Santiago y las noticias que sucesivamente iban llegando de la península, especialmen- te de la batalla de Ocaña que se recibió en Chile en los pri- meros meses de 1809, avivaron estos proyectos, á que coope- raban en primera línea « elgualtemalteco Irisarri, el mendo- » ciño Oro, los doctores argentinos Yera, Villegas (Hipólito), » el paraguayo Juan Pablo Fretes, y el irlandés Juan Macken- » na, señalado como caudillo militar de la próxima revolu- » ción ; y con el objeto de armonizar la acción de ambos paí- » ses, para dar de común acuerdo la señal de arrebato, despa- » chóse á Buenos Aires por Fretes y sus asociados al joven (21) Gay : « Hist. fís. y pol. de Chile», t. V, p. 67. (22) Gay: « Hist. fis. y pol. de Chile », t. V, p. 67 y 68. (23) Barros Arana : « His!. de laindepend. de Chile », t. I, p. 42. — Gay: « Hist. de Chile», t. V, p. 48. EL SDD DE CHILE. - C LPÍTULO Vil. » Jos.'' Antonio Alvaro/. Jonte (naturalizado argentino . que » había pasado de las provincias argentinas á terminar bus » estudios » (24). En Concepción existía otro grupo de cons- piradores, á cuya cabeza estaba Rozas, que de concierto con el de la capital promovía los mismos proyectos en el Bud de Chile. Lo que se llamaba entonces el sud de Chile, que es el territorio encerrado entre los ríos Maule y Biobio, \ cuya capital era Concepción, constituía un particularismo étnico- geográfico, que bajo la administración colonial, formaba de hecho una confederación político-militar coa el centro y el norte del país, equilibrando la influencia déla capital del reino ala que superaba por su energía nativa. Sus habitantes apellidaban con orgullo « penquistos », en contraposición de bus convecinos que llamaban por antonomasia chilenos . \ eran más guerreros y más avezados á las fatigas que desarrollan la fuerza, por razón de sus guerras con los araucanos y sus labo- res pastoriles combinadas con la agricultura. Su sociabilidad era menos tendal, menos aristocrática, y existía allí una clase de campesinos libres en cuyas lilas se reclutaba el ejército de frontera, y de las que surgieron los caudillos más famosos que en las guerras de la revolución pelearon en pro 6 en contra de la independencia. Según la expresión de dos escritores chile- nos : « En Santiago estaban la aristocracia, [os frailes y h»-> » conventos : en Penco, los soldados y los cañones. Allí las » inteligencias y las astucias ; acá los corazones 5 \<^ brazos. » Santiago era la capital política, y Concepción la capital mili- » tar. » Este particularismo enérgico, que tantainfluencia debía lener en los destinos futuros de Chile, Be hallaba en 1809 bajo la influencia reguladora del doctor Rozas, del cual era el cau- dillo letrado al mismo tiempo que • ■! monitor de la revolución (24 Vicuña M i< kenna : i Vida de O'Higgina . i. l. p 316 IDEAS DE M. ROZAS. — CAPÍTULO VII. en germen. En este teatro, Rozas dio vuelo á sus ideas y más amplitud á sus trabajos. De regreso á Concepción después de la ruptura con Ca- rrasco (mediados de 1809), Rozas empezó á trabajar sin disi- mulo y con decisión por la independencia del país, en previ- sión de los acontecimientos que podían sobrevenir. Según él, en el estado de desorganización en que se hallaba la monar- quía, Chile debía constituir provisionalmente un gobierno nacional, manteniendo la fidelidad al soberano cautivo, y pro- ceder como lo habían hecho las provincias de la península, por cuanto los chilenos, iguales en derechos á todos los otros españoles, no estaban obligados á someterse á las autoridades extraordinarias nombradas en medio de un trastorno general en ausencia del soberano legítimo ; y caso de que el invasor extranjero se adueñase de la metrópoli y los españoles le prestasen obediencia, las colonias hispano-americanas, que contaban con recursos propios para hacerse respetar, que en tal eventualidad podrían llegar á ser naciones, no debían se- guir la suerte de la madre patria y les correspondía deliberar sobre sus destinos (25). Los fundamentos de estos propósitos de independencia fueron desenvueltos poco después por Rozas en un « Catecis- mo político-cristiano » que hizo circular manuscrito para gene- ralizar su idea, pues en aquella época no existía imprenta en Chile. Su teoría política era ésta: « Los habitantes y provin- » cias de América sólo han jurado fidelidad álos reyes de Es- » paña ; no son vasallos independientes de los habitantes de » las provincias de España. La España es un punto respecto » de las inmensas posesiones de América. Los americanos son » de derecho hombres libres y no esclavos. Los gobernadores » de América, perdieron su autoridad y jurisdicción luego que (2o). M. L. Amunátegui : « Crónica de 1810 », t. I, p. 38(3 y 387. APARICIÓN DE O'HIGGINS. — CAPÍTULO VII. 311 » faltó el príncipe que se las delegó. En este caso la autoridad » para formar el gobierno más adaptado á La felicidad común » se ha devuelto á los habitantes, á los pueblos \ proi inciaa de » América. Los americanos han estado ciegos, Be han mostrado ■> estúpidos; y sin razonar ni discurrir, se han dejado regir por » el azote y la palmeta, como niños de escuela» (26 . Esta teoría era la misma que los precursores déla revolución en el Plata habían consagrado en 1808, con motivo de la jura de Fernando VII cautivo, la cual, bien que perfectamente de acuerdo con el espíritu del gobierno monárquico absoluto, era esencial- mente revolucionaria por las consecuencia.-, que de ella se deducían, por cuanto debían conducir necesariamente á las colonias, como sucedió, á desconocer las autoridades espa- ñolas en América, y aun en la metrópoli, y á reasumir más tarde sus derechos y prerrogativas en virtud de la soberanía absoluta del rey convertida por el hecho en soberanía popu- lar (27). Expuesta en el estilo dogmático de Rousseau y con el corte de los aforismos de Montesquieu, de cuyas doctrinas está penetrado Rozas, esta teoría estaba destinada á conver- tirse en fórmula de la Revolución. VII Entre los colaboradores de los planes de Rozas, se conta- ba un rico hacendado del sud de Chile, que á la sazón fomen- taba una conjuración en el ejército déla frontera de Arauco. (26) Véase M. L. ^munátegui : < roñica de 1810, ■ t. i. (27) Para mayores desarrollos de los anteceden lea históricos de ría, su significado 3 alcance, ?éase nuestra Historia de Belgrano 1 (3.« ed.), 1. 1 ps. 212 j 214, j nuestras 1 Comprobaciones bistorii 1. i. cap. xw \wi. 318 DEPOSICIÓN DE CARRASCO. — CAPITULO VII. Era éste don Bernardo O'Higgins, tan famoso después, hijo del célebre virey del mismo apellido, que hacía años abrigaba en su alma la idea de la emancipación sud-americana. Edu- cado en Europa, conocedor del idioma inglés por su origen irlandés é imbuido en las instituciones de Inglaterra, discípu- lo y confidente de Miranda en cuya logia se había afiliado, prestando en ella como San Martín y Bolívar el juramento de trabajar por la independencia y la libertad del nuevo mundo, habíase abierto con Rozas, siendo éste asesor del intendente de Concepción, á la sombra de cuya autoridad adelantaban la propaganda revolucionaria (28). O'Higgins debía ser más tarde el vínculo indisoluble de la alianza argentino-chilena, durante la guerra de la independencia, simbolizada entonces por su unión con el argentino Rozas. Así se eslabonaban en un os- curo'rincón de la extremidad de la América meridional sus futuros destinos. Estos trabajos subterráneos, que minaban por su base los cimientos del edificio colonial, tenían sus manifestaciones en la vida pública que debían acelerar su ruina. Con tal motivo, las persecuciones se extendían á Concepción y arreciaban en la capital. El gobernador, de acuerdo con lo aconsejado por el virey del Río de la Plata, expidió un decreto creando una junta de observación y vigilancia contra los que propalaran voces que « sonasen á independencia y libertad ». Simultánea- mente con esta medida, recibió la noticia de la reciente revo- lución de Buenos Aires, con la deposición del virey que la había sugerido. Alarmado, llevó á cabo la confinación de los presos, no obstante lo acordado ante el Cabildo abierto. Con esto, la agitación subió de punto. El vecindario de Santiago se armó bajo la dirección de sus alcaldes municipales, y acu- (28) Barros Arana : « Historia de la Independencia de Chile, » pági- nas «¿2 y 03. I NICIATIVA REV0L;UC1|0N mí i a . CAP. Vil. dio en número de ochocientas personas para hacer cumplir las deliberaciones de sus representantes, anunciándose qi I Cabildo y sus parciales estaban resueltos á deponer del mando supremo á Carrasco y á instituir una junta gubernativa bajo el mismo pie de la de Buenos Aires » 29 . La Audiencia inter- vino, y para prevenir el estallido, obtuvo de Carrasco que renunciara buenamente el mando y lo depositase en manos del conde déla Conquista, anciano di' ochenta v cinco años y noble chileno, adoptando así un término medio entre el viejo régimen que acababa y la revolución que comenzaba (18 de julio de 1810). Con esta evolución la Audi» Btcia pensó haber conjurado la crisis, al poner á la cabe/a del gobierno un chileno que por esta circunstancia satisfaría á los nativos, asegurándose el dominio sobre un espíritu decrepito. Loa patriotas no se dieron por satisfechos, y perseverantes en sus propósitos, al rodear al nuevo mandatario, se disputa- ron su inlluencia, consiguiendo colocar á su lado consejeros seguros. La balanza osciló por algún tiempo entre los dos partidos. La Audiencia logró que el conde se prestase en un prin- cipio al reconocimiento del Consejo de regencia, que pre- tendía continuar gobernando en representación del rey au- sente, lo que era un retroceso en el programa de la revolu- ción; pero una intervención cooperadora del movimiento innovador vino á fijar todas las vacilaciones y á imponerse á su resistencia. En los últimos días del mes de julio atravesaba la cordi- llera nevada un desconocido, que era detenido 5 registrado en el primer resguardo, y que sal\ó el contrabando que 29] Ofl. del comisionado de la Junta Central de 1 1 d tubrede I apud Amunátegui : Crón. de 1810, ■ t. I, p. Hist. de la indep. de Chile, i i. I, p. Lft. Vii iiüa Mai Itenna : Vida de 1 1 lli_- ina, l. I, ps. 136 j 137. 320 PRIMER GOBIERNO CHILENO. - CAP. Vil. llevaba oculto en la copa de su sombrero. Consistía éste en comunicaciones que Belgrano y Castelli dirigían á Rozas parti- cipándole el cambio político efectuado en la capital argentina, y estimulándolo á que promoviese en Chile uno idéntico. El emisario llamábase don Gregorio Gómez, quien se puso luego en comunicación con los patriotas, y asistió á varias reunio- nes secretas de ellos, donde les impuso que la revolución argentina imperaba en todo su territorio y que sus armas triunfantes marchaban á posesionarse del Alto Perú. Con este nuevo estímulo, quedó unánimemente acordada la inmediata instalación de una junta de gobierno á ejemplo de la de Bue- nos Aires, entregándose la dirección al cabildo (30). Este, eficazmente sostenido por el pueblo, que se puso en activo movimiento, obtuvo que el conde autorizara la convocatoria de ún congreso que resolviese el problema de la situación (13 de setiembre de 1810), de la cual resultó la convocatoria de un cabildo abierto para el día 18 de setiembre á fin de tratar « los medios de seguridad pública y discutir el sistema de » gobierno que debía adoptarse » (31). Para asegurar su triunfo, el cabildo convocó á la milicia urbana en sostén del congreso popular. Los grandes propietarios de Santiago co- (30) Tocornal : « Mem. sobre el primer gobierno nacional, » — « His- toria genera] de la república de* Chile, » t. I, ps. 178 y 179.— Barros Ataña : « Historia de la Independencia de Chile, » t. I, p. 110 y 168. — Vicuña Mackenna : «Vida de O'Higgins, » t. 1, p. 140. — Informes ver- bales de don Gregorio Gómez. — Barros Arana, que en la p. 110, t. I, de la historia citada habla de paso de la misión secreta de Gómez, en la p. 168, arriba señalada, dice : — « l'n enviado secreto de la Junta del liierno de Buenos Aires, había participado á los liberales de Santiago » las ocurrencias políticas de aquella capital, y había tomado una parte » activa en los trabajos que produjeron el cambio gubernativo en Chile.» (31) En la esquela di' invitación se decía : «para conservar estos do- minios al señor don Fernando Vil ; » pero como se procedía bajo el su- puesto de que la España estaba perdida \ el rey cautivo no volvería a trono, según consta de documentos de la época, este era el antifaz de la revolución, y su objetivo « un nuevo sistema de gobierno t nacional. l'i; l.M EH GOBIERNO CHILENO. I \ I' . Vil. operaron ¿i esta medida haciendo concurrir á sus inquilinos, que ocuparon los suburbios de La ciudad, por lo cual un his- toriador chileno ha calificado irónicamente esta ¡ornada, de gran poblada de ponchos que los conjurados trajeron de los >i fundos inmediatos á la capital con el nombre de milicias. Esta actitud era apoyada por algunos jefes de linea de La guarnición embanderados entre los novadores. Bajo tales auspicios se abrió el congreso municipal el IK entonces los revolucionarios habían marchado ú lientas, imitando siempre la conducta que observaba Buenos taes i '-\2 . VA 2 de noviembre hizo Rozas su entrada triunfal en Santiago ron los honores de capitán _ >neral acom panado por todas las corporaciones j del pueblo en masa, ;■ lo largo de las tropas formadas en carrera \ en medio del estruendo de salsas de artillería, repique general de campa- nas, músicas \ aclamaciones universales. Durante toda la noche la ciudad permaneció iluminada, y Be quemarou fuegos artificiales en su honor .",:! . Jamás la capital de la Barros \> una : Historia de la Independencia de CLil ginas o.: 5 168. I I i. M. Martínez : Memoria cit., p. Diario M. S I avera - realista . citado i"" B ina, que I" i epite, ron. i. -i 322 SEMBLANZAS ARGENTINO-CHILENAS. — CAP. VII. colonia había presenciado una ovación semejante. Según un historiador realista de la época, estos honores eran tributados al « fundador y maestro de la revolución chi- lena » (34). VIII La revolución chilena tuvo de común con la argentina, en q no fué parlamentaria y legal, iniciada y consumada en el recinto pacífico del foro municipal con los mismos medios de acción adecuados á sus fines, y que se impuso por la fuerza de la opinión, triunfando sin violencia en nombre de la con- veniencia pública, cual si se cumpliese un hecho normal por la fuerza de su gravitación. Una y otra tuvieron la misma fór- mula de reasunción del derecho propio, sin romper desde Luego con la metrópoli, y protestando fidelidad al soberano legítimo. Con proyecciones menos trascendentales, la primera era aristocrática y pelucona, según la índole del país, mien- tras que la segunda fué democrática y radical; pero ambas eran esencialmente americanas y obedecían á la misma ley histórica. Ni una ni otra tuvo en su origen caudillos ni se su- bordinó á ningún interés personal. Su programa fué formulado en Chile por la palabra de sus tribunos José Gregorio Argo- medo y José .Miguel Infante, intérpretes del derecho y de la opinión : en Buenos Aires, por la voz de Passo y Castelli, que venció con razones en el campo de la discusión a los represen- tantes de la caduca autoridad colonial. Las dos personalida- des salientes que representaron su idea adelantada, fueron (34 IV. M. Martínez : o Memoria » ríe. cit., \>. 73. CHILENOS T ARGENTINOS. CAPÍTULO VII. dos hombres civiles de alta inteligencia, que Le dieron direc- ción y le imprimieron su carácter político. Id doctor Mariano Moreno, jurisconsulto y publicista, fué en Buenos Aires el numen de la revolución de .May». Rozas fué el inspirador de la renovación de la de Chile desde sus primeros «lias. Ambos tuvieron que luchar, apoyados únicamente en la fuerza moral de su doctrina, contra los antecedentes del antiguo régimen y las resistencias á las reformas de mis mismos colaborado- res, aunque éstas fuesen menores en el Plata, y más difíciles de remover en Chile en razón de que el mol ¡miento impul- sivo era menos orgánico y sus tendencias más termidoria- nas. Así, eran dos revoluciones gemelas, que, ron los mis mos caracteres cívicos, entrañaban las mismas doctrinas, y que manifestaron desde el primer momento una ten- dencia de confraternidad internacional y de solidaridad de causa. La noticia de la instalación de la Junta de Chile fue reci- bida en Buenos Aires como un triunfo de la revolución ame- ricana y celebrada con una salva de veintiún cañonazos de su lorlaleza, en medio de trasportes populares II octubre 1810). La « Gaceta Oficial, >> órgano del nuevo gobierno, redactada por la pluma de su secretario el Dr. Moreno, decía, comentando el hecho : « Chile ha sido reintegrado en el » ejercicio de los sagrados derechos que Be le usurpaban con » escándalo ¡ un soplo del genio de aquel ilustre pueblo bastó » para romper los débiles lazos que la ignorancia y la di » peración habían forjado. » Y ampliando este concepto bajo otro punto de vista, agregaba : Buenos Ures ha ensenado » á la América lo que puede esperar de si misma, si reunida o sinceramente en la man causa á que la situación po I de la monarquía la ha conducido, obra <'"ii miras geni jas, con una energía emprendedora, y con una firmeza en » que Be estrellen los ataques, con «pie los agentes del anti l'uo régimen resisten al examen de bu conducta, y al lee- 324 U N 1 Ó N A H G E N T 1 N O -CHILENA. — CAP. V 1 1 . » mino Je Ja corrupción á que lian vivido acostumbrados »(35 . Los chilenos respondían á estas palabras con votos de entu- siasta adhesión. Don José Antonio Rojas, que tan señalado papel había representado como precursor de la independencia, poníase á disposición de la Junta de Buenos Aires, porque <( su alta autoridad estaba fundada sobre las bases de la .» justicia, v era el apoyo y esperanza de los que aun vivían » expuestos á las violencias y persecuciones de que había " sido víctima » (36). Un distinguido abogado del toro de Chile \ profesor de su universidad se había anticipado á Hozas y recordado que teníala gloria de que un hijo suyo militase bajo las banderas de la revolución argentina en su ejército Auxiliar del Perú, decía á la misma Junta : u El » ejemplo que dio á este reino esa segunda Roma, fué el des- » perlado]1, que pasando los empinados Andes nos recordó >> del perezoso letargo de nuestra esclavitud. Este bien tan » deseado de todos los pueblos, lo debe Chile á esos valientes » habitantes, y veo grabado su reconocimiento en los corazo- » nes de mis conciudadanos » (37). La política de ambos gobiernos marchaba en consonancia df i-stas recíprocas protestas efusivas, y el de Rueños Aires no perdió momentos en impulsar á Chile á definir claramente su situación por el establecimiento de una alianza ofensiva y defensiva. Aun antes de conocer el acontecimiento que preveía, habíase dirigido al Cabildo de Santiago, como el órgano más caracterizado del pueblo, instándole á que pro- pendiese « ala organización de una representación legítima. ■ Para evitar la catástrofe que nos amenaza, decíale, es pre- (X> «Gacela extraordinaria de Buenos Aires, - de 15 de octubre de 1810. " Gaceta » etc. de -■'■ de octubre, núm. 21. (36J ()!¡. de Rojas ;'i la Junta ii. del Dr. Santiago Mard s de 1." de octubre de 1810. M. S. del A i . 1 1 . Gral. UNIÓN \ RGENT1 NO-CHILENA CAP. Vil ciso que los pueblos sostengan con energía sus derechos y que arrobando con desprecio lodos los mandones inertes - ó traidores, se forme on la América entera un plan víé •• roso de unidad ■ (38). La contestación del Cabildo fué la proclamación del US de setiembre \ la seguridad de que - Chile, descansando en la [doria de su seguridad, se prome- tía perpetuarla, cuando estrechando sus relaciones con las provincias del Río de la Plata, pudiera añadirá los recur - iS con »[ue se preparaba contra cualquier invasión, las •> Im-os y .-uixilios «Ir la generosa é inmortal Buenos Aires >> 39). Siguióse á esto el nombramiento de un en- viado argentino á fin di' promover la unión do los dos países, que era anunciado en estos- términos al Cabildo: Nada más •i nos rosta, sino que unidos sinceramente en la continuación dr una empresa, que han impulsado unos mismos princi- pios, obremos do entero acuerdo, y ron una firmeza que " allano los embarazos que oponen 1"-- enemigos de la feli cidad dé la América, y se ejecute cuanto antes la grande obra ;'i que las circunstancias del Estado precisan, y qu< tan propio do pueblos civilizados, que aprecian, como es debidoj sus derechos ■■ 'i(i . Simultáneamente escribía á la Junta de Chile, y aconsejándole un plan de política inter nacional, lo daba la seguridad tic que la Inglaterra ni» vio tentaría la voluntad de los americanos \ que reconocería la constitución que se diesen después de la pérdida de la España». Y terminaba por decirle : « Debemos con6ar que nuestra justa causa no será trastornada, j que la base 18 un. de la Junta de lf. \. al Cabildo de Santiago, di Ifl • de 1810. M. S, 'l-l Anli. i.i.ii. i ibildo de Santiago de Chile ó la Junta de Buenos \ de I." de octi bre de 1810. Sí. 9. del üi h. Gral. i" i ni. de la Junta de B. v il ' ibildo d< Sanli de ••■ tubre de 1810. M. - del Ar< b. G 326 IDEA DE UN CONGRESO AMERICANO. — CAP. Vil. » principal de una constitución firme y duradera que asegure » la felicidad de estas provincias, debe buscarse en la per- » fecta unión de sus habitantes, y en una firmeza incontras- »» table que sofoque en sus principios todos los embarazos » que se opongan á nuestro legítimo sistema » (41). Rozas formuló la contestación, trazando un vasto plan de confede- ración continental propiciada por el gobierno argentino : « Convencidos estos pueblos que recíprocamente nos obliga » á la más estricta unión con las valerosas provincias del » Río de la Plata, esta Junta conoce, que la base de su segu- » ridad exterior, y aun interior, consiste esencialmente en » la unión de la América : y por lo mismo desea, que en con- » secuencia de los principios de Y. E., proponga á los demás » gobiernos (siquiera de la América del Sur) un plan, ó con- » greso para establecer la defensa general de todos sus » puntos, y cuando algunas circunstancias acaso no hagan o asequible este pensamiento en el día, por lo menos lo teii- » drá presente para la primera oportunidad que se divisa •> muy cerca » (42 . El enviado diplomático del Río de la Plata, Álvarez Jonte (7 noviembre 1810), desenvolvió con más amplitud estas ideas en su discurso de recepción al pre- sentar sus credenciales ante las corporaciones reunidas al efecto en congreso bajo la presidencia de la Junta, propo- niendo : « Que ambos gobiernos, en firme y perpetua alianza ■ para sostenerse mutuamente y poder realizar las ideas del -> nuevo sistema, debían estipular, declarar la guerra ó acep- íli i >i¡. de la Junta de Buenos Aires á la de Chile, de :{| de octubre .1.- 1810. M. S. del Arch. Gral. \i Oñ. de la Junta de Chile á la de Buenos Aires, de 26 de noviem- bre d« ixio. M. S. del Arch. Gral. Año 1810. En la misma nota el Gobierno de Chile, preparándose á sostener su actitud por las armas, pedía que se le enviasen por su cuenta : 6,000 fusiles, 1,000 pares de pistolas \ dos maestros de fundición de cañón y de recomposición de anua- de chispa. UNIÓN ARGENTINO CHILENA. CAPÍTULO VII. 321 ■* tar la paz de mutuo consentimiento, firmar tratados n merciales de común acuerdo y cimentar un régimen polí- ■ tico así interior como exterior sobre las mismas bases de » conformidad á los principios del nuevo Bistema de común » acuerdo aceptado ». El Congreso, según el contemporáneo partidario de la causa realista, < le escuchó" con atención, y » respondió : que después de meditadas sus propuestas Be » aceptarían, si se hallaban convenientes al bien pú- » blico » (43). Bajo estos auspicios se inició la alianza argentino-chilena, y asomó por la primera vez la ¡dea de un gran Congreso sud-americano, de que Rozas l lé el iniciador, .Vivare/. Jonte el heraldo y el peruano Juan Egaña el Ioni- zador 44). El enviado argentino, al dar forma práctica á estas teorías, recordaba el apoyo que su gobierno había ofrecido á la revo- lución chilena contra las amenazas del virey del Perú, que estaba dispuesto á prestarle como aliado, solicitó el auxilio de una división militar para hacer frente á la guerra con que rl Río de la Plata era amenazado por la reacción de Monte- video encabezada por el virey KWo, anteriormente nombrado capitán general de Chile \ rechazado por la Junta. Rozas aco- gió favorablemente la petición : pero el Cabildo se opuso abiertamente ¡1 auxil M. s. del Aren. Gral. Briseno : Memoria bistónco-crlüca del derecho público chileno, o p. 17. — Barros Arana : Hist. de la tndep. de < hile, t. I. p. 162 \ 1 7o 328 UNIÓN ARGENTINO-CHILENA. - CAPITULO Vli. • opinión se dividió profundamente, y este fué uno de los pri- meros síntomas de enervación de la influencia de Rozas, que empezó á ser tachado de argentinismo. Sus parciales, que participaban del mismo espíritu, lo apoyaron decididamente. Don Juan Mackenna, á la sazón gobernador de Valparaíso, ofrecióse espontáneamente á marchar á combatir por sus hermanos de Buenos Aires, por cuanto « era común la causa ■ orno común había de ser la suerte, y la orden del día, ■ debía ser vencer ó morir ». Una numerosa reunión de ciudadano^ formuló una representación, declarando, — que, « el genio de la discordia nunca se introduciría entre Buenos Aires y Chile, porque estaban íntimamente aliadas, y por >• eso la juventud chilena se brindaba á porfía, siendo el voto » general del pueblo que la expedición se realizase y se re- • prendiese severamente la conducta de cualquier contradic- > tor para satisfacción del gobierno argentino » (45). Estas manifestaciones dieron á Rozas la mayoría en la Junta, cuyos pareceres estaban también divididos : el vocal que decidió la cuestión, fué un español, quien al fundar su voto por escrito, dijo : « Buenos Aires sostiene igual causa á la nuestra, y su • duración ó ruina es inseparable, y la política, la razón, la » justicia dictan que se convenga con el socorro que de- i) manda la Junta de Buenos Aires sin reparar en otra cosa. •> en que lo pide, y por lo tanto lo necesita » (46). En conse- cuencia, dictóse un decreto (4811), disponiendo el envío de un cuerpo de tropas chilenas de quinientos hombres (que '••"> . El P. Martínez, en su « Memoria » cit., p. 308 j 309, trae el texto de esta representación, con las Qrmas, entre las que figuran las de varios atinos residentes en Chile. — V. Barros Arana : Hist.de la Indep.de Chile, t. I. |>. 20í>, j !;i anotación á la misma de Vicuña Mackenna, en « Hist. Gral. de la Etep. de Club'. » i. I. p. 289 j 290. i1 Voto fundado del roca] de la Junta de Chile, don Fernando Már- quez de la Plata, de fecha 7 de marzo de 1811, certificado por el secre- tario Argomedo. V. Martínez ; i Memoria cit., p. 323. UNIÓN \ RGENT1 NO-I II I 1. 1 HA CA PÍTULO Vil luego se redujo á trescientos . én auxilio de Buenos Aires, ^ se autorizó al enviado argentino para levantar banderas de re- cluta en todo el reino hasta «'I número de 2,000 plazas. Este acto selló la unión de ambos países, \ mancomunó* los desti- qos de su revolución en la Inicua y la mala suerte. I\ Por este tiempo (1811) empezó á diseñarse >n trazos pro- nunciados una escisión en el partido patriota, que di" por resultado su fraccionamiento en dos bandos antagónicos den- tro de los elementos que habían concurrido á la revolución. A la raheza de los radicales. — ó exaltados como los apelli- daban sus émulos, — que marchaban á la independencia por medio de la formación de un gobierno nacion;il constituido, estaba Rozas como jefe de él, y en primera lila los argentinos residentes en Chile '47). La muerte del conde de la Con- quista (27 febrero 1811). jm «>iilfn t «■ di- la Junta, I" había hecho arbitro del gobierno ; pero por mucha que Fuese su au- toridad moral \ la base de opinión y fuerza militar con que contaba en el sud, su poder era más aparente que real. En frente de él, y á la cabeza de l<>> moderados, estaba - ! I bildo. que tan gran papel había representado en el drama revolucionario, y que á la sazón reaccionaba contra la poli tica gubernativa, sostenido por la mayoría de la aristocracia «india, que sin plan alguno, pero poseída de un espirito conservador, todo lo esperaba del desarrollo de los sucesos, V \ i un i Mackenna, en su V ida de 0'Hig( I • dice, i .-tii iénd< • ni"- residentes enlom es en Chile : i sus compatriotas que siempre estuvieron delante déla pri- iii. i .i iíi.i revoluciona! i 330 DICTADURA DE ROZAS. - CAPÍTULO VII. y en su quietismo, llegó á punto de confundirse con la reacción por su tímida contemporización. En medio de estos partidos, estaba el español realista llamado godo ó sarra- ceno, que reconocía por cabeza á la Audiencia — la cual contaba entre sus miembros á un argentino (48) — y que conspiraba en favor de una restauración. Todos ellos acusa- ban á Rozas de ambicioso y llegaron hasta á atribuirle que pretendía coronarse. Una mañana (18 diciembre 1810' apare- ció fijado á la puerta de su casa un pasquín en que se veía dibujado un bastón atravesado por una espada sangrienta, y encima una corona de rey con esta inscripción : — « Chile- nos, abrid los ojos ! Cuidado con Juan I ». — Su ambición era, empero, medida y exenta de egoísmo. Dotado del valor civil del pensador político, no tenía el temple de un dictador, aunque representase su papel ; y carecía hasta del tempera- mento del tribuno y del coraje espontáneo del hombre de acción, como lo demostró en el curso de su corta vida pú- blica. En medio de estas corrientes opuestas, Rozas llevaba ade- lante con impavidez su plan reformista, venciendo resisten- cias, despreciando preocupaciones y lastimando intereses y vanidades á que se sobreponía. La reforma trascendental de esta época, á que está ligado su nombre, fué la declaración de la libertad de comercio (21 febrero 1811) que impuso, puede decirse, contrarrestando la oposición vulgar de la masa igno- rante y el voto oficial de las corporaciones. Los resultados le dieron la razón : en pocos meses la renta se duplicó, y llegó pronto á cuadruplicarse A la vez se ocupó en militarizar el país y levantar tropas para sostener por las armas la revolu- ción. Por último, fiel al cumplimiento que la Junta había contraído al instalarse con el carácter de provisional, y aten- (48) El oidor don Manuel Irigoyen. SUBLEVACIÓN DE FIGUEROA. - I IPlTDLO VII. 331 diendo las gestiones del Cabildo, decretó la convocatoria de un congreso general á que debían concurrir todos [os diputa- dos de las provincias, elegidos popularmente según un regla monto calcado sobre los precedentes municipales, que sólo concedía el derecho do sufragio á los notables previamente calificados. En esto terreno debían por La primera vez cho- carse los dos bandos rivales que entrañaba el partido patriota, y que por un encadenamiento de circunstancias fué también en el que los españoles reaccionnarios lucharon por la pri- mera vez á sangre y fuego contra los patriotas. El 1. de abril de 1811 era el díadesignado ¡ ara la elección de diputados. En ese mismo día se sublevó en Santiago una parte de la guarnición encabezaba por el coronel don Tomás de Figueroa. Era Figueroa español de origen, hombre de valor probado á quien una serie de aventuras novelescas ha- bía llevado á Chile, donde prestó servicios distinguidos en la frontera de Arauco, y al estallar la revolución tenía el mando del batallón lijo de Concepción. Rozas, de quien era compa- dre, lo había traído en su estado mayor al tiempo de ingresar á la Junta gubernativa, y ambos disintieron con motivo del auxilio de tropas á Buenos Aires. Se cree que el descontento que produjo esta medida le sugirió la idea de explotarlo en favor de la reacción i1» . En los primeros i nentos, el atre- vido caudillo realista fué dueño do la situación. Después de disolver el comicio popular, se dirigió en son de guerra fi la plaza principal, proclamando la restauración en nombre del Rej v de la religión, y allí al pie de los balcones *\*- la Audien- cia, que se hallaba reunida, púsose á sus órdenes. La docta corporación declinó hipócritamente la terrible responsabilidad. Las armas en vez del voto pacífico 6 el consejo de los I .'• Vicuña Mackenna : l.l coronel don I '< udio crítico según documentos inéditos, ps. 36 MUERTE DE PIGÜEROÁ. — CAPÍTULO VII. dos, iban á decidir la contienda y á dar á la revolución su verdadero carácter de guerra á muerte por la vida indepen- diente. Rozas, que según la historia, fué el único miembro de la Junta que conservó toda la serenidad en este momento de prueba, dispuso de acuerdo con sus colegas más ó menos intimidados, que las tropas fieles marchasen á dominar el motín. Ambas fuerzas se encontraron en la plaza en orden de batalla, v á medio tiro de pistola rompieron casi simultánea- mente el fuego, quedando finalmente los patriotas dueños del campo. En esta jornada se distinguió por su entusiasmo y valor el joven Manuel Dorrego. natural de Buenos Aires, des- tinado á alcanzar celebridad, y que á la sazón, estudiante il- la Universidad de Chile, hacía su aparición en la escena histó- rica* olí. Á.1 ruido délas descargas, Rozas montó resueltamente á caballo, y concitando al pueblo ;í que le siguiese, persiguió á Figueroa, que se había asilado en un convento, y personal- mente lo prendió. A las 4 de la tarde, mandó plantar la horca en la plaza, v en ella fueron suspendidos los cadáveres de cinco soldados de los amotinados muertos en la refriega. \ las doce de la noche estaba instruido el proceso del jefe del motín, y Rozas constreñía á sus colegas que se inclinaban á la clemencia, á firmar la sentencia que lo condenaba á muerte • por traidora la patria val gobierno, sin recurso alguno. » A las 4 de la mañana fué fusilado Figueroa á la puerta de su calabozo, y su cadáver era expuesto en los pórticos de la cár- cel, atado en la silla de baqueta que le había servido de ban- quillo, lloras después se promulgaba un bando en qui 50 Vicuña Mackenna : El coronel Figueroa, ps. 109, 119 j 145. - Diario de José Miguel Carrera < ¡lado por el mismo. En la « Gaceta de Buenos Aires, d de 25 de abril de 1814 se registra una relación de este suceso en que se exalta por demás la Qgura de Dorrego, contra la cual reclamó el Cabildo de Santiago, j que citamos por vía dp referencia. ELECCIONES CHILEN IS C \l'i II LO \ II declaraba, que todos los que conspirasen contra el Estado, serian castigados del mismo modo. Esta ejecución \ esta doc trina terrorista, respondía á las ejecuciones ordenadas por la Junta de Buenos Aires, cu virtud de la doctrina revoluciona- ria, que condenaba romo reos de rebelión, sin remisión algu- na, § los que encabezasen resistencias contra SUS anuís. I'n historiador chileno, olvidando este precedente histórico, atri- buye la resolución al temperamento de raza de Rozas, que lo inclinaba á la violencia .'i! . \ este acto vigoroso de represión siguióse la disolución de la Real Audiencia, con la cual des- aparecía la última sombra de la autoridad ¡Monárquica en Chile. Desde entonces la justicia ordinaria se administró en nombre de la patria, como se había administrado en nombre de ella la sangrienta justicia política. El idilio parlamentario de la revolución chilena se convertía en tragedia. La columna auxiliar de Buenos Aires, fuerte de 300 hom bres loo dragones y 200 infantes), queacampada á inmedia ciones de Santiago, había acudido en sostén de la autoridad de la Junta, continuó su marcha, á órdenes de su coman- dante don Andrés Alcázar, \ el era no de la frontera de Arauco, y en medio de ovaciones llegó á BuenosAires 14 junio 18H . donde fué recibida en triunfo, renovando el juramento de morir al lado de los argentinos para • destruir la tiranía v defender la libertad • (52 . Las armas de las dos revolu- ciones fraternizaban así á la par que susideas 51 Vicuña Mackenna, en su libro «El cor I Figueroa, » p. 139, dice : « l ii. i dificultad legal oponíase á aquella resolución extrem habriala tal vez techo escoliar primero en un aplazamiento 3 en se guida en un indulto, dado el ánimo blando j olvidadizo del chileno, si ••! doctor Rozas, que era argentino i I sitio de mi cuna como I" fuera más larde p< i el de su fosa, n'> hubiese atropellado poi todos los obstáculo*, fueran éstos la ley, fueran las fórmulas, fuera la VIH. Gaceta Extraordinaria de B. \.. de 18 de ¡unió de 181 1 . 334 ELECCIONES CHILENAS. — CAPÍTULO VII. Las elecciones de diputados al Congreso se habían verifi- cado mientras tanto tranquilamente en todo el resto del reino. En el centro del país, triunfó sin oposición el partido de la oligarquía criolla, resultando electos los grandes mayorazgos por el voto de sus inquilinos ; pero al sud del Maule y en algu- nos otros distritos del norte, triunfaron los radicales, dando al partido de Rozas la mayoría. Como Buenos Aires era enton- ces la escuela política, cuyos buenos ó malos precedentes ha- cían regla, uno de los parciales de Rozas, movido por él, hizo moción para que los diputados electos se incorporasen al go- bierno ejecutivo con voz y voto en él, invocando, según se dijo, « el ejemplo de la Junta argentina, que en todo debía ser- virles de modelo » (53). Así se hizo, no obstante la protesta justificada del Cabildo inconsulto, que se preparó á tomar su revancha. Al efecto dispuso, en contravención de la regla fundamental establecida por la convocatoria, que la capital de Santiago, en vez de los seis diputados que le correspondían según el censo electoral, eligiese doce ; y Rozas, por indife- rencia ó exceso de coníianza, consintió que se alterara así la base representativa. El 0 de mayo (1811) celebráronse las elecciones en Santia- go. No obstante la poderosa influencia de la familia de los Larrain, verdadera familia Fabia de Chile, llamada « la de los ochocientos, » el ardor de sus entusiastas partidarios, v el apoyo moral que le prestó el inteligente y activo enviado I Fr. M. Martínez : a Memoria, » eii., p. w. — Véase «Vida y Me- morias del doctor Moreno, » p. 303, por lo que respecta al precedente argentino. DECADENCIA DE ROZAS. - CAPITULO Vil. argentino Áivarez Jonte, Rozas fué derrotado, resultando bus candidatos coa una pobre minoría de sufragantes; Desde en- tonces pudo verse, que el pasajero dictador era un simple huésped en la metrópoli chilena, y que su preponderancia, resistida á la vez por los conservadores y los reaccionarios, — que encontraban en la oposición á las reformas v al refor- mador su punto de contacto, — empezaba á declinar. Incor- porados los nuevos diputados al directorio ejecutivo, Hozas quedó legalmente envuelto en sus propias redes. En vano pre- tendieron sus parciales decir de nulidad de la diputación de Santiago, por razón del número que arbitrariamente le había asignado el Cabildo : fueron vencidos por el número de votos. Derrotados en este terreno, apelaron á las asonadas con el objeto de colocará Rozas á la cabeza del gobierno, justifican- do así la acusación de ambicioso que los disidentes dirigían á su jefe. Su inlluencia quedó enervada, el gobierno perdió su unidad, su eficacia de acción y hasta los rumbos lijos en «pie marchaba, á punto de desviarse hacia la reacción. Esto se vio claramente al tiempo de instalarse el Congreso, arbitro anó- nimo de la situación. El 4 de julio de 1811 celebró el Congreso sn primera se- sión inaugural. Desde este momento, la situación quedó de- finida: Hozas estaba vencido en el terreno parlamentario, campo de sus maniobras políticas. De los cuarenta miembros de que se componía el congreso, sólo trece votos le pertene- cían. La Junta cesaba en ese mismo día de hecho y de dere- cho, j resignó su autoridad en manos de la potestad legisla Uva, que reasumió á la vez el poder ejecutivo con la denomi nación de • Alio congreso », con que ba pasado á la historia. En tal ocasión, el precursor de la revolución que hasta en lonco la había dirigido en el sentido de la independe! formuló bu profesión de fe de principios, que fué también bu ultimo adiós como tal, en un discurso que ha quedado célebreen los fastos constitucionales de Chile: I " el único 336 PROFESIÓN DE FE DE ROZAS. — CAP. VII. » modo posible y legal, se vé por la primera vez congregado » el pueblo chileno. — Os pido me interrumpáis, contestéis .) los hechos y reí! exiones, poniéndome en el camino del .. acierto v de La verdad. Vuestro silencio será un comprobante de mis aserciones, y os hará responsables de mis errores. » — Piémosselo en nosotros mismos. — Oímos cada mo- • mentó que otras provincias del continente se conmueven i) por motivos semejantes á los que á nosotros nos sobresal- » lan. A un mismo tiempo uu millón de hombres piensan de un mismo modo y toman una resolución. Paso legal, justo, » necesario, á que el orden mismo, el peso de las cosas, y » más propiamente la providencia les ha conducido. Así se » vio ejecutado un plan que debería ser el fruto de largas »> combinaciones y cálculos. Tal es la fuerza de la verdad. — •> Nuestra apología no debe ocuparnos por ahora: ella se for- i) mará del tiempo, del éxito de las verdades, que manifes- • tara el curso de los negocios, del testimonio íntimo de .. nuestra conciencia. Estas grandes v nobles miras, sólo > tendrán un feliz y constante resultado, si podemos llenar el •> augusto cargo que nos han confiado nuestros buenos ciuda- danos ; si acertamos á reunir todos los principios que hagan su seguridad y stf dicha ; si formamos un sistema que les franqui 1 uso de las ventajas que les concedió la exhube* » rancia de la naturaleza ; si, en una palabra, les damos una constitución conforme á nuestras circunstancias. Debemos emprender este trabajo, porque es necesario, porque nos lo •> ordena el pueblo depositario de la soberana autoridad; » porque no esperamos auxilio de la metrópoli. — No os retraiga la magnitud de la obra. — Los más Inertes alíelas deben ceder el paso á los que siguiendo humildemente las •> antorchas de la razón y la naturaleza, penetrados de amor » á sus semejantes, observando modestamente sus inclina- » ciones, -u- recursos, su situación, su índole, les dictaran reglas sencillas que afianzaron el orden y la seguridad de IDEAS POLÍTICAS DE ROZAS. — CAPÍTULO VII. » que carecen las Daciones más cultas, por falta de constitu- » ciones adecuadas ; como las tuvieron la pobre Selvecia ó » como los descendientes de los compañeros del -imple Pen. » Otras ni aun tienen nociones de esta piedra de toque de los » derechos del hombre, de este talismán, de esta brújula, » instrumento pequeño, sí, pero precioso, únicamente capaz ■ de guiarnos hacia nuestra prosperidad. El gobierno que » contenga al pueblo en La justa obediencia, y al podrí- en la » ejecución de la ley, y que haga de esta ley <•! centro de la dicha común y de la recíproca seguridad, serí laobra maes- » tra de la creación humana. — Representantes de Chile, » esta es vuestra tarea. Borrad de vuestros diccionarios las » voces, gracias, excepción, y olvidad hasta las ideas de estos » anzuelos del despotismo. Que ni las provincias, ni los » cuerpos, ni las personas pueden tener privilegios que los » separen de la igualdad de derecho. Por eso echo de menos >> entre vosotros á los representantes de I"- cuatro Bulta- » mapus (54). Que del seno de las virtudes públicas han de » salir y elevarse por el sufragio libre de los pueblos al de- » recho de regirlos, sus administradores y funcionarios : así » la idea de un magistrado ó jefe nato ó* perpetuo, 6 de un » empleo comprado, es por consiguiente absurda. Abrazad » con celo los negocios más espinosos: haced el bien y limi- » tad vuestras miras ala dulce satisfacción de haber obrado » bien: inmolaos generosamente á vuestra patria, y ocultedle » con destreza los servicios que le hacéis » (55). Jamasen la América del Sud se había escuchado nn len- (84) Se refiere á los distritos ocupados por las tribus ind Arauco. Esta es la denominación que los araucanos daban & la dirisión de -US (i inios, de vuthan, grande, y mapu, tierra, l"1''- (58 Véase Lastarria : ■ Bosquejo histórico d< la Constitución del bierno de Chile, i p. 20 j sig., donde se encuenti i li discurso. Los extractos que de ál han hecho los demás histori idores chi- lenos, le- dan idea de su importancia ai condensan su espirita. 338 EL PARLAMENTARISMO CHILENO. - CAP. VII. guaje más sobriamente elocuente ni más nutrido de liberal docfrina política. Era no sólo el anuncio de una independen- cia de hecho con un gobierno propio, sino también su procla- mación de derecho por medio de una constitución emanada directamente de la soberanía del pueblo, republicana en sus lincamientos y esencialmente democrática por los principios anti-monárquicos que exponía, invocando como los únicos precedentes de la sabiduría humana dignos de invocarse los de Suiza ylos Estados Unidos de América. Este discurso causó profunda sensación en la asamblea. Por un momento todas las opiniones discordes, vibraron armónicamente al compás de la palabra del teorizador de la revolución. XI Es una cuestión interesante que no ha sido aún bien dilu- cidada, de si el desarrollo parlamentario que se dio á la revo- lución de Chile en sus primeros años, fué un bien ó un mal. Un historiador chileno piensa, con más retórica que criterio, que la reunión de un congreso, en un pueblo sin educación constitucional, sin espíritu público y en cuya composición de- bían entrar tres elementos discordantes, fué un error, un acto prematuro, y que habría sido preferible « la dictadura de un César en vez de la de un Cicerón» (56). Un historiador universal confundiendo los efecto- con sus múltiples causas complejas, establece, con más ingenio que penetración : que el congreso de 1811, representante del núcleo de la población de Chile, en que predominaba la aristocracia criolla, cuya po- lítica moderada dio al movimiento revolucionario un color (56) Vicuña Mackenna : Vida de O'Higgins, » i. I, p. 60 y siguientes. EL PARLAMENTARISMO CHILENO. - CAP. VIL más suave, aunque pálido, aseguró al país más tarde la feliz tranquilidad de que carecieron las demás repúblicas sud- americanas (57). — Estos dos juicios son erróneos ó incom- pletos: el uno por su concreta superficialidad, \ <-l otro por bu vaga generalidad. — Un publicista chileno considerando la cuestión con más filosofía, lia observado, que « la doctrina ■> do la soberanía del pueblo y mi congreso que obrara influí- » do por lo que se llamaba voluntad popular, sin embargo de ser unos pocos los que se arrogaban el derecho de interpre- o tar, proclamar y representar esa voluntad, eran oíros tan- • tos elementos revolucionarios que debilitaban la influencia » de las preocupaciones coloniales, despertando la idea déla - dignidad del hombre en sociedad, completamente aniquila- » da en el sistema español, y que inquietaban los ánimos, » para emprender lo que antes habría sido imposible » 58 . El desenvolvimiento parlamentario de la revolución chile- na, fué un hecho espontáneo, lógico en sí y necesario como efecto de causa, y era condición de vida de la misma revolu- ción.Sus formas embrionarias estaban en la constitución mu- nicipal de la colonia, y las clases directivas al iniciarla, no hicieron sino obedecer instintivamente á los antecedentes his- tóricos, impulsados por los suce- ín la índole del país. De aquí su carácter municipal, legal y conservador, siendo la paz que al fin consolidó Chile dentro de sus propios elemen- tos orgánicos, en lucha contrae) parlamentarismo y el milita- rismo dictatorial, no un resultado absoluto ni relativo de este precedente transitorio, queapenas dejó rastros en la vida cial 6 política, sino la consecuencia forzosa de la constitución oligárquica y feudal de su sociabilidad, de que era nn i\rn vado la potencia gubernamental, producto nativo de la tierra Gervinus : « Hist. du \l\ Biéde , t. VI, p. 209 f 210. ¡8 Lastarría : Bosquejo histórico de la Constitución del gobierno •!<• Chile, D |l. 17. 340 EL PARLAMENTARISMO CHILENO. — CAP. VII. cuya semilla propagó la colonización primitiva,}- ha prospera- do aun bajo el régimen republicano con sus caracteres origi- narios. Por eso, las primeras manifestaciones de vida pública que conmovieron el país, así como la revolución que depuso al último gobernante colonial, y fundó por el voto popular un gobierno nacional, tuvo por órgano tres congresos municipa- les, circunscriptos á la clase de los notables, representando el pueblo en este drama parlamentario el papel del coro antiguo que prolonga la palabra del autor principal ; y por eso su ca- rácter fué ordenado y pacífico y sus deliberaciones se impu- sieron sin violencia, como funciones normales del organismo propio, como una ley que estaba de antemano escrita en las conciencias y en el temperamento de la masa común. Al inaugurarse espontáneamente este nuevo orden de cosas, se impuso como regla constitucional, la inmediata convocación de un congreso general, como autoridad colectiva y repre- sentativa del país, que legitimase la nueva autoridad, pro- ducto del voto de un solo municipio, que á la vez estatuyese en definitiva sobre la forma de gobierno, según sus necesi- dades y el imperio de las circunstancias. Esta fué la tcorí.i y la fórmala de la revolución chilena, como lo había sido de la argentina explicada por Moreno, y á ella ajustó su des- arrollo legal. En esta parte, la revolución chilena se aparta, empero, de la revolución argentina, si no en su letra, por lo menos en su práctica, por cuanto la segunda, retardó por lar- gos años la convocación de un congreso popular que la le- gitimase y le diese fuerza moral, mientras que Chile fué fiel á su regla, enmendando inmediatamente el error fundamen- tal cometido por la junta de Buenos Aires al incorporar á los congresales al poder ejecutivo, que al desvirtuar la. acción fundamental, enervó el principio representativo. Esto prueba que había en el fondo de las cosas una fuerza oculta, como un resorte poderoso que se sobreponía á las voluntades dis- persas y á los malos ejemplos autorizados. EL PARLAMENTARISMO CHILENO CAP. Vil . 341 Las revoluciones de Holanda y de loa Estados Unidos de Norte-América, habían enseñado al mundo, que un congreso regulador era compatible con una 9 Carta de O'Higgins al general Mackenna, inserta en la Vida de 1 > 11 Rgins, poi \ icuña Mackenna, t. l. p. K EL PARLAMENTARISMO CHILENO. - CAP. Vil. Ambos obedecieroD al instinto conservador y á la ley que go- bernaba las voluntades y los acontecimientos. La revolución chilena no tenía otra forma de manifestación, que no fuese el parlamentarismo, so pena de no tener razón de ser y de asumir los caracteres de un feto informe. Aun para constituir una dictadura, como el historiador chileno antes citado lo in- dicaba, era indispensable su concurso. Sin él. torio habría sido fuerza bruta sin sanción Legal ó anarquía estéril, como sucedió después cuando se eliminó su intervención modera- dura. Es posible que con el parlamentarismo lo mismo que con la dictadura, la revolución chilena se hubiera perdido al fin, porque era orgánicamente débil en sus comienzos, y fal- taron á sus dos entidades las cualidades impulsivas que sal- van á los pueblos en sus grandes crisis; pero el hecho es, que esa "revolución se perdió en manos de una dictadura inhábil para la lucha como lo había sido para el bien, y que fué renegada por todo el país en su tiempo como ha sido rene- . ida por la posteridad Si el parlamentarismo, aparte de sus vicios ingénitos de conformación, no hizo todo lo que debió, culpa es de los tiempos ó de los que no supieron ó no qui- sieron darle nervio, y conspiraron contra su autoridad, sin moral y sin ley. y si con él se hubiese perdido habría sido con más gloria y más provecho. En todo caso, no puede ne- garse, que merced al principio vital que entrañaba en sí, aun después de sofocado en la cuna por sus mismos creadores, mereció la revolución chilena el destino de sobrevivir á su derrota, y resurgir con elementos de reorganización y de go- bierno. Tal es ia síntesis íilosófico-política de la revolución chilena en sus relaciones con el desarrollo inicial del parla- mentarismo, como los hechos lo han comprobado. EL PARLAMENTARISMO CHILENO. l \\> . vil. \ll Con La instalación de la primera asamblea representativa, termina el período inicial del desarrollo orgánico de La revolu- ción chilena y se opera su primera evolución parlamentaria, abriéndose en seguida otro período d<> paralización yde agita- ción, de descomposición y recomposición, que la vivifica y la trabaja, y termina con su catástrofe, para r< ■ tcer despu la vida nueva con los elementos que se incorpora en estos dos períodos de gestación embrionaria. El alto congreso, que inauguró el gobierno representati- vo popular, abrió sus sesiones figurando los radicales en alar- mante minoría : de los cuarenta miembros que I" componían sólo trece le pertenecían, y tres de los que sumaban <•! total eran ootoriamente godos, con la singularidad de haber sido elegidos por la ciudad de Concepción, base del influjo de su jefe departido. Los moderados vencedores no sabían qué uso hacer de su mayoría, y permanecieron en su quietismo, gra- vitando sobre la situación con la masa inerte desús votos. No era que careciesen de propósitos inmediatos ni de energía para sostenerse en el poder ; pero sin experiencia ni nociones prác ticas, sin plan y >in idea- fijas, oscilabí atre la revolución mn todas sus consecuencias j '•! equilibrio instable de una conservación á medias Su actitud indecisa revelaba su com- posición l>a-lanla y su debilidad orgánica. Era una promis- cuidad de oligarquía y de plutocracia combinada con un patriotismo tímido y tendencias retrógradas que se confundía con la reacción, en que entraba pormucho el egoísmo acomo- daticio de I"- que bóIo querían paz 3 resguardar sus inter< — dejando ir las cosas y los sucesos poi ju pendiente, todo I" cual constituía un conjunto de fuerzas negativas que en 344 EL ALTO CONGRESO DE CHILE. - CAP. VII. razón de su naturaleza sólo obedecía al movimiento que le había impreso su propia inercia, sin previsión y sin objetivo determinado. Los disidentes, aunque débiles en número y desalojados del poder, tenían vistas más claras : perseguían un fin inmediato, que era llevar al gobierno á su jefe de par tido, investirlo de la plenitud de las facultades de un jefe de Estado y proclamar francamente la independencia, pero para alcanzar esto, contaban con más audacia que medios, y los que pusieron en juego, los perdieron. Una de las primeras cuestiones que ocupó al congreso, dio la medida de la inconciencia de la mayoría que lo domina- ba y de la enérgica resolución de la minoría que afrontaba todas las consecuencias de la revolución. Pocos días después de instalado (27 julio) llegó al puerto de Valparaíso un navio inglés, cuyo comandante tenía encargo del virey del Perú, con credenciales de la regencia de España, de recoger el sub- sidio de guerra con que Chile debía concurrir á la lucha que sostenía la metrópoli en Europa. La cantidad depositada al efecto en las arcas fiscales ascendía á un millón seiscientos mil pesos. Los moderados, unidos á los godos, opinaron que debían entregarse, y la votación iba á sancionar este escán- dalo, que revestía los caracteres de una traición á la causa revolucionaria. Alzóse entonces la voz del diputado O'Hig- gins, en nombre de los trece patriotas que representaban la oposición, y dijo : « A pesar de que estamos en minoría, » sabremos suplir nuestra inferioridad numérica con nuestra » energía y nuestro arrojo, y no dejaremos de tener bastan- » tes brazos para oponernos eficazmente á la salida de ese » dinero, tan necesario para nuestros país amenazado de in- » vasión. » Esta valiente protesta decidió á la votación en favor de la negativa. La otra cuestión que se debatió entre los dos partidos en el terreno parlamentario, fué más fundamental, y decidió defi- nitivamente la victoria de los conservadores. Habiendo el NUEVA JUNTA CHILENA. CU" ni LO vil. Congreso reasumido la potestad ejecutiva á la vez que la le- gislativa, l»»s liberales propusieron que Be constituyese una junta ejecutiva «I»1 tres miembros, nombrados parcialmente por cada una de las grandes agrupaciones territoriales del país : el norte, el sud y el centro. Su objeto era hacer 'Mitrará Rozas al gobierno por esta puerta falsa del federalismo pro- vincial. Los moderados, limitáronse en el primer mentó á aceptar la idra (Mi teoría, aplazando la elección. Para decidir ésta los liberales apelaron á la Intimidación por lio de tumultos populares y golpes de mano mal combinados, en que los amigos de Rozas hicieron el triste papel •! conspiradores impotentes contra su propia ultra, comprometiendo deplora- blemente á su jefe en tan siniestras maniobras. Por esta vez, la razón, la opinión y la fuerza estaban de parte del Congreso, que con una lirmeza y una unidad de acción que no cía de esperarse de su composición ni de su temperamento, dominó legal y pacificamente la situación y redujo á la impotencia á los vencidos en el terreno del voto y de 1"- hechos, Despe- chada y mal inspirada la minoría de 1<>- trece, abandonó en masa la arena parlamentaria, y formuló su declaración «le guerra, con protesta contra las decisiones del Congreso y amenaza de dirigir un manifiesto á sus comitentes, negándoles obediencia 13 de agosto). Dueña del campo la mayoría con- servadora, designó \<>- miembros de la Junta Ejecutiva, en que, pro-forma, cada uno de ellos se suponía representar una de las lie- provincias del reino, según l«» habían propuesto los radicales. Desengañado Rozas, y considerándose perdido, abandonó la escena política de la capital, 5 se dirigió á su antiguo teatro de opera <• iones, con el objeto de dar nuevo á la revolución, dejando á su partido deshecho, acéfalo ysin dirección. En Concepción fué recibido en triunfo, y allí for- mó ana contra-junta é hizo que la provincia del sud reina-.' I,.- poderes ■ < sus diputados al I ¡ongreso. El Congreso continuó sus trabajos, 3 dictó un reglamento 346 CONTRA-JUNTA DEL SUD CAPITULO VII constitutivo, limitando su autoridad y deslindando las atribu- ciones de los poderes públicos, que en vez del orden introdujo la confusión en el gobierno y reveló su absoluta falta de no- ciones de derecho público y de la más vulgar previsión. Por él se constituía un poder ejecutivo sumamente débil, que dejaba desarmada la situación, mientras el parlamento se atri- buía además de la plenitud déla potestad legislativa, el cono- cimiento de los principales negocios de política interior y exterior, guerra, justicia y administración. Dando un paso más adelante en este camino, llegó á tomaren consideración un singular proyecto de constitución etocrática, redactado por don Juan Egaña, por la cual se organizaba una nación sobe- rana é independiente á perpetuidad, con vastas proyecciones continentales, según las ideas nebulosas del autor antes indi- cada's, á la vez que se declaraba en él, que « Fernando VII, » ó la persona física ó moral que señalase el congreso, serían » los jefes constitucionales de la nación chilena. » Por enton- ces esta constitución quedó archivada, y la revolución empezó á retrogradar por la acción negativa desús autores y la reac- ción de sus elementos ocultos de presencia. CAPITULO VIII DESARROLLO Y CAÍDA DE I. \ REVOLUCIÓN CHILENA VÑO 1811-1814 Paralización revolucionaria. — Aparición de Carrera y su retrato. - Núcleo del partido carrerino. — Revolución liberal j política reformista. — Motín de Carrera y disolución del Congreso. — Aislamiento de Carrera en el poder. — El sud levanta la bandera parlamentaria. — Rozas y Carrera.— Pacto de federación. — Caída de Rozas y su muerte. — Ei año XII. — Inten confuso. — Nuevo reglamento constitucional. -- Invasión de Pareja. — Pri" nina campaña 'l<' la Independencia de Chile. — Sorpresa de Yerbas-Buenas v batalla de San Carlos. — Sitio de Chillan.— Retroceso militar de la revo- lución. — Combate del Roble. — Desprestigio de Carrera y su destitución. — O'Higgins genera] en jefe. — U - Auxiliares Argentinos en Chile.— Inva- sión de Gainza. — Nómbrase un Din >tor supreí ai ('.hile — Derrota de Cancha-Rayada. — Acción de Cucha-Cucha. — C bate de Quilo. Victoria del Membrillar. — Operaciones «ir !"s ejércitos beligerantes. — Defen Quechereguas. — Estado 'i'- la revolución sud americana. — Tratados de Lircay. — Política vacilante del gobierno chileno. — Relaci tino- chilenas. — Carrera se apodera ouevamente del mando. — I civil estalla. — Invasión de Osorio. - Reconciliación de O'H i. — Planes militares. — Sitio di Rancagua. — Caída •!<■ la revolución chilena. La escisión del partido patriota j la consiguiente disper- sión '!'• las fuerzas cívicas, por la derrota de I"- que querían ir adelante; la política retardataria de los conservadores que concurrían los retrógrados \ I"- trabajos disolventes de 348 SITUACIÓN CONFUSA DE CHILE. — CAP. VIII. Rozas en Concepción, á la par de la inmovilidad á que se en- tregó el partido dominante, que empezó á su vez á dividirse, paralizaron el curso de la revolución chilena, que desde este momento amenazó desviarse de sus grandes rumbos. El libera- lismo se hizo anárquico y el modentarismo llegó á confun- dirse con la reacción. Los primeros no veían sino godos y traidores en los patriotas tímidos que acompañando la revo- lución, se detenían ante sus consecuencias. Los otros, no veían sino sombras en su limitado horizonte, sir acertar á encontrar su camino en medio de sus propias incertidumbres y no tenían plan de gobierno. Llegó el caso, — no menos escandaloso que el de la entrega de los caudales al enemigo, con que el Congreso había iniciado sus sesiones, — de poner en duda prestar auxilios al amigo que sostenía la misma cau- sa. Habiendo pedido Buenos Aires un auxilio de ochenta quintales de pólvora, por la circunstancia de tener Chile fábrica de este artículo, hubo de negársele por la viva oposi- ción que hicieron los españoles que se habían introducido en el gobierno y empezaban á levantar la voz contra los revo- lucionarios. El Congreso, omnipotente en teoría y dueño del gobierno, era impotente para dominar el conjunto de causas que obstaculizaban el desarrollo de las fuerzas vivas del país, y las medidas triviales ó ridiculas que dictaba no hacían sino aumentar su descrédito con perjuicio de la causa pública. En tal situación, una reforma radical que restableciese el equilibrio perdido y pusiese á la revolución en su camino, era una necesidad de vida que se imponía, y para alcanzar este resultado era justificable hasta una conmoción intestina. Si Rozas hubiese tenido más serenidad y más constancia y su partido más táctica, el triunfo habría sido suyo con menor desperdicio de fuerzas ; pero cuando todo estaba maduro para la revolución, tuvieron que aliarse con una entidad extraña que se sobrepuso á parlamentarios y liberales, y acabó por provocar la anarquía militar y la guerra civil, proclaman- LOS CARRERA. - CAPITULO VIII. 349 dose así la revolución en medio de un desorden dictatorial. Esta entidad, fué un nuevo caudillo que apareció* repentina- mente en la escena revolucionaria, y que debía ejercer una funesta á la vez que poderosa influencia en loa destinos de bu país. Por este tiempo, llegó de regreso á la tierra natal un joven perteneciente á una de las m;'h distinguidas familias del país, cuyo padre, hombre bueno y manso, había representado un papel espectable en las comparsas patrióticas de figurones de la época, con tintes de godismo. De malos antecedentes por -ii carácter díscolo y una vida licenciosa (1), g rtaba -mi la Qor de la edad, pues contaba á la sazón veintisiete años. Había hecho la guerra en España contre los franceses, con más bri- llo aventurero que aplicación, y traía en el bolsillo del bri- llante uniforme de húsar que lo vestía y de que bacía -ala, los despachos de sargento mayor otorgados por la junta de Gali- cia. En Cádiz había conocido á San Martín y Alvear, ligán- dose estrechamente con este último, que tenía mucha simili- tud con él y que por sus brillantes cualidades externas eran los dos héroes en perspectiva de los americanos que afiliados en sociedades secretas se ocupaban desde entonces en Euro- pa en trabajar por la emancipación del nuevo mundo (2). Era esh> el famoso don José Miguel Carrera. Tenía dos hermanos, que desde los primeros días de la revolución servían con distinción en el ejército patriota. El primogénito, .luán José, ora un atleta de fuerzas hercúleas con ímpetus de coraje físico y alma pusilánime, de tan pobre cabeza como poco corazón, en quien la envidia hacia su segundo hermano fué el senti- miento dominante. El más joven y el más Bimpático de los (lj \. ise Barros Arana : ■ llisi. de la Indep. da Chile, i t. I. c ip. XIII, p. Jl ■> v sig, i Vi ise .1 capítulo primero de esta i Histori t, <'■> v 350 LOS CARRERA. CAPÍTULO VIII tres, llamado Luis, que contaba poco más de veinte años, era de un temperamento arrebatado que ofuscaba su mediana razón, y el que con menos pretensiones y más bravura, aunque participando de los extravíos de sus hermanos, estuvo siempre en la primera fila del peligro, consagrado á la eleva- ción de su hermano José Miguel. Era la Egéria de este trino su hermana Javiera, mujer de espíritu varonil y acentuada belleza, hábil en la intriga, que con virtudes domésticas y sociales, pasiones castas y ambiciones mundanas, fué la inspi- radora de los tres hermanos, á quienes comunicó el fuego de su alma intrépida. Tal fué el núcleo del partido carrerino. En otro libro histórico hemos tenido ocasión de bosquejar la figura de su jefe proscripto, bajo la luz siniestra que los acon- tecimientos y sus acciones proyectaban sobre ella, y al vol- verle á encontrar en su medio y en los comienzos de su vida pública, sus líneas fundamentales son siempre las mismas (3). Hombre de acción y pensamiento en la medida de su natu- raleza indisciplinada y confusa, lleno de pasiones vehementes, sin el freno del sentido moral; escritor espontáneo que tra- ducía con fuego sus sentimientos, y orador locuaz y ardiente, pero trivial; político vulgar sin ideas de gobierno y sin ideales levantados, ilexible, con cierto poder de atracción, gallardo de presencia, fastuoso, frivolo, liviano, y con un concepto exagerado de sí mismo, era, como ha sido definido, concreta y figuradamente por sus biógrafos y admiradores en su pro- pia patria, un calavera político y militar (4), y en resumen, una mala imitación del Alcibiadcs antiguo con sus vicios y sin sus grandes cualidades históricas. Animado de un patrio- tismo de raza y de una ambición sensual, soñaba con el (3) Véase » Historia de Belgrano, » t. III, p. 17 y sig. (4) Barros Arana : a Ilist. de la Indep. de Chile* » I. I. p. 2S7. — Vi- cuña Siackenna : « Introducción á la Hist. Gral. de la Rep. do Chile, » l. I, p. 24. JOSÉ M [GUEL CARRERA. CAPÍTULO VIII. poder \ la -loria personal, y para alcanzar estos gOCCS, ii" tenia escrúpulos ni perdonaría medios. Tal es el retrato de don José Miguel Carrera, copiado al natural, cuyos ras- gos fisionómicos él mismo se encargará de acentuar con bus hechos y palabras, y tal cual se refleja en las páginas de la historia comprobada por el doble testimonio de los documen- tos y de los resultados que fueron su obra. La oportunidad era propicia para un ambicioso. El gobier- no conservador habíase gastado por su propio rozamiento en el vacío, la opinión no le pertenecía, gran parle de la fuerza armada estaba en manos enemigas, y los 1¡!> rales, aunque desorganizados por su reciente derrota y la ausencia de su jefe, empezaban á reaccionar, y sólo les faltaba un hombre audaz y popular que se pusiera al frente del nio\ imiento. Con su natural sagacidad, (lanera se dio cuenta de la situación y resolvió entenderse con los reformadores, debe creerse «pie siguiendo sus inclinaciones; pero antes de comprometerse quiso hacer una exhibición teatral, propia de >u ostentosa infatuación. Solicitó del congreso una entrevista pública, j vestido de un deslumbrante uniforme, cubierto de bordados, galones y condecoraciones, hizo ante él su propia apología j preconizó la justicia de la revolución americana, ofreciendo á la asamblea sus juramentos y su espada •"> . En seguida se puso de acuerdo con los liberales, con quienes concertó sus plañe, con la poderosa familia Fabia de los Larrain, por in- termedio de Álvarez Jonte, que á petición del congreso al gobierno chileno había sido removido de su puesto diplomático por su adhesión á los liberales, nombrándose en su lugar al doctor Vera, que era igualmente un acérrimo partidario de ello ■ (6). Todo quedó arreglado para dar inmediatamente el jolpe. ckenna Vida de O'Higgins, i. I p. 188. (6) ti. M. Martínez : Memoria i it., p. 111. G Historia de Chile, » t. V, p. 212 \ 225. Barros Arana: lli-i. de la Indep. d« 352 NUEVO GOBIERNO CHILENO. — CAP. VIII. La revolución se consumó casi sin resistencias ni efusión de sangre por la acción de la fuerza armada (4 setiembre 1811) concurriendo pasivamente el pueblo en corto número como mera comparsa. Carrera fué el brazo de ella y en sus disposi- ciones desplegó inteligencia y resolución ; pero no se le dio participación en el gobierno que se formó. Los liberales triun- fantes, aunque operaron un cambio radical en la política, no alteraron el plan constitucional del Estado. En cuanto al Con- greso, limitáronse á expurgarlo, excluyendo á seis de los di- putados indebidamente nombrados por la capital, á fin de ajustar la representación al censo electoral, y á declarar va- cantes tres asientos, con lo cual quedó restablecida la mayo- ría numérica que necesitaban para prevalecer en sus deci- siones. En cuanto á la organización del poder ejecutivo, nombraron una junta de cinco vocales, uno. de los cuales fué Rozas, y se uniformaron con el gobierno disidente de Con- cepción. Esta nueva administración justificó su elevación dando un vigoroso impulso á los reformas, nuevo aspecto á las cosas y más tono á la situación. Desde luego, el primer resultado saludable que se hizo sentir, fué hacer entrar las cosas en su quicio, al conciliar el parlamentarismo con la efi- ciencia gubernativa, condensando las fuerzas morales y materiales del país con un objetivo más claro. A esto siguióse una serie de medidas, leyes, que revelaban un propósito firme y una ciencia y conciencia de los deberes premiosos de una autoridad vigilante y tuitiva. En vez de los ochenta quintales de pólvora que hubieron de negarse al gobierno de Buenos Aires, se le remitieron doscientos, perseverando así en la alianza de los dos pueblos. Para acentuar este acto y salir del aislamiento en que se encontraba, nombró un enviado diplo- Chile, » t. I, p. 295 y sig. — Vicuña Mackenna : Hist. gral. de la Rep. de Chile, » t. I, p. 364 — 367 (nota). — « Diario » M. de S. José Miguel Ca- rrera, que confirma el texlo y los asertos de todos estos historiadores. NUEVA POLÍTICA CHILENA. CAPÍTULO VIII. mático cerca del mismo gobierno, ejerciendo asi un . t « - 1 < > de soberanía exterior. Expidió una manifestación proclamando la resistencia, por cuanto era, según sus palabras una nece- sidad desenvainar la es] ada para garantir la seguridad \ a defender la libertad civil-, •■ j emplazó á los indiferentes no comprometidos en pro de los principios de la revolución á pronunciarse ó alejarse. Alivió al pueblo de pesados impues- tos, estirpó abusos inveterados del sistema colonial, oí nizó la justicia según un plan nacional, fomentó la industria, enroló á lodos los ciudadanos en la milicia v los armó, i bleció la publicidad de las cuentas, atendió I la instrucción pública, \ por último, tuvo la gloria de ser el primer pueblo de ambas América- que declarase libres á lodos los hombres de toda- las razas que pisasen su suelo y á lodo» los que nacie- sen en él de vientres esclavos, promoviendo i\<'<(\^ luego la manumisión de éstos, .lamas tuvo Chile un gobierno más digno de re&ir sus inciertos destinos. Esta obra del civismo, del desarrollo orgánico de los elementos políticos y social'- j del instinto progresista \ conservadora la vez, fué destruida por la ambición insana de Carrera, que sustituyó á ella su estéril v eg< í^la dictadura personal s< breponiéndosc á la le) v á las eon\ eniencias públicas. Despechado Carrera de que no se le hubiese dado en el nuevo gobien I puesto que él creía merecer, en lo que tenía alguna razón : resentido por el estudiado olvido que de él \ de sus hermanos se hacía, en lo que los vencedores obraron con poca prudencia, tal vez porque presentían en ellos cola boradores más peligrosos que útiles, j celoso de que la I. lia Larrain, la de l< - ochocientos, que desde entonces él om (7) « Diario, < M. s. de J. M. Carrera en « llisi. Gral. de la Rep. de Chilr. ( I. I. I 8 Es un hecho de notoriedad, que no requiere el testimonio de auto- ridades, porque todos los historiadores chilenos, así nacionales como rea- listas, están contestes sin discrepancia, y él mismo no I" negó nunca, explicándolo <-< >i 1 1 < > una habilidad, como en efecto I" fué, pero de mal peñero. 354 .Motín DE CARRERA. — CAPITULO VIII. pezó á llamar <■ la familia otomana, » se hubiese distribuid»» los primeros puestos públicos, monopolizando la influencia gubernativa en sus tres ramas políticas, lo que era cierto, un incidente vino á hacer de las dos familias los mónteseos y capul etos de Chile. Jactándose uno de los Larrain de or el norte y Rozas por el sud, y en ausencia de éste á den Bernardo O'Higgins, encomendando á tos jefes militares su ejecución. Por este conducto fué presentada la resolución al congreso, con una nota en que según el testimonio de un his- toriador chileno, « frivolamente reclamaba para los parciales - 1 1 1- Carrera colocación en los empleos vacantes ó por creai Esto es lo que ocupaba al nuevo dictador en mo ntos tan solemnes. El congreso en un principio, salvó su decoro, pero ■•i I fin autorizó la creación de La nueva junta. Pocos des- pués novicnilin.' 27 . bajo el pretexto de que sus enemigos c< nspiraban y trataban de asesinarle, < rdenó numi rosas pri- siones, confabulado con sus hermanos, sin consultará sus cole- gas. Para dar alguna forma á estos atropellos, él personal- mente condujo á un cuartel á uno de los presos, lo puso en un calabozo (leíanle de un Cristo, I" obligó á confesarse \ con el aparato de fusilarlo le hizo prestar declaración contra los demás presos. Esta farsa espantosa proyectó su primera luz siniestra sobre el carácter de Carrera, 5 ha quedadoen la his- loria de Chile, con la denominación . para justificar su ele- vación personal. Aqui se exhibe en toda su desnudez el am- bicioso vulgar, sin ideas y sin ideales, que ni siquiera tiene el decoro de cubrir con un maní*» patriótico su temerario egoís- mo. En un difuso manifiesto que hizo circular, dio por única Piüiiii; \ \i \ di: i: \ i; i; i.", \ i: \ l'MT LO viii razón « la nulidad del plan de instalación del congreso, laigno- n rancia de l<>> diputados en los principios gubernativos, los sentimientos despóticos j sanguinarios de sus miembros, que según él eran cómplices de la supuesta tentativa de • asesinato contra su persona. » Esto por lo que résped i á los móviles. En cuanto ;il programa del motín, él mismo lo ha consignado en sus documentos : primero pidió empleos para sus parciales ; en seguida : « | » i < 1 ¡ « > < > 1 pueblo para los tres Carrera un escudo ú otra distinción en recompensa de sus servicios. A don Juan José se le dio el grado de brigadier, » á don Luis y á mi el de teniente coronel. Juan José quedó » con el comando de granaderos, disponiendo < ¡ 1 1 < • se levan- i) lase un cuartel para sn comodidad. Que se depositasen en >> caja dos i') tres millones para las aecesidades que podríamos - tener por los enemigos exteriores... y no recuerdo lo » demás. » Años después (en 1 818 hallándose proscripto, cuan- do la desgracia debía haberlo aleccionado, su caudal de ideas no había aumentado, y repelía las mismas recriminaciones, pretendiendo que el pueblo chileno se había reliado en bra /.o- de su dictadura para salvarse 10 . .lama- ningún autor de revuelta se condenó más inconcientemente á si mismo, como ¡amas revuelta alguna ha sido más unáni mente con denada por la historia v los historiadores II . Ella paralizó ilii Olí. do J. J. Carrera de 19 de noviembre de 18H, en Barros Vi na ■ lli-i. de la Indep. de Cbile, - i. I, p. 33Ü. Manitiesto di l G nierno de 20 de noviembre de 1811. -■ Diario, M. 5. de Ji s» M rrera en o Hist. (¡ral. de la Kep. de I li le, lomo I. [>. 30 \l miilesto que liare ¡í los pueblos de Cbile el ciududain J. M. ' Año IMs. 1 1¡ x.ni.i más unánime que la i ondenaci [ue de este hecho h lodos los historiadores, asi chilenos y realistas como rxlrnnji Véase « El chileno instruido en la historia, » por p! P. Guznian, p - 298 lio.*», passim. Vr. M. Mal / realisl i Memoria, v 136. Barros Arana : i Hisl. de Indep. de Chile, ■■ •• l.|». ' \ nálegui : Comp. de la llist. de Chile, . p. "Hiv loria de Chile . 1. V, p. 2V9. Vicuña ,; t, wlmirai 3:;s DICTADURA DE CAR RERA CAPITULO VIII . el desarrollo orgánico de la revolución chilena, y la perdió irremisiblemente. Carrera quedó dominante en el vacío sin más apoyo que las armas. La fuerzas morales se le retiraron : los exaltados v los moderados, despojados unos y otros del poderpor él, lo consideraron como enemigo, y la opinión que empezaba á to- mar cierta consistencia, no lo acompañó. Llesróá tal punto su desprestigio y la talla de confianza pública, que propagada la voz de que todas las casas de la ciudad iban á ser saquea- das á mano armada, los vecinos emigraron al campo ocultando sus caudales. Carrera vióse obligado ante tal descrédito á hacer desmentir tan vergonzosos rumores por medio de los jeles militares, sin que por esto se calmasen las desconfianzas del pueblo (12). Su situación Llegó á hacerse más aislada y peligrosa, cuando vio que el sud de Chile se armaba en su contra, y que ¡lozas á su cabeza había levantado la caída ban- dera'del parlamentarismo. III Después did golpe de estado del 2 de diciembre y la consi- guiente disolución del Congreso, lodos los ojos volviéronse hacia el sud y á Rozas como la última esperanza y el único genio, lo cal inca en su a Vida de O'Higginfe, » i. 1. p. 133 y 136, di' « mo- » Un culpable y vulgar, desvarío de una ambición turbulenta, sin razón » ni pretexto, que dio origen ;í una oligarquía militar.» — Su biógrafo \ apologista ilnii Diego J. Benavente en La «Galería de hombres célebres de Chile,» l. II, p. •'>, pasa como por ascuas sobre este suceso, limitán- dose á decii que » descontento el público, una poblada lo nombró pre- sidente. » — Por último, Gervinus, en la <■ Hist. du XIX siécle > y i. VI. p. 213, formula este severo juicio : <■ El nuevo gobierno había desplegado o mucho celo trabajando por consolidar La revolución, ruando fué de- b rribado por el egoísmo temerario de Carrera, d (12 Barros Arana : « llisi. de la Indep. la de Buenos Aires 14), 3 le señalaba como - una 1 mala cualidad en él la de ser mendocino \ adicto al Go- 9 bierno argentino » 15). Esta fué la primera levadura que hizo más tarde fermentar us odios contra el pueblo argentino y sus hombres, y que desde entonces empezaba á incubar, agregúese á esto, «pie era su émulo en popularidad 3 poder, y dueño de ir a tercera parte del lerritorio sobre la que quería dominar, \ se comprenderá que eran dos rivales 13 i„i\ : .. Ih-i. .!■• Chile, » l. V, i'. -'..'.. Curia di I l; M S. 1 i Gay : llist. de Chile, t. V, p. i 1;, 1 scrilo ch' 1 urrer.i en Buen ' M ' kenna : ■ lito, f.ral. de la Rep. de Chile, I. I. |». M8 no. . 360 l;l. VCCION DE HOZA C.MMTl'l.ti VIH que divididos por el Rubicón del Maule no cabían en Chile. Por una anomalía histórica, que se explica por las acciones \ reacciones de los elementos constitutivos del país, si bien la causa de Rozas era en derecho la más legítima, la de Ca- rreras, aunque personalizada en su dictadura usurpada, tenía más razón de ser. y en su medida, más porvenir. Rozas, al abandonar el teatro de operaciones de Santiago, cabeza visible de la revolución, y reaccionar contra su propia obra, pisó un terreno peligroso y destruyó la base de su poder moral por cuidar tan sólo de la de su influencia material. Al ponerse en pugna con el parlamentarismo conservador, cometió el error de levantar la bandera de un federalismo inorgánico, soste- niéndola teoría de lo que llamaba un gobierno representati- vo, es decir, un triunvirato nombrado por cada una de las tres provincias, lo que era una negación de la soberanía na- cional que proclamaba. La instalación de la c; ntra-junta in- dependiente de Concepción fué otro error del mismo género, que quitando á la revolución su carácter de unidad territorial y gubernativa, la debilitó en vez de organizaría, despertó es- térilmente los odios interprovinciales, v preparó el sud de Chile, cuyo particularismo hemos explicado antes, para que fuese más larde el centro de la reacción española con los oiismos odios que él había concitado. Mayor error fué man tener la contra-junta aun después de la revolución del i de setiembre que llevó á su partido al poder, en vez de confun- dirse con el nio\ imiento general \ buscar su punto de apoyo estable en un gobierno fuertemente constituido en la capital, que tal vez habría contenido ó moderado el desenfreno de la ambición de Carrera. Por eso la cansa de Carrera, aunque sin principios confesados \ simbolizada sólo por su persona, tenía más razón de ser, y estaba destinada necesariamente á triun- fal-, por cnanto representaba en el hecho la unidad de la na- ciente nación á la par que la de su r< volución. Carrera era el candilh. nacional. CA li i; 1:1; \ y HOZAS. - CAPÍTULO VIII. Apercibido Carrera de los peligros do su situación \ bien aconsejado por Los instintos de su patriotismo genial, que se combinaban con I"- de su ambición, buscó un acuerdo con Rozas por intermedio de O'Higgins, \ se preparó mientras tanto á hacer frente á una ruptura, ocupando militarmente La linea aorte del Maule. Por su parle el sud se había levantado en armas, poniendo en campaña un fuerte ejército, \ dada La calidad de las tropas, las probabilidades de La \ Ictoria estaban por él. Id caudillo del sud, cuyos horizontes políticos se ha bían estrechado, inclinado por temperamento y por patriotas mo á la paz interna, y comprendiendo quizá, que para triun- far tendría que emprender una campaña de c mista sobre el centro, acogió favorablemente la proposición de Carrera. Puestos al halda ambos contendores no tardaron en ajustar un convenio por medio de tres plenipotenciarios, en que prevalecieron las ideas de Rozas 12 enero 181:2. Fué en >u forma y en su rondo un verdadero pacto de federación. Por él se reconocía la preexistencia de tres provincias del -ud. centro y norte, con una soberanía territorial propia como de- rivado de la del pueblo, con derecho a constituir un triunvi- rato formado por representantes de cada una de ellas 5 un senado de seis miembros elegido en la misma forma exeón trica hasta lanío se reuniese el Congreso que diclara la cons titución sobre la base de la independencia. \ mientras tanto se mantuviese el statu quo, pr< rviendo una alianza defen siva \ ofensiva «•mi la^ provincias del Río de la Plata. Pre vióse hasta el caso de guerra entre las partes contratantes, para cuya eventualidad se estipuló que La declaración, Lo misi pie |,i guerra, se hiciera con arreglo al derecho de gentes I 6 . 16 Ningún liisloriador chileno lin considí ivenio luijn csUi 1. 1/. I'.n-i íío, en -ii Me riu bistóri ica del ih-m li" púhlirn chileno, » cap. I, le da un valor de un pací lalilucional ; pero liaoe 3f¡2 i: A I! RERA V ROZ \ - CAPITULO Vil!. La idea de la reunión de un congreso como fórmula de so- lución en las discordias intestinas, estaba en la atmósfera política : pero era antipática á Carrera, no sólo por una idio- sincracia de su temperamento autoritario, sino también por- que, á la vez que limitaba su poderío y lo hacía instable, no llenaba por el momento sus aspiraciones de consolidar en sus manos la unidad del país, que eran sin duda legítimas y pa- trióticas, no obstante su liga impura. Así es que, conjurado el peligro de la guerra inminente con el sud, dejó pasar el tiempo 'sin ratificar el convenio, considerándose ya bastante fuerte para suprimir el gobierno disidente de Concepción. El sud so alarmó, acudió de nuevo á las armas y ocupó en son de guerra la línea sud del Maule, que era el Rubicón de la unidad cesárea y del federalismo parlamentario. Carrera por -o parte ocupó con su ejército la línea norte, y situó su cuartel general en Talca. Una conferencia entre Hozas y Carrera puso término á esta nueva desinteligencia. Ambos convinieron verbalmente en la ratificación del pacto y en la reinstalación del Congreso, dejando las cosas en el estado en que estaban, con lo cual la paz quedó restablecida por ambos lados (2ñ abril 1812). Este arreglo fué celebrado en lodo el país como un acontecimiento nacional, y Carrera triunfalmente recibido en Santiago, á su regreso del sud, como merecedor de la corona de ol¡\ o. No era sólo el instinto del patriotismo v el temor de las armas penquistas, loque movía á Carrera á pasar por la dura de •'•! un análisis difuso é incompleto, ps. .'lí á 56, i balante traer su texto íntegro en el apéndice, ps. 272 j -jt:!. — Vicuña, que escribid des- pués sobre I" mis !■> ba desconocido. — Barros Arana, que lo epiloga más correctamente, sólo lo considera del punto de vista de una avenen- cia política sobre la base de la reinstalación del congreso, que cree me- ramente una condición hipotética para '■! caso r las maniobras de Carrera, lo proclamaron capitán general del reino, pero él rechazó el nombramiento con indignación, Este suceso le hizo comprender 1 < > precario de su poder en la- pro- vincias v el serio peligro que amenazaba á la revolución por esa parle. Situado Valdivia en la extremidad austral del te- rritorio poblado, con un puerto de mar y fortificaciones que se consideraban inexpugnables, defendidas por una guarni- ción veterana y teniendo á la espalda el archipiélago de Chiloe á la manera do una flota anclada, con una población decidida por el rey que se mantenía en obediencia al virey del Perú y otra guarnición veterana como la de Valdivia, este punto era el talón vulnerable del territorio, y de allí podía venir la reacción armada. En consecuencia, pasó por lodo, sin re- nunciar por esto ;i llevar a di da ule sus planes de unificación. A.sí se inauguró el año ISI2, que fué señalado por el esta- blecimiento de la primera imprenta y la aparición del primer periódico [13 de febrero . con el título simbólico de i La \u rora de Chile, » redactado por el P. Camilo Enríquez, en colaboración con el argentino Vera y Pintado y <■! gualle- malteco [risarri, que fueron los primeros publicistas '\>' la re- volución. Era el P. Camilo un fraile de la Buena Muerte, perseguido por la inquisición «le Lima á causa de leer libros prohibidos, ardiente propagador de idea- liberales, revolu< na rio por temperamento moral, republicano por convieci >n, 17 Proclama de Quirino Lemachez anagrama de Camilo Enríquez , publicada en 1811. C. Enríquez fué después redactor de varios periódicos '•11 Buenos Aires, j entre ellos i.l Censor, de lslT ü 1819. 18 li. M. Martínez : a Memoria, » cit., ps. 13-14 y in-77 y passim. 36i INFLUENCIA NORTE- AMERICAN A. — CAP. VIII. v fué el primero ion 1811 que tuvo la valentía do predicar con franqueza la independencia absoluta « como una verdad » de geografía, escrita en el libro de los eternos desti- » nos » (17). Juntamente con la imprenta venida de Estados Unidos, introdújose por entonces en la opinión política de Chile un nuevo elemento, y fué la propagación de las ideas democráticas por el vehículo de un agente consular norte- americano, llamado Mr. Poinsett. que dio un apovo moral al movimiento revolucionario. De tiempo atrás, ciertas no- ciones vagas de independencia y republicanismo se habían difundido en el país con motivo del contacto de los comer- ciantes y balleneros norte-americanos, ó bostonenses como los llamaban, que frecuentaban las costas de Chile. Un his- toriador realista atribuye á esta influencia v al ejemplo del Río de la Plata la pérdida del reino para la España (18). Un soplo di' vida nueva que difundía la pa ion en todos las cla- ses sociales, empezó á hacerse sentir bajo estas influencias, y á falia de una atmósfera política propicia se dilató el espíritu militar, (pie Carrera estimulaba especialmente, á la ve/, «pie se ocupaba en armar al país con más seriedad que los ante- riores gobiernos. En medio de todo esto, la anormalidad del gobierno, la escisión del sud con el centro y norte y las ideas federalistas que empezaban á tomar cierta consistencia, man- tenían una alarmante espectativa en todos los ánimos, cuando un suceso imprevisto vino á definir la situación y á conden- sar las opiniones dispersas de los patriotas, al menos en el orden de la acción. En la noche del 9 de julio, estalló en Concepción un mo- vimiento revolucionario, ejecutado por lo- mismos parciales i \ i i.i ENCÍA \ ii i; ti: \ m i:i; h \ \ \ . - i w . \ 1 1 1 . armados de Rozas, pero secretamente promovido por los reaccionarios, que disoh i'"' la junta proi Incial. W cavo para siempre del gobierno el hombre que había Llenado con su cs- l>ír¡lu los primeros años 1I11 la revolución de Chile. A.rrepen tidos muy luego los autores del movimiento le ofrecieron sus vidas para reponerlo en el mando; pero él contestó lacóni- camente en una tira il 19). 19 L. M. Amunálegui : t Crónica de 1810. Durante la i | mi - la de Chile por los españoles, la viuda de Hozas quemó lodos sus pa- MUERTE DE ROZAS. — CAPITULO VIH. IV Desembarazado Carrera de mi poderoso rival v vencidas Las resistencias que pretendió oponerle el sud, fué desde cn- tonces omnipotente. La revolución sanó en unidad y nervio. Las opiniones dispersas délos partidos disidentes, empezaron á condensarse en torno del núcleo de su autoridad por una atracción conservadora, y la idea de independencia á hacer- se carne y a tener emblemas visibles. Con motivo de conme- morar el cónsul Poinsett el aniversario de la independencia de su patria, apareció la bandera de los Estados Unidos en- trelazada con otra bandera tricolor desconocida, con una es- trella solitaria en uno de sus ángulos, como astro de-prendido del cielo de la gran república. Este pabellón anónimo era el chileno, cuyos colores en forma de escarapela vistieron todos los ciudadanos el 16 de julio y fué solemnemente enarbolado el 30 de setiembre de 18 12, á los dos años de fundado el pri- mer gobierno nacional. Sin embargo, la independencia no se declaró por entonces, y se continuó gobernando á nombre del rey Fernando VIL al mismo tiempo que los hermanos Carrera -alian de noche disfrazados por las calles de Santiago, y en compañía de un grupo de jóvenes calaveras destrozaban los escudos de nobleza de la aristocracia criolla. Triunfante la dictadura, y considerándose Carrera un hombre necesario, se sometió á la prueba aparente de una renuncia del mando supremo, que no fué aceptada por el Ca- ñudo y las corporaciones al etecto convocada- ; pero en de-inlelL'eiicia con mi hermano Juan José, que le hacía una oposición abierta, más por emulación en\ idiosa que por prin- cipios, hizo una segunda renuncia para ostentar su populari- dad, bien que con la precaución de reservarse el mando de RENUNCIA DE UAHKEll A. CAPITULO VIH. las armas de acuerdo con su hermano Luis 20 . Con su paración de la junta, quedó el gobierno sin cabeza \MI>I<'. Fué reemplazado en su puesto por su padre don Ignacio, quien según el testimonio de su propio hijo, empezó" á reac cionar contra La marcha > otor- gada, sino impuesta subrepticiamente por Carrera. L<>> <~ > • • W. 21 Diurio M. S. de I. \l. Curn ra en " HUl. Gruí, de la lt* i». d« Chile », i . I. p. i i>. :¡6S N I i;\ A CONSTITUCIÓN CANTIL o VIII „ pueblo : » pero por otro se disponía que : « ninguna provi- . delicia emanada de autoridad fuera del territorio tuviese .» efecto, castigando como reos de leso Estado á los que la obedeciesen. ■> Aceptadas estas cláusulas por la Junta, cuya mayoría cía devota á Carrera, la conciencia timorata de su padre don Ignacio, no se atrevió á suscribir la desobe- diencia al monarca que en teoría se reconocía, y retiróse del gobierno. Sometido pro-forma el reglamento, á la par de la lista de empleados que por él se creaban, — á cuya cabeza aparecía don José Miguel en reemplazo de su padre, — lodos lo firmaron sin leerlo, con rarísimas excepciones, temerosos de las consecuencias. No era vano este temor, porque á los pocos día-, todos los protestantes fueron cruelmente apa- leados (22 . Promulgada la nueva constitución, Carrera volvió á entrar al mando y reasumir de hecho la antigua dictadura, no sin una sorda oposición ; pero en esos momentos precisamente un peligro común vino á reunir todas las voluntades de los patriotas y á constituirlo á él en centro de las esperanzas de los patriotas. El territorio chileno había sido invadido por un ejército realista y lodo el sud ocupado por él. Las armas de la revolución se ¡lian á probar por la primera vez. También se iba á probar el dictador para justificar su ambición, mos- Irando ;il menos, que si no tenía elevación patriótica ni inspi- ración política, tenía por lo menos el genio militar (pie se atribuía. En este sentido lodo le era propicio: el país estaba compacto; id ejército le pertenecía en masa: el entusiasmo 1 22 1 " Semanario Republicano » núm. II. de 0 de octubre de I si I. re- dactado por Irízarri. — Camilo Enríquez, uno de los autores del « Re- glamento Constitucional », declaró después, que fue lira de cuatro 0 amigos j suscrito sin Libertad j por la fuerza . — Luis Carrera cu mi Manifiesto á los Pueblos ». que publicó cu ISii, cu folleto, contestó á '■-la última acusación, pero confirmando la verdad de Lodo lo demás en • ■I fondo. EL YIUI'.Y ABASCA I. . — CAPÍT1 LO VIII. público le dalia fuerza moral. Era el campeón de una noble causa: todos los jefes militares, sin exceptuar sus antiguos opositores le obedecían; el instinto popular encontraba justiíi cado un gobierno fuerte ante el peligro exterior, v el presli gio de sus campañas en Europa, hacía de él la primera figura militar de su país. Sol" Mackenna le era superior por su cien- cia y experiencia, a>í como por su juicio, pero era extranjero y sin poder ; y O'Higgins, soldado heroico, bien que general de poca cabeza, aun no había adquirido la Hombradía gue- rrera que mereció después. Todos lo aclamaban como al héroe salrador. Era el dictador militar por el consentimiento uná- nime, como lo había sido violentamente en el orden político por los dictados de su propia ambición. En tales condicione--. tenía la obligación de vencer ó \ ir, ó por lo menos acredi lar talentos militares ó ardor en los combates. Va § verse cómo correspondió á estas esperanza*. V El virey del Perú. Aba-cal, asechaba la revolución de Chile desde sus comienzos, á la espera del momento oportuno para atacarla de frente. Era en acuella época un anciano leptua- genario, que unía la firmeza á la prudencia, j merced á estas cualidades pudo mantener en quietud su vireinato en lio délas conmociones que <\<>^\r 1809 á 1811 estallaron casi simultáneamente en toda la América española. No se limitó .1 esto. Convirtió el Perú en centro activo de la reacción rea- lista, v acudió á sofocar las revoluciones alli donde aparecie- ron: domó la dd Uto Perú, hizo la guerra á la de las provin cias argentinas, enviando una expedid : >ntra Quito : man tuvo bajo -u obediencia á Chiloe > trajo >\<' nuevo á ella i Valdivia. Respecto del movimiento revolucionario de Chile, 370 EL VIREI ABASCAL. - CAPITULO VIII. al principio se limitó á simples protestas y represalias parcia- les ; cuando creyó llegado el momento, le dirigió su primera intimación, y desoída que fué, hizo secretamente sus apres- tos para reconquistar por la fuerza de las armas el reino per- dido. Fué designado como jefe de la expedición reconquistadora el brigadier Antonio Pareja, militar entendido y resuelto, que recibió por único auxilio, el nombramiento de comandante general de Valdivia y Chiloe, cinco embarcaciones, un cua- dro de oficiales, cincuenta soldados y cincuenta mil pesos. Con estos exiguos recursos arribó á Chiloe á principios de 1813, disciplinó las milicias de los decididos chilotes del ar- chipiélago y sobre la base de su guarnición de línea, y á la cabeza de una división de cerca de 1,400 hombres de las tres armas se trasladó á Valdivia. Allí agregó la tropa veterana que mantenía en sus murallas la bandera del Rey, encontrán- dose así al frente de un ejército de más de dos mil hombres. Lo organizó en tres divisiones con seis piezas de artillería cada una, y sin pérdida de tiempo se dirigió en sus traspor- tes hacia el norte en rumbo misterioso sin comunicar á nadie sus planes, y sin que se hubiesen sentido sus aprestos. Tres días después desembarcaba en la bahía de San Vicente, to- mando por la espalda la plaza & Talcahuano y amenazaba por el frente á la ciudad de Concepción (26 de marzo). Allí se dispararon los primeros tiros de la guerra de la independen- cia de Chile y corrió la primera sangre de sus defensores. Talcahuano fué lomado á viva fuerza. Concepción capituló, entregado por sus mismos defensores sublevados. De este modo y casi sin resistencia, quedó dueño de todo el sud de Chile y de las guarniciones de la frontera de Arauco con que se reforzó. Al líente de dos mil plazas regulares con 2l> pie- zas de artillería, y dos á tres mil milicianos irregulares, abrió su campaña en los primeros días de abril de 1813. En Chillan se pronunció el país en su favor, y alcanzó á tener bajo sus EXPEDICIÓN DE PAREJA . C IPÍT1 LO VIII. lian leras como seis mil combatientes, con I"- cuales se po sionó de la Línea del Nuble, amagando la del Maule. Carrera por su parte no desplegó menos actividad ni ener- gía. Inmediatamente de recibir la noticia del desembarco de la expedición invasora, cambió su dictadura política p<>r la militar, y se hi/o nominar -curial en jefe con poderes omní- modos. A la luz de los taróles de la retreta hizo pregonar •ni la plaza la declaración de guerra contra el vire) del Perú y plantó allí la horca con amenaza de muerte á todo el que mantuviese comunicaciones con el enemigo. Por i lio de un empréstito forzoso de doscientos sesenta mil pesos, que hi/o decretar por un congreso de corporaciones, imponible tan sólo sobre las cabezas de los enemigos de la revolución, encadenó á los hostiles y á los indiferentes. Estas medidas de |iertaron el entusiasmo general, é inspiraron confianza en •d improvisado general, que hasta entonces no había figurado en su patria sino en motines de cuartel. En seguida, después de dictar sus disposiciones para la recon- centración del ejército patriota en Talca, el 1.' de abril, Ocho dias después de la invasión, establecía allí bu cuartel gene- ral sobre la línea norte del Maule al frente de una escolta de quince hombres. Su amigo, el cónsul norte-americano, le acompañaba como voluntarift'yankee. En el mismo díase le presentó el coronel de milicias don Bernardo O'Higgins, que olvidando antiguo resentimientos, venía á ponerse a sus órdenes \ ofrecerle la primera espada de Chile. E te ejemplo til-'- imitado por el brigadier Mackenna, que era la primera cabeza militar del país 5 un ingeniero distinguido. Llamó á -í la- milicias líeles del 11. 1 del Maule, retiré. COH ella- lofi recursos al enemigo, \ por consejo de O'Higgins tomo la ofensiva de vanguardia jobre la margen izquierda del Maule. Al cumplirse los veinte día-, encontrábase al líenle de una agrupación de cerca de diez mil hombres, con los que orga ni//» un ején iio cuino de 2,500 soldados regulares mal anua 312 PRIMERA CAMPAÑA DE CARRERA. - CAP. VIII. dos, v otros tantos milicianos de caballería irregular de lanza, con una dotación de diez y seis piezas de campaña. La campaña se abrió por un golpe feliz en que intervino más el acaso que el cálculo. Un destacamento patriota de quinientos hombres fué encargado de sorprender la vanguar- dia enemiga sobre el paso Bobadilla del .Maule. El jefe com- prendió mal sus órdenes, y en la oscuridad de la noche encon- tróse sin sospecharlo en Yerbas-Buenas con todo el ejército realista fuerte de cinco á seis mil hombres é introdujo en él la confusión apoderándose de su artillería (27 abril 1812). Al amanecer, los enemigos reaccionaron al conocer el corto nú- mero de los asaltantes, y los persiguieron, rescatando su arti- llería y prisioneros. Aunque materialmente los patriotas expe- rimentaron mas que cuádruples pérdidas en muertos y prisio- neros, fué una victoria moral, que mostró el temple del soldado chileno y dominó á sus contrarios. A consecuencia de esta sorpresa la mayor parte de la caballería miliciana se le dis- persó á Pareja. Pero éste sin desmayar, avanzó hasta la margen izquierda del Maule. Formado su ejército para efec- tuar el pasaje, los chilotes y valdivianos arrojaron sus armas negándose á ir adelante : en el .Maule acababan [«ara ellos el mundo y sus empeños con la causa realista. El general espa- ñol, mortalmente enfermo y tendido en una parihuela, hubo de ordenar la retirada, v el resto de su caballería irregular se dispersó del lodo. Su ejército constaba á la sazón de poco más de mil hombres, pero decididos, aunque insubordinados, así que dieron frente al sud. Mientras tanto. Carrera á la cabeza de un ejército de más de cinco mil hombres, en vez de aprovechar el efecto moral de la sorpresa é ignorante de lo que ocurría en el campo enemigo, perdió tieiiq [i maniobras de repliegue y se dejó entretener con negociaciones de paz. Pasaron má-> de quince días antes de decidirse á cruzar el Maule. La vanguardia destacada, al mando de su hermano Luis, alcanzó al reducido ejercitó de BATALLA DE SAN CARLOS. i IPÍTULO \ 1 1 1 . Pareja al sud de San Carlos en circunstancia que se disponía á repasar el Nuble en dirección á Chillan. Inmediatamente hizo alto y se apercibió á la resistencia. El moribundo general español montó á caballo por la última vez ó hizo reconocer por jefe al capitán donjuán Francisco Sánchez, oscuro -^>l dado de frontera, y una de las más notables figuras de la cau sa realista en Chile. Sanche/., se posesionó de una eminencia, se atrincheró á la ligera con sus bagajes, formó un rectángulo ion su infantería, y distribuyendo soluv su frente sus veinte v siete cañones rompió el fuego de artillería sobre la vanguar dia patriota, que en número menor, con sólo d< - piezas, pre- tendió llevarle un ataque, que fué contenido. A la llegada de la 2.a división mandada por don .luán José, id general en ¡efe procuró formar su línea, desplegando en batalla su infantería $ prolongó las alas de caballería con el objeto de rodear la posición enemiga. Su hermano mayor, desobedeciendo sus órdenes según él, cargó atolondradamente á la bayoneta, \ fué rechazado, y la misma suerte tuvo otro batallón que imitó su ejemplo. La artillería se desmontó .'i l<>s primeros tiros. La caballería, que había tomado la retaguardia opuesta, se des bando con las primeras líalas de cañón que sufrió. Su infan lería desordenada, formando pelotones, dio la vuelta al cuadro realista, haciendo un fuego inofensivo de fusil fuera de alcance, y en la tarde, volvió á su punto de partida, ce rrando su círculo en el vacío. El ejército se había deshecho entre las manos de su gene ral. La batalla estaba perdida. La esperanza era la tercera división, que había quedado ;'i retaguardia bajo el mando de O'Higgins \ di' Mackenna. Renovado por ella el combate sin resolución ni propósito d< terminado, did al menos el resultado de contener en sus posiciones ;'i los realistas, que •• haber i" mado la ofensiva antes de su llegada lo habría ultimado. La noche puso término á esta Bingular jornada. ( irn Btiro en desorden í la villa de San Carlos. Sánchez, con bu imper 374 CARRERA COMO MILITÁIS. - CAPITULO VIII. térrita columna y toda su artillería, repasó el Nuble sin ser incomodado y se retiró á Chillan, con sólo la pérdida de seis muertos y quince heridos. El campo quedó por los muertos. Tal fué la batalla de San Carlos (15 de mayo de 1812). Dan- do la parte que corresponde á la bisoñería de las tropas, que mal armadas se batían por la primera vez, así como á la im- prudencia do sus dos jefes divisionarios de familia, Carrera mostró en este día no poseer ni las medianas dotes de un ge- neral. No tuvo un plan cualquiera ni una inspiración del mo- mento : comprometió parcial y sucesivamente sus fuerzas su- periores en número : movióse en el vacío sin objetivo deter- minado : perdió el campo de batalla, y ni intentó siquiera perseguir al enemigo en su retirada, que debió ser destruido al repasar el caudaloso Nuble á la sazón crecido, según con- fesión de un historiador realista. Por un raro fenómeno psi- cológico en contradicción con su carácter fogoso y su valor personal reconocido, Carrera reveló en la acción como cau- dillo de masas en medio del peligro, que carecía del ardor guerrero que se comunica, del ímpetu ó la serenidad que ins- pira confianza, porque, según uno de los que más benévola- mente lo han juzgado, « no tenía denuedo para dar á sus 1ro- » pas el ejemplo, mandando por su propia voz y guiarlas él » mismo á la victoria » (23). No era, pues, ni general, ni sol- dado. Empero, en esla mala escuela se iban formando buenos soldados, merced ¡i la nativa energía del pueblo chileno. Por eso, el novel general, á pesar de tantos errores y deficiencias, encontró dentrode sí la fortaleza de sobreponerse al profundo desaliento de sus principales jefes que le aconsejaron el re- paso del Maule, y de reaccionar. ante su gran responsabili- dad, preparándose á lomar de nuevo la ofensiva. Érala re- solución salvadora y la que aconsejaba la misma prudencia, [23) <;,,v : i Historia de Chile », t. V, p. 502 y 503. . PLAN DE CARRER \. C IPÍTULO \ III. porque si no había vencido, era el más fuerte, \ en su mano estaba vencer poniendo los medios. Por desgracia; babfa «la- do en su primer ensayo lo que tenía que dar, y lodo índica, que sometido á la prueba del ruego, estaba moralmente derro- tado ante su propia conciencia. VI Carrera concibió por la primera vez un plan de operacio- nes estratégicas, que según él debía dar pe* resultado la rendición del enemigo, y era posesionarse de la^ plazas de Concepción y Talcahuano para cortarle la retirada del mar j privarle de los recursos que por allí podían venirle. Era ro- dear la dificultad sin resolverla, ni afrontarla siquiera. En la guerra, ruando no se hiere en lo vivo, las ventajas acci rías no deciden nada \ á veces comprometen el éxito, perdien- do oportunidades y malgastando estérilmente las fuerzas. Tal sucedió en esta ocasión. La ocupación de las dos plazas, no empeoró la situación de los realistas ni mejoró mucho la de los patriotas. Más importante fué la ocupación de las pla- za- de la frontera de Arauco, ejecutada por O'fliggins, que le dio el dominio de casi todo el sud; pero en todo "-i" se perdió un tiempo precioso. La verdadera campaña se abrió cuando va el invierno, que se anunciaba sumamente riguro- so, estaba muy avanzado, y el enemigo organizado estaba di pue to no sólo par-i la re i tencia ino con ánimo para to mar l.i ofensiva. Mientras éste se reconcentraba, • '! general patriota fraccionaba u ejército, y cometía el error de dejar á bu retaguardia una divi ion de 650 hombrea destacada bre la línea del Xuble, con una reserva ineficaz al norte del Maule, la que fué atacada j rendida por un de tacamento i lista desprendido desde Chillan, donde I"- restos del ejército realista se habían alisado El general Pareja había muerl 376 -I TI o de CHILLAN. — CAPITULO VIII. dejado el mando á Sánchez al tiempo de morir, quien se mos- tró digno de este terrible legado. Era Sánchez un soldado oscuro, natural de Galicia, sin instrucción ni verdadero genio militar, pero tenía la devoción de su causa, poseía cualidades de mando con buen golpe de vista, y sobre todo, una tenacidad á toda prueba. Sin desma- var un solo instante, aumentó sus fuerzas, levantó trinche- ras y reductos inexpugnables, y auxiliado por la población que pertenecí;) en masa á la causa del rey. puso la plaza en estado de defensa con el eficaz auxilio de los frailes de pro- paganda fide que tenían allí su convento, que era una verda- dera cindadela bien abastecida. Hechos estos preparativos. esperó confiadamente el ataque, tomando mientras tanto la ofensiva como se ha visto. Cuando Carrera, contra la opinión de O'lliggins y Mackenna. se decidió á poner sitio á Chillan á fines de julio, ya habían comenzado las lluvias, que en el sud de Chile son cojijosísimas y constantes. En los primeros días de agosto (el tres) estableció Mackenna una batería de ^eis piezas á cuatrocientos metros de las trincheras. En la mañana siguiente. Sánchez dispuso una vigorosa salida con- tra ella, y aunque fué rechazada, mostró cuál era el templo de Los defensores de la plaza. A la tarde repitió otra salida sobre la batería de reserva de los sitiadores bajo los fuegos di- si i - reductos, una de cuyas balas hizo volar el depósito de muni- ciones de la batería de vanguardia, causando grandes estra- gos en su guarnición, en la que se introdujo la confusión. Carrera ordenó por repelida- veces su abandono, pero sus bravos oficiales desobedecieron. O'IIiggins acudió á su soco- rro, y el enemigo fué nuevamente rechazado 24 . Las pérdidas fueron considerables por una y otra parte; pero mientras los sitiadores permanecían á la intemperie bajo 2» Rorros Arana ; llisi. de la Indep. í de un artículo que empezaba á escasearle, privando de él á sus contrarios. Los sitiadores se convertían á su vez en sitiados. El día •"• Sánele-/ renovó una Lercera salida y atacó ota-a vez la bate- ría «Ir vanguardia, que fué valerosamente defendida por Luis Carrera, consiguiendo rechazar el ataque. Elgeneral patriota que presenciaba lodo oslo á la distancia situado en una altu- ra á retaguardia, mandó llevar el ataque sobre el pueblo. El combate se empeñó en las ralles. La población en masa, ar maila de palos y machetes, acudió á la defensa. Los asaltan- tes fueron rechazados, dejando en el campo muertos j prisione- ros. Las pérdidas de unes y oír..- fueron casi iguales; pero el nervio del ejército patriota quedó quebrado. La muerte y la deserción empezaba á diezmar sus filas. En tan triste situación. Carrera que -'-peralta un nuevo ataque, \ comprendía que no podría sostenerse má< tiempo en sus posiciones, no encon Irú otro arbitrio en su inventiva, a dice epigramáticamente un -ra\ e historiador chileno, que intimar rendición é la plaza. Sánchez ni la contestó, \ á su vez propuso á Carrera que re pasara el Maule bajo un armisticio y le dejase dueño de todo el sud. No había más arbitrio que levantar el sitio. V pesar de l,i oposición de Mackenna, asi se acordó en junta de gu< Antes de cumplirse ocbo días el 9 de julio el ejército chileno iba en retirada hacia el oeste, j el I I acampaba en las mái genes del Itata, hostilizado por loa realistas ensoberbecidos he-. Ir este díala revolución empezó á retrogradar militar- mente. 378 RECHAZO DE CHILLAN. — CAPITULO VIII. VII Levantado el sitio de Chillan, Carrera volvió á reincidir en el error de fraccionar sn ejército con el objeto de emprender un nuevo sistema de guerra á fin de mantener su dominio en las provincias australes de Concepción y Arauco. Situó una división en Quirihue, sobre la costa, á inmediaciones de la desembocadura del Itata á órdenes de su hermano Juan José, con el objeto de mantener sus comunicaciones con la capi- tal y protegerla línea del Maule. Desprendió á O'Higgins con otra débil división con el encarno de asegurar la línea de frontera del Bío-Bío. Destacó guerrillas en todas direc- ciones y con el resto se dirigió á Concepción á presidir desde allí su nuevo sistema de hostilidades. Era precisamente esta la clase de guerra que convenía á Sánchez, que no podía dilatar su acción mientras se conservase una masa respetable á su frente. Con más medios de movilidad, contando con guerrillas intrépidas y prácticos del país. Sánchez, distribuyó su fuerza en columnas ligeras y partidas volantes, que se extendieron al sud y norte de la comarca. Desde entonces, el ejército patriota perdió su cohesión y su moral; sus depre- daciones provocaron la resistencia de las poblaciones; y sucesivamente varios de sus destacamentos fueron batidos en detalle, sin que O'Higgins con su división pudiera impedir que los realistas reconquistasen toda La línea del Bío-Bío y ocuparan la provincia de Arauco al sur de ella hasta frente á Concepción, abriendo comunicaciones con Valdivia y Chiloe, y proporcionasen así recursos para continuar la guerra con ventaja. Antes de cumplirse los dos meses de levantado el sitio de Chillan (fines M gins, que simultáneamente avanzaba ¡obre la linea del [tata I uno di' lo pa i de este río de únado El R reunieron ambas divisiones, .'i dieci ei kilómetros al oriente del Membrillar. Las fuerzas reunidas de Carrera 5 <>lli i alcanzaban á ochocientos 6 mil hombres, j acamparon Bobre el vado del 380 COMBATE DEL ROBLE. — CAPITULO YIN. Roble. en un terreno mal elegido, no obstante las obser- vaciones de] segundo, que en provisión de la proximidad del enemigo en la margen derecha del Itata aconsejó una posición más segura. Carrera desoyó" este prudente consejo en La seguridad de que el enemigo no se atrevería á atacarlo, y limitándose á codear de centinelas su campo, se entregó confiadamente al sueño. Sánchez, que seguía todos sus mo- vimientos cod atención por medio de sus espías y partidas de observación, aprovechó esta coyuntura para batir á las dos divisiones en detall. En consecuencia, en la tarde del líl de octubre, hizo salir una división de Chillan, que reforzada con las guerillas volantes, y cruzando el Itata <'ii mi confluencia con el Diguillín', cayó en la noche sobre el descuidado campamento y pasó á cuchillo un guardia avan- zada,, cuyo centinela herido dio la primera voz de alarma. Carrera despertó al ruido de las descargas, v rodeado de enemigos vióse obligado á arrojarse al río en busca de la división de su hermano, recibiendo una leve herida de lanza en su fuga. La ausencia del general en jete no se hizo notar. O'fliggins que estaba en vigilancia, acudió inmediatamente al punto amagado y organizó la resistencia, tomando al alecto disposiciones acertadas. Empeñado el fuego, se prolongó por • •I espacio de más de tres horas, con desventaja para los patriotas, recibiendo O'Higgins una herida : pero empuñando un fusil, ordenó una vigorosa carga ala bayoneta que decP dio la victoria en su favor. El enemigo fué rechazado v obli- gado á repasar el río en derrota. Carrera de regreso á su campo, lo aclamó como al « salvador de la división y de la patria », y en su parle oficial dijo, que era « el primer sol- dado, capaz en sí solo de reconcentrar y unir heroica- » mente el mérito de las glorias y triunfos de Chile » (23 . 2o • Monitor Araucano ■•. N.° 87. de 30 de octubre de 1813. DESPRESTIGIO DE C IRRER \ . CAPll ÜLO VIII. Estas palabras eran su abdicación : su estrella militar estaba ■eclipsada. Después de la batalla del Roble, Carrera desengañado, desistió de su nuevo plan, y dejando Las divisiones de O'Higgins y Juan José Carrera á inmediaciones de la con fluencia del Diguillín \ del Hala, cubiertas con fortifica ciones de campaña «pie Mackenna levantó, < I ¡ < • I > -^ por úni cas instrucciones mantenerse á la defensiva, en circuns tancias que el enemigo se reconcentraba en Chillan. Kl por >u paiic retrogradó á Concepción. Desde este día quedó evidenciado lo que ya todos se decían por ' - bajo, que el genera] en jefe era una completa nulidad militar, que per- dería ha -I a el honor de su bandera. Su desprestigio cundió en (d ejército y se propagó por todo cambió su dictadura por el mando en jefe del ejército, ocupó por algún tiempo bu lugar su bermí Juan José, momentáneamente reconciliado con el ¡ pero ha hiendo salido éste á campaña, <| ló confiado á sus dos colegas, quienes sintiéndose incapaces de sobrellevar el peso de las circunstancias, renunciaron sus puestos. Por elección «le la corporaci - \ del Senado, lina,.!, nombrados para reemplazarlos tres miembros del antiguo partid< lerado, do- de ellos enemigos suyos : luíanle, el tribuno del Ayunta miento que luchó con Rozas, j don Jo \. uslín Eizaguirre diputado del congreso porél disuelto. Infante, carácter auste 382 AUXILIARES ARGENTINOS. — CAPITULO VIH. ro y republicano celoso, fué el alma de este gobierno. Desde los primeros momentos la nueva Junta manifestó su des- aprobación por el modo cómo había distribuido los mandos del ejército, consultando más el favoritismo que la capacidad, conducta que fué calificada de « injusta y ambiciosa. » Por algún tiempo, empero, se mantuvo la armonía entre la au- toridad civil y militar, atendiendo eficazmente el ejecutivo al ejército con todo género de recursos, y vigorizó su acción por medios enérgicos ; pero la suspensión del sitio de Chillan, que fué reprobado por éste, y el alzamiento de la provincia de Concepción que se atribuyó á sus errados planes y a las depredaciones por él autorizadas, agriaron sus relaciones. Desde entonces su destitución quedó secretamente decretada. La excitación pública subió de punto con motivo de la mala dirección dada á la guerra; los antiguos liberales de 1811 alzaron la voz. declarando nula la constitución vigente y el poder emanado de ella. La prensa hizo eco á estas mani- festaciones, formulando netamente la necesidad de un cambio radical en la marcha de la revolución en el sentido republi- cano, y la opinión apoyó unánimemente esta tendencia. La Junta, que participaba de los mismos sentimientos, convocó, de acuerdo con el senado consultivo, una reunión délas cor- poraciones, que la confirmó en el mando (8 de octubre de 1813), \ resolvió que a la mayor brevedad se trasladase el gobierno á Talca, revestido de facultades extraordinarias á fin de acordar cuanto fuese conducente á la pacificación del Estado. Entró a formar parte de ella el cura de Talca don José [guació Cien! uegos. hombre de talento, con inllujo en las provincias del sur é igualmente enemigo de Carrera. El go- bierno de Santiago, quedó encomendado al intendente don Joaquín Echevarría y Larrain. antiguo presidente del congreso disuelto, y por lo tanto, también enemigo declarado del ge- neral. Un nuevo elemento militar vino á dará la situación política la base de fuerza que le faltaba. AUXILIARES ARGENTINOS. - CAPÍTULO VIII. El gobierno había organizado en la capital ira nuevo ba- tallón, cuya oficialidad le era adicta, \ pedido á Buenos Aires una remesa de armas. Los 300 auxiliares chilenos que en 1814 habían marchado en socorro de Buenos üres, regí n>n por este tiempo y fueron triunfalmente recibidos en San- tiago. Esta tropa venía impregnada del espíritu del país en que había vivido :2ii . El gobierno argentino para correspon- der al generoso auxilio de Chile, dispuso, ;'i pedido del de éste, que una columna de igual número de fuerza marchase á tomar parle en la guerra que sostenía. Esta columna fué reclutada en Las provincias de Córdoba y Mendoza, y cruzó los Andes bajo el inmediato mando de don Juan Gregorio La- ñeras, que debía ilustrarse en aquel teatro 27 . la que fué acogida con demostraciones de unánime simpatía 28 . La ¡nula se trasladó á 'laica, escoltada por el batallón Auxiliares Argentinos », donde el coronel don Marcos Balcarce lomó el mando en jefe de ellos. En este punto reci- bió la noticia de la acción del Roble, y desde ese momento quedó resuelta la remoción de Carrera. Al principio, parece que la Junta se había lijado en el coronel Balcarce para -enera! en ¡ele en -oí titución de Carrera: pero como al espíritu nacional chileno repugnase .•i- mandado por un extraño, fijóse en el coronel O'Higgins, (26) En nota de 2 de julio de 1813, decía la Junta de Chile al gobierno atino : La digna oficialidad de Penco que regn s<5 de esa c ipilal, » ha disipado las sombras de rivalidad que 6 cada paso se levantaban ntra Buenos Aires. M. v. del Archivo Gral. de B. Aires. 21 Fué c lucida por el coronel Santiago de la Carrera, gobernador intendente de Córdoba, al solo efecto de entregar el mando en - coronel Marcos Balcarce, continuando l - H limando inme- diato de l.i tropa ''ii clase de sargento mayor. El batallón de Auxil constaba de 244 soldados 3 13 oficiales, según consta en los doc. del Ar. Ii. Gral. M. SS. Barros Arana en su < Hist. de la Indep. de Chile », le a.i v,,¡,, 200. • Véase nuestros 1 Est. hist. robn la R< ■ ■- \ p. i;¡ (2k e Historia de Chile , t. V, p. '• 38 i DESTITUCIÓN DE CARRERA. — CAPÍTULO VIII. quien, aunque no poseía todas las cualidades de un general. era por su popularidad en el país y en el ejército, su valor heroico v sus virtudes cívicas, así como por sus recientes hazañas, el señalado. Al principio rehusó modestamente aceptar el puesto, y sostuvo que no debía removerse á Ca- rrera ; pero la Junta estaba decidida, y lo obligó á ello. Inti- mado Carrera de su destitución, pensó resistir á mano arma- da, lo que tal vez pudo haber hecho, pues contaba todavía con partidarios ; pero sea desaliento, sea un noble sentimien- to de patriotismo, al fin obedeció, siendo este el único ra de abnegación ostensible de su vida pública. El nombramiento de O'Higgins fin'' recibido con general aplauso (febrero de 1811 . Empero, esta transición no se efectuó sin que la subor- dinación militar se resintiese, y el ejército quedó moral y materialmente desorganizado, proviniendo de aquí los parti- dos carrerista v o'higg'iuisla, que tan profundamente lo traba- jaron, y al fin le trajeron la derrota. El destituido general fomentaba esta división, mientras sus parciales promovíanla deserción de las tropas, en circunstancias que nuevos peligros amenazaban á la revolución. Los jefes del ejército pidieron que fuese alejado de Concepción donde permanecía, y el nuevo general, que lo había tratado con toda consideración. — lo mismo que el Gobierno, que le ofreció nombrarle su representante en Buenos Aires. — lo despidió con palabra- amistosas. Como anuncio del fatal destino que debía perse- guirlo, en su tránsito á la capital cavó, en compañía de su hermano Luis, en manos de las partidas realistas, mandadas por aquel mismo joven argentino Barañao, que antes hemos visto figurar como agente revolucionario, y fué conducido prisionero á Chillan donde su estrella militar se había eclip- sado. El ejército de que se recibió O'Higgins, según un concien- zudo historiador chileno, que apoya su aserción en documen- (VHIGGINS (iENEH \ I. EN JEFE. I vi'. VIII. tos :2'.» , no alcanzaba ú la cuarta parte del que habla man- dado <■! general Carrera antes del sitio de Chillan ; compo- níase de 2,300 ó de 2,500 hombres Fraccionados cu todo el -mi. poseídos de mal espíritu y trabajados por la deserción, contando con escasos medios de movilidad, \ no bien arma . Tal era su estado en momentos en que una nueva inva- sión amenazaba su territorio. El 31 de enero de 1814, había desembarcado en el puerto de Arauco un refuerzo de 800 hombres con >eis piezas de artillería, bien armados \ equipados, á las órdenes del brigadier Gavino Gainza, nom- brado por el \ i 1 1 1 - \ del Perú, general en jefe del ejército rea- lista en Chile. Ocho días después atravesó el Bío-Bío, \ se incorporó con Sánchez en Chillan, sin que, en toda la vasta extensión del territorio que cruzó, o que era á la sazón el ■• teatro de la guerra, oyese el ¡quién vive! de 1<>s centine- • las insurgentes. > Los patriotas estaban reducidos á la inacción y la impotencia. O'Higgins estrechado en Concepción, donde halda establecido su cuartel general, ditaba recon- quistar la línea del rí<> l>í<>-l>í<>. á fin de ocupar los desfilade- ros de las montañas, é interceptar al enemigo los recursos que le venían de Valdivia y Chiloe. Mientras tanto dispuso que la otra división de su ejército, reforzada con los volunta rios chilenos \ los auxiliares argentinos venidos reciente- mente de Buenos Aires, á la sazón acantonada en Quirihue, volviese á ocupar la antigua posición del Membrillar en la margen derecha del Hala, avanzando sobre Chillan para lla- mar la atención, mientra él emprendía tu campaña sobre las plazas fronterizas del Arañen. — Estas operaciones cstratégi cas eran tan errada, c los planes de Carrera, j debían dar niá- ó menos los mismos resultados, cuando de la reí on centración de las fuerzas dependía el éxito. — El general 1 1 Barios Arana : • ilisl. d< I i Indep. de Chile . 1. II, p ron. ,. CUCHA-CUCHA . — CAPJTULO VIH. Mackenna, que la mandaba, situóse en el Membrillar, posi- ción bien elegida, que domina los vados del ítala, amaga á Chillan v liga al sur y al norte los dos caminos de Concepción v Talca, pero que en aquellas circunstancias era [juramente defensiva. Allí se fortificó con 800 infantes. 100 dragones y 10 piezas de artillería (febrero de 1814). A los pocos días en- contrábase sitiado, como lo había estado la división de Juan José Carrera en 1813. por Jas partidas volante- que domina- ban el centro del país. Este movimiento dejó desguarnecida la línea del Maule y abierto el camino de la capital. A Jin de ensanchar su zona de actividad y proveerse de víveres, Mackenna practicó varias excursiones. En una de ellas, salió en persona al frente de 400 fusileros y 40 drago- nes con dos piezas de artillería, avanzando hasta las alturas ile Cucha-Cucha sobre el Nuble, á lo kilómetros del Membri- llar y 26 de Chillan. En circunstancias que se retiraba, arrean- do un número considerable de ganados, su retaguardia, que había quedado distanciada del grueso de la columna, fué ata- cada rl'.i de febrero de 1814) por una fuerza de 500 á 000 realistas, divididos en tres trozos, que pusieron en conflicto á la guerrilla que la cubría, mandada por el teniente coronel Santiago Bueras. El mayor Las lleras, que á la cabeza de 100 auxiliares argentinos sostenía la retirada, la protegió en ambas ocasiones, y en la última, viéndola en grave peligro, cargó sobre el enemigo á la ba\ ta y lo desalojó de sus posiciones, haciéndole varios muertos (30). Sostuvo el campo por un cuarto de hora, y se replegó en orden con los hono- res de la jornada '¡I . A su entrada al campamento los auxi- 30 Parte oficia] de Las Heras. M. S. del Arch. Gral. de B. A. -—Véase liarte oficial de Mackenna en la nota siguiente. :;l Mackenna, en su parte oficial sobre esta jornada, publicado en el Monitor Araucano o de '■', de marzo de isii. dice: - El teniente coro- uel Bueras, i m su acostumbrada intrepidez, hizo Irruir por todos o lados con su guerrilla, basta que fué auxiliado por la> demás tropas, Historia de San Martin \>ur H Mitre rf ■ ■ *!* -v^5í Si.' / í Io Retrato de! G — i — n cu; Cl CU \-' :i CHA . — CA PÍTI LO \ I II . liares fueron saludados con aclamaciones, \ un improvisa- dor chileno dedicó á Las lleras unas estrofas desaliñadas, pero llenas del sentimiento de la confraternidad militar con los soldados chilenos '!2 . i en particular por 1 1 valeroso sargento mayor de auxiliares de Buenos \in-s don Juan Gregorio de Las rieras, quien con 100 hombres de su i cuerpo 3 bien sostenido por el capitán Vargas del mismo, avanzó con el mayor orden sobre el enemigo, \ le obligó con pérdida considera' ■ ble á replegarse á una altura. » Además de este parle, que confirma en general nuestro reíalo, bemos lenido á la vista los siguiei les docu u- i>» : l.° Parte oficial de Las Heras de 'i't de febrero ; J.- Parte de Balcarce de 2o -le1 setiembre de 1818, en que bace la bisloría de toda la campa- na. En su parte, Las Heras dice, que se distinguieron especialmente, además del capil ín Vargas, único que menciona Mackenna, los tenientes de Auxiliares I! án Dehesa y llamón Alday. M SS.del Archivo Gene ral de Buenos Aires.) — En premio de esta acción señalada, el gobierno argentino decretó un escudo de honor, de que no se hace mención en ninguno de l"> registros oficiales publicados, >in embargo de ser un be- cho recogido por la historia . Los documentos que á este premio se refie- ren, son los siguientes : 1.° Oficio del ministro de guerra de :t de junio de 1814, autorizando á Balcarce a proponer ascensos j escudos de pre- mio : -." Oficio di- Balcarce de 8 de julio de i^ií- adjuntando <•! diseño del escudo : :t." Decreto del gobiei n<> de B de agosto de isi i aprobando • •I diseño del escudo j haciendo extensiva la gracia a lodos \>>^ oficiales; i. Oficio de Balcarce a Las Heras de 25 >'<<■ agosto de 181 i. trascribiendo el anterior decreto : '■>." Decreto del gobierno <\ ¡tubre l.° de 1818 man- dando expedir los • I i [ > 1 < > 1 1 1 a > respectivos. M >v. del Archivo General de Buenos Aires.) El escudo es de forma ovalada \ mide t:¡ por 63 milí- metros, orlado de pilma \ laurel con mi borde li>'> de la misma forma, \ en su centro, sobre paño azul en letras !> irdadas de luí" de plata, esta leyenda : « L.\ patria v los valerosos ok Cucha-Cucha, auxiliar] • Cbili í. Esta descripción es tomada del escudo que llevaba el general Las Heras sobre 1 1 manga de su casaca, 5 que ■•! mis lescosió de ella en Chile, regalándolo como un recuerdo de amistad, el cual existe en nuestra colección, 5 se repn d u •• en facsímile, con su retrato, en mina inini. IV. — Compárese con Barros Arana : Hisl. de la Ind. de Chile », 1. II. págs. 313 j 31 7. 32] El autógrafo de estos versos existe en nuestra coleo ¡ón de d memos. Su autor se firma asi : Por el 1 bilí no l>. Doraing 1 P Sirvan de muestra los siguientes : - ■ Mil vivas, parabienes, mil vi — Te da un republicano, valiente ll ras, P01 el valor, llnm arrojo - - Que boj iia> manifestado en tu cam 1 I dan . oficiales, Tus bravos 1 ompañeros de pelí 1, II tn da nncer fiel heroísmo, - Tan natural pii i - *rgi nlii 388 CARLOS SPANO. — CAPÍTULO VIH. IX Mientras estos sucesos tenían lugar al sud, en la región norte se desenvolvían otros de no menor importancia, que debían cambiar la faz política y militar de la revolución. Des- guarnecida, como queda dicho, la línea del Maule, el enemigo se aprovechó de esta circunstancia para salvar esla barrera que fué pisada por la primera vez por la planta de los soldados realistas. Mandábalos mi joven vizcaíno, llamado José Anto- nio Eiorriaga, que de un escritorio de comercio había pasado á ser jete de vanguardia, distinguiéndose en la guerra de parti- darios, hasta merecer la admiración de sus mismos enemigos. Ala cabeza de 300 hombres cruzó el río, y cayó inopinada- mente sobre la ciudad de Talca, de donde se había ausentado pocos días antes la junta gubernativa después de remover del mando á Carrera. Mandaba la plaza el coronel Carlos Spano, español de nacimiento, pero que desde 1809 se había decidido por la revolución, y aunque la guarnición era muy débil, resol- vid resistirse (4 de abril . La defensa fué heroica, pero al fin sucumbió Spano, cayendo muerto envuelto en la bandera tri- color de su patria adoptiva, que defendió hasta el último (ran- ee i'»:! . El cimillo de la capital estaba abierto y la invasión golpeaba sus puertas. Este golpe esparció la consternación en Santiago, á la vez que levantó el espíritu de los liberales, que emporio de tu amante Estado, — En esa ilustre Grecia y gran guerrera, — Kn esa Esparta, esa brillante Roma, — Se producen por Marte, bra- vos Seras. — Con tu Argentino auxilio y tus legiones, — Hoy el Chileno Estado se consuela. — Viva la Patria Chilena, — Viva el Argentino Es- tado _ vivan los fieles soldados, — Con la tricolor bandera . (33) Rigurosamente histórico. Véase Barros Arana : « Hist. de la In- dep. de Chile, » i. II. p. :t:iT. DIRECTOR LASTRA. - C \l'l I I LO VIH. atribuían á la poca actividad del gobierno las desgracias |»ú- blicas. El pueblo reunióse espontáneamente en asamblea en la plaza principal, y allí se alzó* la voz de un argentino, llama do Mariano Vidal, quien como diputado del pueblo se apersonó al Cabildo á lin de acordar las medidas que debían tomarse para salvar la patria. El regidor del ayuntamiento, que I" era el guatemalteco [risarri, uno de los precursores de la revolu- ción, se puso á la cabeza del movimiento \ propuso que se nombrase un dictador como en ¡os días de peligro en la repú- blica romana. Kl resultado fué nombrar un director supremo á imitación de lo que acababa de hacerse en Buenos Aires, concentrando el poder ejecutivo en una sola persona 'M . El coronel don Francisco Lastra, á la sazón gobernador de Val- paraíso, hombre probo, pero que qo tenía el temperamento de un dictador, fué llamado á ocuparla nueva magistratura suprema. Desde entonces el viento empezóá soplarmás favo- rablemente dd lado de Buenos Aires. ! I'ninv ili;i> .Hiles SG ll.'llií.'l |M|!.| ic'M I n c|| i'\ lllllll. 23 del M"lllln| Araucano - de -•> de febrero de i*\\. la reforma al Estatuto provisorio de Buenos Aires, que concentró el poder ejecutivo en una sola persona, el cual lleva la fecha de 26 de enero de 1814, que sirvió de modelo i la que Chile adoptó en el mismo sentido ú principios de majo con la im^- ni. i denominación. Para que la imitación fu< se completa, basta se copió «•I distintivo del Director, variando sólo <■! color j poniendo una fleca- dura de oro en vez de la borla. Kn '•! <• Monitor Araua extraordina- rio de i i de marzo de 181 í se lee lo siguiente : - El coronel de exércilo del Sublime Pueblo Bonaerense, don Santiago Carrera argentino ■ puso (en la Junta de corporaciones la necesidad de que el Supremo Director llevase un distintivo de su dignidad, j se acordó fuese una banda roja cruzada d. En este movimiento se rió figurar nuevamente entre las filas liberales al antiguo grupo de argentinos de los primeros días de la revolución, distinguiéndose especialmente entre •■II"- l< conocidos Villi i, Oro, etc. j además, don Manuel Blanco i lada que debía entrai pronto en escena, el Dr. Jaime Zudañi de Montevideo, <|'i'' había antes figurado en la revolución del Alto Perú, don Nicolás \. Orjera, conocido basta sus últimos días con la denomi- nación de tribuno de la pli be, que fué nombí j otros, unidos como siempre al parecer |"T íntimas afinidades de i .i/.i \ de tendencias. 390 Ü1RECTOB LASTRA. — HAPITULO VIH. El nuevo gobierno desplegó grande actividad y energía. En pocos días organizó una expedición para reconquistar á Talca, fuerte de 1,500 hombres de las tres armas con seis ca- ñones. Confióse su mando á un joven llamado don Manuel Blanco Encalada, á quien veremos figurar más adelante en otro elemento. Su tropa era bisoña, y su campaña fué mal conducirla, siendo finalmente rechazado en el ataque que intentó sobre Talca y completamente derrotado á sus inme- diaciones, en el campo de Cancha-Rayada, célebre desde en- tonces por la derrota de las armas patriotas 'l"i de marzo . Esta vez el camino de la capital no sólo quedó abierto, sino indefenso. Esto sucedía en momentos en que Gainza con el ejército invasor marchaba decididamente sobre ella, á la vez que O'Iliggins, incorporado ya á Mackenna, se acercaba en la misma dirección, habiendo prevenido anticipadamente á Blanco, que no comprometiese combate. Reunido el ejército patriota < » r parte de los defensores que ocho muertos \ diez y ocho heridos, entre los cuide- se contaba el mismo M ekenna (36). Este no pudo estimar por el momento la im portancia de su victoria. <[u<' fué de grandes consecuencias Para este reíalo hemos lomado por base el parle oficial de M 1 temía, publicado en el núm. 3o del Moniloi Araucano de I ■ de abril de 1814, complelándolo con algunos detj lies del parle oficial de I i- • I il<' -¿¿ dé marzo tic 1814, que original existe en el Vrch. Gral. Al . S. \. ise Barros Arana ; Hist. de la Indep. de Chile, 1 1. II, p. ■ sig., 3 Vicuña Mackenna, biografía Ululada Don Juan Mackenna, p. -En un documento que leñemos á la vis O'H pgins dirigiéndose al enviado argentino en Chile, que a la sazón I" era el l»i . Juan José Passo,lu siguiente: Espero que recuerde usted su deberé tropas que pertenecen al pueblo que representan I"- Auxiliares V ■ linos) para que sin intervención en las decisiones civiles, guarde a perfecta neutralidad, cuando 110 sea asequible se unan a sus o nip - de armas, á l<»s que h. vitado la su ruina en el punto llamado del Membrillai . I'alc t, .1 ¡ de agoslo de 1814. B nía 0 H M. S. del Arch. Gral. de l¡. A.) RETIRADA HE O'HIGGINS. - CAPITULO VIII XI El 23 de marzo se reunieron las divisiones de O'Higgins y Mackenna, y el 24 rompieron la marcha. La fuerza total ascendía á 2,600 fusileros y 600 hombres de caballería con 20 piezas de artillería. El 24 se pusieron en movimiento ha- cia el norte, en circunstancias en que (iainza repuesto de su contraste emprendía una marcha paralela en la misma direc- ción, y empezó á picar su retaguardia. Ambos tenían por objetivo la capital : el uno para lomarla : el otro para salvar- la. La victoria era del primero que atravesase el Maule. La ventaja estaba de parte de los realistas, que tenían su mar- gen derecha cubierta por sus tropas de Talca. Los patriotas se iban á encontrar ante un obstáculo difícil de salvar y en- tre dos fuegos. O'Higgins, bien aconsejado sin duda por Mac- kenna, practicó una serie de movimientos bien combinado-. se posesionó de uno de los pasos del río descuidado por el enemigoen el norte, y se cubrió por su retaguardia con trin- cheras de abatis. Merced á esto, rechazó ventajosamente un ataque que le fué llevado por esa parle. En seguida cruzó el Maule casi simultáneamente con el enemigo (4 de marzo, á corta distancia uno de otro. El enemigo, continuando su marcha paralela, procuró ce- rrar el paso á los patriotas en el río ('Jaro, que fué salvado á viva fuerza 7 de enero). Situados ambos beligerantes (Mitre el Claro y el Lontué, O'Higgins se atrincheró sólidamente en la hacienda de Quecheraguas. El enemigo llevó dos ataques sucesivos (8 y 0 de marzo} que fueron rechazados. La capital estaba salvada, y la defensa de Quecheraguas equivalía á ana victoria. El ejército patriota reforzado con nuevos con- tingentes salidos de Santiago, estaba en actitud de tomarla SITUACIÓN AMERICANA CAPÍTULO VIH. ofensiva. Gainza retrocedió humillado á encerrarse en ralea. En estos mismos días capitulaban las plazas de Concepción j Talcahuano, y lodo el sud quedaba por l<>- realistas, desde Talca hasta Valdivia y Chiloé . Por este mismo tiempo el horizonte americano empezaba á nublarse. Las armas anglo-hispanas expulsaban \<<- ejércitos de Napoleón en la metrópoli, \ su gobierno incitaba á sus colonias insurreccionadas á reunirse en corle- bajo I"- aus- picios del rey cautivo en cuyo nombre se gobernaban, \ que restituido muj luego á su trono haría imposible continuar esla ficción. En Méjico triunfaban por todas partes la- armas realistas. La estrella naciente del libertador Bolívar en Cara- cas, iba á eclipsarse, y las revoluciones de Quito, Venezuela v Nueva Granada habían sido ó iban á ser sofocadas. Lima continuaba siendo el gran centro político y militar de la reac- ción, y después de las invasiones sucesivas de Pareja \ de Gainza, preparaba una tercera para sojuzgar el reino rebelde. Sólo ¡lian á quedaren el vasto escenario de la revolución Bud-americana, las Provincias del Río de la Plata, do bien repuestas de los contrastes en el Alto Perú, y Chile próximo á sucumbir. En tales circunstancias, un acontecimiento in- esperado, vino ;'i salvar al general Gainza de la derrota, y á precipitar la caída de Chile. Mandaba en 1814, la estación naval de la Inglaterra en el Pacífico, el comodoro Hillyar, quien en su calidad de aliado de la España ofreció al virrey del Perú bu mediación para pa- cificar el reino de (Jóle Abascal aceptósu proposición ^>\>v<' la base de un completo olvido, siempre que I"- chilenos ra tificasen el reconocimiento de Fernando \ II j la soberanía de la nación española representada por sus cortes, jurando -n constitución \ reinstalasen su Audiencia, para cuyo ten debían recibir una guarnición de tropas chilotafl I I modoro llegó á Santiago, <'n momentos en que el paso del Maule por O'Higgins \ la defensa de Quecheraguaa cambiaba 396 TRATADOS DE LIRCAY. — CAPITULO VIH. la faz de la guerra ; pero el estado general de la revolución ame- ricana v los recientes pánicos que habían enervarlo las almas, predisponiéndolas á la paz, hicieron que el gobierno aceptase favorablemente la abertura, modificando empero las propo- siciones del virrey, de acuerdo con el Senado y conformidad del mediador. Ü'Higgins y Mackenna, por su autoridad y por su calidad de medio ingleses los dos, fueron encargados de la negociación asesorados por el Dr. Jaime Zudañez. Al principio hubo de negarse el general Gainza á aceptar un tratado fuera de sus instrucciones, que sólo lo autori- zaban á negociar sobre la base de la rendición de los insur- gentes; pero en la situación apurada en que se encontraba y por las sugestiones de Hillyar hubo de pasar por todo. En consecuencia, estipulóse que el gobierno de Chile volviera al estado de 1811 y fuese desempeñado por una junta provi- sional como la primitiva, cuya aprobación se sometería á la Regencia de España, y que las tropas nacionales. — denomi- nación que se daba á los realistas, — evacuarían el territorio en el término de un mes, quedando Chile obligado á enviar diputados á la península para arreglar todas las diferencias, y concurrir mientras tanto al sostén de la España con todos los auxilios á sus alcances (3 de mayo de 1814). Estos trata- do- que llevan la denominación histórica de Lircay, fueron tan mal recibidos en el campo realista, como por la opinión del pueblo chileno. Desde entonces pudo verse que ellos no importaban sino una tregua pasajera. Ib: ¡ido una cuestión histórica, si los tratados de Lircay fueron ajustados por las parles con el ánimo deliberado de no cumplirlos. Por lo que respecta á Gainza, es evidente que obró bajo la ley de la necesidad, y que ellos lo salvaron de una derrota segura. En cuanto al gobierno de Chile y á sus negociadores, parece que procedieron de buena fe y que pen- saron babci' obtenido la única ventaja compatible con sus circunstancias, cediendo el uno al cansancio de la lucha, y RELAI ION i> \ RGEN I'INO-CHILENAS. CAP. VIH. candorosamente los otros >¡n medir sus consecuencias. \-i resulta al menos de los documentos diplomáticos inéditos. Kl gobierno chileno, no obstante su alianza con el argentino, cuyas tropas auxiliares formaban parte de su ejército, ;il apre- surarse á cambiar su bandera nacional por la española, pesen 6 l,i negociación de él, á punto que su enviado diplomático en Santiago sólo llegó á conocer sn resultado cuando la pren ¡a I" vulgarizó (37). Desempeñaba este puesto el doctor Juan José Passo, en sustitución del doctor Vera, quien en pre >encia de la nueva situación que los halado- creaban, oficiaba á u gobier- no : Por más que he contraído mi observación i penetrar la intención de este gobierno no he podido adelantar nada, o Estando al sentido literal, este |»aí> y su gobierno rompie- »i ron la amistad con esa. pues que va no existe la unidad de iusa, único vínculo t| nc los ligaba; se ha sustituido la que nuevamente contraen con Lima y la España. Las Formas " públicas son todas conformes á estos principios. En el ejer- cicio de mi representación, sin embargo, no he hech - vedad, pues cabe en la política sea efecto de la necesidad la reserva, acomodarse á perder en la opinión y en parte de la autoridad en el riesgo en que se hallaban de perderlo lodo, no obstante la aparente contradicción de la docilidad j franqueza con el enemigo, \ los resultados contrarios de la mediación inglesa aquí y en esc país A fines de mayo, cuando las dificultades para la ejecución del tratado empezaron á sentirse por una j otra parte, p! go- bierno de Chile se dirigió oficialmente al enviado argentino, adjuntándole copia de una comunicación dirigida á su agente ' l.i número del M ^rauc ino en que se publ¡< iron Ion tratados, fué quemado al pie de l.i horca por el pueblo. Oí. del i ui Balearee al Diiectoi de las P. i . de feh. M de mayo de 181 1 l tratados se publicar I aúm. íj del Moniloi d( l 10 di mayo . Ofi. .Ir Passo de l i de mayo do L8U. M. S. d< I \i- h. Gral. RELACIONES ARGENTINO-CHILENAS. - CAP. VIII. diplomático en Londres, don Francisco Antonio Pinto, en que autorizaba á éste para presentarse ante la corte de Madrid á fin de representar sus derechos, para proceder según el esta- do político de la España, agregando que, á pesar de los con- ceptos equívocos que aquella envolvía, Chile estaba resuelto áser libre á toda costa, y que mientras más conocía sus dere- chos, más odiaba la esclavitud (39). Expirado el plazo para la evacuación del territorio por las tropas realistas, el director Lastra se dirigió al director Posadas, y al paso de justificar la demora manifestábale su recelo de que las estipulaciones qo se cumpliesen por parte de los españole-, y le informaba, que su enviado en Buenos Aires, que lo era Infante, le instruiría reservadamente de su pensamiento, pidiéndole, para arreglar á éJ sus procederes, encargara á su agente enLondres, el señor Sarialea. averiguase la opinión de las cortes europeas á mi respecto (40). (aiando se hizo conciencia general, que el pacto de Lircay estaba de hecho roto, el gobierno chileno dio una explicación más franca al enviado argentino, quien la acep- tó, tomando las cosas como venían. « Estoy informado de buen origen, decía Passo, que no fué de seria intención el i ánimo de este gobierno en la conclusión de los tratados, i sino un medio adoptado para salvar del apurado conflicto » al país, amenazado de perderse. El mes de plazo para eva- cuar el territorio es cumplido con exceso, y qo solamente no se satisface á esta principal condición, sino que por el contrario se conservan las tropas enemigas ocupando toda 39 Carta oficial del Director Lastra al Director Posada de 3 de junio de 1814. M. S. .-mi. < Papeles de Posadas o en nuestro archivo. el listas dos coi licaciones, que turren interceptadas por l s españo- les, encuéntranse en un manifiesto de Osorio, publicado en folleto bajo el título de: [Conducta militar y política del general en jefe del ejército o del i'\ 'ii oposición con la de h»s caudillos que tiranizaban el reino de Chile . ps. 16 j 17 en la nota :? . RELACIÓN l> \ RG ENT1 NO CHILENAS. CAP. V 1 1 1 . .. la provincia de Concepción, incluso la ciudad de Chi- ■ lláu '. I . Como se vé, la política vacilante del Gobierno de Chile, tímida al principio, candorosa después, y doble ;il tin. se de jaba arrastrar por acontecimientos que qo dominaba ni pre- veía, fluctuando entre corrientes encontradas en que fatal- mente debía naufragar. En esto había venido á parar la dictadura de Lastra, que (Iosjuh's de arriar la bandera de la revolución, no servía ni para la paz ni para la guerra. l'«»r un fenómeno que se repite en las situaciones confusas de la \ ida de los pueblos, la misma opinión Dotante que Ir' tía aconseja- do los tratados, se volvía contra ellos, v el espíritu público -f manifestaba más vigoroso que nunca VI . \ll Rota de hecho la alianza argentino-chilena, aun cuando secretamente se halara de mantenerla por una \ otra parte en previsión di- lo que pudiera sobren enir, los Auxiliare- Argen- tinos se retiraron del ejército en campaña \ »e reconcentraron .'ii Santiago pororden del director Lastra L3 . \l día -unien- te de -u llegada, estalló una sublevación de cuart< I, que res- tauró la dinastía de los Carrera 2'2 de julio . Éstos, explotan- do el descontento público, trabajaron algunos cuerpos de la i I Ofi. de I'. i—o ;il (¡nli. argentino de 14 de ju le 1814. M. v- del \nh. Gral. , i i.ii un oíic. del coronel M. Balcarce .il Gobierno argentino de n .I.- mayo de I si i. Ir dio»- lo siguiente : II espíritu publico se lia uumen lado de resultas de la transacción, v si los tratados no llevan por objeto sino -.iln de apuros 3 ganar tiempo para prepararnos mejor, el pue- blo lo considero ahora más bien dispuesto que nunca para volver» empeñar en su independencia M. S. del \" b. Gral. I : 011c. de fli.i. ilr Iti de jiilin de 181 ¡. M. s- dí'l Arch. Gral. tOO REA PARICIÓN DE CABRERA. — CAP. VIII. guarnición, y á la cabeza do ellos, se proclamaron así mismos salvadores de la patria, ofreciendo al pueblo convocar un Congreso « para perfeccionar los movimientos de su infancia » civil • S¡4). Respecto déla situación general del país, guar- daron límido silencio, sin dar más razones para la variación, que « las persecuciones de que eran víctimas, » insinuando que « la libertad naciente no era inconciliable con los deseos o de la paz y que los pactos que la reglaban no dejarían á » Chile en la oscuridad de su antigua servidumbre. » Esta repentina reaparición estaba prevista por todos. Excluidos los dos hermanos José Miguel y Luis de los beneficios de la recíproca libertad de los prisioneros, pactada por un artículo secreto de los tratados de Lircay, debían ser trasportados por mar á Valparaíso, de donde el gobierno se proponía enviarlos al extranjero, con una representación pública ó con medios su- ficientes para subsistir. En el intervalo, fugaron de su prisión de Chillan, y ocultos en la capital, burlando las persecuciones del gobierno, tramaron la sublevación militar, en laque don José Miguel desplegó más habilidad que en sus campañas con- tra los enemigos de su patria. En seguida organizóse una Junta provisional de gobierno, por el voto tumultuario de un Cabildo abierto, déla que Carrera se hizo nombrar presidente. La nueva revuelta de Carrera, habría tenido razón de ser como revolución, ó por lo menos un colorido patriótico, si su programa hubiese sido reaccionar contra la política del gobierno que derribaba, romperlos tratados de Lircay y pro- clamar valientemente la guerra, que en esos mismos momen- tos O 'Higgins desengañado estaba dispuesto á recomenza!'. Lejos de eso, su primer acto administrativo y su primer bando político fué para confirmar el franca comercio con el il Manifiesto de 2o de julio de 1814, en ofic. de 4 pp. reproducido en el núm. 66 del Monitor Araucano . POLÍTICA DE i \ i;i;i:i; \ . ■ c \ntii.h VIII. virreinato del Perú, en virtud de las estipulacú - del tratado de Lircay, que aun no había sido rectificado par el virrey, \ exhortar al pueblo al silencio en nombre de la razón \ las conveniencias de la paz celebrada, en la seguridad de mi duración Lo). Desde entonces todos pudieron convencerse <|ue la misma ambición egoísta de otro tiempo, era la que l<> había movido á escalar nuevamente el poder, sin ninguna idea salvadora en su cabeza ni una resolución valiente ensn corazón. Era el mismo de siempre, en cuyas manos todo debía perderse: congreso, ejército y revolución. En medio de esta política sin objetivos, bservaba la misma conducta sigilosamente doble de su antecesor, \ en nota reservada decía al Director del Río de la Piala, dán- dole cuenta de sn elevación : « Nos prometemos que esta n innovación estreche la alianza de que nos gloriamos con esc heroico pueblo, y que por ahora reservará esta comu- nicación hasta que la política pueda asegurarse con reía " ción á lo> tratados de paz celebrados por el enemigo. Las ■ circunstancias no permiten otras individualidades que deta •i liaremos oportunamente » 16). Poco después de estas pro- testas, los Auxiliares Argentinos eran ignominiosamente expulsados de la capital, á causa de haber asumido un ' actitud prescindente en el movimiento y su jefe era conmi nado en estos términos : « Usted no puede »er neutral, oficiaba Carrera á Las lleras, cuando bc trata *\>' aoste o ner al gobierno, v entiende mal el decoro de las armas de su gobierno con separarse de la defensa que le incumbe, > sólo le es prohibido formar partido con facción que atente i , Véas»> Bai ros Vran¡i Hisl. de la Indep. de Chile, l. II, p S de l.i Jiiiii.i de Chile al Directorio Supreí le las IV l del R. de la P. de 2 I de julio de IHI i. firmada J " lian Urib Manuel Muñoz y Urzua Bernard I \| S. del \ i . h. i.i.il. POLÍTICA DE I ARREKA. — CAPÍTULO VIII. » á su autoridad » 17 . Esta conducta, sin embargo, res- pondía á la que los Auxiliare- Chilenos de 1811 en Buenos Aires habían observado en circunstancias análogas. Triun- fante la revolución de 8 de octubre de 1812. de que hemos dado cuenta antes, 1"- penquistos, que "rujiaban la Forta- leza, se negaron á franquearla al nuevo gobierno, noobstantc -ii instalación procedente del voto de un cabildo abierto hasta que les fué presentado el acta del pueblo, « cuya sobe- ranía dijeron exclusivamente reconocer en su calidad de auxiliares í-8 . O'Higgins á su v / los exhortaba á man- tenerse neutrales, sin intervenir en las divisiones internas. en cuanto no fuese asequible su unión con sus compañeros de armas del Membrillar » 49 . Las Heras, >in perder su serenidad, ¡contestaba á Carrera : « Sindicado aver ib1 par- cialidad á V. E., y notado hoy por V. E. de adhesión á una parcialidad contraria, nadir ha debido ofenderse de la » neutralidad con que, pronto á todo servicio del Estado, sólo he tratado de prescindir de sus cuestiones domésticas. Ni puede V. E. hacerme un deber de decidirme á soste- » nerle por la fuerza, que á hacer tal, debería haberme antes empeñado en sostén del gobierno anterior, y en- tonces ii" se me haría este cargo. Mero espectador en aquella escena, 1" debería ser igualmente en ésta, si la retirada no me separara antes del desenlace de la acción en que la presencia de mi tropa podría haber lomado un papel importante á la protección del orden y quietud ■• interior 50 . .7 Nota de Carrera á Las Heras de fecha 23 de agosto de 1814. M. S. del Archivo General . Of. del Dr. I¡. Vera, diputado argentino en Chile, de fecha 13 dé octubre de 1813. SI. S, del Archivo General . • . de O'Higgins al enviado argentino Dr. Passo, de fecha i a á los belige- rantes, y por indicación de la .Ínula intercedió con O'Higgins para que reconociese la nueva autoridad, á lin I . Pocos días después 2f> de agosto los (bis ejércitos se chocaban en el llano de Maipo, > por la primera vez la sangre chilena corría derramada por la mano de sus propios hijo-. Carrera quedó dueño del campo de batalla. O'Higgins, llamando á sí el resto de su- fuerzas, se preparaba á renovar la batalla. Fia presencia de un par- lamentario español, intimando rendición en nombre del rey a los patriotas de uno v otro bando, vino á suspender las hostilidades. Una nueva invasión venida de Lima, había desembarcado en Talcahuano (13 de agosto á las órdenes del general .Mariano < Isorio, nombrado jefe de las fuerzas realis la- en Chile, quien marchaba -obre la capital á la cabeza de cinco mil hombres bien armados \ disciplinados, de los cuales formaba parte <*1 batallón español de Talavera, man dado por el coronel Rafael Maroto, que había hecho la cam pana de la península, y que debía dejar negros recuerdos en ■ l (>f. .I,- pjisso de I." de Héoslo de I8lt.\ c 'sUición d< ü II díi I del mismo. \l . SS. del \rcli füral 40í INVASIÓN DE OSORIO. — CAPÍTULO VIII. Chile. El virrey del Perú había desaprobado los tratados do paz de LircaV, y encargaba á las armas la pacificación del reino. O'Higgins, abnegado como siempre, se dirigió á Carrera ofreciéndole reunir sus armas para dirigirlas contra el ene- migo común, bajo la condición de nombrar un gobierno pro- visorio elegido por el pueblo; pero declinada esta proposi- ción por Cari-era. que ni en c-os momentos podía olvidarse de su mando personal, se puso noblemente á órdenes de sy rival, reconoció la junta establecida, y declaró que lo único que pedía era un puesto en que combatir. Ambos jefes se abrazaron en el mismo campo de batalla de la víspera, y dieron una proclama firmada por ellos, en que declaraban que « la muerte sería el término del que recordara las pasa- >» fias disensiones condenadas á un silencio imperturbable ». Carrera, como ¡efe superior del gobierno llamó al pueblo á las armas, desplegó aran actividad y energía para reunir hombres y recursos, consiguiendo formar un ejército como de cinco á seis mil hombres, de mala calidad, desmoraliza- dos por la guerra civil, y no bien armados pero <]ue regular- mente dirigidos podían hacer frente al enemigo en buenas posiciones. Desgraciadamente, esta actividad unida al valor de O'Higgins, n<> daban un general. En estas circunstancia-, el enviado argentino se acercó á la Junta y ofrecióle en nombre de su gobierno una división auxiliar de <>ihi hombres de infantería con un escuadrón de caballería. La oferta fué recibida por el vocal Uribe, que reemplazaba á Carrera en la presidencia, con cierta descon- lian/a. quien al lin contestó con arrogancia, que lo que nece- sitaban no eran hombres sino fusiles. Lo <|ue se necesitaba era una cabeza militar. O'HIfiGl NS \ i \ i; i; i;i; \ CAPÍ TULO VIII XII Los dos generales reconciliados, á quienes estaba enco Diendada la salvación de la revolución, si bien animados de patriotismo, no se en tendían entre si en cuanto á planes mili lares. O'Higgius pensaba que debía sostenerse la linea del Cachapoal, apoyándose cu !a villa de Rancagua, situada sobre su margen derecha, la que según él eran las Termopilas de Chile. Carrera pensaba que las Termopilas estaban en la inmediata angostura de Paync, niá> á retaguardia, donde la^ i|o> cadenas de la cordillera que forman el valle central de Chile se estrechan y forman un desfiladero. Su colega le objetaba, que esta posición podía ser fácilmente Manqueada \ aun dominada, v que existían otros caminos que conducían .i la capital robando su retaguardia, en lo que tenía razón; pero su plan de sostener la línea del Cachapoal, no era mejor. El Cachapoal, á la sazón muy escaso de amia, era indcfen dible, s Rancagua como punto de apoyo y plaza fuerte no presentaba ninguna ventaja militar. Al lin cedió Carrera, pero sin abandonar la idea de fortificarse en Payne. Kl ejér cito se iliviilió en Iros cuerpos. El primero, que formaba la vanguardia al mando de OTIiggins, fuerte de 1 ,100 hombres, con el segundo á órdenes de « 1 • • 1 1 Juan José Carrera, que constaba de L ,800 hombres, se acordonaron sobre ••! río. El tercer cuerpo, á cuva cabeza estaba 'Higgins hizo llegar á sus manos una lira de papel en que le decía : — « Si vienen municione \ » la tercera división carea, lodo es hecho. •> — Carrera, se- gún confesión propia, contestó con palabras decididas que no correspondieron á los hechos : « Municiones no pueden ir » sin bayonetas. Al amanecer hará sacrificios esta división. » Para salvará Chile se necesita un momento de resolu- " ción. o Al amanecer 2 de octubre los sitiado- esperaban con ansiedad el auxilio que podía salvarlo-. La esperanza renació en ellos, cuando vieron avanzar hasta 1 .700 metros del pueblo. SITIO DE RANCAíiUA CAPÍTULO VIII . una división do 2ni) infantes y tros escuadrones de caballería con dos |>i''/as. < | ii»' obligaba á los sitiadores á concentrarse hacia la plaza. Era don Luis Carrera, ú quien su hermano echaba por dolante al frente de una vanguardia, para hacer una diversión, permaneciendo él á la distancia, en observación de I»»- movimientos. A esto se redujeron I"- sacrificios pro metidos. A las doce del día, la tercera división mandada por el general en jefe, dalia la ospaldaá Rancagua. En esos mis naos momentos efectuaba O'Higgins una salida parcial, con éxito feliz. Carrera para explicar su retirada, ha dicho que pensó que la plaza había capitulado, disculpa que ' «condena, porque á la voz asienta, en contradicción con «-u promesa de hacer sacrificios, ' que sólo so propuso llamar la atención de l"> sitiadores para facilitar la evacuación de los sitiados, agregando para mayor contradicción, reveladora de las acu- saciones de la propia conciencia, que nunca pensó en ir á encerrarse en Rancagua abriendo al enemigo el camino de la capital '.'i2 en lo que tenía razón : perodebió pensarlodos vece-- ante-. Todo esto acusa la falta t\r ideas, j sobre todo, la falla del i momento de resolución para salvar á Chile, que en la noche anterior él había prometido. Estoes todo l<> que puede decirse en su abono, relevándolo del cargo pudo siquiera comprender, que perdido todo, mejor era perderse con honor que vergonzosamente, desde que de to dos modos estaba perdido, como se perdió, sin gloria ni provecho. O'fliggins, responsable principal nte de esta catástrofe, por sus grandes errores militares, lo pagó al menos con sn 2 Véase extractos ilH Diario militar de I. M, l l: - - de Kspinosii : La lialalla «!•- Itam '-" ' 408 ITln J)K RANCAGUA . CAPITULO VIII. persona, y túvola inspiración heroica del momento. Montó á caballo, y recorriéndolas baterías, proclamó á los soldados : « ¡ Mientras baya quien muera, la patria no está perdida ! ■> Afirmando sus palabras, sostuvo treintidos lloras el luego. A las i de la tarde del segundo día de sitio, estaba sin mu- niciones y sin agua, la artillería casi inutilizada, y había perdido dos tercios de su guarnición. El enemigo iba va á penetrar por las trincheras indefensas. Reuniendo entonces en el centro el resto de los defensores sanos de Rancagua, montó trescientos hombres en 280 caballos, y púsose á >u cabeza. El capitán Ramón Freyre, que empezaba á señalarse por sus hazañas como guerrillero de caballería, formó un círculo de dragones en torno del general. O'Higgins le dijo apretándole la mano : « No, capitán Freyre ; V. es un va- » líente ; pero no puedo aceptar el puesto que me prepara. » Y levantando su sable, dio espuelas á su caballo y atravesó por el grueso del enemigo, gritando á voces : « Ni damos » ni pedimos cuartel. » En esos mismos momentos la plaza incendiada en todas direcciones, era ocupada por los realistas. El teniente José Luis Ovalle. mantuvo izada la bandera na- cional en medio de la plaza de armas, y cayó prisionero pos- trado á lanzasos. José María Yañez que lo reemplazó, murió al pie de ella, defendiéndola. El capitán José Ignacio Ibieta, con las dos piernas rotas por uñábala de cañón, defendía de rodillas el paso de Ja última trinchera, y de-preciaba las olerías de perdón, muriendo al pie de sus escombros. Así sucumbió la primera revolución de Chile, manteniendo en alto su bandera entre el fuego y la muerte. El general Carrera, después de dar la espalda á Rancagua por creerla rendida, hubo de volver en su auxilio. segÚD de- claración propia, luego que sintió renovarse el luego de la plaza, y da por disculpa para no haberlo efectuado, un aviso de que el enemigo se había posesionado de la Angostura, y que cuando se convenció de su falsedad, volvió á cesar el PERDÍ DA DE CHI LE. I \ I- 1 i l LO VIH. fuego .">•'< . Era que, como él lo sabía ya, las municiones fal- taban, y habían faltado las bayonetas que según sus promesas debían llevarlas. Cuando tuvo la conciencia de que la derro- ta -i' había consumado, púsose en retirada hacia Santiago, Allí se le reunid O'Higgins, s con más ardor que juicio, pro púsole sostener la línea < I < - 1 \f aipo ; pero él Bolo se ocupaba en extraer l<>s caudales públicos de la capital, que abandonó poco después, dejándola entregada al saqueo, en medio de vivas contradictorios del populacho al rey v á la patria. Su ¡nimio valeroso, pero tan vano como todos sus planes mili- tares, era continuar la guerra en el uorte, i uniendo en Aconcagua el ejército disperso para organizar la resistencia en Coquimbo. Previamente había ordenado que los Auxiliares Argentinos, tan ignoininiosamentP despedidos por él, marcha- sen á la costa de San Antonio — precisamente en la direc- ción que debía traer el enemigo — <¡ fin de prevenir, según decía, un desembarco en ese punto 54 . El comandante Las linas, que con su tropa se encontraba en Aconcagua, eni prendió en consecuencia su marcha al sur. y en la cuesta de Chacabuco encontróse con la emigración de San- tiago, en fuga, hacia la cordillera. Retrogradó entonces, ) unido e misi [ue uoso lili KM 1 1, l¡\ í:i'iN DE CARRERA . — HAP. VIII territorio argentino (55). Carrera, en desordenada retirada, se dirigid al pueblo de Santa Rosa'al pie de los Andes 9 di' octubre de 1814), á la cabeza tic 400 ó 500 hombres y una arrea de muías ramadas de plata. El II se internó en !<>> desfiladeros de la montaña perseguido di' cerca, v en el último encuentro de su retaguardia en la ladera de los Pape- les, perdió todo id tesoro que conducía. El 13 trasmontó la cumbre de la cordillera nevada y pisó territorio argentino en medio de la oscuridad de la noche, despidiéndose por siempre de la patria, que no volvió á ver más. Así terminó id primer período de la revolución chilena, que se llamó « el » tiempo di' la patria vieja, » La patria nueva, sería la (pie fundarían más tarde los chilenos y argentinos aliados, para levantar del polvo de la derrota las banderas de Rancagua, y .pasearlas en triunfo por la América hasta la línea de Ecuador. .¡.'i un. i|c L;is Heras á San Martín di' fecha 16 de octubre de 1814 en I spallata, en que le dice : « El 13 de octubre persiguiendo el enemigo » nuestra retirada, subió hasta la cima di' la cordillera con .'¡o fusil* dejando al pie una reserva de 250 de igual clase, \ mi número consi- » derable de lanza : allí permaneció hasta la oración, y después se retiró a o la casucha de las Calaveras, llevándose la- cargas de armamento, mu- » niciones, víveres j algunos equipajes que por la dificultad de la huella no se pudieron salvar ■■. M. S. del Arch. (¡ral. Gay, historiador ofi- cial di' Chile, confirma esto mismo, diciendo : o Según conversación n don Bernardo O'Higgins, él batallón de Auxiliares de Buenos Ai- res á las órdenes de su bizarro comandante Las Heras, fué con el » único que sostuvo esta retirada, » « Hist. lis. y pol. de Chile. » i. VI, p. I id nula . — En una presentación d I"- emigrados chilenos dirigi- da ;i San Maiiin en Mendoza en 181 i. se dice lo siguiente : « Es induda- » ble que la salvación de los pocos emigrados que suscribimos, es dríada > solamente á la división auxiliar de esta provincia que infundía respeto » al enemigo por su posición en la» gargantasde la cordillera, que á no o ser esto todos perecemos. » En honor de la verdad debe decirse, sin embargo, que el último combate di- la retirada, fué sostenido por la Fuerza de Carrera . CAPITULO IX t'.l'YO \.ño imí-im:. La región c|r Cuyo. — Mendoza, San Luis \ >;in .luán. -- La sociabilidad cuyana. — Su- antecedentes políticos. • Primeras relaciones entre S Martin ¡¡ >•! pueblo cuyano. — Relaciones de San Martin con Chile. - i emigrados chilenos. Diferencias entre San Martin \ Carrera. Disolución de los emigrados chilenos. Alvear j Carrera. Destitución de San Martin por Alvear. — Revoluciói nicipal de Cuyo. — Caída de Alvear. — Pape| complejo de San Martin en estaocasión.- Explicación de su genio concreto. — Exalta fl espíritu militar de Cuyo. — Crea un ejército ¡¡ recursos paro ¡tenerlo. Originalidad de su plan cooperativo financiero-militai crificios que impone ó Cuyo. — Anuncio de la expedición de Morillo. — Vida de S;mi Martín en Mendoza. — Explicación filosófica de su genio. — Un día de trabajo de San Martin. — Anécdotas características pii Cuyo. Enfer dades de San Martin. — La derrota de Sipe-Sipe. — San Martin revela por primera vez su plan de reconquistar ;'i Chile. — Brindis f¡ so, I La región que on la historia se conoce bajo la denominación genérica de Ct:vo, teatro de los sucesos que vamos á narrar, es «-I territorio que so extiende ;'i la falda oriental de la cordi llera entre los 31° \ 35a de latitud austral, limitado al Este por los fill¡ni"s relieves orográficos que diseñan I"- contor nos en su conjunción con las llanuras argentinas á los 66 dr ;i2 REGIÓN DE CUYO. — CAPITULO IX Longitud de Greenwich, marcando con trazos volcánicos los primitivos estremecimientos de su suelo. Dentro de este pe- rímetro, se encierra el rasgo que la caracteriza y le da su unidad geográfica, como enmea de todas las aguas que en diversos rumbos se desprenden de las montañas que la cir- cundan v convergen hacia su parte baja, donde se estancan en lagos ó abren sus cauces en ríos perezosos, formando un sistema hidrográfico mediterráneo. Históricamente, esta re- gión constituye denle los primeros tiempos del descubri- miento, el nudo de la colonización argentino-chilena en ^u- enlaces interoceánicos, que en la época en que hemos llega- do se aprieta para dar origen á una vinculación político-mili- lar por esa vía. que atará los destino- de todos los países del mar Pacífico. En 181 i formaban el grupo administrativo conocido con el nombre de Provincia de Cuyo, las jurisdicciones de Men- doza, San Juan y San Luis, cuyas fundaciones y desarrollo social participaban del carácter internacional chileno-argen- tino que les imprimió su doble sello étnico. Las ciudades de San. luán y Mendoza, núcleos de esta sociabilidad, fueron fundadas año de l-itil . por los primeros conquistadores chi- lenos, que atravesaron la gran cordilh ra atraídos por la la- ma de ser una tierra en que <- se hallaba qué comer », que ha conservado merced al trabajo perseverante de sus pobla- dores. San Luis, fundada más larde año de 1596), fué una colonia de Mendoza, que en su origen tuvo por objeto explo- tar los lavaderos de oro que allí se encuclillan. Asentada a" la extremidad de la -ierra de-lacada de su nomine eu sus de- clives occidentales por lo cual se denomina San Luis de la Punta v -u- moradores, puníanos sus picos se levantan co- mo atalaya- a/.ules en los confines monocrónomos de la pani- lla y de la región montañosa secundaria á (pie pertenece. Su población encerrada en un valle longitudinal, á que se pe- netra per ini;i infracturación de su sistema montañoso, es un PROVINO \ DE I i 1 O. i \ PÍTULO IX. oasis en medio del desierto, que ligó en un tiempo las comn nicaciones del litoral del Plata con las ciudades andinas mencionadas, y en la época á que hemos llegado ligaba las operaciones militares que van á desenvolverse. Desprendidas del reino de Chile en ITTii al tiempo de fundarse el virreinato del Hí<> de la Plata, fueron abscriptas á la provincia de Cór- doba delTucumán, formando tres subtenencias de gobierno, y en esta condición subalterna las encontró la revolución n unánimemente al pronunciamiento patriótico. En 1813 volvieron á recuperar ^u rango de provincia con su antigua denominación \ Mendoza por capital. Este era el gobierno que San Martín desempeñaba en 1814. El rumbo general de sus designios le había conducido alli como camino) punto departirla de futuras combinaciones estratégicas, pero ni (,l ni nadie podía sospechar toda la potencia que encerraba en mi seno aquella oscura \ pobre localidad, destinada á ser el nervio de la fuer/a expansiva de la revolución argentina ame- ricanizada. El general que tenía esta idea en su cal contró en Cuyo la masa anima. la qu • necesitaba, á que supo < En 1 814 me hallaba de gobernador en Mendoza. La pérdida de Chile de- » jaba en peligro La provincia de mi mando; yo la puse en estado de defensa hasta que llegase el tiempo de Lomar la ofensiva. Mis recur- sos eran escasos, y apenas tenía un embrión cecinas, sebos, jabones y artefactos de pieles, constituían otra Fuen- te de riqueza rural. Tenían operarios hábiles ea todas lasar- les mecánicas, desde el herreroque forjaba >u> arados \ he- rraba su- muías \ caballos,) el talabartero que preparábalos aparejos de sus aireos ó las petacas en que envasaban sus mercancías, basta el mecánico que montaba las ruedas de tos molinos de agua y el ingeniero práctico que nivelaba las aguas de regadío) reglaba su curso por derivación, ii" fal- tándole mineros que lenían nociones de metalurgia, ser vidos por un raza de zapadores, completada por otra de arrie- ros, conductores expertos de cargas en las montañas. Sus mujeres eran industriosas y económicas : hilaban tejidos de lana v algodón, preparaban las pastas) dulces, i|i ran una especialidad cuvana, \ concurrían á la labor común de aque- lla colmena sanjuanino-mendozina. San Luis, aun cuando n<> participaba del misi rarácter agrícola, tenía también su industria, que consistía principalmente en tejidos de lana 01 dinarios, v completaba el sistema económico cuyano, sumí nistrando ganados para el consumo, pieles curtidas para la exportación, lana para los tejidos, maderas para la construc cení \ jinetes vigorosos tlf hermosa raza diestros en el ma nejo de la armas blancas |">r sus frecuentes guerras con los indios de su frontera . El gobierno de Cuyo era esencialmente municipal I un, i de las tres ciudades tenía un cabildo que la regía en I" ¡h. SOCIABILIDAD CUYANA. — CAPÍTULO IX. administrativo, judicial y policial, y los cuarteles en que se gubdividía rada municipio estaban á cargo de funcionarios llamados decuriones, que eran sus jueces de paz. Así las po- blaciones aglomeradas en reducidos espacios, se hallaban ba¡<> la inmediata vigilancia de una autoridad paternal, <|iie conocía el carácter y el haber de cada habitante, de modo que podía establecer su filiación moral y el inventario de to- das las fortunas en veinticuatro horas. Sin este estudio analítico sobre la sociabilidad cuyana. descompuesta en sus elementos constitutivos, no se com- prendería cómo San Martín pudo emprender y llevar á tér- mino, con organización tan rudimentaria, tan pobres recur- sos v tan corto número de habitantes, la ardua y hasta entonces imposible empresa de crear un ejército invencible, alimentarlo por el espacio de tres años con la sustancia de una -ola provincia, tomar por la primera ve/, la ofensiva ni la guerra sud-americana, y libertar dos repúblicas, dando expansión continental á la revolución argentina. El hombre había encontrado en sn camino el país que necesitaba para -n empresa, pero el país supo responder á ella, dando con abnegación todo cuanto tenía, desde sn trabajo personal y -ii- bienes hasta la sangre de sus hijos. Fué esta la Macedo- 1 1 i ; i del nuevo Alejandro libertador, (pie iba á corlar el nudo del \ ugo colonial. II El primer contacto entre '"I gobernador-intendente y la municipalidad de .Mendoza, diseñó las respectivas posiciones en -iis relaciones con el pueblo cuyano. El Cabildo, al saber el nombramiento di- San Martín, le anunció invocando el voto del vecindario, que ■ conforme á la costumbre y en SAN MARTÍN Y LOS CÚTANOS. I M'ITI LO IX. 411 » cumplimiento de sus deberes, le había preparado «asa eo » que alojarse ». El Intendente contestó : q n el curso >» de su vida no había experimentado sentimiento igual ;il » rehusar la primera prueba de afecto de una corporación v » de un pueblo á que estaba dispuesto á consagrar bu ei » tencia, al no aceptar su generoso ofrecimiento . El Ca- bildo insistió en su oferta. San Martín tranzó la cuestión, replicando, que « para que no se atribuyese á desaire su » negativa, aceptaría el alojamiento preparado por el tiempo » necesario para dejar á uno y otro en el lugar que les CO- » rrespondía, sacrificio de conciencia que sólo ha ía en bene- » ficio y honor de los habitantes de Cuyo » (2). Este proceder que obedecía á la regla de rechazar honores y favores que Be había impuesto, respondía á la vez al propósito de emanci- parse de toda dependencia y obligación personal, respecto de una corporación que iba á ser el instrumento de opresión para exprimir sin compasión la sustancia de un pueblo que con tanto cariño le abría sus brazos. Otro incidente del misino -enero, que aunque en el orden cronológico es posterior (año 1815), muestra que este proce- der respondía a un propósito deliberado. Habiéndose divul- gado la voz, de que iba á separarse de su esposa, que á la sazón le acompañaba en Mendoza, « por la escasez de su » sueldo, del cual había donado la mitad mensual á la na- •> ción, y que para costear su viaje á Buenos Aires había tenido que vender un mueble de su uso », el Cabildo le ofició, que « por honor del pueblo, y en reconocimiento á n su- desvelos, que habían dado otro ser á la provincia de " Cuyo, engrandeciéndola, creía deber arbitrar los medios (2) Ofl. del Cabildo de Mendoza de 3 de setiembre de 1814. ídem de Sai Martín de setiembre de I8t .. I sb ol rito de puí de San Martín.) ídem de : de setiembre de 1814. Borrador do n de San Martín sin fecha. M. S. \i. ii . de - M : « G Cuyo, o vol. IV, iiuiii. l.°j. Ti i M I. - ' H8 MODERACIÓN DE SAN MARTIN. - CAPÍTULO IX. n para su decorosa subsistencia, ofreciéndole abonar de sus recursos municipales el suel lo íntegro que le correspon- . día ». La contestación de San Martín fué más explícita que la anterior: « Desde el momento de la pérdida de Chile. »i me resolví á separarme de mi pequeña familia. La inter- » posición del Cabildo me lo hace suspender por segunda » vez, para que no se atribuya á temor de los enemigos. » Mis necesidades están suficientemente llenadas con la mi- i tad del sueldo que gozo. En retribución á mi deferencia »> espero se suspenda todo procedimiento en materia de i aumento de sueldo ; en la inteligencia que no será admi- » tido por cuanto existe en la tierra » (3). Precisamente cuando así procedía respecto de su persona, empezaba á estrujar metódicamente á los pueblos de Cuyo, para sacarles los últimos pesos de su bolsillo y hacerlos servir á sus desig- nios de orden público, declarando en cierto modo la comu- nidad de los bienes de los particulares y del Estado, como se verá después. Por ese mismo tiempo (enero de 1815 le fué extendido el despacho de coronel mayor (general de brigada). Al dar las gracias por esta distinción, ofició al gobierno : « Debo protes- » lar, como lo hago, que jamás recibiré otra graduación » mayor, y que asegurado el Estado de la dominación espa- » ñola, haré dejación de mi empleo, para retirarme á pasar •> mis enfermos días en el retiro. Esta protesta hará un docu- .. mentó eterno de mis deseos » (4). Esta protesta, que fué renovada públicamente después, explica algunos incidentes :¡ mi. del Cabildode Mendoza de 2i de noviembre Je 1815. ídem de San Martín borrador de su puño j letra de 22 de noviembre de 1SI5. M. SS. Archivo de San Martín, vol. IV, núm. I. ¡ un. de San Martín al Gobierno de fecha -T de enero de ISl.'i. M. S. del Arch. Gral. Este doc, nunca lia sido publicado.) — En 1816, habiendo el Cabildo solicitado sin mi anuencia, que se le confiriese d grado 'I'- brigadier general, dirigid a la prensa una carta en que decía : Protesto á nombre de la independencia de un patria no admitir jamás MODERACIÓN DE SAN MARTÍN. — CAPITULO l\ de la vida de San Martín, en el curso de su carrera militar. Algunos historiadores han creído descubrir en esta osten tación sistemática de olvido de -i misino, que rechazaba de antemano hasta honores \ recompensas, un desprecio apa- rente por las rosas externas, que cubría intenciones ocultas, á imitación del astuto cardenal que se inclinaba humilde mente apoyado en sus muletas para < 1 1 1 < - le entregasen las llaves de San Pedro. Como hemos dicho antes, cualesquiera que hayan sido sus ambiciones secretas, que bien pudo abri- gar legítimamente, el hecho es, que no se le conocen otras que las de sus designios en pro de la con ídad, á las cua- les se consagró con un desinterés personal, que fué la regla de su vida pública, hasta comprobarla con el sacrificio vo- luntario del mando supremo y el ostracismo decretado por él mismo. Así, aun considerados estos artos bajo su aspecto mas oscuro ó como meras exterioridades de moderación, -<>\\ ejemplos dignos de recordarse j de imitarse, y antecedentes necesarios que explicarán oíros análogos en el curso de su carrera. Apenas instalado en sn Gobierno, su atención fué prefe- rentemente llamada hacia Chile, su objetivo inmediato v lejano. \ que según él, era la ciudadela de la América, que ■ debía defenderse \ salvarse, 5 caso de perderse, Ber r» con- quistada á toda cosía '■'< . Empero, no conocía al país ni sus hombres, \ las noticias vagas que acerca de él «dilema no ■ mayor graduación que la que tengo, ni obtener empleo público, j 1 1 i militar que poseo renunciarlo en el momento <'ii que los amcrii anoa ■ do tengan enemigos - No s< atribuya ¡i virtud esta ezposic \ bI ■ .1! deseo que me asiste de gozar de tranquilidad 1 I resto de mis día el Cense» de B. A. núm. 58 del 12 de diciembre de lí .. 1.11 un informe olicial de >.oi Martín de fecha I.8 de junio d< de que se hará especial mención más adelante con livo de un plan de reconquista de Chile formado por don José M . I guíente : ■ Apenas me había encargado del mando de esl 1 pro vi ni ia do I iyo cuando sucedió la pérdida de Chile, j desde entonces una de » mis continuas meditaciones ha sido este país, Chile deb 420 SAN MARTÍN Y CHILE. — CAPITULO IX. lo habilitaban para formar un juicio cabal al respecto. Las primeras informaciones que del estado de su revolución tuvo, le fueron trasmitidas por el coronel Balcarce, actor en ella, y desde entonces empezó á fijar sus ideas. Posterior- mente llegaron desterrados á Mendoza, Irisarri y Mackenna, á quienes oyó con atención. Todos ellos eran enemigos de Carrera, y le pintaron á este caudillo como un joven dís- colo, sin moral, sin talento político ni militar, en cuyas ineptas manos debía perderse irremediablemente la revolu- ción chilena. Estos juicios le fueron confirmados por el se- sudo Dr. Passo, quien le agregó, que Carrera era un ene- migo de la influencia argentina, que abrigaba odios contra su pueblo y su gobierno, como había tenido ocasión de pal- parlo. Todos ellos le decían, que O'Higgins era el único en « quien Chile debía fundar sus esperanzas, porque era un » hombre modesto, amigo de los argentinos, alma buena y » generosa y espíritu esforzado ». Desde entonces, Carrera quedó condenado ante su conciencia, y O'Higgins fué su hombre en perspectiva. Un mes después del arribo de los desterrados por Carrera (setiembre de 1814), llegaba á Mendoza un emisario déla Junta de Chile con pliegos para el gobernador de Cuyo, en que le anunciaba la invasión de Osorio y le pedía con insis- tencia un cuerpo de tropas para engrosar su ejército, previ- niéndole que la situación del país era muy angustiosa (6). San Martín no tenía fuerzas de que disponer, y después de remitir los auxilios que estaban á su alcance, despachó un propio al Gobierno, instando por el pronto envío de una » quistado : limítrofe á nosotros no puede existir un enemigo dueño de a él. » Véase : « Hist. de la Indep. de Chile » por Barros Arana, t. III, núm. 4 del Apéndice en que se inserta el documento. — En comunica- ción posterior sobre lo misino, que se citará en su lugar, San Martín dice : « Chile os la ciudadela de la América ». (6j Barros Arana : « Hist. de la Indep. de Chile, » t. III, pág. 93. SAN MARTIN Y CHILE. I IPlTULO IX. 421 expedición de 1,500 hombres á lin de socorrerá Chile, ó al menos una cantidad igual de fusiles. El Director le contestó confidencialmente en el tono jocoso-burlesco que le era ha- bitual : < V de los amigos chilenos, ¿qué quiere que ha » mos? Estando como estamos empeñados en la campaña del Perú, no podemos divertir una considerable parte de » nuestra tuerza como la de 1,500 hombres hacia el Estado de Chile. Por lo que hace á fusiles, pólvora etc., etc. nin- guno mejor que V. sabe los sanfrancia que hay acerca de estos artículos. Si hay algunos, deben existir en la Bala n de armas y en nuestra famosa fábrica de fusile . Vengan, pues, lodos los chilenos, y tómense los que encuentren. Yo ii" extraño que los chileno-, pidan: lo que qo puedo » dejar de extrañares, que Vds. que saben de esta farándula » de las armas, me vengan pidiendo cosas á centenares y » millares, cuando yo todavía no he visto un Fusil trabajado • mpletamente en Buenos Aires, ni en la Bala «le armas he a visto jamás archivado un fusil ni de Montevideo, ni de Jérusalén, ni bueno, ni descompuesto. Ustedes son los que guardan los fusiles, los sables, los cartuchos, las piedras, etc., y de consiguiente el jefe del Estado » es un fundido para disponer de estos artículos. Vds., » como compañeros, socórranse unos á otros con los » sobrantes que tengan. Con que. por ahora, lo que importa es, dar á Chile la esperanza, prestarse Las Seras á auxiliarlos con su corta división, darles los fusi- les Bobrantes, v arreglar en esa ciudad y provincia » lo que se pueda, ínterin acá me pele., por man- dar tercerolas, sables viejos, 6 demonios coronados, para que se ponga la cosa en pie de defensa " • iru del Director Posad is fi S in Martín de ¡embre de 1814. Aren, de San Martín, vol. UI, V trio! : Gueri P >líüca 422 SAN .MARTÍN Y CHILE. — CAPÍTULO IX. Pocos días después, la revolución chilena sucumbía, y sus emigrados buscaban un asilo en Mendoza con Carrera y O'Higgins á la cabeza. III El 9 de octubre llegó á Mendoza la noticia del desastre de Hancagua. Dos días después recibía San Martín un oficio de Carrera, datado en Santa Rosa de los Andes (octubre 5), en que solicitaba nuevamente auxilio de tropas para continuar l;i guerra (8); pero ante- de esperar la contestación, el gene- ral chileno desistía de su vano empeño, y evacuaba el terri- torio patrio, expulsado por el enemigo, según queda relatado. El gobernador de Cuyo ensayó entonces por la primera vez el sistema de prestaciones de auxilios que se proponía im- plantar en su provincia, estimulando los sentimientos de humanidad del vecindario, como más adelante estimularía su patriotismo para exigirle el sacrificio de sus bienes y de sus personas para el servicio del Estado. El pueblo respondió generosamente á su llamamiento, remitiendo más de mil cargas con víveres en abundancia y gran número de molas de silla para auxiliar á los emigrados, á la vez que en la ciu- dad se disponían alojamientos para recibirlos. San Martín se puso en marcha hacia la cordillera con el objeto de cumplir personalmente los deberes de la hospitali- dad. Al llegar al valle de Uspallata, encontróse con una sol- dadesca dispersa, que salteaba las cargas, inutilizaba los \ í\ eres y cometía todo género de depredaciones (9) ; mientras 8 Barros Arana : « llist. de la Indep. de Chile, » t. III, p. 96. 9 Todos los historiadores chilenos están contestes en este punió. - W MARTÍN Y CARRERA . - C M'ITl I." l\ que otros grupos de hombres y mujeres vociferaban contra |un Carrera, á quienes culpaban de todas sus desgracias, acusándolos de traer entre sus cargas un millón de pesos extraídos del tesoro público de Chile. A poco trecho, hallóse con O'Higgins, á quien saludó afectuosamente, recomen- dándole interpusiera su autoridad á fin de contener tan deplo- rables excesos. En seguida mandó publicar un bando para que toda la tropa desbandada se reuniese en piquetes á las órdenes de sus jefes y oficiales, bajo pena de la vida, enco alendando su cumplimiento ;il coronel Alcázar \ al capitán Freyre, quienes consiguieron reunir un escuad ón de cien dragones chilenos. No bien restablecido aún el orden, difun- dióse en el campo el alarmante rumor de que la retaguardia, que cubrían Carrera con el resto de su fuerza \ Las Seras con los Auxiliares, había sido destrozada por el enemigo. San .Martín, para infundir confianza, se adelantó hasta <•! desfiladero de Picheuta, donde recibió parte de Las rieras de que la retirada se continuaba sin novedad. Con esta noticia, regresó á Uspallata. En la noche llegó Carrera al mismo punto, y envió á su hermano don Juan José á saludar al bernador en nombre <>r -i deseaba ir á verlos. San Martín envió á su \ / un ayudante á darles la bienvenida, sin darse por entendido il<' la insinuación, aun cuando, como «'•I lo dice, < le chocó vivamente la pretensión de conservar o en territorio extraño la representación ambulante de una autoridad sin pueblo \ sin subditos, como si el gobierno ■> fuese una gratificación honorífica inherente á sus p< i n ñas 10 . 10 Barros \ n su Hist. de la Indep. de I M Itenna, en su ■■ Osl . de los I arreí ts, han repetido que - ^ ln J encontraron esi día i n uno de los desfiladeros de la m< 424 SAN MARTÍN Y CARRERA. - CAPITULO IX. Comprendiendo el gobernador, que se pretendía menos- cabar su autoridad en el territorio de su jurisdicción y erigir una entidad extraña, independiente de él, dio crédito á la denuncia de los emigrados, de que Carrera ocultaba los caudales públicos entre las cargas que conducía, dispuso que todas ellas fuesen registradas en el resguardo de la cordillera, de conformidad á los reglamentos de la aduana terrestre de Cuyo. « Yo no debía creer », dice él, « estas denuncias, ni » tampoco debía despreciarlas, aun cuando fuera una for- » tuna encontrar esos fondos para organizar desde luego un » ejército con que vindicara á Chile, y fuera un inconve- » niente el registro de las cargas si en ellas no se encontraba » lo que se inquiría, porque afectaría la noble hospitalidad » con miras sombrías, dando motivo de queja á los afligidos » que merecían la confianza más sincera. Este era un mira- » miento de mi delicadeza, pero la conveniencia pública » demandaba una providencia de precaución » (11). La razón de Estado prevaleció como siempre sobre sus sentimientos, y en consecuencia dictó la providencia del registro, resuelto á hacer respetar la autoridad que se pretendía desconocer por un aparato de gobierno supremo que había dejado de ña, y que el segundo pasó con su comitiva sin saludarlo. Amunát^gui, en su « Reconq. de Chile, » no menciona este hecho. Los Ires aseveran, que en esa misma noche tuvo lugar una conferencia entre ambos, que fué muy cordial, lo que desmentiría el hecho á que han dado crédito, recogiendo una tradición vulgar. Aunque el incidente es nimio en sí, tiene su importancia histórica por las consecuencias que se le han atri- buido. La verdad de lo sucedido es lo relatado en el texto, según consta de un provecto de manifiesto que hemos encontrado entre los papeles de San Martín, con apuntes y enmendaluras de su puño y letra, que garanten su autenticidad, y lleva la fecha del 25 do junio de 181* en Buenos Aires, el cual, según se deduce de su contexto, tenía por objeto refretar el manifiesto que don José Miguel Carrera publicó por ese tiem- po. (Arch. de San Martín : << San Martín v Carrera. 1814-1818. » Yol. XIII, nüm. 10. M. S). (11) Proyecto de manifiesto de San Martín, cit. en la nota anterior. «Arch. de San Martín, » vol. XIII, nüm. 10. M. S. SAN MARTIN Y CARRERA. - CAPÍT1 LO l\. existir, después de perder á su país. En -''Linda retorno" fi Mendoza. Notificado Carrera, de que todas las cargas debían ser sometidas á un registro, declaró que antes de consentir en ello entregaría su equipaje á las llamas, y como bu protesta ora apoyada por la fuerza que lo acompañaba, el guarda de cordillera hubo de dejarlas pasar. San Martín creyó" que era llegado el caso de hacerse respetar, y en el acto pasó una nota á Can-era, previniéndole « que no dejaría impune tal » atentado contra las leyes del país y la autoridad de su » bienio, y que en consecuencia, el ayudante mi yor de plaza » estaba encargado de ejecutar el registro prevenido, o Ca- rrera quedó confundido ante esta manifestación de una volun- tad decidida, y contestó con dignidad, á la ve/ que con apa- rente deferencia mezclada con sarcasmos « que do era la o amenaza, sino el deseo de conservar su opinión, acallando » la indigna voz de ocultar caudales públicos, ligeramente » acogida, lo que lo hacía someterse á la extraña providen- cia del registro de -u equipaje, que de otro modo habría » quemado, » agregando por conclusión : ■ No Be lia reser- » vado una sola cinta del ajuar d • las señoras de esta comi- tiva; y así han principiado á descansar de las fatigas de » un camino penoso y á recibir el premio de bus \n ■ ludes » (12). El gobernador quedaba asi humillado y burlado, porque si bien se cumplió su orden, no se encontraron \<>- caudales denunciados, que efectivamente se perdieron en casi bu tota- lidad en la retirada de la cordillera; y además, la hospitali- dad perdía mucho de su mérito por un celo tan intempestivo contra la desgracia, que sólo r\ propósito de contener pre 12 Of. 'i- Carrera á San Martín de I í de octubre •!■• 181 '» de San Martín, rol. XIII, oúm. í ¡ i San Martin y los I M. S. 526 SAN .MARTIN Y C.VRlíEltA . - CAPITULO IX. tensiones avanzadas podía explicar y justificar. Pero Carrera, con su intemperancia habitual, perdió la ventaja moral ad- quirida dirigiendo casi simultáneamente al gobernador un oficio lleno de recriminaciones, en que le decía que, « al » pisar el territorio argentino había conocido que su auto- » ridad y su empleo eran atropellados; pidiendo que se le » dijese cómo era recibido, para arreglar en consecuencia su » conducta, como jefe que era de los restos de las tropas » chilenas; que creía no debía entenderse sino con el Gobier- » no Supremo de las Provincias Unidas, carácter que nadie - estaba facultado para alterar en lo menor » (13). San Martín contestó refutando punto por punto las acusaciones de Carrera, diciéndole que, « nadie sino el gobernador inten- » dente había impartido órdenes á sus subalternos para con- ». tener una caterva de soldados dispersos que cometían los » mayores excesos en su jurisdicción, cuando él (Carrera) » no se hallaba presente : que todos los emigrados habían » sido recibidos y datados con la consideración de hermanos » desgraciados : que lo reconocía como jefe de las tropas » chilenas que conducía, pero bajo la autoridad de. la pro- » vincia, con sujeción á sus leyes, sin permitir que nadie se » atreviese á recomendarle sus deberes » (14). Carrera á su vez quedó humillado ante este tono firme y moderado, y San Martín se confirmó más en su resolución de apartar de su camino á un hombre que no podía ser sino un obstáculo para sus planes ulteriores. Carrera continuó titulándose, juntamente con sus colegas « Excelentísimo supremo gobierno de Chile, » y dictaba órdenes (13) <>f. de Carrera á San Mallín : a Anh. S. M.. » vol. XIII, núin. 4, M. S. i i Of. de San Martín á Carrera de 17 de octubre de 1814. ( « Arch. San Martín,» vol. XIII, núin. 4. M. S.) — Barros Arana lia publicado íntegro este oficio, insertándolo en el texto de su « Hist. de la [ndep. de chile ». LA EMIGRACIÓN CHILENA CAPÍTULO 13 en i'! recinto del cuartel, que se le había asignado como asilo, cual si se hallase al frente •!<' un Estado independiente, afee tando desconocer la autoridad del gobernador de la proi incia. Éste, por -n parte, sin la fuerza material necesaria para im- ponerse, hubo de prudenciar por el momento. La emigración chilena había introducido en Mendoza un elemento de perturbación, que ponía en peligro La tranqui- lidad pública. El campamento de Carrera era un aduar, emancipado de la ley del territorio, que tenía de su parte la preponderancia militar (1S). Los conflictos entre La policía j la tropa que no reconocía más autoridad que lad ■ su caudillo eran frecuentes. Agregúese á esto la profunda división que estalló en el seno de la misma emigración, recrudeciéndolos antiguos odios entre ohigginistas y carrerinos, á quienes La común desgracia exaltaba en vez con los diputados populares, entró en deliberación, comuni- cándolo de oficio al gobernador. Este se trasladó inmediata- mente á la sala capitular, y advertido de que tuviese á bien retirarse por cuanto se trataban asuntos que le afectaban, obedeció á su vez. Antes de hacerlo, dirigid la palabra al pueblo, para que recibiesen al gobernador nombrado, pro- metiéndole, que para corresponder á su confianza no liaría uso de su licencia hasta que con la clausura de la cordillera -'■ desvaneciera el riesgo de un ataque del enemigo. El Ca- bildo formuló una representación al Director, suplicando que Be conservase en el gobierno de Cuyo al general San .Mar- tín (16). La intempestiva Llegada de Perdriel á Mendoza, á quien .Martín había pedido suspendiese su marcha, vino á iva- vivar la agitación que parecía calmada á la espera prudente de la resolución del Gobierno. Apenas circuid la noticia, la población en masa se agolpó á los portales del Cabildo, protestando que se dejaría sacrificar antes que renunciar al uso del derecho de representación que tenia, por conducto del síndico procurador \ de los diputados que al efecto ha- bía nombrado. El Cabildo de conformidad, pasd un oficio § Perdriel incitándolo á esperar la resolución superior, por nvenir asía la tranquilidad del Estado j á la seguridad del país, protestando acatar aquella cualquiera que fueí El nuevo intendente nombrado, insistió tercamente en Ber re- conocido • n el acto, calificando á la vez de criminal la agita- 16 Of. de s.oi Martín al Director AWear en 20 de febrero 1814. M . i. .. |3, Kxtrai los del Vrcli. Gral. M. S. 432 REVOLUCIÓN MUNICIPAL. — CAPITULO IX. ción en comunicación que simultáneamente dirigió á San Mar- tín. El Cabildo, haciendo" acto de sumisión en cuanto á la forma, en presencia de la declaración de San Martín de que estaba resuelto á entregar el mando, le replicó, que no podía desatender las representaciones del pueblo. Este, reunido en mayor número, y reforzado con un escuadrón de milicias de los alrededores, sin armas, acudió á renovar sus votos y sos- tener la decidida actitud del ayuntamiento, gritando que mo- rirían antes de desistir de su empeño. Era una revolución municipal, con formas legales y pacíficas, que necesariamen- te debía tener repercusión política. Llamado nuevamente San Martín al salón de sesiones con- sistoriales, asumió la presidencia del Cabildo. En su presen- cia, los diputados populares reiteraron sus votos, declarando que era necesidad pública su continuación en el mando. El gobernador, al tomar á su vez la palabra insistió en la con- veniencia de recibir al nuevo intendente, á fin de no debili- tar la fuerza del Estado, fomentando rivalidad de partidos, y declaró por su parte, que como militar, no reconocía más re- gla que la obediencia. « A cuyas palabras, dice el acta capi- » tular, el pueblo todo, las comunidades religiosas, los pa- » dres de la república, los ancianos, los oficiales de milicias » y demás gente, repusieron que no era compatible tal reso- » lución con el orden y la defensa del país. » Ofreció enton- ces no desamparar personalmente al pueblo de Cuyo, y per- manecer á su lado mientras existiese una sombra de peligro, constituyéndose en garante de la buena comportación de su sucesor. Por toda contestación el congreso popular se declaró en permanencia, y resolvió acreditar un apoderado ante el Director Supremo, para que esforzase su solicitud, reteniendo mientras tanto en el mando al general San Martín. Este pro- puso por transacción, delegar su mando político en el Cabil- do, depositando el militaren el coronel Balcarce ; pero todos á una protestaron y se negaron á aceptar otro temperamento \l DA DE ai.ykai; C \!'i II LO i \. que no fuese ->u continuación en <-\ gobierno. San Martin guardó un silencio que fué interpretado como asentimiento al voto público, y en seguida firmó el acta en i lio de gran des aclamaciones. Kl Directorio, asustado de las consecuencias de su impru- dente paso, al procurar una ruptura con el poderoso arober- nador de Cuyo, accedió ala petición del Cabildo y ordenó el retiro de Perdriel, manifestándole oficialmente, que: que daba en libertad de continuar ó dejar su gobernación, se- - i'i ii se lo aconsejase su estado de -alud y en las circuns- tancias que pudiera hallarse la provincia, en ü¡ inteligen- cia de que el Gobierno superior estaba satisfecho de los pasos por él dados para tranquilizar los ánimo-, del vecin- dario de Mendoza » (17 . Era ya tarde para enmendar el error: la revolución municipal de Cuyo, á que había prece- dido la desobediencia del ejército del Perú, fué un golpe mortal para el director AJvear, que desconocido luego por lodo el país, cayó depuesto antes de cumplirse los tres me- ses de -u exaltación por una sublevación militar del mismo ejército en que había pretendido cimentar su efímero poder (abril 3). La ciudad de Buenos Au - respondió en masa al movimiento, bajo la dirección de su cabildo, que presidía el 17 El relato de este episodio, que nunca lia sido liecho correcli nte ni con debida amplitud en sus detalles característicos, se f la en los siguientes documentos inéditos : .1 Ofs. de San Martín il Dire< torio de 20 j 23 de febrero de 181o : // - Acta del Cabildo .I- Mendoza de 21 de febrero de I8i.'i : C Corresi leueia olicial \ confidencial entre San Martín \ Perdriel con motivo de los diversos incidentes relatados : l> Correspondencia olicial entre ^.m Martín ¡ el Cabildo de Mendoza sobre lo mismo : I. Correspondencia de Perdriel c I Directori bre lo mismo : /•' l adencia del Directorio con s' ^ ibildo sobre lo mis L>'(i. del u.h. Gral P ivii le Cuyo. Gobierno. I8i.'¡ G i s| lencia de ^m 'i »n ••! ministerio de la guerra. I - Provincia de Cuj M S. S. Véase los Kxlraclos \ copias en >•! \oh San Martii II un tu . 6. \| SS l IH. i. 4IJ4 C A II» A DE Al. VE Al!. - CAPITULO IX. suegro de San Martín, don Manuel Antonio Escalada; El Ge- neral Rondeau, á la sazón comandante en jefe del ejército del Perú, fué nombrado director en sustitución de Alvear, designándose interinamente para desempeñar sus funcio durante su ausencia, al coronel don Ignacio Alvarez Tilo- mas, que había encabezado La sublevación militar. Eu las ruinas del directorio de Alvear. cayó envuelta la gran asam- blea del año XIII. á cuya formación San Martín había con tribuido al turnar parte en una revolución, y el Cabildo «le Buenos Aires, haciéndose el órgano de la opinión del país, jm s< > por condición al nuevo gobierno (18 de abril), que con- vocase inmediatamente un congreso nacional sobre la base del sufragio universal. Esta era una reacción contra la repre- sentación popular de los cabildos, que basta entonces preva- leciera como teoría política deducida de las tradiciones colo- QÍales, lo que daba á la revolución del año XV. un carácter orgánico como el (pie había tenido la del año XII, lomando en ambas San Martín una participación directa é indirecta. El coronel Álvarez Thomás, al tiempo de pronunciarse, dirigió á la-- provincias un manifiesto abril 11 explicando las cau-a- (pie habían movido al ejército á levantarse en ar- mas, y les pidió su apoyo para sostener su causa. San Mar- tín reunió una junta de guerra para resolver lo que le corres- pondía en (d orden militar, la cual por unánime consenti- miento declaró tiránico el gobierno de Alvear, negándole obediencia, hasta (pie el pueblo en libertad nombrase la au- toridad suprema que debía regirlo (18). Una vez lanzado en esta corriente revolucionaria, v obedeciendo al impulso de- mocrático que lo bahía arrastrado ha-la e-te punto, sometió á la deliberación del cabildo la resolución que le correspon- 18 Véase <¡az. Exlr. de B. A. de 30 de abril de l.st.i. cu que se re- tfislra el a ;la de la junta de guerra del -1 de abril del mismo año. DOBLE i' A l'i:i. DE SAN MARTÍN. ' \ i' . l \ . día en el orden político. Congregado el vecindario por cita ción il"' los decuriones, constituyóse en cabildo abierto, \ adhiriéndose al movimiento militar v municipal de la capi tai, declaró que no se obedeciese otro gobierno sino aquel que fuese instalado por la voluntad de los pueblos, \ que ro- tos los vínculos que ligaban al pueblo de Cuyo, se diese por iiuIm el nombramiento de su actual Intendente emanado de él, aclamándose en consecuencia como gobernante electo por el pueblo al general San .Martín, por cuanto así conve nía á la salud pública. Los cabildos de San Luis v San Juan continuaron estas declaraciones j el nuevo gobio no regula- rizó por su parle el nombramiento 19 . Este es un momento psicológico en la vida del General de los Andes, y por eso hemos procurado bosquejarlo con sus característicos, dejando que los hechos \ las palabras de los mismos actores diseñen sus respectivas figuras j posi ciónos. Difícil es discernir claramente, en tan complicado drama municipal, que tan transcendentales consecuencias po liticas tuvo, hasta qué punto San Martín representó un papel convencional ú obedeció sinceramente á un propósito serio \ deliberado. Es evidente, que si bien él no provocó directa nli' la agitación cuyana promo\ ida por sus amigos, ella le fué simpática, a¡ í como la revolución que estalló inmediata- mente y derribó al émulo \ antiguo amigo que pr< tendía in- terrumpir la realización de sus planes. A.sí se le vé, en equili- brio instable, guardar los mayores miramientos con el pue- blo \ explicar porque no usaba para él de su autoridad, ha ciéndose notar, en contradicción con sus máximas di cipli- narias, que las milicias concurrieron á la plaza desarmadas 19 Véanse las actas capitulares He M ucloza, fecha 21 d< abril de mayo de 1824, insorias en los Recuerdos históricos de la provincia de Cuyo », por D. Hudsoii \ puh. cu el i . III de lo H H . p. 541 PAPEL DE SAN MARTÍN. — CAPÍTULO IX. cuando se hallaban bajo su mando militar. En sus comunica- ciones oficiales con el Gobierno, ala vez de protestar sumi- sión, no sólo disculpa, sino que justifica la resistencia con- dicional dei Cabildo de Mendoza, aduciendo, que « aun con arreglo á las despóticas leve- españolas, aun las mismas rea- les órdenes podían suspenderse siempre que de su cumpli- miento resultase escándalo, como sucedía en el caso en cues- lión»(20). En su correspondencia conlidencial con su sustitu- to, le manifiesta, que « su entrada no producirá sino males. pero que sin embargo, está dispuesto á entregarle el mando, advirtiéndole que como amante de su patria era de su deber concurrir aun con sacrificios á la tranquilidad y unión délos pueblos, lo que se conseguiría más bien con la prudencia que con medidas extraordinarias y violentas » (21). Por otra par- te, mientras daba cuenta de haber reunido en junta de gue- rra á los jetes de la guarnición, comprometiéndolos á la más ciega obediencia, aceptaba en definitiva el gobierno que le entregaba en depósito el Cabildo en nombre del pueblo (22). Por último, cuando la agitación municipal se convierte en al- zamiento militar v revolución política, se embandera en el primero, y comparte La responsabilidad de la segunda; se adhiere á la teoría de la reasunción provisoria de la autono- mía de la provincia de Cuyo, y autoriza la desobediencia con el voto de -.iis jefes militares (23). J" Doc. del Aivli. Gral. cu el leg. cit. cu la ñola anterior. If. S. — . del Arcfa. Gral., en leg. cit . M. S. ■2\ Carta de San Martín á Perdriel, «le 20 de febrero de 1815. (Doc. del \ivli. Gral. cu el leg. cit. en la ñola anterior. M. S.) 22 Of. de Perdriel á San Martín de 23 febrero de 1815. Doc. del Aivli. iir.it. \ Iré. cit. M. S. — Vacia capitular cit. en leg, idem. Doi s. del \ivh. de Cuyo M. S.) ■~:i Acta del Cabildo de Mendoza del ll de mayo de 1815. Ídem de la misma fecha de la junta de guerra presidida per San Martín, negando obediencia al Gobierno de Alvear, j reconociendo al que lo había sus- PAPEL DE SAN MARTtN. —CAPÍTULO IX. 131 Si todo esto lucra una mera comedia, sería necesario re- c cer que era un gran actor, pues en escena tan limitada v con tal simplicidad de elementos, no es posible combinar un drama más hábil, con má^ unidad de acción \ corrección de procederes apropiados, s¡u comprometer el orden ni el decoro público, haciendo intervenir puramente la fuerza moral de la opinión por el intermedio de sus órganos natu- rales, dentro de la órbita legal. La verdad es. que si bien San Marlíu representó en estas circunstancias un papel com- plejo v doble, procedió con la seriedad propia de mi carácter, en obediencia á un instinto secreto que lo impulsaba, j arrastrado por una corriente, que al principio quiso dirigir v por la cual se dejó llevar al fin, procurando salvar, empero, mi dignidad personal. Lo demás 1 * » hizo la espontaneidad del pueblo de Cuyo, hasta identificarse con sus destinos. Desde este momento, empezó á ser una entidad, con la « j 1 1 • - ludo poder tenía que contar para sostenerse, \ se lii/." el •mador inamovible de Cuyo, asegurando sobre esta base la realización de sus futuros designios. ¿Cómo en tan breve espacio de tiempo, el General San Martín, en el más pobre \ oscuro rincón del país, sin fuerza militares poderosas, sin hazaña ruidosa que lo señalara, sin tesoro, \ guiado por sus solas inspirad s había conquis- tado este predominio y este gran ascendiente moral? Es un punto que debe históricamente establecerse, para comparar lituido, bajo l.i condición de reunir ii dialamenle un congreso n i nal. Publicación en la Gac de II. A., núm. í; de 20 de mayo de 138 PREDOMINIO DE SAN MARTIN. — CAPITULO IX. el hombre á sí mismo, cuando en más vastaescena, con más grandes recursos y el auxilio de mayor cúmulo de luces, le veamos relativamente empequeñecerse como administrador v como político. Ks. que ora un fenómeno que oslaba en la naturaleza de su genio concreto, como lo hemos definido, que su potencia individual se desenvolviese espontáneamente ron más amplitud y eficacia en un medio análogo, en eslora circunscripta, con un objetivo determinado, para llegar á re- sultados precisos, previstos en la medida de sus facultades. Considerado bajo este aspecto, San Martín en Cuyo, mane- jando hombres y cosas y ordenándolo todo según un plan, es un verdadero creador, es, como con verdad se ha dicho, (25* . Esto era la parte decorativa de su lo. > — Spencer, ' n sus Principios de Sociología . en el cap. sobre cíedad Militar, ha dicho, que « o] mililarisi rgííniro, pavn con- servar su vida coopera I ¡va, requiere una acción cooperativa, \ que la i depende de la olía, siendo su fuerza conservadora mayor .1 medi- da que, al auxilio direeln de lodos I"- hombres en estado de llevar las armas - agregue el auxilio indirecto de I"- que no lo sean, porque n entonces, en igualdad de circunstancias prevalece! 1 la sociedad 'en que los esfuerzos de los combatientes sean secundados por I"- de \>^ no combatientes, s asi se ve, que la historia militar es la historia del éxito de los hombres preparados ¡í moverse \ combatir de ron- del 1 í:í Doc. del Arch. (bal., leg . San Martín : Guerra, 1 1815. M. S. — Ks curioso registrar los nombres de los ingleses residentes en aquella época .'ii Mendoza, que lirmaron la representación, ..I- - de los cua- les han dejado sucesión en la República argentina \ en Chile. Helos aquí : Samuel Chonk, Roberto Barron. Juan Mass, Santiago de Lindsay, Juan Makeehen, Jorge Crafourd, John Heffer William M Gn _"i . Un niel Ferguson, W. Malahan, I?. Tuckerman, Thomas Knigl, Samuel I oseí siV . Timóle I. indi, Héctor Me. Niel, Tomas Martina, J"lm I'. Mili. •(•.. Tli as Hradshaw, William Holmes, John Kleming, Kdward Liford, James |v, n, Hoberl Srnilh, Jorg. Row, Samuel Puch, Samuel Wise, lorge Gilespie, John Trasts, Juan Bruwn, John Un. un otro), \Nil liam Korbes. Juan Young, Thomas Vppleby, Juan HriTroon, Miomas íiii PRESTACIÓN 1»E AUXILIOS. — CAPITULO 1\. ejército en embrión, que concurría como elemento pintoresco v moral : pero él era bastante práctico para no darle por ner- vio un oúcleo sólido de tropas disciplinadas, qne aumentó por los medios que se indicarán más adelante cuando se trate de la formación del ejército de los Andes. El espíritu militar que esta organización mixta despertaba, se mantenía en ten- sión por el amago de un peligro inminente y aparente de alarma. Pública v oficialmente manifestaba, que estas medi- das puramente defensivas, tenían en vista precaverse contra una invasión del enemigo que ocupaba á Chile, cuyas fuerzas exaieraba, con el doble objeto de obtener más recursos de sus gobernados y más refuerzos de I ropa y elementos de guerra de parte del gobierno general 26 .Así llegó á organizar un nu- meroso ejército de las tres armas, como se verá después. Hoglies, Samuel Knowles, Juari Rodríguez, PedroAyres, Guillermo Hely, Pedro Smith, Jorge tfelham, Pedro Juan Martínez, Juan Humphry, Juan Ameres, José Andrasfh, Guillermo Carr, Daniel Mac Echan, Jorge Ool- lins, Roberto Johnslon, Jacobo Brownsen, Julián Malahan, Juan Bautista Mar Eachen, Thomas Hoghes Benítez, Manuel M. (¡erkes. Santiago Fer- nández. — Les oficiales uombrados en 24 de enero de 1815, fueron : capitán Juan Young, teniente I . ° Thomas Appleby, ídem 2." Santiago Lendsay, 3 alférez John Hefferson. 26 En los legs. del Arch. Gral., cit., correspondientes á l"s ramos de gobierno \ guerra, año 181o, existen numerosas pruebas de estos asertos. En of. de 8 de febrero, dice al Gobierno que es indudable la expedición de Osorio al oriente de la cordillera >. En l.'i del mismo justificaba una contribución extraordinaria con un amago de invasión inmediata. Tres días después febrero 18 . anunciaba que el ataque era inminente, \ que lomaba mis medidas en consecuencia. Á les des días febrero 20 , l"s enemigos se retiraban, según él, de les |>a^es de la cor- dillera. El 11 de junio decía que le constaba que en la primavera próxi uia sería seguramente invadido Cuyo, y pedía 1 80 artilleros y 800 infan- tes para contrarrestarla, respondiendo que daría un día de gloria ala patria, aun cuando el número del enemigo fuera doble del suyo. II 28 del mismo repelía esto, \ pedía espuelas para los escuadrones de caba- llería que halda ya pedido, así como la artillería uecesaria y repuesto de fusiles. Á. principios di setiembre, en víspera de la primavera, cambia de lono, é insistiendo sobre el plan di- invasión del enemigo '"ii una fuer/a de 5,000 hombres, halda de invadir ;i Chile con tres ó cuatro mil PRESTACIÓN DE AUXILIOS. CAPITULO IX. 141 Este ejército lenía que ser alimentado, vestido v pagado : no existían recursos para ello, \ era necesario crearlos, pesan- do sobre la provincia. Al efecto, empezó á ensayar bu siste- ma de auxilios patrióticos ó" cooperativos, lina vez solicitaba un número determinado de arreos de montura, de que encar1 gaba se tomase cuenta para devolverlos á sus dueños luego que no fuesen necesarios, y lo cumplía puntualmente. En otra ocasión pedía un número determinado de cabalgaduras para una expedición, que mantenía en los alfalfares de l<>> particulares, y luego volvían también á sus dueños. Para transportar las cargas de artículos de guerra, se valía de los Servicios -ral ni los de los carreteros y arrieros. Otra vez nece silaba diez barriles para auna para un destacamento, v en razón de que el Estado no lenía fondos para comprarlos, los pedía á los vecinos. Llegó el caso de exigir como donativo una fanega de maíz para sembrar una chacra destinada al sostén del ejercito. Los vecinos concurrían de buena voluntad a estos servicios, halagados por los elogios que individual- mente dispensaba á los que se mostraban generosos, v asen- taba la mano con mullas á los tibios ó indiferentes. Todo delito leve, era remitido mediante una donación, y sucedió una vez. mandar sobreser en el proceso de una chacarera, en cambio de una docena de zapallos de «pie el ejército necesi- taba para su rancho 21 . En seguida, empezó á organizar la renta sobre la base de las contribuciones ordinarias y extra- ordinarias. I)e-de este momento Cuyo emp izó a sudar dinero pira la redención de la América meridional. La idea de gravar á los pueblos de su mando con fuertí- horabres, \ empieza por hi primera vez i desarrollar su plan militar. I estados de fuerza, que se registran en )>>- mismos legajos, dan un total de ni. i- de 5,600 hombres en setiembre de 1815. M. SS j" Todo esto consta de la correspondencia con el Cabildo de M doza . Véase Arch. San Martín, vol. III. núm. i .". « Gobierno de l u M SS. PLAN ECONÓMICO. - CAPÍTULO IX. imas contribuciones, dice un historiador chileno, no » arredró á San Martín : pero meditaba maduradamente los medios prudentes de hacer efectivos estos impuestos sin descontentar á sus gobernados, y así obtuvo por bien lo o que mi hubiera podido conseguir ni aun con el apoyo de la fuerza ». Para dará su- exacciones el carácter de con- tribuciones legales, autorizadas ó consentidas por la voluntad popular, constituyó á los cabildos en agentes de ellas, v los pn <> á -u servicio, á la manera di' un parlamento local, que daba al impuesto el carácter de consentido y lo sometía al control de la cuenta y razón pública. Como no bastase esto, uniformó la acción ejecutiva de sus tenientes para que obrasen como tornillos de presión, exprimiendo hasta la última gota de sustancia del pueblo cuyano, en mimbre de la salud -pública, apoyados por la autoridad moral de los cabildos. Encontró los hombres que necesitaba en el teniente gober- nador di- San Luis, el comandante don Vicente Dupuv, hombre duro en el ejercicio de su autoridad, á quien sus subordinados temían y respetaban, v para quien no había dificultades en el cumplimiento de he- órdenes de su supe- rior, y en el Dr. don José Ignacio de la Rosa en San Juan, hombre culto, muy estimado en mi localidad, pero ¡unal- mente inflexible y sin escrúpulos tratándose de arbitrar recursos para el servicio público. Dado este temple á los resortes di' la máquina administrativa, el gobernador entró de limo en la ejecución de su plan económico, basado en la idea instintiva de la cooperación de trabajadores v comba- tientes, que se sostuvieran mutuamente. (.liando San .Martín se recibió del mando de la Intendencia (le Cuyo 1814 . la renta general de la provincia alcanzaba próximamente á 180,000 pesos, provenientes principalmente de su- aduana- terreslres é impuestos municipales. Después de la reconquista de Chile por los españoles, quedó reducida ;i menos de la lercera parte, á causa de la interrupción del RENTAS DE CUYO. - C tl'llTI.n !\ comercio trasandino, novillos, ■ otras espoi u - m ¡st, »H. de >.hi Martin de |.¿ de febrero de 1815 D del \i. h Gral. lop. cil. M. S La contribución se repartió entr árenla ¡ndivi dúos, \ produjo 6,800 5, locando al que más 1. 0011 A. fué uno -<.l<> \ il que menos .'>o pesos. 144 SISTEMA RENTÍSTICO. — CAPITULO IX. sustanciación, préstamos de particulares, todo se ha tocado. Mientras tanto, el gasto universal, por ahora, pasa de once » mil pesos » (31). Y poco después dando cuenta de otros donativos arrancados á San Luis y San Juan, decretaba un nuevo empréstito forzoso de 18,000 pesos sobre los residentes españoles, esta vez, con el compromiso de « satisfacerlo en .) mejores circunstancias », agregando por conclusión : « No -> he tocado aún el recurso de los indiferentes, porque los .) exceptúo para el último apuro » (32). Pero todo esto no constituía un sistema rentístico : eran meros expedientes. Necesario era no matar la gallina de los huevos de oro, á fin de aumentar y regularizar los impuestos sin agotar las fuerzas productivas, y contar además de un fondo de reserva, con recursos lijos por el espacio de uno, dos ó más años, por todo el tiempo que durase la incubación del pensamiento que aun permanecía en estado de crisálida. Aquí es donde se revela el genio observador y previsor de San Martín, servido por una voluntad incontrastable que no retrocedía ante la imposición de ningún sacrificio en pro de su causa, y un instinto conservador, que constituye la origi- nalidad de su plan financiero. Secuestráronse los bienes de los prófugos ; pusiéronse en almoneda las tierras públicas: creóse una contribución extraordinaria de guerra pagadera por cuotas mensuales ; se recogieron los capitales á censo pertenecientes á manos muertas, usando de sus intereses ¡ se dispuso del fondo de redención de cautivos de los frailes mercenarios, para redimir otros cautivos ; se organizaron las donaciones gratuitas en especie y dinero; realizáronse las propiedades de las temporalidades de la provincia; se apro- 31 Ofi. de San Martín de 1 de febrero \ I í de agosto de 1815. Doe. del \n-ii. Gral., leg. cit. M. SS. 32 i Ifl. de San Martín de 15 de octubre de 1815. Doc. del Ardí. Gral. ¡t. M. s. SISTEMA RENTÍSTICO. - CAPÍTULO IX piaron los diezmos al servicio civil : se gravó" cod un peso cada barril de vino y con dos cada uno de aguardiente - muertos fueron cotizados. Existía indivisa en Mendoza La testamentaría del gran patriota argentino-chileno, don Juan Martínez de Rozas; á quien tan señalado papel hemos visto representar en osla historia, y S;in .Martín, interpretando su voluntad postuma, manifestó á su albacea por medio del fiscal, que si Rozas viviera, con- tribuiría con parte de su fortuna á la reconquista de Chile y de buena «'» mala gana Le hizo oblar en tesorería la cantidad de I2.00U pesos á título de donativo patriótico (34). Por este tiempo anuncióse, que una expedición de diez mil hombres al mando del general Morillo, se dirigía desde las costas de España contra el Río de la Plata, para someterlo al dominio del rey, restituido á >u trono después de su cau- tiverio. Con tal motivo reunió al pueblo en cabildo abierto, \ abrió la sesión diciendo : — ■ que había cumplido con su deber como soldado para sostener la causa de la libertad, y que para no volver á la esclavitud y al vasallaje, era necesario que todos concurriesen á la obra con sus brazos, su- personas v cuanto esfuerzo fuese necesario para coronarla. Todos res- pondieron unánimemente que estaban prontos á sacrificarlo todo en defensa de la patria amenazada. En seguida expidió un bando abriendo una suscrición voluntaria para auxiliar al gobierno general, cuyos considerandos, no obstante su estilo declamatorio, que desdice del carácter del personaje, son dig- nos de registrarse en las páginas de la historia, así por las cláusulas dispositivas, cuanto como corolario del [dan de contribuciones patrióticas á que respondía. « Es licuada la ■ hora de \o< verdaderos patriotas. Se acerca al Río de la » Plata una expedición de diez mil españoles. Ya qo se trata de encarecer] exaltar las virtudes republicanas, ni es tiempo de exortar á la conservación de las fortunas ó de las como- \-í consta de un expediente del Archivo de Mendoza, M. s. [DEAS DE SAN MA 111 I N CAPÍTULO IX didades familiares. El primer interés del día es el de l» • vida : este es el único bien de los mortales. >iu ella, laní i bien perece con aosotros la patria. Basta de ser egoísta para empeñar el último esfuerzo eu este momento único ■ que para siempre lijará nuestra suerte. A la idea del bien k común y á nuestra existencia, todo debe sacrilicarse. Desde este instante el lujo y las comodidades deben avergon- zamos. La pobreza de las cajas de esta provincia uo alcanza á las primeras atenciones, al paso que ellas se multiplican. •) Desde hoy quedan nuestros sueldos reducidos á la mitad. El empleado que no quiera donar lo que deja de percibir, ■> recibirá un lude tu para su abono en mejores circunstancias. Yo graduaré el patriotis délos habitantes de esta pro- i) vincia por La generosidad, mejor diré, por el cumplimiento de la obligación de sus sacriñcios. Al Indolente se lo arran- caré imperiosamente á la íuerza, estrechado á servir La ley de la seguridad individual \ general. Cada uno o centinela a de su vida » ^35). Dando cuenta al gobierno de esta dispo- sición, Le decía : ■ La necesidad de existir es la primera le) d • los gobiernos. Si esta proposición presentase un sem- • blante de violencia, desaparecerá aJ puntóse vuélvanlos " « • j < > s á la dura alternativa en que nos hallamos. Los reme- ■• din> se adoptan según el carácter de los males, \ cuando peligra la salvación todo es justo menos dejarla pere- cer Mi)). I'ara estimulas Los sentimientos patrióticos, hizo concurrir á los donativos voluntarios á las damas de Ríen do/a. las que encabezadas por su esposa doña María de I" Remedios Escalada de San .Martín, fueron recibidas por el Cabildo en audiencia. \ en presencia del pueblo se despojaron :. Hando del Gobernador de Cuyo de 6 de junio de 1813. Doc. del Arcli. Gral., Ie{{. mi.. Gobierno. - 011. de - ni Mailln de l i de agualó de 181o. M. S. Doc. del üidi. Gral., leu. cil. GOBIERNO DE CUYO. — CAPULLO IX. de todas sus alhajas, diciendo : « Los diamantes y las perlas » sentarían mal en la angustiosa situación de la patria, que exige sacrificios de lodos sus hijos, y antes de arrastrar las cadenas de un nuevo cautiverio, oblamos nuestras jovas » en su altar » (37). El peligro se disipó; pero quedó subsis- tente en su parte económica. La expedición que habría po- dido cambiar quizá los destinos de la revolución, ó retardar por lo menos su triunfo, varió de rumbo, á consecuencia de la caída de .Montevideo, que era sn base de operaciones. Dirigióse á Costa-Firme, donde Bolívar daría cuenta de la mayor parle de ella, y del resto darían cuenta los gauchos de Güemes en la frontera norte y los soldados que á la sazón se formaban al pie de los Andes. VI No todo era presión y expoliación metódica en esta Sa- len to económico-militar, en que todo estaba clasificado en el orden de los combatientes y los contribuyentes. Una serie no interrumpida de actos de gobierno, revelaba la existencia de una autoridad tutelar que velaba por el progreso moral y material del pueblo. La instrucción pública se fomentaba con anhelo, se propagaba por la primera vez la vacuna, em- bellecíanse sus paseos públicos, se mejoraban sus canales de regadío estimulando la producción agrícola, el orden y la más estricta economía presidía á la distribución de los cau- dales, y de esle modo San Martín se identificaba con la vida civil de la sociedad, que veía en él un padre á quien amaba :!~ l>"<-. del Aivli. general 1815. M. S. Véase llspejo : a El paso «le I"- Andes d, p. 357. RETRATO DF. SAN MARTÍN CAPÍTULO l\ v un mandatario á quien respetaba con cierto "temor. Esto explica cómo en el espacio de tan pocos meses el gobernador de Cuyo había conquistado tanto predominio político y tanto ascendiente moral sobre sus gobernados. La severa contrac- ción á sus deberes -oficiales y su conducta v maneras en «'I trato social, contribuían á aumentar su autoridad v la popu- laridad que le granjeaban sus actos. Su figura austera se destacaba en medio de aquel cuadro de gobierno autoritario v cuasi despótico ú la vez que paternal, rodeado por cierto prestigio misterioso « [in* provenía de una reserva sostenida sin afectación, pero imponente, que dulcificaba una grave afabilidad. Solo, con muchos amigos pero sin ningún confi- dente, ni aún consejero, él lo hacía lodo v lodo lo vigilaba, sin nía- brazos auxiliares que un secretario v un par de ama- nuenses. Era como una entidad abstracta y una fuer/a latente moderada por sí misma, que se imponía por su poderosa gravitación, sin violencia ostensible. Un historiador universal ((lervinu- que extraviado por malos é incompletos documentos ha desconocido el carácter moral de San Martín, refiriéndose precisamente á esta época de -u vida dice de él : « Era un hombre envuelto en el mis- il terio v en lo equívoco. Nadie tenía una idea ueta de sus verdaderos talentos, de su carácter ni de sus proyectos. » Los extranjeros que se le acercaban personalmente, ei con- traban en él un hombre de alta estatura, de una conversa- »> ción animada, pero seria; de un lenguaje sencillo j claro, sentó de frialdad ; con maneras elegantes \ aun seducto- is; con un rostro pálido y ojos vivos y penetrantes que qo dejaban adivinar lo que se pasaba en bu alma impene- trable. Los uno- experimentaban de tal manera la supe- " rioridad de su inteligencia, que desconfiaban de él, y es la verdad, que con su sagacidad y la rapidez para juzgar de todo, sabía exhibir hábilmente todos los talentos que poseía. \l lado de esto, otros encontraban que tenía poca in-lnir- tOM. I. 450 RETRATO DE SAN .MARTÍN. - CAPITULO IX. » ción, qué sus nociones en el arte de gobernar no eran » sanas, y que carecía de las luces con que se gobiernan á » los hombres, y se gana su estimación ». El retrato es co- nvelo en sus contornos, y representa en conjunto el bosquejo de un hombre superior; pero le falta como complemento la explicación de su potencia, en medio de sus deficiencias nati- vas y su poca cultura (ni ortografía tenía), y esto es lo que interesa á la historia en el momento en que va á llamar la atención del mundo como verdadero grande hombre, por hechos que son la emanación de su naturaleza y el resultado de sus trabajos y previsiones. Los grandes hombres que han merecido bien de la humanidad, como Guillermo de Orange y como Washington, no han brillado por su inteligencia ni por su ciencia, sino por sus hechos conscientemente ejecuta- dos y por el conjunto de cualidades que determinaba en (dios una fuerza superior, que constituye el fondo de su carácter histórico. Como lo observa Macaulay, Crómwell decía ton- teras y hacía grandes cosas. Este es otro fenómeno que la ciencia moderna ha explicado, destronando la teoría que hacía de la inteligencia el atributo esencial, con olvido de las profundas palabras de Pascal « que el corazón tiene sus » razones que la razón no conoce. » El secreto de la potencia de San Martín, como hombre de acción y de pensamiento relativo, consistía en la voluntad, que constituía la sustancia y la esencia de su ser. Ella era la cualidad predominante, que más que su inteligencia ó su escasa instrucción le daba el conocimiento seguro de los hombres y de las cosas y la certidumbre que lo guiaba. No obraba por inspiración, sino por cálculo, cuando quería una cosa, sabía cómo la quería, y por eso se ha dicho que no era un hombre sino una misión ; no una persona, sino un sistema. Todo era en él huesos y músculos, revestidos de poca carne, de que se desprendían más pasiones que ideales, y cuyo gobierno residía en su tem- peramento más que en su cerebro. El mismo había formulado LA LABOR DE s v \ MARTIN. CAPITULO IX. I M per instinto en l<>s considerandos de >u liando ¡mies citado. la teoría que la filosofía moderna lia consagrado como una verdad moral demostrada qu< I primer interés de la vida, es vivir, — individual ó colectivamente, — y que este es >• el único bien de los mortales, y á él debe sacrificarse lodo, » porque sin ella lodo perece v sólo así se triunfa de la » muerto » (38). Era en aquella época San Martín un modelo de orden y disciplina, <[iie daba el ejemplo de la labor perseverante y fie moral en acción. Llevaba una vida más que modesta, austera. sin ningún boato exterior ni ostentación, aun cuando no caré- ela de recursos charlatanescos, como se verá. después, pero que empleaba sólo en circunstancias excepcionales. Vestía el sencillo uniforme oscuro de los granaderos á caballo, apenas realzado por un vivo encarnado, con bolas de montar y el típico sombrero de hule con la escarapela argentina tomada por una presilla de oro, que sus estatuas han reproducido en bronce. Era madrugador, y se desayunaba ligeramente. Em- pleaba toda la mañana en su despacho, recibiendo paites, dando audiencia, expidiendo órdenes, ó trabajando solo 6 con -ii secretario, que lo era ala sazón un joven oficial de su ejér- -.■ii del 18 Véase Schopenhauer : « El mundo como voluntad j como repre- utación, » que ha destronado la inteligencia como atributo principal ...■I hombre, j Iih enseñado < 1 1 1«- ■■ querer es vivir, j vivir es querer, como ición perfecta de la identidad de d"> términos, siempre j en lodas y partes convertibles ruin' -í. » j condensa su Qlosofia con otras pala- bras llegando á la conclusión, á que llega San Martin por instinto : En i todos los grados de la naturaleza, I" que se encuentra, porque es I" d |iii ro '| xperimenlamos, es la voluntad, la voluntad de vivir, tan ■ inseparable de la vida como la - bra I" es del cuerpo : voluntad per- •• petua, inmutable, indestructible. ■■ Esto parece una banalidad, j Spen cer ha dicho I ¡sino al establecer, « que la supervivencia es el deslino n habitual de las sociedades donde la cooperación militar es universal. \0\). cit. . \-i son lodas las verdades bijas de la observación, i 52 LA LABOR DE SAN .MARTÍN. — CAPÍTULO IX. cito (39). Infatigable en el trabajo, era avaro del tiempo, y contaba los minutos, consultando siempre su cronómetro. Llevaba personalmente su correspondencia, y dictaba ó redactaba Los despachos oficiales, que escribía él mismo cuando era reservada, atendiendo á la vez á un cúmulo de pequeños detalles, que asustan cuando se compulsan sus papeles, v explican, como en la vida de lodos los grandes capitanes, el éxito de sus empresas (40). 39 Llamábase Manuel José Ámite Sarobe y en of. de 21 de agosto de 1815, de San Mallín, lo recomendaba especialmente, diciendo que haría cuatro años había sido nombrado subteniente de granaderos de infan- tería; que empezó á servir con la revolución, y marchó á la campaña oriental con su regimiento, donde permaneció dos años, y que al crear- se la Intendencia de Cuyo fué propuesto por el Gobernador, ia de los euro- i | s que lia\ en Corocanto y su jurisdicción para tomar informes j » determinar \ Plaza que entregue la cuenta del importe de Li s pon chos dados ü Lemos para pasarla á la aduana — Comisión de Uvarez • C. para ver el batán - Orden para que Be construyan 8 regaderos para el campo — Al Cabildo para los arreos existentes en Mendoza con expresión de sus dueños — Al mismo para que pase noticia de l<>> aparejos chilenos existentes en V días — \ los comandantes de lodos los cuerpí - para que pasen una noticia de las muías que necesitan para la conducción de las municiones, 3 cajones con vino) 2 de aguar i diente — Al comandante general de la caballería para qi u 8 días ponga 40 hombres para agregarlos a loa «Ir línea, entre los Bolleros » — Id. id. al «■ andante de blancos para 15 — Id. id. al de pardos para 15 \ San Luis para ipi.' mande '¡(| reclutas — \ v. J. para que aumente hasta '•! numero de 30 artilleros, sin perjuicio de aumen » lar al mayor número la fuerza del núm. II \ San Luis, que haj un Gregorio Blanco en el l¡i" 5." útil para pers< guii desertor - j n . Si lo cree íitil se comisi» \ Vera que remita la causa di COSTUMBRES DE SAN MARTIN. — CAP. IX. que él mismo preparaba. Después volvía al trabajo, y por la tarde inspeccionaba los establecimientos públicos. Por la noche, recibía las visitas con que tertuliaba en variada con- versación, de la cual estaba excluida la política, ó echaba una partida de ajedrez, juego en que era fuerte, y á las 10 en Las \ piezas • paño — Al capitán Vicente que venga — Al Cabildo sobre muías de silla — Kl negro cocinero de don Juan González, mañana — Al Cabildo que eche una derrama di' 20 peones para la policía — Al mismo, que todo lo acopiado por la Junla de repartos se lleve á la aduana — 400 pieles de ralua á San Luis «ui el momento — Al juez di' comercio recojo de cajones entre Los comerciantes — Á Vidria, que Los retobos de Las facturas de José Las entregue á Plaza — 400 pieles carnero á San Luis : 200 blancas y -200 negras — 3 barriles de vino y uno di' aguardiente ;í disposición del comandante en los Chacayes Que- ros : en Cangas á ! spalhtta — Á la aduana, qae vea los paños de mu- nición que hay en las tiendas y Los deje embargados, dando noticias — Que se rebaje la fuerza del servicio de guardia de la cárcel : 12 nú- meros, un sargento y un cabo. La del hospital, 1 cabo y i hombres — Suspender la asignación de Villota — Que se marquen las muías de San Juan, si no se lian devuelto á sus dueños, y vengan las marcas \ Sosa que ofrezca á los indios lo que tenga por conveniente paca la aprehensión de Buici — Que alíeme diariamente el núm.8 j el 11 en el servicio de plaza — A Heras un cuaderno de la nueva táctica para pa- sarlo á O'Higgins — Melian comandante de Granaderos — : Á Maree- Lino Saavedra del núm. 11, que se presente — Manuel Vial al núm. II recomendado — Á Heras presidente de \:t comisión militar — Ildefonso Avendaño y .Manuel Castro del núm 11 — Miguel Castro arrestado en Granaderos \ Pescara la yeguada del Manzano para Los indios Esquela á don Pedro Molina para que envié á Tadeo Rodríguez — Al fiscal de hacienda, sobre Isidro Quintana y don Vicente Bustamante Orlandi y Sánchez deben al Estado : el fiscal ile la hacienda el ex- pediente — A S. Juan Méndez el estado de lisios por cuarta vez. — Á la aduana que dé á Condarco 200 ps. — Proponer al Gobierno dos compañías cívicas de iodos los esclavos y que espere la contestación. Se agrega un batallón cívico ; I/1 y 2.a de voluntarios; 3.* j i lde pardos; B.a y 6.a de esclavos — Á Albino Gutiérrez que tiene un sable, quien lo ha vendido y en qué estado - Á dé Luis Ovella una orden para que s,. i,, instruya un sargento en el uso del sable — Que se cierren las puertas y rejen las ventanas del hospital, j que uo se Lea permita salir de Las salas — Andrés Bustamanti y doña Mercedes Mora Al Cabildo las muías de silla : Sus dueños que estén prontos .t i., orden — Á don Vicente Zapata los tamangos — Al juez de polioía un caballo para Muñoz — ■ Bustamante tiene en su casa a don José Ma- ría ViJlalos v ,-í don Domingo /Uvas Pedir informe al Cabildo y al GOBIERNO DE CUYO. - CAPÍTULO IX. punto las despedía. A esa hora tomaba una Ligera colación, \ descansaba ó continuaba su trabajo interrumpido, pasándose muchas noches en vela y sin acostarse por efecto de las dolencias que le aquejaban. Formal cu todas sus acciones y palabras, guardaba siempre compostura, \ no hacía pro- mesa que no cumpliera, aun cuando alguna vez se dejase lle- var de sus propensiones epigramáticas, prorrumpiendo en (.■Insto ó redactando decretos humorísticos que revelaban su equilibrio mural. Vil El gobierno de San .Martín en Cuyo se parece un poco ¡il de Sancho Panza en la ínsula barataría, que sentenciaba con >u buen sentido, ó al (le la leyenda del rey Zafadola, que se entraba á pie de ¡tuerta- adentro de los contribuyentes haciéndolos presente, que si no le pagaban las contribuciones ¿cómo querían que !<>>. pudiese gobernar? Bajo esta faz las anécdotas que con su administración de Mendoza se ligan, darán una idea más cabal que largas disertaciones filosóficas y exposiciones históricas. i decurión sobre la opinión de la Mora Lista de Godoj — k doña U iría Antonia Zapata, que el cuarto que se le pidió, se I" dé á M » — Las banderas .1 Cornalón — Oficio al cura, que el 1 " de este mes do li.i puesto en caja la m¡ -.1 decimal El portugués Alejandi roez, debe deponer en caja 300 pesos (!<• mulla 10 muías para el Portillo Vitici.i de idilio |m~ iliTMiidin's que tienen lanzas j mache- para que I"- devuelvan al parque » « \ 1 ■ 1 1 de San Martín , Gob.de Cuyo, vol IV, núm. I.° M. S Al mismo tiempo que se ocupaba de estos minuciosos detalles en el espacio de un día, promovía secretamente la revolución en Chile, redactaba su plan de campaña para i- ■■ onquistarlo y organizaba el ejército de los Andes, segú nata de su correspondencia oficial existente en el Arcli firal . !•- Provincia de Cuyo : Guerra. 1 81. 'i . M SS ANÉCDOTAS DE SAN MARTÍN. — CAPÍTULO IX. Un oficial le hizo présenle que el sueldo no le alcanzaba para sostenerse, y pedía un sürplus de raciona cuenta de él: el general decretó al pie : « Extráñase el desahogo con que » aspira el suplicante á gravar al Estado en medio de las más graves y apuradas urgencias públicas, cuando todos los jc- » fes y oficiales del ejército sufren iguales privaciones » (41). Un soldado reclutado en San Juan y juramentado en Chile por los españoles, representó, que en conciencia se hallaba impedido para servir, y que, aunque adicto á la causa ameri- cana, se hallaba con las manos atadas. El decreto es terrible : < El gobernador contrae la responsabilidad que alega el » suplicante : quedan sus manos libres para atacar al ene- ») migo : mas si una ridicula preocupación aún se las liga, » se le desatarán con el último suplicio » (42). — Un español europeo manifestó vivo deseo de ser contado entre los hijos de la patria, para ayudarle contra el despotismo. « Haga, " fué la contestación, una justificación por seis patriotas muy » conocidos por su patriotismo y se resolverá » (43). La mujer de un sargento pidió gracia por una falta del servicio cometido por su marido. Al margen escribió de su puño y letra : « No me entiendo con mujeres sino con soldados suje- » tos á la disciplina militar. »Un prisionero, en celebridad de la virgen del Carmen, patrona del Ejército, pidió por gracia de tan divina Señora la Libertad perdida. Decreto autógrafo : « No ha sido poca gracia que librase la vida » (44). En el ninario de una chacarera encausada, « por haber hablado contra la patria », mandó sobreseer con la sentencia, de que i I Memorial de Vicente Mármol, decretado el H de noviembre de 816. Arch. San Martín, rol. XXVI, núm. -2.°. M. S.) i'-' Memorial del cabo 2.° Francisco Sánchez decretado el 27 de octu- re de 1816. (Arch. San Martín, vol. cit.) M. S. i:; Memoria] de &.ngel Baldallo, decretado el 8 de octubre de 1S1G. \ivh. San Martín, rol. cit. M. S. '■i Memoria] en -I rol. XXXII, núm. kJ.° del Arch. cit. M. S. ANÉCDOTAS DE SAN M \ líTI'N. - CAPÍTULO I \ 151 la acusada •• entregase al proveedor diez docenas de zapallos i) que el ejército necesitaba para -u rancho i"> . Para probar el temple >- Andes, p 36, en I- la A.NÉCDOT IS DE SAN MARTIN. - CAPÍTULO IX que l«' hacía consignar sus reconocimientos de la cordillera, le dijo on tono entre amistoso y amenazador : « Mucho pulso en el dibujo. » Y agregó : « Si mi mano derecha supiese lo u (pie hace mi mano izquierda, me la cortaba »> (49). Último rasgo humorístico de pureza administrativa. Dueño absoluto de la renta de Cuyo, se le ocurrió una vez hacerse sospechar de ladrón. Ordenó que todo peso sellado que entrase en ar- cas con las armas españolas, le fuese entregado día por día. La orden se cumplía estrictamente, y algunos pensaban que él se apropiaba este dinero. En vísperas de emprender su campaña á Chile, llamó al tesorero, y le preguntó si había lle- vado cuenta exacta de los pesos entregados, como era su de- ber y en vista de ella devolvió al tesoro público en la misma especie las monedas de que era depositario (50). • Su actividad, como la de los corredores de raza, se mani- festába con aparente lentitud, pero uniformemente, por movi- mientos rítmicos, cortos, seguidos y repetidos sin interrupción, así es que abrazaba todas las esferas de su reducido dominio. Era todo, basta obispo y juez supremo por autoridad propia. A dos frailes franciscanos, que se habían mostrado según él. contrarios á la regeneración política. » los suspendió oficial- mente de la facultad de confesar y predicar, manteniéndolos reclusos en los claustros de su convento ha-la segunda or- den (51 . A los curas les recomendaba que en sus pláticas y sermone- hiciesen ver la justicia con que la América había adoptado el -i-lema de la libertad, » y notando que descuida- ban esla prevención, les enderezó por vía de pastoral una i onversación con Alvarez Condarco, ingeniero del Ejército de les Andes. 50 Doc. del Aren. Gral. de 22 de octubre de 1815, en leg. « Provincia '1'' Cuyo : Guerra , j exp. del Aren, de Mendoza de M. S. S. 1 \!.h. deMendoza. M. S. — V. Vicuña Mackenna, «El General San Mu un , pág. I*. JUICIOS CONTEMPORÁNEOS I \ I' I T l I ,l I I X . circular • cu la inteligencia que lomaría providencias más rías si no cumplían con tan sagrado deber o "»2 . Obligado .1 ser lluro en el ejercicio di- su autoridad en materia de delitos políticos, había impuesto pena de la \ ida á Imlo el que comu- nicase con el enemigo. Sin embargo, sucedió que en una causa seguida contra unos espías di' Osorio, conmutó la sentencia ilc muerte en trabajos forzados y en la pena moral de espec- tación pública de los reos ion un letrero en la frente : <■ Infieles á la patria, indecentes amigos del tirano Osorio >. y hacía publicar su Tallo |>or bando « para escarmiento de lo- igno- rantes paisanos y para que odiasen tan Ico delito , .",:{ . Basta entonce-, no obstante la relativa importancia que le habían dado los últimos sucesos, propiciándole la buena vo- luntad del nuevo gobierno, representaba un papel muj cundario en la política y en la guerra argentina. Su hazaña d^ San Lorenzo era la di- mi guerrillero atrevido y feliz. Su mando en el norte había sido muy oscuro, y qo se conocía su labor secreta. Su prestigio en Cuyo era puramente local. ('.< Boldado de la segunda hora, que no había asistido ;'i las pri- meras campañas di' la revolución, sus compañeros de armas, ;i excepción de Belgrano, afectaban mirarle cu menos \ aún llegaron á poner en duda su fidelidad á l¡i causa americana, como -i- lia visto. Se le tenía por un buen táctico, un organi zador liálul y sablead* r valiente, sin que faltase quien l«> til- dara de cobarde. En general se le juzgaba incapaz di' lle\ ar ;'i cabo una gran empresa, y mucho menos la di- la reconquista dr Chile, que se consideraba una temeridad, sino una locura. Apenas si alguno que otro de sus amigos íntimos esperaban algo de él, y á excepción dr Rodríguez Peña, confidente de su Becreto, de Belgrano que era su sincero admirador, dr don ¡2 \1.I1. de Mendoza, M. S. \. Vicuña Mackenna, op. cil. irch. de Mendoza, M . S. V. Vicuña Mai kenna. op cit. ÍGO JUICIOS CONTEMPORÁNEOS. -CAPÍTULO IX. Tomás Guido que lo amaba y estimaba en su valor, y de un corto aúmero de los afiliados en la Logia do Lautaro, á la sazón (1 i ->]>< i— ;i con La caída de Alvear, se le consideraba como un hombro muy mediocre, como en realidad lo era mirado del punto do vista de la inteligencia y de la cultura. Era para todos un cuerpo opaco que no emitía ni reflejaba luz. Sabía bien cómo ora juzgado por la mayoría do sus com- patriotas, y no se bacía ilusiones respecto de su crédito; pero apelaba al estoicismo que había adoptado como regla y con- fiaba en el tiempo y la paciencia. « ¡ Con que están los cordo- » beses muy enfadados conmigo (escribía aun confidente suyo » con su fantástica ortografía) paciencia! Ya había en ésta » visto varias cartas en que manifestaban sus disgustos, y lo » particular que hallan sido escritas por sugetos de juicio y de luce-, pero en unos términos capaces de exaltar otra ■> conciencia menos tranquila que la mía ¡av amigo! v quan- » to cuesta á los hombros de bien la livertad desuPais. Baste » decir á V. que no en una. sino en tres quatro se dise lo » siguiente : « Veis, tienen en esa un Gefe que no lo cono- » cen ; él es ambicioso; Cruel, Ladrón y poco seguro en » la Causa, pues hay fundadas sospechas de que halla sido » enviado por ios Españoles; la fuerza que con tanto ra- n pidez está lebantando no tiene otro objeto que oprimir o á esa Provincia para después hacerlo con las derná •> V. dirá que me abré incomodado : si mi Amigo, un poco; » pero después llano'' la rellexción en mi Ayuda, hize lo que » Diogenes, sambullirme en una tinaja de Filosofía, y decir : todo es necesario que sufra el hombre Público para que ■ esta Nabe Llegue á Puerto » ."i í . >4 Carta de San Martin á Godoy Cruz de 29 de noviembre de i 81 5. M v. autógrafo. Véase ■ Aren. San Martín », vol. XLII. « Cartas de San Martín. 1815-4821 . • M. S. S. ENFERMEDADES DE SAN MARTÍN. - CAP. IX 161 El hombre que esto escribía, era ya un valetudinario á la edad de treintisiete años cumplidos. La contracción al traba- jo había exacerbado >u antigua enfermedad de Tucumán, \ sólo podía dormir breves momentos sentado en una silla. Los facultativos que consultó, le dijeron, que -i uo cambiaba de temperatura y se resignaba á una vida tranquila, su existencia no podía prolongarse más de un año •">."> . Fué entonces cuando empezó á abusar del opio para conciliar el sueño, por consejo de su médico, el Dr. P. Isidro Zapata, un empírico ll eco en todos los corazones. La confianza \ . >l \ i«'> á renacer. Desde aquel momento el paso de los Andes y la recenmmU de Chile dej(3 de ser una idea y empezó í serán hecho vi- sible. La revolución americana iba á tomar por la primera vez la ofensiva y la suerte < , i . in, |>. 249 j 250. CAPITULO X. I \ GUERRA DK ZAPA DE SAN MARTÍN año 1815-1816 Triple aspecto de la reconquista de Chile. — La restauración realista en Chile. — Exacciones, persecuciones y matanzas del gobierno de Osorio. — Los Ta- layeras. — Reacción nacional. — Situación militar de los realistas en Chile- — Originalidad de la idea del paso de los Andes. — Planes de Abascal y de Osorio. — Estado militar de Mendoza. — Diversión diplomática de San Martin. — Marcó releva á Osorio en el mando de Chile. — La guerra de zapa «le San Martin. — I-"- emisarios Mvrvtos de San .Martin en Chile. — Organización del espionaje en país enemigo. — Minas y contra-minas en la guerra de zapa. — Golpes maestros de San Martin en la guerra de zapa. — Vastas proporciones que asume la guerra de zapa. — Insurrección latente de Chile. — Activos trabajos de I"- emisarios secretos en este sentido. - principales agentes de la guerra de zapa. — Enlace de la guerra de zapa con ia~ combinaciones estratégicas. — Mártires de la guerra >\>i zapa. — Tiranía de Marcó. — Levantamientos populares en consecuencia de la guerra de zapa. — Manuel Rodríguez. — Nuevos estratagemas de San Martín. 1 La reconquista de Chile por las armas argentinas, os un hecho múltiple y complejo, que para ser bien comprendido en su conjunto, requiere ser parcialmente estudiado en Las distintas ¡miles en que naturalmente se divide. Primeramente como idea, cuya filiación histórica ha dado motivo á Largas discusiones, y respecto de Lo cual queda mucho por decir en presencia de nuevos documentos. Después, como prepara- ción, del doble punto de vista, de Los trabajos revolucionarios hechos "'ii el país que debía ser reconquistado, y de los ele- mentos con que había de verificarse la empresa. Por último, RESTAURACIÓN DE CHILE. - (API TI LO \ su ejecución, que da á los patriotas el dominio real de su te- rritorio, y á l;i revolución sud-americana una base segura de operaciones. Bajo este triple aspecto vamos á considerarlo, empezando por presentar el cuadro del estado de Chile des- pués de la derrota do Rancagua, y relacionarlo con los traba jos de San Martín desde Mendoza para emprender la recon- quista. La restauración realista en Chile, fu»'" más bien que una reconsquista militar, una verdadera conquista de la tierra j de -H- moradores, con lodos los excesos <[ue acompañan al predominio de la fuerza extraña triunfante. El pueblo fué tratado como un pueblo conquistado á sangre v fuego, v pro- vocó resistencias que estaban desarmadas. La gran mayoría del país se hallaba fatigada por la guerra, quebrantada por el despotismo y la anarquía revolucionaria, y aspiraba á la paz; asi es que, unos por cansancio, otros por miedo ó tibieza, \ los más obedeciendo al impulso casi general, recibieron al vencedor como á un libertador, á fin de aplacar sus ¡ras. Una política moderada, ludiría tal vez consolidado por algún tiem- po el dominio español en Chile; pero, como sucedió en la época de Carrasco, el exceso mismo de la reacción volvió á encender de nuevo el antiguo patriotismo que parecía apaga- do bajo las cenizas de Rancagua. Y sin embargo, el conquis- tador Osorio, aunque militar sin luios, ni dotes para la guerra, v de entendimiento vulgar, era relativamente bueno é incli- nado á la clemencia; pero reatado por la- instrucciones del \ irrey Ahascalquc le ordena lian la represión como sistema de gobierno, v estimulado, sobre ludo, por el círculo de españo- les que le rodeó, fué el instrumento de la persecución sin misericordia de lodo- los habitantes de Chile, \ '•! agente de la sorda insurrección «pie produjo en lodo- los ánimos. Los empréstitos forzosos cobrados con crueldad, lai con- tribuciones arbitrarias sobre los nativos, las exacciones <\>' las tropa- en toda la extensión del territorio, fueron las únicas ron. i 466 ESTADO DE CHILE EN 1814-15. — CAPÍTULO X. rentas con que contó Osorio para el sostén de su administra- ción. Al principio, los mismos expoliados se prestaban á todo. haciendo donativos cuantiosos á fin de propiciarse la benevo- lencia del vencedor; pero muy luego, agotado el numerario circulante y desiertos los campos, encarecida la vida hasta el último grado, empezó á nacerse -cutir la miseria en todo el país, v hasta la misma fuente de recursos subsidiarios quedé agotada, y hubo de apelarse al sistema de confiscación de to- do- lo- bienes de todo género de los americanos que más <§ menos directamente habían tomado parte en la revolución é se hallaban ausentes, fuesen ó no culpables. Agregúese i esto, que restablecido el sistema colonial en toda sn crudeza, el comercio quedó paralizado, y la industria nacional muerta. Todas las reformas civilizadoras de la época revolucionaria, fueron abolidas, aún aquellas que más directamente benefi- ciaban al pueblo, restableciéndose todas las desigualdades. tributos y monopolios del antiguo régimen. Las persecucio- nes sistemáticas, los encarcelamientos en masa, la confina- ción de los más señalados patriotas á la isla de Juan Fernán- de/, la creación de un tribunal de purificación ó de infidencia que redujo á todos los criollos á la condición de sospechosos, y las bárbaras matanzas que por mano de la fuerza militar se cometieron en las prisiones públicas • acabaron por atraer iobre Osorio todos los odios de los oprimidos y esquilmados. De la miseria y de la desesperación surgió una nueva pasión popular, precursora de una insurrección, que sólo necesitaba un pnnlo de apoyo, una simple esperanza para producirse. El profundo malestar general se agravaba por las forma» odiosas, brutales ó degradantes de que se revestía el sistema terrorista de los conquistadores, dividiendo á la sociedad en vencidos y vencedores, en amos y esclavos. Los americanos fueron reducidos á la elase de raza inferior sin derechos ni garantías. Lo- españoles europeos volvieron á constituir una clase pri\ ilegiada : Bolo ellos ocupaban los empleos y eran los ESTA Di» DE cil I l.K EN 1814-15 CA l'l I I LO X. único- que podían llevar armas, y su palabra la única que bacía fe en los juicios. Todos los babitantes fueron sometidos á un insoportable régimen claustral : nadie podía moverse de sn domicilio seis leguas á la redonda, y esto con permiso de la autoridad que vendía licencia-, \ a Las nueve de la noche lodo vecino debía permanecer encerrado en su casa. Basta las diversiones de la plebe fueron prohibidas « por ruidosas I na lúgubre tristeza reinaba por Indas partes, incubando pa- siones rencorosas, que tenían sus estallidos Intermitentes. Los conflictos entre la tropa y los rotos, — que constituyen la masa del pueblo chileno, — eran frecuentes I-" batallón de Talavera, primer cuerpo peninsular que había tomado parte en la guerra de Chile, reclutado entre la peor gente de la metrópoli, era el que más se señalaba por SUS brutalidades, y el que concentraba todos los odios populares. Por mi calidad de españoles, todo-, los excesos les eran permitidos, y roba- ban, mataban y violaban mujeres, seguros de la impunidad, v exigían de la plebe que le tributase sumiso acatamiento, n .indo ib' un lenguaje insultante y soez. De aquí provenían riña- sangrientas y represalias entre losTalaveras \ los rolos. Éstos mataban sin piedad á lodo Talavera míe encontraban aislado, v cuando los peninsulares, para defenderse, adopta* ron la táctica de no salir de -n cuartel sino en grUOOS arma- dos, éstos mismos eran atacado- por la multitud a los gritos de j Viva la Panchita .' con que designaban á la Palria. Este era el grito de guerra de un robusto sentimiento plebeyo de nacionalidad que se despertaba en la masa de la población, j que la misma represión contribuía á fomentar. K-ia- causas de descontento general se c plicaban con las que trabajaban los elementos que constituían el nervio <\<- la misma opresión. Los veteranos chileno-, que á las órdenes de Sánchez habían permanecido fieles á la causa del rey, sos- teniendo á Chillan, ) servido de núcleo y punto de apoyo á las invasiones de Pareja, do Gainza j do Osorio, eran a la vet IDEA DEL PASO DE Los. ANDES. — CAPÍTUIrO X mirados en menos. No sólo no habían sido confirmados los jefes y oficiales en sus grados bien adquiridos, ni reconocí- dose las pensiones de sus viudas é inválidos, sino que ellos mismos estaban reducidos á la mezquina condición de tropas allegadizas basta en las retribuciones pecuniarias, de manera que, un alférez peninsular ó del virreinato de Lima, gozaba de más consideración que ellos y percibía un sueldo igual al de un coronel de las tropas nativas. De este modo, se des- templaban á sí mismas las armas vencedoras de la revolución chilena . II Considerada bajo sn aspecto puramente militar, La situa- ción de los realistas en Chile era más ventajosa. A principios de 1815, Osorio se bailaba al frente de o, 000 hombres de tropas organizadas, bien armadas y equipadas, y ensoberbe- cidas por la victoria. Sus instrucciones le trazaban un atrevi- do plan de la campaña, cual era, atravesar los Andes con 2,000 infantes, 1,000 jinetes y 200 artilleros con pie/as de montaña, franqueando los boquetes del sud tan luego como se hallase pacificado el país, á fin de hostilizar á Cuyo y Córdoba, é interceptar la comunicación mediterránea de los ejércitos argentinos, poniéndose al efecto de acuerdo con el General Pezuela que amenazaba la frontera norte de las Pro- vincias Unidas por el Alto Peni. Estas mismas instrucciones bahía recibido Gainza al emprender la segunda invasión. Era una idea lija en el Virrey Abascal, y él fué el primero que concibió en grande escala, la posibilidad militar del paso de los Andes en el sentido inverso en que lo ejecutó San Mar- tin (1 . La originalidad del pensamiento por parte del general i instrucciones de Gainza, art. 20, y de Osorio, art. 21. — Véase fteconq. de Chile, por Imunúlegui, pág. 132 j Barros Arana <■ Hist. OSORIO Y SAN MARTlN. • CAPITULO 1 169 argentino, consiste precisamente en esto como plan defensivo y ofensivo á la vez. Antes de él habían atravesado la cordi- llera, los primeros conquistadores chilenos, \ posteriormente los voluntarios chilenos y argentinos que recíprocamente se prestaron el auxilio de sus armas; pero jamás había sido concebida é intentada como una gran operación de guerra de- fensiva, con proyecciones continentales. Por eso son memo- rables los pasos de los Andes realizados por Sun Martín y Bo- lívar, como en los Alpes lo son únicamente los de Aníbal \ Napoleón. No es que el número de soldados ni la grandeza de los pueblos en India determinase su importa] cia, sim» sus móviles y sus consecuencias. Las grandes ideas y Ins propósitos trascendentales, nacían en Sud-América de la in- mensa extensión territorial del teatro de la guerra, v no es- tallan en relación ni con la población ni con la fuerza arma- da. Era el desarrollo libre del genio espontáneo de nuevas na- cionalidades en fermentación , una civilización en germen que se dilataba y se abría paso al través de los grandes obstácu- los de la naturaleza, [tara llevar al través de vastos espacios, por medio de las armas, como la semilla en alas delosvien- tos tempestuosos, el germen fecundo, que debía desparra- marse por tdd(» un mundo republicano. En esta pugna, debía prevalecer la ley de la vitalidad y triunfar el más apto \ mejor preparado para la India . de la Indep. de Chile o i . III, pág. 167 Torrente dice: < Seguía Oso- i rio con un brillante ejército en 1815 para dirigir una parte de él contra Mendoza según le había sido prevenido <'ii la9 instrucciones del i Virrej de Lima; pero las criticas circunstanciasen que se vid envuelto en aquella época por los apuros del general Pezuela, por la insurreí ci leí Cuzco, hicieron variar los bien concertados planes anteriores. ■ aquellas tropas, <|H'' de lanta utilidad habrían podido ser tranqueando la cordillera llamando la atención de Rondeau por la espalda, opo- i niéndose á l< s refuerzos de Buenos Aires, j destruyendo la bien o i nizada división del audillo San Martín en Mendoza, fuei tmbarca das para \n. ¡i . Ilisl. de la Revol. Hisp. Americ », i. II, ¡ 470 OSORIO Y SAN MARTÍN. — CAPITULO X. No ora Osorio el hombro indicado para llevar á cabo osla empresa por parto do los realistas, ni para luchar con San Martín, aun con fuerzas superiores, en astucia ó habilidad táctica ó estratégica. Tímido en la guerra, sin ideas militares, inclinado al quietismo por temperamento, su acción estaba paralizada además por dificultades superiores á su débil vo- luntad. Ya al tiempo de realizar su invasión al territorio chi- leno, buho do desistir de la empresa por órdenes termi- nantes del virrey del Perú que le prevenían retrogradar con sus tropas á tin de acudir en auxilio del ejército de l'e- zuela, á la sazón amagado á su espalda por la revolución del Cuzco, de que hemos hecho mención antes, y por el ejército argentino del norte que amenazaba invadir de nuevo el Alio Perú. Una junta de guerra, tenida en vísperas de atravesar el Caehapoal, lo compelió á desobedecer la orden de Abascal. y á esto debióse el éxito de Rancagua. Idénticas exigencias lo asediaban después de su victoria. La revolución del Cuzco se prolongaba, el ejército argentino á órdenes del general Hondean, ann tío había sido balido en Sipo-Sipe, y ocupaba Ires dé las provincias del país invadido. En tales circunstan- cias el virrey instaba con urgencia a Osmio, á fin de que se desprendiese de algunas de sus divisiones con deslino al Alio Perú, quedándose con las tropas necesarias para mantener la quietud del país. Veso aquí cómo, en las revoluciones lo mismo que en la naturaleza, no hay fuerza perdida, y que, hasta las mismas insurrecciones que fueron sofocadas y las derrotas fatales ¿ concurrían á debilitar y paralizar la acción reaccionaria, mientras se organizaban fuerzas más poderosas en olios punios, señalando por la dolorosa experiencia el camino de la victoria final . Mientras lauto. San Martin apenas bahía tenido tiempo de poner en estado de defensa á (aiyo. El batallón ni esqueleto de los Auxiliares de Las lleras remontado con algunos reclu- tas y las milicias de la provincia, era toda la tropa con que DIVERSIÓN DIPLOMÁTICA. CAPITULO 1 111 contaba. Además, la primavera, al derretir laa nieves de la eordillera, que eran sus trincheras en invierno noviembre de 1814 . iba á dejarlo á merced del enemigo. En tal apuro, se despojó de la piel « í « * l león vistiendo la «1**1 zorro, j con au- torización ilfl Gobierno, abrió comunicaciones pacíficas con el genera] español, para « tratar por medios prudentes de evitar •• la efusión de sangre y procurar el restablecimiento de laa relaciones -, sentimientos pacíficos que se le manifestaban, ■ terminando por establecer como condición preliminar á todo « el solomne " nuevo reconocimiento y jura de Fernando \ II. El general patriota, sin darse por entendido del tono ni de la intimación, contestó dando las gracias por el decoroso trato dado á su parlamentario, y refirióse en lo demás á la decisión de bu gobierno, insinuando, que abrigaba ■ laa unís lisonjeras esperanzas de que todo concluyera en armonía 3 Esta diversión diplomática, surtió su efecto. Osorio, obedecien- do á -ii tendencia natural, dejóse adormecer con la per pectiva de la paz, perdió un tiempo precioso, \ apremiado al lin por el virrey, hubo de desprenderse de 1 ,500 hombres 2 iii¡ . de San Martín á Osorio de 17 de diciembre, \ del Director de laa I*. I . ;il mismo de 7 de diciembre de 1*1 i, publicados en ! • extr. del Gobier le Chile o de 31 de diciembre de 1814, con anol nes de la redacción. Ofl. de San Martín de enero V de 1813 i Osorio, pub. en el Sup. de I f,ob. de Chile uúm. '.'. de I ! de enero de 1815. n2 LA GUERRA DE ZAPA. - CAPULLO X. que envió v. sugiriendo á su pobre espíritu todos los errores que debía cometer para realizar el plan de atravesar la cordillera y reconquistar el territorio chileno. III Los trabajos de San Martín do se habían limitado á meros aparatos bélicos y maniobras diplomáticas. Mientras formaba í Véase ta nota 26 del cap. IX, en que se citan las diversas comuni- cad is oficiales de San Martín sobre este punto. M. SS. irla de San Martin .i Godoj Cruz de 29 il«- noviembre de 1815, >'ii in !.. de San Martín, » vol. XLII, « Cartas de San Martín, 1815-1821 », M • v v \ éase nota del cap. IX. antes cit, ESTRATAGEMAS DE SAN MARTÍN, -CAPÍTULOS US un verdadero pie de ejército regular, organizaba en vasta escala la guerra de zapa, » como él la llamaba, que supo com- binar con sus trabajos políticos y militares preparatorios de la campaña que meditaba y con sus maniobras estratégicas ulteriores. Este es uno de l<>- episodios secretos más intere- santes de su vida, y que muestra hasta qué grado era inago- table su ingenio en lodo género de estratagemas, \ con qué consumada habilidad salda manejar los resortes de la compli- cada máquina de un mando en jefe en id orden militar. Algu nos escritores, guiándose por informaciones verbales, han dado noticia di1 los diversos medito de que en aq lella época -e valió para rodearse de misterio como en Tucumán, propa- lar voces falsas, establecer el espionaje en el cam] nemigo v tener siempre un ardid pronto para conjurar un peligro ñ obtener una ventaja: pero son les papeles di- su archivo l<>- que iluminan con pruebas escritas esta página curiosa, y ha- cen ver que era él solo quien dalia las instrucciones y mante- nía la correspondencia reservada con sus agentes y con el gobierno ; quien llevaba la contabilidad de los gastos secretos de (jue rendía estricta cuenta en la misma forma, forjaba las cartas destinadas á caer en poder del enemigo para engañarlo, valiéndose á veces de sio mismos agentes para hacerles creer lo que le convenía que supiesen. Los documentos existentes en los archivos públicos, prueban el hecho extraordinario en la historia de que á esta guerra de zapa o tan hábilmente conducida por nn solo hombre, debióse la insurrección la leu le del pueblo chileno que precedió al paso de I"- indes y ase- guró de antemano el éxito de la reconquista de Chile. Difícil- mente se encontrará en la vida de I"- grandes capib - una lección más llena •, l. III, p. 239- 241, reíala con ligeras variantes esle episodio, en visla del proceso que se siguió ,¡ La Puente, que precedió ú la ida de I"- oficiales Guzmán y Picarle, que supone simultánea, siendo asi que fué posterior, según consta de otros documentos. í Ofi. reservado del gob. á San Martin de 10 mayo 1815 ídem de id. «I.' '.i de octubre de 1815 en que, hablando de la prisión de Guzmán j Picarte de que el segundo daba cuenta con iba. 27 de setiembre, le dice : Supuesto haberse suplido este contraste por nuevas relaciones con el ¡i" 'I1' Chile, espera S. E. avisaría V. S. puntualmente las noticias K S T R A T A (¡KM \ - 1 1 K > A N M A I! T I \ . - CAPITULO \ A este golpe tan hábilmente dirigido, siguióse otro más i fondo, constituyendo al mismo general enemigo en corres- ponsal suyo, como más tarde lo haría con Marcó con mejo- res resultados. <■ Deseoso de saber, dice él mismo, el verda- ■ dero estado de Chile, dité entablar eomunicacionea con el mismo General Osorio, valiéndome para conseguirlo, a participarle algunas milicias relativas, bajo La firma de un a europeo español bien conocido por enemigo de la sagrada o causa de nuestra regeneración, que obtuve por la contesta- i cíód de un oficio que pasé á ésic. >> Osorio cayó en la tram- pa, \ contestó al supuesto corresponsal una cari desu puño v letra, en que con palabras veladas hacía referencia ;i las proposiciones de arreglo con que San Martín lo había ha- lagado, manifestándose esperanzado, aunque lleno de incer- tidumbre. San Martín, comentando esta respuesta, sin atri- buirle mayor importancia, se dio |>or satisfecho, pues con su penetración comprendió por esta simple muestra, como él mismo lo dice, que su contendor <• demostraba ó su inepti- tud ó mi impotencia. » en lo que no se equivocaba H . Del que se adquirieran en tu sucesivo, que habrán de servir ;i las combi- naciones de este gobierno. » — M. Id. de mayo de 1816, avisando la fuga de ambos. - Comunicaciones secretas de \<« agentes secretos de Chile con San Martín, entre las que se encuentran las de Picarte bajo pseudónimo de Picarle convenido. Ar.lt. de San Martín, vol, \lll. \_. iihs secretos en Chile », iiúni . I . \l 8 Ofi. reservado de San Martín de II de febrero de 1815 \ carta ad junln de Osorio, cuyo tenor es como sigue : :il enero 1815. Muj se ii ir mío : Rociví su encargo i espero un Dia tendrán pronto fln lanías desgracias ¡gozare - de la deseada paz : as . \ m. no longo ■ nir.lv miras : ojala adieran .'i ellas \>» que goviernan esos ¡noconles . pueblos : de esla parle se han puesto l"> medios para conseguirlo, ¡ i aunque por las icias que tengo debo creer está cada vea mas
  • - lante tan feliz dia, sin einbarg pierdo la esperanza de rerlo. La i inserlidumhre en que me hallo suspende mi pluma, j asi suplí i Ymi. me diga -i los antecedentes que me indica ^"ii loa mismosqueel papelito en di ule está escrito lo que deseo saber, asi como la conti " nuación de encargos, j para ello bueno será valerse di I mismo conduc- » lor. I".l paisano di sea ocasión como la presente para manifestarse. H6 ESTRATAGEMAS DE SAN MARTÍN. — CAPÍTULO X. mismo conductor de la misiva de Osorio so sirvió más tarde para continuarla correspondencia por otros medios. Osorio por su parte intentó establecer un sistema de es- pionaje, á lin de cerciorarse de lo que realmente pasaba en Mendoza, respecto de cuyo estado hallábase completamente á oscuras, sin más noticias que las qne le trasmitía sn astuto contendor, las cuales eran insuficientes, aunque halagüeñas. Al efecto despachó como espía un fraile franciscano, llamado Fr. Bernardo García : pero antes de que se moviese de San- tiago, va Sau Martín tenía conocimiento de su venida por uno de sus agentes en Chile (9). Al llegar al fuerte de San ('.¡irlos sobre la frontera sud, fué aprehendido, y previa cansa que se le siguió fué sentenciado á muerte con arreglo á los bandos vigentes respecto de lodos los que sirviesen de inter- mediarios á comunicaciones con el enemigo. En vano el emi- sario de Osorio protestó que venía huyendo de las persecu- ciones de los realistas: el gobernador tenía la evidencia de lo contrario, y le dio el término de veinte y cuatro horas para prepararse á morir. No obstante estos terribles bandos, — que nunca aplicó. « por política. » según él. — repugnában- le los escarmientos innecesarios, y prefería utilizar á los de- » Es su alentó servidor. — Q. B. S. M. — El P. M. 0. » Docs. del Ardí. Gral. Leg. « Provincia de Cuyo. Guerra, 1815 » M. S. S.) — V. Arch. de San Martín, « Extractos del Ardí. Gral., » vol. II, núm. I." M. s. s. '.i mi. reservado del Gob. ;í San Martín de '.' de diciembre de 1813 en que le decía : «Queda en poder del Excmp. señor Director provisional del - Estado, la comunicación original del comisionado deV. S. cu el reino de Chile é igual ote la copia de los documentos que traía el espía o del enemigo Fr. Bernardo López». Arch de San Martin, vol. VIII, núm. I.", o Agentes secretos en ('Julo. » M. S. S. — El que anunció anticipadamente la venida de Fr. Bernardo, fué don Juan Pablo 15a- mirez, uno de los agentes más activos é inteligentes de Chile, el que so comunicaba con San Martín bajo el pseudónimo- de Antonio Astele : of. de San Maiiin dr i.'i de noviembre de 1818. — (Docs. del Arch. Gral. o Guerra 1815 •. \ Arch. de San Martin, vol. VIII, núm. 4. M. SS. ESTRATAGEMAS DE SAN MARTIN. - CAPÍTULO X lincucntes, que era lo que se proponía en estos casos (10).— Ante la amenaza del suplicio el fraile -espía entregó las co- municaciones de que era portador, y que traía cosidas «m el forro de su capilla 1 1 . Esto agregaba un hilo más á bu com- plicada llama. Las cartas de Osorio eran dirigidas a cuatro españoles, confinados en Cuyo, conocidos por la exaltación de sus <>|>i- n¡ s realistas. San Martín los llamó uno por uno, v mos brandóles las cartas acusadoras, les notificó que su conductor iba á ser pasado por las armas, como lo serían ellos, si no guardaban el más profundo secreto. Los hombres salieron aterrados. En seguida se ocupó él mismo en redactar las con- testaciones, comunicando á su enemigo todas las patrañas que le convenían en estilo apropiado, que hizo copiar por ma- le un niño (12< con letra contrahecha, las que fueron fir- madas por los corresponsales señalados por el mismo < I lorio, bajóla misma amenaza de inviolable sigilo. Estas misivas las llevaban espías do Mes bien aleccionados, quienes las entrega- ban en Chile, eran bien recompensados y regresaban con las contestaciones de] enemigo v las noticias de los amigos. De estemodo tenía San Martín un triple juego de espías, ade- más de los numerosos agentes secretos que había esparcido al occidente «lela cordillera, quienes le coi ¡calían lasmás minuciosas noticias de lodo lo que pasaba en Cbile j de las 10 Kn of. de 26 de diciembre de 1816, decía San Martín .il Gobierno ; Por un rasgo de política \ huir de represalias, no he mandado fusilai i Iim> espías que les be sorprendido, de >\n>- algunos existen i sus causas [(endientes. Doc. del Irch. Gral. Leg. Guerra 1815. M s. 11 bocs. del Arch. Gral. !.•■- Guerra 1815, donde se conserva la causa seguida al P. García, M . S. S. -Vi is< sobre este dramá- tico episodio : Espejo, Paso de los Ana • sig. donde te insertan algunos de los documentos 5 se dan m a amplios pormeno res. 12 I 1.1 este el general Gerónimo Espejo .1 la saxón cadeti v> Paso de los Vnd< s, pá _• . 381 . ESTRATAGEMAS DE SAN MARTÍN. — CAPiTl LO X. fuerzas y planes del enemigo, á la vez que propagaba» p« >r ludo el país conquistado el descontento y el espíritu de insu- rrección 13 . Sabiendo sido aprehendidos algunos espías más de Osorio, — lodos los cuales fueron perdonados de la pena de muerte, y nlili/.;i como Fr. García, — San Martín discurrió en sn reciiuda inventiva, nme era indispensable una contra-mina, en ^ii •< guerra de zapa, o y con la penetración que lo distin- guía para discernirlas cualidades de cada hombre según sus planes, fióse en un vecino respetable de Mendoza, llamado don Pedro Vargas, hombre silencioso, á quien se tenía por indiferente, y le impuso hacerse godo acérrimo. Vargas acep- tó el sacrificio. Encarcelado, engrillado, confinado sucesiva- mente á San Juan y San Luis, condenado á pagar fuertes contribuciones, pasó por una víctima de la causa realista en- tre los españoles. Así, por medio de Vargas, San Martín es- taba seguro de sorprender toda comunicación directa, y va- liéndose de los datos que él le suministraba arreglaba las noti- cias que en nombre de los supuestos partidarios dirigía al ge- neral de Chile. La fortaleza dealma dé Vargas fué tan gran- de en -ai papel abnegado de dolde espía, que á nadie reveló -n secreto, ni aún ante la amenaza de divorcio con su mujer, que era una patriota decidida 1 1). 13 l>'- Lodo esto se encuentran las pruebas escritas en et Arch. San Martín, yol. VIII, cit. y en [os i i es tiempo de que <-< s« • 1 1 los sacrificios prestados en beneficio de la causa por don Pedro Vargas : prisiones, mullas y confinaciones, lia tenido que sufrir este buen ciudadano, y sobre lodo, su opinión. El adjunto despacho que tengo el honor de incluir á M. S. y que con tie1- 3 de junio del año anterior he librado al supremo Director del ESTRATAGEMAS DE BAN MARTIN. - I \ l'l'll LO X Cuando Osorio fué reemplazado en el mando por Marcó del Pont, se preparaba San Martín ú hacerse corresponsal del nuevo gobernante de Chile. Había conocido á este en El paña en la guerra joco-seria de INDI entre el Portugal \ la España, de que hemos hecho mención antes, \ -ahía que era un carácter puerilmente irritable, que debía sus grados al la vor cortesano, tan lleno de una necia suficiencia j tan des- provisto de inteligencia v de valor como de criterio. En con secuencia cambió su combinación. Al tiempo de la calila de la revolución chilena, hizo internará San Luis á todos los españoles que se hallaban en Mendoza, ú lin <1 le do |>u- diesen comunicar noticias. Entre éstos, contábase un espa bol respetable y acaudalado, llamado Felipe Castillo Albo, conocido por su fidelidad al rey, que en la época de Carre- ra había sido desterrado á Cuyo. Por artimañas que puso en juego, lo mandó regresar á Mendosa, y allí lu/.o que Be intimara con Vargas, y le hiciese confidencia de bus asuntos personales, estableciéndose con tal motivo entre am- bos una correspondencia <\>' esquelas, que venían aparará manos di- San Martín. Este recortaba cuidadosamente las ido en favor de esle benemérito ciudadano, manifiestn ta recom l>"ii>,i de sus servicios. \. S. S. más que .i nadie le 9011 conslanU s, pues los lia palpado más de cerca. Por lo lanío, s. i i \ . < -■ • \ . S. 'I trio .1 onocer en la orden de] dia, como igualmente manifestar .i este M. I. Ayuntamiento, que el ciudadano don Pedro Vargas, cuya nota hasta ;n|iií lia sido de anlipalriota, ha hecho á la causa servic¡09 I"n más interesantes, ínterin yo I" hago al Excmo. supremo Director del ido para que se ponga en I"- papeles públicos, borrando por este 1 medióla nota de enemigo de nuestra santa causa, cuya opinión na sabido sacrificar en beneficio de ella. — Mendoza, marzo 20 de 1819. Joit de San Martin. si . Gobernador intendente de esta Provin- M. S. A1.I1. San Martín, vol. XXVII. Cuando este hecho real se producía, aún no se había escrito la novela deCoo| V\ - que establece una analogía 1 I 1 arácter de Washington ) el de San Martín respecto de su sistema de dobles espías. — Véase I" que al pecto dice Espejo en su Paso de los tildes, p. 38i que Lam bien cita <-n l,i pág. "ii el doc. anterior, qi riginal existe en el ar- chivo de Mendoza . ESTB ITAGEJIAS HE SAN MARTÍN. — CAPITULO X firmas autógrafas de Castillo de Albo, venando hubo reunido unas cuantas, tuvo preparada su baraja para jugar la nueva partida de zapa, engañando á su enemigo con la verdad mis- ma; mostrar los naipes que le convenía y sugerirle los que debía jugar en consecuencia. Al efecto, redactó él mismo cartas dirigidas á Marcó, comunicándole malas noticias que podían halagarle y datos más ó menos exactos, que despa- chaba por medio de un emisario suyo, munido de una firma volante del supuesto corresponsal, previniendo que se valía de esta precaución v no escribía de su puño y letra por te- mor de que cayeran en poder de los satélites de San Martín. Para colmo de burla, agregaba que <• su triste situación y la - de la señora mi cuya casa se alojaba no le permitían grati- ficar al condu< tor, y rogaba se biciese en Santiago de Chi- le, recomendando « no se le permitiera hablar con per- sona alguna, pues de lo contrario peligraba su vida. » Grande fué el contento que experimentó Marcó al recibo de la- fingidas comunicaciones de Castillo de Albo, cuya conocida fidelidad y respetable tirina bastaron para que • •! nuevo presidente de Chile cayese en esta nueva trampa, más inocentemente aún que su antecesor. A los pocos días, San Motín sabía por sus corresponsales, que su doble espía había -¡do perfectamente recibido y gratificado, y que -e paseaba en libertad por las calles de Santiago, lo que le bastaba para comprender que sus epístolas habían producido el efecto cal- culado. Estos misiles al parecer perdidos, tenían un largo alcance. Ellos apuntaban á la reconquista futura de Chile, y tenían por objeto indirecto hacer creer á sucompetidor, que su objetivo de invasión era el sud de Chile. Así, entre las noticias que comunicaba, decía, que se habían despachado durante la noche cu esa dirección, destacamentos á la cordillera y numerosas cargas de cajones cuyo contenido se ignoraba, y señalando hasta la época precisa en que realmente se verificó la invasión un año después, pero en rumbo opuesto. Son AGENTES SECRETOS KN CHILE. — CAPÍTULO X. 181 dignas de reproducirse las palabras con que trataba de enga- llar á la vez que traducían con verdad sus más recónditos propósitos. « La desesperación que acompaña á estas gentes. \ por otra parte, el carácter arrojado de este ¡efe, les hace » hacer esfuerzos <|ne no están en la esfera de sus fuerzas. » Invadidos por una formidable expedición portuguesa, reti rado el que llaman ejército del Peni á Tucumán, no les queda, según (dios, otro arbitrio que el de tentar la empresa ■> de Chile, y de hecho van á ella, no lanío confiados en sus a tristes fuerzas cnanto en la disposición de los chilenos á n favor de la revolución » 15 . Desdi» este día. .Mar 'ó fué nn títere manejado por los hilos secretos de las variadas combi- naciones de San Martín, que las adaptaba según las circuns- tancias, respondiendo á propósitos ulteriores. Pero estos tra- bajos subterráneos no eran sino simples ramales del man tra- bajo de zapa que simultáneamente había extendido por todo. el territorio chileno, minando los cimientos del poder español á ti n di' preparar mía revolución que recibiese la invasión libertadora que meditaba. IS Carta supuesta de Castillo de Albo á Marcó del Pont, que de puño \ letra de San Martín se conserva en su archivo, vol. VIII, 3, M. S. En el Aren. Gral. de Guerra, leg. de 1816, se encuentra mi of. de San Martín al Gobierno de 9 de mar/o en <| tice : « Reservadiriifío . " — Kl adjunto papel es contestación del europeo español j alcalde de i primer voto don Nicolás Chopitea, al expreso que le despaché de l n amante del rej ». — No quise mandarle ninguna credencial tirina , i porque ti" notasen uniformidad con el otro remitido al mismo M ■ poi separado; pero sé por un peón que lia llegado esta mañana, que el conductor >-• estaba paseando 'm Santiago, prueba nada equívoca i de que se le lia dado crédito. » S. M. — Compárese con I" que • ->. I IS sig. : — 2." Barros Arana, ■ Hisl. de la Indep. de Chile, • L. III, p- : — :t." Espejo Paso de \><- Andes, pdg. 38" ) sig. Abunda- mos en la exhibición de pruebas, por cuanto lodos estos incidentes, pare- cerían mus bien aventuras de novela ó enredos de •Irania que hechos históricos. 31 ■>*> AGENTES SECRETOS EN CHILE. - CAPÍTULO X IV El servicio de emisarios secretos llegó á asumir las vastas proporciones de una conjuración, cuyo secreto era guardado por todos. Los emisarios patriotas recorrían el territorio y predisponían los ánimos contra los realistas, anunciando que un poderoso ejército se formaba al oriente de los Andes para libertar pronto á Chile; recogían datos sobre las fuerzas rea- listas, sus posiciones, sus movimientos, y hasta sobre los uni- formes y divisas de sus cuerpos para el caso de una batalla, con arreglo á instrucciones que respondían á un preconcebido plan ofensivo. Todo el país, moralmente insurreccionado. esperaba ver de un momento á otro á sus libertadores tras- montar La cordillera, pronto á unírsele con armas y caballos. El nombre de San Martín era popularen todo Chile, y bastaba sólo presentar su firma ó pronunciar su nombre para que los agentes obtuviesen todos los auxilios que necesitaban (16). El servicio estaba metódicamente organizado : tenía su estado mayor en la capital, donde había sobornado á un escribiente de la secretaría del mismo Marcó, y cada agente tenía su distrito señalado, entendiéndose todos directamente con San 16 Todo esto consta de los does. del Arch. Gral., Leg. o Guerra I8iü, » y pap. del Aivli. San Martín, vol. VIII. M. S. S. — En una oca- sión, uno de los emisarios secretos don Juan Pablo Ramírez), escribía a San Martín : « Los partidos de San I ernando j Curicó están prontos á reunirse á las tropas que invadan. Mandé á la capital á buscar mil pe- sos con su tirina la de San Martín , y al momento fué repuesta la li- >» branza, ofreciéndome mayor cantidad, prueba bastanti de] concepto que se forma de V. S. en este reyno. El plan de defensa que tienen los realistas . no se divisa ser otro que ajustar todo la fuerza al boque- Le de los Andes j de allí en retirada sobre la cuesta de Chacabucoy la capital. La fuerza de línea asciende á 3.406 hombres». Comunicación de Ramírez firmada Antonio Astete . adjunta á of. de san Martin de :«> de noviembre de 1815. Doc. del Arch. (iiaL.le-. ,it. M. S. AGENTES SECRETOS EN CHILE. CAPITULO X. Martín. A toda hora del día y de la noche, los chasques encon- traban caballos prontos en las postas establecidas, Loa que te- nían su palabra de orden, sus itinerarios, \ sus escondites y [»unt«>> de reunión de antemano determinados, sigilándose recíprocamente. Esta insurrección latente, llegó también á tener mis mártires y hasta su ejército irregular de opera- ciones 17 . Los principales emisarios, además de los va nombrados que desempeñaban el papel de verdaderos agentes de revolu- ción \ respondían con sn> informes á la elaboración del plan i Ir campaña de San Martín, auxiliados por los espú i subalter- nos, eran patriotas chilenos probados y animosos, que coope- raban concientemente á la idea de la reconquista di- su país, añliando numerosos voluntarios fon quienes mantenían acti- vas correspondencias en todas las provincias. Uno de lo- ma- inteligentes, era don Juan Pablo Ramírez, que residía en Santiago, el cual llegó hasta penetrar el plan de defensa t\<- lo realistas, señalando de antemano la cuesta dr Chacabuco, coino punto estratégico (18). Don Antonio Merino era otro 1T Complicándose el servicio, fué necesario también asignarle ban- queros por medio de giros que se cubrían sigilosamente, según consta de of. de San Martín de 9 de marzo \ contestación del gobierno de 2de abril de 1816 en que ■•! primero dice : « Las letras sobre <'.hi!<' es i" ii para sujetos de un patriotismo tal que no comprometan a núes tros amigos, si para algo debe haber prodigalidad, e9 para espías, d< I', contrario estamos expuestos ú que sean dobles, como me ha sucedí do ''ni un tal Francisco Silva qi n la actualidad I" tengo encau- sado , que un- lo ganó <>>(1|i(, u, En esta fecha todo •■l dinero gastado en este servicio por la tesorería de Cuyo, no pasaba 'I'- t,912 0 2 reales, ii cuenta de San Martín, firmada por <-l tesorero. (Docs, delArch. Oral., leg. « Guerra : 1816. M. S - |s Otro de I"- corresponsales de San Martín en Santiago, era <-\ l>i Felipe Santiago del Solar, según teslimonio de su liijo, \ . Pérez Rosales. quien en sus Recuerdos del pasado, •■ p. 26, cuenta, que siendo i vio entrar á su casa ¡í un andrajoso vendedor de gallinas, que entró en conversación secreta on su padre, y que años despui i de I > de su madre la solución del enigma, mostrándole a en su libro de auto ifos un pequeño cuadril 1 1 de papel que, arrollado, podía desenipe- 484 A '.ENTES SECRETOS EN CHILE. — CAPITULO X. hombre activo y resuelto, con extensas relaciones en todo el país. El principal de todos, era un joven abogado, que había sido secretario de Carrera, y que San Martín con su penetra- ción de los hombres se atrajo. Llamábase Manuel Rodríguez, joven de alma fogosa, valiente, enérgico, fecundo en recursos, v dotado de las cualidades de un caudillo popular. Recorrió las provincias centrales y las ciudades como mensajero de revuelta, comprometió en ella á los principales hacendados, organizó partidas de guerrilleros, atravesó varias veces los Andes, v á riesgo de su vida se mantuvo por más de un año en el país, burlando las activas persecuciones de Marcó, que lo sentía por todas partes, sin que nadie traicionase su presen- cia, no obstante ser conocido por casi todo el pueblo. Este fué el jefe intento de defenderse en Cbacabuco). Al efecto, tomó informes de los emigrados chi- lenos residentes en Mendoza, y uno de ellos se ofreció á ser portador de las cofhunicaciones dirigidas á varioj patriólas de aquel distrito, bien conceptuados en él. Llamábase Manuel .Navarro, quien se abocó con el vecino de l'ntaendo José Salinas, el maestro de escinda de Quillota, y Juan José Tras- laviña de San Felipe, los tres, hombres capaces de lomar las armas y morir por su causa, como lo probaron. La creden- cial que presentó el comisionado fué una carta autógrafa de San Martín, en que decía: « El dador de estas enterará á Vv. de mis deseos en la Viña del Señor. Espero, y Vv. « no lo duden, que recogeremos el fruto ; pero para esto se a hace necesario tener buenos peones para la vendimia. No Aniceto García En Santiago \. Vivar Quinto Ramón Picarle Vicente Rojas luán Pablo Ramírez Antonio Astete Pedro Segovia En Concepción Hombres de agentes que fiyuran sin pseudónimos : Miguel l reta, Pedro Alcántara de l'rriola, l> i i > ^ < > Pérez, Francisco Perales, Isidro Cru • I rancisco Vidala, Antonio Rafael Velazco, José 5. Aldunale, V Grana. Pseudónimos cuyos nombresno se mencionan : Pedro Astete, José is tete, Alfajor, Kiper parece ser otro pseudónimo de Rodríguez , Lázaro Olguín . Todos estos nombres ó pseudónimos constan de las comunicaciones nales, recibos, oficios j listas d»; San Martín j otros papeles que se encuentran en el Arch. Gral. Legs. i Guerra 1815 j 1818 Irch. San M ni, l. VIII, M. ss ¿86 EJECUCIÓN DE TRASLAVIÑA. - CAPÍTULO X. reparen en gastos para tal cosecha » (20). Los nuevos Ira- bajadores no trepidaron un instante en ponerse á la obra. Asociáronse al efecto con un vecino de su temple, llamado llamón Aréstegui, y un joven \ entura Lagunas, de diecisiete años, y dieron principio á sus trabajos contrayendo relaciones ron un sargento de la guarnición de San Felipe, con el objeto de seducir algunos soldados que los ayudasen y proporcio- narse armas de que carecían. Descubiertos desgraciadamente en sus manejos, Aréstegui fugó, pero Traslaviña, Hernández y Salinas fueron aprisionados, precipitadamente juzgados, sentenciados á muerte, y suspendidos en la horca (5 de di- ciembre de 1816). para escarmiento de rebeldes. ,A1 joven Lagunas por sus pocos años le fué conmutada la pena en diez años de presidio, después de presenciar el suplicio de sus compañeros. Esta ejecución no intimidó á los patriólas. En la misma noche uno de los agentes secretos ponía en el buzón del co- rreo varios paquetes de proclamas de San Martín, que ya cir- culaban por todo el país, y que eran dirigidas á los allegados de Marcó. En ellas anunciaba el general de los Andes, que el ejército de su mando estaba en disposición de abrir la campaña para dar libertad á Chile, y pedía su concurso á los hombres de buena voluntad que gemían bajo el despotismo. Miiv('). lleno de pavores al sentir la fermentación que se pro- pagaba por todos los ámbitos del territorio, sin atinar con los medios de sofocarla, cometió la torpeza de publicar esas pro- clamas, que alentando las esperanzas de los oprimidos, dieron 20 Carta de San Martín á Salinas y Traslaviña de 17 de octubre de 1816, que por un singular equívoco, que acusa La preocupación del que l.i escribió, está datada en Santiago, hallándose él en Mendoza, próximo a invadir ú Chile. Véase : « Gacela del Gob. de Chile » de 10 de diciem- bre de. 1816; Amunategui : « Recónq. de Chile », p. 145 y Barros Ara- a: « Hist. de la Indep. », t. III, p. 35o y sig. EJECUCIÓN Í)E TRASL \ VIÑA. - CAPÍTULO X nuevos bríos á la insurrección que ya había estallado parcial- mente. El presidente de Chile, cruel como todos los tímidos con poder, babía colmado el sufrimiento de los chilenos con su tiranía, y no contaba para sostenerla ni con la opinión del pueblo n¡ con la confianza de sus propios subordinados, que lo reconocían incapaz para defenderé! reino. Lo- bandos por él expedidos, forman el código más bárbaro que haya regido á una sociedad civilizada. Las ciudades eran cárceles, \ la- casas eran calabozos: nadie podía moverse de ellas. La- me- nores contravenciones, tenían pena de azotes, \ los jefes de partidas sueltas estallan autorizados hasta para Fusilar á los trasgresores sin más trámite que la formación de un sumario y dar cuenta. Era crimen reunirse dos personas ó embozarse en l,i manta ó capa. Un « Tribunal de vigilancia y seguri- dad, •' con facultades extraordinarias y formas inquisitoriales, funcionaba en permanencia, acogiendo en secreto todas las delaciones que se le dirigían, y verbalmente pronunciaba bus sentencias, con la sola limitación de consultar al presidente la- ponas de expatriación, perdimento de miembros ó muerte. El cciio de Santa Lucía había -ido , >n\ ertido en una lía-lilla, con do- castillos artillado-, que hizo levantar con id dinero y las man..- de lo- mismos oprimidos, declarando públicamente que era para enfrenarlos (21 . El ejecutor de toda- estas ini- quidades era un fraile apóstata, llamado San Bruno, señalado por sn valor en el sitio de Zaragoza, que había sido el perpe- trador de la- matanzas en la- prisiones durante el gobierno de Osorio, v que poseído de un odio feroz contra los ameri- canos, llevaba sus persecuciones hasta el Fanatismo, con las •Jl Vi están concluidos dos castillos que dominan lodos I"- ángulos .1.- la ciudad, \ pronto será Santa Lucia una fortaleza respetable .. los enemigos exteriores, \ una bridad los de casa Gaz. del Gob.de Chile iiúui . 84 . .!■ ¿' de seliembí e de (816 TIRANÍA DE MARCÓ. — CAPITULO X. formas más degradantes. Para colmo de humillación, los na- tivos, reducidosá la condición de esclavos conquistados, oran obligados á asistir de gala y á caballo en las procesiones triunfales de los españoles, pero sin espada ó con las pistole- ras vacías, bajo pena de multa y destierro. La vida se había hecho insoportable á los chilenos, y la miseria, resultado del bárbaro sistema linanciero, de exacciones fiscales y pillaje de l,i soldadesca sin treno, colmaba la desesperación. Cualquiera que viniese sería el salvador. Así, Marcó, con su política torpe, exagerando el sistema de persecuciones de Osorio, llegó á hacerse más odioso y más despreciable que él, y contribuyó á despertar el patriotismo adormecido, por los mismos exce- sos con que pretendía matarlo. El levanlamiento parcial había mientras tanto estallado en las provincias centrales. Rodríguez, hombre de más corazón que cabeza, lo anticipó, y en su patriotismo exaltado, había asociado á su empresa á un famoso salteador de caminos llamado Neyra, que no podía sino deshonrarla, con poco pro- vecho para ella. Con estos elementos heterogéneos, organizó tres fuertes partidas, que levantaron el estandarte de la insu- rrección entre el Maipo y el .Maule, apoderándose de pobla- ciones importantes como Melipilla, San Fernando y Curicó, y adelantaron Las correrías hasta inmediaciones de la capital. El capitán general, vióse obligado á distraer una parte res- petable de sus tropas para perseguirlo; pero las guerrilla- se le escapaban entre las manos, y no obstante las bárbaras ejecuciones de que eran víctimas los campesinos, ningún hombre del pueblo traicionaba el secreto de los insurrectos, <'' los que proporcionaban albergue y todo género de auxi- lios. ESTRATAGEMAS DE SAN MARTÍN. — CAPÍTULO I San Martín, que sabia aprovecharse basta de los contra tiempos para hacerlos servir á sus planes según la-* circuns- tancias, escribió á Rodríguez cartas duplicadas, con el objeto do que unas cayeran en poder del enemigo \ las otras fueran directamente á llevar su desaprobación al caudillo de La insu- rrección chilena. Al despacharlo, reservó su verdadero plan, v le había persuadido de que su itinerario de invasión sería hacia el sud de Santiago, precisamente en las provincias en que el atrevido guerrillero operaba. Las carias estaban concebi ilas en el sentido do engañar á sn enemigo á La vez «pie á los emisarios, llamando la atención de uno y otros b tcia el sud \ distraerla del verdadero objetivo. En la primera decíale (2 de octubre de 1816), que inmediatamente de recibirla le reuniese mil caballos arreglados en tropillas en las inmedia- ciones de Quechereguas, é hiciese una gran recogida de ga- nados para mediados de diciembre, y los tuviese metidos en las quebradas de la cordillera, previniendo á los amigos de San Fernando, Talca y Chillan, á fin de que se le reunieran luego que él invadiese por esa parle en la lecha indicada, 5 señalaba Concepción como objetivo militar. En la segunda, (16 (le diciembre de 1816), le «h'cí;; \ <• Son Vv. los chilenos •• unos hombres que no sé á «pié clase corresponden : el carácter de Vv. es el más incomprensible «pie he conocido. Todo lo quieren saber y nada alcanzan. Porra que ya me 0 tienen aburrido! ¿A qué diablos y con qué objeto, han -> empezado Vv. á poner «d sud en movimiento ? No les ten-" „ dicho repetidas veces «pie se mantengan en la concha hasta mi arribo ;.á qué empezar á despertar al hombre, j c.-ii qué objeto? V" no encuentro otro objeto que trastor nar todo. Se han creído Vv. «pie Neyra, que no puede hacer sino desopinar La causa y retraer á I"-- hombres de influencia), había de conquistará Chile? Ningún hombre sensato deseará estar bajo La férula de un salteador. Sí, mi amigo, -i V. \ los demás ii" hubiesen promovido -eme 190 ESTRATAGEMAS DE SAN MARTÍN. - CAPÍTULO X. ¡ante disparate, el hombro no hubiera enviado fuerzas al sud. ¿Cómo se reúne ahora la caballada de que tanto ■ necesitamos en el sud? Vaya que son Vv, dignos de que .Marcó les ponga el pie en el pescuezo eternamente. En fin, vamos, si es posible, á remediar lo hecho. Dígame qué > fuerzas han salido para el sud, qué puntos ocupan, que fortificaciones han hecho, qué caminos cubren, y silos han -> cortado: esto debe venir muy especificado. » Terminaba: « Hasta la llegada del Mesías, cada uno debe meterse en su tinaja: este es único medio de tranquilizar al hombre y « que deje el campo libre. Siga la guerra de zapa; ésta, y -i no los disparates que Vv. han hecho, nos tienen de sal- var » (22). Los duplicados de estas cartas cayeron en manos de Mineo, á quien indirectamente iban dirigidas, y éste, no -dudó desde aquel momento que la invasión se dirigiría al sud : así, en vez de recoger las fuerzas que tenía sobre las guerrillas escurridizas de Rodríguez, las reforzó, debilitándose en su reserva y descuidó el norte. El objeto de San Martín estaba llenado. La guerra de zapa en Chile le aseguraba la victoria en el campo de batalla. 22 Los borradores de estas dos curiosas carias, con la anolacióu de San Martín de cartas supuestas », existen cu su Ardí., vol. VIII. núm. '.\, de mi puño j letra. La primera de ellas empieza con estas palabras, que se refieren al carácter de su corresponsal, que Labia penetrado : Veo que su carácter tiene algo de fosfórico. ¿Qué s se ha aecho \. que me ha tenido todo el invierno sin sus noticias ? Yo creía que las nieves de los Andes serían derretidas por una imaginación de fuego j ct I se hubiera abierto un paso para hacerme sus comunicaciones.) \l . SS. Por este mismo tiempo (16 enero 1816), escribía en carta confi- dencial : < La guerra de zapa, es decir, la guerra de seducción debe em- plearse antes de tocar los extremos de una batalla, y en el caso forzo- so de ésta, proporcionarse el terreno. » Aoli. de San Martín : «Car- ia- . vol. XI. II, M. S. I. \ GUERRA DE ZAPA. I \ PÍTÜLO \ ioi VI A la vez que asi se preparaba el terreno para la reconquista de Chile, promoviendo su insurrección latente, el mar Puri- fico era teatro de extraordinarias operaciones navales que se ligan indirectamente con la guerra de zapa de San Martín, v que se relacionan ron esta historia, por cuanto Fueron prc cursoras de las que mástardeyen más vasta escala se desen- volvieron en -iis aguas, con arreglo á I"- plaj es qi n aquellos momentos se elaboraban misteriosamente «mi Mendoza. Al finalizar el año de 1815, <■! Gobierno, que participaba hasta cierto punto de las ideas de San Martin, pero simple- mente en el sentido de promover una insurrección en Chile y apovarla según las circunstancias, en \ ista tuertes destacamentos al sud de los Andes. Los tropas aguerridas del Río de la Plata se preparan á abrir la cam- » paña. El pabellón nacional tremola en vuestros mares y • la malina del Estado hará sentir á los tiranos él poder de a la libertad. Si á la vista de estos esfuerzos os mostraseis poco sensibles, seréis justamente execrados por las gene- raciones venideras; pero si trabajáis de acuerdo en salvar » vuestra patria, la opresión actual del reino de Chile será considerada como un golpe de las vicisitudes déla guerra. ^ el triunfo de la independencia hará opulento y feliz vues- 0 tro Mielo » (23). San Martín para distraer la atención de Marcó de Mendoza durante el verano diciembre 1815 y enero 1816), mientras él se reforzaba, hizo llegar á su noticia que una poderosa escuadra argentina con numerosas fuerzas iba á doblar el Cabo de Hornos en dirección á bi> costas de Chile. Al mismo tiempo, unos campesinos despachados por el. cruzaban loa Andes por Putaendo V declaraban según sus instrucciones. que un ejército de cuatro á siete mil hombres se preparaba en Mendoza para invadir el oeste de la cordillera en el vera no. El capitán general de Chile, lleno de temores á la idea de Esta proclama, .i pesar de ser impresa en la imprenta de Niños Expósitos, no se lia publicado hasta ahora, ni f conocida por I"- his toriadores. Se insert¡i en '•! Apéndice núm. 6 < "ii los documentos de su referencia . W. SS. jy4 EL CRUCERO DE BROW'N. - CAPITULO X. ser atacado por mar y por tierra, dictó las más desatinadas medidas en consecuencia, diseminando sus fuerzas y pidió auxilio- nasales al virrey del Perú, con lo que dio desde entonces la medida de su ineptitud militar. Pero la flotilla independiente ao debía locar en las costas que se le señala- ban como principa] objetivo. Al doblar el cabo de Hornos, el Hércules, sorprendido por una tempestad frente á la isla Madre de Dios, tuvo que refu- giarse en el estrecho de Magallanes, donde fué arrojado sobre las rocas, salvando del naufragio con rumbo abierto. El Tri- nidad, que había sufrido mayores averías, siguió el misino rumbo, v ambos un lanío reparados, llegaron á la árida isla de Mocha en el mar del sud, famosa en los anales de la na- vegación, donde se le reunió el Halcón. YA queche Uribe había naufragado con toda sn tripulación á la altura del .alio, pereciendo sn armador y comandante. Los dos jefes del crucero se dirigieron por distintos caminos con rumbo al Callao, v allí volvieron á reunirse, estableciendo el bloqueo del primer puerto militar de los españoles en el Pacífico. En esta ocasión apresaron y tornaron al abordaje dos fragatas con valiosos cargamentos, una de las cuales, La Consecuen- cia, procedente de la Península, llevaba á sn bordo al gober- nador de Guayaquil, el brigadier Juan Manuel Mendiburo, nominado por el rey (24). La escuadrilla independiente, re- forzada con La Consecuencia armada inmediatamente en guerra, penetró resueltamente á la bahía (21 enero 181b con grandes banderas argentinas, que afirmaron con una salva, obligando á todos los buques españole- á refugiarse -í Este buque ea el mismo q ;on el nombre de La Argentina, eje- cutó bajo las órdenes de Buchardo al crucero que lo ba hecho famoso, dando la vuelta al mundo <"ii la bandera argentina, y hemos narrado extensamente en uno de nuestros o Episodios de la Revolución », titula- do El Crucero de la Argentina », publicado en el t. IV de la Rev. de Buenos A.in EL CRUCERO DE BROM N. - CA PÍT1 LO \ bajo los fuegos de los castillos, uno de los cuales echó á pique de un cañonazo; pero en tan desigual combate, hubo de desistir de La empresa de apoderarse de ellos. En la coche del 22 el intrépido comodoro atacó* nuevamente con cinco holcs armados la flotilla de cañoneras de los realistas bajo los fuegos de las haterías de tierra, y abordó" una lancha en- cadenada á un buque de mayor porte guarnecido con infan tería, que se defendió valientemente, siendo al fin rechazado. Aunque e-las dos temerarias tentativas uo tuvieron éxito, llenaron de asombro al enemigo, causándole algunas pérdi- das, y Brown sufrió por su parte la de treinta hombres entre muertos y heridos. Los corsarios mantuvieron por tres -emanas el bloqueo del dalla.», haciendo patente la impotencia naval de la España en aquellos mares, y á mediados de febrero se presentaron ante Guayaquil, el primer astillero del Pacífico. Defendía la entrada del puerto en la boca de su ría, una fortaleza deno- minada la " Punta de Piedras », con doce pie/as de á 18 \ 24, la que fué cañoneada desde La mar. mientras la guarni- ción de argentinos del Halcón, bajo el mando de Freyre, efectuaba un desembarco 5 la loma ha por asalto á la bayoneta ; en cuya ocasión, el cabo del primer tercio de Patricios natu- ral de Buenos Aires, Juan Lafaye, fué el primero que escaló la muralla \ se apoderó de la bandera que dotaba en I" alto de ella 2") . En seguida, el comodoro penetró resueltamente á la ría con el Trinidad, donde izó su gallardete, acompa- ñado de una goleta apresada que guar -ió con gente de des- embarco, \ apagó los fuegos de la primera batería de la ciu- dad, artillada con i- cañones de bronce, de los que se apo deró la tropa (le la goleta. No satisfecho <-«>n esto, -iunió ría 25 I.11 nuestro episodio I I Crucero de la Argentina . hemoa citado los documentos que comprueban este heeho, j se apuntan más ade lante. 496 EL CRUCERO DE BROWN. — CAPITULO X. adentro, hasta enfrentar el castillo de « San Carlos », que defendía la aduana con i piezas dea 2 i. empeñando un nuevo combate á medio tiro de fusil. Desgraciadamente, una recia ráfaga del norte que coincidió con la bajante de la marea, arrebató al Trinidad, que fué á varar cerca de la playa, con su puente cubierto de muertos y heridos. Abordado por una columna de infantería hubo de arriar su bandera para salvar las vidas de sus últimos tripulantes. El comodoro, que se había echado al agua, para ganar á nado la goleta, viendo que la matanza de los rendidos continuaba, subió desnudo por babor, mientras los españoles abordaban por estribor, tomó una espada en una mano y una mecha encendida en la otra, y descendiendo á la santa-bárbara, amenazó hacer volar á todos si no se respetaban las leyes de la guerra. Esta acti- tud heroica impuso á los vencedores, y Brown , desnudo como estaba, como un Neptuno, envuelto por la bandera ar- gentina, la bandera de su bergantín, fué conducido á tierra prisionero, después de dar á él y sus compañeros fodas las garantías que exigió. .Malogrado el ataque de Brown. el capitán Buchardo con el rolo de los buques del crucero, intentó apoderarse de una balería, situada 800 metros abajo del fuerte de «San Carlos », con el objeto de rescatar al comodoro y los prisioneros del Trinidad, pero hubo de desistir de su intento por la resis- tencia que encontró. Empero, el pavor que habían producido estos sucesivos ataques en la población era tal, que el gober- nador de la plaza propuso un canje de prisioneros. lo que fué aceptado, entregándose recíprocamente los del Trini- dad y de La Consecuencia, incluso el comodoro Brown y el gobernador de Guayaquil Mendiburo. La escuadrilla expedi- cionaria compuesta del Hércules, el Halcón y La Conse- cuencia á la que se había agregado la goleta apresada, dio la vuelta ría afuera con el propósito de continuar su campaña ; pero una vez en alta mar. estalló la enemistad latente entre BL CRI CERO DE BROWN. - C M'ITI LO \. Brown \ Buchardo. Eslos dos héroes aventureros, que no obstante juzgar el uno al otro dignos de ser ahorcados en una verga, je admiraban como guerreros, ¡e apoyaban en el peligro y se auxiliaban en los contrastes, convinieron por lin en separarse de común acuerdo, repartiéndose el botín del corso, que era el motivo de la división. Así se efectuó*, lo lamió .Mi suerte á Brown el Halcón \ á Buchardo La Conse- cuencia, con la que regresó éste último á Únenos Aires. El comodoro por su parle continuó el crucero, \ ;e dirigid al puerto de Buenaventura en la cusía de Nueva Granada, á donde llegó en circunstancias que su capital, la • iudad del jefe que la mandase, y no de corsarios, cuyo objeto es - sólo apresar buques, como lo probaba el hecho de no haber » aparecido los de la expedición en las co^la> de Chile »> (28). Empero, si este crucero se hubiese emprendido simultánea- mente con una expedición terrestre, habría producido otros resultados, supliendo la falta de una escuadra de guerra como complemento necesario del plan; pero anticipada y desligada como fué, no dio, aparte de sus ventajas indirectas apunta- das, sino un laurel estéril y el desperdicio de fuerzas que pu- dieron en su oportunidad utilizarse mejor. -'7 <»i¡. del Gob. ú Sun Martín de 9 de octubre de 181o. M. S. del Aren. Gral. V. apéndice núm. <¡. 28) Of. de San Martín ;il Gob. de 29 de febrero de 1810. Uur.dc Ají h. Gral. M. S. — V. el Apéndice núm. 0, letra B. CAPI1TLO XI LA 1 1 »l : V DEL PASO DE LOS MIDES ano 1815-1816 Filiación histórica tlel plan tle la reconquista de Chile j fle sus consecuencias. — Antecedentes sobre el particular. — Plan de Carrero para rescatar á ('.hile — Notable informe de San Martín en 1813 sobre la reconquista «Ir Chile. — Plan de invasión de O'Higgins. — Desconfianzas «le San Martin. Renuncia el mando militar. - Se conviene en general en la idea de la re conquista de Chile. — San .Martin pide instrucciones políticas y militares para el caso eventual de apoderarse de Chile. - Plan político \ militar acordado en consecuencia. — Derrota de Sipe-Sipe. — Los cabildos de Cuyo representan sobre la conveniencia y necesidad de la reconquista de Chile.— \ ¡gativa del Gobierno — San Martin provoca al enemigo á invadir á Cuyo para reconquistar á Chile. — Plan inconsistente del Gobierno para inva dir parcialmente a. Chile. — San Martín desenvuelve su plan de una inva- sión general. — El Gobierno coincide en ideas con él. — Sorpresa de Hun calilo. -- Balcarce sucede en el Directorio á Álvarez. — El nuevo Gobierno favorece el plan de San .Martín. — Refuerzos á Cuyo y pedidos de San Mar- tin.— Se reorganiza la Logia de Lautaro que concurre al plan de San Martin. Correspondencia confidencial de San Martin con Guido j Godo) Cruz sobre la idea del paso de los Andes. — San Martin rehusa el ma del ejército del Perú. - Ideas militares de San Martin en esta época. - La id impone la ¡dea de San Martín. — Memoria de don Tomás Guido sobre la reconquista de Chile \ noticias sobre su autor. — Valor histórico de este documento. — San Martín formula su plan militar ofensivo-defensivo de invasión. — El gobierno I" aprueba. I Simultáneamente con los trabajos subterrái - relatados en el capítulo anterior, seguía San Martín otros igualmente misteriosos, que se relacionaban con su guerra de zapa, pero que tenían por objetivo l;i verdadera guerra á que mé 500 FILIACIÓN DEL PASO DE Los ANDES. — CAP. XI. menos directamente concurrían aquéllos. Nos referimos á la concepción del plan de reconquista de Chile como itinerario militar de la revolución argentina americanizada, cuya li lia- ción histórica v desarrollo general puede comprobarse con documentos auténticos así oficiales como confidenciales, que nos dan el génesis de la idea. Es nn hecho establecido con pruebas irrecusables, <|iie desde 1814. San Martín había comprendido que los Andes y el Pacífico eran el camino de la guerra argentina y de la re- volución americana, y que esta idea, que en él era una visión clara y una convicción profunda, lo llevó á Cuyo con el pro- pósito preconcebido de formar allí un ejército para sosteneí ó rescatar á Chile, ¡i fin de dominar el mar del sud y libertar el Bajo Perú véase cap. VI § VIH). Después de la caída de la revolución chilena, los emigrados de ultra-cordillera refu- giados en Mendoza, abrigaban el natural anhelo de libertar su patria de la esclavitud, y sus principales caudillos busca- ban los medios para realizar esta empresa, pero vagamente, sin plan fijo, sin horizonte dilatado, y con objetivos pura- mente chilenos. San Martín tenía una idea clara y conciente. tenía un plan producto de la observación; pero lo guardaba como un secreto en su cabeza, comprendiendo que iba contra la corriente general de los sucesos y de la opinión militar, y que no sería aceptado por el gobierno mientras estuviese empeñado en la campaña del Alto Perú, que tan desastrosa- mente terminó en Sipe-Sipe. Sin embargo, á veces lo dejaha escapar. Así, al depositar en las arcas públicas de .Mendoza los valores fiscales traído- por Carrera de Chile (octubre de 181 i-), declaraba oficialmente, que era con el objeto de hacerlos servir más tarde en beneficios de ese país. Poco des- pués, consultado por las autoridades chilenas que habían quedado en el Huasco sin plegarse á los realistas (noviembre de 181 i. contestóles: « Las tropas existen en esta provincia, ■ para Iratar, con los auxilios que han salido de la capital FILIACIÓN DEL PASO DE LOü tNDES. CAP. X I o de Buenos Aires, de la reconquista de esa preciosa parto de la América, con los emigrados chilenos \ respetable guarnición de ese pueblo. Ahora, conviene, que hasta n tanto se les dé el competente aviso, no hagan n i ; i •- guerra a que la defensiva. Pero si llegase el caso que no puedan contener al enemigo, será su primer objeto el I ar \ asegurar algunos de los boquetes deesa parte de los An i) des. fortificándose en él, y retirando á este lado armas, • municiones, dinero y cuanto pueda sor úiil á la recon- •' quista ya expresada » (l). Respondiendo siempre á su plan, organizó la provincia de (luyo como queda relatado, en el sentido de prepararla para sostener un ejército, que em- pezó á formar desde entonces, y simultáneamente fomentó la guerra que él llamaba de /apa en el mismo Chile, á fin de promoverla insurrección que debía precederá la invasión. Después de la caída de Alvear, sintiéndose apoyado por el nuevo Gobierno, abrióse con el Director Alvaro/. Thomás : pero el estado anárquico en que el país se encontraba, no permitió atender su proyecto, sin embargo de que fué bien acogido, y aun llegó á formularse un plan de campaña 2. t Of. de San Martín al Gobierno del Huasco, 7 de noviembre de 1814. (Arcb. San Martín, vol. XII. M. S. original. 2 Todo eslo consta de la correspondencia confidencial del Directoi ílvarez con San Martin en 1815, asi como de la oficia] del mismo año de que liaremos uso más adelante. He aquí un extracto de esa corres- pondencia : (i Junio 24. Parece que la expedición española ha tomado • otro rumbo. Si eslo se verificase hallaremos las más bellas circunstan cías para dirigir nuestras tropas ;í Clule ». Julio 24. La anarquía en que por desgracia nos hallamos sumergidos, paraliza nuestras mi ras sobre Chile. Los refuerzos que a V. se remitan le servirán para •■ mantenerse á la defensiva, ya que no puede hacerse otra cosa Spplirmhrt' I." : Parece se^ím las noticias que V. rae comunica, que los chilenos empiezan á moverse. Bella es la oportunidad para una entrada formal en aquel reino, mas las circunstancias I" impiden ab solulHinente; poro si la insurrección lomase cuerpo, podría deslai un. i fuerza bien mandada para que los ayudase j distrajese al enemi \i. h. San Martín, vol. III. níim. '•. M . SS. .112 PLAN DE CARRERA. - CAPITULO XI. Don José Miguel Carrera, que soñaba siempre con la idea de recuperar el poder perdido, á la vez que de libertar á su patria, presentó por este tiempo al Director Álvarez un me- morial sobre la reconquista de Chile, que más que un plan militar era el bosquejo de una aventura descabellada. Par- tiendo de la base mural de que el pueblo chileno estaba exasperado por el odio á sus opresores, y que era fácil intro- ducir el espíritu de oposición en el país, solicitaba protección para armar 500 soldados chilenos, y un auxilio de 1000 fusi- les, á lin de apoderarse de Coquimbo durante el invierno, y levantar allí un ejército, contando con que la mayor parte de las fuerzas de Osorio se pasarían á sus banderas. Some- tida esta idea á San Martín (3), manifestó que estaba habili- tado para responder con perfecto conocimiento. « Apenas » encargado del mando de la provincia de Cuyo », dice, « cuando sucedió la pérdida de Chile, y desde entonces una de mis continuas meditaciones ha sido este país ». Des- pués de analizar el plan inconsistente de Carrera, demostrar que era irrealizable, y que aun realizado, tal esfuerzo par- cial no daría por resultado sino gastos inútiles que « debían " emplearse en la expedición efectiva que se hiciera para la » total reconquista de Chile », concluía formulando categ-ó- ricamente y en términos concretos, el problema militar de la revolución argentina : « Chile », decía, « debe ser reconquis- ■ lado : limítrofe á nosotros, no debe vivir un enemigo •i dueño despótico de aquel país, envidiable por su situa- > ción. Es de necesidad esta Reconquista; pero para ello se necesitan .'{.500 ó 4,000 brazos fuertes y disciplinados. " único medio de cubrirnos de gloria v dar la libertad ;í :¡ La noia del Director Álvarez, ludiendo á San .Martín su informe, es <\<- fecha 1 1 de mayo de 1815, y está refrendada por don Tomás Gui- do, i l.i sazón encargado interinamente de la secretaría de la guerra. Véase Vicuña Mackenna : « Ostrac. de los Carrera », p. o03. PLAN DE O'HIGGINS. CAPÍ TI LO XI. 503 ■ aquel Estado »> i). La primera y la última palabra sobre l;i cuestión estaba pronunciada. En adelante, todos los planes girarían alrededor de esta fórmula matemática : renuncia á todo esfuerzo parcial, por ineficaz : — ■ expedición formal para la total reconquista de Chile, — v i, 000 veteranos para llevar la empresa á término glorioso. Casi simultáneamente con Carrera, ocupábase O'Higgins de exponer sus ¡deas sobre una invasión al territorio chileno, en una extensa y difusa memoria, la que, según >u mismo entusiasta biógrafo « constituye la prueba más evidente de ausencia de sentido práctico v escasez de dot< 3 milita- res » ■.*)'. A la inversa de la liviana improvisación de Carrera, es el fruto de las meditaciones teóricas de un hom- bre bastante ilustrado, pero sin el talento práctico de la apli- cación en el orden militar. Partiendo de la base uumérica de San Martín de que el ejército argentino se compusiera de •i, 000 hombres. — á que él agrega 2.000 más para la ejecu- ción de su plan, — (igura el teatro de la guerra como un vasto cuadrilongo, cuya capital es el centro y el objetivo, y divide sus fuer/as de manera de atacarlo por los cuatro cos- tados, hasta aislar v vencer al enemigo en el punto céntrico. Era el programa de una derrota segura; precisamente lodo lo contrario de lo que debía hacer-e \ meditaba San .Martín, que era hacer que el nemigo cometiese la misma falta de dispersarse por lodo- los ángulos del territorio, y atacarlo él con las mayores fuerzas reunidas en el punió estratégico que diese desde luego el dominio central. ¡ El memoria] de Carrera lleva la fecha de 8 de mareo de 1815, j bu sido publicado en el ■ Ostracismo de Carrera » por Vicuña Mackenna, l>. 502. En II «Ir mayo fin- pasado ¡í informe de San Martin, quien se expidió 'ii \<>- términos extractados en ••! texto, con fecha l.° de junio de 1815, según puede verse en Marros Arana : Hist. de la Indep. de Chile ... i. III, [). i 5 Vicuña Mackenna : Ostracismo de O'Higgins », p. 239, donde se ¡nseí la el documento en la p. b3C • sig. :;04 PLANES DE SAN MARTÍN. - CAPÍTULO XI, II Era San Martín do un carácter huraño y desconfiado, y sabedor de los malos juicios que de él hacían los políticos de inüujo. estaba predispuesto á considerar su persona como un obstáculo á la realización de sus planes. Poseído de esta pie- ocupación, propuso que se dividiese el mando político y mi- litar de Cuyo, y se encomendara éste « al jefe que se consi- » derase conveniente por el bien que debía retiñir á la cau- » sa. » prometiendo continuar en la intendencia de la provincia para dar una prueba de su amor á la patria 6). El Gobierno, comprendiendo la causa oculta que le movía á dar este paso, contestóle, que « sus servicios eran más que nunca » necesarios, y no dudaba que el deseo de gloria á que lo llamaban sus conocimientos y virtudes militares en la pró- xima primavera, lo haría desistir de su propósito, en el » concepto de que, unidos ,.) mando político y militar serán más activas las providencias que medite en defensa del país '< (7). Era señalarle á Chile como blanco de sus es- fuerzos, y él así debió entenderlo. En consecuencia, pidióque se le proveyese de un botiquín para un ejército de tres á cuatro mil hombres « si había de hacerse la campaña de Chile. » La respuesta fué, que « luego que se resolviese la ex- pedición se darían las providencias necesarias al efecto " 8. Halagado por el éxito de su guerra de zapa en Chile, que 6 Ofi. de San Martín do 21 de agosto de 1815. I»",-, del Arch. (ir.il.. leg. aProv. de Cuyo ¡ Guerra. 1815 . M. SS. 7 Decreto <1<' 2 de septiembre y ofi. del gobierno de 2 de septiembre ■ I- 1815. Doc. de] Arch. firal., leg. cit. M. SS. Véase el Apéndice ii ni n. 7). s "li. de S.in Martín de i de septiembre de 181o — Contestación del gobierno de septiembre 18 de 1815. - La relación adjunta ;il ofi. de San Martin lleva la fecha de 31 de agosto de 1815 y eslá firmada por - \\ MARTÍN l'll>K UN PLAN. CAPÍTULO \ I le prometía la base de un Levantamiento general, quiso tentar prudentemente el terreno, \ dando por motivo que loa exce v¡\ns calores que se experimentaban anticiparían Laépocaen que l;i cordillera quedara abierta, pidió que se le indicara un plan militar v se le diesen instrucciones políticas para el caso hipotético de que por un accidente impre^ isto Llegase á apo derarse de la capital de Chile, formulando estas preguntas : t< ¿Cuál debe ser la conducta por que debo guiarme? ¿cuál el -¡-tenia de gobierno une debe establecerse? ¿ha de ser éste >) de individuos de aquel territorio? en el supuesto de que o todo chileno está alistado en uno de los dos partidos en que •> se divide el pní>. que es el La res- puesta fué ambigua. A Lo primero: — que la fuerza de su mando había sido calculada tan sólo para La defensiva, a la espera de un resultado en id Alio Perú, pero que -i el pros- pecto de Chile le permitía introducir algunos destacamentos i'» emprender otra operación de más importancia, aprove (díase el momento favorable, dando cuenta antes de em- peñarse en tdla. si ¡as circunstancias lo permitían. A la segunda: — que si Las tropas argentinas de Cuyo Llegasen á ocupar á Chile, lijando su nuevo destino, debía preferirse el partido de lo- Larrain, ya que era preciso que uno de ellos prevaleciese, dejando á la discreción de lo- chilenos la forma dr gobierno, sin promover ni do lejos dependencia alguna de la- Provincias luid;!-: con la condición de que reconociesen el cirujano del ejército don Juan Isidoro Zapata. Veasi •! tpéndi< miiii . 7 . 506 PLANES DE SAN MARTÍN. — CAPÍTULO XI. ,il generalde los Andes como jefe del ejército reconquistador, v le prestasen auxilios de todo género en dinero, reclutas y provisiones áfin de pacificar el reino, autorizándolo final- mente á obrar según las circunstancias (9). Mientras estas mmunicaciones se cruzaban entre Buenos üres \ l<>> Andes, sucumbía en Sipe-Sipe el ejército argen- tino del Alto Perú 29 noviembre 1813). No quedaba ya á las armas de La revolución más camino abierto que el de Chile. que se imponía por la necesidad. Fué entonces cuando San Martín como un toque de clarín lanzó el famoso brindis (di- ciembre de 1813) en que anunció públicamente por la primera vez su resolución de atravesar los Andes para llegar á Lima por el camino de Chile. III Considerando San Martín que había llegado el momento de hacer aceptar sus planes, promovió que los cabildos de Cuyo enviasen un diputado cerca del Gobierno General di- ciembre de 1845), á fin de solicitar el más pronto envío de tropas para organizar el ejército que debía atravesar los Andes con destino á la reconquista de Chile. Fué nombrado '.» Dos niis. reservados (Ir San Martin de la misma fecha, setiemhre 26de 181b. Docs. del Ardí. Gral. en l<>> legs. de Guerra \ Gobierno del mismo año, escritos de puño y letra de San Martin. Contestaciones del Gobierno de 9 j -i'1 de octubre de 1815, de puño y letra de don Tomás (luido que era ;i la sazón oficial mayor del Ministerio de la Guerra, j á cuyo cargo estaba la correspondencia reservada con San Martin. La di- ferencia de fechas de estas dos respuestas se explica por la circunstan- cia, <{o<- se resolvió primeramente lo relativo al plan de campaña pedí- do <'ii 9 de octubre, y en cuanto á las instrucciones proveyóse o se con- testaría con la detención que correspondía ¡i un asunto de lanía gra- i vedad ». Itm-v del Arch. en legs. cits. M.sv . En el Arch. de San Martín, vbl. Sil, existe original la nota de 9 de octubre. M. S. Véase el Apéndice uúm. s . IDEAS MILITA I! ES DE I. \ I POI \ . CAP. XI. ¡il credo don Manuel Ignacio Molina, persona caracterizada de Mendoza, tan sagaz como inteligente, y uno de los amigos iná< decididos del general. Luego que hubo presentado los poderes que lo acreditaban, tuvo una entrevista con el Direc- tor, \ expuso por escrito, en términos un tanto pedantescos, pero llenos de conceptos, que t< la expedición á Chile debia » fijar la época de la existencia nacional, \ que ella sería la ■ ruina de los enemigos de la revolución americana, que msumaría su obra, llevando sus armas triunfales hasta o Lima, dominando el Pacífico ■> 10). El Director contestó al diputado de Cuyo, por a] órgano de don Tomás Guido, que á la sazón dirigía el Ministerio de la Guerra, que, aun cuando la ¡dea era plausible, « el gobierno, o que giraba sus combinaciones en presencia de la situación de la Europa, de las rentas nacionales v de los peligros del » Estado, había creído siempre que la expedición á Chile era por entonces inoportuna \ peligrosa : pero que sin embar- go, para formar su juicio, había convocado una junta de las autoridades más respetables en el orden civil, político \ i militar, y que lodos unánimemente habían declarado < | m<- > tal expedición no podía llevarse á cabo sin correrlos riesgos i de una absoluta disolución al menor constraste » II . Mo- lina insistió, poniendo el dilema de la situación : ó se hace la expedición á Chile, v la revolución se salva, ó no se hace, 5 entonces la revolución se pierde, porque en el primer caso, las ventajas que se obtengan ene! Alto Perú, serán concurrentes, y en el segundo, serían estériles porosa parte. Contestósele 10 Of. 'l diputado de Cuyo don Manuel Ignacio Molina al Directo! Bupremo de fechíi 16 de diciembre de 1815. Do< . del Arco, Gral., legs. Guerra : de 181o \ 1816. M. s , 11 El borrador original de este ollcio, existe en el Vrchivo general de letra de don Tomás Guido en el leg. cit. de 1815 1816, j lleva la fe cha de 19 de diciembre de Ihi.',. El original dirigido .il Cabildo de Cuyo existe en el Vrchivo de Mendoza. M. ss. lis ||>EA> MILITARES DE LA ÉPOCA. - CAP. XI. con lo resuelto (12). Comunicado el resultado á San Martín. acusó" recibo en términos concisos y secos, diciendo que que- daba impuesto (13). El cabildo de Mendoza replicó declinan- do dula responsabilidad, y protestó con palabras dignas: «Los o pueblos que componen la provincia se han sacrificado en u la persuasión de que en este verano el enemigo limítrofe » sería destruido. Si por un año más sufriesen la guarnición » que sostienen, no podrían responder de sí mismos. La mu- o nicipalidad que ve de cerca tan graves males si se pierde la »i oportunidad, salva su responsabilidad ante los pueblos, no o habiendo sido omisa en representarlos; pero sus vecinos » prometen hacer el último sacrificio, aun cuando deploren » sus consecuencias » (14). La misión de Molina no fué del todo infructuosa : merced á la persistencia del comisionado y á la influencia de Guido, obtúvose un auxilio mensual de eiiiro mil pesos para el sostén del ejército de Cuyo. San Martín se dio por el momento por satisfecho; pero como los contratiempos, así como las derrotas y victorias, eran ele- mentos que adaptaba según las circunstancias á su guerra de /.apa y ala prosecución de sus designios, combinando todo con sus planes estratégicos, preparóse á explotar el contraste de Sipe-Sipe ante amigos y enemigos. Al efecto, al comenzar el año de 1816 7 de enero esparció la voz de que en virtud de órdenes superiores marchaba con sus tropas á reforzar el de- rrotado ejército del norte, y públicamente hizo los preparati- vos de marcha. Esta noticia, y la de queCuyo quedaba; débil- 12) Ofi. de Molina de 27 de diciembre de 1815, decretado a] margen ■ n 29 del mismo. Doc. del Arch. Gral. leg. cit. M. S. 13 Ofi. de San Martín de 2 -181<¡ », rarpeta ■■ Cabildo de Mendo- za . M. S. Véase el Apéndice núm. s . CELA DA DE SAN MARTÍN CA PÍTULO XI. mente guarnecido, fué trasmitida á Marcó s rus allegados por medio de cuatro cartas supuestas firmadas por españoles con tinados en Mendoza ú lin de atraerlo á una invasión. Al dar cuenta de este plan, escribía al gobierno: ■ Si el enemigo se confía, y viene á buscarnos, en los campos de Mendoza con- » quistamos ;'i Chile VA lance está echado, \ es regular < 1 1 1 •* » dentro de | »• n- < > tiempo el enemigo se me venga encima. Es •i preciso esperarlo prevenido, y aun previsto para un caso de victoria ruino lo espero probablemente . j completar el •i triunfo siguiéndole hasta deshacerlo y apoderarnos del reino. * Al efecto [tedia se le proveyese de armamento de repuesto y artillería de montaña para el paso de los A rides. El gobierno se apresuró á completarle el número de600fusiles) enviarle otros artículos d<- guerra que solicitaba, aprobando Lodos sus planes \ medidas. En virtud de esta autorización implícita \ condiciona] para invadir, que era lo que él busca- ba, pidió poros días después se le " indicase la conduela que » debía observar para la ofensiva en el caso que el enemigo » no pasase los Ande-., como lo había provocado » 15 . El enemigo no caví'» en la celada, pero el general de los Andes quedó autorizado para tomar la ofensiva y provisto de mayores elementos para adelantar su empresa. El nuevo gobierno no había entrado todavía de lleno en el jilan de San .Martín, y aun cuando se inclinaba á la expedí ción á Chile, no tenía idea lija al respecto: pero en vista <\>' los datos que el general le trasmitía sobre el estadodel país de ultra-cordillera, propúsole (el l'i de febrero de IKH¡ . que ejecutara con *¡i>i> hombres una expedición parcial á fin de lo un. reservado de San Martín ■ síjí. 510 GRAN PLAN DE SAN MARTÍN. - CAPITULO XI. ocupar Coquimbo durante el invierno, mientras se abría la campaña formal (16). Era la reproducción del descabellado proyecto de Carrera en el año anterior, refutado con tan sóli- das razones, por San Martín, quien las reforzó en esta ocasión t lazando por la primera vez á grandes rasgos su gran plan de campaña continental. Después de establecer, que aun el paso material de la cordillera obstruido por las nieves, era imposi- ble, y que la expedición debía perecer necesariamente al in- tentarlo, demostraba, que aun cuando pudiese verificarlo, ella no podría sostenerse en Coquimbo durante el invierno sin el apoyo de una fuerza marítima, y que por lo tanto, el resultado sería ó una derrota segura ó una retirada vergonzosa, que llevaría el desaliento al país que se trataba de libertar; y que por !¡i parte del sur, era más imposible aún; pero que, si á pe- sar de todo lo expuesto, el (iobierno persistía en su resolución, podía nombrar el jefe que bubiese de ejecutarla, declinando él por su parte toda responsabilidad. En seguida desenvolvía « con la franqueza, » dice, « de un hombre pronto á sacrili- » carsepor la gloria de su patria » su gran plan de campaña. lié aquí en resumen ese plan, formulado con el aplomo y l;i claridad de vistas del que lo ha meditado maduradamente (29 de febrero de 1816). « Chile, » decía, « por su mayor po- » blación respecto á otros países de América, por la índole \ valentía de sus habitantes, por su feracidad y riquezas, y » principalmente por su posición geográfica, es el pueblo, » que regido por una mano diestra está llamado á lijar la suerte de La revolución americana; y siendo además su li- toral marítimo, es de capital interés ocuparlo para abrirse el camino del Pacífico y buscar al enemigo por él ». Par- tiendo de esta base, agregaba : « Lograda esta grande em- (16 Ofi. reservado del (¡olí. de i;¡ de febrero de 1816, firmado por el director Uvarez y don Tomás Guido. Doc del Aren. Geral., leg. a Gue- • ni : 1810 »-. M. S. — (Véasf el texto en el Apéndice núm. 9 . «i KAN IM.W DE SAiN MARTÍN. - CAPÍTULO XI. .,11 • presa, el Perú será libre. Desde allí irán con mejor éxito ■ las legiones de nuestros guerreros. Lima sucumbirá. Para este logro despleguemos de una vez «tros recursos. Todo i esfuerzo parcial es perdido decididamente. La toma de » Chile debe pre> enirse con toda probabilidad. Ella exige una ■ fuerza imponente que nos dé su completa posesión en el spacio de tres ó cuatro meses. De <>ln> i lo el enemigo nos disputa el terreno palmo á palmo. Chile naturalmente es un castillo. » Pasando luego á los medios de ejecución establece que « debí' pasarse la cordillera en octubre con 4,006 hombres, entre ellos Too de caballería, sobre la base de los 2.000 bombrescon que él contaba en Mendoza, llevando 3,000 fusiles y 800 sables de repuesto con i piezas de cam paña de á i para formar un nuevo ejército en el país recon- o quistado. » Gomo recursos, solicitaba tan sólo sesenta mil pesos, de los cuales se ofrecía bacer concurrir con La mitad ú l.i provincia de Cuyo. Como complemento del plan, una flotilla de buques de guerra á órdenes del jefe de la expedi- ción debía zarpar de las costas argentinas y bloquear las de Chile, para corlar la retirada á b>> enemigos é impedir que extrajesen los caudales. Por lo pronto pedía catorce mil pesos para adelantar las relaciones secretas. « Promoviendo desde " ahora estos preparativos, •■ dice por ultimo, « para que " nada falle en id momento preciso de l;i marcha, yo por mi parle protesto activar cuanto alcancen mis recursos. Este es mi dictamen. Dígnese V. E. impartinne su superior ■■ resolución » (17). 17 « mi. reservado de San Martín de 29 d< febrero de 1816. Doc. «I-I Arch.. !<••_'. í( Guerrü : 1*1 •'> ». M. S. Véase el Apéndice Dúm. •'. I ste documento capital, decide de una manera concluyenle, croi gica, política \ militarmente, .uní en las fórmulas literarias que defini- tivamente revistió, ;i hasta en sus detalles, la debatida cuestión déla idea completa \ correcta del paso di los tades j de la reconquista de (Unir, roí nedio do conquistar el Perú para iisepurai el triunfo de la 512 GRAN PLAN DE SAN MARTIN. — CAPULLO XI. El gobierno quedó aturdido ante esta explosión de una idea, que anonadaba su proyecto, y que no era sino la condensa- ción délas ideas v planes manifestados ó aconsejados por San Martín desdo 1814 y fragmentariamente comunicados en di- versa- ocasiones. Su contestación revela su sorpresa y sus vacilaciones. De acuerdo con San Martín en no intentar nin- gún movimiento parcial, y en que la campaña general debía verificarse en el siguiente octubre, le declaraba que no podía suministrarle los catorce mil pesos que pedía para las relacio- nes secretas, pero que se le enviarían después los auxilios que necesitaba, terminando por decirle que aprobaba su idea de formar cuadros para la organización del futuro ejército chi- leno, y que mientras lauto, procurase mantener vivo el es- píritu de insurrección de ultra-cordillera contra los realis- tas 18). Como complemento de su plan. San Martín propuso al go- bierno, que para completar la fuerza de 700 á 800 hombres de caballería de que necesitaba para expedicionar sobre Chile sé reconcentraran en Mendoza los escuadrones dispersos del re- gimiento de granaderos á caballo, explanando sus ideas sobro las operaciones probables al occidente de los Andes. El gobierno, coincidiendo también con sus ideas, así lo dis- puso, 2 abril 1816) á fin de « realizar», decía. « los pla- ■ ne» militares del General San Martín sobro el reino de ;» Chile, cuya restauración debía considerarse como objelo revolución sud-americana por el camino de] Pacífico. El general Espejo, « I ■ • * " I" copió simultáneamente con nosotros cu el Archivo general, I" ha publicado en su <• Paso « I * - los Andes . pero sin relacionarlo con el oficio anterior del Gobierno, cuyo original refrendado por don Tomás Guido que existe cu el Arch. de San Martín no conoció, suponiendo que los antecedentes no existían, \ son [os que aumentan su valor his- tórico. 18 Ofi. reservadísimo del Gob. á San Martín, de flia. 16 de marzo de 1816, 'I'' letra «le don Tomás Guido. Doc del Arch. Gral., leg. Guerra: 1816 . M. s. — Véase el texto en el Apéndice núm. 9). PLANES SI.M I LADOS I Vl'll i LO \i esencial de la obra en que la revolución estaba empe- n nada •• l!> . Para cerciorarse de si estaba expeditu el camino central por donde meditaba la invasión v que sus desfiladeros no ha I n'an -m1<> fortificados por el enemigo, hizo que la avanzada de Uspallata trasmontase la cumbre de la cordillera y deseen diese por su falda occidental hasta encontrar los primeros puestos. La operación fué felizmente ejecutada por el teniente dr Granaderos á caballo José Francisco Aldao 10 marzo 1816), quien sorprendió la guardia destacada del « Juncalito ■ . tomando 17 prisioneros, sin encontrar obstáculos ei los ulli- s declives opuestos de la montaña (20). San Martín guardó para >í las deducciones que debió sacar di- este importante dalo, y aun las reservó al gobierno, sea para ocultar su ver- dadero plan de marcha, sea que éste no estuviese aún bien madurado en lodos sus detalles. El hecho es que. diez días después oficiaba (20 de marzo que la invasión no era posible por los boquetes fronterizos de Mendoza por estar cortados por el enemigo, — cuando le constaba lo contrario, y ma- nifestando que sólo podría verificarse por los del sud, trazaba un plan de campaña, opuesto en un iodo á lo que pensaba j debía hacer y á lo que hizo eu definitiva. Según él, era nece- sario describir un ángulo de cuatrocientas leguas, haciendo una doble marcha de flanco y de avance por el oriente y o< ci dente de los Andes, para buscar al enemigo en Santiago, donde según sus noticias preparaba la resistencia, v que míen tras lauto, se hacía indispensable formar baterías en los paso- de Uspallata, los l'alos y el Portillo, á fin de resguardar á M uf*. del Gobien I"- generales San Mallín y l( leau de 12 de abril de 1816. Doc. drl Anh. Gral., leg. Guerra 1816 M SS • I LpxIo >ii el A péndic*1 núm. 9 . 20 He. . del Arch. leg. Guerra : 1816 . M . S. Publicado en a Iractn en l;i • Garetn (!«• Uupims Wns . I»n ilr lí nbril de 1816. .14 PLANES DE >A\ MARTIN. - CAPITULO XI. Cuyo como baso de operaciones. El gobierno proveyó inme- diatamente de conformidad, pero esto no tuvo más conse- cuencia, no obstante que la artillería llegó á Mendoza en opor- tunidad (21). Por este tiempo operóse un cambio en el gobierno. El Di- rector Alvarez había caído y sido sustituido por el general don Antonio González Balcarce, el vencedor de Suipacha (16 de abril de 1816], propicio á la expedición de Chile y tal vez por los informes que le trasmitiese su hermano don Marcos, deci- dido partidario de la empresa. Desde entonces, la conquista de Chile quedó acordada entre el gobierno y San Martín, aun- que sin fijar época ni determinar plan, y empezaron á dirigir- se á Mendoza los elementos de guerra necesarios á fin de re- montar el ejército de Cuyo y ponerlo en aptitud de abrir ope- raciones ofensivas. Sería prolijo enumerar los multiplicados pedidos que el general hizo en el concepto de expedicionar en la próxima primavera, como se verificó : baste decir que so- licitó aparejos de ínula para atravesar los Andes, tiendas de campaña en previsión de lo lluvioso del país que debía inva- dirse, herraduras de ínula y de caballo según modelo que presentó para preservar las cabalgaduras en el paso de las cordilleras, morrales para la caballería, armamento de re- puesto para levantar un segundo ejército chileno, y que á ludo se proveyó de conformidad. Con tal motivo. San Martín en sus comunicaciones oficiales (mayo 13 y 22 de 1816, anti- cipaba la promesa : « La necesidad y sumo interés de la expe- » dición á Chile, no puede hacerse ya más evidente : ella ha » de ser la obra que corone los triunfos de las Provincias de ■> la Unión, inmortalizando á Buenos Aires por los heroicos ¿i Ofi. reservado de San Martín de 20 de marzo de 1816. (Doc. del Arch. Gral., inserto en el libro copiador de oficios del mismo. Arch. San Martín, vol. IX). - Ofi. del Gob. de 2 de abril de I8ifj. Doc. del Aren. Gral. M. SS. — Vpase el Apéndiee núm. 10 . I.A LOG IA LAUTARO. I \ l'l I I LO \l . 513 •> esfuerzos con que propende á su realización, j es un deber » mío hacer presente cuanto puede asegurar su mejor éxito, •■ protestando por mi parte ser infatigable en cuanto conduz- u ca á objeto tan importantísimo 22 . YA grado de eviden- cia á que había llegado el proyecto de reconquistar á Chile. debióse exclusivamente al mismo San Martín, que Lo había concebido dos años antes, y sostenídolo preparando los me- dios para realizarlo, en lucha c<»u el descreimiento de uno-. la mala voluntad de los otros, los errores \ preocupaciones • le muchos, y las resistencias ciegas de lodo-, hasta impo- nerlo en nombre de la necesidad. Nadie había formado hasta entonces un plan en lal sentido, ni determinado con lan da- ras vistas -ii- grandes consecuencias americanas. Esto es lo qu>' resulta del examen de los documentos oficiales, que esta- blecen definitivamente la filiación histórica de la ¡dea que ha inmortalizado á su autor, y que según su- palabras profé- ticas fué la corona de los triunfos de las Provincias Unidas. IV En sus comunicaciones con las sociedades secretas que di- rigían la política y su correspondencia confidencia] con sus amigos, era id genera] más explícito aún, si no tan concreto, y todas ellas tendían a preparar y acelerar la expedición á Chile como único pensamiento salvador en la peligrosa crisis ipn' en esos momentos atravesaban la- Provincias Unidas. La lamosa Logia de Lautaro, fundada por San Martín y \l\ear en 1SI2. y cuya historia hemos hecho ya, convertida 22 Ofs. de San Mar le 21 \ 29 de marzo -I'- -I-- esta fecha 13 j 11 de maro prenda, va será tarde. Estaba bien persuadido que no se o haría, sólo porque yo estaba á su cabeza. Maldita sea mi » estrella que no hace sino promover desconfianzas! Por eso jamás he abierto parecer sobre ella. Ay amigo! Y qué mi- 2:t Véase cap. II dp este libro y nuestras « Comprobaciones Históri- . parle 2.», p. 361 y si u. PLANES DE SAN MARTÍN. CAPÍTULO XI. 511 serables somos los animales de dos pies y ->in plumas! - :!í . Insistiendo sobre este tópico, decía pocos dí:is después He pedido las cosas de primera necesidad v se me han ne- gado. Lejos di1 auxiliarme con un sol» peso me lian sacado 7. uní) en dinero: he remitido las alhajas dooativas de esta provincia (entre las que fueron las pocas de mi mujer ; lie tenido que pagar cuarenta mil pesos de las 1,000 muías re- mitidas al Perú, cuando mis entradas mensuales eran 4.000 pesos, y gasto 20.000 mensualmente ; he tenido que crear una maestranza, parque y armería, dos hospitales, una fábrica de pólvora (pues ni aun esto se me h{ remitido sino para la sexta parte de mis atenciones) ; una provisión de víveres, y qué sé yo que otras cosas, sin incluir 3,000 caballos recolectados, 1,300 muías y l ,000 recados ; y tam- bién he tenido que arruinar las fortunas para creary sostener tantas atenciones. No hablemos de gastos secretos. porgue esto es un mare-magnum. A pesar de esto se me ha aban- donado y comprometido del modo más inaudito. Yo bien sabía que ínterin estuviese al frente de estas tropas, no solamente no se haría la expedición á Chile, sino desperdiciar un solo día de este invierno en los aprestos. • No se calcula que cada comunicación de ésta á esa tarda » un mes en contestarse, y que en seis comunicaciones no » se puede poner uno de acuerdo. Chile necesita esfuerzos, y •> yo veo que las atenciones inmediatas hacen olvidar la ciu- » dadela de la América. Es admirable que desde que perma- >» nezco en ésta no se me haya pedido un solo plan ofensivo » ó defensivo, sin que por incidencia se me haya dicho qué » medios son los más conducentes al objeto que se proponga. .) Esto será increíble en los fastos de todo gobierno y un » comprobante de nuestro estado de ignorancia. Repito que » la expedición á Chile es más ardua de lo que parece: sólo ■ la marcha es obra de una combinación y reflexión de gran » peso. Agregúese á esto los aprestos, política que es nece- » sario observar tanto allá como acá, y resultará que la cosa ■ es de bulto. Si se quiere tomar á Chile es necesario que " lodo esté pronto para últimos de setiembre : de lo contra- » rio nada se hace » i26). Dando vuelo á sus ideas y entrando en los detalles de su plan, apunta á su confidente sus futuras etapas militares v condensa su pensamiento en una protesta heroica, que revela el temple de su alma en aquellos momentos de suprema es- pectativa. Si se piensa en Chile es necesario hacerlo pronto. Somos á mediados de mayo » escribe al mismo, « y nada » se piensa; el tiempo pasa, y tal vez se pensará en expedi- ■ eión cuando no haya tiempo. Si se verifica es necesario salga <'l 1." de noviembre á más tardar, para que todo el » reino se conquiste en •■! verano; de no hacerse así, esnece- 26 Carla de San Martín á Guido de 6 abril de 1816, en el i. IV de l.i li.v. cil. PI.A \ ES DE SAN MARTÍN. c \ IMTI LO \ I 51.9 sario prolongar otra campaña, \ entonces el éxito es dudoso. ■ Por olra parte, se pierde el principal proyecto, cual es, .1 mediados del invierno entrante hacer marchar una expedi- ción marítima sobre Arequipa, dirigirse al Cuzco llevando « algún armamento, y hacer caer el coloso de Lima 3 Pezuela. En el entretanto, el ejército del Perú debe organizarse en rucumán, tomando una defensiva estricta <'n Jujuy con 600 á Too hombres; auxiliar la insurrección del Perú con " algún armamento, y en esta situación estar pronto para obrar de acuerdo con el ejército de desembarco. Hasta ahora 1 yo 00 he visto más que proyectos en pequeño, ixcepto el de Montevideo : pensemosen grande, 3 si la perdemos, sea ■ con honor. S¡ prolongamos la guerra dos años más. no nos •i queda otro recurso que hacerla de montonera, \ esto sería - hacérnosla á nosotros misinos. Aun restan recursos si los ■ empleamos coa acierto v resolución, y somos libres -7 Las cartas á otro de sus confidentes, que á la sazón había sido nominado diputado al Congreso por la provincia de Cuyo, esparcen nueva luz sobre este período oscuro de su vida, re- velando sus sentimiento- más Becretos. Las reflexiones sobre Chile, escribía á Godoy Cruz, ■ son exactas ,'.["'i" ■ qué emprender con sólo 1,300 veteranos que tengo? No •> hay duda que están en un pie sobresaliente. Yo pienso aumentarlos con mil hombres más, j creo lo 1 onseguiré en breve 28 . Informado por su corresponsal de que los di- putados nombrados por la capital le eran hostiles, contestá- bale : Veo el odio cordial con que me favorecen los dipu- • lados de Buenos A.ires. La continuación hace maestros, as es que mi corazón se va encalleciendo ú los tiros <\>- la m %1 Carta de San Martín á Guido de I i de mayo de 1816 Revista de B. \. 1 cit. 1 irla de San Martín á siguiente, por la tranquilidad de que disfrutan en el in- - vierno. Lima con este apoyo, será el azote de la libertad. \ ») se sostendrá, ó por lo menos formará de Chile la ciudadela » de la tiranía, aun en el remoto caso de una revolución, y » perpetuando la guerra en nuestro suelo, haciéndolo cada -i día más desastrosa. Si la guerra continúa así dos años más. - no tenemos dinero con que hacerla en orden, y fallando éste, la ruina es segura. Para evitarla, pensemos no en pe- ■ queño como hasta aquí, y sí con elevación, y si así perde- •> mos, será con gloria. » Esforzando sus consideraciones sobre la empresa que lo ocupa, agrega : « El Perú no puede •i ser lomado sin verificarlo antes con Chile. Este país está enteramente conquistado á fines de abril del año entrante, como lo fué, con V, ()()() á i. 000 hombres. Estas Iropas deben embarcarse en seguida, y en ocho días desembarcar en Are- J.i Carla de San Martín ;i Godoy Cruz de febrero -2i il»- 1810. Aivh. San Martin vól, XI. II, cit. M. S PLANES DE SAN MARTÍN CAPÍTULO XI. 521 .. quipa. Esla provincia Cuyo pondrá para fines de agosto 2,600 hombres. Si .-1 resto se facilita, yo respondo á la na- ción del buen éxito de la empresa. Todo está pronto, a menos lagente y artillería necesaria, quiero decir el déficit de 1,600 hombres para completar los cuatro mil. En con- ■■ clusión, ínterin que el ejército que debe conquistar á Chile obre, el del Perú so organiza, para que, tomado aquel reino, ambos puedan obrar con decisión sobre Lima 30), Los dos confidentes, sea que no se hubieran penetrado aún de la eficacia del plan de San Martín ó que pensaran como la generalidad que aun podían tentarse nuevos esfuei ras por la frontera terrestre del norte, le proponían se hiciese cargo del manilo del ejército del Alto Perú, elevado á una fuerza respetable -'fl . Él, viéndose mal comprendido y dejándose al parecer arrastrar por la corriente que impulsaba ;'i todos ha- cia el Peni por el camino mediterráneo del norte, se limitaba .'i objeciones indirectas : « El proyecto de poner el ejército del Peni en el pie de sus mil hombres, me parece bien : pero pregunto ¿aun en el caso de que se reúna la gente y el dinero, qué tiempo es necesario para ponerlo en estado " debatirse? Para la organización de esla fuerza es aeci - rio retirarse ;i Tucumán, pues en Salla y Juju) no p le • verificarse, donde debe formarse un campo de instrucción. •> Napoleón que lo mandase, no podría organizar un ejército ■ obrando éste activamente sobre el enemigo. Basta ahora a no se ha conocido en los fastos de la historia, el que reclu » tas se formen soldados en un ejército de operaciones. Kl soldado se forma en los cuarteles ó campos de instrucción, .Ji> Carla de San Martín á loy Cruz tl«* mayo \i de 18 Id San Martín vol \\ II, . ¡i . M. - 31 Carla de Cuid i al Dr. José Darragueira de I i de marzo de 181C l>uli. por primera vez por el ln V. I . Loppz en La Revol. Vr^enlina t. I. p. :, *.i:i. - ('arla de San Martín ú (¡odtvi Cruz de maro 12 de 1810 ",22 PLANES DE SAN MARTÍN. - CAPITULO \!. » v hierro de ser tales, marchan al enemigo. Por lo tanto, soy de parecer, que el ejército del Perú debe tomar la defen- o síva. El enemigo no pasará jamás de Jujuy ». En cuanto á tomar el mando que se le brindaba, limitábase á declarar : Es imposible que me encargue del ejército del Perú, por- ■ que perdería el fruto de las relaciones que tengo estable- cidas con Chile o (32). Y por conclusión, designaba su can- didato: ■ Para mandar el ejército del Perú, yo me decido por " Belgrano : es el más metódico de los que conozco en nuestra América : lleno de integridad y tálenlo natural, no tendrá los conocimientos de un Moreau en punto á milicia, pero m es lo mejor que tenemos en la América del Sud >• (33). Un historiador ha analizado con profundidad los momentos desesperados de ciertos grandes hombres que con una nica dentro de su cerebro y la certidumbre moral de éxito, toca- lian con la imposibilidad material de realizarla : como Colón, que por falta de un buque no podía dar un nuevo mundo: como Napoleón, que con la cabeza llena de batallas, no podía ganarlas por falta de un ejército, y con talmotivo se ha dicho, que esas pérdidas de la potencia humana en el vacío, son irreparables. Tal debió ser el trance por que pasó en aquellos momentos San Martín al verse solo con la victoria en Jámente, con la seguridad de herir mortalmente al poder españolen su centro, con la visión clara de dar la libertad á la América del Sud, y no poder realizar nada de esto, por falta de 1 .400 sol- dados v 30,000 pesos, que era todo lo que pedía mientras se le ofrecían (¡.DDO soldados y todos los tosoros del país allí donde el veía segura la derrota. Pero la idea estaba madura, 3 como él mismo lo había dicho mayo de 1810 < la necesidad 32 (,,ni;i de San Martín ;'i Godoy Cruz de 12 (!<• mayo de 1816. Arch. San Martín, vol. XI. II, cit. M. S.) — Véase Apéndice núm. II. Carla de San Martin á Godoy Cruz de 12 de marzo de 1810. (Arch. San Martín, vol XI. II. cit. M. S. — [Véase Apéndice iiúm. \2 . LA I l>K \ DE SAN MARTÍN. I \ i'ITI LO \ I . o la imponía y su conveniencia no podía ser más evidente, Con esta conciencia, Pueyrredón debió encontrar dentro de sí mismo la fuerza para reaccionar, \ tuvo la inspiración del momento. Esta fué provocar una conferencia con el nuevo Director Supremo, don .luán Martín de Pueyrredón, que acababa de nombrar ol Congreso nacional á la sazón reu nido en Tucumán, siendo aquél su enemigo político, j con- vencerlo de la eficacia de su plan. Este nuevo trabajo de zapa político-militar sospechado, pero no bien relato ni compro liado por los historiadores, tendrá su lugar más adelante. Por ahora queda evidenciado con los documentos ofici les j con íiden cíales exhibidos, que hasta principios de mayo de IKHi. él era el único que hubiese abrigado conscientemente la idea de atravesar los Andes para reconquistar á Chile y conquis- tar al Perú, v pugnado v trabajado sin tregua por ella. La idea estaba madura, la necesidad la imponía j la con- veniencia era evidente . según las palabras de su autor. Lo que al principio halda parecido una locura ú un sueño, lo que después se inició á medias \ sin convicción ni resoluí ion, lo que tres meses antes se declaraba no podía ni intentarse sin correr los riesgos de una absoluta disolución ■ . lo que en esos mismos momentos era materia de trepidaciones, ser La ¡dea salvadora que penetrará en todas las conciencias, se hará verbo, se convertirá en carne para cambiar los desti- nos de la revolución argentina americanizándola, j con ellos h»s de la América del Sud. El primer expositor j propagador de esta grande idea, puede decirse su heraldo, fué don romas Guido á quien hemos nombrado varias veces, y que esta ei la isión de hacer conocer, porque ocupará un lugar distinguido 524 MEMORIA DE GUIDO. — CAPÍTULO XI. en las páginas de esto libro, como colaborador en los trabajos de San Martín. Contaba á la sazón veintiséis años y había sido uno de los agentes activos (lela revolución de Mayo en 1810. Empleado diplomático en 1811 en Londres, conoció allí á San Martín, y junto con él se afilió en la logia de Miranda, matriz de la de Lautaro. En 1814, después de los contrastes de Vilcapugio y Ayohuma, volvióse á encontrar con San Mar- tín en Tucumán, desde donde le acompañó hasta Córdoba, estrechándose desde entonces su recíproca amistad. Natura- leza elástica con penetración, talento cultivado, con hábitos metódicos de labor y cualidades insinuantes, había sido el consejero privado de las administraciones que se sucedieron después de la caída de Alvear, y era el que llevaba su corres- pondencia secreta en asuntos de guerra á la vez que el conli- dente y corresponsal de San Martín. Con su clara inteligen- cia, supo exponer con tanta elegancia como solidez las ideas originales del maestro y deducir todas sus consecuencias lógicas, cautivando y convenciendo. En eslo consiste su va- lor histórico, y no en el'de iniciador del pensamiento que se ha pretendido atribuirle, en contradicción con los documentos más solemnes que llevan su firma ó le fueron dirigidos á título de funcionario ó confidente, antes que él formulase el plan que su verdadero autor desarrollaría después militarmente, \ que ejecutaría con la admirable precisión matemática que le ha conquistado el puesto de primer capitán del nuevo mundo. Sea que Guido hubiese coincidido con San Martín desde 1814, — como se ha insinuado vagamente, — en que el Alto Perú no era el camino militar de la revolución, sea que á pe- sar de sus simpatías no le hubiese sido posible hasta entonces hacer más de lo que había hecho en favor de la idea de la re- conquista de Chile, ó que difiriese simplemente en cuanto á la oportunidad, que tres meses antes creía no era llegada, aun tuando ésta fuese la misma ó peor, el hecho es, que en los primeros días del mes de mayo de 1816, confeccionó una MEMORIA DE GU1DU. GAPÍTI LO \l. memoria, valiéndose de los .latos oficiales v confidenciales de que era poseedor 34 . En ella se dalia forma ordenada j atractiva á las confidencias y planes fragmentarios de San M u lin, y calcando sobre ellos los desarrollos á que se prestaban, esforzábase el razonamiento, hasta demostrar con la lógica de la ciencia y de la experiencia, \ ron pertinentes datos tadisticos, ijiii1 el paso de los Andes por el oeste era cuestión de vida ú* muerle. Fundándose en las misma premisas, el au- tor de l;i memoria llegaba a las mismas conclusi s que el autor del pensamiento inicial. Según él, « Chile debía ser re • conquistado á todo trance . como lo había dicho San Mar- tín en ISl.'i : — esta empresa podía ejecutarse con éxito con 1,000 hombres, entreellos 600 de caballería, \ con treinta mil pesos suministrados por el tesoro general, y otros laníos por Cuyo, lo mismo exactamente apuntado por el general: — su objetivo debía ser el Perú, tomando por punto de apoyo una fuerza marítima militar, después de formar un segundo ejér- cito en Chile, según los planes y previsiones del maestro : — mientras tanto, el ejército del norte debía mantenerse a la es- tricta defensiva, siguiendo los prudentes consejos del general; v por último, coincidía como en los números hasta en los términos y las frases retóricas pues establecía que la invasión (34) El General don Tomás (inicio, autor de la Memoria, la hizo publi- I año ISfil, en la Revista de] Paraná » poniéndole la fecha d de majo de isiti. En <•! Archivo general existe una copia <'"ii la firma autógrafa del autor y la ferha de 10 de mayo, en que fué presentada .'I Director Balcarce. La que lleva la fecha de 20 de mayo, debe ser la que te dirigió posteriormente al Director Pueyrredón, á la sazón nombrado por el Conpreso de Tucumán, con oficio del Director Balcarce de 31 de mayo, día en que debe empezarse á contar la enunciación del paso de los s por parle de Cuido. Trere días antes 18 de n 5 Martin se había dirigido direeiamenle á I yrredón para comunicarle sus planes j ponerse de acuerdo, \ seis días después 6 de junio época en que la Memoria .mu no había llegado ;í sus m< s, el mismo P testaba ¡i San Martin de conformidad, según se r proba ni des| i '"ii documentos • oncluvenies. 526 PLAN DE INVASIÓN A CHILE. — CAPULLO XI. debía verificarse en « noviembre, » y que Chile, que San Mar- tín había llamado « la ciudadela de la América », era « el ba- y luarte de la independencia ». Jamás retrato alguno se pare- cí*') más á su original, embelleciéndolo, y en esto consi-le precisamente su mérito. El futuro Aníbal americano, fundía en bronce el modelo que el artífice bruñía y doraba. Pero la memoria de Guido, como producto de asimilación y desarrollo teórico de una idea generatriz, no era ni podía ser un plan concreto de campaña, y así se decía en ella : « El » camino militar del ejército, el número y calidad de los jefes » de división, y el armamento de repuesto, puede calcularse . por el plan ofensivo y defensivo que proponga el General ». En virtud de esto, val dar desde luego por convenida la expe- dición inmediata á Chile, aun antes de esperar la cont''sta- .cíón del nuevo Director Supremo recientemente elegido por el Congreso, de quien dependía todo, el Director suplente Balcarce se dirigió á San Martín (31 mayo 1816) pidiéndole implan ofensivo y defensivo de campaña para operar activa- mente con i-, 000 hombres al occidente de los Andes (35). El General contestó, que con anterioridad había despachado á su ayudante de campo, el mayor José Antonio Alvarez Con- darco, ingeniero de su confianza, con las instrucciones y co- nocimientos necesarios sobre los elementos que necesitaba para abrir la campaña ofensiva. — En cuanto á presentar un plan ofensivo, declaraba serle moralmente imposible detallar- lo, ya íuese porque quisiese reservarlo, ó porque prudente- mente no debía avanzar sino cálculos seguros : « En cinco meses . decía, o el enemigo puede variar su posición actual, » aumentar sus fuerzas, reunirías, diseminarlas, alterar la » opinión, desolar unos pueblos, fortificarse en otros, y en 35 Ofi. reservado del director Balcarce á San Martín de M de Mayo de isio. Aren, de San Martin, vol. XI. M. S. Véase el Apéndice núme- ro H). PLAN DE IN\ \-m\ \ CHILE. C \ l'ii i LO \ I . lin, tatitos aspectos, que sería aventurado hacer desde aho- » ra un análisis de nuestros movimientos. A presencia di- todo ésto, v demás circunstancias, y por una relación compara- tiva ilo nuestras fuerzas, podré dibujar con certidumbre <'l plan ofensivo que habrá «le adoptarse . Prescindiendo, [uirs. de eventualidades, se contraía - sólo á dar una idea por mayor»), según sus palabras. « En el concepto »>, agregaba, " que la fuerza del enemigo no suba de i..'i(MI hombres, po- li demos emprenderla con los 500 menos, cuyo déficit com- pensaría, si no nuestra táctica y mejores disposiciones, á lo menos la decisión del paisanaje. Nuestro ingreso »or Chile, sólo debe ser, ó por los Palos, Uspallata ó el Planchón. ii Vencido cualquiera de estos punios, que distan entre si más de sesenta leguas, ocupamos desde luego las provin- cias más fértiles, pobladas y abundantes, cortando por su- puesto las fuerzas enemigas, cuya parte débil (que siempre es de presumir quede á los extremos sud ó norte de reino) será el primer ensayo de nuestro triunfo, apoderándonos de una vez de la mitad de Chile. Entonces, nuestra fuerza reunida, debe cargar al grueso del enemigo, hasta desha- » cerlo en la primera acción y lomar la capital, para huir al gravísimo inconveniente de demorar la guerra ». V termi- naba con estas palabras : «V. E. á presencia de lo expuesto, •> determinará con m ijores luces, lo más conveniente y acer- tado, partiendo -obre todo del principio que, del éxito de la expedición á Chile, está pendiente el de la libertad deSud- bnérica 36). Este plan fué matemáticamente ejecutado en todos sus detalles, y asi Chile estaba reconquistado desde Mendoza antes de ser invadido por el ejército de loa And.'-. M . I . • I 530 EL EJÉRCITO DE LOS ANDES. - CAPÍTULO XII. pieza por pieza, lodas sus parles componentes respondían á un lin. \ -u conjunto á un resultado enciente de antemano calculado. Escuela nueva de táctica, de disciplina y de hosti- lidades ofensivas en vasta escala, el método le da >u^ reglas y la impulsión heroica su aplicación activa. Arma de com- bate forjada pacientemente, recibió el temple de la victoria, que se gasta por el uso diario ó se dobla elásticamente, pero no se quiebra jamás. Agrupación de hombres, animada por el -opio poderoso de la revolución argentina, es una colecti- vidad animada de una pasión, una idea, un propósito ame- ricano que le da la cohesión necesaria para cumplir la tarea á que estaba destinada. Dotado de órganos complementarios creados simultánea ó sucesivamente á medida que las nece- sidades se hacían sentir, fué un mecanismo perfecto y com- .pleto en que todos sus resortes obedecían á la mano del ordenador que lo manejaba. Jamás se combinó más armóni- camente el automatismo militar, con la espontaneidad hu- mana, para producir el máximum de esfuerzos de la masa, combinando proporcionalmente la fuerza moral y material á fin de que respondiese siempre á sus objetos políticos y militares y á La misión redentora que Je estaba asignada. Hasta entonces las Provincias Unidas del Río de la Plata sólo habían tenido un ejército nacional, creado según un plan \ animado de un espíritu propio con un objetivo determina- do : fué este el ejército auxiliar del Perú, reorganizado por Belgrano, que ha legado una historia, llena de grandes victo- rias y contrastes, pero que estableció la disciplina como regla y la abnegación como moral, inutilizándose al fin como arma de combate. El ejército de los Andes, á la par que una nueva fuerza aplicada á la guerra ofensiva, que inició por la primera vez en Sud-América, f ué una expansión dadaá la revolución argentina americanizada, que dilató por lodo el continente. Y lo singular de tal creación es. que con las lar- gas proyecciones de bis grandes conquistadores al través de EL EJÉRCITO DE LOS \\ hl PÍTI LO XII. 531 montañas y mares remotos ; con la solidez, la complicación y el ímpetu de los ejércitos invasores, interviniendo en ella la estrategia \ la táctica, la fortaleza y la prudencia de loa más famos >s _ nerales, Fué la obra de un general concreto y limitado, más práctico que teórico, más metódico que inspira- do, más previsor que amia/., que todo lo basó en el cálculo y n;nla fió á la fortuna, y que suplió con la observación y la pa- ciencia las dotes del gran capitán y del gran organizador, inventando una máquina adecuada para ejecutar campañas, en que el teatro de guerra cea el mas vasto continente del orbe, y cada etapa, una cordillera, un mar. una nueva nación. Kl origen del ejército de los Andes dala de 181 i. San Mar- tín, penetrado de que los Andes y el Pacífico eran el camino militar de la revolución, aceptó el gobierno de Cuyo con el objeto declarado de formar allí una fuerte división, á fin de atravesar la cordillera y auxiliar á la insurrección chilena. Vencida ésta, solicitó del gobierno recursos para organizar un cuerpo de tropas, sobre la base de los Auxiliares de Chile mandados por Las lleras, que con la denominación de batallón núm. II constituyeron el núcleo del futuro ejército. Elevado este cuerpo á regimiento, empezó á formarse el segundo ba- tallón de San Juan. Siguióse á esto id envío de dos compa- rtías del núm. 8 de Buenos Aires, con cuatro cañones de batalla, mandados por el mayor don Pedro Regalado <\>- la Plaza, oficial práctico en el arma y con notables cualidades de organizador. Tal era al finalizar el año 1814 el embrión del fa- moso ejército de los Andes que debía dar la independencia á la mitad de la América del Sud. En 1 815* solicitó San Martín h concentración en Mendoza de su regimiento de granaderos, \ lo fueron enviados d órde- de su coronel Matías Zapiola, el I. icuadrón que habían hecho la campaña de la Banda Oriental, con arma mentó y vestuario para cuatrocientos hombres. Juntamente con este refuerzo le fueron remitidos cuatro cañones de i am EL EJÉRCITO DE LOS ANDES. - CAPÍTULO XII. pifia, 300 fusiles y cantidad de municiones, vestuarios, equi- ] »s v pertrechos de guerra, que condujeron gratuitamente I >s carreros cuvanos que traficaban con el mercado de Bue- nos Aires, cuvo espíritu patriótico supo despertar San Martín promoviendo entre ellos una suscrición de trasportes (i). En torno de este núcleo de soldados y cosas, organizólas milicias de infantería y caballería de la provincia, así para atender á la defensa de ella cuanto para levantar el padrón de los hom- bres de armas, llevar y remontar con sus conscriptos los cuerpos de línea. En seguida dispuso por un bando, que los habitantes que no se presentaren voluntariamente á servir mientras los españoles ocupasen á Chile, serían sorteados desde la edad de 16 á 50 años, lo que proporcionó un contin- gente de 400 hombres, suministrando San Luis sus bizarros jinetes y Mendoza y San Juan sus robustos infantes y artille- ros (2). Puso además en práctica el sistema de levas contra los vagos, en lo que fué eficazmente ayudado por La Rosa y (I) Los troperos le dirigieron una representación en I"? términos si- guientes : Señor gobernador intendente. — Los abajo suscriptos, te- d niendo noticia que es la capital de |{u<'hm< Aires hay varios efectos y d artículos destinados para el auxilio de la guarnición de esta plaza; y » advirtiendo además La urgencia que hay en su transporte, no menos d que la escasez de los fondos públicos para costearlo, hemos acordado prevenir a V. S. por esta representación, que nos obligamos desde es- » la fecha á emplear gustosos el buque de nuestras carretas para el in- ado objeto. — Mendoza, 12 de junio de 1815. — Yo el abajo firma- » do me ofrezco á traer de la capital Buenos Aires ••! buque de una ca- rreta con los artículos arriba expresados: José Obre do. Por buque de media carreta : José Norberto Guevara. Por una carreta : Ventura Yi- " déla. Por una carreta : Toribio Barrionuevo. Por una carreta : BernaT' » diño Morales. Por dos carretas : Ignacio Antonio Ferramola. Por una carreta '.Juan Francisco Delgado. Por cinco carretas: Santiago /■ bla. Poruña carreta '.Sebastián Bnldnv. Por cuatro carretas, sin embargo de no tener sino cinco : Juan Serrano. Por dos i arrelas : Ma- nuel Peralta ». En el num. 20 de la ■< Gaceta de Buenos Aires » de 1815 se publicó una lisia de los troperos. La representación original • ■\i^i" en el Arch. Gral. M . v. - i;. unid de San Martín de lí de agosto modificado de acuerdo con ti Cabildo de Mendoza en 13 de setiembre de 1815, el cual ofreció un E F. EJÉRCITO DE CUYO. C \l'l i i LO XII. Dupu\ . Por estos medios, al terminar el año de 1815, el ejérci- to de Cuyo contaba con cerca de seis mil hombres de las tres armas, entre veteranos y milicianos, medianamente armados, con l,i dotación de diecisiete piezas de artillería 3 . animados de un excelente espíritu cívico y guerrero. Sin que 1<> sospe- chase todavía nadie. San Martín era el primer potentado de las Provincias Unidas, que tenía su provincia \ su ejército en un puño y era dueño de sus voluntades. II Queda detallado (Cap. IX , cómo San .Mallín proveyó ;i la subsistencia de este ejército, por medio de un sistema combi- nado de auxilios patrióticos, servicios gratuitos, exacciones »'■ impuestos extraordinarios, contribuciones regulares \ arbi- trios de todo género, que no agolaban la común fuente pro dadiva, estableciendo así un régimen de cooperación econó- mico-militar , en que unos tenían las armas v olios daban su dinero y sn trabajo, y esto, captándose la voluntad de lodos, contingente de 200 hombres en vez del sorteo, habiéndose presentado 160 voluntarios. Oli. de San Martín de l\ de agosto j 13 de setiembre de 181o. Doc. del Arcb. «.ral., leg. Guerra : 181o . \1 . SS Estado de fuerza, armamento, etc., de í de diciembre de 181 gún el cual existían en esa Fecha, 1,939 I bres de infantería j artille- ría j 3,733 de caballería, con 215 jefes ) oficiales, que dan un total de plazas. Esta fuerza se descompone en cuerpos de linea \ milicia- nos del modo siguiente : Delinea : una compañía de artillería en doza con 143 plazas; 2 i punías del batallón núm. 8 con 300; batallón ii 1 1 ni. || con Goii; los dos escuadrones de granaderos ti cabal! n • i i; blandengues de la frontera con 30. folal 1,540. H artillería cívica de Mendoza, id. de San Juan, Cazadores ingli ' dlería de milicias de S.m Luis, San Juan \ Mendoza con 12 escuadi s. I arlilleriu : i culebrinas de bronce d onea volantes de d 4,2 obuses de G pulgadas, i piezas de .1 i de 11 laña, - id. de liii total 17 [.¡«-zas. (II... . d.-l Vr.h. (¡ral., I< - fiíii n 1 1815. M - 534 FRAY LUIS P.ELTRÁN. — CAPÍTULO XII. con una mano acerada que así acariciaba como comprimía. Este ejército así organizado y mantenido, necesitaba además de hombres, servicios y dinero, de armas, pólvora, vestuarios. equipos y pertrechos en abundancia, a la vez que administra- ción, cuidados facultativos y genios adecuados á la obra que el general tenía entre manos. A todo so proveyó y todo lo Qiró dentro de los recursos de Cuyo, mereciendo por esto San Martín la denominación de Hermes trimegisto que la historia le lia dado. La primera creación complementaria fué la maestranza. Faltaba el hombre, y San Martín, con su ojo escudriñador, lo de cubrió en el fondo de la celda de una orden mendicante. Llamábase este hombre fray Luis Bellrán, hijo de francés j natural de Mendoza, que tenía á la sazón treinta años, y que muy joven había profesado en el convento franciscano de Santiago de Chile. Al estallar la revolución chilena se apasio- nó por ella; hizo entonces su aprendizaje de artillero y acom- pañó á Carrera en sus campañas, prestando servicios profesio- nales en el sitio de Chillan. Después de Rancagua, regresó á pie á su patria con un saco de herramientas al hombro, que contenía los instrumentos que había inventado ó construido por sus manos para elaborar por adivinación los variados pro- ductos ile su genio. Todo su caudal de ciencia lo había adqui- rido por sí en sus lecturas ó por la observación y la práctica. Así se hizo matemático, físico y químico por intuición; arti- llero, relojero, pirotécnico, carpintero, arquitecto, herrero, dibujante, cordonero, bordador y médico por la observación y la práctica, siendo entendido en lodos las artes manuales, y lo que no sabíalo aprendía con sólo aplicar á ello sus extraor- dinarias facultades naturales. Unía á esto una constitución vigorosa, uu porte marcial, una fisonomía abierta y simpática y una imaginación en que se reflejaba el carácter fogoso de su r;iza originaria y de su tierra natal. Capellán de uno de los cuerpos del ejército de Cuyo, fué llamado por el generala I' KA Y I, lis BELTB W. CAPÍTULO XII dirigir el parque y la maestranza, cuya planteación se le en- comendó. Al soplo del Padre Beltrán se encendieron las fr.i- guasyse fundieron como cera los metales que modeló en artefactos de guerra. Como un Vulcano vestido de hábitos la- lares, él forjó las armas de la revolución. En medio del mido de los martillos que golpeaban sobre siete yunques \ de las limas y sierras que chirriaban, dirigiendo á la vez trescientos trabajadores, á cada uno de los cuales enseñaba su oficio, su voz casi se extinguió al esforzarla, v quedó ronco hasta el fin de sus días. Fundió cañones, balasy granadas, empleando el metal de las campanas que descolgaban de las torres por me- dio de aparatos ingeniosos inventados por él. Construía cure- ñas, cartuchos, mixtos de guerra, mochilas, caramañolas, monturas y zapatos; forjaba herraduras para la- bestia \ ba- yonetas para los soldados; recomponía fusiles \ con las ma- nos ennegrecidas por la pólvora, dibujaba sobre la pared del taller con el carbón de la fragua las máquinas de su invención con que el ejército de los Andes debía trasmontar la cordi- llera y llevar la libertad á la América. Cuéntase que en una ocasión, después de una larga conferencia secreta con San Martín, poco antes de cruzar lo- Andes, exclamó : Quiere alas para los cañones ! pues bien! la- tendrán . Cierta ó" no la anécdota, la verdad es que lo hizo COmO dicen que lo dijo. Fué el Arquímedes del ejército de los Vndes. En 1816 c Igó -ii- bal til o- \ vistió el uniforme de teniente de artillería con id sueldo mensual de veinticinco pesos i . i . elevando una solicitud de Bellrán, en que recomienda sus servicios \ lo propone como lenii de artillería, cuyo tirado había obtenido en Chile. Decreto 'I G no de marzo l.'i de ISl.'i, asignándole 2."» £ «le sueldo. - del Arcb. Gral de Ib de junio y 8 de agosto de 1814 ) l9deagostode 1813. Leg. Prov. de Cuyo : Guerra: 1814». M. S. S. En 18 d :tu- bre da cuenta Uvarez Condarco de existir la fábrica de salitre en lividad \ en 3 de noviembre de I81ü lo repite. En I i de febrero de 1816, remite S.m Martín tres botes de pólvora fabricada en Mendoza, acompa- sando el [)resu] >in, según el cual podían elaborarse 'I"- arrobas dia- rias cuyo costo en jornales era de ü s 3 rls. ) 3 ¿. j los materiales l I - I real, ó sea un total de IG * \ 3/4 rls. Kl gobierno con fecha 29 d brero del inisi lice : « La pólvora es de la más excelente, pues sube á 16 -■ idos su potencia ». Kn 23 de septiembre de 181 N' irtín in- cluye inf.de .Uvarez Condarco sobre el estado de la fábrica, según el cual, en los meses de enero .i septiembre se elaboraron en 'H< 200 an II libras .!>• pólvora, con la erogación de 2,1 ¡ ' •'- bra al precio de 3 rls. Üocs. del Anb. Gral. M. SS. — Godo) Cru dio su casa para i stahlecer en ella la fábrica : un convento ■! laí pie- dras para el molino, contribuyendo el vecindari trabajo | ■■ nal y otras erogaciones voluntarias. V. Espejo : I' jo de los And •I. CREACIONES DE SAN MARTÍN. - CAPÍTULO XII. bayetones v pañetes, que se teñían de azul, y con los cuales instruyeron los uniformes de las tropas, que las mujeres cosías gratuitamente (8). La justicia militar fué organizada : creóse un tribunal de guerra, nombrándose auditor al Dr. Vera y Pintado, á quien se ha visto figurar en la revolución de Chile, y redactóse un código de leves penales con arreglo á la ordenanza vigente pero adaptado á la índole del ejército. El cuerpo médico reci- bid una organización adecuada á un ejército expedicionario, nombrándose cirujano mayor al Dr. Diego Paroissiens. inglés, naturalizado en el país, que poseía extensos conocimientos científicos, y por su segundo al Dr. Zapata. Se estableció la comisaría y se regularizó la contabilidad bajóla dirección de don Juan Gregorio Lemos, llevándose escrupulosamente (8) Ofi. de San Martín al gobierno de j de diciembre de 1813, adjun- tando dos retazos de bayetilla abatanados por uno de sus extremos, en que dice que ''1 cusid de la máquina, prensa, etc., será de 300 ú *' »' » pe- sos, \ el del producto, según presupuesto que acompaña, de í rls. á sa- ber: importe de la bayetilla en San Luis I rl. y 1/4, costo del tinte, u,i i: id. del batán, 0,1 4; id. de prensa y escarda, 0,1/4, y dando por error de cálculo 1 real 1 2 resultan i reales como costo de cada vara. . del Arch.Gral.. leg. de gobierno, 1-Si ">. M. S. — El general Espejo Paso de los Andes » sólo menciona ,i Herrera, y Hudson en sus li'- cuerdos <1<- Cuyo », publicados en el núm. l.'i de la « Revista de Buenos Aires «, i. VI, p, 347, habla de los batanes sin mencionará los artífices, Kl Dr. José Antonio Estrella, mendocino, que vive aún, habiendo alcanzado la edad de ochenta y seis años, es el que da participación á Tejeda á quien conoció en la obra del « Batán de San Martín », que asile llamó d pueblo. Según él, Tejeda fué el verdadero autor de los aparatos. « Este héroe ignorado », como le llama el Dr. Estrella, poesía un talento natu- ral y extraordinario de aplicación y fué inventor de varias máquinas muy ingeniosas. Murió de resultas de una caída desde un tejado, en que se rompió las dos piernas, ensayando el arte de volar vestido de plumas. Era además de volador, músico, y en la espineta construida por él mismo, locaba sus composiciones, acompañándolas con la voz, que según el Dr. Estrella era desentonada. Sus alas de picote volaron más alto que sus alas i'ini.is. Conversación con el Dr. Estrella en Mendoza . — Véase adem is : Recuerdos del tiempo viejo, 1816-1817 » en que se consigna mismo por Claudio Caballero I!. Mitre y Vedia . publicados en los núms. 3,807 y 3,808 del diario La Nación de Buenos Aires. EJÉRCITO DE LOS \ N DES. CAPÍTI LO \ l I cuenta y razón de todos los raudales que se giraban, bajo mi control que comprendía al mismo 'general. Esta institución fué planteada de manera de poder darle mayor desarrollo, á lin de convertirla en una verdadera intendencia de ejército, que respondiese ;'i las exigencias de la administración militar le una expedición fuera del territorio '.» . Todo respondía al plan de guerra ofensiva, conquista v larga permanencia en tierras extrañas \ lejanas. Tal era la composición y la organización, el espíritu, las tendencias y las instituciones complementarias del ejército de Cuyo, base del de Los Andes, á principios de nayo de 1816, en que empezó á formalizarse la idea de la reconquista de Chile. Para llevarla á «alio sólo necesitaba San Martín 1,400 hombres más y treinta mil pesos, v este era lodo su conato en esa época : pero fué precisamente entonces cuando llegó ,'i temer que todos sus trabajos se malograran, abando- nándose la empresa de Chile por la del Alto Perú, cuya di- lección le fué ofrecida v el rehusó, como queda dicho. Mí Nenio-, dicho antes (cap. X. § III', que en tan etílico mo- mento, San Marlín tuvo la inspiración de abocarse con el director supremo don Juan Martín Pueyrredón, nombrado por el CoiiL'ie-o Nacional. ;'i la sazón reunido en Tucumán, ;'i lin de convencerle de la excelencia de su plan y ponerse de acuerdo con él directamente. Había seguido con viva ansiedad las peripecias que precedieron á la congregación de este cuerpo, á cuya convocatoria concurrió al tiempo de la caída 9 \ . Virli. .1.' s ,„ Marlín, vol. \l.\ II. Contabilidad niililai », 540 EL CONGRESO DE TUGUMÁN. - CAPÍTULO XII. de A-lvear y que consideraba la última esperanza de la revo- lución en el orden político, así como la expedición á Chile, en el orden militar. La provincia de Cuyo estaba representada en él por cuatro de sus hombres más notables y por un personaje destinado á ejercer una intluencia decisiva en la empresa que ocupaba al general de los Andes. Habían sido elegidos como diputados por la provincia de San Juan, fray Justo de Santa María de Oro, y don Agustín de la Maza, alma angélica el uno, en quien las dotes del corazón y la cabeza se hermanaban, y patriota probado el otro que gozaba de autoridad moral entre sus comprovincianos ; y por Mendoza, don Tomás Godoy Cruz, hombre de claro buen sentido, filántropo inteligente, que conocía los hombres y las necesidades prácticas de su época, juntamente con don Francisco Narciso Laprida, bellísimo carácter, que realzaban grandes virtudes cívicas y privadas. VA diputado por San Luis, era don Juan Martín de Pueyrre- dón. Para los diputados de San Juan y Mendoza, San Martín era el oráculo, á cuyas indicaciones reglaban su conducta, así es que éste podía contar con cuatro votos seguros en el con- greso, que se apoyaban en su voz autorizada y en. su poder real. Godoy Cruz era amigo íntimo de San Martín v de Pueyrredón, y por su conduelo se comunicaba aquél con los cuatro diputados de Cuyo á la vez que con el nuevo Director, que formaba parte déla diputación cuyana. « ¿Cuándo empiezan ustedes á reunirse? » — preguntaba San Mailín á Godoy Cruz. — « Por lo más sagrado le su- » plico : hagan cuantos esfuerzos quepan en lo humano para asegurar nuestra suerte. Todas las provincias están á la espectativa, esperándolas decisiones de ese congreso: él » solo puede corlar esas desavenencias que exislen en las » corporaciones de Buenos Aires. » Cinco días después in- sistía sobre lo mismo : « ¿Cuándo se juntan y dan principio ». á sus sesiones ? Yo esto) con el mayor cuidado sobre <■! resultado del congreso y con mucho más, si no hay una PUEYRREDÓN DIRECTOR. CAPÍTULO XII. a unión íntima de opinión, o Y" como su corresponsal le ha- blase del espíritu fe lerativo que parecía prevalecer entre los congre sales, él le contestaba : ■ Me muero cada vea que oigo •> hablar de federación. ¿ No sería más conveniente trasplantar ■> la rápita! á otro punto, cortando por este medio las justas o quejas de las provincias ? Pero, federación] v puede veri- • íicarse ! Si en un gobierno constituido \ en un país ilustra- » do, poblado, artista sic . agricultor \ comerciante se lian incidí) en la última guerra con los ingleses hablo de la América del Norte las dificultades de una federación ¿qué será de nosotros que carecemos de aquellas ventajas? Si i con todas las provincias y sus recursos somos débiles, ¿qué sucederá aislada cada una de ellas? Agregúese á esto •> la rivalidad de vecindad y los intereses encontrados de i todas (días, v todo se volverá una leonera, cuyo leí-cero en discordia será el enemigo ». Al anuncio de la inmediata reunión del congreso, se reanima su esperanza : c< Del Con- » greso esperamos las mejoras que nos son necesarias j bí ^te no lo hace, podemos resolvernos á hacer la uncirá de -tindíos o III . Una de las primeras cuestiones que se trató en el Congre- so, fué la elección del Director del Estado. Al principio algu- dos se ¡indinaban á Belgrano : pero luego un grupo conside ble se fijó en San Martín. Lc-> diputados de Cuyo declararon decididamente en masa, que no le darían mis votos, pues con- sideraban perjudicial á la provincia \ ala causa en general tal elección, lo que valía tanto como significar, que el candidato prefería al poder, el logro de la empresa para la cual bi 10 i artas de San Martín .1 Godoj Cruz de 19 J 24 de ■ brero 3 12 de marzo de 1816, que - inserían íntegras en el apéndice iiiim. IJ, juntamente con Inda Iíi serie liasla 1821. 3 '''' estas carias esl in colm-ionadns en ••! Ardí. San Martin, volumen \l U. M. SS. PDETRREDÓN DIRECTOR. - I APÍTULO XII. servaba (11). En consecuencia, fué unánimemente elegido Pueyrredón Director Supremo, con los votos de que disponía San Martín (mayo 3 fie 1816). Esto acercaba á los dos poten- tados. A mediados de mayo, San Martín escribió directamente al nuevo director, encargando á Godoy Cruz que pusiese la co- municación en sus manos, y le expusiera verbalmente la situación. « Con ésta », le decía, « remito un extraordinario » para Pueyrredón, Todo su objeto es tener con él una en- n trovista para arreglar el plan que debemos seguir. El tiem- f> po es corto. Hay mucho que hacer, y las distancias son » largas. En tres correos se pasa el invierno, y hete aquí que » llega el verano, nada se hace, los enemigos nos frotan, y » la comedia se acaba á capazos. Desengañémonos: ese ejér- >i cito ^el del Perú) necesita por lo menos un año para orga- » nizarse. estoes, con todos los esfuerzos del gobierno; de » consiguiente, todo este tiempo le damos al enemigo para » que nos hostilice y nos acabe. En esta inteligencia, es pre- » ciso no dejarlo respirar, y que extendamos nuestras miras » á un horizonte más dilatado. — Buenos Aires debe ser el » centro de los recursos para este ejército de los Andes). » Hay que hacer veinte mil pedidos para el aumento de re- » clutas que se están reuniendo. Hay que hacerlos al director » que reside en esa. éste, al jefe que está en Buenos Aires, ¡l Este incidente, poco conocido, ó* al menos no señalado poi loa historiadores, está consignado en una carta del diputado Darragueira ;í don Tomás Guido de i de mayo de 181G (al día siguiente de la eleci que ha sido publicada por don Carlos Guido Spano en sus l l. I. p. 266. En «lia se lee : « Antes de los últimos sucesos de Sania Fe j '!<• i -a capital Buenos Aires . había mucha inclinación por Belgrano. Después, se varió de rumbo, y apartándose los más de San Martín porque los diputados de Mendoza \ San Juan significaron en términos decisivos que no ayudarían con sus sufragios la] elección por perjudi- 'I a su provincia, vino á fijarse la iluda entre Gascón j Pueyrredón, por quien lian votado Lodos I"- representantes deeslas provincias. VISTAS DE SAN MARTÍN. CAPITULO XII. -> el cual duda, y aquí tiene V. que en un par de estas con- * testaciones, el tiempo se pasa \ este ejército Be disuelve. Ne cesitamos pensaren grande : si no lo hacemos, nosotros ten- » dremos la culpa. En fin, si me concede el pase, hablaremos . Y.» hago estos esfuerzos sólo por el bien general. En I d i « tiempo me quedará el consuelo de haber obrado bien \2 . Puayrredón en aquellos momentos se inclinaba á repetir La invasión del Alto Perú, pero no estaba decidido, formando en previsión un poderoso ejército de 6,000 I ibres. La ma- yoría del congreso, compuesta de peruanos y provincianos del norte, á que se agregaban muchos de los dipi lados de Buenos Aires enemigos de San Martín, lo impulsaban en este sentido, y como se lia visto, hasta Guido y Godoy Cruz le proponían ponerse á la cabeza de esta nueva tentativa, que el general de los Andes consideraba ó imposible ó funesta. Ya había impartido Pueyrredón sus órdenes para que se dirigieran á la frontera del norte los refuerzos de tropas que debían aglomerarse en ella según este propósito, cuando re- cibióla comunicación de San Martín \ las explicaciones que le trasmitió Godoy Cruz, \ reaccionando sobre sí mismo, deci- dióse sin trepidar por la reconquista de Chile 13 . Inmediata- nli' contestó á San Martín desdi- Jujuy : ' Mi venida al cuartel general sólo ha tenido por objeto ¡mp< rme perso- ■■ nalmente del estado y necesidades de este ejército ¡del Norte para proveer á los remedios con conocimiento, j » afirmar las relaciones de Salta, anteriormente alteradas por 12 Carlas de San Marlín de l'.» de mayo 'I- 1810. Véase el texto ni el apéndice tiúni. 14. El aulóprafo, en el Vrch. de San Martín, volu- men X 1 . 1 1 . .ii. M. s. n Esto, que los historiadores lian sospechado y relatado incoi mente sepún noticias vapas, se i: prueba | ■< >i lo | lera vez locu- nlos que establecen la evidencia en Olíanlo al hecho,) demuestran por el orden cronolópico de ellos sus diversas pcripeí ¡as. Vi pílulo : n I,. i Idea del Paso de I"- ¡Vnd< a. 544 PUEYRREDÓN Y SAN MARTÍN. - CAPITULO XII. o una fatalidad. Estoy al término de mi intento, y dentro de « ocho días me pondré de regreso en Tucumán y con muy corta detención continuaré hacia la capital: de modo que » debo llegar á Córdoba del 10 al 12 de julio. Estoy conven- » cido que es sumamente importante que tengamos una en- » t revista para arreglar con exactitud el plan de operaciones » que sea más adaptable á nuestras circunstancias. Para » esto, creo más conveniente señalar la ciudad de Córdoba. » Entretanto, sírvale de gobierno, que he comunicado con » esta fecha por punto general al brigadier Balcarce, que » hace las veces de delegado mío en Buenos Aires, le preste » cuantos auxilios le sean pedidos para el ejército de su » mando, y puede por consiguiente, dirigirse á él en lo que » sea urgente, sin esperar el resultado de nuestra entre- » vista » (14). Fué entonces cuando, en virtud de una gravi- tación natural, de la negativa de San Martín de hacerse cargo del ejército del Norte y de sus claras demostraciones en favor de la expedición á Chile, la opinión reaccionó, y cuando don Tomás Guido, redactó la Memoria de que nos hemos ocupado antes, que sin duda contribuyó á afirmar más á Pueyrredón en su resolución. Cuando ésta llegó á sus manos, ya estaba decidido (15), así es que contestó á las reflexiones que le hacía el Director Balcarce esforzando las razones de la (14' Oü. de Pueyrredón á San Martín, datado en Jujuy el 6 de junio de 1816. Se inserta el texto en el apéndice núm. 13. El original existe en el Aren. San Martín, vol. XXXVII, < Correspondencia reservada. M. S. (15) En prueba de este aserto, puede citarse además un documento que es concluyenté. En carta reservadísima del doctor José Darragueira, diputado del congreso, de fecha 27 de junio de ISI7, dirigida á don To- más Guido, le dice á éste : a Pueyrredón se halla actualmente en ésta ruc án), en víspera de partir, con designio de estar el próximo 18 de julio en la ciudad de Córdoba, donde espera verse con San Martín para halar definitivamente sobre la expedición á Chile, que no «ludo " la verificará, porque además de que esa era la opinión particular del - cois I'ur\ rredón antes de su bramienlo 3 de mayo de 1816 , me ■ consta que La memoria de V. lo ha electrizado. » M. S. PUEYRREDON í SAN M \ I; I I V GAPÍTI Lü Mi Memoria, con las mismas palabras que dieciocho días antes había dirigido á San Marlín al manifestarse conforme cod bu plan, sin esperar el resultado de la proyectada entrevista De regreso del ejército Jujuy recibí en el camino su municación del 31 de mayo, en que consulta si suspenderá las medidas iniciadas con objeto de activar los aprestos » terrestres y navales para realizar la expedición proyectada o contra Chile : y estando yo más que convencido de toda la » importancia que ofrece dicha expedición á las seguridades v ventajas del Estado, la he resuelto decididamente lt¡ . El paso de los Andes estaba resuelto, y la revolución estaba salvada. Cuando se piensa que sin la persistencia de San Martin en este momento decisivo, la invasión del Alto Perú se hu- biera resuelto, perdiéndose miserablemente la revolución por ese camino, al menos por entonces, y se considera además. que solo él podía ejecutar la empresa con seguridad mate- mática, tal cual la había concebido y lo prometía, cambiando la faz de la guerra americana, se justifica lo dicho antes, cap. II. § II que pocas veces la intervención de un hombre en los destinos de un pueblo fué más decisiva que la suya, así en la dirección de los acontecimientos como eu el desarro- llo de sus consecuencias. 16 •• c incluyente, \ basta coordinar la suc< BÍÓn de las fechas, aún prescindiendo de I"- demás antecedentes qui lablecen la filiación de la idea del Paso de los Vndes, para darse cuenta exacta del orden délos licchos. En 10 de mayo de 1816, don Tomás Guido redactó la memoria 'que lia impreso con fecha 20 del mismo). El 31 del mismo fué dirigida al director Puevrredón, según el te ' de los docu- mentos con q -I acompañó esla publicación. Eu 21 de junio acusó rredón recibo de ella, manifestaudo que de antemano estaba más convencido que nadie; y en la misma fecha escribía ¡i su autor felicitando k) poi su trabajo, cuando dieciocho días nntes 6 de ¡unin . como se ha TUM . I. . IDEAS MONARQUISTAS. —CAPÍTULO XII. IV No enlran en nuestro cuadro los trabajos del congreso de Tucumán, que hemos historiado en otro libro (17) del punto de vista de la política interna y sólo nos ocuparemos de ellos en sus relaciones con la independencia sud-americana al inau- gurar una nueva época, dando la señal de la guerra ofensiva á todo trance v de la propaganda revolucionaria por todo el continente. Esla corporación, que representaba genuinamente una democracia y fundaba una república por el hecho de reunirse en nombre de la soberanía nacional, no tenía la plena conciencia de su misión, y trepidaba al dictar la única ley para que había sido convocada, por ser la única que los pueblos obedecían, que era la de la independencia. Por una contradicción, que explica el desequilibrio entre la ideas teóri- cas de gobierno ordenado y centralista de los pensadores, y los instintos populares nativamente republicanos y anárquicos, la mayoría del congreso era monarquista constitucional, y en este punto coincidía con San Martín y Belgrano, que al frente de los ejt'rcitos de Cuyo y del Norte, sostenían sus deliberaciones. San Martín, aunque republicano por inclinación y por principios, como lo declaraba, no le era antipática la funda- ción de una monarquía, y desde 1812 había empezado á incli- narse á ella (V. cap. 111, § YI) como una solución ya que no como un ideal, por cuanto consideraba difícil, si no imposible, visto, había escrito a San Martín de conformidad con su plan, comuni- cándole haber impartido sus órdenes en consecuencia. Las fechas hablan por sí solas. El general Guido omitió la inserción de este documento ca- pital, entre los anexos que acompañaron la publicación de su memoria en el Paraná. (V. Apéndice n.° 12, lelra C.) \~ v Historia do Belgrano y de la Indep. Argentina.» LNDEPEN DENC1 \ \ KGEN l l\ \. CA Mil LO XII. e] establecimiento de un régimen democrático : pensaba que faltaban elemenl os sociales y materiales para consolidar una república con un gobierno consistente, \ que con un monarca era más fácil radicar el orden, fundar la independencia, ase- gurar la libertad y conquistar por el hecho aliados poderosos, neutralizando el antagonismo con el Brasil. Para Belgrano, apasionado por los principios de la constitución inglesa v fa- tigado «le la anarquía, la monarquía era no sólo un medio de hacer prevalecer la independencia, sino también un fin para fundar un orden de cosas duradero, y hacía propaganda en lal sentido, mientras San Martín guardaba unaestricta reser- va. En el uno tales ideas eran producto de la reflexión, v en el otro, hijas del sentimiento. Pero como lo hemos obser- vado otra vez, estos dos hombres, que tan mal comprendían entonces las necesidades de su época y tan mal representaban moralmenle la opinión dominante del pueblo en cuanto á la forma de gobierno, fueron, empero, las dos robustas colum- nas en que se apoyó el congreso de Tucumán, los verdaderos fundadores de la independencia argentina, y los que, con sus victorias anteriores y sus trabajos posteriores, hicieron po- sible la fundación de la república democrática, \ obligaron al mundo á reconocerla como un hecho y un derecho ¡n- buestionable. 1 na ve/, constituido el congreso, empezó á instar San Mar- tin á la par de Belgrano, por la inmediata declaratoria de la independencia nacional, como coronamiento de la revolución americana y punto departida de la guerra ofensiva á todo trance. ¿Hastacuándo esperamos p ira declarar nuestra inde- pendencia? escribía ;i (iodos Cruz. ¿ V.rs nía cosa bien ridicula acuñar nu la. tener pabellón ) cocarda nacional, y por último, hacerle guerra ;il soberano de quien se dice dependemos, y no decirlo, cuando no nos talla más «pie decirlo? ¿Qué relaciones podremos emprender cuando esta* •> nios ¡i pupilo.' Lo- enemigos v ron mucha razón nos tra 548 ESTRATAGEMA DE SAN MARTIN. — CAPÍTULO XII. tan de insurgentes, puesto que nos reconocemos vasallos. Nadie nos auxiliará en tal situación. Por otra parte, el sis- )> tema ganaría un 50 por 100 con tal paso. Para los hombres de corazón se han hecho las empresas. Si esto no se hace, o el congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumien- i) do la soberanía, es una usurpación que se hace al que se •> cree verdadero soberano, es decir, al rey de España » (18). Como Godoy Cruz le objetase que la cosa no era tan llana, replicóle con tanta gracia como energía : « Veo lo que me > dice sobre el punto de la independencia no es sopla/' y > hacer botellas : yo respondo, que mil veces es más íácil » hacer la independencia que el que haya un americano que » haga una soia botella ». Y agregaba, « que republicano por principios é inclinación, sacrificaba sus sentimientos al bien de su patria; porque pensaba que los americanos de las Pro- vincias Unidas no habían tenido otro objeto en su revolución que emanciparse del yugo del hierro español para formar una nación, y era dudoso pudiesen constituirse en república con un gobierno puramente popular, como también que pu- dieran salvarse sin contrarrestar el egoísmo de los prudentes». Y partiendo de estas premisas, llegaba á la conclusión que respondía á su idea lija sobre la dirección de la guerra : ' ¿Cuáles son los medios de salvarnos? Yo lo sé, el congreso » los aplicará como interesado en el bien de este pueblo ; pero » si tales medidas no se toman en todo este año, no encuen- » tro (sc^ñn mi \ ista) remedio alguno. Se acabó » (19). Poco después recibía la noticia que colmaba sus aspiraciones y lo habilitaba para llevar la bandera emancipadora más allá de (18) Carta de San Martín de 12 de abril de 1816, autógrafo. V. Apén- dice iiiiiii. I i Aivh. San .Marlín, vol. XI. II. cit. M. S.) (19) Caila de San Mallín a Godoy Cruz de 2't de mayo de 1816. Véase el texto completo mi el Apéndice núm. 12, y su autógrafo en Arch. San Mallín. vm|. \|.H, ,-¡l. M. S. ESTRATAGEMA DE SAN M\l;Tl\ | UMTll.o \ll las fron leras ) exclamaba lleno de alborozo : ■■ Ha dado el congreso el golpe magistral con la declaración de la inde- pendencia. Sólo hubiera deseado que al mismo tiempo el congreso hiciera una exposición de los justos motivos que tenemos los americanos para emanciparnos 20 . Declarada la independencia «le las Provincias Unidas del Río de r.\ Plata el 9 de julio de 1816, Sun Martín combinó su notificación al enemigo en señal de desafío con el in.i< feliz ardid de guerra que haya brotado deJa cabeza de un general, \ el cual tenía por objeto completar su plan de invasión. Va había manifestado, que para verificarlo no tenía sino dos caminos : el de Uspallata, frente á Mendoza, qué es el más corto, \ el de Los Patos por el norte, frente á San Juan, que es el más largo ; pero no los conocía en toda su extensión \ temía que los realistas los hubieran fortificado por la parle de Chile, dificultando así el paso de los Andes, como sucedió á Bonaparte en el fuerte Barí al cruzar los Alpes. Para efectuar nn reconocimiento de ambos caminos y cerciorarse de si es- taban ó no francos, imaginó enviar un parlamentario á Mar- có, llevándole el acta de la independencia argentina, previa consulta del Gobierno : « Invistiendo la nación un nuevo carácter, desde el momento que se declaró solemnemente b nuestra independencia, opino sería útil comunicarlo de oficio »i al gobierno de Chile, como de general á general ■• :2¡ . Llamó á mi ayudante de campo el ingeniero Álvarcz Con- darco, \ le dijo : — ¡Mayor, vo\ á confiar á V. una comisión diplomática muy delicada. — ¡ A mí, mi general ! repuso el ayudante sorprendido. — Sí ; pero la verdadera comisión es 20 Carla de S;m Martín de 16 de jidio iln 1816. Vulógrafo Apéndice tumi. I i \ Aivh. San Martín, vol. \l.ll, cit. M. S. 21 Ofi. de San Martín de :»0 de aposto \ decreto aprobatorio del . de 10 de |»l¡i-ml»r.' de I s ir.. {)„<■<. <|e| Vivh. tíral., I- ■•-. Hu< rra 1816 M. S 350 ESTRATAGEMA DE SAN .MARTÍN. —CAPÍTULO XII. » que me reconozca los caminos de Los Patos v Uspallata. y » que me levante dentro de su cabeza un plano de los dos, » sin hacer ningún apunte, pero sin olvidarse de una piedra. ■> Lo despacharé por el camino de Los Patos, que es el más » largo v el más lejano, y como es seguro que así que en- » tregüe V. el pliego que lleva lo despedirán con cajas des- » templadas por el camino más corto, que es el de Uspallata » (si es que no lo ahorcan), dará V. la vuelta redonda y po- - drá ;í su regreso formarme un croquis sobre el papel. Yaya » á prepararse, y sobre todo, secreto! » — Era precisamente la memoria local la gran facultad de Alvarez Condarco como ingeniero : San Martín lo notó con su gran penetración en sus excursiones por la cordillera, y con su habilidad para apli- ca]- las cualidades de cada hombre, había llegado el momento de utilizarla. El parlamentario se puso en marcha. Al llegará la primera guardia enemiga al occidente de Los Patos, el oficial que la mandaba ordenó que se le hiciese seguir adelante; pero como iba á anochecer, y en la oscuridad no podría observar el cami- no, hízose el enfermo, y así consiguió recorrerlo en plena luz. Desempeñada su comisión con riesgo de su vida, y quemada por mano de verdugo el acta de la independencia de que era portador, fué despedido por el camino más corto de Uspallata, como San Martín lo había calculado, y así pudo luí-mar con sus recuerdos el croquis que más tarde sirvió al ejército para trasmontar la cordillera (22). Los caminos de la invasión es- taban francos. ±-¿ Conversación con el ingeniero Álvarez Condarco y el genera] Las H'-ras en Santiago de Chile. El croquis original de Eos Palos se lia con- servado entre los papeles del general Soler y el de l'spallata en losde Las Heras, j hemos tenido ocasión de consultar ambos. I. \ C0NFERENC1 \ l)E I ÓRDOB \ HAPÍTI LO \ I í, El I") de julio, seis días después de firmada el acta de la independencia argentina, tuvo lugar en Córdoba la fan conferencia secreta entre Pueyrredón v San Martín, que lia sillo considerada como un misterio \ respecto de la cual se lian hecho tantas suposiciones como comentarios. Según unos, (d genera] de los Andes iba resuelto á hacer aceptar su proyecto por bien ó por mal, intimidando al director; según otros, llegó hasta amenazarlo con hacerle asesinar en el ca- mino por su misma escolla. Algunos han pensado que la in- fluencia de la Logia de Lautaro, — á la sazón medio disuelta — fué la que decidió á Pueyrredón á ceder, v otros aseveran que las claras demostraciones de San Martín exponiendo su plan, determinaron esa resolución. El mismo Pueyrredón ha declarado en un documento solemne de la época de su gobier- no, el objeto deliberado que lo llevó á Córdoba, que « fué combinar los planes para rescatar á Chile de la dominación " española » (23). La verdad es, que antes de verse en Córdoba, ambos es- taban de perfecto acuerdo, como se ha demostrado, y que bacía cuarenta días que el director bahía impartido órdenes terminantes en consecuencia .(16 de junio), á fin que se di- rigieran á Cuyo los hombres y recursos necesarios para la expedición á Chile. Y lo más curioso es, que San Martín re- 23 Kxposiciún de los trabajos del Supro dobierno de las P. I , de "■mi Ani'iir.i iii |,i presento administración de 21 de julio de 1*17 Ar- mada por I'im\ rredón, en que dice : Sepuí mi marcha hasta la capital Córdoba, donde halda dispuesto i| I peneral San Martin i -- perase, para comhinai los planes de n -. al u .i Chile del poder di lo« t español) 552 LA CONFERENCIA DE CÓRDOBA. —CAPITULO XII. serví'» su plan militar del director, el cual sólo le comunicó en vísperas de emprender su marcha al través de los Andes (24). En una carta de la fecha do la conferencia que lleva unidas las firmas de San Martín y Pueyrredón, decía el primero á Godov Cruz : « Me he visto con el dignísimo director que » tan acertadamente han nombrado ustedes. Ya sabe V. que » no soy aventurado en mis cálculos ; pero desde ahora les » anuncio, que la unión será inalterable, pues estoy seguro » que todo lo va á transar. En dos días con sus noches hemos » transado todo. Ya no nos resta más que empezar á obrar. Al efecto, pasado mañana partimos cada uno á su destino, » con los mejores deseos de trabajar en la gran causa ». Al pie de esta carta, y junto á la firma de San Martín, hay un renglón de Pueyrredón saludando á Godov Cruz, que había sido el intermediario entre los dos, en prueba de que refren- daba los volos por la unión (25). Si algo de misterioso hubo en esta conferencia, que como se ve nada tuvo de sombría, sería, además del plan general expedicionario y detalles de administración militar en que concordaron, lo referente á planes de política externa, y especialmente á la reorganiza- ción de la logia sobre nuevas bases, como los sucesos que van á desenvolverse lo revelarán, conviniéndose expresa- . i Hé aqui la prueba de este último aserto que anticipam os para des- pejar mejor esta incógnita. En carta de Pueyrredón ú San Martín de 17 de diciembre de 1816, le decía : « Espero e] plan que V. me ha ofrecido, o para poder formar una idea * en lo sucesivo fueron, hasta el fin de sus días, los amigos más afec- tuosos, más lides y constantes : dos verdaderos hermanos Como se recordará, San Martín en la revolución de octu- bre de 1812, había contribuido á la caída del gobierno de que Pueyrredon formaba parle entonces ; pero éste tenía bastante elevación moral para no sacrificar el bien público 6 I"- resen- timientos personales, así es (pie, una vez convencido de la excelencia del proyecto de San Martín, no trepidó en pres- tarle su más decidida cooperación, sobreponiéndose á pode- rosas influencias que por error ó por odiosidad hacia el general de los Andes le señalaban otro camino. Era Pueyrredon un patriota prohado, que se había distin- guido como combatiente en primera línea en las invasiones inglesas; uno de los más activos precursores de la revolución de Mayo, que llegó á hacerse espectable después de la derrota de lluaqui, por una hábil retirada que ejecutó salvando los caudales de Potosí, — la que fué hiperbólicamente compara- da en su tiempo á la de Jenofonte. — No se había señalado ni como administrador, ni como político, ni como general, uo obstante haber sido las tres cosas con brillo pasajero, re- conociendo él mismo que no tenía aptitudes para el mando militar. Hombre de mundo, de buen sentido y juicio propio, con bastante inteligencia y alguna ilustración para juzgar laa opiniones ajenas y carácter parí sostener las su) is, lenía la suficiente flexibilidad para someterse á las deliberaciones de una mayoría ó á las exigencias de las circunstancias. Con una ambición Uníante sin trascendencia, que se satisfacía con el ejercicio normal del poder: moderado en sus pasiones políti- 534 IDEAS DE PUEYKREDÚN - CAPÍTULO MI. cas v sin opiniones comprometidas sobre los partidos; deco- roso en su vida pública y privada, con la necesaria sagacidad para estimar las aptitudes de los demás; circunspecto, pru- dente, pero dotado de cierto temple de coraje cívico que no retrocedía ante las responsabilidades colectivas; de presencia hermosa v arrogante, con maneras eullas y lenguaje digno que establecían sin altanería g! recíproco respeto, era una figu- ra de gobierno v elhombre de las circunstancias, siendo en el fondo una mediocridad relativa. Sus cualidades negativas principalmente lo constituían en el representante de una repú- blica radicalmente democrática, guerreray anárquica, goberna- da por un parlamento patricio, ponderada por una oligarquía poderosa, cuya base y centro de gravedad sería una metró- poli compacta, homogénea y orgánica como Buenos Aires, de donde se irradiaría su acción, cuya bandera sería llevada por dos ejércitos igualmente refractarios al pretorianismo y al cau- dillaje ; y allá en la sombra el resorte secreto de una asociación misteriosa, que hacía las veces de consejo áulico. La historia debe tenerle en cuenta su espontaneidad al aceptar el plan salvador de San Martín y el empeño consciente que puso para llevarlo á buen término, debiéndose á esto los grandes sucesos que han hecho memorable su administración. Las ideas políticas de Pueyrredón en cuanto á forma de gobierno, que siempre habían tenido un tinte aristocrático, eran entonces acentuadamente monárquicas, — como las de la mayor parte de los más notables contemporáneos, — aun cuando pensase como San Martín, que era un medio y no un fin; mientras tanto se conformaba con la situación republi- cana que se imponía por sí. Es probable que en su conferen- cia cambiasen ideas sobre este punto. — que era á la sazón materia de extravagantes discusiones abstractas en el congre- so, — como de una cosa posible, más ó menos conveniente en su oportunidad. Eran dos monarquistas espectantes. No así Uelgrano. que había abrazado con candorosa pasión, no l'l. INÉS M0> UIQI [ST IS « IPÍTULO XII. solo La idea de la monarquía constitucional de los ingleses sino la restauración de la dinastía de los Incas, para fundar un imperio americano con el Cuzco por capital, á fin dé atraer- se el concurso del Alto y Bajo Perú. El congreso, en el cual los peruleras — como llamaban entonces á los naturales del Perú, — tenían una poderosa representación, llegó á propiciar este fantástico plan, ■! ejército agota en igual proporción los fondos y arbitrios [><■- cuniarios de esta provincia, gravada con una multitud inmensa de o exacciones. » Con fecha 15 j 29 de agosto el gobierno le asigna la can- tidad de 8,000 ?s mensuales. M. S. S. Véase en ■■ Reg. Nacional de la Rep. Arg., tít. I, |>. ■ '<'*'>■ libro del tribunal de cuentas . 3 Nombramiento de '■'< de septiembre de 1816. (Doc. del Aren. Ge- neral. .M. S.) 29 Resolución del Congreso de .'¡ de i ctubre de 1816, niel « Red. del c."iiL*. d nfiiH. í.'i. Acuerdo del gobierno de 17 de octubre del nii>ni!i. - ii Martín de 31 del mismo. Docs. del Arch. (nal. M. v. S. EJ ERCITO DE LOS ANDES. CAPÍTULO XII. conato á San Martín, en circunstancia que se dirigía á Cór- doba para celebrar su entrevista con el director, hizo decir i ano de los promotores, que podían aprovecharse de su au- sencia para llevar adelante su propósito. Bastó esto para con- tenerlos por el momento. A su regreso, notando que los tra- bajos subterráneos seguían, hizo instruir dos procesos, tino público y otro secreto, y cuando estaban en estado de senten- cia, mandó sobreseer en ellos, con palabras que revelan que se había posesionado ya de su papel de libertador americano 3 que se trazaba una regla de conducta para lo futuro. « Justos j poderosos motivos en bien Je la América me han impulsa- o do, como lo hago, á mandar suspender todo procedimiento en la causa que se sigue á los reos que resultan en ella 30). Al dar cuenta de este incidente al gobierno decíale : Cuando me lisonjeaba de haber preservado á esta provincia del gér inen devorador de la anarquía que desgraciadamente ha ¡n- » vadido á muchos otros pueblos, descubrí las miras secre- » las que algunos díscolos preparaban para envolverla en 9 desastres. El negocio es de bulto : las ramificaciones en- b volvían la masa del ejército; era preciso tomar un partido • pronto, pero que asegurase el urden al mismo tiempo que • el honor de nuestras armas, ocultando hasta las apariencias b del delito. Esta máxima lia dirigido mi conduela. Todo se » ba corlado felizmente. El público nada ha trascendido. b Para salvar toda sospecha se ha expedido una orden del día que todo lucubre »> (31 . No fué esta la última conspira 30 1 Mi. de San Martín ¡i l;i comisión militar del Kjército de loa kndva de ■'. de octubre de 1816. Virli. San Martín, vol. 1.11, Justicia railil iiuni. 1 . 1 lausas reservadas, M. S. ff (31; Causas seguidas |>or la comisi ¡litar del Kjército de loa Andes -•i, septiembre j octubre de 1816, exislenti - en el Vn h. San Martín, vu lumen LII, núra. I.. Justicia militar, » cit. en li la anterior, ) rrespondencia de San Martín con el gobierno sobre ellas, en i| gistra el ofi. de San Martín de ■'. de octubre de 1816. Loa complicad* EJÉRCITO DE LOS ANDES — CAPÍTULO XII. ciún del Ejército de los Andes, ni el último rasgo de magna- nimidad de su general en circunstancias análogas; pero por el momento todo entró en su quicio y sus elementos heterogé- neos se plegaron bajo la mano de su ordenador que les dio su forma definitiva, inoculándoles el espíritu que debía sobre- vivirle. Sucesivamente fueron llegando á Mendoza los refuerzos de Buenos Aires prometidos por el director. El regimiento núm. 8 fué completado y de él se formó el batallón núm. 7, al mando el uno del teniente coronel Pedro Conde, inteligente v valeroso oficial que se había distinguido en las campañas de la revolución, y el otro al de igual clase Ambrosio Cram- mer, francés de nacimiento y veterano de los ejércitos de Na- poleón. El regimiento núm. 11 que mandaba Las Heras, fué dividido en dos batallones, por cuanto el general representó que tal organización no correspondía al número y constitu- ción de los ejércitos americanos, cuva unidad láctica y de combate debía ser el batallón. El comandante Rudecindo Alvarado, destinado á figurar enalto puesto, tomó el mando del batallón n.n 1 de cazadores (antes 2.° del n.° 11). El cuerpo de artillería elevado á la fuerza correspondiente, con su dotación completa de material, fué confiado al coman- dante De la Plaza. Los dos escuadrones restantes de grana- deros á caballo que asistieron á la campaña del Alto Perú, se reunieron á los dos que habían hecho la de la Banda Orien- tal, á los que se agregó un o.° escuadrón formado en Cuyo á las órdenes del comandante Mariano Necochea, figurando en en ellos los nombres de Brandzen. Melian, Lavalle, Medina. Hamallo y otros que debían hacerse famosos por sus hazañas. El cuerpo de ingenieros recibió un valioso contingente en la el proceso eran tenientes L. R. T. \ L. M. j por referencias vagas el coronel J. G. L. M. s. s. .MAM. MISIoN DE ESCLAVOS. CAPÍTULO \ll. persona de don Domingo Arcos, español liberal que prestó im- portantes servicios á la causa de su adopción. Así, en los pri- meros días de setiembre, el Ejército de los A.ndos contaba con más de 2,300 hombres de línea bajo sus banderas 32 . No bastaba esto, y era necesario que Cuyo hiciese el último esfuerzo, suministrando un nuevo contingente á lin de ente- rar el número de 4,000 calculados para la expedición. La pro- vincia estaba agolada en hombres y dinero; pero San Martín encontró en ella los hombres que pedía y la buena voluntad para darlos. A su regreso de la conferenciado Córdoba, San Martín hizo esparcirla voz de que había acordado con el director abolir la esclavitud en la república, y aconsejó á sus cabildos que promovieran entre sus vecinos la cesión espontánea de una parle de ella antes que una ley obligatoria los despojase de su totalidad. La idea encontró grandes resistencias en Cuyo : los «'cla- vos eran los únicos brazos con que los propietarios contaban para el cultivo de sus haciendas; pero al fin lodos se allana- ron buenamente al nuevo sacrificio que se les exigía. Una asamblea compuesta dedos diputados por cada una de las tres jurisdicciones, bajo la presidencia del cabildo de Mendoza, promovió la manumisión voluntariado las dos terceras partes de los esclavos de la provincia, poniendo por c« con lición pre- » cisa que no se entendería hecha la enajenación hasta que » no se verificase el tránsito de las cordilleras en forma de spedición capaz de batirse con el enemigo pos lor de » Chile ». El ejercito recibí'» un contingente de 710 soldados, que engrosaron los batallones con hombrea robustos} lleno-, de ardor, propios para el arma de infantería que constituía su Eslado de fuerza «le ü setiembre de 1816. Doc. del ircli. Gral, M. S.) mu i 562 CUADROS DE CHILE. — CAPITULO X1J. nervio (33). Cuyo coronaba su obra con esta ofrenda, y San Martín le tributaba el merecido honor. « Admira, — dice al dar » cuenta de este acto, — que un país de mediana población, » sin erario público, sin comercio ni grandes capitalistas, »j falto de maderas y primeras materias, haya podido elevar de >j su mismo seno un ejército de tres mil hombres, despoján- -' dose hasta de sus esclavos, únicos brazos para su agricul- » tura; ocurrir á pagas y subsistencia y á la de más de mil » emigrados ; fomentarestablecimientos de maestranza, elabo- » ratorio de salitre y pólvora, armerías, parque, batán, cuarte- •> les, campamento; erogar más de tres mil caballos, siete mil • muías, innumerables cabezas de ganado vacuno; hacer el » servicio de cordillera con sus milicias, concurrir con sus ar- » tésanos, en una palabra, haciendo las fortunas particulares » quasi del público. » Y exclamaba, después de enumerar estos servicios : « ¡La América es libre! Sus enemigos se sentirán » vencidos ante virtudes tan sólidas y calcularán por ellas el ■> poder unido de toda la nación »(34). Yantes de finalizar el año de 1816, el ejército de los Andes contaba con los 4,000 « brazos fuertes », calculados dos años antes (junio de 1815) para reconquistar á Chile, y el que los había armado uno por uno y dádoles su temple, podía asegurar con legítima con- fianza, que « la América sería libre », merced á Cuyo! (3o). (33) Acta de asamblea provincial de 2 de setiembre. Olí de San Maitín de 31 tic setiembre, Ofi. del gobernador Luzuriaga de 'i l de oc- tubre. (Docs. del Arch. Gral. «Guerra : 1816. » M. S. S.) Ofi. del ministro de la Guerra al gobernador de Cuyo de • »' de noviembre de 1826. (Arcb. dr Mendoza. M. S. — Véase « Car. di' Buenos Aires, >•> núm. 77, de 9 de octubre de 1816. 34 Ofi. de San Martin de 21 do octubre de 1816, publicado en la « Gac. de Buenos Aires, - núm. 80 de 9 de noviembre de 1816. •¡•"' Segúu 1 ■ »> estados, la fuerza efectiva del ejército de los Andes en noviembre de 1816, era la siguiente sin contar jefes y oficiales : Batallón ilo artillería, 2il di' tropa : Núm. I de Cazadores, 560 : Núm. 7 de in- fantería, 769 : .Núm. 8 de idem, 783 : Núm. II de ideni, 683 : Grariade- CUADROS DE CHILE. I \l'l 1 I LÜ MI. Esle ejército, por su bandera, su composición y bu espíritu, era escncialmcnle argentino y los emigrados chilenos no habían tenido cabida en sus lilas. Ingresando empero a el algunos oficiales de esa procedencia que prestaron servicios recomendables (36). Pero San Martín, que contaba princi- palmente con Chile como base de sus operaciones ful nía-, v pensaba que el hecho material del rescate del territorio pol- las anuas no daba la victoria que buscaba, era bastante hábil y previsor para excluir este elemento importante entre los factores de su plan. Como complemento del ejército de los Andes, bosquejó la planta del futuro ejército de Chile, que unido al argentino, debía consolidar la reconquista \ c su- frirá la libertad del país y del resto de la America del Sud. Con arreglo á esta idea preconcebida, formó con los emigra- dos de Chile residentes en Cuyo los cuadros de dos regimien- tos de infantería, un batallón de artillería y un regimiento de caballería, á fin de uniformarlos á su táctica y llenarlos á su tiempo con los contingentes que suministrara el país recon- quistado, bajo las órdenes de sus jefes y oficiales mitos. De este modo se creaba de antemano un punto de apoyo sólido en el país que iba á invadir, consolidaba la futura alianza militar entre los dos países y daba á la composición de ambos ejércitos la homogeneidad necesaria, con la unidad de mando que anticipadamente establecía. Al efecto, nombró tina coi ú- siónde notables chilenos para que procediese á su organiza- ción, facultándola á expedir despachos provisorios, sujetos á la aprobación del gobierno que se estableciera. Además, formó pos ú caballo, 742 : Total 3,978. (Docs. del Axch.Gral., leg. '• rrespondenciü de San Martín, 1810. » M. S. S.) — VéaseEspajo Pasode los Andes, » p. i tt. En el « Paso de los Andes, • del general Espejo, p. 122, se da I. lista de estos oficial . que alcanzan ú diecinueve, incluyendo al general 0,lli''"in<. 564 PRONÓSTICO DE SAN MARTIN. — CAPITULO XII. bajo las órdenes de Freyre y Portus una partida volante de dragones con la denominación de « Legión Patriótica del Sud », destinada á cooperar á su plan de invasión y una com- pañía veterana supernumeraria de emigrados sueltos, para utilizar sus servicios. Al darles esta organización elemental, les señaló sus grandes objetivos lejanos, con palabras que revelan la trascendencia de sus miras y la ciencia y concien- cia con que procedía. « Chile, les decía, enriquecido con los » primores de la naturaleza, arbitro por su localidad del » Océano Pacífico, constituido por su población, industria y » facilidad de comunicación con las provincias limítrofes, es » quasi el centro de esta región de América y su restaura- » ción, va a íixar las bases de nuestro ser político. El Perú » cederá á su intluxo, y quedará uniforme el continente. Sus » buenos hijos penetran con intensidad estas verdades, y yo » me alborozo en repetirlas como una efusión de mis senti- » mientos. Nada debe ocuparnos sino el objeto grande de la » independencia universal. ¡Vuestros trabajos deben zanjar » los cimientos de este edificio augusto. Unifórmese la opi- » nión, plantéese el sistema verdaderamente militar y rege- » nerador, que el triunfo se apresura á coronarnos. La base ■> del ejército de Chile complementará esta obra intere- » sanie » (37). (37) Plan de organización de los cuadros del ejército de Chile, proyec- tado por San Maiiín el 25 de abril de 1816. (Arch. San Martín, vol. X, núni. 2.", M. S.) En el mismo volumen se encuentran lodos los documen- tos relativos á esta creación, de los cuales se inserían algunos en el Apéndice Qúm. 13. Ningún historiador chileno ni argentino ha hecho mención de ella, una de las más originales y de la mayor transcenden- cia de San Martín, que es además una prueba cronológica de la prioridad de la idea del paso de ios Andes, concebida por él desde ísi i, y de las largas vistas del plan de campaña continental de su verdadero autor, cuando hasta entonces abril de 1816), ninguno, absolutamente ninguno, había enunciado la idea ni cuno proyecto siquiera. No debe olvidarse que la Memoria de don Tomas (luido que condensó las ideas de San Mallín sobre este punió, fué elaborada un mes después (mayo de 1816 Véase el Apéndice núni. 13. EL SECRETARIO ZENTENO I \l'l l l LO \l!. Aun cuando en la elección de l<>> jefes v oficiales de los cuadros, so consultaron principalmente l"< servicios \ las aptitudes sin distinción de opiniones políticas, por razón de los elementos de la emigración que so habían plegado á la influencia de San Martin, la mayoría de l<>s nombrados re- sultó pertenecer al partido de ( l'Higgins, figurando empero en ellos algunos carrerinos notables que por patriotismo habían preferido servirá su país en vez de seguirla suerte de su cau- dillo. A la ve/ hizo venir á su lado al general O'Higgins, que era su candidato para el gobierno di' Chile, con la investidura y sueldo de brigadier general de las Provincias Unidas 38 . Y como con estas complicaciones de negocios internaciona- les, la secretaría del ejército tomase la importancia de un ver- dadero ministerio, buscó el hombre adecuado para desempe- ñar este cargo, v su ojo penetrante lo descubrió en una pobre taberna de los alrededores de Mendoza. El tabernero era un emigrado chileno llamado José Ignacio Zenteno, á quien sus compatriotas llamaban « id filósofo ». Había figurado en la revolución como agente secundario de pobladas, pero nadir pudo descubrir en él las cualidades pre- dominantes «le su carácter. San Martín lo visitó en su hu- milde establecimiento, conoció en la primera conversación el valer del hombre y lo nombró secrelario del ejército, revelan- do desde luego en estü empleo los talentos de un adminis- trador, que más larde lo elevaron en su patria á puestos en- cumbrados como organizad"!- de su ejército y marina -'t'-1 . (38) Con fecha 26 de febrero fué dado á reconocer O'Higgins como ii. r 1 1 en la orden del día de] Ejército. San Martín lo babia pro] s n 10 de enero de 1816 j en 29 de marzo del mis ¡1 gobierno.le declaré el sueldo correspondiente. Docs.de] Irch. Gral., leg. « Guerra, 1816, M. ■ Zenteno fué propuesto como secretario poi San Martin el 13 de enero de 1816, j el 29 del mismo aprobado i">r el gobierno con el sueldo de J • pesos. Doc. del Arch , M. - 566 EL CAMPAMENTO DE .MENDOZA. — CAPÍTULO XII. Pero el general de los Ande?, que jamás entregaba por entero su confianza á un hombre, se reservaba de su secretario en los asuntos delicados que se referían á la política chilena, y así escribía á su confidente Guido : « No puede V. figurarse lo » que el partido de los Carrera está minando la opinión del » exército. El secretario que tengo es emigrado y no puedo » hacer la menor confianza de él en asuntos que tengan re- » lación con Chile. Calcule V. cómo me veré en una campaña » acliva y teniendo que establecer la base de nuestras rela- ' ciones políticas, crear otro exército, hacer reformas in- <•> dispensables, etc. » (40). VII Poniendo en práctica su máxima, de que los soldados desti- nados á vencer sólo se forman en los campos de instrucción, estableció un campamento como una legua al norte de la ciudad, en un sitio pintoresco llamado el « Plumerillo ». Era un hermoso valle cubierto de árboles, que fué desmontado, construyéndose en él espaciosos cuarteles y almacenes, á cu- ya erección contribuyó el vecindario con cuantiosos donati- vos y materiales. Allí se trasladó San Martín con todo su ejército en los primeros días de la primavera de 1816. Desde ese momento, aquel sitio antes desierto y silencioso, ofreció el espectáculo del trabajo incesante y de una actividad pre- cursora de la gran campaña de que era la primera etapa. Al toque de diana, con las primeras luces del alba, se disparaba un cañonazo. A esta señal todos los cuerpos llenaban la gran plaza de armas en el centro del campo de instrucción, y se dividían en grupos: unos evolucionaban, otros se ejercita- do) Carta de San Martín á Guido de 16 de diciembre de 1861. 'Arch, San Martín. I/VTH, M S. EL CAMPAMENTO DE MENDOZA. CAPÍTULO XI!. ban en el manejo de las armas ó en tirar a] blanco, ;'i ouyo efecto se había levantado un espaldón en medio de ella. El general se dirigía de preferencia á los pelotones de reclutas v especialmente á los de granaderos á caballo ; pero su predi- lección eran los negros libertos á quienes proclamaba, ponién- dose al nivel de ellos, con el charlatanismo << Andes, ■ ps. i'1 568 LA BANDERA DE LOS ANDES. — CAPÍTULO XII. nominalmente por toques convenidos de corneta, para ahorrar liempo. Por la noche recorría las academias teórico- prácticas de táctica de los batallones y escuadrones, que con- vertía en escuelas de arte militar y de estrategia, suscitando cuestiones facultativas fuera del programa, proponiendo la solución de lances de guerra que podían ocurrir en el curso de una campaña, á fin de hacer discurrir á los oficiales por sí mismos, y terminaba su conferencia con el relato de algún episodio ilustrativo en que él mismo había sido actor. Des- pués de la tercera lista, se rezaba el rosario por compañías, y al loque de silencio reposaba aquella colmena guerrera y sólo se oía el alerta de los centinelas. Siguiendo los consejos de Belgrano, había introducido las prácticas religiosas como elemento de disciplina moral: los domingos el ejército oía misa, y era la ocasión de una gran parada. En seguida el capellán castrense pronunciaba una plática de media hora, cuyo tema era á veces sugerido por él, tendiendo general- mente á estimular las virtudes morales, el heroísmo en de- fensa de la patria, el amor á la libertad y la obediencia á las autoridades superiores del Estado (42). Aquel ejército tenía ya su número completo, su organiza- ción, su espíritu, su moral, su alma, puede decirse, y un objetivo determinado ; su ordenador quiso darle un ideal y un símbolo. A imitación y ejemplo de su amigo y de su maestro en virtudes, el general Belgrano, eligió por patrona del ejér- cito á la virgen del Carmen, de la devoción del pueblo de .Mendoza; pero lo hizo con las formalidades graves de su carácter disciplinario. Sometió el punto á una junta de ofi- ciales generales, y de acuerdo con ella la hizo declarar por tal en la orden del día. Faltábale la bandera, y la hizo enar- (42 Espejo, «Paso de l"s Andes,» p. 417. — Véase Barros Arana, " llist. do la Indép de Chile, » i. III, p. 2.'¡ y siguientes. LA BA N DERA l>K LOS \ N DES C \IM l ÜLO XII. bolar bajo los auspicios de la divinidad \ de la patria con to- da la pompa religiosa y militar de un acto solemne. El S de enero de 1817, en vísperas de abrir su memorable campana de los Andes, dispuso que se jurase á la vez á la patrona del ejército y la nueva bandera nacional celeste y blanca, inven- tada por Bel grano en 1812, inaugurada por éste con una victo- ria en 1813, y recientemente reconocida como bandera na- cional por el congreso de Tucumán que acababa de declarar la independencia argentina 1^4.1 i. i! El general don Jerónimo Espejo, que en su libro « El Paso de loa Andes, » ha suministrado auevas é interesantes noticias sobre la bandera de los Andes, ha aseverado, con la autoridad de testigo presencial de >u bendición y concienzudo compulsador de documentos, que los colores típicos del pabellón argentino fueron el azul y el blanco, y no <■] azulce- / U y el blanco, induciendo en error á otros escritores. Fúndase en ello : i.° en que «una asamblea nacional asi lo decretó" en Isn. » declaración que i xiste, pues la única lej que sobre uso de colores dictó esta asam- blea fué la de 5de.mayode 18Í3, en que dispuso que los brigadieres « usa- ran una faja Maura y celeste » : 2.° En que el congreso de Tucumán reva- lidó en 1 s i G la disposición que supone, siendo asi que lo que dispuso por ley de 2¡ de julio del mismo año, fué que <- sería peculiar distintivo de i la nación, la bandera celeste 3 blanca son sus palabras deque ha usado » hasta el presente » : 3." En que la lej d I mismo congreso de 26 tío febrero de 1818, revalidó igualmente la supuesta declaración de 1813, cuando lo que revalidó fué la de 1816, con estas terminantes palabras : « Sirviendo para toda bandera los dos colores blanco y azul en el modo a y forma hasta "hora acostumbrados » : í." En que el geni ro c >n q confeccionó la bandera de los Andes en Mendoza fué azul-turqul j no azul celeste, lo que él mismo se inclina á creer fuera por mcontrarse otro del color apropiado, lo que en todo caso no probaría que tal fuese el color típico de la bandera. Tanto el Sr. general Espejo como los que lo han seguido, olvidan : 1.° Que los colores tradicionales di la revo- lución argentina fuer I blanco 3 azul-celeste, q unpezaron d usarse por !'>s cívicos al tiempo de las invasiones inglesas en i*"* j enarhola- ron los ciudadanos en sus sombreros el 23 de m tyo de 1810 por decreto del gobier le 18 de febrero de 1812 se declaró que la 1 escarapela nacional de las Provincias del Río de la Plata sería d t lor blanco \ azul-cel ü : 3. Q istos fueron los colores de la han dera que inventó el general Belgrano en el Rosario el 21 de febrero de 1812, que el misim general presentó al público y al ején ilo en Jujuj '-I 25demavode 1812; bizo juraren el pío Pasage por lo cual lomó el nombre de río del Juramento el 13 de febrero de 1813 : i. ' Qué 1 Ha 570 LA BANDERA DE LOS ANDES. — CAPÍTULO XII. El día señalado, el ejército vestido de gran parada, con su estado mayor á la cabeza, se puso en marcha hacia la ciudad misma bandera compuesta de esos colores típicos y tradicionales, la que se inauguró en la batalla de Salta con una gran victoria, el 20 de febrero de 1813 : 5.° Sobre lodo, se ha olvidado la lev del congreso de 2o de julio de 1816, que es la fundamental y la que le dio existencia, en que se declara expresamente « que la bandera nacional será celeste y blanca <> inl romo se usaba hasta entonces » : 6.° Por último, se ba olvidado con- sultar los documentos del archivo de los Andes, en el cual se encuentran Jas pruebas de que la bandera que se juró en Mendoza el 3 de enero de 1M7, cualquiera que fuese el género con que á falta de otro se confec- cionó, fué legalmente la usada basta entonces, la decretada por el con- greso, la que en consecuencia el poder ejecutivo había dispuesto se «nar- bolase en eso ejército, y la que el mismo San Martín entendió jurar en obediencia <í la ley como general y como argentino. — He aquí las pruebas concluyentes. — La inspección genera] trascribe al genera] San Mailín la ley del congreso en que determina los colores Limen y celeste como distintivos nacionales, y la orden del día para que se cumpla en el ejército de los Andes. — « El secretario interino del despacho de la guerra con fecha de ayerme trascribe el decreto del Soberano Congreso del tenor siguiente : — « Con fecha de ayer me dice el secretario de Es- tado en el departamento de gobierno lo que sigue : — « Con fecha 24 de julio último el Soberano Congreso nacional ba dirigido al director supremo la resolución cuyo tenor es cómo sigue : — a Llevadas las Pro- vincias Cuidas de Sud-Ainérica al rango de una nación después de la o declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo » la bandera celeste y blanca de que ba usado hasta '•! presente, y la • usará exclusivamente en los ejércitos, buques y fortalezas en clase de ■ bandera menor, ínterin decretada al término de las presentes discu- ■ siones la forma de gobierno más conveniente al territorio, se lijen conforme i ella los jeroglíficos de la bandera nacional mayor. — » Comuniqúese ;i quienes corresponda para su publicación. » — «De or- den de S. L. lo comunico á V. S. para su conocimiento y que la circule por el ministerio de su cargo á los jefes de ejército, marina y demás de su dependencia. — V en m, consecui pcia I" trasmito á V. S. para su in- teligencia y circulación respectiva. — Y como aun no se han nombra- do lo- sub-inspectores de los ejércitos residentes en lis provincias di- la i nión, según decreto del 10 del corriente que V. S. habrá recibido por c lucio del Ministerio de la Guerra, participo á V. S. el de la Soberanía Nacional para que se sirva mandarlo cumplir en lodo el ejército de su mando. — Buenos Aires, 18 de 1816. — José Gazcón. — Señor coronel mayor, general del ejército de los Andes, don José de San Martín ». Original M. S. en el Arch. San Martín, vol. XXXIV, « Corresp. con va- rios » iiíini. i. ni — Contestación de San Martín á la anterior en que de- clara reconocer la bandera blanca v celeste : — « Tengo á la vista la * Ja fe*^ > t £~-^~^ t~ ¿*. JURAMENTO DE LA BANDERA - CAPÍTULO XII. 511 de Mendoza, que lo esperaba engalanada con arcos triunfales de llores, banderas, gallardetones \ cortinajes de Beda que tapizaban los frentes de los edificios. Penetró por la calle llamada de La Cañada, á lo largo de la hermosa alameda plantada por San .Martín, y á las ín de la mañana formó en la plaza mayor en medio de los repiques de campanas de ocho templos y de las aclamaciones entusiastas del pueblo. I-i imagen de la patrona electa salid del convento de San Fian- cisco ni encuentro de la columna, llevada en andas, acompa- sada de iodo el clero regular y secular, custodiada por las bayonetas de sus nuevos soldados, y á la cabeza de la proce- sión marchaba el capitán general con el gobernador inten- dente, el cabildo, los empleados civiles y el pueblo en masa. En la iglesia matriz estaba depositada la bandera, bordada por las damas mendocinas y adornada por ellas con piedras preciosas. Después de bendecida según el ritual de ordenanza, á la par del bastón de mando del general, éste la fijó en el asta y una salva de artillería de 21 cañonazos saludó su ascen- sión. San .Martín puso sn bastón en la mano derecha de la imagen, como Belgrano lo había hecho en vísperas de la ba- talla de Salla con la virgen de Mercedes, generala del ejército auxiliar del Perú, y lomando la bandera subió con ella á la plataforma levantada en plaza. Todos los cuerpos presenta- ron las armas: los tambores batieron man lia de honor, v siguióse un religioso silencio. El general, con la cabeza des- cubierta, pronunció con vibrante voz : — «¡Soldados! E i\ ESI \ PRIMERA BANDERA [NDEPENDIENTE QUE SE BENDICE EN ^JfÉRTl t circular de 18 de agosto últii n <|"'' trascribe V. S. la soberan i solución relativa á declarar por bandera menor del Estado la cel t blanca de que va se hace uso. Con lo que tengo el honor de contestar t i V. s. — Quartel general en Mendoza, 3 de octubre de 1816. San Mabtín. - Señor Inspector Gral. de los Ejércitos nacional Original, Documentos del Archivo general en leg. Correspondencia ron San Martin : o Guerra, 1816, M. S. 572 JLRAMENTO DE LA BANDERA. — CAPIT ULj) Xll. — La batió por tres veces, y el pueblo y las tropas lanzaron un estruendoso : ¡ Viva la patria ! — Y con acento más esfor- zado, agregó : « ¡Soldados! Jurad sostenerla muriendo en si- defensa como yo lo juro! » — ; Lo juramos! respondieron todos á una voz. Una triple descarga de fusilería á que se siguió una salva de 25 cañonazos, saludó la bandera redentora de la mitad de la América meridional (44). Esta es la bandera que debía atravesar los Andes, llameando en triunfo á lo largo de las costas del Pacífico, proteger la fundación de dos nuevas repúblicas, concurriendo á la independencia de otra más, y servir de mortaja sesenta y cuatro años después al cadáver repatriado del libertador americano que en ese día la enarboló como signo de redención ! Como complemento de su organismo, el ejército fué dotado de una imprenta de campaña que diera los boletines de sus victorias, difundiendo con ellos los principios de la revolución argentina que los soldados llevarían en la punta de sus bayo- netas (4o). (44) Véase Espejo, «Paso de los Andes », pág. 46ü y sig.; 'tH't\ sip., y 652 y si£. — D. Hudson, « Recuerdos hist. sobre la Prov. de Cuto », en la « Rev. de Buenos Aires », t. V, pág. 18o. — Véasela lámina. í:¡ Con fecha 27 de noviembre de 1816 el gobierno avisa al general de los Andes, remitirle para uso del ejército una prensa chira de impri- mir con todos sus útiles; 800 lili, de tipo. 50 resmas de papel, 2 cajas de composición y un barrüito de tinta. El I i de diciembre del mismo San Martín acusa recibo. (Docs del Arch. Gral., leg. « Guerra : 181G », M. S. S.) CAPITULO Xlll EL PASO DE LOS ANDES AÑO 1817 La cordillera meridional de los Andes. — Los caminos de la montaña. — Ar- dides de San Martin para ocultar sus planes.— Parlamento con los Pehuen- ches. — Confusión y errores de Marcó. — Las guerrillas de Chifc . — Apres- tos para el paso do los Ande-;. — Las zorras de fray Luis Beltran. — Invenciones de San Martin para el paso de las cordilleras. — ■■ La inmortal provincia de Cuyo ». — Gritos heroicos de San Martín. — Corres] lencia inédita entre Pueyrredón y San .Martin sobre la expedición á Chile. — Fuerza y composición del ejército expedicionario. — Plan general de invasión á Chile. — Despedidas de San .Martín de Cuyo.— Instrucciones políticas j militares para la reconquista de Chile. — El programa emancipador de la revolución argentina. — La combinación estratégica del paso de los Andes. — La expedición de Cabot al norte. — Combate de Sálala. — La expedición de Freyre al sud. — Combate de la vega de Campeo. — La invasión combi- nada por Uspallata y Los Patos. — .Marcha de Las lleras por Uspallata. — Marcha estratégica de San .Martín por Los Patos.— La sorpresa de Picheuta y el combate de Potrerillos. — El asalto de la << Guardia Vieja» — Disposi- ción de las fuerzas realistas. — Combate de 'as Achupallas. — Combate de las Coimas. — Ocupación de Putaendo y Santa liosa. — Reconcentración del ejército de los Andes al occidente de la cordillera. — Ocupación del punto estratégico de Chacabueo. — .Inicios sobre el paso de los Vndes.— Los pasos de San Martin V bolívar en los Andes meridionales v ecuatoriales I « Lo que no me deja dormir es, do la oposición que pue- » dan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos » montes »(1). Así exclamaba San Martín al divisar desde i Carla de San Martín á Guido el 14 de junio de 1816. ^rch. San Mallín, yol. LV111.) 574 LOS ANDES MERIDIONALES. — CAPÍTULO XIII. Mendoza las nevadas crestas de la cordillera de los Andes, barrera gigantesca que se interpone de norte á sud entre las dilatadas pampas argentinas y los amenos valles de Chile, en una extensión de 22°, desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos. Esta cordillera,, como la del Alto y Bajo- Perú en rumbo opuesto, divídese á su vez en dos cadenas pa- ralelas á los 33° de latitud austral, corriendo la una á lo largo del Pacífico en dirección al polo, — por lo cual se llama de la costa, — y la otra, con el nombre de gran cordillera es e! límite argentino-chileno. La cadena de la costa es una suce- sión de cerros graníticos, de formas redondeadas con pendien- tes suaves, cuyas ondulaciones se asemejan á las olas de un mar petrificado. La gran cordillera, es formada en su parte central por tres y cuatro cordones de montañas cónicas y an- gulosas que se sobreponen unas á otras, cuyas cimas alcan- zan á la región de las nieves perpetuas y se elevan hasta la altura de 6,800 metros sobre el nivel del mar. A su pie se de- envuelven valles profundos, circunscriptos por peñascos escarpados á manera de murallones, cuyas crestas se pierden en las nubes que los coronan, entre las que se ciernen los cóndores de alas poderosas, únicos habitadores de aquellos páramos; lagos andinos, que son torrentes represados por las depresiones del suelo ó los derrumbes de la montaña : ásperos desfiladeros y estrechos senderos, abiertos por los fuegos volcánicos y las aguas que se desprenden de sus cumbres inaccesibles, al través de cuestas empinadas y lade- ras suspendidas á sus flancos, que orillan precipicios, en cuyo fondo braman los ríos torrentuosos arrastrando inmensos peñascos como una paja. La naturaleza ha desplegado todo su poder al aglomerar aquellas grandiosas moles, sin más ornato vegetal que el cactus, el musgo y la jarilla resinosa, cuyos severos paisajes infunden recogimiento al ánimo y dan la idea de la creación embrionaria surgiendo del caos. Entre la gran cordillera y la de la costa, se desenvuelve VISTA GENERAL DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES DESDE MENDOZA LOS CAMINOS DE I. \ MONTANA. — I IPÍTULO XIII longitudinalmente un gran valle central, á trechos interrum- pido ó estrechado por macizos y contrafuertes móntanosos, qne desciende en plano inclinado de norte á sud, hasta que las cadenas que lo limitan se sumergen en el mar 6 Los IV Je latitud, marcando las islas y los archipiélagos su nauta prehistórico. Este rasgo, da su fisonomía geográfica al terri- torio chileno(2). La gran cordillera argentino-chilena, sólo es accesible por pasos precisos, llamados boquetes ó portezuelos, de los cuales los más conocidos y que se relacionan con nuestra historia, son : al centro, los de Uspallala y Los Patos, trente á .Men- doza v San Juan; al norte, el portezuelo de la Ranada J el paso de Come-Caballos, que ponen en comunicación á la pro- vincia argentina de La Hioja con las de Coquimbo \ Copiapó; y por último al sud, los del Planchón \ del Portillo, que conducen directamente, al valle de Talca el primero, \ al de Maipo v la capital de Chile el segundo. Estos caminos trasver- Bales, cuyas cumbres en la prolongación del eje del cordón principal de la cordillera se elevan entre 3,000 \ 3,700 metros, obstrúyense con las nieves de invierno \ sólo bou transitables en el rigor del verano. Hasta entonces, bóIo habían sido cru- zados por pequeños destacamentos militare- .'. caravanas de arrieros con muías, por senderos en que sólo p »día pasar un hombre á caballo. E] paso de un ejército numeroso de Las •2 Véase : Pissis, Plano topográfico y geológico de la república de Chile .,— Itlnií. ■ Geografía física de la república de Chile , l.» parle Barros Arana, » Elementos de g ogi ifl i 'i'- XV Darwiu, i Journal of res :arch< - , cap. XIV X\ III. passim — Huroboldt, i mos, Chalne volcanique du Chili », 2«. partí Martín de Mona . D cripl de la République Argentine t, p ib. 111 B meister, « Üescript. pliis. de l;i liépubliqíiü Argeuti t. I, lib. III J cap. IV. j t. II, lib. '.. cap. XI j Xll Gillis, « The l . S. naval i Domical expedition lo Ihe soulbern liemisphere, t. I, cap. I. j t. II, I — i, las di la List, física j pol. de Chile », t. 1. m ipa 1 VI V i. un. i M.i. !.• ti ii i. \ través de los ^nd< - , i ap. I\ l\ 176 PROBLEMAS MILITARES. — CAPÍTULO XIII. tres armas al través de sus desfiladeros, considerábase impo- sible* y jamás había sido ni proyectado siquiera, antes de que San Martín lo intentara. Hacer rodar por estos precipicios ar- tillería de batalla, transmontarlas cumbres sucesivas con cua- tro ó cinco mil hombres, llevar consigo además de las mu- niciones y del armamento de repuesto, los víveres necesa- rios durante la travesía, y las muías y los caballos necesa- rios con sus forrajes para el transporte del personal y del material, y llegar reconcentrados en son de guerra al territo- rio enemigo defendido por semi-doble fuerza, calculando los movimientos combinados de manera de obtener la doble vic- toria que se buscaba sobre la naturaleza y el enemigo, tal era el arduo problema que tenía que resolver el general y el ejército de los Andes para invadir á Chile. Era, con la origi- nalidad de un genio práctico y combinaciones estratégicas y tácticas más seguras, la renovación de los pasos de los Alpes que han inmortalizado á Aníbal y Napoleón, paso que sería contado entre los más célebres hasta entonces ejecutados por un ejército, hasta que á imitación de él se realizara más tar- de otro igualmente famoso en los Andes ecuatoriales por otro libertador tan grande como el del sud. San Martín, que « no dormía pensando en los inmensos » montes que debía atravesar», tenía que resolver otros pro- blemas más arduos que el del paso mismo. Determinar las líneas y los puntos estratégicos de la invasión ; calcular las marchas divergentes y convergentes y la concentración de sus columnas sobre el punto débil del enemigo ; ocultar el verdadero punto de ataque, y caer como el rayo al occidente de las montañas, fulminando en un día el peder español eü el extremo sud de la América, al dar con sus cañones la señal de la guerra ofensiva de la revolución argentina, tal era la complicada tarea que el general de los Andes tenía que desem- peñar. Así, las diversas rutas que trazaba en sus mapas y los itinerarios que señalaba en sus instrucciones, eran como los PARLAMENTO l'KIII EN CHE. CAPÍTl LO \ll! . radios de su círculo de acción de operaciones preliminares, cuyo eje estaba en el campamento de Mendoza. Ya ra la montaña la < j n « ' le quitaba el sueño, sino la llanura que ni sitaba pisar al occidente para combatir y triunfar. Kl mismo lo ha dicho cu vísperas de abrir su memorable campaña : Las medidas están tomadas para ocultar al enemigo el pun- « tu de ataque ; si se consigue j nos deja poner el pie en el • llano, la cosa está asegurada. En íin, haremos cuanto se pueda para salir bien, pues si no todo se lo lleva el dia- ■ ■ blo» 3 . M Como so ha visto. San Martín procuraba persuadir al ene- migo que su invasión so dirigía al sud de Chile, cuando gún su plan ofensivo proponíase verificarlo porel centro. I no do los principales objetivos desu guerra de /.apa. fué constan- temente éste, \ para ello engañaba con sus comunicaciones supuestas y sus confidencias incompletas á amigos j enemi- gos, guardando su -envío hasta el último momento. Para afirmar al presidente Marcó en esta creencia, imaginó un nuevo ardid de guerra, que como lodos los suyos lle- van el sello de la novedad de un ingenio fecundo en expe- dientes. Desde 1814, el gobernalor de Cuyo cultivaba relaciones amistosas con los indios pehuenches, dueños entonces de las faldas orientales de la cordillera al sud de Mendoza, á fin de ¡jurar por los paso- dominados por ellos el tránsito de sus agentes -envíos de Chile y tenerlos de su parle en caso de invasión del enemigo i . Al tiempo de reconcentrar su ejér- irla de San Martín íí Guido, de i I de i aero de I llarlín, vol. i.v III. M. S ) Knlrc los medios qu< adopl. para la seguridad • o78 PARLAMENTO PEHUENCIÍE. — CAPÍTULO XIII. cito en el campamento del Plumerillo, propúsose renovar estas relaciones, con el doble objeto de engañar al enemigo respec- to do sus verdaderos planes y dar mayor seguridad y más im- portancia á las operaciones secundarias que meditaba por los caminos del sud. Al efecto los invitó á un parlamento general en el tuerte de San Carlos sobre la línea fronteriza del Dia- mante, con el fin ostensible de pedirles tránsito por sus tierras, haciéndose preceder de varias recuas de muías cargadas de centenares de pellejos de aguardiente y barriles de vino, dul- ces, telas vistosas y cuentas de vidrio para las mujeres, y para los hombres, arneses de montura, víveres de todo género en abundancia, y un surtido de bordados y vestidos antiguos que pudo reunir en toda la provincia con el objeto de des- lumhrar á sus aliados. El día señalado (5) los pehuenches en masa se aproximaron al fuerte con pompa salvaje, al son de sus bocinas de cuerno, seguidos de sus mujeres, blandiendo sus largas chuzas emplumadas. Los guerreros iban desnudos de la cintura arriba y llevaban suelta la larga cabellera, todos en actitud de combate. Cada tribu era precedida por un pi- quete de granaderos á caballo cuya apostura correctamente marcial contrastaba con el aspecto selvático de los indios. Al enfrentar la explanada de la fortaleza, las mujeres se separa- ban á un lado y los hombres revoleaban las chuzas en señal después de haber sucumbido el Estado de Chile, fué uno ei de parla- mentar con el gobernador, caciques y capitanejos de la nación pehuen- ••lie, con el doble objeto de asegurar la custodia délos pasosque poseían en los Andes, y saber por ellos cualquier movimiento que hiciera por aquella parte el enemigo ». (Oti . de San Martín al Gob. de 11 de no- viembre de 1814.) El doc. adjunto trae los nombres de los ti caciquea ron quienes parlamentó en 1814, siendo Neyancán el nombre del prin- cipal. El agente fué el comandante de la frontera sud de Mendoza, don José Susso y el intérprete el capellán de conversos, Fr. Francisco Inali- cán. (M. S. S.) (:¡) No podemos fijar la lecha . pero debe haber sido el i.'i de setiembre. El día 10 anunciaba que iba á asistir al parlamento, y el 24 estaba de regreso en Mendoza, según consta de documentos. M. S. S. ARDIDES DE SAN MARTIN. i: M'lTI LO \!!l. de saludo. Siguióse un pintoresco simulacro militará la usan- za pehuenche, lanzando los guerreros sus caballos á todo escape en torno de las murallas del reducto, mientras que desde los bastiones se disparaba cada cinco minutos un caño- nazo de salva á cuyo estruendo contestaban los salvaje-; gol peándose la linca y daban alaridos de regocijo. La solemne asamblea que se siguió, tuvo lugar en la plaza de armas del fuerte. San .Martín solicitó el paso por las tierras de I"- pe huenches para atacar por el Planchón y el Porlillo á los espa- ñoles, que eran, según dijo, unos extranjeros, enemigos de los indios americanos, que pretendían robarles su a campos \ sus -añado-. \ quitarles sus mujeres v sus hijos. El Colocólo de las tribus era un anciano do cabellos blancos llamado Nc- cuñán (6), quien después de consultar á la asamblea v reco- ger con gravedad sus votos, dijo ;il general : que á excepción de tres caciqu is, que (dios sabrían contener, todos aceptaban sus proposiciones, y sellaron el tratado de alianza abrazándolo uno después de otro. Inmediatamente, en prueba de amistad, depositaron sus armas en manos de los cristiano-. \ se entre- garon á una orgía que duró ocho días consecutivos ~ . Al sexto día regresó el general á su cuartel general, para sacar de estas negociaciones el fin que se proponía, el que reservó hasta de su- más íntimos confidentes. Había previsto el diplomático criollo, que los indios con su natural perfidia ó bien los caciques disidentes, denunciarían su simulado proyecto á Marcó, como en efecto sucedió : pero por si acaso no lo hacían, él seapresuró á comunicárselo direc- tamente por medio de una de sus tramoyas habituales, á que 15 Neruñán le llanm San Martín en un oficio, \ Milleí N j in< i Del»- sor lo primero, derivado t\>- la voz araucana, neculu, correr, el corredor. (7) Véase : Millcr « Memorias ■ i. I. p. 79-86. Vmunátegui, Re conquista de Chile», páp. lü.T y si ¿¿ Han trnna, Histo t de la In dependencia de Chile », I. III , pá}¿ ■- , 580 ARDIDES DE SAN MARTÍN. — CAPITULO Xül concurrió una coincidencia también provista. Durante la re- monta de su ejército, había corlado las comunicaciones su- puestas de los españoles de Cuyo con Marcó, y éste, ignorante de todo lo que pasaba al oriente de les Andes, despachó emi- sarios pidiendo noticias á los que de buena fe creía sus co- rresponsales oficiosos. La vigilancia era tal, que durante dos años, ni un solo espía realista pudo penetrar á Cuyo sin ser sorprendido por las guardias patriotas de la cordillera, preve- nidas por los agentes secretos de Chile. Las últimas cartas del presidente corrieron la misma suerte. En posesión de ellas, el general hizo comparecer á los supuestos corresponsales á su presencia, — • entre los cuales se contaba Castillo de Albo, — mostróles los escritos acusadores, y con aparente enojo, — y aún se dice que amenazándolos con una pistola que tenía sobre su mesa, — los obligó á escribir y á firmar las contes- taciones que les dictó. En ellas anunciaba, que, « para el » 15 de octubre se aprontaba á salir de Buenos Aires una es- » cuadra compuesta de una fragata, tres corbetas, dos ber- » gantines y dos transportes, mandada por el inglés Teler » Taylor), cuyo objeto se ignoraba ». — « San Martín, agre- » gabán, ha celebrado en el fuerte de San Carlos un parla- •) mentó general con los indios pehuenches : — los indios han •< entrado por todo: — veremos cómo cumplen. Reserva v más reserva : - — por falta de ella han padecido los nuestros pri- siones y despojos. Aquí todo se sabe » 8 . En otra decía : que mi ingeniero francés había salido de Mendoza para cons- truir un puente sobre el Diamante. Las cartas de San Martín despachadas con un emisario suyo, que representaba el papel de doble espía, llegaron á manos de Marcó», quien dándoles entero crédito, perdió la cabeza, y puso en conmoción á lodo l-.i borrador de esta carta supuesta es de puño y letra il<' San Mar- tin, y si' encuentra en mi (. Archivo • •: vol. VIII, níim. 3, M. S. autó- grafo. CONFUSIÓN ES DE M UICÚ CAPÍTI LO \!ll. el reino para precaverse de una doble invasión 9 . A La vez participaba al gobierno, que el parlamento, tenía por objeto, que « los indios auxiliasen al ejército en su tránsito con » uados y caballadas á los precios estipulados », mientras cribía á su confidente Guido : - Concluí con toda felicidad i mi gran parlamento con los indios del >ud : auxiliarán ;il i ejército qo sólo con ganados, sin,, que están comprometidos ú á lomar una parte activa contra el enemigo o lo . Era, co- mo se ve, un pozo de grandes y pequeños misterios en cuyo fondo se escondía la verdad desnuda. III Desalentado Marcó con las alarmantes noticias «le sn> su- puestos corresponsales de (luyo. \ por el simultáneo alza- miento de los guerrilleros de Manuel Rodríguez, que exten- dían sus excursiones entre el .Maule y el Maipo \ asaltaban las poblaciones á mano armada hasta inmediaciones de la capital, dictó una serie do medidas desaliñadas \ contradicto- rias que revelaban la perturbación de su cabeza \ los pavores de su alma. Mandó fortificar los puertos \ pretendió convertir algunos de ellos en islas á lin de prevenir un desembarco, al mismo tiempo que armaba una escuadrilla para salir al en- cuentro de la imaginaria flota de Buenos Aires. Dispuso que se practicasen cortaduras en el paso de I -palíala, que se le- vantara una carta de las provincias meridionales del reino \ se hiciese un reconocimiento de los boquetes del Maule \ del Planchón ; y antes que estos ira I .ajo- estuviesen terminados, reforzó las guardias de lodos los pasos de la cordillera de norte á sud. Reconcentró pri ro sus tropas que luego dis 9 Véase Barros Vrnna, llist.dehí hidcp.de Chito . t. III. ¡ IU Ofl. de San Martín al Gol». d«i 10 de seti -mlire de 1810 Do< . del Arch. «ral. M - Garla á Guido de 24 de setiembre do 1816 \ San Martín. M S82 CONFUSIONES DE MARCÓ. — CAPÍTULO X1I1. persó en gran parte, moviéndolas en el vacío ; y sin encon- trar dentro de sí ninguna inspiración, después de agitarse como un títere por las sugestiones de San Martín, acabó por reproducir hasta sus gestos como un mono, celebrando á imi- tación de él un parlamento con los indios araucanos, sin acertar á adoptar un plan racional de defensa. El objeto del astuto general argentino estaba llenado : el capitán general de Chile pretendía defender á la vez todas las fronteras terrestres y marítimas, dispersando al efecto su ejército, y así se presentaba débil en todas partes, sin sospe- char el punto del verdadero ataque. Para colmo de confu- siones, los espías que despachaba á fin de obtener noticias ciertas, ó no volvían ó servían á San Martín para retornarle falsos informes que lo indujesen en nuevo-; errores. Sus con- sejeros, unos le incitaban á lomar la ofensiva, otros á perse- verar en su absurdo plan especiante, y sólo uno de ellos, el que menos entendía de armas, que era el Dr. Judas Tadco Reyes, su secretario, le indicó el que debía seguir; que era. reconcentrarse en la capital con los 5,000 veteranos de que dis- ponía, esparciendo las tropas de milicias por el país, y esperar la invasión en esta actitud. Pero su cabeza había llegado á ese grado de perturbación en que los buenos y los malos con- sejos son inútiles. El mismo se lia encargado de pintar gráfi- camente su deplorable estado moral en aquellos momentos i de febrero de 1817) : « Mis planes están reducidos á con- » tinuos movimientos y variaciones según las ocurrencias, y » noticias del enemigo, cuyo jefe de Mendoza es astuto » para observar mi situación, teniendo innumerables comu- » nicaciones y espías infieles alrededor de mí, y trata de » sorprenderme » 11). (11) Oli. de Marcó al intendente de Concepción de 4 de febrero de 1817, apud. Barros Arana, « Hist. de La Indep. de Chile ». donde se citan además todos los documentos que comprueban los increíbles desa- tinos de Marcó. Véase i. III. p. 320-391, op. cit. LAS GURRRILL \> DE CHILE. CAPÍT1 LO Mil. Pero no sólo era el amago de la próxima invasión lo que traía desasosegado á Marcó. Sus recursos eran escasos, y col el estúpido sistema de contribuciones establecido por Osorio y continuado y exagerado por él, hasta la fuente de las exac- ciones estaba agotada. Para subvenir á i«»s gastos públicos gravó la extracción de trigos y harinas y la introducción de vinos y azúcares, decretando á la ve/, un empréstito forzoso de 400,000 pesos cobrables entre los que gozaren de una ren- ta anual de 1,000 pesus, sin exclusión de empleados civiles \ militares, y pagadero en dinero efectivo. Kslas medidas do produjeron más resultado que generalizar la desmi ralización y el descontento, avivando el espíritu de insurrección de los nativos fomentado por los agentes de San Martín, que anun- ciaban su inmediata llegada á la cabeza de un poderoso ejer- cito libertador, al ponerse ellos misinos en campaña. Las guerrillas de Rodríguez, que San Martin desaprobaba ostensiblemente en cartas destinadas á caer en manos de Marcó, según se ha explicado (12 , habían sistemado -iis hostilidades, v sus atrevidos golpes de mano daban ¡i la re- sistencia armada el carácter de una guerra de partidarios octubre de 1810 . Rodríguez en persona, asaltó y se pose sionó de la villa de Melipilla. Don Francisco Salas, uno de los agentes secretos de San Martín, al frente de una partida de campesinos, atacó la villa de San Fernando, sorprendiendo su guarnición v la puso en fuga. Don Francisco Villota, ri- co hacendado de Guricó, otro de los agentes que mas im- portantes servicios había prestado en el desempeño de Mi peligrosa comisión, suministrando dinero, caballos \ pagan- do COn su persona, se puso a la cabe/a di' (¡0 im|iiiliiios de su hacienda de Teño, que armó a su costa, s atacó el pueblo de Curicó, defendido por el coronel español Morgado con 12 Véase cap IX, párrafo V La gui rra de sapa LAS GUE11R1LLAS DE CHILE. — CAPÍTULO Xlll. 30 dragones y 50 infantes, pero fué Latido, muriendo en la persecución como un valiente. El salteador Neyra, cuya pre- sencia en las lilas de las montoneras patriotas tan severa- mente había reprochado San Martín á Rodríguez, realizaba por su parte proezas que lo elevaron al rango de caudillo, \ el general de los Andes, poco escrupuloso tratándose de hosti- lidades al enemigo, reconcilióse con él y le envió sus felici- taciones. Los principales jetes españoles, como Sánelo'/. Morgado, Barañaoy Quintanilla al frente de gruesos destaca- mentos, procuraban en vano apagar este incendio parcial, precursor de la invasión y de la insurrección general que de- bía acompañarla (13). Mientras tanto, los guerrilleros con- currían al plan de invasión, al obligar á Marcó á desprender fuerzas hacia el sud y á delibitarse en su centro, desguarne- ciendo el verdadero punto de ataque, que nunca llegó á Sospechar. Desde este momento San Martín piulo predecir, con horas de diferencia, el día en que atravesaría « loa montes », « pisaría el llano », y ganaría la batalla,, segñn se verá después. IV En el campamento di' Mendoza la escena cambiaba : reina- ba en él la actividad melódica, y la subordinación automática á la par de \\\i entusiasmo consciente Una voluntad superior, que sabíalo que quería y lo que bacía, y á la cual todos se plegaban, lo ordenaba lodo, infundiendo eu las almas de sus soldados la seguridad del triunfe. Allí se sabía hasta lo que hacía, pensaba <» iba á hacer Marcó, mientras él no sabía ni lo mismo que quería. Todos trabajaban, cada cual en la tarea que le estaba señalada, y todos confiaban en mi general. i:¡ Véase sobre estas guerrillas, Barros Arana « Hist. de la [ndep. de Chile •>. t. III, cap. XII j Xlll. que es Ja relación niás circunstan- ciada y exacta que de ellas se lia hecho. LAS ZORRAS DEL I*. BELTll W . CAPÍTl' LO XI 11 . Reuníanse muías de silla ) marcha \ caballos de pelea; se forjaban herradura por millares para las bestias; cons- truíanse aparejos para acémilas : se acopiaban víveres secos y forrajes, recolectándose ganados en pie paracl paso de la cordillera. Los jefes, oficiales \ soldados se ejercitaban en -ii- respectivos deberes) oficios. El parque elaboraba cartu- chos por cientos do miles. Las fraguas ardían día \ coche, recomponiendo armas \ fundiendo proyectiles. El infatigable Fr. Luis Beltráu ejecutaba las nuevas máquinas, con que, ni su expresión, debían volar los cañones por encima de las montañas, á la manera de los cóndores. El ingenioso fraile había inventado, ó más bien dicho, adaptado una ¡specie de carros angostos, conocidos con el nombre «Ir zorras, de construcción tosca pero sólida, que montados sobre cuatro ruedas bajas y tirados por bueyes ó por muías, reemplazasen los montajes de los cañones de batalla, mientras éstos los acompañaban desarmados \ á lomo de muía por la- estrechas y tortuosas sendas de la cordillera hasta pisar el llano opues- to. A prevención proveyóse de largas perchas para suspen- der las zorras \ los cañones en los pasos fragosos, condu ciéndolas entre dos ínula- á manera de literas, una en pos de otra, \ además de rastras de cuero, que en los planos incli- nados se moverían á brazo de hombres ú por medio de un cabrestante portátil. Mientras tanto, el general en jefe, silencioso \ reservado, pensaba por todos ; todo lo inspeccionaba \ todo lo preveía hasta en sus más mínimos detalles, desde el alimento j equi- ji . de hombres j bestia; . hasl i las complicadas máquinas de guerra adaptables, sin descuidare! filo de los sables <\'- su> soldados. Necesitábase una conserva alimenticia j sana, que á la par de restaurar las fuerzas del soldado fuese adecuada á la temperatura frígida que había que atravesar, \ la encontró en la preparación popular llamada charguicán, compuesta de 586 INVENCIONES DE SAN MARTÍN. CAPÍTULO XIII. carne secada al sol, tostada y molida, y condimentada con grasa y ají picante, que bien pisado, permite trasportar en la mochila ó maletas la provisión para ocho días, y con sólo la adición de agua caliente y harina de maíz tostado proporciona un potaje tan nutritivo como agradable. San Luis, abundan- te en ganados, fué puesto á contribución para suministrar el charqui y dio dos mil arrobas de esta sustancia, supliendo el déficit el gobierno general hasta completarse la cantidad de 3,o00 arrobas (14). Después del estómago, ocupóse de los pies, vehículos de la victoria. Dispuso, para suplir la falta de calzado y no gravar al erario, que el cabildo remitiese al cam- pamento los desperdicios de cuero de las reses del consumo diario, para construir con ellos tamangos, especie de sandalias ((•iradas, con jaretas á manera de zapatones de una pie/a. usados por los negros, y que los mismos soldados prepara- ban. Llevóse la economía al último grado á que jamás ha llegado, para demostrar, según las palabras de San Martín, cómo se pueden realizar grandes empresas con pequeños me- dios. Publicóse por la orden del día y se proclamó por bando á son de cajas, que se reuniesen en almacenes los trapos viejos de lana para forrar interiormente los tamangos, « por » cuanto, decíase en él, la salud de la tropa es la poderosa » máquina que bien dirigida puede dar el triunfo, y el abri- » go de los pies el primer cuidado » (lo). Con los cuernos de las reses, se fabricaron chilles para suplir las cantimploras, indispensables en las travesías sin agua de la cordillera. Por un bando, mandó recoger lodo el orillo de paño que se cn- (14) Oli. del teniente gobernador de San Luisa San Martin, de 17 de enero de 1817, Aren. San Martín, vol. IV. M. S. — Ofi. del Gob. de 2 de noviembre de 1816, y acuse de recibo de San Martín de lí del mismo. Doc. de] Aivh. Gral. M. S. — I>. Hudson «Recuerdos hist. subre la Prov. de Cuyo », en la - Rev. de B. Aires », t. Vil, pág. 162. 15 lian. Id de San Martín de 17 de octubre de 1846. Arch. San Mar- tín vol. IV y XXVIII, M. S.) I\ \ ENCION ES DE SAN M \l;TÍ\. | \ n I I LO \l!l . con (rase en las tiendas y las sastrerías de la ciudad, que distribuyó entre los soldados para suspensorios de las alfor- jas 1 6 . Los sables «de lata » de los granaderos § caballo estaban embotados : les hizo dar filo á molejón de barbero, y loa pus,, en inanos de los soldados diciéndoles que era para tronchar cabezas de godos, como lo hicieron 17 . No bastaba que laa armas tuviesen tilo : ora preciso que los brazos tuviesen lem- ple.y (jue las almas fueran estremecidas por los toques de los instrumentos marciales que reemplazan en el combate La voi demando, y pensó en los clarines, instrumento poc i usado hasta entonces en la caballería americana. El ejército bóIo ienía tres clarines. Al principio creyó suplir la Falta fabricán- dolos de lata, pero resultaron sordos. Al pedirlos al gobierno, decíale : « El clarín es instrumento tan preciso para la caba- llería, que su falta sólo es comparable á lo que era la del tam- bor en la infantería » (18). Estos detalles minuciosos, que preparan los triunfos fina- les, merecen ocupar la atención del historiador, porque v"ii como los tornillos que ajustan las máquinas de guerra. La previsión en los detalles abrazó un conjunto de que iba desde las enjalmas de las acémilas \ las herraduras de las bestias, hasta los puentes militares y los aparatos ; arrastrar el material al través de las montañas. 16 Barros Arana, Hist. de l;i Indep. de Chile », t. III. p. ■J•.,,.,. n Espejo, • Paso de los . p. 665, que trae la partida del ■ fie la amoladura, reetilirando la e*|ier¡e Iradirional de haber sido afilados los saldes con pedazos de |)iedras de destilar que San Martin reuniera al el rio. (18) OH. de San Martin de marzo 2u de IHIti, Irrh. San Martin, lib. rop., vol. IX, M. S. I ii carta de Pin yrredón de 18 dfl i - 1816, le dii i liemos reído mucho de la i \a fabril ■ de i I i riñes i\f hoja ile lal i : es inenestei II . n una farlura de repuesto por ■O fragilidad. Por aquí n<> hay más que los dos que reí ' \i. h. San Martin, vo|. XI., M S 19 nij. de San Martin de 21 de marzo de 1816. Arch. San Martin, lili, cap., yol. IX. M. S. — V. Apéndice núm. 16. ■¿ que dan más abrigo á la muía contra la intemperie del clima y son forradas en pieles, exentas por lo tanto de que las >j coman las bestias, siendo como son de paja, lo que sería irre- » parable en la esterilidad de la sierra » (19 . Para forrar los aparejos, que él mismo hizo construir en Mendoza, pidió al gobierno seis mil pieles de carnero, en circunstancia qu>' expedición á Chile era considerada como una quimera (marzo de 181G . Pasaron ocho meses, y acordada ya la expedición, reiteró su pedido : « Tocamos ya la primavera, y antes. dr » cuatro meses es llegado el tiempo de obrar sobre Chile. Fal- » tan las seis mil pieles de carnero que deben emplearse en la "construcción de mil aparejos, en lo cual deben emplearse ti meses, y no viniendo en la oportunidad debida, ni marcha el » ejercito ni proyecto alguno podrá ya adoptai 20). Y un mes después escribía confidencialmente : Está visto que en » esa los hombres toman láudano diariamente : hace ocho me- - pedí las ¡líeles de carnero para los aparejos de la cordille- •> ra, y veo con dolor que ni aún están recolectadas, cuando por lo menos necesito un mes para forrar las esteras que están construidas » (21). El asunto que más lo preocupó, fueron las herraduras de las bestias. Para resolver el punto celebró conferencias con albéilares, herreros y arrieros, y después de escucharlos aten- tamente, adoptó un modelo de herradura, que envió al gobier- no, encargando á un oficial la llevase colgada al pecho como II I.UliA DI KAtí ^ IM ENTES. CAPÍTULO XIII si fuese de oro y la presentara al Ministerio do la Guerra. Boy he tenido, decía oficialmente, una sesión circunstanciada » con tres individuos de los más conocedores en materia de » cabalgaduras para el tráfico de cordillera, v unánimes con- » vienen, en que es imposible de todo punto marchar mu bes- » tias herradas por cualquier camino que se tome, bo pena de o quedar á pie el ejército antes de la mitad del tránsito. V pocos días despui aba : • Estoy convencido de la imposi- » bilidad de llevará Chite una caballería maniobrera arma que i nos da decidida ventaja por desconocerla en mucha parte el > enemigo) sin llevar des le aquí caballos herrados Necesitá- banse treinta mil herraduras con doble clavazón, v en el espacio de menos de dos meses fueron forjadas, trabajando día y noche, en los talleres de la fábrica de armas de Buenos Aires y en las fraguas de Mendoza '21 . ¿Cómo se salvarían los hondos lian-ancos del fragoso camino, se atravesarían los torrentes, ascendería y descende- ría el pesado material de guerra las ásperas pendientes de la montaña: y cómo, en fin, so sacarían de los precipicios las zorras y las cargas que se desbarrancasen '.' Hé aquí ol ros pro- blemas más arduos, que fueron igualmente resueltos. ld< para el pasaje de !i»s ríos, un puente de cuerdas, de peso j largo calculado 60 varas . 3 el pedazo de cable que debía ser presentado al gobierno como modelo, fué encomendado á un oficial con la misma solemnidad que la herradura 23 x • posible pasar la artillería y otros grandes pesos por losan »> tos desfiladeros y pendientes de la cordillera, ni restituirá las sendas lo que de ella se precipitase, dice el mismo S lh M irtín, sin el auxilio dedos anclotes j cuatro cables, de un peso capaz H nim de 9 líe noviembre j 1 on bierño de 21 del mismo de 1816. - Id. de 6 diciembre de 1 del Arch. flral. M. S. S. Vi I líúm. 16. iini de li de noviembre de 1816. D di 1 ^rcb. Gral. M. S. S Véase apéndice núm. 16, letra \ 590 .MUNICIONES DE GUERRA. — CAPITULO Xlíí . » de poderse transportar alomo de muía. » Con este aparato mo- vido por cabrestante venciéronse las dificultades del paso (24). Pero se necesitaba además cerca de un millón de tiros á bala : 1,500 caballos de pelea y más de 12,000 muías de carga. ¿De dónde se sacaría todo esto para tenerlo listo en poco más de dos meses de término? El parque de Mendoza sólo tenía ú la sazón noviembre de 1816) trescientos sesenta mil tiros dé fusil á bala, y á razón de 20 paquetes por hombre para tres mil infantes, resultaba un déficit de trescientos ochenta mil cartuchos, que fué suplido por el gobierno con la pronta remi- sión de 500,000 tiros y 30 quintales de pólvora de cañón 25 . En cuanto á los caballos, se proporcionó novecientos, en San Juan v Mendoza, al precio de seis pesos uno, abonados con vales admisibles en las aduanas de Cuyo en pago de derechos, lo que era casi lo mismo que expropiarlos gratuitamente 2G . Sólo Cuyo podía dar las muías y los arrieros, como las dio ; pero ya no era posible exprimir más la sustancia de la estru- jada provincia, v por lo menos los líeles debían ser abonados, v éstos importaban como ochenta mil pesos. Los dueños, pro- clamados por San Martín, se avinieron patrióticamente á reci- bir la mitad de su importe al contado, y el resto á su regreso de la expedición. Pero el tesoro del ejército de los Andes es- taba exbausto. El gobierno, en los últimos meses de 1816, le había asignado la cantidad de veinte mil pesos en vez de ocho mil mensuales, de los que le debía á la sazón 2 de noviembre de 1816 veintiún mil pesos, además de treinta mil pesos al fondo de la caja expedicionaria. Solicitado el gobierno por ,'i Ofi. de San Martín de 16 de ooviembre de 1*1»'». (Doc. del Arch. Gral. M. S. — Véase Apéndice núm. 16, letra E. i un. (|.- San Martín de 10 de noviembre y contestación del l'"- bierno de 21 de] mismo de 1816. Doc. del Arch. M. S.) 26 Nota 'l'1 San Martín de 22 A tabre de 1816. cit. por Bai Ai-ana en su lli-t. de la Indep. • Municiones de '.i er i¡ \ i \ pi 1 1 lo \mi. San Martín, contestóle, que tío podía dar más j que se rem • diara con eso hasta mejor fortuna '21 . Fué entonces cuando el general de loa Vndea lanzó con bu sencillez y gravedad habitual, sus gritos más heroicos, que liarán en la posteridad : — u Si no puedo reunir las muías » que necesito, me voy á pie. El tiempo me falta; el dinero o ídem; la salud mala, pero vamos tirando hasta la tremenda. a Es menester hacer ahora el último esfuerzo en Chile ■■ 28 . • ¡Ya estamos en capilla para nuestra expedición ! por esta » puede calcularse cómo estará mi triste \ estúpida cabeza. ^ Baste decir : que para moverme necesito trece mil muías, » que todo es preciso proveerlo sin un real. Pero i (tamos en » la inmortal provincia de Cuyo, v todo se hace ! No hay o voces, no hay palabras, para expresar I" que son estos habi- * lantes » (29). « Todo, y todo, se apronta para la de vamonos : » en todo enero estará decidida la suerte de Chile 30 « Para el G de febrero estaremos en el valle de Aconcagua, )> Dios mediante, y para el I"», ya Chile es de vida 6 muer- » te» (31). ¡Y Cuyo dio las trece mil muías. \ el 8 de febrero dos días después de la predicción estaba todo el ejército de los Andes reunido en el valle de Aconcagua : j el 12 tres días antes de lo calculado el triunfo coronaba las armas redentoras de la revolución argentina ! Ofl. de San Martín de 15 de noviembre y contestación di bierno de 2 de diciembre de 1816. (M. S. I del Aren. Gral.) - Vi ase el Apéndice núm. 1 6, letra J. (28) Carta á Guido de i- de I ciembre de 181o, en - R , '• I, pag. 292. ¡29) Carla de San Martín a Godoy Cruz, de 12 de noviembre de i (Arch. San Martín, vol. XI. II M. S. aul 30) Caiia de San Martin ¡1 Godoy Cruz, de 12 de diciembre de lí (Arch. san Martín, vol. XI. II. M. S. aul (31) Caiia de s,n Mariín á Godoy Cruz, .!■■ U .1" enero de 181" - m Mailm. vol. MU M S 592 GRITOS HEROICOS. - CAPÍTULO XIII. V En medio de esta correspondencia oficial sobre la masa de hombres, cosas y dineros removidos, y de estas confi- dencias que revelan el estado de las almas, se cruzaba una de carácter mixto entre los dos protagonistas de la situación : el General San Martín y el Director Pueyrredón. Sus rela- ciones políticas v amistosas habían quedado por siempre se- lladas en la conferencia de Córdoba. Ambos estaban apasio- nados de la misma idea, y ayudándose y confortándose mutuamente, se identificaban en un mismo propósito. Oigá- mosles : « Y. me pide muchas cosas, le decía el Director, y yo cs- » toy ahogado, porque no tengo fondos con que proporcio- » narlas; sin embargo, me esforzaré á todo, y estarán juntos » también los treinta mil pesos para la caja de ese ejército á » principios de octubre » (32). Pero apenas posesionado Pueyrredón del gobierno, y cuando empezaba á hacer efec- tivas su promesas, eslalló en Córdoba una revuelta anárquica, de carácter confuso, que amenazaba poner en conmoción toda la república (33). El gobernador de la provincia de Cór- doba, José Javier Díaz, que la encabezaba, negó obediencia al Director, levantó tropas y dirigióse á San Martín brindán- dole el gobierno supremo. Las ambiciones del general de los Andes rayaban más alto, y lodo su conato fué dominar aquel desorden que podía perturbar la realización de su gran plan. Ofrecióse, en consecuencia á marchar con su ejército á sofo- carlo, aun comprendiendo que esto importaba renunciar por 32 Carta un partido que salve al país; todo es menqs malo que sei 9 dominados otra vez por los matuchos y que la anarqul » esparza por todas la> provincias. , Será posible que La suerte o del país esté sujeta al capricho de media docena de malva- •> dos? En fin, la cosa se présenla bajo pie dudoso : bí Be ve- •> rifíca la expedición á Chile, se hace general la Mlarquía : si o no se hace, la causa sucumbe, y el ejercito se disuelve por » falta de medios. Mucho me ha irritado la insinuación de Díaz •> sobre la proposición é insinuación del gobierno. Dígame '> terminantemente cómo debo de obrar para el caso que sea » preciso marchar sobre Córdoba a [34 . Pueyrredón con más serenidad le contestaba : « La insinuación de Díaz sobre los suyos propios, y cree que halagado por estas esperanzas " sería capa/ de apoyar sus maldades. Yo bien conozco que a hade ser necesario recurrir á la fuerza para contener á los -) enemigos de la paz interior : pero ¿ cómo es posible que me resuelva á abandonar la expedición á Chile? Si \ . Be mueve •> sobre Córdoba, se perdió infaliblemente esa fuerza, j •' perdió también el país. Veremos por fin qué semblante o toma aquel pueblo, y obraré según las oecesidades, bío a pensar jamás en suspender la empresa de Chile, porque de -u ocupación debe resultarnos la recuperación del po P der, riqueza y consideración política que hemos perdi- Garta de S tn Martín ó Pu< fm á m I 3 d :tubn de IB16. Papeles de Pueyrredón, en nu< stro archivo, M S lnM I 594 SAN MARTÍN Y PÜEYRREDÓN. - CAPITULO XII I. do » (35). Y en otra carta le decía : « Lo que siento sobrema- » ñera es no poder mandar una expedición marítima por » falta de fondos ; estoy sin embargo arbitrando medios para » hacerla, pero dudo del buen éxito » (36). Bajo cuan noble aspecto se presentan estos dos hombres poderosos, en sus confidencias íntimas con relación al bien pú- blico, exentos de ambición, apasionados por la grandeza de la patria y la independencia de la América, confort indose recí- procamente para combinar la más vasta empresa guerrera que haya llevado jamás á cabo el genio del pueblo argentino 1 Dominada la pasajera revuelta de Córdoba, volvió el ge- neral de los Andes á insistir en sus exigencias, como se ha visto por la correspondencia oficial. El director á todo pro- veía, y cuando las hubo satisfecho, lomó la pluma y escribió con humorística desesperación y franca cordialidad : « Van » oficios de reconocimiento á los cabildos de esa y demás ciu- „ dades de Cuyo. Van los despachos de los oficiales. Van to- » dos los vestuarios pedidos, y muchas más camisas. Van 400 » recados. Van hoy por el correo los dos únicos clarines que » se han encontrado. En enero de este año se remitirán 4,387 » arrobas de charqui. Van los 200 sables de repuesto que me » ha pedido. Van 200 tiendas de campaña ó pabellones, y no » hay más. Va el mundo — va el demonio ! — va la carne. Y no » sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo para pagar- » lo todo : á bien que, en quebrando, cháncelo cuentas con to- » dos, y me voy yo también, para que V. me dé algo del char- » quí que le mando. Ye...! no me vuelva V. á pedir más, si » no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado » de un tirante de la Fortaleza » (37). (35) Carta de Pueyrredón ;i San Martin de 14 de octubre de 1810. (Aren. San Martín, vol. XL, M. S.) (M) Carta de Pueyrredón á San Martín de 1.° de octubre de 1816. (Arch. San Martín, vol. XL, M. S.) Carta de Pueyrredón a San Martín de 2 de noviembre de 1810. (Arcli. San Martín, val. XL, M. S. CORRESPONDENCIA DE PüEYRREDÓN. CAP. XIII. En vísperas de abrirse la campaña de los A.ndes, Puey- rredón decía con su habitual buen humor, que manifestaba tener conciencia de lagran partida que jugaba : -- Estoj for- » mando un derrotero hacíalos Patagones, para irme con isa » amigos, por sino salimos bien en la empresa de Chile Y cuando se acercaba el momento de romper la marcha deci- siva, su espíritu se siente sobrecogido ante lo arriesgado de la campaña : « Me dice V. que todo está listo. Debo considerarlo » expedito muy pronto, y si no en todo cuero, á lo menos en » febrero puede estar decidida la suerte de Chile. Protesto a \ •) que estoy con un miedo tan grande, que yo no sosegaré hasta > que sepa que ha concluido con ese bárbaro gallego (39). Pre- i siento como V. ventajasen la expedición sobre Chile : todo •) se presenta favorable; no obstante yo temo por la importan- » cia misma de la empresa » (/tO). Su confianza renace empero al recibir la comunicación délos planes del general : « Es pre- » ciso que Dios sea godo para que no ayude nuestra em- o |»resa » (41). Pero al saber que el ejército había experimentado algunas bajas, vuelven sus temores : « Veo con sumo descon- » suelo que al moverse el ejército tenía la baja do más de LOO » hombres entre enfermos, desertores y estropeados por las »i muías. Confieso que esto me ha puesto en un grave temor » de una resulta desgraciada. Sabemos que el enemigo tiene una » cuarta parte más de fuerza, y que debe tenerla más discipli- » nada que la nuestra. Y. me anuncia que el 10 de este mes lebrero de 1817) estará decidida la suerte de Chile, j por (38) Carla de Pueyrredón d San Martín de 17 de dicieml le 1816 Arch. San .Mallín, vol. X, M. S.) rta de Pueyrredón á San Martín de 2 de enero de 18Í7. Arch. San Martín, vol. cif. M. S.) i'i. Carta de Pueyrredón á San Martín de 18 de enero de 1817. (Arch. San Mallín, vol. cit. M. S. (41) Carla de Pueyrredón d San Martin de 24 de enero de 181" (Arch. San Martín, vol. cit. M 596 ' EJÉRCITO EXPEDICIONARIO. — CAPÍTULO XIII. » más que yo me las prometa felices, no puedo dar tan poco » tiempo á una empresa que debe ser precedida de precaucio- > iies infinitas por el enemigo. ¡ Ojalá sea V. oído por nuestra '> Madre y Señora de las Mercedes ». Y terminaba con estas palabras que hacen el elogio de ambos : « Bien puede V. decir » que no se ha visto en nuestro Estado un ejército más surtido » en todo ; pero tampoco se ha visto un Director que tenga o igual confianza en un General ; debiéndose agregar, que tam- » poco ha habido un general que la merezca más que V. » .V pesar de todo, yo veo que le faltan á V. mil buenos solda- •) dos más para que yo estuviese en mayor quietud » (42). VI En Mendoza, todo estaba listo « para la de vamonos », se- gún la expresión soldadesca de San Martín. Cuanto la ciencia, la experiencia y la previsión humana podían alcanzar, estaba arreglado : no faltaba ni un hombre en las filas ni un clavo en las herraduras. Sólo faltaba dar la señal de marcha. El ejército expedicionario constaba de 4,000 hombres de pelea, de los cuales como 3,000 infantes divididos en cuatro batallones á órdenes de Al varado, Gramer, Conde y. Las He- ras ; cinco escuadrones de granaderos á caballo con 700 plazas al mando de Zapiola, Melián, Ramalla, Escalada y Necochea; una brigada de 250 artilleros, con diez cañones de batalla de á 6, dos obuses de 6 pulgadas y nueve piezas de montaña de á 4, á cargo de La Plaza. Acompañaban á estas tropas en calidad de auxiliares, 1,200 milicianos de caballería de Cuyo, que debían servir en la conducción de los víveres y municiones y cuidado de las caballadas, además de los arrie- Garta de Pueyrredón á San Martín del 1.° de febrero de 1817. (Arch. San Martín, vol. cit. M. S.) EJÉRCITO EXPEDICIONARIO. I IPÍTULO XIII. ros, los operarios de la maestranza y 120 barreteros de minas de Mendoza para la compostura de los caminos. El ejército estaba dividido en tres cuerpos, cada uno de los cua- les debía bastarse así mismo, con un pequeño estado m ■•.'. sus guías, un cirujano con su botiquín, un prov lor y un comisario, con su correspondiente parque de reserva. Dos de estas divisiones, que constituían el grueso de las fuerzas, de- bían marchar escalonadas por el Paso de los Patos : la de vanguardia, á órdenes del jefe de estado mayor el general Miguel Estanislao Soler, y la reserva ,í cargo de O'Higgins. Una división destacada á órdenes de Las lleras debía mar- char por el camino de Uspallata, con el parque y la artillería, pues por los Patos, era imposible el tránsito de este material de guerra. La dotación de municiones era de 900,000 tiros de fusil v carabina, 2,000 de cañón á bala y 200 de metrall 600 granadas. Las cabalgaduras ascendían á más de lo. mío muías de silla y carga y 1 ,600 caballos de pelea. Las provi- siones deboca para 5,200 hombres, consistían en 600 n en pie, galleta, harina de maíz tostado, charqui molido con i y ají picante, y en rama; queso, vino á razón de una botella por hombre, j aguardiente : provisión de cebollas \ ajos como confortantes contra el frío y remedio contra las enfermedades que en las grandes alturas aquejan á hombres v bestias; y los forrajes, en maíz > cebada, tod< ci Iculado para quince días de marcha dentro de la cordillera. Aden estableciéronse depósitos de víveres á lo largo de los caminos para el caso de una derrota ó retirada. h 9 divisiones ligeras, que a manera de alas debían mo- verse á derecha é izquierda de las columnas principales, com- pletaban l.i línea de ataque del ejército invasor. Componí I,-, del norte, de sesenta infantes de línea, ochenta milicianos de San Juan 5 una legión de emigrados chilenos, qi órdenes del comandante don Juan Manuel Cabo! debía partir de San Juan > atravesar por el Portezuelo déla Ramada I- 598 ADIOSES DE SAN MARTIN CAPULLO XI II. cordilleras de Olivares y Doña Ana, á fin de apoderarle do Coquimbo, al mismo tiempo que otro destacamento de mili- cias de la Rioja ocupase Copiapó y él Iluasco cruzando el paso de Vinchina. La del sud, al mando del capitán de Chile, Freyre, componíanla cien infantes argentinos, armados como dragones, y 2o granaderos á caballo, junto con una compa- ñía de emigrados chilenos encabezados por el activo agento secreto de San Martín, Antonio Merino. Esta pequeña columna debía penetrar por el Planchón, á 6n de apoyar las guerrillas chilenas de ultra-cordillera, á la vez que la guarnición del fuerte de San Carlos, compuesta de 30 blandengues, asoma- ría por el Portillo con el mismo objeto á órdenes del capitán José León Lemos (43j. Tanto las dos gruesas columnas centrales que debían con- verger en combinación á un punto determinado, como las volantes de los extremos que obrarían con independencia, tenían instrucciones de aparecer simultáneamente sobre el territorio chileno del 6 al 8 de febrero de 1817, y marchar resueltamente al objetivo señalado á cada una de ellas. Cada jefe de división recibió de manos de San Martín, un plano manuscrito para guiarse, un itinerario de marchas con ano Li- ciones topográficas y sus instrucciones escritas. La columna de Las lleras, que seguiría el camino deUspallala. iba guiada por los dos baqueanos mayores del ejército, Justo Estay y José Antonio Cruz, quienes por sendas trasversales debían comunicarse verbalmente ó por medio de un plan do señales do banderas convenido todos los día- ion San Martín, que marcharía paralelamente por el de los Patos á distancia de. 67 kilómetros. Si alguna vez el cálculo y la provisión al servicio de la inspiración y la observación, subordinadas al método, presi- (43) Instrucciones do San Martín á Cabot, Freyre y Lemos. (Arch. San Martín, rol. XI de M. S. S. autógrafo.) ¿DIOSES DE SAN M \ RTÍN. I \ l'i l I LO XIII. dio á una gran empresa militar, fué ciertamente ésta, y la his- toria no presenta un ejemplo de paso de montaña d fectamente combinado y más admirablemente ejecutado, como lo han reconocido los escritores especiales do las nacio- nes más adelantadas 5 hasta los mismos enemigos. ■ Antes de terminar estos trabajos preparatorios, el general dirigió su adiós á los pueblos de Cuy.. : ■• Se acerca el mo- « mentó en que derretidas las aieves de la cordillera que nos separa de Chile, se presenta el peligro de una invasión ;il ■ lado del triunfo que me promete vuestro patriotismo. Pre- » paraos á nuevos sacrificios para evitar el riesgo. Yo no he » dispensado fatigas ni aun en las horas del descanso por acreditar mis desvelos eñ obsequio de vuestra conservación. I oca á vosotros triunfar en la gran lucha, y conquistar una 0 pa/ permanente, en que la agricultura \ el comercio tomen un vuelo capaz de reparar las pérdidas indispensables de la guerra. La Patria \ vosotros nada tienen que temer, -1 la cooperación del pueblo es precedida de un esfuerzo grande de desprendimiento \ de unión íntima, condición precisa » de la empresa de salir con la victoria. Yo me atreví á pre- 1 decirla contando con vuestro auxilio bajo la protección del cielo, que mira con honor la causa injusta y sangrienta s men- docinos otra proclama, que parece escrita con el Bable más que con la pluma : « Tengo cíenlo treinta sables arrumbados » en el cuartel de Granaderos á Caballo por falta de brazos valientes que los empuñen. El que ame la patria j el honor, venga á tomarlos. La cordillera va á abrirse. No dea m- íi iMi.n-iu de proclama .1" v"i Martín a loa 1 iud de !.■ de octubre de 1816. Doc. di I \\> b. de Mi ndoi 1. M. S. 600 INSTRUCCIONES A SAN .MARTÍN. — CAPITULO XIII. » plear la fuerza, pues cuento con la buena voluntad de estos » bravos habitantes ; pero me veré en la necesidad de hacerlo » si no corresponden á mis esperanzas los mendocinos » (45). Los sables fueron ocupados por otros tantos voluntarios. De otro modo, todos sabían que hubieran sido ocupados por igual número de forzados, como se anunciaba. Por última despedida ordenó, que los soldados saliesen á recoger trapos viejos por las calles de la ciudad, avisándolo al cabildo. El generoso vecindario de Mendoza, y principal- mente las mujeres y los niños, — pues los hombres estaban en el campamento , — salían á las puertas de sus casas y ofrecían á los soldados ponchos y frazadas para que se abri- gasen en la cordillera nevada que iban á cruzar (46 . Vil Listo todo, pidió el general expedicionario instrucciones para arreglar á ellas su conducta política y militar. El gobier- no pendrado del mismo espíritu del general , se las trazó con amplitud dentro de un gran cuadro, con proyecciones largas, con propósitos generosos y resoluciones firmes en ar- monía con el plan de campaña continental concebido por San Martín, y formuló, con palabras que los hechos hicieron bue- íi.i-, el programa emancipador déla revolución argentina con respecto á los demás pueblos de la América del Sud, sobre l;i base de la independencia y de la libertad de cada uno de ellos. « La consolidación de la independencia de la América de los reyes de España, sus sucesores y metrópoli (decía el (45) Extracto de proclama de San Martín á los mendocinos. (Doc. del Arcb. de Mendoza. M. S.) i" Informe verbal del general don Félix Olazabal, á la sazón capi- i.in en el ejército de los Andes. INSTRUCCIONES i SAN MARTÍN. CAPITULO Mil • art. L.°), y la gloria de las Provincias Unidas del Sud, son los únicos móviles á que debe atribuirse el impulso de la campaña. Esta idea la manifestará el general ampliamente en las proclamas que difunda, la infundirá por medio de sus confidentes en todos los pueblos y la propagará de lodos »> modos. El ejército irá impresionado de los mismos principios. ■ Se celará no se divulgue en él ninguna especie que indique ■ saqueo, opresión, ni la menor idea de conquista, d que Be o intento conservar la posesión del país auxiliado Por otros artículos se le facultaba, confor á su idea, preparada por la organización de los cuadros de Chile, para la creación de un ejército nacional del país reconquistado, pero con la condición que todas las fuerzas militares quedasen bajo sumando aún después de establecido el gobierno que debía regirlo. En previsión de una capitulación con el ene- migo, le ordenaba terminantemente: « que nunca podría con- » venir ni él ni ninguno de sus subalternos, en que la^ Pro- » vincias déla Unión desistiesen de la guerra hasta conseguir » su completa libertad, sin alteración de las posici a que •> ocupaban en ellas sus ejércitos ». En el orden político en- cargábale ser imparcial entre los partidos que se habían di- vidido el país, como resultado de la coexistencia de dos cla- aes antagónicas de su sociabilidad, y que procurase conciliar los intereses de la aristocracia con la plebe, evitando el exclusivismo de la una y la licencia Ar la otra, para bu sin transición violenta el mejoramiento de la condición del pueblo en general. Por último, en lo relativo á la organización del gobierno, lo facultaba para « obrar un presidente pro visorio previa restauración de la antigua municipalidad pa trióla de Santiago , sin que el general ni el ejército lomaran intervención pública en el acto, limitándose á conservar el orden y evitar que la elección fuera obra de la intriga de algún partido contra 1 1 voluntad general j la seguridad del ejército. En cuanto á la constitución definitiva del pueblo chileno 602 INSTRUCCIONES A SAN .MARTÍN. — CAPITULO XIII. como cuerpo de nación, contenían las instrucciones dos cláu- sulas notables, juiciosa la una, del punto de vista de los principios y aconsejada por la experiencia del mismo país, y otra quimérica, en contradicción abierta con la letra y el espí- ritu de las mismas instrucciones, como tributo pagado á las ideas de confederación sud-americana de la época, que tuvie- ron su origen, según se explicó antes, en las negociaciones enlabiadas para la alianza argentino-chilena en los primeros días de la revolución. Por la primera de ellas se prevenía al general, que influyese, á fin de que, entre tanto todo el reino no estuviese absolutamente libre de enemigos, no se convo- cara á congreso, de modo que obrara la autoridad ejecutiva con toda la amplitud de facultades necesarias para concluir la guerra con éxito favorable. Por la segunda, — que era una resurrección de la idea de Martínez Rozas, de Egaña y de Alvarez Jonte en 181 1 , — se indicaba, que no obstante debiera abstenerse de ejercer coacción y no entrometerse en el esta- blecimiento del gobierno permanente del país, haría valer su influjo para persuadir á los chilenos á enviar sus diputados al Congreso de las Provincias Unidas, con el objeto de cons- tituir una forma de gobierno general para toda la América, unida en una nación, y en todo caso, cualquiera que fuese la forma que adoptaran, se estatuyese una alianza perpetua entre ambos países (47). San Martín no objetó ninguno de los artículos de las ins- trucciones, reservándose sin duda descartar de ellas todo lo teórico, y aplicarlas según los casos con la latitud que ellas (47) « Instrucciones reservadas, etc., de la campaña destinada á la reconquista de Chile. » (Arch. San Martín, vol. XII, M. S.) — El borra- dor de este importante documento no existe en el Arch. Gral. El origi- nal lo hemos encontrado entre los papeles del general San Martín. El Sr. Carlos Calvo lo ha publicado en los « Anales de la América Latina ». Véase el Apéndice núm. 17 en que se inserta con arreglo á nuestro texto. If. S.) IDEA DEL P "iSO DE LOS A \ DES. - C M'i I i LO Mil. le daban; pero con su buen sentido práctico no pudo de de hacerlo en lo relativo á la manera de establecer el futuro gobierno. Propuso, \ asi se acordó, que el general O'üiggins fuese el candidato para ocupar el pues! i de presidente ó di- rector de Chile por cuanto su representación nacional aleja- ría las sospechas de toda opresión por las armas de las Pro vincias Unidas (48). Con sus instrucciones en la cartera, con su resolución hecha y su ejército comprometido en las gargantas orienta- les de los Andes, el general expedicionario, con el pie ya en el estribo, escribía (enero 2i de 1817) su última carta ú su más íntimo confidente: « Esta tarde salgo á alcanzar las divi- siones del ejército. Dios me dé acierto para salir bien de ta- maña empresa » (49). (48) Oti. reservadísimo del ministro de la Guerra, de i ' de enero de 181 ■ • el Apéndice núm. 17. [Arch. San Martín, vol. XII, M. S.) - I la correspondencia del director Pueyrreddn con San Martín Be este punto. Cu carta de 18 «Ir enero de lsIT. decía '1 primero: Ya caminaron las instrucciones que Y. me pidió y me repite ahora. Sin embarco de lo que en ellas se previene, si V. considera conveniente poner en aquel gobierno a O'Higgins, bágalo '■".') enti ra seguridad de mi aprobación, así en esto como en todo cuanto obrare. Tengo de V. l.i misma confianza que de mí propio, y sobre todo, la presencia 'l circunstancias es la única guía que deba tener en el caso de V. Lo que importa sobre todo, es afirmar <-i orden en aquel territori i l n posterior de ls de enero de 1817, dice el mismo: ■ Aunque digo a Y. en la Instrucción que la i licipalidad de Santiago nombre un presidente, también I" digo, <|i bre '-"n arreglo á las circunstancias, 5 pues qu • ;i] tiempo «I'- entrar .1 aquel país 1 - preciso nombrar un jefe de listado para alejar toda sospecha le que intentemos dominarlos, me parece muy bien qui Y. nombre á O'Higgins, si es de entera confianza. Obrr 11 entera lil>< rtad, - guro de que, mientras \" esté aquí, lodo aprobado como lo ha sido basta ahora. Conozco la necesidad de 1 un sistema sostenido de unidad, 3 nada, oada podra* alterarlo: la conquista de Chile ) <) hombres al man- do del capitán Patricio Ceballos, que era el vaqueano de la expedición. El 9 se adelantó hasta la población de Valdivia sobre el Ilapel ; el LO acampaba en u> jornadas medidas eran diez, consultando el agua, el pasto \ la Leña, \ sumaban 3.37 kilómetros de camino desde Mend iza hasta Santa Rosa. EJ 18 de enero rompió su marcha Las Seras dirigió al boquete de Uspailata. A dos jornadas de distancia, líale el parque general del ejército, con la artillería de batalla desmontada, y la maestranza. Todos ^n> operarios iban armados de palancas, con una provisión de largas per- chas y cuerdas para suspenderlos cañones en literas en necesario; y á retaguardia, los dos anclotes de la esperanza con sus motores calculados jiara multiplicar la fuerza de ascen- sión de los cables. Al frente de ésta brigada marchaba fraj Luis Deliran, condecorado con los galones de capitán. V el plano núm. VIL) El grueso del ejército, dividido en dos cuerpos, moví dia 19 en dirección al camino de los Patos, *¡7 kilómetros al norte de Uspailata, como se ha dicho. La vanguardia, dirigida por el general Soler, la componían el batallón núm. L* de ca- zadores, las compañías de granaderos y cazadores de 1"^ ba- tallones 7. y 8.°, los escuadróle- 3. j l. de granado] caballo y la escolta del general en jefe, con cinco piezas de montaña y un destacamento de operarios de la maestranza con herramientas de fortificación. \ distancia de ana jornada, seguía la reserva mandada por O'Higgins, la cual se compo« nía del grueso de los batallones 7. y8.', loa escuadr - I. y 2.° de granaderos á caballo j loa artilleros oon ras oficiales 612 DISPOSICIONES DE MARCHA. — CAPÍTULO XIII. que debían tomar los cañones de batalla que por el otro cami- no conducía Beltrán. Noventa zapadores divididos en tres grupos, precedían y seguían las columnas desmontando el ca- mino. Ala vanguardia estaba encomendado el primer papel. Sus instrucciones le prevenían, desembocar el día 8 en el valle de Putaendo, apoderarse del puente del Aconcagua que comu- nica con San Felipe y posesionarse de esta villa; abrir comu- nicaciones con Las Heras por la derecha del río, y atacar al enemigo por la espalda en Santa Rosa si era posible, siendo su primer objeto marchar rectamente á Chacabuco, caso de poderlo verificar con seguridad, v hacerse fuerte allí á fin de interceptar las comunicaciones con la capital ó dejar cortada la división realista que ocupara el valle. Además, se le reco- mendaba insurreccionar las poblaciones de ambos valles y reunir víveres y cabalgaduras de refresco, á cuyo efecto le acompañaba el coronel chileno Portus, encargado de reunir las milicias de ambos distritos. Por último, proveíase el caso de la retirada y la derrota y todas las eventualidades posibles, trazándole las líneas generales dentro de las cuales debía mo- verse (54). Toda la tropa iba montada en muías, y marchaba en desfi- lada por los estrechos senderos, pero organizada á la manera de las arreas. Las cuatro mil muías montadas estaban dividi- das en 200 piaras, y cada 20 soldados ocupaba una piara á cargo de un peón. Los destacamentos de milicias que ligaban las columnas como eslabones de esta cadena orgánica, esta- ban encargados de la custodia de los depósitos de víveres y hospitales, el cuidado de las caballadas y el especial encargo de recoger los rezagados y los enfermos. Las jornadas esta- ban calculadas como las de Uspallata con arreglo al pasto y Instrucciones de San Martín .i Soler de 10 de enero de 181' (Arch. San Martín, rol. XI. M. S.) M Alí'll \ POR I SPA1 LATA I \!'li l I." \l 'i al agua, \ sumaban por el camino do los Patos 514 kilóme- tros desde la falda oriental de la cordillera hasta la garganta de las Achupallas, y 545 hasta <•! pueblo de San Antonio de Putaendo, primer objetivo de la marcha en la planicie. I este orden penetraron a la segunda cordillera por el boquete de Valle Hermoso, situado á más de 3,600 metros de altitud. El camino de Los Patos, mas largo que '•! de Uspallata, como queda dicho, es más frígido por especiales condiciones climatológicas, y mucho más fragoso cu partes, por cuanto su trayecto corre al través de grandes alturas \ dentro de un macizo cortado á pique cu su- contornos, sin más horizonte que las montañas nevadas que lo dominan, elevándose sobre todas (días el gigantesco pico volcánico de Aconcagua. Por esta razón el frío de la noche es mucho más intenso, las ludadas son constantes aun en el verano, \ la dificultad di' respirar y de moverse [un- el enrarecimiento del aire, pro- duce una enfermedad que en la cordillera de los ^ndes es conocida con el nombre de ¡uní" ñ sorocho especie de mareo á veces mortal, como consecuencia del desequilibrio en el dinamismo vital. Esta enfermedad, causó" algunos estragos en las lilas del ejército; pero las medidas estaban tan bien teina- das, (¡ue merced á las jornadas lentas 5 graduales 5 al espe- cifico de ajos y cebollas, pudieron hombres j bestias salvar inmunes aquellos terribles pasos con pérdidas relativamente pequeñas. El coronel Las rieras seguía su marcha paralela por I - palíala. I'J 24 de enero hallábase acampado en el valle de 1 oombre, 1 uando recibid avisode que la avanzada de Picheuta, compuesta de 14 hombres, había -id- sorprendida por una iilí .MARCHA POR LOS PATOS. — CAPITULO XIII. partida realista. Marcó, más por instinto que por previsión, había destacado una columna de 1,000 hombres de las tres armas sobre el valle de Aconcagua. Su jefe, que lo era el co- ronel de ingenieros Miguel María Atero, dispuso que un des- tacamento de 250 hombres al mando del mayor de Talaveras Miguel Marqueli, avanzara por el camino de Uspallata, trans- montase la cumbre y practicara un reconocimiento, internán- dose en la cordillera hasta donde fuere posible á fin de adqui- rir noticias ciertas de los movimientos de los argentinos. La vanguardia de este destacamento, compuesta de 60 hombres era la que había sorprendido la avanzada de Picheuta, de la cual se salvaron algunos soldados que llevaron la noticia al campamento del valle de Uspallata. En el acto dispuso Las Heras que su segundo el mayor Enrique Martínez saliese con una compañía del 11 y el piquete de granaderos á caballo (1 10 plazas), en persecución del enemigo, el que fué alcanzado el 2o en « Los Potrerillos », con toda su fuerza reconcentrada. A pesar de la posición fuerte que ocupaba, fué atacado por tres puntos, trabándose un combate de dos horas y media, hasta obligarlo á repasar con pérdidas la cumbre de la cordi- llera, llevando la noticia de que una fuerte división patriota invadía por aquella parte (55). San Martín recibió esta noticia en el punto denominado «Los manantiales », internado ya en la montaña, en momentos en que el coronel Hilarión de la Quintana le entregaba la última carta de Pueyrredón, en que le manifestaba sus temores sobre el éxito de la empresa, circunstancia que ha dado origen á la especie desautorizada de que le ordenaba retrogradar, — que han repetido algunos historiadores, — cuando, como se ha visto, lo alentaba á pro- seguir en ella á pesar de todo. 55 Diario de Las Beras v di' E. Martínez sobre sus operaciones por I spallaU. Ai. ¡h. San Martín, ral. XI. M. S. S.) MAHCII \ POR LOS PATOS I M'lll LO XIII Este accidento desgraciado no previsto, podía cambiar la taz de la campaña, y obligaba desde luego á modificar el plan de invasión al menos en los detalles. El enemigo, aper- cibido de que iba á ser atacado por Uspallata, podía, antes que el grueso del ejército argentino dominara el llano, ocupar alguno délos desfiladeros de los dos caminos, j co i bata- llón detener su marcha calculada. La cuestión era de horas. Si en el día lijado, las dos columnas no desembocaban en los valles de Aconcagua y Putaendo \ operaban su reunión, •■! enemigo podía acudir con toda su fuerza, reconcentrándolas sobre el punto ó los puntos ocupados, y la combinación estaba malo-rada. El general de los Andes, dándose cuenta de lodo esto, modificó su plan sobre el terreno con arreglo á las cir- cunstancias. En el arto dispuso, que el ejército continuara su marcha, y ijue el mayor de ingenieros Arcos, .'i la cabeza de 200 hombres, se adelantase rápidamente por un camino de atajo (que es el ramal antes mencionado . ocupara sin perdida \r la gran cordillera, caballero en una nmla, como cuenta la historia que lo hizo Bonaparte al transmontar el San Bernardo, no por imitación ni por modei lia. siiio por sei ia Tínica cabalgadura cuyo paso firme j marcha equilibrada permite orillar sin peligro losabismoí .le I n mon 616 SAN MARTÍN EN LA CORDILLERA . — CAPÍTULO XIII. tañas, observando y meditando tranquilamente, entregado el viajero con la rienda suelta á su instinto seguro. Su montura estaba enjaezada ala chilena, con estribos baúles de madera. Iba vestido con una chaqueta guarnecida de pieles de nutria y envuelto en su capotón de campaña con vivos encarnados v botonadura dorada ; botas granaderas con espuelas de bronce como las de sus estatuas ; su sable morisco ceñido á la cintura; cubierta la cabeza con su típico falucho, — som- brero apuntado, — forrado en hule, sujeto por barbiquejo, que para mayor garantía contra el viento impetuoso de las al" turas ató con un pañuelo por debajo de la barba. Al tiempo de ascender la cuesta de Valle Hermoso, se ocupaba en conversar con los guías sobre los caminos laterales que comunicaban con Las lleras, para combinar las marchas y ataques de am- bas columnas, cuando una tempestad de granizo se descolgó de la montaña y obligó á hacer un alto á la división de reserva que había alcanzado en aquel punto. El general de los Andes, apeóse de su muía, se acostó en el suelo y se durmió con una piedra por cabecera bajo una temperatura de 6° cent. Al tiempo de continuar la marcha, pidió á su asistente los chifles guarnecidos de plata en que llevaba su provisión de agua v de aguardiente de Mendoza, invitó al coronel don Hilarión de la Quintana, — á quien había nombrado su primer ayudante de campo, — y reconfortado por aquel corto sueño después de tantas noches de vigilia, encendió un cigarrillo de papel, y mandó que las charangas de los batallones tocasen el himno nacional argentino, cuyos ecos debían resonar bien pronto por todos los ámbitos de la América del Sud. En seguida, con- tinuaron la penosa ascensión de la nevada cumbre, detrás de la cual estaba el llano que buscaba para combatir y triunfar 56 . (5G Inf. verba] de los ingenieros Arcos, Álvarez Condarco, general * 1 • ■ 1 1 Félix Olazabal \ coroneles de la Plaza i Pedro José Díaz. i. v '.r \i¡i>i \ \ ii.i \ i. vim ri lo XIII. Este sitio ha conservado desde entonces la denominación de - Trinchera de San Martín El 2 Je febrero ;'i las •'! de la mañana, trasmonta Las He- ras la cumbre de la cordillera "Ir Uspallata, \ en cumplimiento de sus instrucciones, el í al ponerse <•! sol, fué atacado ••! punto de la « Guardia Vieja » por 150 Fusileros \ 30 ¡inri.'-., á órdenes del mayor Enrique Martínez, \ después de un com- bate de hora y media á sabley bayoneta, tomada por asalto la posición fortificada que defendían 94 realistas, dejando los en el campo 25 muertos, L3 prisioneros, 57 fusiles, m ter- cerolas y can tillad de municiones 3 víveres. En el día anterior había recibido Las linas un oficio de San .Martín, datado en Manantiales el 1 . ■ á las 6 de mañana, ordenándole demorase dos días la marcha de su división, para dar Lugar al desarro- llo del nuevo plan. En consecuencia, Martínez se repleg su reserva en el Juncalilo donde permaneció á la espectativa. La combinación volvía á sistemarse 57 XI El día5 la alarma se difundir» en los dos valles de Acon- cagua v Putaendo. Los fugitivos de la « Guardia Vieja» lle- gaban á Santa llosa de los Andes, al mismo tiempo que lo- dispersos de las Achupallas á San Felipe. El jefe realista que los defendía, amagado á la vez por dos puní »s, y sin fuerzas suficientes con que sostenerse, uo acertaba á tomar medidas Para mayor confusión, re< ibió un pliego de Las rieras, pro poniéndole un canje de los prisioneros de Picheuta por otros tantos de la Guardia Vieja . Era un ardid de la escuela de San Martín. El portador de la comunicación, que era un ,- Diario de Las Heras. \n li. San Martín, rol. XI. M. S 618 ERRORES DE MARCÓ. — CAPÍTULO XIII. prisionero español, engañado por el simulado retroceso de la vanguardia de Las Heras, anunciaba que éste, después del asalto del 4 se había puesto en marcha hacia Mendoza. Des- de ese momento, el coronel Atero, creyendo disipado el pe- ligro de Uspallata, reunió todas sus tropas disponibles y marchó apresuradamente con 400 infantes, 300 jinetes y 2 piezas de campaña, al encuentro de las fuerzas invasoras que asomaban por la garganta de Achupallas, cuyo número ignoraba. De este modo, la columna de Uspallata, que el 6 se había reconcentrado en la « Guardia », continuando su marcha, podía caer libremente sobre Santa Rosa el día prefi- jado, á la vez que el grueso del ejército penetraba en masa al valle de Putaendo, y verificar ambas su junción en el punto indicado de antemano. Los errores de Marcó, — previstos por el astuto invasor, — contribuían á este éxito, tanto como las hábiles combinaciones estratégicas del plan de campaña. Completamente á ciegas respecto de los planes de San Martín, sin plan ninguno él mis- mo, y llamada fuertemente su atención hacia elsud, persistía en el absurdo propósito de atender á todas partes presen- tándose débil en todas, con un ejército veterano de más de 5,000 hombres disciplinados, además de las milicias moviliza- das. Sus fuerzas estaban esparcidas en una extensión de 93 i kilómetros, de tal manera que, aun para plegar sus alas sobre el centro, necesitaba por lo menos cuatro días, y para refor- zar su flanco izquierdo no menos de ocho (58). Tenía un bata- (58) El ejército realista que defendía á Chile, se componía de los si- guientes cuerpos : Batallón de Talayera ; ídem de Chiloe ; ídem Auxiliar de Chiloe; ídem de Valdavia ; ídem de Concepción; ídem de Chillan ; regimiento de caballería de Dragones de Morgado; ídem húsares de Barañao ; ídem escuadrón carabineros de Quintanilla, ó sean: 6 bata- llones de infantería, 2 regimientos y 1 escuadrón de caballería, con un regimiento de artillería, que suman los 5,000 hombres sin contar las milicias, tjue sontos que dan los historiadores americanos. Véase San- fuentes, «Chile desde la batalla de Chacabuco hasta la de Maipo », p. CONCENTB k.CIÓN DEL EJÉRI I i 0. CAPÍ l i LO Mi: llón aislado en Concepción, otro en Chillan, medio batallón en Talca, alg-unas compañías destacadas Bobre Rancagoaen observación del paso del Portillo, y su mejor cuerpo de ballena, los húsares de Baranao, estaban en San Fernando .i 208 kilómetros de Santiago, donde permanecía la artillería con 16 piezas de campaña y el resto de sus tropas. Kl mejor partido que pudiera haber adoptado, habría sido reconcentrar- se en la capital y esperar con fuerzas superiores el ataque; pero sin resolución ni idea, todo su conato era reservarse un camino de escape. « Si me reduzco á la capital, decía él a » mo, puedo ser aislado, y perdida la comunicación con las » provincias y Valparaíso, me quedo sin retirada 59 Este era el contendor del generar de los Andes. A las 2 de la tarde del mismo día 8 de febrero en que el capitán general de Chile no atinaba á darse cuenta ni adonde debía acudir ni reconcentrarse, el grueso del ejército argen- tino ocupaba el pueblo de San Antonio de Putaendo \ misma hora, Las lleras era dueño de Sania llosa de los Andes. Los dos valles estaban dominados por los invasores, \ bus cabezas de columnas convergían por diversos caminos cerran- do el anillo estratégico en el punto matemático de Chacabuco. XXII. — Los historiadores españoles, dañé Mareó mayor fuerza aán. Torrente dice: «Las tropas realistas que escasamente alean 6,000 h bres, no podían cubrir una línea de trescientas legti « Bist. de la Revol. Hisp. Amer. , t. XVII, p ll- Camba, en sus Mem. de la> armas Kspañ., dice: Las tropas realistas componían una fuerza de siete mil bombres ; i I. pág. 267. — Millcr Memorias», i. í, pág. 79, refiriéndose ú los presupuestos oficial [os cuerpos realistas que en diciembre de 1816 pasaban revista en Chile, da al ejército de Marcó siete mil seiscientos trece hombres de tropa j ochocientos milicianos armados ú sueldo. Hemos ado| la cifra más baja, aún prescindiendo 'I" I"- testin ios españoles, |"i>n de lodos modos la superioridad numérica de los realistas es i ules table. • Carta reservada de Marcó del Poní al gobern don José Villegas de 8 de febrero de 1817, pub. en la G liago de Chile », nüm. I de 12 de julio de isi :. 620 CONCENTRACIÓN DEL EJÉRCITO. —CAPÍTULO XIII. Ya á verse cómo se había ejecutado este movimiento conver- gente. Posesionados Arcos y Lavalle de las Achupallas, su situa- ción era crítica, pues de un momento á otro podían ser carga- dos por fuerzas superiores. Soler en persona acudió rápida- mente en su sostén con la escolta del general en jefe man- dada por el comandante Mariano Necochea, los escuadrones 3.° y 4.° de granaderos, y las cinco piezas de montaña, orde- nando á la infantería forzara sus marchas y ¡í la división de reserva acelerara las suyas para acortar la distancia. El 6. la vanguardia se hallaba reunida en las primeras planicies de Putaendo y montaba su artillería, avanzaba hasta San An- drés del Tártaro (21 kilómetros de las Achupallas), y des- prendía toda su caballería en la prolongación del valle, dispo- niendo que Necochea con la escolta del general, compuesta de 110 jinetes, se situara sobre la villa de San Felipe. Atero, que había retrogradado de Santa Rosa sobre San Felipe, se adelantó con sus 700 hombres al encuentro de iSecochea, y en la madrugada del 7 ambas fuerzas estaban frente á frente. Marchaba Atero hacia el este por el camino real, que es un desfiladero limitado por el río Putaendo y el contrafuerte que lo separa del valle de Aconcagua, y ocupó con su infantería y artillería los cerros de las Coimas, que forman un ángulo sa- liente dominando la llanura en que se asienta la villa de San Antonio. (Véase el plano N.° VII). El jefe argentino, aparen- tando un temor, que justificaba su fuerza relativamente inferior en número, emprendió su retirada por el camino, cubriendo su retaguardia con dos guerrillas sobre los flancos, con el objeto de sacar al enemigo de sus fuertes posiciones y atraerlo al llano donde la caballería pudiese jugar con ventaja. El jefe español, por su parte, engañado por esta estratage- ma, se adelantó con 300 jinetes, cubiertos por una línea de COMBATE DE LAS COI MAS. CAPÍT1 LO Mil . tiradores, dejando su infantería y artillería en las Coimas, i así que se hubo separado algunos centenares de metros de bu reserva, se vio improvisamente acometido en su avance, v cochea que había dividido su escuadrón en tres secciones, tomando el mando de la del centro, did el de la derecha al capitán Manuel Soler, \ el de la izquierda, emboscada detris de un rancho á su ayudante Lngel Pacheco. Los granaderos dieron vuelta caras sóbrela marcha y cargaron de frente en perfecto orden, sable en mano sin disparar un tiro, al toque de á degüello de los clarines, mientras su emboscada arrollaba por el flanco derecho la línea de tiradores realistas, \ los echaba sobre su reserva, en que introdujeron el desorden. Media hora duró el combatí1 : la línea realista fué rola en varios puntos á la ve/, y obligada á replegarse en disper sión hasta el pie de los cerros al amparo de los Fuegos de sus cañones, dejando en el campo 30 muertos, I prisio- neros y algún armamento (60). Este golpe decidía la campaña preliminar del paso de los Andes. El coronel Alero se replegó en derrota sobre San l e lipe, llevando sus heridos, pasó al sud del río <\>' Aconcagua inutilizando el puente, ydid por perdida toda la provincia. El pánico se difundid en amitos valles, y los derrotados de las Coimas, contaban despavoridos, que habían sido acuchillados por unos hombres muy altos, muy jinetes, con unos sables tan largos 5 tan afilados, que ni toda la caballería de Chile habría podido detener su empuje. Todos los habitantes de los (60) Ofi. de San Martín al director, fechado en San Felipe d< \ gua el 8 de febrero de 1817, Doc. del Arch. Gral., M. S. - p« 1, . Ext. de B. A ... pero nos hemos guiado por el original. rías > del general español Quintanilla quien d¡< 1 ' patriota lo mandaba un tal Necochea, v no se 1 le negai su pericia v valor, bien qu< bus caballos eran superiores .1 lo , por otra parte, los sables 5 tercerolas que tenia la eran malísimos. v - M irtÍH, rol. XII, núm. I i. s 622 COMBINACIÓN* ESTRATÉGICA. — CAPITULO XIII. valles aconcagüinos se pronunciaron en masa por los liber- tadores, y los realistas en sus marchas y contramarchas no encontraban un solo habitante que les proporcionara re- cursos, ni siquiera les diese aviso de los movimientos de los invasores. Mientras tanto Las Heras entraba en triunfo en Santa Rosa y se apoderaba de los depósitos de armamento, municiones y víveres abandonados en su fuga por los realistas. Al día si- guiente (9 de febrero), los zapadores restablecían el puente del Aconcagua, el grueso del ejército pasaba por él, y á ór- denes de Melián se adelantaba un escuadrón de granaderos hasta la cuesta de Chacabuco donde se encontraba con las avanzadas de caballería de Las lleras. El parque y la artille- ría conducida por Beltrán, descendía simultáneamente por las pendientes de Uspallata, sin pérdida de un solo cañón, aunque de las diez mil ínulas sólo llegaron cuatro mil, y los caballos, reducidos á la tercera parte, se encontraban en muy mal estado. La reconcentración del ejército délos Andes estaba operada en el llano al occidente de la cordillera, en los días pronosti- cados por San Martín dos semanas antes (el 24 de enero). Al mismo tiempo, y en el mismo día, el sud y el norte de Chile estaba reconquistado. La combinación estratégica desen- vuelta sobre un frente de 2,100 kilómetros, efectuóse mate- máticamente á hora fija, según las previsiones de su hábil ordenador. Estos hechos respondían á las palabras con que había abierto la campaña en la proclama que dirigió á los chile- aos al trasmontar los Andes, en consonancia con las instruc- ciones de su gobierno : « El ejército de mi mando viene á » libraros de los tiranos que oprimen este precioso suelo. Me » enternezco cuando medito las ansias recíprocas de abrazarse tantas familias privadas de la felicidad de su patria, ó por » un destierro violento ó por una emigración necesaria. Vos- I'AK.TE DEL PASO DE LOS ^NDES I U'ITI LO XIII otros podéis acelerar ese dulce momento, preparándi cooperar con vuestros libertadores, que recibirán con la mayor cordialidad á cuantos quieran reunírselea para tan grande empresa. La tropa está prevenida de una disciplina rigurosa y el respeto que debe á la religión, á la propie- dad y al honor de todo ciudadano. No es de nuestro juicio entrar al examen de las opiniones. Yo os protesto por mi honor y por la independencia de nuestra cara patria, que nadie será repulsado al presentarse de buena fe S ligará con severidad el menor insulto. Me prometo que no se cometerá ninguno bajo las banderas americanas, \ que se arrepentirá tarde y sin recurso el que las ofenda. 1 son los sentimientos del gobierno supremo de las Provin- cias Sud-Americanas que me manda, desprendiéndose de una parte principal de sus fuerzas, para romper la^ cade- nas ensangrentadas que os ligan al carro infame de los tiranos : son los míos y los de mis compañeros en la campaña. Ella se emprende para salvaros ¡ Chilenos nerosos ! corresponded .1 los designios de los que arros- tran la muerte por la libertad de la patria. — v Nl i in ». Si algún legitimo orgullo experimentó ante estos resulta- dos, por él preparados \ previstos, nadie Lo ha Babido. Limitóse á dar oficialmente cuenta del hecho en términos sem enumerando los obstáculos del camino : « Id tránsito solo de » la siena ha sido un triunfo, moviéndose la mole de un » cito con las subsistencias para casi un s; irmamento, i municiones j demás adherentes para un camino di ■ leguas, cruzando eminencias escarpadas, desfiladeros, tra- vesías, profundas angosturas, y cortado por cuatro cordi- ■ lleías. donde lo fragofi i del suelo se disputa con la rigidez n de la temperatura : pero -i vencerla b i sido una victoria, ., no lo es ni ,;ms haber cooperado á escarmentar ¡ti ene- ., migo . En Beguida recomendaba en primer lugai 624 PAUTE DEL PASO DE LOS ANDES. —CAPÍTULO XIII. así como á O'Higgins y Las Heras, « á cuyos conocimientos v acertadas disposiciones se debían especialmente las. » ventajas obtenidas; el mérito del comandante Necochea, » mayor Martínez (Enrique), ingeniero Arcos, capitán Soler, » ayudante Pacheco y teniente Lavalle ». En cuanto á él personalmente se limitaba á decir : « Mañana salgo á cubrir » la sierra de Chacabuco y demás avenidas de Santiago. Des- » canse V. E. que mi conducta se ajustará en un todo á las » instrucciones de esa suprema autoridad» (61). Su ecuanimi- dad no pasó desapercibida para sus contemporáneos. La prensa argentina, al dar cuenta de sus triunfos, decía : « Ad- » mirarán unos el valor de las tropas ó el arrojo de los oíi- » ciales que más se han distinguido; otros ensalzarán el tino, » la reserva y la astucia del general ; pero nada es tan glorioso » como su moderación » (62). Otros cuidados que los de la propia gloria, ocupaban su ánimo. La caballería estaba casi á pie; el tiempo urgía, y era indispensable ganar de mano al enemigo antes que se recon- centrase. Para alcanzar todos los resultados que buscaba, necesitaba no perder un solo día, y prepararse á la batalla pronosticada para el día 15 de febrero, en que según sus cál- culos todo quedaría decidido en el punto matemático marcado en el plano, que á la sazón indicaba como una simple etapa. Así terminaba diciendo : « A mi pesar no puedo seguir al » enemigo hasta Santiago hasta dentro de dos días, término » que creo suficiente para recolectar cabalgaduras en que » movernos, y poder operar, pues sin este auxilio nada » puede practicarse en grande. El ejército ha descendido á » pie. Mil doscientos caballos para maniobrar con ellos, no » obstante las herraduras y otras precauciones, han llegado » inútiles, tan áspero es el paso de la sierra; pero ya Chile se 61 Ofi. de San Martín al director, citado en la ñola anterior. 62 Gac. ext. de H. Aires », de 11 de marzo de 1817. JUICIO DEL PASO DE LOS \\ DES CA H I l LO \in. - apresura á ser libre, y la cooperación de sus buenos hijos ■ recrece por instantes » (63). Reunidos algunos caballos en el valle de Aconcagua, decía en oficio posterioi I ■ situación, me resolví á marchar sobre los enemigos y la i capital con la rapidez posible, y atacarlos en cualquier punto que los encontrase, no obstante uo baber recibido •) aún mi artillería de batalla * » V . \ll El juicio de la posteridad americana es unánime respecto de la trascendencia del paso' de los Andes por San Martin, asi como gran operación de guerra ofensiva, cuanto por la in- lluencia que tuvo en el éxito final de la lucha de la emanci- pación del nuevo mundo meridional, j su mejor comentario son sus resultados. Por eso sólo haremos mención de los juicios que los adversarios y los extraños ban pronunciado a su respecto, considerándolo militar \ científicamente en sus relaciones con el arte de la guerra y la historia neral. Uno de los más célebres historiadores universales de la •'•poca moderna (Gervinus] que, como se dijo antes, ha des conocido el carácter moral de San Martín, extraviado por do- cumentos malos é incompletos, no puede menos de poner de relieve su gran figura dentro de su vasto cuadro, guiado por sus líneas fundamentales, al reconocer la trascendencia de mis acciones, y especialmente la del paso de los Andes, como empresa inicial de guerra ofensiva, que sintetiza en estos tér« (63) Parí.- de San Martín de 22 de febrero de 1817, pub. u ; Kxt. de Buenos Üres >, d 11 de marzo del mismo. (64) Oli. de San Martín cit. en la qoIj ,,,„ , 626 JUICIO DE LA EUROPA. - CAPITULO XIII. minos: — « En 1814, dice, se había perdido Chile, al mismo ■ tiempo que Montevideo fué tomada después de una lucha áe » cuatro años. Este acontecimiento vino á formar el momento » crítico, tan señalado en la fortuna de los patriotas. La re- » volución toma la ofensiva, ataca á la madre patria y pene- tra como conquistadora eu la España misma. Desde ese - momento la fortuna cambia, y los acontecimientos, preva- » leciendo al fin sobre la potencia de la España en las colo- » nias, reacciona á su vez de una manera decisiva sobre la » metrópoli y extiende su influencia de la periferia al centro. " Todos los acontecimientos hasta 1814, no habían podido o hacer salir á la América de su posición pasiva, ni desalojar » á la España de su posición ofensiva. EL paso de San Mar- •> tín á Chile (1817), ejecutado por un hombre cuyo espíritu " de cálculo era muy superior á todos los jefes de revueltas, <■ así en España como en América, que sólo fundaban el éxito de su causa en la suerte ó el acaso, dio súbita- » mente otra fuerza de impulsión y de acción á los acon- > tecimientos de la América. Este hecho dio, como primera consecuencia, la invasión de Bolívar á la Nueva Gra- »> nada y la fundación de Colombia (1819). Además, fué <-\ preludio del armamento que iba á vencer al Perú, conser- vado por tanto tiempo por la España. Últimamente, por las impulsiones que dio más allá del océano á la España mis- ma, hizo estallar la revolución de 1820, que reaccionando á » su vez sobre Méjico, anonadó en su último baluarte la do- ■ urinación ejercida por la España sobre la América con- ■ linental. — Sólo la certidumbre del primer golpe podía » asegurar el éxito de la empresa, y San Martín, para conse- » guirlo, se puso á la obra con una habilidad consumada. No » debía esperar en un ataque abierto vencer á las fuerzas chilenas, doblemente superiores á las suyas, teniendo ade- ■ más que atravesar los Andes, donde podía ser fácilmente detenido por un pequeño número de tropas, y concibió una JUICIO DE LOS ESPAÑOLES. - CAPÍTULO XIII o serie sistemática de jugadas de ajedrez, que confundieron o á bus enemigos. Su ejército soportó de la manera más va- 8 lerosa el paso extremadamente difícil y lleno de peligros de > la alta cordillera » (65). Un escritor militar español, \ por lo tanto adversa] io na< nal de San Martín — á quien llama • terrible campeón de la a independencia americana » — ha dicho, juzgando el pa de los Andes : « es uno de lus más gloriosos que ha visto ''1 o mundo», y lo coloca entro las operaciones en que el teatro de la guerra « es á la vez cordillera \ desierto . Napo- león establece en sus Memorias de Santa Elena qu ¡ las na- ciones tienen tres clases de fronteras protectoras : los mares ó ríos, las montañas y los desiertos, y que estos últimos son los más difíciles de vencer. En el paso de los Audi reunían estas dos dificultades, que según el escritor citado, levanta por el solo hecho de vencerlas al ejército que Lo eje cuto, « un monumento de gloria inmortal . Aun cuando el autor de la obra militar de que extractamos este juicio, no si muestre muy conocedor de la topografía del país \ de la his- toria circunstanciada de la expedición, vesequela ha compren dido en sus grandes lincamientos, lió aquí un rasgo con qu< la sintetiza y que revola la admiración del soldado á la par de la simpatía humana: <• El carácter, la constancia, dice, o buen ejemplo que daba el general, que era el primero en la » fatiga v el sufrimiento, \ que sostenía j celaba con inleli » gencia la moral del soldado, pudieron llevará feliz éxito tan a atrevida empresa, yporfin después de andar veintitrés di is » el ejército republicano se presentó como 1 1<»\ ¡do del cielo al » otro lado de las montañas entre los .los cuerpos españole » La victoria no podía ser dudosa La compara después mo operación propia de la gran -nena, con el paso de los 65) Gervinus, « Histoire du XIX sii de depuisles ti \ ii nn< \ I. pág. 13o v 136, 5 i. MI. pág. 6 JUICIO DE LOS ENEMIGOS. - CAPITULO XIII. Alpes réticos de Macdonall por los Grisones en 1800, colo- cándolo en primera línea corno dificultad vencida. Acentúa el significado de este juicio de un adversario, la circunstancia de que el libro de que es lomado, está consagrado al arte militar, teóricamente considerado, con el objeto de ofrecer lecciones al ejército español, y es dedicado á uno de los primeros generales de la España moderna , argentino de nacimiento . pero servidor fiel de la causa de su patria adoptiva (66). Los historiadores españoles de la revolución americana, que la han considerado del punto de vista de sus pasiones é intereses nacionales, no pueden menos que hacer justicia á esta gran operación, reconociendo el genio del general que la concibió y ejecutó. Torrente, el más parcial de todos, dice, refiriéndose á ella : « San Martín nada ignoraba de lo que su- -> cedía entre los realistas : su correspondencia con los des- •> contentos de Chile iba haciendo los más rápidos progresos » en la opinión ; su osadía crecía en razón directa del des- » aliento del enemigo que iba á combatir. El plan que tenía » adoptado era el más seguro para darle la victoria, y el » darle ejecución con tanta rapidez y felicidad, le hicieron » adquirir un lugar distinguido en el templo de la fama revo- » lucionaria » (67). El general Camba, actor en la guerra hispano-americana bajo la bandera española en el Perú, y juez competente, le tributa sin reserva leal homenaje en tér- minos tan precisos como imparciales : « La pérdida del reino de Chile, dice, fué un suceso de inmensa trascendencia, » fatal para las armas españolas. Sabíase que hacia tiempo (66) « Nociones de arte militar. Obra dedicada al Excmo. señor capi- tán general, marqués del Duero. Por el capitáu del regimiento de infan- tería de Toledo, núm. 35, don Francisco Villamartín ». Madrid, 1862, pág. o34-o38. (67) Torrente « Hist. de la Revol. Hisp. Amere. », t. II pág. 256. v capí- tulo XXX, pág. 31o, 329. JUICIO DE LOS ENEMIGOS. < v¡.| -, UL0 xm » organizaba .'I general San Martín un ejército c Ble ob- •j jeto en Mendoza, á La banda oriental de la cordillera de los o Andes. Las tropas realistas componían entonces una Fuerza o de 7,0(10 hombres; pero el astuto enemigo supo distraer de tal modo la atención del general Marcó del Pont, que lo hizo o incidir en el gravísimo error de pretender cubrir una Linea o de muchas leguas de extensión, quedando por consiguiente débil en todas sus partes. Obtenido este deseado resultado, » se puso San Martín en manila con 1,200 hombres de Línea »> y 1,200 milicianos. La imparcialidad exige confesar, que .) la pronta organización de su ejército en Mendoza, con Las » dilicultades que ofrece el país, la invasión de ' hile y su o entendida ejecución, recomiendan el mérito de San Mar o tín » (68). Los escritores militares alemanes de la escuela de Fede- rico, en una época (J852 en que buscaban en la historia ejemplos que presentar como lecciones á su ejército, conside- raron digm» el paso de los Andes de ser estudiado como un modelo, deduciendo de él enseñan/as nuevas para la -urna. " La poca atención, decían, que en general se ha prestado al » estudio de la guerra en la América del Sud, hace más ínter e- o sante la marcha admirable que el general San Martín efectuó » á travos de la cordillera de los Andes, tanto por la clase de » terreno en que la verificó, como por las circunstancias parti » culares que la motivaron. En esta marcha, así como en la » de Suwarof por los Alpes \ la de Perofski por los desiertos » de la Turannia, se confirma más la idea, de que un ejército » puede arrostrar toda clase de penalidades, -i está arraigada » en sus filas como debe, la sólida y verdadera disciplina inili- » tar. No es posible llevar á cabo las grandes empresas, sin » orden, gran amor al servicio, y una ciega confianza en quien (08) Camba, •• Memorias para la historia de las nrmas españolas en el Perú 9, i. I. pág. 266. 63U JUICIO l)F. LOS ALEMANES. CAPITULO XIII. » los guía. Estos atrevidos movimientos en los caudillos que » los intentan, tienen por causa la gran fuerza de voluntad, el ■• inmenso ascendiente sobre sus subordinados, y el estudio ■ concienzudo que deben practicar sobre el terreno donde han de ejecutar sus operaciones para adquirir un exacto conoci- • miento de las dificultades que presente, y poderlas aprovechar » en su favor, siendo su principal y útil resultado, enseñarnos. • que las montañas, por más elevadas que sean, no deben con- •• siderarse como baluartes inexpugnables, sino como obs- ■ táculos estratégicos. » Bien que el autor alemán incurra en algunos errores his- tóricos y topográficos de detalle, el relato quede la expedición hace es correcto en su conjunto, y ofrece una página de arte militar tan interesante é instructiva, como honrosa para el héroe de ella, cuyo retrato perfila, reconociéndole « gran ta- fí lento , mucho valor y conocimientos militares muy superiores , •> y ser el más terrible antagonista de los españoles, por su constancia, su perspicacia)7 gran actividad ». Este autorizado juicio científico de una de las primeras escuelas militares del mundo, ha sido confirmado por la misma España, á quien San .Martín venció, al traducirlo del alemán é insertarlo en su más acreditada revista facultativa, vulgarizándolo en el mundo del habla española para enseñanza de sus ejércitos (69). El paso de los Andes por San Martín está colocado por la historia y por la ciencia á la altura de los cuatro más célebres pasos de montaña que recuerde el mundo, y ocupa el tercer lu- gar en el orden cronológico. Fué la renovación de la campaña de Aníbal con las mismas proyecciones continentales, al través [69 Memorial de artillería, ó colección de artículos y memorias sobre diversos ramos del arte militar», t. IX, Madrid, 1853. En esta publicación, se insertó" el artículo referente al paso de los Andes, bajo I siguiente título : «Otro paso memorable de montaña. Marcha de San Martín por Los Andes, en 1817. » (Traducción del alemán.) LOS CU \Tl;n PASOS FAMOSOS i \Mil i fi \in (le las montañas de tres naciones, surcando además ma mo Alejandro., y venciendo mayores dificultades en su I trayecto. Fué más metódicamente y con mayor - !. la renovación del famoso paso del Sainl .lean por Bonaparte. Sin pretender comparar el genio inspirado y enciclopédico del primer capitán del siglo con el genio concreto del primer capitán americano, debe decirse en verdad, que teniendo el de San Martin todas sus previsiones, sus aciertos \ u i pleto éxito final, no cometió ninguno de los errores lécn estratégicos ó tácticos del gran maestro, ni en los medios de conducción de su material, ni en el paso de la montana, ni en la distribución ó concentración de mis tropas, errores que en el admirable plan de campaña del primero boh meros lu- nares, que su genio corregía en el campo de la acción. ^ se comparan los medios de que uno j otro disponían, justo es dar la prioridad de las dificultades vencidas, al que menos hombres y menos recursos supo allanarlas en la r< _ andina, y predecir con más certidumbre el día \ el sitio de 1 1 victoria, dejando de ello pruebas irrecusables, de más valor histórico que la anécdota dudosa que la tradición compla- ciente ha prestado como falsa hoja de laurel «le la corona na- poleónica, en contradicción con las peripecias de la campaña alpina no previstas, como la historia misma I" comprueba. Si el paso de los Andes se compara como \ ictoria bu con los de Aníbal v Napoleón, nim ido el i por la venganza y la codicia, y el otro por la ambición, Be verá, que la em- presa de San Martín, grande militarmente en sí, aun ponién dola más abajo como modelo clásico, es más trascendental en el orden de los destinos humanos, porque tenía por oh jeto y por móvil la independencia 3 la libertad de un mundo republicano, cuya gloria ha sido j Berá más fecunda en loa tiempos que las estériles jornadas de Irebia j de M Por eso, el ún;. o paso de montaña comparable bajo 1 pedo con el de loa Lndea meridionales por San Martín, aun 032 GLORIA INICIA!. CAPÍTULO XIII. que sea una de sus consecuencias, es el de Bolívar dos años después (año de 1819), al través de los Andes ecuatoriales, que dio por resultado la victoria americana de Boyacá (1819), complemento de la de Maipu (1818) ; y la reconquista de Nueva Granada, complemento de la de Chile al sud (1817). Igualmente fecundos y decisivos ambos, y memorables como operación de guerra, el del libertador colombiano tiene las largas proyecciones instintivas del genio, aunque sin las ad- mirables previsiones y la correcta regularidad de la combi- nación estratégica del general argentino, representando am- bos una victoria humana; pero corresponde especialmente á San Martín la gloria inicial de haber dado con su paso de los Andes la primera gran señal de la guerra ofensiva en la lu- cha de la emancipación sud-americana, legando á la historia militar del nuevo y viejo mundo, la lección más acabada en su género. FIN DEL TOMO PRniKHi. IXDICE DEL TOMO PHIMKLU) ■ Prefacio del editor ....... i Prólogo v Índicb de documentos manuscritos consultados w, CAPITULO T. — introducción Histórica. La emancipación sud-ann ricana. I. Argumento del libro y unidad del asunto. — II. Si 1 1 > »p -i-^ de la revolución sud-americana. -- III. Acción de la América sobre la Europa. — IV. La colonización hispano-americana. — V. La colonización uorte-americana. — VI. Política colo- nial en ambaí Américas. — Vil. La emancipación norte- americana.— VIH. Filiación déla revolución sud-americana. — IX. Revolución mora] de Sud-América. \. E] precursoí ^ud-americano. —XI. Las razas sud-americanas. I."- criollos. XII. Pródromos de La revolución sud-americana. \m Desarrollo revolucionario. — XIV. Tentativas monárquicas ••!; Sud-América. — XV. Retrospecto y prospecto sud-americano. I CAPÍTULO II. — San Martin en Europa y Am 1778— 1812: La s George Canning». — Aparición de San Martin enla « sud-americana. — Contingente que trae ■> su revolución. — Su influencia en su tiempo y en su posteridad. — Su genio concreto. — La unidad de su vida. — Anteceden t« - biográfl eos. — Noticias sobre la familia <\<- San Martin. Las Misio- nes Jesuíticas secularizadas. — Yapeyú. — Educación de San Martín. — Moros y cristianos.— La campaña del Rosellón. — Guerra marítima. La campaña de las naranjas. El ai calde de Móstoles. Muerte del g» aera] Solano. i i - ral Miranda. — Las sociedades secretas. i l levantamiento de España contra Napoleón. Arjonilla y Bailón. — San Martín y Beresford. — Lord Macdulf. i merii ina de Londres. — Viaje i Buenos Lires. — Estado de la revolu cii'ui americana ■< La llegada de San Martin. - Sinopsis de la revolución argentina i n n i ( : k Páginas CAPÍTULO III. — La Logia de Lautaro. — 1812 — 1813 : El primer Triunvirato y su filiación histórica. — Estado de los partidos políticos en 1812. — San Martín y Alvcar. — Los Granaderos á Caballo. — Escuela de táctica, disciplina y moral militar. — Vistas políticas y militares. — La Logia de Lautaro y su influencia. — La batalla de Tucumán y sus consecuencias políticas. — Revolución de 8 de octubre, su objeto y trascendencia. — Parte que toma en ella San Martín. — Influencia de la Logia en este acontecimiento. — El se- gundo Triunvirato. — La situación militar. — Planes mili- tares sobre Montevideo y el Perú. -- Nuevo prospecto . . . I 32 CAPÍTULO IV. — San Lorenzo. — 1813— 1814 : Dos victorias. — Batalla del Cerrito. — Reunión de la Asamblea Constituyente. — Sus grandes reformas. — Nueva situación militar. — Los marinos de Montevideo. — La guerra fluvial. — Preludios desconocidos del combate de San Lorenzo. — San Lorenzo según nuevo-; documentos. — El paraguayo Ro- gado. — Batalla de Salta. — La Logia y los progresos de la revolución. — Situación respectiva de San Martín y Alvear. — Derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. — Reseña de los Ge- uerales Argentinos en 1813. — Marcha de San Martín en auxilio de Belgrano. — El abrazo de Yatasto. — Correspon- dencia entre San Martín y Belgrano. — San Martín tuina el mando del Ejército del Norte. — Estimación recíproca de dos grandes hombres. — Concentración del Poder Ejecutivo Na- cional. — Una cruz y un ejército caído I6:¡ CAPÍTULO V. — F.l Alto Pera. J8I4 Kl problema de la revolución argentina. — Las tres tendencias iniciales de la revolución. — La segregación del Paraguay. — Causa- de la anarquía de la Banda-Oriental. — Etnología y geografía del Alto Perú. — Primera campaña de la indepen- da 'Mi el Alto Perú. — Gotagaita y Suipacha. — La derrota del Desaguadero. — Carácter de la insurrección alto-peruana. - La ley de las derrotas y victorias de la revolución. — Las fronteras de la revolución argentina. — Composición del ejército realista. —Debilidad moral del ejército argentino. — Planes de Pezuela. — Los realistas ocupan á Jujuy y Salta. — Kl Kjército del Norte se reconcentra en Tucumán. — La guerra de partidarios en el Alto Perú. — Aparición de Arc- ual.-. — Atrocidades de Goyeneche y Landivar. — Represa- lias. — Descripción de] Alto Perú. — Campaña de Arenales ii Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra. — Batalla de la Florida. — Importancia de estas operaciones •jo 3 i mhi:i- CAPÍTULO VI. La guerra del Norte. 1814 : Año oV transición y soluciones. I os • jércitos beligerantes del Norte.- Planes de San Martín. — Nui h militar. La guerra y la opinión. — Insurrección popular de S — Teatro de la guerra de partidarios. — Guerra de recur sos. — Vanguardia del ejército patriota del Norte. — Don y Güemes. — Hazañas de los sáltenos. — Casti mié giii. — Operaciones del ejército realista del Norte en Salí Toma de Montevideo. — Retirada déla invasión española. — Revolución del Cuzco. — Enfermedad de San Martín. i> .-I mando del ejército del Norte. - El criollo americano. — San Martín Intendente de Cuyo. — Rasgos fundamentales de i za l.i Logia de Lautaro que concurre al plai i Martín. Correspondencia confidem i ú Guido \ Godoy Cruz sobre La idea del paso de los And San Martin rehusa el mando del ejército del Perú. I militares de San Martín en esta épi i im- pone la idea de San M irtin. - Memoria di (.nido sobre h reconquista i l — Valor histórico de este documento. San Martín formula su plan militar ofensivo-defensivo de invas lo aprueba 638 i n ]j i c e Pápinas. CAPITULO XII. — El Ejército de los Andes. — 1816— 1817: La creación del ejército de los Andes. — Su espíritu y sus ten- dencias. — Su origen y su embridn. — La maestranza y fraj Luis Beltrán. — El parque y la armería. — La fábrica de pól- vora de Mendoza. — Establecimiento de una fábrica de paños para el ejército. — Arreglo de la administración militar. — El congreso de Tucumán y San Martín. — Pueyrredón es ele- gido Director Supremo. — San Martín se entiende directa- mente con el director respecto de sus planes. — Pueyrredón se decide por la reconquista de Chile. — Influencia decisiva de San Martín en la dirección de los acontecimientos. — Si- nopsis del congreso de Tucumán. — Tendencias monarquis- tas. — San Martín promueve la declaratoria de la indepen- dencia argentina. — Admirable estratagema de guerra de San Martín. — Conferencia secreta entre Pueyrredón y San Mar- lín 'ui Córdoba y nuevas noticias sobre ella. — Retrato de Pueyrredón. — [deas monarquistas de Pueyrredón y San Mailín. — El plan dr la monarquía incásica de Bfelgrano. — Papel de San Martín en este plan. — Progresos de la razón pública. — Se instituye el ejército de los Andes. — Se re- fuerza con contingentes de Buenos Aires y los liberto, de Cuyo. — Su fuerza y composición esencialmente argentina. - Los cuadros de Chile. — El secretario Zenteno. — El campo de instrucción. — La bandera de los Ande-. — La imprenta del ejército .<■>'■> CAPITULO MU. — El Fasu de los Andes. — I Si: : a cordillera meridional de lo- Ande-. _ Los caminos de la montaña. — Ardides de San Martín para ocultar sus plañe-. — Parlamento con los Pehuenches. — Confusión y errores de Marcó. — Las guerrillas de Chile. — Aprestos para el paso de lo- Ande-. — Las zorras de fray Luis Beltrán. — Invencio- nes de San Mallín para el paso de las cordilleras. ■— c< La inmortal provincia de Cuyo ». — Gritos heroicos de San Martín. — Corresp lencia inédita entre Pueyrredón j San Martín sobre La expedición á Chile. — Fuerza y composición del ejército expedicionario. — Plan general de invasión a Chile. — Despedidas de San Martín de Cuyo. — Instrucciones políticas y militare- para la reconquista de Chile. — El pro- grama emancipador de la revolución argentina. — La com- binación estratégica del paso de los Andes. — La expedición de Cabol al Norte. — Combate de Sálala. — La expedición de Freyre al sud.— Cómbale de la vega de Campeo. —La inva- sión combinada por L'spallata y Los Patos. — Marcha de La- llera- por I'-pallaia. - Marcha estratégica de San Martín por l NDIl i Los Patos. — La sorpresa de Picneuta \ >•! cómbale .1 P rulos. — El asalto de la « Guardia Viej 1 Disposición de las fuerz is realistas. — Combate de 1 1> Acbupallas. - t'.'.m bate de I 1- Coim 1-. 0< upacióu de Putaendo v Sanl 1 R • ■ — Reconcentración del ejército de los Andes .il ■■■ ■ ¡dente di la cordillera. — Ocupación